martes, 14 de mayo de 2013

PARADOXAS Nº 179


PARADOXAS

REVISTA VIRTUAL DEL SURREALISMO NEOBARROCO


Año VIII - N° 179


INDICE

Cardos de Fuego. Corregido, que no sé cómo se puede corregir algo tan mal hecho. - Francisco Antonio Ruiz Caballero
DULCES NOSTALGIAS DE JARDIN - F.S.R.Banda
EL SILENCIO DE LAS DALIAS - F.S.R.Banda
OTRAS LLUVIAS - F.S.R.Banda


EDITORIAL

En astrofísica y cosmología física se denomina materia oscura a la hipotética materia que no emite suficiente radiación electromagnética para ser detectada con los medios técnicos actuales, pero cuya existencia se puede deducir a partir de los efectos gravitacionales que causa en la materia visible, tales como las estrellas o las galaxias, así como en las anisotropías del fondo cósmico de microondas presente en el universo. No se debe confundir la materia oscura con la energía oscura. La materia oscura también juega un papel central en la formación de estructuras y la evolución de galaxias y tiene efectos medibles en la anisotropía de la radiación de fondo de microondas. Todas estas pruebas sugieren que las galaxias, los cúmulos de galaxias y todo el Universo contiene mucha más materia que la que interactúa con la radiación electromagnética: lo restante es llamado "el componente de materia oscura". La composición de la materia oscura se desconoce, pero puede incluir neutrinos ordinarios y pesados, partículas elementales recientemente postuladas como los WIMPs y los axiones, cuerpos astronómicos como las estrellas enanas, los planetas (colectivamente llamados MACHO) y las nubes de gases no luminosos. Las pruebas actuales favorecen los modelos en que el componente primario de la materia oscura son las nuevas partículas elementales llamadas colectivamente materia oscura no bariónica. La determinación de la naturaleza de esta masa no visible es una de las cuestiones más importantes de la cosmología moderna y la física de partículas. Se ha puesto de manifiesto que los nombres "materia oscura" y la "energía oscura" sirven principalmente como expresiones de nuestra ignorancia, casi como los primeros mapas etiquetados como "Terra incógnita".
De Wikipedia, la enciclopedia libre

Como escribió John Ashbery: “La sorpresa, la tensión están en el concepto / más que en su realización” (i). Vale.

El Editor

(i) John Ashbery, Autorretrato en espejo convexo, trad. Javier Marías (Madrid: Visor, 2006), p. 25.


