martes, 14 de mayo de 2013

PARADOXAS Nº 171


PARADOXAS

REVISTA VIRTUAL DEL SURREALISMO NEOBARROCO


Año VIII - N° 171


INDICE

NINGUNA - F.S.R.Banda
NADA EN SUS RETRATOS - F.S.R.Banda
NADA INCONCLUSA - F.S.R.Banda


EDITORIAL

“Chesterton dijo: “Voy a envejecer para todo. Para el amor. Para la mentira. Pero nunca envejeceré para el asombro. Siempre me seguirán asombrando las cosas elementales”. Quevedo, por su parte, había argumentado algo parecido: “Nada me desengaña, el mundo me ha hechizado”. ¿Qué es el asombro sino una humanísima reacción de nuestra inteligencia ante las sorpresas que no cesa de depararnos el universo?. El asombro puede conducirnos a entender o a tratar de entender el mundo a través de nuestros propios imaginarios y fantasmagorías. Puede, también, ser una forma de antídoto contra la gris homogeneidad o la insoportable rutina de lo cotidiano. El asombro nos conduce por entre medio de los rumbos de la vida y puede incitarnos, incluso, a tratar de expresar nuestras interminables perplejidades ante ella. Convertir su asombro en arte, es el destino de los más genuinos creadores. Esos asombros, expresados en la obra por ellos construida, los expresa. Los escritores, por ejemplo, son reflejados por palabras que, necesariamente, aluden al itinerario de sus sentimientos y memorias. Palabras que para haber sido escritas han tenido, antes, que ser vividas; esto es: ha sido necesario que el escritor las haya palpado, conquistado, merecido. Sus palabras se emparentan a él, se confunden con él, lo aluden siempre. La escritura antes que ser forma o espacio literario, tuvo que ser vivencia, sentimiento, pensamiento. Y debió impregnarse de muchísimos instantes antes de convertirse en voz digna de memoria, en palabra perdurable nacida de la autenticidad. El escritor escribe para entender, pero ese entender es, también y sobre todo, un entenderse: una forma de autodescubrimiento; un hallazgo o comprensión de certezas y convicciones que son suyas y que lo identifican y ubican dentro del tiempo común de todos los hombres. El mundo es, de muchas maneras, la percepción que nos hacemos de él, la forma como lo dibujamos a través de nuestras propias representaciones. Todo ser humano vislumbra el universo a través de sus ideas: atalayas desde las cuales avizora o entiende la realidad por entre la distancia, la rutina, el vacío o la confusión. Ideas que lo llevan a ilustrar el mundo con colores familiares, cercanos. Ideas con las cuales alimentar o responder a sus inacabables sorpresas.”

Pirateado del inicio del ensayo “Borges, perfiles de un rostro literario” de Rafael Fauquié. Vale.

El Editor


F.S.R.Banda

“Góngora culmina posiblemente en todas las lenguas románicas el vencimiento de la prueba heliotrópica. Su índice de luminosidad fija el centro por donde penetra el rayo metafórico y su tiempo de permanencia dentro del haz luminoso. Gracias a ese tiempo lucífugo cobra el único sentido, el endurecimiento del logos poético, por el cual no ofrece el rejuego de las mutaciones interpretativas, sino el único sentido que no se alcanza.”. Sierpe de don Luis de Góngora. José Lezama Lima, 1957.

“Encontrarás mis cartas muy vagorosas, apenas hago referencias a lo inmediato. Tu inteligencia te dará los obvios motivos. Además es preferible trascender, irse por encima de las murallas, vivir en dimensión de futuridad”. Carta de José Lezama Lima a su hermana Eloísa, 1961.

