miércoles, 1 de enero de 2014

PARADOXAS Nº 192

PARADOXAS

REVISTA VIRTUAL DEL SURREALISMO NEOBARROCO

Año X - N° 192

INDICE

Pavos Reales en Urano. - Francisco Antonio Ruiz Caballero.
Canibalismo en Saturno. - Francisco Antonio Ruiz Caballero.
PREGUNTARÁS - Beatriz Graciela Moyano
LEYENDO - Beatriz Graciela Moyano
EXISTES - Marisol .C
CARTA A ELENA... - Ivonne Concha Alarcón
INCLEMENCIAS - F.S.R.Banda


EDITORIAL

“Los términos neobarrocos, neobarrochos, neobarrosos son neologismos. Neobarroco, de más fácil comprensión, es palabra que puso en circulación el cubano Severo Sarduy, uno de los teóricos y cultivadores principales de esta corriente estética.  Sarduy usa el término para discutir las teorías y, sobre todo, la obra de su mentor, José Lezama Lima. Neobarroso fue invención del poeta, antropólogo y ensayista argentino Néstor Perlongher quien también estuvo profundamente marcado por las ideas y la obra del gran poeta cubano. Perlongher, al postular la existencia de un neobarroco argentino, piensa en la necesidad de crear un nombre propio que refleje su realidad nacional y la producción estética de su país a partir de esa estética.  Por ello mira al río que le da nombre a su región, el Río de la Plata, río cuyas corrientes hoy cargan barro: la plata virreinal es ahora barro posmoderno. De ahí surge el neobarroso, fenómeno artístico cuya existencia postula o propone Perlongher en varios importantes textos. Por otro lado, la crítica chilena Soledad Bianchi, estudiosa de las letras caribeñas y quien ha prestado atención especial a ciertos escritores nuestros – especialmente a Edgardo Rodríguez Juliá –, se deja guiar por Perlongher y mira a su propio río, el Mapocho, y crea el término neobarrocho para referirse a ciertos rasgos neobarrocos, rasgos particularmente chilenos, que la estudiosa halla en la obra de Pedro Lemebel. Postula Bianchi la existencia del neobarrocho pues considera que se hace necesaria esa estética para crear una categoría nacional que ayude a explicar la obra de este importante cronista y narrador y de otros escritores chilenos. Neobarroco, neobarroso, neobarrocho: en el fondo son manifestaciones de una misma estética que, a pesar de sus posibles variaciones regionales o nacionales, se halla por toda América Latina ya que en Brasil, en México, en Uruguay, en Colombia, en casi toda nuestra América podemos hallar clara evidencia del cultivo de esta nueva cara del viejo barroco.”
En “Ángeles maraqueros o sones neobarrocos de acá” de Efraín Barradas. Vale.

El Editor


Pavos Reales en Urano.
Francisco Antonio Ruiz Caballero.

Pavos Reales en Urano. Centellas fría, resplandores de oro oscuro, Relámpagos negros, torres de cristal violeta. Los atlantes llevan sobre sus hombros espuertas llenas de carbones encendidos azules y verdes, zafiros y esmeraldas, y suben la escalera del Palacio Imperial. Y arrojan las gemas rutilantes al insondable vacío, donde se funden en un río de turquesas, a veces hay millares de libélulas azules en las pupilas de oro de los obreros, gigantescos tíbores de carey están llenos de monedas de oro, jarrones de malaquita rebosan de monedas de oro, elefantiásicos atlantes sostienen columnas de mármol rosa que soportan demenciales cúpulas y espirales, y los pavos azules elevan sus colas verdes bajo la mirada impasible de los Dioses, fríos como dagas finas. Las sierpes verdes reptan entre los corales blancos, de azúcar, gélidos como la muerte, y los reyes de Urano, vestidos de rosa y fucsia, pasan sobre sus sillas de mano, sobre los hombros de los esclavos, abominables e iracundos, con rubíes en los dedos, fúlgidos como la sangre. Se ha detenido el tiempo, en un solo minuto le han arrancado el corazón a un cisne y lo han arrojado al fuego, y las llamas lo han devorado como hormigas de ira roja, y los pavos reales asustados han visto sus cuellos en peligro ante cuchillas de plata feroces, heladas como diamantes. Suenan los oscuros clavicordios, los brillantes pianos lilas, los timbres de cristal y níquel, y las trompetas de oro, y los armonios azules y los pétreos Timbales, y en la música cabalgan dragones de fuego azul y dragones de fuego verde, y lo atlantes los matan con lanzas de oro salvaje, y sus cuerpos caen sobre simas negras, en las que sólo hay una brea llena de arcoiris rosas que ensucia el agua, que también es oscura como la pupila de una virgen. Los esclavos a millares, elevan torres de cristal violeta, sobre avenidas de ámbar naranja, y hay jardines verdes llenos de Estatuas de Oro macizo, que relampaguean asesinas, estatuas que no han visto la luz del sol nunca, lejano como una estrella amarilla. Los pavos reales en los jardines miran sobre su propia belleza y se quedan extásicos, silentes entre las campanas de cristal azulino, con sus penachos irisados, con sus colas de esmeraldas en las que hay miles de ojos de tigres, y los hibiscos rojos exhalan una plegaria de soledad blasfema. Hoy hay una ejecución en el salón de oro del Palacio Imperial. Hay cien reyes en sus tronos de oro verde contemplando al reo, desnudo y bello como un narciso de fuego, son sus ojos oscuros como un río lleno de demonios, ha asesinado a un ángel con una cinta de seda amarilla, y es hermoso como un lago en el que flotan cadáveres, sus músculos de hombre delatan a un gorila delgadísimo, sus hombros son dos colinas de nácar, sus brazos dos palancas sobrehumanas, sus manos, dos flores corrompidas, dos puñales, sus labios, dos exquisitos pétalos de rosa. Desnudo su propio cuerpo eleva una plegaria de compasión a los dioses, pero ha asesinado a un ángel, el sublime emperador Uranita, ciego de nacimiento, ha escuchado la música que para el suceso ha escrito un poeta, flotaban en la melodía caballos persas entre puñales de lilas, caían cataratas de fuego sobre simas de agua perfumada, y cien mil rosas destilaban una gota de aroma agridulce, pero el emperador ha dicho: Nó. Y los Pavos reales han elevado sus colas turquesas y Urano ha girado en el espacio insondable como una bailarina flamenca una Petenera andaluza. Los nenúfares de los estanques han sido visitados por una abeja de plata. Y los ojos de oro de los esclavos han visto millones de Libélulas azules. Pero el Emperador ha dicho Nó. Y el ángel que estaba sobre una tumba de hielo ha cerrado sus ojos. Peleaban dos gallos rojos en la pupila increíble de un poeta.


