PARADOXAS
REVISTA VIRTUAL DEL SURREALISMO
NEOBARROCO
Año X
- N° 192
INDICE
Pavos Reales en
Urano. - Francisco Antonio Ruiz Caballero.
Canibalismo en
Saturno. - Francisco Antonio Ruiz Caballero.
PREGUNTARÁS - Beatriz
Graciela Moyano
LEYENDO - Beatriz Graciela
Moyano
EXISTES - Marisol .C
CARTA A ELENA... -
Ivonne Concha Alarcón
INCLEMENCIAS -
F.S.R.Banda
EDITORIAL
“Los términos neobarrocos,
neobarrochos, neobarrosos son neologismos. Neobarroco, de más fácil
comprensión, es palabra que puso en circulación el cubano Severo Sarduy, uno de
los teóricos y cultivadores principales de esta corriente estética. Sarduy usa el término para discutir las
teorías y, sobre todo, la obra de su mentor, José Lezama Lima. Neobarroso fue
invención del poeta, antropólogo y ensayista argentino Néstor Perlongher quien
también estuvo profundamente marcado por las ideas y la obra del gran poeta
cubano. Perlongher, al postular la existencia de un neobarroco argentino,
piensa en la necesidad de crear un nombre propio que refleje su realidad
nacional y la producción estética de su país a partir de esa estética. Por ello mira al río que le da nombre a su
región, el Río de la Plata, río cuyas corrientes hoy cargan barro: la plata
virreinal es ahora barro posmoderno. De ahí surge el neobarroso, fenómeno
artístico cuya existencia postula o propone Perlongher en varios importantes
textos. Por otro lado, la crítica chilena Soledad Bianchi, estudiosa de las
letras caribeñas y quien ha prestado atención especial a ciertos escritores
nuestros – especialmente a Edgardo Rodríguez Juliá –, se deja guiar por
Perlongher y mira a su propio río, el Mapocho, y crea el término neobarrocho
para referirse a ciertos rasgos neobarrocos, rasgos particularmente chilenos,
que la estudiosa halla en la obra de Pedro Lemebel. Postula Bianchi la
existencia del neobarrocho pues considera que se hace necesaria esa estética
para crear una categoría nacional que ayude a explicar la obra de este
importante cronista y narrador y de otros escritores chilenos. Neobarroco,
neobarroso, neobarrocho: en el fondo son manifestaciones de una misma estética
que, a pesar de sus posibles variaciones regionales o nacionales, se halla por
toda América Latina ya que en Brasil, en México, en Uruguay, en Colombia, en
casi toda nuestra América podemos hallar clara evidencia del cultivo de esta
nueva cara del viejo barroco.”
En “Ángeles maraqueros o sones
neobarrocos de acá” de Efraín Barradas. Vale.
El Editor
Pavos Reales en
Urano.
Francisco Antonio Ruiz Caballero.
Pavos Reales en Urano. Centellas fría,
resplandores de oro oscuro, Relámpagos negros, torres de cristal violeta. Los
atlantes llevan sobre sus hombros espuertas llenas de carbones encendidos
azules y verdes, zafiros y esmeraldas, y suben la escalera del Palacio
Imperial. Y arrojan las gemas rutilantes al insondable vacío, donde se funden
en un río de turquesas, a veces hay millares de libélulas azules en las pupilas
de oro de los obreros, gigantescos tíbores de carey están llenos de monedas de
oro, jarrones de malaquita rebosan de monedas de oro, elefantiásicos atlantes
sostienen columnas de mármol rosa que soportan demenciales cúpulas y espirales,
y los pavos azules elevan sus colas verdes bajo la mirada impasible de los
Dioses, fríos como dagas finas. Las sierpes verdes reptan entre los corales
blancos, de azúcar, gélidos como la muerte, y los reyes de Urano, vestidos de
rosa y fucsia, pasan sobre sus sillas de mano, sobre los hombros de los
esclavos, abominables e iracundos, con rubíes en los dedos, fúlgidos como la
sangre. Se ha detenido el tiempo, en un solo minuto le han arrancado el corazón
a un cisne y lo han arrojado al fuego, y las llamas lo han devorado como
hormigas de ira roja, y los pavos reales asustados han visto sus cuellos en
peligro ante cuchillas de plata feroces, heladas como diamantes. Suenan los
oscuros clavicordios, los brillantes pianos lilas, los timbres de cristal y
níquel, y las trompetas de oro, y los armonios azules y los pétreos Timbales, y
en la música cabalgan dragones de fuego azul y dragones de fuego verde, y lo
atlantes los matan con lanzas de oro salvaje, y sus cuerpos caen sobre simas
negras, en las que sólo hay una brea llena de arcoiris rosas que ensucia el
agua, que también es oscura como la pupila de una virgen. Los esclavos a
millares, elevan torres de cristal violeta, sobre avenidas de ámbar naranja, y
hay jardines verdes llenos de Estatuas de Oro macizo, que relampaguean
asesinas, estatuas que no han visto la luz del sol nunca, lejano como una
estrella amarilla. Los pavos reales en los jardines miran sobre su propia
belleza y se quedan extásicos, silentes entre las campanas de cristal azulino,
con sus penachos irisados, con sus colas de esmeraldas en las que hay miles de
ojos de tigres, y los hibiscos rojos exhalan una plegaria de soledad blasfema.