Lo vi como un Quixote espeluznante, loco de atar, bandolero y Señor de Todos los Molinos. Cabalgante de yelmo y lanza, ilusorio, sobreadjetivador, pervertido. Y asmático por añadidura. Yo, que venía de lo oceánico telúrico, de lo real y mágico, de lo surrealista exiliado y de la erudición paradójica, encontré abiertos los portones del suyo paradiso, las seiscientas ocho paginas del viaje, su imaginario exuberante, su literatura. Estaba el mar de los caribes, de los prietos habaneros caminando siempre felices al son imaginario del son o la rumba de la que no te escapas, las risas de las morenas abarcaban la tarde, y los bujarrónes pestañeadores que aun esperan a Reinaldo y su divino verbo iluminado enterrado por el viejote tontón de feria y pelos en la cara. Lo vi caminando por el malecón, caribeño, señor obeso y muy seriote, culto como él solo. Abrumador. Me senté a escucharlo desde lejos como a un Mahoma o a un Buddha, intocable, con sagrada devoción o religiosa reverencia, sabiendo que era José María Andrés Fernando, cubano. Y descubrí mundos ajenos, universos paralelos, quintas y sextas dimensiones, las cuatro posibilidades de la proliferación, a saber; la sintáctica, la narracional, la verbal y la semántica o imagética, confirmé que la poesía (la absoluta) no requiere de versos ni rimas ni amantes tristes ni nada que se toque o duela, ni de florituras o líricas rebuscadas, pues basta con ser y pensar en poético, basta con asumir que "la imagen es la realidad del mundo invisible", aprendí que hay que saturar el discurso de claves, enigmas, alusiones, parábolas y alegorías que aludan a una realidad secreta, íntima y, al mismo tiempo, ambigua. Ahí, en la Cuba que ungió al Che y torturó a aquel Reinaldo autocruxificado, la Cuba equivocada que lo señaló de morboso, hermético, indescifrable y hasta pornográfico, y por añadidura como a todos los que allí piensan, de contrarrevolucionario, otra Jerusalén que mata a los profetas y apedrea a los que le son enviados, pobre isla encallada para siempre en los vetustos vestigios de los gringos prostibulantes y coimeros, desgastada por la zafra nacional y el ron aciago del Buena Vista Social Club. Y voy ahora naufragando de desesperaciones retóricas en el tejido, la trama, la urdimbre de visiones e insomnios de sus párrafos ilegibles, inentendibles pero inmortales en la persistencia de una poesía que agota las aguas del verbo. Será Cemí u Oppiano, serán sus fantasmas o sus mitologías, será el Narciso muerto, será que lo que tanto buscaba allá estaba acá en la isla dolorosa que perdió su nombre entre elcubao del taíno o la contracción de coa y bana del arhuacano, en la misma tierra madre del “señor barroco”.


NINGUNA
F.S.R.Banda

Io non so ben ridir com' i' v'intrai,
tant' era pien di sonno a quel punto
che la verace via abbandonai.
Inferno: Canto I. Divina Commedia. Dante Alighieri. Circa 1304.

Sería viernes o la mañana del día del infierno, porque las tardes la asustaban con sus madreperlas y sus albures de penumbras que vienen, de noche intacta, de sonámbulos y murciélagos, y no las mañanas en que todo se ve como es y se descubren las mentiras, los engaños, las malas pécoras y los lobos embrujados, por eso tenia que ser ese viernes mejor que la mañana del infierno porque en esa hora última nadie sabría ni de su nombre ni de sus ilusos ritos de salvación por la escapadera y el tumulto de cobardes golpeándose el pecho y de arrepentidos desenredando rosarios de madreperla. Y lo dijo con ese desgano lánguido y hermoso de las hembras que se saben divinas, con la boca en sonrisa mustia y los ojos como dormidos, sería entonces viernes, ese viernes escarpado, desesperante, largo como un tren atravesando la lluvia, que no dejaba nunca de pasar, de suceder sin solución de continuidad, sin amparos ni sosiegos donde echen musgo las piedras y socaven las raíces las cárcavas de las aguas de las lluvias que atraviesan los trenes. Hubieron otros viernes antes pero ninguno con sus ojos, con su rostro doliente y la furia encendida en la mueca soberana de sus labios, ninguna, como en aquel tango de Manzi: No habrá ninguna igual, no habrá ninguna, ninguna con tu piel ni con tu voz. Tu piel, magnolia que mojó la luna. Tu voz, murmullo que entibió el amor. No habrá ninguna igual, todas murieron en el momento que dijiste adiós. Porque eso era este viernes de la mala hora, era una tumba abierta que esperaba bajo un estricto otoño, perfectamente definido desde el día primero, desde el inicio de risitas y perfumes, de roces de manos, de miradas coquetas, de inquietantes susurros. Sería viernes, eso estaba declarado, un viernes ubicuo, innegable e inevitable, se sabía, tanto así que nunca se habló de ello ni en los mejores afanes ni en las peores madrugadas, no era necesario, iba a ser viernes porque ese era el día más propicio para ensangrantamientos y cruxificciones, en mitad del otoño de las lluvias sobre los trenes y la sepultura vacía esperando en medio de un cementerio de huesos de ballenas azules que encallaron huyendo del mar de los muertos. Era su viernes, ninguna como ella podía convertir un día cotidiano, sin más interés que las burbujas elevándose soberbias y majestuosas por sobre las flores fucsias o rojas (el preciso recuerdo se borró con ella) de la buganvilia apegada a la pared de ladrillos en el borde de un jardín inexpugnable, en una sombría jornada de terror y desesperanza suicida. Vale.


