sábado, 2 de noviembre de 2013

PARADOXAS Nº 190

PARADOXAS

REVISTA VIRTUAL DEL SURREALISMO NEOBARROCO

Año IX - N° 190

INDICE

NARCISO - Ivonne Concha Alarcón
EL ÁRBOL DE LA VIDA - Beatriz Graciela Moyano
A VECES… - Nieves Mª Merino Guerra
BAJO LOS ARCOS - Francesca Garrido
BAILE DE MASCARAS - Elisa Galván
TE OBSERVO - Marisol C.
MIS CALLES - Pedro Pablo Vergara
Una Casa en el Sol. - Francisco Antonio Ruiz Caballero.
CRONICA SUBTERRANEA - F.S.R.Banda



EDITORIAL

El neobarroco es un término donde se definen ciertos principios que aluden a composiciones y operaciones que responden dentro de un contexto contemporáneo. Se hace uso de referentes ya instaurados y características propias de imaginarios simbólicos que luego son integrados con la representación en diversos estados de tiempo, generando confusiones entre imaginario preexistente y la representación.
En estos imaginarios simbólicos trabajo principalmente con objetos que aluden a la belleza y que, además, pueden materializarse desde oficios que implican cierto grado de laboriosidad, el arte tradicional y el ornamento, entre otros. Todos ellos, gracias a su posicionamiento a través de los tiempos, se han instaurado como valores de belleza por defecto, siendo este último punto desde el cual se originan los primeros cuestionamientos en mi obra, pues es su valor a priori enfrentado a distintas situaciones antagónicas como la fealdad, que permiten la posterior construcción de la obra en una incansable pugna limítrofe entre los dos polos, tornándose, por consecuencia, en terrenos tanto difusos como paradójicos. Dicha tendencia al límite es, así mismo, otro de los aspectos enlistados dentro de los sistemas categorizantes del neobarroco y que se relacionan con mi cuerpo de obra, dando pie, a su vez, al surgimiento de lo mixto y la ambigüedad, lugares donde encuentran con diversos referentes, originando visualidades reconocibles pero que en su globalidad cuentan con nuevas estructuras, alejándose de su procedencia, diversificando estratos en sus asociaciones; perdiendo finalmente su identidad.
Esta pérdida de identidad también se constituye como un eje importante en el neobarroco; particularmente, en el caso de mi trabajo, a través del desplazamiento cuya huella -partícula fundamental en la acción de desplazar y que ofrece hacer reconocimiento de su origen- se encuentra manifestada mediante materiales, objetos, ideas y procesos; ejerciendo una acción que se traduce, en cierta medida, como una desmantelación de formas y conceptos arraigados popularmente.
A modo de resumen, tanto la forma como las operaciones en las que se enmarca mi trabajo corresponden a categorías donde lo ya instaurado en términos estéticos se desplaza hacia un terreno ambiguo. Dicha ambigüedad como eje sustancial del neobarroco permite entablar innumerables relaciones no sólo con mi obra, sino también con el entorno dinámico en que me relaciono, capaz de deformar su origen con el tiempo y donde todas las relaciones, por paradójicas que resulten, se tornan un hallazgo.

Un texto de Cecilia Flores, pirateado de Barroco Fronterizo, el sitio oficial del Grupo de Estudios sobre Barroco y Neobarroco en Chile, proyecto ganador del Fondo de Investigación y Creación de la Iniciativa Bicentenario de Revitalización de las Humanidades, Las Artes, Las Ciencias Sociales y Ciencias de la Comunicación, de la Universidad de Chile. http://www.barrocofronterizo.com/

