PARADOXAS
REVISTA
VIRTUAL DEL SURREALISMO NEOBARROCO
Año
XII - N° 222
INDICE
Soy hija de la luna y el silencio - Musa
Peregrina.
TALLER DE ESCRITURA - Clara Schoenborn
TU VOZ ME SOSEGÓ - María Eugenia Gulfo
Berrocal
TERNURA DE LINTERNA - Antonio Escobar
Mendivez
Amores - Ivonne Concha Alarcón
UN TANGO - José Jesús Conde
Soy - María Itza
FANTASIAS DE UNA HEBRA - Maria de los Ángeles
Roccato
CICLOS - Beatriz Graciela Moyano
Tocando por Aburrimiento Corcheas Siniestras.
- Francisco Antonio Ruiz Caballero
TODO LO QUE QUIERES - F.S.R.Banda
EDITORIAL
¿De qué trata el neobarroco en la poesía?
Yo creo justamente que se trata de acceder a un precipitado que es
el pensamiento, muy complejo, porque tiene a la vez muchos vectores. Cierta
escritura que podemos llamar “neobarroca” no hace concesiones al lector, no
quiere ser deliberadamente difícil, quiere alcanzar esa dimensión extrema del
pensamiento, no quiere que la admiren, sino llevar hasta el fondo la capacidad
de pensar. Es de esa manera cuando no hay separación entre el concepto y la
imagen. Lo que llaman el concepto barroco es un pensar a dos luces. Esas dos
lucen pueden ser el concepto y la imagen o las implicaciones varias de una
frase, idea, concepto. En todo caso se trata de rescatar esa ligazón entre
componentes del pensamiento. La carta séptima de Platón habla de los
componentes del pensamiento, incluye la imagen, el concepto (la palabra) y la
episteme. El pensamiento es como un roce entre todos esos elementos, como un
subir y bajar. De una manera implicándolos. No es logocéntrico porque este no
privilegia la palabra. De hecho puede decirse que la intuición es un
pensamiento sin palabras.
Roberto Echavarren
Pirateado de ROBERTO
ECHAVARREN: “LO QUE LLAMAN EL CONCEPTO BARROCO, ES UN PENSAR A DOS LUCES”, Entrevistas. Juan Luis Landaeta, en Revista Temporales, publicado
el 18 de febrero de 2015. Vale.
El Editor
Soy
hija de la luna y el silencio
Musa Peregrina.
Soy hija de la luna y el silencio, la musa
que renace tras el aullido de la noche envuelta en plumaje grisáceo, con
escamas y aroma de sal, con la suavidad de la rosa en mis entrañas, y un par de
alas cual mariposa vagabunda, teñida de dolor y pretéritos en el alma.
Soy hija de aquellas sombras que arremeten
un pasado ya finito, soy la que se enamoró del diablo y vive para contarlo....
La de la sonrisa a medias y los zapatos con agujetas. La hoja más seca de un
otoño inesperado, el puño de tierra obsequiado antes de partir.
Soy la pluma en el aire que eriza al viento
en su peregrinar. La galaxia más cercana que dará cobijo a tu corazón todo
terreno. La dama vestida de blanco y de largos cabellos, que con los años dejo
huellas en la arena, que son la prueba imborrable de que estuve allí. Para
recibir aquel sol mentiroso que asomó por poco tiempo en mi ventana
solitaria...
TALLER DE ESCRITURA
Clara Schoenborn
Estas palabras están escapando ahora mismo
del poema, no quieren permanecer en él. Quieren volverse agua de mariposas y repetir tres olvidos. No quieren ser poema.
Quieren llegar lejos hasta donde ellas no existen, hasta donde nadie las ha
escrito, hasta el silencio con sus dedos cortados y su desperdicio de sangre.
Mira cómo se van las palabras. Mira cómo va desapareciendo el poema. Míralo qué
bello, qué extraña rotura con su olor de madera. Míralo. Nadie lo escribe.
Nadie lo lee. Nadie lo escucha. Ha nacido al fin el poema perfecto.