Hoy hay una ejecución en el salón de oro del Palacio Imperial. Hay cien reyes
en sus tronos de oro verde contemplando al reo, desnudo y bello como un narciso
de fuego, son sus ojos oscuros como un río lleno de demonios, ha asesinado a un
ángel con una cinta de seda amarilla, y es hermoso como un lago en el que
flotan cadáveres, sus músculos de hombre delatan a un gorila delgadísimo, sus
hombros son dos colinas de nácar, sus brazos dos palancas sobrehumanas, sus
manos, dos flores corrompidas, dos puñales, sus labios, dos exquisitos pétalos
de rosa. Desnudo su propio cuerpo eleva una plegaria de compasión a los dioses,
pero ha asesinado a un ángel, el sublime emperador Uranita, ciego de
nacimiento, ha escuchado la música que para el suceso ha escrito un poeta,
flotaban en la melodía caballos persas entre puñales de lilas, caían cataratas
de fuego sobre simas de agua perfumada, y cien mil rosas destilaban una gota de
aroma agridulce, pero el emperador ha dicho: Nó. Y los Pavos reales han elevado
sus colas turquesas y Urano ha girado en el espacio insondable como una
bailarina flamenca una Petenera andaluza. Los nenúfares de los estanques han
sido visitados por una abeja de plata. Y los ojos de oro de los esclavos han
visto millones de Libélulas azules. Pero el Emperador ha dicho Nó. Y el ángel
que estaba sobre una tumba de hielo ha cerrado sus ojos. Peleaban dos gallos
rojos en la pupila increíble de un poeta.
Canibalismo en
Saturno.
Francisco Antonio Ruiz Caballero.
Canibalismo en Saturno. Delicuescencias de
Iridios fríos. Magnolias de espanto. Cimitarras de aquelarre, quebranto y
ruído, irisaciones de metralla ruín, ruiseñores muertos y canarios corrompidos,
estériles colibríes de barro. Flotan los múltiples anillos, piedras de hielo
criminal, círculos infernales, esputos solidificados, invencibles caudillos de
lepra. Por las avenidas de las ciudades deambulan los zombis sin ojos, las
quimeras de horror y nieve, las insepultas arpías del pánico. A veces crece un
asfodelo amarillo que es inmediatamente arrancado de raíz, a veces un
heliotropo negro exhala un ungüento favorable, y rápidamente queman bolas de
estiércol para que nadie lo huela, hay que prohibir a toda costa la diminuta
hormiga amarilla, la libélula azul yace impotente con las alas arrancadas, pero
no es suficiente, le tienen que arrancar también los ojos, una estatua de oro
se devora a si misma y se arranca los genitales a mordiscos, un violín
descoyuntado se rompe una cuerda, un título de nobleza se vende a un usurero
monstruoso, una histerectomía forzosa se hace sobre un Virgen niña, le castran
los huevos a un Apolo, le dan jarabe venenoso a una sirena, y en el agua flotan
corrompidos nenúfares de mierda. Pasan los Reyes de los Jacintos asquerosos,
con sus corazas de acero oxidado, tienen las caras llenas de bubas, han
adquirido la peste bubónica y se han tragado su propia lengua a mordiscos, y
las han luego vomitado para que los cerdos las degusten. Suena una música de
agua dañosa, es mitad aceite y mitad anilina, y las piedras turquesas las han
escondido bajo un montón de gusanos para que ni un solo poeta pueda admirarlas.