El Editor



NARCISO
Ivonne Concha Alarcón

Se asoma la vida a través del cristal, no hay quien que se interponga, apenas se sienten los latidos haciendo coro con el reloj cucú de la sala. Se siente el frío de la mañana que aún no termina de despertar, hoy tal vez puede ser un gran día, quizá me atreva subir a la montaña, regocijarme con el paisaje de la madrugada para después bajar a la mar por caminos ya mil veces intentados con anterioridad. Todo aquí es quietud, música suave, lenta, más que otras veces, mientras observo de nuevo mi entorno, a través del techo entra un rayito de luz cargadito de fragmentos que bajan del cielo suavemente, vienen de bajada o de subida esa es una incógnita que no he logrado descubrir, se me pasa la vida tratando de conocer tan insignificante misterio, que absurda vida, no quiere dejar que fluyan los sueños, no quiere dar el salto entre el tú y el yo, la carga pesa, el cansancio domina, es mucha vida pendiente, miro de nuevo y descubro que los recuerdos entran por esa hendidura, las pelusas son pensamientos que se aparecen y desaparecen, no son importante o quizá sí lo son, tal vez es cobardía, miedo, timidez, solo sé que no conozco las respuestas, quisiera despertar a la vida, necesito salir a la luz, y, me quedo aquí mirando lánguidamente ese absurdo e insignificante rayo de luz que muestra una verdad absoluta: afuera hay vida, aquí dentro solo existe frío, silencio y nostalgia... Y quizá es tarde, no lo sé, temo a la luz, a la sorpresa, a la ilusión... y así se va la vida, las horas pasan eternas, se multiplican como mis absurdos miedos... te veo, vienes a rescatarme, entras a mi jardín, tomas un narciso y me lo entregas suavemente rozando con sus pétalos mi mano... me invitas de nuevo..., otra vez evado el deseo de aprender a caminar y me quedo estática, esperando nada... nada si es que el nada existe...


EL ÁRBOL DE LA VIDA
Beatriz Graciela Moyano

El árbol que es la vida y la vida como un árbol y en él. Como tubérculo exuberante, la mágica silvicultura de alguien se sana, cura, en oscuro inframundo sus raíces, va trepando días, años con algunas dichas de vida y el tibio aliento de quimeras, con fuerza abrasadora, nudos en cortezas de esperas, resbalando trechos en desespero, trenzando lianas de escape hacia las nubes en la más profunda soledad. El bosque de cipreses absorbió sentimientos, la resina fue alimento de cactus y coníferas debilitadas, sus propias vísceras se han disgregado, desvanecido en misticismos, conectando filigranas de letras vencidas, advierte que han dejado de unir cielo y tierra por infortunio, obstinación y ceguera en la frágil morada de un dios magnetizado, sobre valuado en sus dones de noble predominar. La piel se hizo jirones en el reino de la brisa, devoró las ideas por nada, arde de prisa en la falacia de los jueces, escala buscando amparo en el árbol frondoso de la vida concreta, regalo del cielo sus altas ramas, nido de estrellas al divisar sin soñar, amar en escalas mecida de luna, florece en caricias de seda su primavera, con hojas de brillo verde esperanza de los sin nombre. Savia, sangre fluyendo plena de ilusión, la sonrisa mana mágica, copos de razón y Ser. Detrás de un olvido el ceibo florece rojo pasión insólita, en supuesta primavera que llega con amnesia de lejanos vínculos extraviados entre ramas y hojas crujientes de un monte canjeado a la cordura. Refugio de luz estrecho y compacto como la tierra donde se aferran las raíces en sincronizadas coincidencias, la lealtad de un lazo ciego, nada más, nada menos. Ahora es preciso quedarse quieta, muy quieta, se escucha crujir la rama seca, amenaza, frena el latido su corazón herido de nostalgias, cierne el pecho un desprendimiento y el temor acecha con pérdidas irremediables, es sentir de cerca la muerte en la mitad de un todo.