Cardos de Fuego.
Francisco Antonio Ruiz Caballero

Cardos de fuego en la nave marciana, contrahechas aristas y clavos de cristal, irisados prismas apetentes del mal, rosas de agujas, cactáceas fucsias. Zigzagueantes corolas de quebranto diamantino, líneas quebradas y escalenos triángulos, cubos y trapecios, Cardos minerales. La geometría, la arquitectura, la decoración en suma de la nave extraterrestre es un extraño equinodermo de cristal y topacio, un raro dodecaedro de límites imprecisos, un romboedro fragmentado y múltiple. El polígono o poliedro se desplaza en la inmensidad del espacio vacío, entre soles de neutrones rojos. Dentro de la nave la perspectiva geométrica hace que las escalas se deformen, no está hecha para pies humanos, una escalera que a simple vista tardaría meses en caminarse se anda en unos pocos minutos, un pasillo que diríase se pudiera atravesar en un segundo tarda un siglo en poder ser atravesado, extrañas magnolias rectas y extrañísimos cardos de cristal irisado adornan las esquinas y las puertas romboédricas, no hay curvas, pareciera que el elemento femenino fuera rechazado por la simetría deformada y prismática del laberinto, avanza en silencio en la negra inmensidad del espacio, pero se notan notas musicales como de grillos azules y verdes, como rarísimas luciérnagas violetas, como notas de un armónica de cristal, hay fuentes de las que mana un agua verde como de malaquita derretida, y fuentes con el agua granate como de granadina o mercromina, que forman cascadas cúbicas y aspersores macabros, como de sangre. Las luces de neón brillan como relámpagos de plata, como rayos en una tormenta, toda la bóveda superior está cruzada por raíces de rayos eléctricos, como si estuviéramos bajo la raíz caótica de un árbol electrónico. Desperdigados ámbares cúbicos, de un preciosísimo color miel, parpadean emitiendo caleidoscópicos sonidos, hay una melodía de estridencia sincopada esmeralda y amarilla, bajo la bóveda azul o violeta cruzada por las raíces eléctricas intermitentes. Todo es de una belleza sobrecogedora y fantasmal. Los arcángeles yacen dormidos sobre dorados colchones de seda iridiscente, débiles y delgados como sombras, son perfectos adolescentes de vino, íncubos para el tormento de un jorobado, promesas de placer para quien nunca viera el cielo, blandas armonías de azúcar y jengibre, espejos para bellísimos muchachos. Hay un perfume a caramelo y jazmín, un perfume a rosas lascivas, a madreselvas y ciruelas amarillas, huele a mandarina y lila, a coco y nenúfar. Se abren pétalos de menta y eucalipto, huele a tierra húmeda regada por la lluvia de marzo, hay un aroma a limones maduros. Los arcángeles duermen. Tienen los ojos cerrados, no se puede ver el color verde, azul o lila de sus pupilas, tienen los pezones de las diminutas tetillas débilmente rosas, los glandes circuncisos débilmente morados. Vuelve a relampaguear la bóveda cristalina de la nave, con raíces eléctricas, se avanza entre soles de helio ardiente y entre planetas de hielo azul. Hay estatuas de extraños dioses marcianos, de dioses que han matado y devorado a sus padres y a sus hijos, criminales e incestuosos, bellísimos y ciclópeos. De oro macizo, entre cardos de aristas de hielo verde, entre rosas de agujas de cristal finísimas, lacerantes y peligrosas. En el centro del poliedro, brutal e insolente, está la Diosa Huitxilopotxli, de mirada negra. Quien osa mirarla a los ojos cae desintegrado en una llamarada roja, violenta y magnífica. Es una diosa bellísima coronada de espinas diamantinas, muestra sus pezones, sus grandes tetas de leche dulcísima y venenosa, ha amamantado una progenie de monstruos. Sobre el trono de ámbar meloso es una Venus maldita llena de odio, una Afrodita que naciese de la espuma de un mar de caníbales. Quise pasar desapercibido ante sus ojos pero me eligió para que escribiera su panegírico.


Cardos de Fuego. Corregido, que no sé cómo se puede corregir algo tan mal hecho.
Francisco Antonio Ruiz Caballero