TU VOZ ME SOSEGÓ
María Eugenia Gulfo Berrocal
En medio de la soledad de la tarde, cuando
las lágrimas eran cristales opacos perdidos en un ocaso sin colores, llamaste
tú. Escuchar tu voz fue el elixir que perfumó el momento, fue el agua bendita
que absorbí y que derritió la tristeza trocándola en azahares que enjugaban el
dolor, recogiendo las trizas de sentimientos que rodaban por el piso. Tu
palabra penetró en mi sentir como agua en tierra seca que chorrea por las
grietas, buscando humedecer todo el sembrado. Sabes? Cuando charlas conmigo
traspasas mis sentidos, navegas por mis venas hasta mi alma, te apoderas de mi
esencia, esa que sólo guardo para ti. Cómo quisiera tenerte a mi lado. Cómo
quisiera que la distancia fuera el filo que separa el día de la noche, que se
amalgaman en un instante perdido en el tiempo. Te quiero tanto tanto, que hasta
me duele el alma. Siento que me proteges en tu regazo como el espolón protege a
la playa del impetuoso mar, que eres mi hombre varonil, fuerte, el mástil que
soporta las velas de mi barca perdida en altamar. Ansío compartir mi lecho
contigo, levantarme con la aurora, hincarme en el piso frente a ti, contemplar
tu sueño y poco a poco ir despertándote con mis besos y caricias, servirte un
café y adornar la bandeja con flores todavía húmedas del sereno de la noche,
reír como niños y ver el día de mil colores, con lirios engalanando el espacio
aromatizado por los naranjales. Pero llegará el día en que el mar abrirá un
trecho y uniremos nuestros corazones en
el amor. Ven te espero con un capullo de rosa en mis manos.
TERNURA DE LINTERNA
Antonio Escobar Mendivez
Me mojo en tu mirada, en ti navego mar de
olas amadas donde interna la espuma su
ternura de linterna, se hace su luz
amada dulce fuego. A tus llamas me adentro, a ti me apego, a tu amor de paloma.
Me gobierna, me introduce encantado a la
caverna en la serenidad de mi sosiego. Y me olvido mi amor que hay una herida
como un río que inunda mis adentros de tu caricia palpitante, henchida. En tu pasión bendita
siempre encuentro un remolino de alma
conocida que me conduce violento hacia tu centro. Encuentro allí tus ojos,
fatigado el tiempo me va abriendo tus
ventanas, no sabes, corazón, que tengo ganas de llegar hacia ti, alucinado. Mis ojos que te miran
afanados, alboradas en todas las mañanas dejan en tu alma pura, las campanas
sonando arpegios de luz enamorados. Cada mañana tienen las auroras, la brisa
cantarina en tu sonrisa, ola o gaviota de mi mar amado. Acurrucada en ti mi
alma te adora y mi amor, ángel mío, siempre atiza el deseo de estar siempre a
tu lado. Cantando, estoy atento a tu mirada, anudo tu sentir con el pabilo de la ternura y te llevo en vilo a los suspiros de las madrugadas. Y de inmediato estoy a tus
llamadas como agua de arroyuelo muy tranquilo dibujo tu sonrisa. Sigo el hilo
en el incendio de tus llamaradas. Somos,
seremos el jardín de trinos, el canto ornamental a cada instante o la belleza de inmortal cascada. Y juntitos por todos los
caminos beberemos los dos la luz
fragante en la fuente de amor iluminada.
Amores
Ivonne Concha Alarcón
Amante nocturno, búho sin ojos, disonantes
destinos absurdos, mariposas volando, golpeándose a ciegas en murallas ajadas
hechas de tierra y paja, muros caídos en noches terribles, noches borrascosas,
viento violento, intenso, llevándose hasta los cimientos de la moral, hojas y
botones de rosas amarillas y violetas, espinas. Frutas verdes perdiéndose en el
suelo culpa del viento, ramas y ojos pardos verdosos, cardenales rojos y
blancos, violetas pequeñas, gusanillos robando savia en el alma de los
cangrejos de ríos. Silencios y gritos de los sabios roedores comiendo las
nueces del canasto de mimbre de la abuela, la oveja que dará lana en el
invierno negro, cicatrices en las pieles ajadas, vientos huracanados, aplausos
y oscuridad en los balcones, gritos del alma de un solitario aferrado al Cristo
de madera de casa ajena, gemidos en los cerros, en las alturas de la gélida
nieve. Sí, mis labios podrían morir sin el calor de los tuyos, trasmiten deseos
rosas, rosas fuertes y rojo furioso, sí, el deseo intenso que se sube desde el
suelo a la cumbre de la pasión enrojecida. Canarios dormidos, luciérnagas sin dormitorios,
no duermen, deambulan a tientas. Donde estés, entre risas y sonrisas y cuentos
inventados esperaré que se acerque tu mar a mi piel morada de frío,
contrariedad de vida pobre y brotes de hortalizas verdes. En el bajo plano
esperan en el hogar junto a la leña y el humo palabras y silencios gritando
absurdos llamados a pesar de todos los elementos, la tarde amarilla, la leña
café y un tazón de leche hirviendo, pobreza dura, rudos dolores en los huesos y
en la historia larga del tiempo escrito en letras que no poseen recuerdos...