A VECES…
Nieves Mª Merino Guerra

A veces sé que me sueñas de todas las maneras imaginables, pero yo te sueño siempre dormida y despierta sin tules, ni espejos ni copas reflectantes. Te sueño real como mi piel y en mi palidez tu salud insulta a la mía con descaro mientras te leo. Y te veo leyéndome ahora, escribiendo, pensando… Sin distancias ni tiempos, aquí a mi lado con la mueca de una sonrisa, mirada de sorpresa y ojos livianos, indagando mieles, sencillos, brillantes, hermosos, solitarios, apasionados. Todas las borrascas son danzadas frenéticamente en tu azul verdoso de cielo y campo mientras anochece en ésta isla casi inexistente donde respiro tu aire con el ansia audaz de una sobredosis de oxígeno que me aquieta el alma regenerando los sentidos más insospechados en un alarde de vida deseosa de ser compartida reverenciando al amor en sus más íntimos secretos pulsando la frágil línea de lo etéreo con el tacto fragmentado en latidos acelerados con la desnudez del alma que se acopla en cópula fértil entre el desorden y lo puntualizado con la rigidez militar de lo establecido para desestabilizarlo con la ironía de la amarga tristeza que justifica al desánimo peculiar, trasgresor, infantil, cómodo, relajado en la melancolía que como levadura al pan dejas reposar laminando ideas en nuevos ocasos -madrugadas ciertas emancipadas en el silencio que acunan tus párpados soñolientos, tercos o resignados- desflorando margaritas en síes y noes balbuciendo palabras de amor o rechazo entre el caudal blanco de nieve efímera que se vuelve agua templada entre tus manos –ella, amaneciendo junto a la esperanza de ése toque mágico donde las realidades se licuan en susurros diáfanos que no escuchas… Persiste el hilo invisible que borda diarios momentos entre ambos agotando horas en el tiempo escaso donde se entrelazan las escenas dulces con llantos velados, la carcajada con el enfado. Siempre te espero. A veces en vano. A veces...


BAJO LOS ARCOS
Francesca Garrido

Dorados tornasoles se reflejan a través de los cristales, la tarde apacible trae de la mano calma y sosiego después de un día entre agotadores movimientos. Paz, esa es la palabra justa y exacta para definir ese momento.
Saliendo hasta el porche, la mecedora espera paciente. Un gato deambula sigiloso entre las flores, de vez en cuando el ruido lejano de algún coche que cruza por el camino rompe el silencio. Hace ya tanto tiempo que los sonidos dejaron de habitar en aquel lugar...
Sentada entre sus recuerdos la duermevela se apodera del tiempo por completo. Los rayos cálidos del sol acarician los viejos arcos de la casa, observa como la pintura desconchada de los rincones se aprecian a simple vista, parecen gritar reclamando su atención “Tal vez una capa de pintura” –Piensa.- Vuelve la mirada hacia otro lado. Una oruga trepa con dificultad por el escalón de la puerta de entrada, sabe que si intenta tocarla esta se enroscará sobre sí misma transformándose en una bola diminuta que intenta pasar desapercibida. Las ramas de la encina crujen de forma casi imperceptible cuando una de las pocas ardillas que todavía hoy corretean por el jardín trepa por su tronco en busca de comida.
Sí, se percibe en los sonidos inexistentes toda la calma que hoy viste la tarde de otoño, entre las luces amarillas y naranjas se dibujan tantos instantes leves, efímeros y fugaces de la vida. Entreabriendo los ojos respira profundamente en un vano intento por absorber por completo ese momento. Es tan sólo cuestión de minutos, lo sabe desde hace tantos años... El sol morirá melancólicamente al mismo tiempo que las sombras de los montes irán alargando sus figuras, estas irán filtrándose por todos los rincones anunciando que la noche inicia su ciclo nuevamente; ella entrará en el hogar hoy silencioso, como ayer, como hace ya tantos años y en su retina intentará en vano retener aquella imagen para lograr sobrevivir hasta la próxima tarde.