Cardos de fuego en la nave marciana, contrahechas aristas y clavos de cristal, irisados prismas apetentes del mal, rosas de agujas, cactáceas fucsias. Zigzagueantes corolas de quebranto diamantino, líneas quebradas y escalenos triángulos, cubos y trapecios, Cardos minerales. La geometría, la arquitectura, la decoración en suma de la nave extraterrestre es un extraño equinodermo de cristal y topacio, un raro dodecaedro de límites imprecisos, un romboedro fragmentado y múltiple. El polígono o poliedro se desplaza en la inmensidad del espacio vacío, entre soles de neutrones rojos. Dentro de la nave la perspectiva geométrica hace que las escalas se deformen, no está hecha para piés humanos, una escalera que a simple vista tardaría meses en caminarse se anda en unos pocos minutos, un pasillo que diríase se pudiera atravesar en un segundo tarda un siglo en poder ser atravesado, extrañas magnolias rectas y extrañísimos cardos de cristal irisado adornan las esquinas y las puertas romboédricas, no hay curvas, pareciera que el elemento femenino fuera rechazado por la simetría deformada y prismática del laberinto. La nave avanza en silencio en la negra inmensidad del espacio, pero se notan notas musicales como de grillos azules y verdes, rarísimas luciérnagas violetas, notas de un armónica de cristal. Hay fuentes de las que mana un agua verde, malaquita derretida, y fuentes con el agua granate, granadina o mercromina, que forman cascadas cúbicas y aspersores macabros, como de sangre. Las luces de neón brillan como relámpagos de plata, igual a rayos en una tormenta, toda la bóveda superior está cruzada por raíces de rayos eléctricos, como si estuviéramos bajo la raíz caótica de un árbol electrónico. Desperdigados ámbares cúbicos, de un preciosísimo color miel, parpadean emitiendo caleidoscópicos sonidos, hay una melodía de estridencia sincopada esmeralda y amarilla, bajo la bóveda azul o violeta cruzada por las raíces eléctricas intermitentes. Todo es de una belleza sobrecogedora y fantasmal. Los arcángeles yacen dormidos sobre dorados colchones de seda iridiscente, débiles y delgados como sombras, son perfectos adolescentes de vino, íncubos para el tormento de un jorobado, promesas de placer para quien nunca viera el cielo, blandas armonías de azúcar y jengibre, espejos para bellísimos muchachos. Hay un perfume a caramelo y jazmín, un perfume a rosas lascivas, a madreselvas y ciruelas amarillas, huele a mandarina y lila, a coco y nenúfar. Se abren pétalos de menta y eucalipto, huele a tierra húmeda regada por la lluvia de marzo, hay un aroma a limones maduros. Los arcángeles duermen. Tienen los ojos cerrados, no se puede ver el color verde, azul o lila de sus pupilas, tienen los pezones de las diminutas tetillas débilmente rosas, los glandes circuncisos débilmente morados. Vuelve a relampaguear la bóveda cristalina de la nave, con raíces eléctricas, se avanza entre soles de helio ardiente y entre planetas de hielo azul. Hay estatuas de extraños dioses marcianos, de dioses que han matado y devorado a sus padres y a sus hijos, criminales e incestuosos, bellísimos y ciclópeos. De oro macizo, entre cardos de aristas de hielo verde, entre rosas de agujas de cristal finísimas, lacerantes y peligrosas. En el centro del poliedro, brutal e insolente, está la Diosa Huitxilopotxli, de mirada negra. Quien osa mirarla a los ojos cae desintegrado en una llamarada roja, violenta y magnífica. Es una diosa bellísima coronada de espinas diamantinas, muestra sus pezones, sus grandes tetas de leche dulcísima y venenosa, ha amamantado una progenie de monstruos. Sobre el trono de ámbar meloso es una Venus maldita llena de odio, una Afrodita que naciese de la espuma de un mar de caníbales. Quise pasar desapercibido ante sus ojos pero me eligió para que escribiera su panegírico.


DULCES NOSTALGIAS DE JARDIN
F.S.R.Banda
A mi madre.

Había un alba de nardos y un embeleso de crisantemos donde ahora se vuela alto un magnolio avisando las auroras, y allá bajo el limonero perfumaban los pensamientos y jugaban las pequeñas mariposas en la estrellitas que se mecían a lo largo del sendero. Sobre y bajo la tierra amasada por la inolvidable jardinera iban y venían los caracoles dejando sus regueros lunares resplandeciendo desde los pálidos amaneres hasta el intenso atardecer que se iba tardeando para atajar la luna, postergar la noche y dejarse querer en sus rojos desatados y su frescura vegetal. En el rincón noroeste dormía la rosa trepadora con sus oscuros rojos escondidos como no habrá de verse nunca más en otras rosas venideras. Abajo las calas también demoraban el nocturno siempre sedientas y verdes. El poniente era con olor a cedrón en el después de la madreselva y el aroma cítrico del geranio extraño que llamábamos malva. Hubo un conejo vestido de negro terciopelo por los escondrijos de rosales y gladiolos. Los pájaros se enternecían de puro gusto allá arriba en las ramas de los duraznos y del ciruelo. Al sureste las dalias eran un verdor exuberante coronado por sus flores moradas, rojas, y anaranjadas como vistosas auras solares. Las frutillas con sus besos rastreros siempre estaban embancadas en arenas y evitando los senderos de las hormigas. Bandas de clorofílicas mantis acechaban orando entre hojas serosas de las rosas, las arañas furtivas habitaban las oquedades del muro de ladrillo, las abejas en cambio zumbaban con alegre desparpajo en sus inquietas libaciones. Allí el tiempo jugaba a detenerse o a hacerse tan lento que las azucenas no sabían cuando florecer y los alelíes se extraviaban en las estaciones porque les llovía en mitad del estío o el sol sonriendo los sorprendía escondidos del invierno. El otoño en cambio era de punta a cabo de la jardinera en sus quehaceres de guarda o de cosecha para dejar quietamente durmiendo a la tierra cansada. Toda su geografía cabía en un solo recuerdo perfumado en el crepúsculo y coloreado con las dulces acuarelas de la zinnias en los brillantes mediodías. Con los años la memoria lo fue haciendo pequeñito, infiltrándolo en todas las nostalgias donde hubiera flores o insectos o fragancias, y el olor a tierra húmeda invadió para siempre todos los atardeceres de todas las primaveras, donde estuviera, aun sin jardín, o ahora, con mi madre ya en el cielo. Vale. 