UN TANGO (*)
José Jesús Conde
Desde aquellas tardes de la casa de la
plazoleta, en donde mi corazón de niño no sonriente palpitaba por cada placa
gastada de Carlitos Gardel, y que yo ponía con esmero casi sacro, una y otra vez,
sobre nuestra Philips de caja. Que no había lugar para el descanso. Que todo
era un enhebrar melodías: Arrabal amargo, Por una cabeza, Mano a mano, La
Cumparsita, Caminito, Adiós muchachos, Silencio, Madreselva, Tomo y obligo, Un
tropezón, Mi Buenos Aires querido… Mientras, mi padre ahogaba su llanto por
entre las aguas tintas de la pena y el desengaño. Llevo un tango colgado de los
labios perennemente. Desde aquellos minúsculos ensueños con los que “el
morocho” envolvía a este niño de semblante serio que, puesto manos a la obra,
empapaba el alma atormentada de mi padre colocando placa tras placa en las
tardes arrobadoras de la casa de la plazoleta. Que era todo un engarzar
cadencias: La última copa, Por tus ojos negros, Silbando, Volvió una noche, Yira,
yira, Milonga sentimental, Bandoneón arrabalero… Llevo un tango colgado de los
labios perpetuamente. Llevo un tango, que enarbolo con orgullo cada
veinticuatro de junio de todos los años.
* En el recuerdo de Carlos Gardel,
cantor de tangos, fallecido el 24 de junio de 1935, en accidente de aviación
ocurrido en Medellín (Colombia)
Soy
María Itza
Soy el asombro de los oráculos que
enceguecen ante la impoluta blancura de mis nardos. Me agoto en espejos
trizados que repican como campanas las grises soledades de mis tatuajes; espejos de niebla y de cartón plateado,
juguetes de Navidad que hieren mis cuatro costados. Me arrastro para salir de
los vacíos y milenarios abismos que me
habitan y contaminan mis luces de libélula en capullo. Una estrella sin puntas
muere en la mansedumbre azul de mis golondrinas de papeles pintados mientras
intento develar el misterio de antiguos barcos esqueletos sumidos en abismos de
sal. También soy un geranio demorado en los cimientos del océano donde amanezco
pulverizada por las grietas rumorosas de miles de anémonas que se arrastran
como desvelados caracoles de baba para lamer mis pies. Felina y visceral
enciendo mi linterna de dudas y salgo como Diógenes en busca del hombre que me
ha negado las primaveras de mi juventud y se escapa como reptil siseante a
esconderse en las dunas donde soy carcelera de las palabras. Acaso alguna vez
descubra el ritual de sonajas que me convierta en reina para habitar tu
corazón, nido vacío, en las ocultas nadas de mis sueños. Entonces describiré
las auroras, astronautas lúbricas de mis noches y te veré como león de bruma,
incandescente y eterno sobre el cielo sin lunas que te pertenece.
FANTASIAS DE UNA HEBRA
Maria de los Ángeles Roccato
Inserta en
esta madeja –mientras espero mi desapego-
sueño…
Juego al tobogán y en jolgorios estallo.
Bordo en
el cielo poemas.
Acerco amores perdidos.
La tristeza
cubro con matizado cordón y al desaliento filigrana de oro le imprimo.
Espero…
Siento…
Sueño…
Me hamaco en un crisantemo mientras enamoro al duende custodio.
En caravana de hilos al viento me entrego.
Con una libélula piloteo sueños de silfos.
Entibio mi sinuosidad al contacto
de un colibrí.
Bostezo suspiros de alondras.
Penetro el horizonte y en la brisa huellas dejo.
Sigo las gaviotas y me busco en el
barrilete y su cola.
Cautivo rayos de sol para sembrarlos
en lagos de agua violeta.
Suspiro mariposas de lluvia.
Enlazo y desenlazo a las horas marchitas.
Esbozo pentagramas con melodías sagradas.
Escucho mi corazón que acelerado me sigue.
No obstante debo ser fuerte y partir.
Espero señales.
Olfateo la brisa.
Un hada oficia de cómplice,-levanta sus
pulgares al cielo-…
Siento que el momento ha llegado.
Me estiro…más y más…crujo…me
deshilo…duele…me corto…
Perpleja me miro,- ya no estoy ligada a la
madre madeja-.
Tengo alas,-sonrío-.
El
cuerpo largo y serpenteante
gravita, en húmedos laberintos de nubes.
¡Existo!