Canibalismo en Saturno.
Francisco Antonio Ruiz Caballero.

Canibalismo en Saturno. Delicuescencias de Iridios fríos. Magnolias de espanto. Cimitarras de aquelarre, quebranto y ruído, irisaciones de metralla ruín, ruiseñores muertos y canarios corrompidos, estériles colibríes de barro. Flotan los múltiples anillos, piedras de hielo criminal, círculos infernales, esputos solidificados, invencibles caudillos de lepra. Por las avenidas de las ciudades deambulan los zombis sin ojos, las quimeras de horror y nieve, las insepultas arpías del pánico. A veces crece un asfodelo amarillo que es inmediatamente arrancado de raíz, a veces un heliotropo negro exhala un ungüento favorable, y rápidamente queman bolas de estiércol para que nadie lo huela, hay que prohibir a toda costa la diminuta hormiga amarilla, la libélula azul yace impotente con las alas arrancadas, pero no es suficiente, le tienen que arrancar también los ojos, una estatua de oro se devora a si misma y se arranca los genitales a mordiscos, un violín descoyuntado se rompe una cuerda, un título de nobleza se vende a un usurero monstruoso, una histerectomía forzosa se hace sobre un Virgen niña, le castran los huevos a un Apolo, le dan jarabe venenoso a una sirena, y en el agua flotan corrompidos nenúfares de mierda. Pasan los Reyes de los Jacintos asquerosos, con sus corazas de acero oxidado, tienen las caras llenas de bubas, han adquirido la peste bubónica y se han tragado su propia lengua a mordiscos, y las han luego vomitado para que los cerdos las degusten. Suena una música de agua dañosa, es mitad aceite y mitad anilina, y las piedras turquesas las han escondido bajo un montón de gusanos para que ni un solo poeta pueda admirarlas. Prosigue la orgía, los padres se comen a sus hijos, las madres acumulan sus crímenes y sus incestos para que el fuego de la Gehena de sus almas no desfallezca, y se permite el nacimiento de seres deformes para que sufran los niños la impotencia de no poder construir casitas con piececitas, para que no puedan limpiarse sus propios excrementos nunca con unas manos sublimes. Pero lo llaman amor los sacerdotes de la muerte, los sacerdotes sin ojos que dicen vida vida vida y se comen los pavos reales disecados. La sangre venenosa se arroja a la basura, pero no era venenosa, y no hay gallos de pelea porque ofendían a los mojigatos. No se come ni una sola polla sin prepucio, pero todas penetran a la misma vez el mismo agujero mierdento. Las múltiples lunas arden y expulsan un humo pestilente y hay palomas de caca con ojos de serpientes, y los gatos tienen la rabia. Muerden frenéticamente los leones y los cocodrilos, pero no es bastante, las panteras de Saturno son desolladas vivas, y le clavan en los ojos agujas a los colibríes, para edificar el edificio más alto no repararon en muertes pero para que el poeta no viera una rosa estuvieron estudiando mil años. Las Brujas se reúnen y dicen Maldito seas Macbeth, y resulta que Macbeth era dulce como el jarabe de cerezas, repugnantes ranas saltan con las vísceras de sus intestinos abiertas. Los Saturnianos se reúnen, y cantan como comerse a un niño vivo, como engañar a un ciego, o como implicar a un abogado en una estafa, hacen planes para guerras bacteriológicas o deciden arrancarle el corazón a un tigre, pero van con uñas de quince centímetros y tienen el cerebro lleno de podredumbre. Hay que sacarle el corazón a un rico aunque el rico pase más frío que en Groenlandia. Hay lunas heladas en las que sólo hay eternidad. Prosigue la orgía, pero no es orgía, porque están prohibidos los placeres, pero hay permiso para arrojar huesos a los pájaros, para comer langostas y cucarachas, para regalarle rubíes a las putas de oro, que se defecan sobre la libertad de prensa, y para matar a un cisne con un tornillo. Y un espejo grita loco, loco, loco, ¡¡¡¡¡¡subnormal¡¡¡¡¡¡. Estoy enamorado de un Dios de una belleza infinita pero su luz me ha cegado.