EL SILENCIO DE LAS DALIAS
F.S.R.Banda

“Todos estamos ebrios de algo...”
TuLuz. Del blog La Embriaguez de la Mariposa.
                      
Toda mariposa será castigada en su vuelo y su afán, la de alas transparente que vive en los jardines de los sueños, la de negro terciopelo que revolotea y arde en las cenagosas pesadillas del desengaño, y también la inquieta escarlata que habita los insomnios como un breve demonio. Las diurnas, y las nocturnas, las humildes polillas y las sofisticadas esfinges, todas verán caer el sol un día sabiendo que ya no les será dado el próximo amanecer ni sus flores ni su polen, ya no habrá orugas escribiendo en un alfabeto de curvados caracteres recortados en las hojas de los limoneros. Ya no habrá hermosas y aladas momias resecas atravesadas por un alfiler bajo una lapida de cristal mortuorio, ni alas colorinches embalsamadas entre las páginas de los ajados poemario de aquellas juventudes de sueños y primaveras. Se irán de los mariposarios del duelo, del canto o arrullo perseguido, de sus migraciones sinsentido, de sus hibernaciones inútiles, de los altos oyameles con su rumor de frágiles alas de papel y sus revoloteos suspendidos en su último atardecer. Desaparecerán las crisálidas colgantes de los hilos de seda, las quietas mariposas de origami, la mariposa del Chagual y la poética mariposa de otoño, y también la turbia mariposa del caos que hace nacer las tormentas y provoca en las antípodas terribles sequías. Tristes estarán los cardenales sin la mariposa del geranio, y los niños de Michoacán sin las millones de monarcas siempre yendo y viniendo, desolada quedará la memoria del jardín de mi madre sin las mariposa blancas escondidas entre el intenso morado de sus dalias. No volverán con sus calcinados vuelos violáceos, purpúreos o anaranjados las mismas mariposas sucesivas con su linfa congelada en el instante en que dejaron de volar, con el néctar cristalizado en la sed equivoca de sus fugas. Castigadas serán en un infierno sin fuego, sin luz, sin estambres ni pistilos, donde un aire denso, gelatinoso, dejará sus alas muertas sin vuelos ni aleteos ni revoloteos, ni juegos de colores entre las corolas de colores, allí donde una penumbra pegajosa y purulenta va aplastando las alegrías inconsistentes y las penas de los días ligeros. Solo volverán las oscuras mariposas del delirio, con sus misterios y sus espantos buscando una y otra vez la trampa esquiva, invisibles en el contraste con la luz del ventanal, volverán, arrastradas por la ventolera de su destino para volarvagar sin luna dividiendo la noche en dos perfectas mitades; la una de plena ausencia y la otra de doloroso silencio. Esas sí volverán.