BAILE DE MASCARAS
Elisa Galván

Catrina termina de ajustarse la máscara carnavalera antes de colocarse el sombrero colofón, barroco en su profusión de flores, plumas, cintas y abalorios.
Catrina, casi joven, resalta su talle con un corpiño formado por ocho ballenas rígidas que alargan hasta las caderas su cuerpo delgado. Cuando sale de su panteón, esbelto pináculo de granito rematado en bronce, con las letras de su nombre grabadas en sentido vertical y una fecha en horizontal, los festejantes no han llegado todavía, aunque más allá de la verja rococó puede ver las antorchas y las bengalas, y escucha las risas, cánticos y gritos traídos por el viento de Noviembre.
Catrina se desliza, efervescente, entre los barrotes, y se diluye entre la multitud, abanicando piernas con los velos de su falda y enredando los talles varoniles con los interminables flecos de su mantón rojo  bordado de hilos dorados, atrayendo miradas y brazos que quieren rodearla y arrimarla. Ella juega, escamotea, seduce con el encaje de sus manos, pronto rodeada de una corte de esqueletos rendidos, entregados, que la siguen revoloteantes, borrachos de tequila y de deseo.
Catrina no siente, ni padece, ni late, pero quiere. Murió tan virgen, tan caliente, tan arrogante esperando al hombre que la mereciera, que tiene un fuego dentro que no la deja morir.
Catrina intenta apagarlo dos veces al año, cuando puede disfrazar su osamenta con rellenos, siliconas, artificios, ropajes suntuosos y aterciopelados, dejándose acariciar por las manos lujuriosas de los hombres, con la esperanza de que su anhelo por fin se satisfaga y pueda descansar fría y en paz en su nicho de alabastro. Pero las manos nunca calientan el tuétano momificado de sus huesos ni llegan al corazón reseco que una vez latió entre sus costillas. Ahora baila entre las tumbas con un mariachi que ha abandonado a su banda para revolcarse con ella. Le canta al oído una ranchera que cuenta la historia de una garbancera como ella, que renegó de amores indígenas esperando a un blanco rubio con levita y reloj de oro.
Catrina quiere enamorarse de ese moreno de bigotes espesos que huele a tintorería y a brillantina, y se pega a su entrepierna, ávida de latidos que la despierten. Amanece, y el mariachi yace helado, estrangulado por los flecos del manto que ha apretado en su cuello la impotencia frustrada de la reina del baile. La más bella, le dijeron siempre. La que tendría todo aquello que quisiera, le decían. La de melena negra, rizada y brillante que despedía una fragancia de nardos a su paso. La de ojos rasgados ribeteados de pestañas imposibles que embrujaban a los jinetes de paso a la frontera.
Catrina esperará hasta Febrero. Está rodeada de amantes insatisfechos, más de trescientos, que forman un lecho, amasijo de huesos y máscaras, ropajes desvaídos, incautos náufragos sorprendidos por su canto huero de sirena pétrea, vacía como sus cuencas y su boca sin aliento.


TE OBSERVO
Marisol C.

Te observo ha escondidas, entre la puerta de mi alma y el vértice de mis anhelos, te ubico en la memoria que despierta mientras te pienso, y te aguardo entre mis abrazos, por si un día te marchas. Nada es definitivo ni determinante, tengo una camisa de fuerza que me recuerda que estoy viva y un par de pensamientos pecaminosos, dando vueltas por el ojo de la cerradura, tengo un par de alas doradas en el exilio de tus abrazos y un ancla allí en el puerto de tus navíos, suelo tomar tus sueños por sorpresa, mientras me deslizo en tus húmedos pensamientos, donde añoras y te espero palpando sin renunciar a cada huella de tus dedos, pero quiero ser te franca... te extraño a rabiar.
Tengo sueños que divagan solos por tu anatomía y caigo en el deseo de pensarte, como la brisa que se desliza sin poder tocarla, te vivo en mí, como la tormenta que estruja todo a su paso me calzo de tus huellas, te quiero tan simple como eso, es mi existencia en tu alma, como no recordarte aunque el resto se olvide del mundo, tú habitas en mi.
Tengo un corazón que sin importar donde te encuentres toca la orilla de tu alma, así tan simple como un verso que se escapa entre mis dedos, y en el teclado es un suspiro que te toca al leerme, amor ¡puedo llamarte así! quizás no me pediste entrar, pero aquí estoy, sin pretender, solo por estar apegada a tu intimidad que huele a nostalgia de un nosotros, solo quiero que nos dejes en el simple aroma de un déjà vu liberarnos y encontrarnos en el tiempo que da un suspiro... porque hoy te lo permito, por que hoy tu quieres, dancemos bajo la luna, así libres bajo el encanto de su manto, amémonos sin reservas…