PREGUNTARÁS
Beatriz Graciela Moyano

Preguntarás a los desquiciados y mendigos, a los dementes en sus encierros, a los guardianes del cementerio, a los bohemios nocturnos sin conseguir quién te dé una señal. ¿Dónde la música de los silencios y el badajo del campanario? Dónde? Ahora que llega el día del onomástico, recuerdo de la gran estrella que guió a la humanidad. La unión de las sombras con las luces milagro donde se pierde la voz, no está la tuya, amor. El eco no vaga por las calles, no canta ni ríe, tampoco llora el olvido y la sorpresa que jamás cruzó las nubes ni sonrojó a la luna, permanece en el lacerante silencio con los ojos abiertos, vidriosos enjugados de emoción, repasan con mesura las línea de tu rostro sin moldear y las últimas letras que designan un fonema simple, de orden y afectos sagrados. Revelaciones de acomodadas secuencias, el amor que se lee con moderada cortesía a la volada pasión, como dos viejos caminantes en paralelos de tiempos. Una austera dicha, con sosegado viento al cielo y la estilizada tela reservada a las estrellas fugaces convertidas en quietud, en abismos para los labios de ambos. Como las panzas blancas de las lechuzas danzando la noche, tal parece que todos estuviéramos así, con los ojos que siguen fijos en las sombras, esperando una sorpresa, una paloma blanca con mensaje iluminado y mágico en estos días. En este silencio límpido que no responde a la noche ni a las auroras, en la pared que da al este a oscuras, se dibujan imágenes, como si fuera el cuadro de la última cena, se han sentado a esa mesa y leen la sinfonía de un monólogo en estilo personal y único, solo pautas, sereno o contenido en cada crepúsculo ve descender las hojas del calendario, caen una a una sobre las veredas. Aparente y silente paz, permanecerá en el recuerdo hasta el fin de nuestros desvaríos y extraviados pensamientos, entre las nubes inalcanzables bajo el influjo estos años, mira los sauces plateados, ellos siguen reflejados en las aguas del lago, donde se sienta a escribir o mirar llover simplemente, esperando, siempre esperando el asombro.


LEYENDO
Beatriz Graciela Moyano

Estoy leyendo sobre las aguas lentas, en un recodo del río del amparo, se refleja antojadizo enramado, bastidor donde bordar los poemas, accidentes geográficos delimitados en caudal de espejos acuáticos. Hay algunos signos evidentes de tiempo, leo las letras que viajan a lomo de colores que pintan a distancia en los escarabajos flotando, más las hojas que depositan los vientos como pequeños veleros entre verdes amarillos satinados. Un sin fin de burbujas parlantes van saliendo a la superficie, las branquias de los peces expulsan vocablos misteriosos, enigmáticos mientras revuelven desechos en el fondo. Leo, escucho, registro en el regazo de la tarde, la escritura borrosa de la memoria dibuja garabatos y estampas. En la totalidad de lo sensible que la retina transmite a la piel, hay una hendija rebelde, quiere dejar escapar uno a uno los detalles, la luminosidad resiste silenciosa, reflexiva, son los frutos del árbol de la vida, no desprenden sentimientos, los alberga, transforma en impulsos nerviosos al satélite de miradas y expresiones, sonrisas voladas en signos extraños y todo lo que nos mantiene detrás de los cristales, son barreras de miedo, las que frenan delicias, recatos a los deseos del corazón, que olvida desear. Un sistema de creencias cristalizadas, quiere impedir el avance los pasos, pero solo consigue hacerlos un poco más lentos. Nada más.


EXISTES
Marisol .C

Existes en mi y en el impulso de sostenerte entre mis abrazos de niebla difusa, soñadora, bajo el encanto que atrapa la locura y se deposita en el que sueña paisajes azules. Viajo en la enredadera de tus dedos en mi espalda, en tu boca que suspira, en la brisa que se despeina ligera, en el vínculo de fuego que nos habita, es allí que una tormenta nos atrapa en emociones que vuelan. Hay noches que palpitan, entonces nos consumen hilos de sueños dorados, se manifiestan, sonríen, vuelan. Viajo en nubes que se vuelven almohadas de seda, entre tu boca y la mía un sendero de emociones se explayan, descansa el beso en el silencio de un suspiro que se inhala en el atardecer, hay noches en que abrazo el fuego de tu piel, en mi piel, una loca agonía me supera y te pienso como ave sin nido, veo el miedo recostarse a mi lado, pero el sabor de tus besos dulces me habitan y huye lejos, lejos. Existes en mi, ligero como un ave, tu encanto la sonrisa al viento, y el mensaje de tus ojos en los míos, misterio que me atrapa en el impulso de llamarte en un te quiero que se escapa de mis labios. Existes en mí y en el murmullo de una caracola, en los abrazos de niebla al cerrar los ojos, existes en mí inevitablemente.