OTRAS LLUVIAS
F.S.R.Banda

(Ejercicio de composición del tipo cadavre exquis transtemporal)

Afuera en el olvido comienza a llover con ímpetu. Bruscamente la tarde se ha aclarado porque ya cae la lluvia minuciosa. Cae o cayó. La lluvia es una cosa que sin duda sucede en el pasado. Quien la oye caer ha recobrado el tiempo en que la suerte venturosa le reveló una flor llamada rosa y el curioso color del colorado. Llueve sobre la arena, sobre el techo, el tema de la lluvia: las largas eles de la lluvia lenta caen sobre las páginas de mi amor sempiterno, la sal de cada día: regresa lluvia a tu nido anterior, vuelve con tus agujas al pasado: hoy quiero el espacio blanco, el tiempo de papel para una rama de rosal verde y de rosas doradas: algo de la infinita primavera que hoy esperaba, con el cielo abierto y el papel esperaba, cuando volvió la lluvia a tocar tristemente la ventana, luego a bailar con furia desmedida sobre mi corazón y sobre el techo, reclamando su sitio, pidiéndome una copa para llenarla una vez más de agujas, de tiempo transparente, de lágrimas. Llueve con tanta fuerza que nuestro aposento se quiebra y el viento y el agua de la tempestad penetran las paredes y ventanas: nos invaden, nos atraviesan. Procuran jalarnos adonde las almas se apagan, adonde el hielo es más delgado. Sigo contemplándote con la punta de mis dedos, con mis brazos que a ciegas te sostienen y te aproximan hacia mí, con deseo de mantenerte aquí para siempre. Estás tranquila y pensativa a mi lado, cálida como la respiración apaciguada que emana de un beso joven, de un beso fiel. Comprobamos que nuestras caricias y nuestro amor están condenados; lo aceptamos y damos bienvenida a la ira de la melancolía, quien ahora se venga de nuestro desafío. El cuarto se inunda, nuestros miedos menguan al borde de la superficie. Entre la zozobra y entre el furor nos ahogamos en saliva, en miradas, en fragancias de perdición y en la furia del desasosiego. Lentamente morimos, víctimas de nuestra oposición, de nuestros deseos de vida y de muerte, de nuestra irrevocable travesura. Esta lluvia que ciega los cristales alegrará en perdidos arrabales las negras uvas de una parra en cierto patio que ya no existe. La mojada tarde me trae la voz, la voz deseada, de mi padre que vuelve y que no ha muerto. Los brazos abiertos hacia ti y el rostro triste, la lluvia repicando en el asfalto, y todos los inviernos en ese único lugar.

Bibiografía cuantificada:
i.- Síncope. Gerardo Careaga. 179 palabras.
ii.- Llueve... Pablo Neruda. 119 palabras.
iii.- La Lluvia. Jorge Luis Borges. 95 palabras.
iv.- El Cristo de la lluvia. F.S.R.Banda. 23 palabras.

Nota.- Cadáver exquisito es un juego por medio del cual se ensamblan colectivamente un conjunto de palabras o imágenes; el resultado es conocido como un cadáver exquisito. Es una técnica usada por los surrealistas en 1925, en la cual los autores jugadores escribían por turno en una hoja de papel, la doblaban para cubrir lo ya escrito, y después la pasaban al siguiente autor. De esta forma se combinan cosas de una idea agregando elementos que pueden o no pertenecer a la realidad. Los teóricos y asiduos al metodo sostenían que la creación, en especial la poética, debe ser anónima y grupal, intuitiva, espontánea, lúdica y en lo posible automática. Decía Rulfo que no existen más que tres temas básicos: el amor, la vida y la muerte: para captar su desarrollo normal, hay que saber cómo tratarlos, qué forma darles, sin repetir lo que han dicho otros. En tanto metabolismo continuado de anteriores lecturas, podría considerarse si la literatura no es en sí misma un gran cadáver exquisito a partir de temas y preocupaciones bastante simples.



Revista PARADOXAS N° 179
7 de Diciembre de 2012

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