MIS CALLES
Pedro Pablo Vergara

He recorrido la misma calle miles de veces. He contado los pasos, los minutos que tardo en recorrerla, las baldosas, las vitrinas, los postes y los letreros. A veces, de noche, la camino hacia atrás, dando la espalda al camino sin mirar hacia adelante. La reconozco, como si fuera parte de mí. En cada rincón tengo colgado un recuerdo. Aquí una vez, leí en un diario un artículo sobre la muerte y la última frase, me quedó pegada a los oídos. Se muere sólo una vez y se piensa a la muerte miles de veces. En este lugar, me tomé una foto con mi hija. Ella reía y era invierno. En esta esquina me encontré con Federico que me contó de su divorcio. Allí está el bar, donde tomo un jugo de naranja todos los jueves. Aquí compro siempre el periodo. Por esa puerta, se llega a casa de Francesca que vive en el tercer piso. Es siempre la misma calle y yo cada vez que paso, soy una persona diferente. Ayer reía mirando el cielo, contando estrellas, hoy voy más lento y pienso en las murallas y me pregunto, si ellas me reconocen y me sienten. Mis pasos son siempre los mismos y el ruido que hago al caminar es uniforme. Me detengo a menudo y miro alrededor y a veces hablo conmigo mismo para poder entenderme. Me reconocerán las baldosas y los postes. Sabrán de mi los letreros que he leído tantas veces o seré solamente un ser anónimo, que pasa sumergido en su mundo, sin dejar huellas en el presente.


Una Casa en el Sol.
Francisco Antonio Ruiz Caballero.

Mi casa es una casa de centellas, de llamaradas vivas, de fuego y llamas y carbones encendidos. Porque mi casa está en el sol. Cuando abro las llameantes ventanas veo el espacio negro e insondable y las moreras de fuego que hay en mi jardín. Cuando salgo a recorrerlo me acompaña mi perro antorcha, observo las rosas de fuego y los zigomorfos lirios de fuego violeta, rojos y brutales y encendidos, y mis pavos reales de fuego verde, con sus llameantes cuellos de llamaradas azules. Hay una fuente de llamas eternas en mi jardín, en ella no me refresco las manos, y en ella, en el fondo, hay cientos de monedas de fuego infinito. Chorrea fuego la dantesca e inimaginable fuente, hermosa en todo su antifrescor lascivo, voraz, iracunda. También tengo un estanque de aguas de fuego negro, llena de peces de fuego de oro, suelo mojarme los pies desnudos en él y dejo que los peces de fuego me quemen a pequeños besos los pies. Las estatuas en el Jardín son estatuas de ira, y llameantes imploran pedradas bárbaras de manos criminales, pero yo no lo permito. Todo fulge y hiere y devora y quema. El alto muro de llamas que rodea la finca impide la mirada al curioso. Las moreras de fuego me dan sus moras como carbones rojísimos. Y mi perro antorcha juega a traerme ramitas ardiendo. Que arrojo una y otra vez a su boca llameante. Me han visitado mis amigos y se han quemado de luz en el salón de las llamas inmarcesibles. Duermo en una cama de fuego lascivo, como un extraño fakir, me deleito con sueños de infernales quemaduras, con camaradas de oro y de fuego rabioso que hacen el amor para mi desnudos y envueltos en ira, extraños arcángeles de pavor y crueldad, rabiosos y resplandecientes. Tengo sueños oscuros de llamas negras, y sueños fulgurantes de llamas vivísimas, fuegos verdes y fuegos rojos, y fuegos azules, incandescentes, y fuegos fucsias, criminales y bellísimos. Cuando me despierto en la noche caliente mi boca arde y mi corazón arde y mi alma arde. Y por la mañana los gallos de fuego que crío me despiertan con sus cacareos de ira y crimen perfectos. Lejos suenan las campanas de la Iglesia del sol. Campanadas de lujuria roja y de ira relampagueante, que siempre tocan a arrebato. Mis ojos echan fuego cuando veo la belleza tan hiriente que me rodea. El embrujo infernal de mis moradas. También mis amigos son de fuego y también son de fuego mis enemigos. No sé cómo puedo vivir con tanta quemadura. Será que mi corazón está muy frío acaso. Será que mi corazón es de hielo. Cuando me viene la tristeza sin embargo lloro lágrimas de fuego, como un dragón, todo yo estoy envuelto en llamas, mis sudarios, mis ropas, sus tejidos, son de fuego, mis heridas y mis quemaduras son de fuego, mis zapatos y mis calcetines son de fuego, enteramente yo soy de oro y fuego, no sé cómo podéis decirme que tengo el corazón de hielo. Cuando descanso sobre mi dantesco sofá de llamas observo los cuadros del salón con las escenas solares, lobos de fuego que cazan dragones de fuego, Vírgenes Macarenas de fuego, resplandecientes, y paisajes de fuego y de volcanes. No sé cómo podéis decirme que mi corazón es de hielo, hasta la sangre de mis venas está ardiendo de fuego. O lo mismo todo es mentira y tan solo son fuegos fatuos.