NADA EN SUS RETRATOS
F.S.R.Banda

“Qu'est-ce donc qui me trouble, et qu'est-ce que j'attends?”. L'inquiétude. Madame Marceline Desbordes-Valmore, 1822.

“Ayy me privo yo misma porque creo que mi piel no debe estar como yo quiero echar a volar mi piel no solo como en mi sueño no creo que me gustara también quiero solo quedar como un dulce recuerdo.”. Mademoiselle Nada, casi dos siglos después.

Va un beso para que se te vuele la tristeza de tu rostro pensativo de libélula atrapada, de mariposa incipiente, de esfinge en medio de un desierto de arenas oscuras, de medusa abandonada, se huyan de ti las penitas que tintinean en tu alma y amanezca en tus ojos con amaneceres de mares antiguos donde los piratas saqueen la naves de tus desengaños y se roben los tesoros de tu boca sin besos. Y es que ayer se me vinieron de pronto cercanos al crepúsculo tus rostros repetidos en tu tierna soledad, en la dulce calma de tu melancolía y tu tristeza, en el más puro desamparo. Y entre el negro de tu pelo y el borde negro de tu escote tus labios sonreían. Al fin una sonrisa, tenue brevedad de tu boca, me dice que vuelas sobre siemprevivas y magnolias, si hasta tus ojos sonríen con tus íntimas iridiscencias. Y vi que se te vienen los soles con la dulzura de una apacible vendimia, y vi que serás niña para siempre como en estos tus retratos. Y sentí que se me escapa el tiempo, es enemigo formidable, para alcanzar a susurrarte elpoema quince o el es olvido mientras caminamos de la mano como adolescentes en pecado por esa plaza de pérgolas y faroles coloniales que nunca conoceré. Me preguntas si tomaría el riesgo de verte frente a frente. Verás, imagino un diálogo de intensidades entre miradas y voces, viviendo de memoria ese en face à face, confirmando la cercanía que ambos (creo) hemos vivido y sentido durante tantos años. Sería vivir un poquito la intermitente poesía que nos ha unido. Se está iniciando el otoño, bonita época para vivir tal delirio. Será niña y musa a las cuatro de la tarde de algún lugar donde tú digas y será como un reencuentro, como si esos momentos ya los hubiéramos habitado, y nuestras miradas revivirán las semillas latentes de las inminencias dormidas en los secretos entresijos de los invencibles entresueños. Verás, que más podría darte que palabras, lindas y poéticas palabras, que más que romper el cristal de lo que tú llamas timidez y yo percibo como tristeza. Conversar de nuestra imposibilidad, de nuestros espejismos, de la cómplice poesía. Aunque sé (sabemos) que podríamos estar horas en silencio mirándonos a los ojos, sin que el día se derrumbe sobre los parques ni la lluvia acuda a tu tristeza. Ahora te pregunto; tomarías tú el riesgo?. Pensándolo bien quizás todo esto sean solo las errancias de mis abandonos en áureo desespero, y estoy imaginando tus retratos tal como imaginé la plaza de escaños y glorietas alineadas y antiguos faroles, o poseí la visión (de seguro imaginada) de esa sonrisa evanescente en tu boca encendida. Por lo pronto, te va un beso de cariño, con la lejana ternura de un príncipe imposible.

Instancias poéticas citadas.-

Poema 15.
Pablo Neruda, 1924.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.

Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.


Es Olvido
Nicanor Parra, 1954.