CARTA A ELENA...
Ivonne Concha Alarcón

¡Elena, guapa mujer!, llegaste a mi hogar muy cargada, mochila grande, pesada, densa, traías muertos que pesaban, eran varios y los retrataste de a uno por uno y venían en tu rostro, en tu cabello, en toda tu aura de mujer buena. Me dijiste con tu voz cansada: los muertos pesan tanto que perdí hasta la risa y ¡sabes lo único que quiero es reír interminablemente, no parar hasta que se desdibujen de mi rostro los recuerdos! ¡Quiero nadar en aguas tibias, flotar como niña sin ausencias, ni nostalgias! Quiero mi vida de nuevo pero olvidé el camino de regreso, de tanto caminar bajo los añosos árboles me extravié junto con mis sueños y mis anhelos, es tanto mi cansancio que ya no siento mi cuerpo, no se si existo, no se si vivo, solo se que no han partido, están alojados aquí en mi espalda curvada por tantos recuerdos. Me doy cuenta, dijiste, que si no los elimino terminaré por mimetizarme con ellos, me perderé entre sus hábitos, entre sus vestidos, camisas, y huesos,  entre todos sus sueños que quedaron pendientes de vivir... Elena,  no sé qué pensar, si se fueron antes o ya era el tiempo, aunque tu alma no lo entienda algún día tendrás que aceptar que cada ser tiene un principio natal y un final que siempre termina en un último suspiro... "Nadie se va antes de la hora señalada” y no sé Elena si tú me entiendes, deja que los muertos lloren a sus muertos y tu vive la vida, esa que escondes en tu palacio interno. Entre tus mascotas, perros y gatos, compañeros de vida, debes además encontrar seres que entiendan tus silencios, que rían contigo, que acompañen tus sueños, tus alegrías y también tus tormentos. Deja que la vida fluya, así, suave, dulce-amarga-dulce pero al fin y al cabo vida de vivos no de muertos...


INCLEMENCIAS
F.S.R.Banda

“desbaratada la ficción del Tiempo / sin el amor, sin mí.” Amorosa anticipación. Jorge Luis Borges.

Es la muerte del viento, la espiral el helicoide de gaviotas silenciosas en la ascendente sobre el mar contra un azul cielo empavonado de siniestras metáforas de los retos escombros de un pasado arrumbado en los últimos rincones, en la melancolía de las grietas por donde las hierbas crecen aferradas al pequeño abismo del muro. Sé que hizo llover para que los ojos de los pájaros no la persiguieran desde mis ojos fisgones pero igual la obligué a pensarme mientras miraba sin mirar su misma lluvia en las ventanas o escuchabas el silencio de los mismos pájaros míos, y yo era pasto y piedra, agua y silencio y pájaros ciegos, y también el susurro que buscaba en los matorrales y los árboles llovidos para que fuera a besarla en las noches mientras escuchaba el murmullo de su lluvia que no descampaba nunca en el siempre de su recuerdo en mis recuerdos de un amor confuso, misterioso, complejo, que me inspiró/asustó por todo su tiempo, ahora detenido, cuando se hicieron duros y filosos cristales sus celos. En las desinencias de sus verbos inconclusos pervivían las esencias de los tenebrosos laberintos y de los arcos de mármol que cercaban sus monumentos fúnebres, sus estatuas siniestras en los parques del otoño vertido, las evanescencias que la asiluetaban en el contracrepúsculo de maja o diva, las divergencias que bifurcaron los días de su voz y mi silencio. El prodigio de ubicarla en los catálogos del tiempo sucedido con la absoluta certeza de la equivocación, de sentirla viviendo reviviendo los claustros donde abjuró sin traiciones del espanto de la huida continúa, de la fuga de ella misma, de la disolución de los años que carcomen horadan roen fragmentan y disgregan más allá de la arena o la ceniza. Diosa impasible o irascible según los matices de los rojos o de los verdes, según los capítulos de los antiguos libros del destino o según la densidad de las piedras en la palma de su mano. En cierto sentido la nostalgia la visitaba o habitaba desde siempre ocluida en la maraña de las calles de las ciudades que no eran la suya, en los tumultos y en los dialectos, en la nieve o las sabanas, en el viento muerto y en los escombros de todos los ayeres de su desolación, en la única ausencia que la dejaba con la mirada perdida en los bosques esperando ver unos ojos que quizá nunca volverá a ver.


Revista PARADOXAS N° 192
1º de Enero de 2014


PARADOXAS Nº 191

PARADOXAS

REVISTA VIRTUAL DEL SURREALISMO NEOBARROCO

Año IX - N° 191

INDICE

Luzbel. - Francisco Antonio Ruiz Caballero
 Fantasía en Rojo y Negro. - Francisco Antonio Ruiz Caballero
Tormento Indio para un Séptimo de Caballería. - Francisco Antonio Ruiz Caballero
Estatuas Negras de Efebos para el Palacio de un Marica. - Francisco Antonio Ruiz Caballero
Estatuas y Espejos. - Francisco Antonio Ruiz Caballero.
CASSIOPEIA - F.S.R.Banda


EDITORIAL

“Una de las vetas por las que ha transitado la poesía latinoamericana en las últimas décadas es el neobarroco. Influidos por el cubano José Lezama Lima, y después recontextualizados en la teoría postestructuralista, gracias al también cubano Severo Sarduy, los escritores actuales han forjado una poesía que efectivamente ha dado nueva lozanía al barroco histórico, sobre todo por los modos en que se genera un discurso subversivo, que frustra los planos de la oración ordenada, lógica y directa. Medusario. Muestra de poesía latinoamericana (México: Fondo de Cultura Económica, 1996), una selección de 22 escritores hecha por Roberto Echavarren, José Kozer y Jacobo Sefamí, pone en circulación en un plano continental esta tendencia neobarroca, tal vez una de las más interesantes de nuestro fin de siglo. A pesar de grandes diferencias entre los poetas incluidos, hay ciertos rasgos afines; doy, como ejemplo, cuatro: 1) énfasis en el aspecto fónico del lenguaje y, por ende, de la superficie, como modos de acceder al «significado» de las cosas; 2) rebelión en contra de los sistemas centrados y simétricos; 3) uso de múltiples registros del lenguaje, acudiendo a códigos que vienen de la biología, las matemáticas, la cibernética, la astrología, etc., y a la vez usando jergas dialectales, palabras soeces, neologismos, cultismos; 4) uso de una sintaxis distorsionada, donde los signos de puntuación se emplean mayormente con finalidades prosódicas.”
En “Neobarrocos y neomodernistas en al poseía latinoamericana” de Jacobo Sefamí. Vale.