Prosigue la orgía, los padres se comen a sus hijos, las madres acumulan sus
crímenes y sus incestos para que el fuego de la Gehena de sus almas no
desfallezca, y se permite el nacimiento de seres deformes para que sufran los
niños la impotencia de no poder construir casitas con piececitas, para que no
puedan limpiarse sus propios excrementos nunca con unas manos sublimes. Pero lo
llaman amor los sacerdotes de la muerte, los sacerdotes sin ojos que dicen vida
vida vida y se comen los pavos reales disecados. La sangre venenosa se arroja a
la basura, pero no era venenosa, y no hay gallos de pelea porque ofendían a los
mojigatos. No se come ni una sola polla sin prepucio, pero todas penetran a la
misma vez el mismo agujero mierdento. Las múltiples lunas arden y expulsan un
humo pestilente y hay palomas de caca con ojos de serpientes, y los gatos
tienen la rabia. Muerden frenéticamente los leones y los cocodrilos, pero no es
bastante, las panteras de Saturno son desolladas vivas, y le clavan en los ojos
agujas a los colibríes, para edificar el edificio más alto no repararon en
muertes pero para que el poeta no viera una rosa estuvieron estudiando mil
años. Las Brujas se reúnen y dicen Maldito seas Macbeth, y resulta que Macbeth
era dulce como el jarabe de cerezas, repugnantes ranas saltan con las vísceras
de sus intestinos abiertas. Los Saturnianos se reúnen, y cantan como comerse a
un niño vivo, como engañar a un ciego, o como implicar a un abogado en una
estafa, hacen planes para guerras bacteriológicas o deciden arrancarle el
corazón a un tigre, pero van con uñas de quince centímetros y tienen el cerebro
lleno de podredumbre. Hay que sacarle el corazón a un rico aunque el rico pase
más frío que en Groenlandia. Hay lunas heladas en las que sólo hay eternidad.
Prosigue la orgía, pero no es orgía, porque están prohibidos los placeres, pero
hay permiso para arrojar huesos a los pájaros, para comer langostas y
cucarachas, para regalarle rubíes a las putas de oro, que se defecan sobre la
libertad de prensa, y para matar a un cisne con un tornillo. Y un espejo grita
loco, loco, loco, ¡¡¡¡¡¡subnormal¡¡¡¡¡¡. Estoy enamorado de un Dios de una
belleza infinita pero su luz me ha cegado.
PREGUNTARÁS
Beatriz Graciela Moyano
Preguntarás a los desquiciados y mendigos, a
los dementes en sus encierros, a los guardianes del cementerio, a los bohemios
nocturnos sin conseguir quién te dé una señal. ¿Dónde la música de los
silencios y el badajo del campanario? Dónde? Ahora que llega el día del
onomástico, recuerdo de la gran estrella que guió a la humanidad. La unión de
las sombras con las luces milagro donde se pierde la voz, no está la tuya,
amor. El eco no vaga por las calles, no canta ni ríe, tampoco llora el olvido y
la sorpresa que jamás cruzó las nubes ni sonrojó a la luna, permanece en el
lacerante silencio con los ojos abiertos, vidriosos enjugados de emoción,
repasan con mesura las línea de tu rostro sin moldear y las últimas letras que
designan un fonema simple, de orden y afectos sagrados. Revelaciones de
acomodadas secuencias, el amor que se lee con moderada cortesía a la volada
pasión, como dos viejos caminantes en paralelos de tiempos. Una austera dicha,
con sosegado viento al cielo y la estilizada tela reservada a las estrellas
fugaces convertidas en quietud, en abismos para los labios de ambos. Como las
panzas blancas de las lechuzas danzando la noche, tal parece que todos
estuviéramos así, con los ojos que siguen fijos en las sombras, esperando una
sorpresa, una paloma blanca con mensaje iluminado y mágico en estos días. En
este silencio límpido que no responde a la noche ni a las auroras, en la pared
que da al este a oscuras, se dibujan imágenes, como si fuera el cuadro de la
última cena, se han sentado a esa mesa y leen la sinfonía de un monólogo en
estilo personal y único, solo pautas, sereno o contenido en cada crepúsculo ve
descender las hojas del calendario, caen una a una sobre las veredas. Aparente
y silente paz, permanecerá en el recuerdo hasta el fin de nuestros desvaríos y
extraviados pensamientos, entre las nubes inalcanzables bajo el influjo estos
años, mira los sauces plateados, ellos siguen reflejados en las aguas del lago,
donde se sienta a escribir o mirar llover simplemente, esperando, siempre
esperando el asombro.