Fluida me dejo seducir por un ruiseñor
poeta y juntos, hacia el cosmos partimos.
Código: 1012298159758
Fecha 29-dic-2010 16:03 UTC-TEXTO
CICLOS
Beatriz Graciela Moyano
El desparpajo de unas sombras la asombra,
pero nada la perturba, inviables como las nieves eternas, invisibles como la
fragancia que sabes que está porque una parte de los sentidos la absorbe sin
ver, las imágenes de vidas actuales o pasadas conviven en esta mente haciendo
murmullo constante, los cuerpos sutiles perciben y guardan cuidadosos el
requerimiento de la dueña del cobre donde se depositaron las joyas, no ha de
haber conjuro ni pócima, ni eventual contingencia que atente contra el sagrado
registro gravado, ni amanecer de dos soles, ni anocheceres de amnesia, nada.
Fijo y resistente como las ágatas volcánicas, que evolucionan y embellecen pero
jamás mueren, allí está en la memoria y retina, el tiempo sin relojes números o
péndulos. Son las vivencias, hay un cúmulo de miradas, gestos y acciones que
permanecen como en un escenario de cuadros teatrales o museo de cera. Ciclos
que se desvanecieron en las manos cansadas, ellas han acariciado leguas de piel,
estremeciendo con su amor vibrante entre los dedos, no es arena que se escurre
y desliza contando tiempo, es el pelo plateado resplandor de luna brillante,
raíz impalpable por hechos causales o fortuitos como aquel quince de agosto
frente a la estatua de la virgen donde conoció el amor adolescente, aquel
lugar, ese beso apasionado bordado en las palabras de seda y a partir de esa
emoción, todas las sensibles emociones, las risas y las lágrimas que guardan
los vigías intangibles con todas las sublimes transparencias de vida, canciones
de amor y los poemas que a través de los tiempos y hasta el final de ellos
habrá gozado, bebido, tropel de recuerdos silenciosos, callados testigos de
brisas que conmovieron a las células y filamentos de ese cuerpo donde las intensidades
han dado paso a la nostalgia. Si capta que el ciclo ha vencido antes de un
despertar, solo se llevará las joyas, esas que nadie puede vender.
Tocando por Aburrimiento Corcheas Siniestras.
Francisco Antonio Ruiz Caballero
Tocando por aburrimiento corcheas
siniestras. De cada nota pende una lágrima, en cada lágrima hay un palacio de
cristal, en cada palacio, un lirio mortecino, secándose en un jarrón. Del lirio
se exhala un aroma a cadáver vegetal inconcluso, el último esfuerzo por volar
de la mariposa clavada en el alfiler. En el último aleteo hay una nota de
irisación turquesa, en dicha nota una lágrima falsa, hecha en vez de agua de
anís. Quien bebe de ese anís siente la garganta llena de alacranes y
caramelitos. Los alacranes pican con un aguijón curvo de pena y diamante, o de
diamante y pena. Los caramelitos son todos de menta o de limón. Dejan en el
paladar un sello de atardeceres corrompidos por su propia voluptuosidad, verdes
esmeraldas, añiles o lilas, chirriantes o melosos o melosos y chirriantes,
cargados con olor a reseda y jazmín. Madreselvas incestuosas sufren en los
jardines por la fuente de agua prisionera y el cisne de mármol de la que brota
el agua, está tan frío como un pedazo de nieve. El veneno del escorpión corre
por las venas, fabrica temblores de hojalata dorada, o provoca un sudor espeso,
que chorrea en las sábanas de seda con la untuosidad de la crema de cacahuete.
El enfermo siente la melodía de la copa de aguardiente, estridencias de cristal
y níquel someten al diapasón al esfuerzo de los muelles de bronce. Eléctricas
raicillas hay en el sueño del enfermo, sometido a un régimen de perla
derretida, por su piel corren tortuguitas de carey azul, muy lentas y muy
bonitas. El enfermo es como una playa al sol. El virtuoso toca una nota en el
instrumento. Jade e isósceles, lirio y polinomio, rosa y circunferencia. Se
abren a los ojos cuevas misteriosas en las que habitan los cíclopes, su solo
visión convierte en cíclope al que los observa. Ya es uno más de ellos, ya
jamás podrá regresar de la caverna en la que se introdujo, ahora tiene que
seguir avanzando en la maravilla. El terror sacude las corcheas, bisectriz y
caballito de mar, tangente y gorgonia, medusa y semántica, electrificación y
equinodermo. Alzados los muros del castillo. Por la puertecita entra el
orangután y la libélula, gimen los goznes lentas clepsidras de aceite
protónico. El aceite de oliva está teñido con mercromina al uno por mil.