El Editor


Luzbel.
Francisco Antonio Ruiz Caballero

Luzbel iba con sus pavos reales sobre una carroza de oro y arcoiris. Las ruedas de oro y violeta se sostenían sobre frías estrellas verdes y sobre relámpagos de oro naranja. Exhalaban los hibiscos y las madreselvas su perfume a caramelo, y las libélulas rojas y doradas iban de junco en junco. Luzbel estaba en la tarde, toda dorada y toda verde, entre chispas de oro entre los árboles, las acacias amarillas y las jacarandas moradas acunaban colibríes de diamante, y se miraba en el agua el sol. Dorados resplandores acuáticos había en los estanques donde los solitarios nenúfares rosas eran visitados por dulcísimas abejas, se sostenían los jardines y los estanques sobre atletas de torso de nácar de brazos poderosos y mirada verde, y el universo entero se balanceaba sobre una inmensa tortuga amarilla, de oro, que caminaba sobre las aguas opalescentes. Las sirenas de las fuentes cantaban con voces de cristal azul brillante rimas de arcángeles de fuego, de cabello azul y rosa, que jugaban con querubines de pelo violeta y mirada oscura. En los ojos de los querubines estaba Luzbel bebiendo vino moscatel y granadina, y se emborrachaba entre mariposas doradas y fucsias, naranjas y escarlatas. El carro de Luzbel iba con sus sesenta pavos reales azules, sobre un lecho de amatistas iridiscentes, Isis niña besaba a Osiris niño con besitos de pomelo amarillo y mandarina, y se escanciaba en las orquídeas y las rosas el rocío gota a gota. Las libélulas azules acorraladas pendían de las hojas de las minúsculas zarzitas, llenas de serpientes verdes. Y el arcoiris iba desde el violeta al dorado, al fucsia al rojo al azul al verde, entre centellas. Los espejos reflejaban partituras lilas y partituras naranjas y sobre los pentagramas caminaban los pétalos carmesíes o fucsias de los geranios. Se iba la tarde como una fresca aguamarina al sol y en esto que Luzbel mandaba a los caballos de su carro a galopar entre llamaradas. Las aguas eran profundas y negras, llenas de ranas verdes, con Shubukins de oro. Los sátiros en los parques de los magníficos palacios de alabastro buscaban ninfas desnudas y las encontraban tocando la flauta, melodía en la que iban ocultas corazón y pensamiento, y los chivos se encargaban de deleitarlas con sus largos penes de plata. Se acababa la tarde, los vencejos chirriaban maravillosos sobre un poniente violeta y oscuro, como un zafiro azul, y salían diminutos murciélagos a cazar mosquitos. Llegaba la noche y sobre el carro de oro y arcoiris con sus sesenta pavos azules las estrellas titilaban soberbias. Pero el niño satánico quería más. Los espejos se rompieron a las once de la noche, una armonía se desprendió precipitada desde un cielo de estrellas azules y el niño satánico cayó de su carro irisado que iba sobre llamaradas de carbones encendidos, y Luzbel se quemó. Su cara era siniestra, sus alas de murciélago feroz, tenía dos cuernos en la frente y le acompañaban los siete pecados capitales. El carro ahora era un carro negro como la noche, conducido por caballos maléficos, de dientes como cuchillas y ojos llenos de víboras, y en las colas tenían cabezas de dragones. Y Lucifer lo mandaba con la Muerte a su lado llena de cráneos amarillos, y los pavos reales eran pavos reales rojos, e iba sobre un lecho de cucarachas violentas. Y en esto llegó San Miguel arcángel con sus ejércitos de ángeles rubios y las arpas se estremecían tocadas por los dedos de los yonquis y los drogadictos esquizofrénicos. Y hacían daño las notas de las arpas y las campanas furiosas tocaban a arrebato, y el fuego era como una mancha de petróleo siniestro, y los cormoranes huían espantados y en sus ojos se veían hormigas macabras. La noche estaba dentro de todos los espejos rotos, dando gritos de mujer con hijo muerto y en todas las catedrales se cometían sacrilegio con el Cuerpo de Cristo ensuciado por las manos oscuras de los moros. Y San Miguel mandaba a sus legiones y las centellas eran azules y Satanás mandaba también a los suyos, que eran bellísimos y muy malos y fornicantes, y las centellas eran rabiosamente negras y había hormigas verdes y hormigas naranjas devorando flores y rosas, y yo me tomaba una copita de anís dulce.