CRONICA SUBTERRANEA
F.S.R.Banda

“nadie pensó que libro y laberinto eran un solo objeto”
El jardín de senderos que se bifurcan. Jorge Luis Borges, en Ficciones (1944)

Detento el prodigio de la breve sombra que invade tus laberintos, tu secreto destino de enclaustrada penitente, en los albores de una epifanía que romperá tu alma vaciada de emociones entre los destellos de sus vidrios y sus frías porcelanas. Poseo la llave de la única cerradura que yace en la herrumbre de tus sueños nonatos, del vértigo de los acantilados nocturnos donde no te atreves al suicidio, de las marismas invadidas por los cangrejos de la soledad, de las llanuras donde duermen las grandes serpientes de tu cotidiano. Abro los cofres de tus joyas diminutas, esos tímidos besos adolescentes allá enfrente de la casa donde aún vive tu infancia de muñecas y de lirios, los baúles de tus peregrinaciones insensatas a los templos vacíos, a las tumbas sin nombre, a los lugares que un día se te hicieron primavera, los arcones de las mentiras que guardas como piedras pulidas por el insistente recuerdo, como los pétalos olvidados entre las páginas de un libro, como brillantes y hermosas monedas que ya no tiene valor. Sé que escribes en el polvo de los rincones los salmos de tus tristezas en un idioma vernáculo y confuso en el que nada es lo que nombras y que nadie puede descifrar sino acaso los que algún otoño te amaron, y aquel que detenta la magia de la breve sombra. Una tarde de violetas oculta el sagrario que custodia los pocos nombres que perfuman tus fugaces encantamientos de atardeceres marinos, de un río lento que arrastra los verdes fragmentos de una selva lejana y las arcillas de sus colinas en continua disolución, allí me instauro en las oquedades que han dejado tus nostalgias y ahí, musgo o liquen, invado ese lado sombrío de tu vida cerrada a las tupidas enredaderas del amor. Como un minotauro asustado recorro las galerías anegadas por el agua muerta que irrumpe desde las vertientes de todas las premoniciones con una alegría de flores amarillas, cogollos de toronjil, sahumerios de romero y una densa persistencia de gladiolos funerarios. Sombra breve me voy derribando los muros de arena, desaguando los pozos de las aguas atrapadas, derrumbando las arcadas que soportan el entero laberinto, accediendo paso a paso a todo lo que has sido o eres. No obstante, hay un antiguo tabernáculo de duro y tosco granito cuyo contenido nadie más que tú conoce y que, así está escrito en su sello, permanecerá cerrado incluso más allá del fin de tus tiempos. Sin que lo sepas voy trazando el mapa de esa trama subterránea de túneles silenciosos que dan una y otra vez a tu misma noche. Vale.



Revista PARADOXAS N° 190
2 de Noviembre de 2013