Neptuno gira sobre su eje eternamente. Si quiero la nota del clavicordio será tan
dulce que las flores de los hibiscos se pondrán todas naranjas, pero si
continuo pulsando el clavicordio las flores de los hibiscos se pondrán tan
transparentes como un escarnio. Si quiero incluso haré que todos los hibiscos
se conviertan en libélulas negras. Ya están aquí las libélulas negras, tan
frágiles como una lágrima de muerto, tan diminutas como el duende de una seta.
No quiero que las roce ni la pluma de un colibrí. Mundos que chocan, sistemas
solares que colapsan enteros, por su propia peso, Gorgonas que se muerden sus
propios cabellos, libélulas negras sobre notas de limón y pomelo, aguamarinas
frías, amatistas tan grandes como puños, puñales con mango de caoba. Dagas en
las que el nombre prohibido del amor está grabado con ácido, melladas por el
uso continuo en partir trozos de madera. Exhalantes sándalos cortados por el
leñador esquizofrénico. Tocando por aburrimiento corcheas siniestras, gladiolos
como lenguas, espadas como rayos de luna. Habitantes de Selene atemorizados de
inundaciones de mazapán. Sidra y cabello de ángel rellenando buñuelos.
Macarrones con tomate. Queso mozarella para ludópatas ambidiextros. Raíz de
jengibre para melómanos y cretinos. Hombres lobo disfrazados de gatos, gatos
disfrazados de figuritas de Belén. Arañas. Perros. Gotas de vino. Uvas gordas,
dulcísimas. Racimos tan grandes que parecen corimbos de palmera.
TODO LO QUE QUIERES
F.S.R.Banda
Quieres todo mujer encelada, quieres el día
y hora en que mi santa madre me echó al mundo frío y ajeno a buscarte por los
recovecos y las grietas donde no estabas, mi niñez en el jardín de las dalias y
mi adolescencia acumulada en el cruce de dos calles por donde el atardecer se
hacía noche en un poniente allá abajo lejos imposible, quieres mis pesadillas
con sus miedos y desesperaciones, mis sueños tranquilos y borrados de la
memoria por gracia de mis sicóticas inhibiciones, mi desolaciones de náufrago
inconcluso y de viajero extraviado, mis soledades buscadas o sufridas según ha
sido el rumor de un azar indescifrable, quieres las alegrías que me fueron
floreciendo entre los musgos del tiempo detenido, las miserias de alabastro u
obsidiana, las pequeñas perversiones que fui ocultando en los intersticios de
las brumosas madrugadas, las pocas penas que guardo para las frescas tardes de
los últimos estíos, el ruido de las lluvias sobre el techo de zinc en los
inviernos de mi infancia y el perfume de los nardos y el sabor de las ciruelas,
quieres la cuenta de los latidos que llevo vividos y el saldo de los poco que
me quedan, la esquina donde te esperé equivocado y el mar de noctilucas
fosforesciendo en aquel oleaje nocturno, los ocres y los púrpuras de un
desierto que tenía tu nombre oculto en sus piedras lustrosas por los vientos
incesantes, quieres mis ternuras aconchadas en las oquedades del largo
destierro de minerales y arenas yermas, de rocas de verdes cobres y brillantes
piritas, el óxidos de los barcos anclados en la rada con sus luces lejos donde
yo me soñaba embarcado y tan lejos que no había horizontes ni altas gaviotas,
quieres lo que ven mis ojos cuando los cierro cansados de buscarte, las
palabras y las sombras que me definen como silueta difusa a contraluz de todo o
me borran la máscara que asumo para soportar los años y las gentes, las
mentiras perfectamente construidas y los versos quizá plagiados en la confusión
de una sobrevivencia imposible entre fieras y acantilados, quieres la
cartografía secreta de los tortuosos senderos de mi bosque, con su estanque de
peces silenciosos y los números codificados con que identifico los geranios,
los nombres de los pájaros, de los insectos y de los caracoles, y también el
sitio exacto en que las hormigas dejarán mis huesos blanqueados en su triste
cal originaria, quieres mis herencias marcadas en la piel y las voces que no
olvidaré nunca porque poseen la vigencias de los seres queridos, quieres el
todo y lo poco, lo que recuerdo y lo que olvido, quieres tantas cosas que me
faltarían crepúsculos para dártelas todas.
La
forma de poema es una desgracia pasajera.
Osvaldo
Lamborghini, “Die Verneinug”, 1977.
Revista PARADOXAS N° 222
1° de julio de 2016