Fantasía en Rojo y Negro.
Francisco Antonio Ruiz Caballero

La armadura del Emperador era roja y negra. Las armaduras de sus subordinados también. En el amplio salón del palacio había una jaula con cuervos y una jaula con cardenalitos. Alimentaban a los cuervos con carne humana. Y un gran acuario con peces rojos y negros se veía al fondo del trono de hierro del emperador. La emperatriz acompañaba a su esposo en los actos importantes. Llevaba siempre un Kimono negro y rojo, y unas adelfas rojas en el cabello recogido con una gran peineta negra en forma de mariposa. Había un biombo con un dragón negro de uñas rojas, devoraba marineros negros de esbeltísimas figuras y tenía los ojos amarillos con las pupilas rojas. Y varias orquídeas negras y amarillas adornaban jarrones rojos. Los músicos del emperador también vestían de rojo y de negro, tocaban flautas, cítaras, arpas y armonios de color rojo, y la música se asomaba a laberintos y a negras profundidades acrisoladas. El campesino llegó hasta la estancia del emperador y expuso su caso, pedía justicia, el emperador lo escuchó mientras sonaba el címbalo negro de un músico, cuando terminó de hablar se hizo un silencio profundamente rojo. Un cardenalito gorjeó una débil musiquilla indiscretamente y un cuervo hambriento graznó con violencia escarlata. El emperador dejó caer un pañuelo negro al suelo y el címbalo arpegió una nota de cuerda punzante, y varios samuráis, de vestidos rojos y negros, se abalanzaron sobre el campesino, el campesino intentó defenderse pero el rojinegro cangrejo lo tenía bien sujeto en el suelo, el emperador dejó caer un pañuelo rojo sobre su trono de hierro negro, una vela se apagó y otro cardenalito rojo pió con insolencia, graznó otro cuervo hambriento, un samurai arrancó un ojo del campesino. El ojo rodó por el suelo en una raya de sangre roja, y otro samurai lo recogió en un vaso de cristal. El címbalo arpegió una nueva nota de azúcar bellísima. Se había hecho justicia. El chambelán del emperador, vestido de negro y rojo, agitó una banderita pequeña y los samuráis arrastraron al campesino herido fuera del salón del palacio. La sangre del ojo arrancado manchaba una loseta negra, una limpiadora que se arrastraba por el suelo para no tener la cabeza más alta que la del Emperador la limpió, el cubo de agua fresca llevaba grabado en el cinc un dragón con los ojos de rubíes. Un samurai dió de comer el ojo del campesino a los grajos, los cuervos lo devoraron rápidamente, revoloteaban los cardenalitos rojos en su jaula de oro, y los cuervos también se agitaban con rencor y hambre, los peces negros y rojos en su acuario se ahogaban dando besos y más besos redondos con sus labios glotones. Los músicos tocaban extasiados, surgían mariposas negras y rojas que volaban sobre profundidades llenas de llamaradas negras. El chambelán agitó su banderita triangular y el embajador de Persia llegó al salón del palacio. Iba con tres soldados árabes negrísimos. Y los músicos dejaron de tocar. Llevaba el persa un gran cofre portado por cuatro esclavos rubios, lo abrió y estaba el cofre lleno de rubíes que brillaban como carbones encendidos, lo vació sobre la estancia. Los cardenalitos se agitaban y los cuervos graznaron con desagrado. El emperador dejó caer un pañuelo rojo al suelo, y los guerreros samuráis se abalanzaron sobre los emisarios, el embajador persa gritó “guerra” y alzó su alfanje curvo, pero los samuráis lo apuñalaron. Llevaba el embajador persa un traje de plata blanco que se tiñó de amapolas irritadas. Cuando caía al suelo un músico espantado arañó una cuerda de su címbalo y otro cuervo graznó. La Emperatriz suspiró y derramó una lagrimilla por la belleza del Persa muerto.