LEYENDO
Beatriz Graciela Moyano
Estoy leyendo sobre las aguas lentas, en un
recodo del río del amparo, se refleja antojadizo enramado, bastidor donde
bordar los poemas, accidentes geográficos delimitados en caudal de espejos
acuáticos. Hay algunos signos evidentes de tiempo, leo las letras que viajan a
lomo de colores que pintan a distancia en los escarabajos flotando, más las
hojas que depositan los vientos como pequeños veleros entre verdes amarillos
satinados. Un sin fin de burbujas parlantes van saliendo a la superficie, las
branquias de los peces expulsan vocablos misteriosos, enigmáticos mientras
revuelven desechos en el fondo. Leo, escucho, registro en el regazo de la
tarde, la escritura borrosa de la memoria dibuja garabatos y estampas. En la
totalidad de lo sensible que la retina transmite a la piel, hay una hendija
rebelde, quiere dejar escapar uno a uno los detalles, la luminosidad resiste
silenciosa, reflexiva, son los frutos del árbol de la vida, no desprenden
sentimientos, los alberga, transforma en impulsos nerviosos al satélite de
miradas y expresiones, sonrisas voladas en signos extraños y todo lo que nos
mantiene detrás de los cristales, son barreras de miedo, las que frenan
delicias, recatos a los deseos del corazón, que olvida desear. Un sistema de
creencias cristalizadas, quiere impedir el avance los pasos, pero solo consigue
hacerlos un poco más lentos. Nada más.
EXISTES
Marisol .C
Existes en mi y en el impulso de sostenerte
entre mis abrazos de niebla difusa, soñadora, bajo el encanto que atrapa la
locura y se deposita en el que sueña paisajes azules. Viajo en la enredadera de
tus dedos en mi espalda, en tu boca que suspira, en la brisa que se despeina
ligera, en el vínculo de fuego que nos habita, es allí que una tormenta nos
atrapa en emociones que vuelan. Hay noches que palpitan, entonces nos consumen
hilos de sueños dorados, se manifiestan, sonríen, vuelan. Viajo en nubes que se
vuelven almohadas de seda, entre tu boca y la mía un sendero de emociones se
explayan, descansa el beso en el silencio de un suspiro que se inhala en el
atardecer, hay noches en que abrazo el fuego de tu piel, en mi piel, una loca
agonía me supera y te pienso como ave sin nido, veo el miedo recostarse a mi lado,
pero el sabor de tus besos dulces me habitan y huye lejos, lejos. Existes en
mi, ligero como un ave, tu encanto la sonrisa al viento, y el mensaje de tus
ojos en los míos, misterio que me atrapa en el impulso de llamarte en un te
quiero que se escapa de mis labios. Existes en mí y en el murmullo de una
caracola, en los abrazos de niebla al cerrar los ojos, existes en mí
inevitablemente.
CARTA A ELENA...