Juro que no recuerdo ni su nombre,
Mas moriré llamándola María,
No por simple capricho de poeta:
Por su aspecto de plaza de provincia.
¡Tiempos aquellos!, yo un espantapájaros,
Ella una joven pálida y sombría.
Al volver una tarde del Liceo
Supe de la su muerte inmerecida,
Nueva que me causó tal desengaño
Que derramé una lágrima al oírla.
Una lágrima, sí, ¡quién lo creyera!
Y eso que soy persona de energía.
Si he de conceder crédito a lo dicho
Por la gente que trajo la noticia
Debo creer, sin vacilar un punto,
Que murió con mi nombre en las pupilas.
Hecho que me sorprende, porque nunca
Fue para mí otra cosa que una amiga.
Nunca tuve con ella más que simples
Relaciones de estricta cortesía,
Nada más que palabras y palabras
Y una que otra mención de golondrinas.
La conocí en mi pueblo (de mi pueblo
Sólo queda un puñado de cenizas),
Pero jamás vi en ella otro destino
Que el de una joven triste y pensativa
Tanto fue así que hasta llegué a tratarla
Con el celeste nombre de María,
Circunstancia que prueba claramente
La exactitud central de mi doctrina.
Puede ser que una vez la haya besado,
¡Quién es el que no besa a sus amigas!
Pero tened presente que lo hice
Sin darme cuenta bien de lo que hacía.
No negaré, eso sí, que me gustaba
Su inmaterial y vaga compañía
Que era como el espíritu sereno
Que a las flores domésticas anima.
Yo no puedo ocultar de ningún modo
La importancia que tuvo su sonrisa
Ni desvirtuar el favorable influjo
Que hasta en las mismas piedras ejercía.
Agreguemos, aún, que de la noche
Fueron sus ojos fuente fidedigna.
Mas, a pesar de todo, es necesario
Que comprendan que yo no la quería
Sino con ese vago sentimiento
Con que a un pariente enfermo se designa.
Sin embargo sucede, sin embargo,
Lo que a esta fecha aún me maravilla,
Ese inaudito y singular ejemplo
De morir con mi nombre en las pupilas,
Ella, múltiple rosa inmaculada,
Ella que era una lámpara legítima.
Tiene razón, mucha razón, la gente
Que se pasa quejando noche y día
De que el mundo traidor en que vivimos
Vale menos que rueda detenida:
Mucho más honorable es una tumba,
Vale más una hoja enmohecida.
Nada es verdad, aquí nada perdura,
Ni el color del cristal con que se mira.

Hoy es un día azul de primavera,
Creo que moriré de poesía,
De esa famosa joven melancólica
No recuerdo ni el nombre que tenía.
Sólo sé que pasó por este mundo
Como una paloma fugitiva:
La olvidé sin quererlo, lentamente,
Como todas las cosas de la vida.


NADA INCONCLUSA
F.S.R.Banda

Amiga niña, te ves hermosa y triste, de ojos naufragados en tu misteriosa melancolía, te ves ausente, de sonrisa escondida, como si el sopor de la tarde de este otoño se te viniera en descampado con esa fina llovizna que solo tú presientes y te quedaras suspendida a un geme del suelo, elevada e incipiente. Te ves linda y ciertamente dormida, flor en negro y encajes, en el breve color de tus labios sin besos y en el delirante granate de tus uñas, cautiva en la filigrana de tu pulsera, entre las rosadas flores que casi te coronan. Te ves delicada, tenue, al borde de la evanescencia o la desaparición, de rostro entristecido por los días y los meses y los años esperando, esperando. Tus manos juegan atrapando secretas mariposas invisibles, explorando el aire sutil, la luz inclinada, el encanto sombrío de la hora intermitente en la palidez incesante de tu piel que reverbera instaurando tu vigencia de lánguida princesa doliente. Alabastro, mármol, pétalo extendido de blanca rosa perfumada, tu piel reverbera decretando tenebrosas instauraciones. Y yo me asombro, me estremezco abrumado de tu boca imaginada por mis besos, y me voy canteando los granitos del desespero, lajando las calizas de la angustia y la espera, puliendo el sueño donde te beso, ese recuerdo inalcanzable de hacerte desaparecer entre mis brazos, de ir a ti a contravientos y rompeolas rastreando la evocación de un ayer que aun no es ni siquiera un mañana. Y me voy adentrando en tu piel de rosa inmaculada con mi armadura rota y mi pena de naufrago, me voy costeando enredado en el encaje de tu escote, asolando el sangriento granate de tus uñas, rebuscando la caricia efímera de tus manos entre mariposas y libélulas, conteniendo tus instauraciones, tus reverberos, tus intermitencias. Y me desgasto en palabras, me diluyo en verbos y maravillas indagando entre guerreros y vagabundos como hacer para seducirte sin que te des cuenta, examinando las mustias posibilidades de hacer caer los altos muros de tu castillo, meditando sobre las desolaciones que deberé atravesar para llegar a tu lado y rendir mis banderas al emblema de tu imperio taciturno. Te ves lejana de horizontes, contigua a los quebrantos de las lunas menguantes, te veo en la oquedad de un corazón de crisálida y en los párpados llorosos de los castaños cruzando el invierno. Invoco tu nombre en la perdición del oscuro de tu pelo con la siniestra certidumbre de jamás tocar tu mano ni verme en la obsidiana de tus ojos. Vale.



Revista PARADOXAS N° 171
16 de Abril de 2012

No hay comentarios:

Publicar un comentario