Tormento Indio para un Séptimo de Caballería.
Francisco Antonio Ruiz Caballero

En mi finca de Los Molinos tengo un cobertizo en el que crío buitres leonados. Son unos animales hermosísimos. Tienen los ojos azules como el de algunas mujeres. Y sus picos son hachas guerreras indias. Los alimento a base de filetes de ternera y de cerdo, algún trozo grande de vaca muerta, que ellos desollan y destrozan hasta los huesos, y algún que otro animal muerto. El cobertizo es inmenso, parece el palacio de un rico al que hubiesen embargado todos los muebles hasta dejar su residencia vacía, como un desierto. Unos grandes ventanales de rejas dan al sur caliente, por donde penetra la luz del sol en verano como un viejo alacrán venenoso. Los buitres son un primor, una metáfora de mi pluma sangrienta, algo que me dice que tengo más de indio que de séptimo de caballería, me encanta su plumaje. Sobre las perchas se llevan horas y horas acicalándoselo. Yo me dedico a observarlos en la ciudad por medio de un circuito cerrado de televisión. Sólo mis amigos más íntimos conocen de su existencia, de otro modo la policía ya me los habría requisado. Los he alimentado incluso con serpientes muertas a las que yo mismo decapité. Los he ido criando desde que eran huevos robados en los cerros de la sierra de Cazorla. Si la guardia civil me hubiese atrapado hubiese pasado quince años en la cárcel. Tengo doce maravillosos y extraños ángeles funerarios. Doce hachas guerreras indias sedientas y hambrientas de carroña. Corcheas de platino irisado dan a la música el aspecto tornasolado de marrones elegíacos, y sus ojos azules y grises, como el de algunas mujeres y gatos, son perfectas llamaradas de luz felina para unas aves dantescas. Para los romanos eran aves de buen augurio y los egipcios tenían debilidad por ellos. Como versiones plumeas de las hienas son espectaculares. Hacen mi delicia cuando los veo acicalarse sobre sus perchas, inmóviles como estatuas de ónice plumado. Cuando rodean el trozo de carne muerta en descomposición que deposito sobre el centro del cobertizo parecen una famélica cohorte de viudas ricas con abrigos de visón sobre un marido muerto, plañideras glamurosas que quisieran resucitar al muerto a base de picotazos. Rodean la carne y parecen una anémona marina en movimiento, una ocre y marrón anémona marina que se agitara en un mar de corales tupidísimos. Qué agradecidos son cuando comen de mi mano un filete de ternera rojo y sangrante. Sus picos espectrales son hachas de un verdugo, cuchillos de un carnicero esquizofrénico. La semana pasada fue el crimen. El poeta había osado en comparárseme. Había dicho: rosas brillan perfumando la carroña, refiriéndose a mi obra poética, el insulto era intolerable, inadmisible, esperé tres eternos meses hasta que el incidente estuviera olvidado por todos, por todos, claro, excepto por mi. Lo secuestré en la parada del autobús. Pagué a dos sicarios colombianos para que me ayudasen, el poeta era flacucho y miserable, afeminado, tenía unos bracitos minúsculos, como de mujer, y aunque quiso resistirse no pudo con los dos leones de la FARC que yo había alquilado. Lo llevaron a mi cobertizo y se desentendieron de él, les di ciento veinte mil euros a cada uno, me salieron muy caros, unos moros habrían ejecutado el acto por la cuarta parte de ese dinero. Estaba desnudo y atado con alambres en mitad del cobertizo, esperé a que los buitres lo vieran, estuvieron sin comer una semana, asustados por los gritos que daba el poeta, pero finalmente le dieron el primer picotazo en los ojos. Le arrancaron un ojo de cuajo mientras otro de los pájaros escarbaba en su nariz, el poeta chillaba como una rata. Con las garras le arañaban el pecho, otro buitre empezó por unos genitales de pacotilla, cuando le arrancaron de un picotazo el glande el poeta se quedó inconsciente, despertó cuando uno de los buitres le arrancaba los labios de un profundo y avaricioso picotazo. Hurgaron sus tetillas sonrosadas, todos abalanzados sobre él, como un concierto de violines sombríos. Así no volvería a meterse conmigo. En unas horas solo quedaron los huesos. Pobre poeta, hasta lo echo de menos, era un critico pésimo. Tuvo su merecido. Rodeado de plumas, como los grandes escritores.


Estatuas Negras de Efebos para el Palacio de un Marica.
Francisco Antonio Ruiz Caballero

Estatuas negras de efebos para el palacio de un marica. Pavos reales azules y verdes. Gallos rojos. Cisnes. Mirlos metálicos. Canarios timbrados españoles. Grillos en sus jaulas de alambre de níquel. Diapasones metálicos. Dulces marimbas. Exóticas lámparas modernas y brillantes. Neones fluorescentes, rosas y verdes. Collares de rubíes. Estatuas lapislázulis de efebos. Fuentes de ámbar perfumado. Danzarines desnudos con máscaras de cerdo. Senadores romanos con togas imperiales verdes, viejos, muy viejos, con el pelo canoso. Crisantemos amarillos y naranjas. Voluptuosas orquídeas. Sapos. Perlas del Adriático. Banderas rojas con el emblema de Albania, dobles águilas bicéfalas. Galgos. Copas de absenta verdísima. Caros perfumes admirables. Deliciosas especialidades de azúcar. Chocolate rosa. Esencia de azahar. Licor de pomelo. Vidrieras góticas refulgentes, rojos sublimes, verdes exquisitos. Mantos de Vírgenes. Rascacielos elevadísimos. Nueva York de noche. Cimitarras y nenúfar. Lirios violetas y lirios negros. Gardenias. Acueductos. Vampiros. Estatuas negras de efebos para el palacio de un marica. Banderas portuguesas. Cofrecillos de malaquita y tíbores de oro macizo. Vasos de tinta negra. Zafiros azules oscurísimos. Ronroneantes acordeones de vino. Jengibre y menta. Agua de Sevilla. Limpísimas transparencias cristalinas. Piscinas transparentísimas. Saunas de perfume. Topacios verdes. Esmeraldas. Jacintos. Rosas jamás podridas. Carne de lila. Belcebúes bellísimos sobre mares de fuego. Atlantes que sostienen cúpulas de oro. Santos coitos. La marca preciosísima del fuego. Escorzos de atleta. Saltos de pértiga. Escherzos de guitarra. Madreperlas. Vino. Estatuas negras de efebos para el palacio de un marica. Colección de mariposas muertas. Insectario de libélulas. Vértigo y adormidera. Jugo de opio blanco. El amor en la rama de un almendro. Luna que se asoma a un pozo sin fondo. Violencia de granates. Caballos al galope. Buitres y cucarachas. Palomas negras. Ejercicio que acaba en muerte. Hipnosis. Histeria. Iridio. Y yo vuelto penumbra y toro. Y yo vuelto penumbra. Y al fondo, como en un espejo, Siria ardiendo.


Estatuas y Espejos.
Francisco Antonio Ruiz Caballero.