Ivonne Concha Alarcón
¡Elena, guapa mujer!, llegaste a mi hogar muy
cargada, mochila grande, pesada, densa, traías muertos que pesaban, eran varios
y los retrataste de a uno por uno y venían en tu rostro, en tu cabello, en toda
tu aura de mujer buena. Me dijiste con tu voz cansada: los muertos pesan tanto
que perdí hasta la risa y ¡sabes lo único que quiero es reír interminablemente,
no parar hasta que se desdibujen de mi rostro los recuerdos! ¡Quiero nadar en
aguas tibias, flotar como niña sin ausencias, ni nostalgias! Quiero mi vida de
nuevo pero olvidé el camino de regreso, de tanto caminar bajo los añosos
árboles me extravié junto con mis sueños y mis anhelos, es tanto mi cansancio
que ya no siento mi cuerpo, no se si existo, no se si vivo, solo se que no han
partido, están alojados aquí en mi espalda curvada por tantos recuerdos. Me doy
cuenta, dijiste, que si no los elimino terminaré por mimetizarme con ellos, me
perderé entre sus hábitos, entre sus vestidos, camisas, y huesos, entre todos sus sueños que quedaron
pendientes de vivir... Elena, no sé qué
pensar, si se fueron antes o ya era el tiempo, aunque tu alma no lo entienda
algún día tendrás que aceptar que cada ser tiene un principio natal y un final
que siempre termina en un último suspiro... "Nadie se va antes de la hora
señalada” y no sé Elena si tú me entiendes, deja que los muertos lloren a sus
muertos y tu vive la vida, esa que escondes en tu palacio interno. Entre tus
mascotas, perros y gatos, compañeros de vida, debes además encontrar seres que
entiendan tus silencios, que rían contigo, que acompañen tus sueños, tus
alegrías y también tus tormentos. Deja que la vida fluya, así, suave,
dulce-amarga-dulce pero al fin y al cabo vida de vivos no de muertos...
INCLEMENCIAS
F.S.R.Banda
“desbaratada la
ficción del Tiempo / sin el amor, sin mí.” Amorosa anticipación. Jorge Luis
Borges.
Es la muerte del viento, la espiral el
helicoide de gaviotas silenciosas en la ascendente sobre el mar contra un azul
cielo empavonado de siniestras metáforas de los retos escombros de un pasado
arrumbado en los últimos rincones, en la melancolía de las grietas por donde
las hierbas crecen aferradas al pequeño abismo del muro. Sé que hizo llover
para que los ojos de los pájaros no la persiguieran desde mis ojos fisgones
pero igual la obligué a pensarme mientras miraba sin mirar su misma lluvia en
las ventanas o escuchabas el silencio de los mismos pájaros míos, y yo era
pasto y piedra, agua y silencio y pájaros ciegos, y también el susurro que
buscaba en los matorrales y los árboles llovidos para que fuera a besarla en
las noches mientras escuchaba el murmullo de su lluvia que no descampaba nunca
en el siempre de su recuerdo en mis recuerdos de un amor confuso, misterioso,
complejo, que me inspiró/asustó por todo su tiempo, ahora detenido, cuando se
hicieron duros y filosos cristales sus celos. En las desinencias de sus verbos
inconclusos pervivían las esencias de los tenebrosos laberintos y de los arcos
de mármol que cercaban sus monumentos fúnebres, sus estatuas siniestras en los
parques del otoño vertido, las evanescencias que la asiluetaban en el
contracrepúsculo de maja o diva, las divergencias que bifurcaron los días de su
voz y mi silencio. El prodigio de ubicarla en los catálogos del tiempo sucedido
con la absoluta certeza de la equivocación, de sentirla viviendo reviviendo los
claustros donde abjuró sin traiciones del espanto de la huida continúa, de la
fuga de ella misma, de la disolución de los años que carcomen horadan roen
fragmentan y disgregan más allá de la arena o la ceniza. Diosa impasible o
irascible según los matices de los rojos o de los verdes, según los capítulos
de los antiguos libros del destino o según la densidad de las piedras en la
palma de su mano. En cierto sentido la nostalgia la visitaba o habitaba desde
siempre ocluida en la maraña de las calles de las ciudades que no eran la suya,
en los tumultos y en los dialectos, en la nieve o las sabanas, en el viento
muerto y en los escombros de todos los ayeres de su desolación, en la única
ausencia que la dejaba con la mirada perdida en los bosques esperando ver unos
ojos que quizá nunca volverá a ver.
Revista PARADOXAS N° 192
1º de Enero de 2014