Estatuas y Espejos. Limpias superficies. Flor de adormidera. Menta y eucalipto. Fuentes de agua fría, Dragones azules, orquídeas de cristal. Ceniza de tabaco, aroma de incienso, perfume de azaleas, fresa y hojarasca, día de lluvia, noche abierta oscura, Diciembre de Sevilla, arquetipo de cisne, rosas de plata, luna sobre el trópico, nieve en las marismas, diamantes amarillos. Estatuas y Espejos, formas masculinas, turgencias de deleite, rectas poderosas, maullidos de gato, carne de membrillo, zumo de pomelo, mandarina dulce. Elaborada persecución de esclavos negros, muchachos teñidos de diamante, labios azules, labios violetas, labios rosas, Besos de vampiro, Ósculo de muerte, bóveda de Iglesia, Cúpula gigante, playa de Noviembre, Oásis de Libia. Samarcanda. Nínive. Estatuas y Espejos, Davides de Miguel Angel, estrellas de cine, limones agrios, sándalo y turquesa, aceite y ámbar, resina y miel, vino negro y granate, zumo de granada, Aliento de la nieve, cúspide de azúcar, toro solitario, cuerno de la luna, sensual madrépora, nudibranquio verde. Estatuas y Espejos. Fría cueva oscura llena de relámpagos, sol sobre la arena, sol sobre la nieve, Iris amarillo, Música violeta, Árbol siliquastrum, nardo florecido, azafrán salobre, Espanto en un minuto, hielo y coca cola, Ambulancia chirriando, nenúfar del estanque, Templo de los Griegos, Música de órgano. Transidos pavos reales. Estatuas y Espejos, guerreros mejicanos, hormigas anaranjadas, colibríes rojos, sabor a glutamato, escorpiones morados, gallos vietnamitas, flor de la amapola, luna sobre el lago, Ronda y Guadaira, verso de Kavafis, línea de la mano, muerte en la mirada, Africa cautiva, Amazonas verde. Lenta crucifixión de soles negros, ámbares sagrados, carey y crimen, flor de los hibiscos, mariposas lilas, naranjas agresivos, turquesas y calambre. Estatuas y Espejos, y espejos que reflejan estatuas, y malaquitas en los jarrones y escherzos de trompeta y alelíes rosas y escorzos de cisne, y gallos peleando y gloria y angustia, y altura y Orgasmo.

Se miran solitarios los amantes suicidas, y destila el escorpión su veneno increíble, hecho de pétalos de rosas. Puntos suspensivos, y el Ruiseñor queda estático sobre el alambre y sueña con un poniente de plata pura en el que caracolean Unicornios de playas grises. Todo lo que queda es un perfume triste. Espejos y estatuas y estatuas que se reflejan en los espejos. Isla. Sagrario. Muerte.


F.S.R.Banda

“Vivía en las nuevas hierbas de abril, en suaves y claros líquidos que se alzaban de la tierra de almizcle.” La bruja de abril, Ray Bradbury.

Los vestigios anulares de las innumerables lunas con sus ríos de plata fundida y sus oros espejeando en las arenas y las cenizas volcánicas de los soles y planetas inútiles en la hondura de un universo en continua deflagración, en los vacíos palacios de amatistas con sus balcones florecidos de geranios azules y sus antiguos portones de hierro forjado y maderas resecas. Las cinco estrellas congeladas, sus ascensiones y declinaciones desde una tierra muerta envuelta en las emanaciones de un pasado feroz que dejó la impronta de su culminación de noviembre, de los centauros y los unicornios, de la cursi bisutería de sus crepúsculos y la extensa soledad de piedras canteadas, sin lluvias, sin la nostalgia de civilizaciones extintas enterradas bajo los bosques de los granitos y los gabros, sin cárcavas ni drenajes, solo sus desiertos fosforescentes y las refulgentes avenidas de obsidiana, sin fantasmas ni huellas de pisadas. Un lento corcel de acrílicos y micas vaga por el polvo de sus tormentas buscando para siempre las lujuriosas selvas de las incertidumbres gravitatorias, de las vibraciones estelares, intentando decodificar los jeroglíficos trazados en la herrumbre de los sideritos embancados en un tiempo que ya no sucede, atrapando los cuarzos de los suplicios y los tungstenos de las naves inverosímiles que cruzaron los eones explorando las constelaciones perdidas. El viento de los milenios ha erosionado los monumentos fúnebres, los pomos de las puertas y el alféizar de los ventanales, los vidrios esparcidos y las mustias paredes de adobes, también los escombros de las ecuaciones y los algoritmos de lo esotérico, el significado de los sueños, los horóscopos, las runas y la esfera de cristal, los oráculos, el tarot, el feng shui, y el I-Ching, las premoniciones de las fases lunares, el burdo tejido tetradimensional del espacio-tiempo, la distancia y el silencio que definen la soledad absoluta, la verdadera. El azar medra entre los soles de espanto con sus hielos cristalizados sobre las grandes piedras que dejaron los diluvios, un aura de quietud invade esas tardes de dragones y murciélagos, de blancos y frágiles esqueletos de celacantos, de élitros calcáreos, de caparazones vacías. Los secretos cementerios de tumbas vacías resplandecen constatados por el albedo de un astro que no existe desde hace centurias, la noche es un terciopelo tenebroso donde los vestiglos sueñan con la luna, con las espumas y los jazmines iluminados por noctilucas y luciérnagas sucesivamente en una misteriosa convergencia.



Revista PARADOXAS N° 191
5 de Diciembre de 2013