viernes, 1 de julio de 2016

PARADOXAS N° 222

PARADOXAS

REVISTA VIRTUAL DEL SURREALISMO NEOBARROCO


Año XII - N° 222


INDICE

Soy hija de la luna y el silencio - Musa Peregrina.
TALLER DE ESCRITURA - Clara Schoenborn
TU VOZ ME SOSEGÓ - María Eugenia Gulfo Berrocal
TERNURA DE LINTERNA - Antonio Escobar Mendivez
Amores - Ivonne Concha Alarcón
UN TANGO - José Jesús Conde
Soy - María Itza
FANTASIAS DE UNA HEBRA - Maria de los Ángeles Roccato
CICLOS - Beatriz Graciela Moyano
Tocando por Aburrimiento Corcheas Siniestras. -  Francisco Antonio Ruiz Caballero
TODO LO QUE QUIERES - F.S.R.Banda


EDITORIAL

¿De qué trata el neobarroco en la poesía?
Yo creo justamente que se trata de acceder a un precipitado que es el pensamiento, muy complejo, porque tiene a la vez muchos vectores. Cierta escritura que podemos llamar “neobarroca” no hace concesiones al lector, no quiere ser deliberadamente difícil, quiere alcanzar esa dimensión extrema del pensamiento, no quiere que la admiren, sino llevar hasta el fondo la capacidad de pensar. Es de esa manera cuando no hay separación entre el concepto y la imagen. Lo que llaman el concepto barroco es un pensar a dos luces. Esas dos lucen pueden ser el concepto y la imagen o las implicaciones varias de una frase, idea, concepto. En todo caso se trata de rescatar esa ligazón entre componentes del pensamiento. La carta séptima de Platón habla de los componentes del pensamiento, incluye la imagen, el concepto (la palabra) y la episteme. El pensamiento es como un roce entre todos esos elementos, como un subir y bajar. De una manera implicándolos. No es logocéntrico porque este no privilegia la palabra. De hecho puede decirse que la intuición es un pensamiento sin palabras.
Roberto Echavarren

Pirateado de ROBERTO ECHAVARREN: “LO QUE LLAMAN EL CONCEPTO BARROCO, ES UN PENSAR A DOS LUCES”, Entrevistas. Juan Luis Landaeta, en Revista Temporales, publicado el 18 de febrero de 2015. Vale.

El Editor


Soy hija de la luna y el silencio
Musa Peregrina.

Soy hija de la luna y el silencio, la musa que renace tras el aullido de la noche envuelta en plumaje grisáceo, con escamas y aroma de sal, con la suavidad de la rosa en mis entrañas, y un par de alas cual mariposa vagabunda, teñida de dolor y pretéritos en el alma.
Soy hija de aquellas sombras que arremeten un pasado ya finito, soy la que se enamoró del diablo y vive para contarlo.... La de la sonrisa a medias y los zapatos con agujetas. La hoja más seca de un otoño inesperado, el puño de tierra obsequiado antes de partir.
Soy la pluma en el aire que eriza al viento en su peregrinar. La galaxia más cercana que dará cobijo a tu corazón todo terreno. La dama vestida de blanco y de largos cabellos, que con los años dejo huellas en la arena, que son la prueba imborrable de que estuve allí. Para recibir aquel sol mentiroso que asomó por poco tiempo en mi ventana solitaria...


TALLER DE ESCRITURA
Clara Schoenborn

Estas palabras están escapando ahora mismo del poema, no quieren permanecer en él. Quieren volverse agua de mariposas  y repetir tres olvidos. No quieren ser poema. Quieren llegar lejos hasta donde ellas no existen, hasta donde nadie las ha escrito, hasta el silencio con sus dedos cortados y su desperdicio de sangre. Mira cómo se van las palabras. Mira cómo va desapareciendo el poema. Míralo qué bello, qué extraña rotura con su olor de madera. Míralo. Nadie lo escribe. Nadie lo lee. Nadie lo escucha. Ha nacido al fin el poema perfecto.


TU VOZ ME SOSEGÓ
María Eugenia Gulfo Berrocal

En medio de la soledad de la tarde, cuando las lágrimas eran cristales opacos perdidos en un ocaso sin colores, llamaste tú. Escuchar tu voz fue el elixir que perfumó el momento, fue el agua bendita que absorbí y que derritió la tristeza trocándola en azahares que enjugaban el dolor, recogiendo las trizas de sentimientos que rodaban por el piso. Tu palabra penetró en mi sentir como agua en tierra seca que chorrea por las grietas, buscando humedecer todo el sembrado. Sabes? Cuando charlas conmigo traspasas mis sentidos, navegas por mis venas hasta mi alma, te apoderas de mi esencia, esa que sólo guardo para ti. Cómo quisiera tenerte a mi lado. Cómo quisiera que la distancia fuera el filo que separa el día de la noche, que se amalgaman en un instante perdido en el tiempo. Te quiero tanto tanto, que hasta me duele el alma. Siento que me proteges en tu regazo como el espolón protege a la playa del impetuoso mar, que eres mi hombre varonil, fuerte, el mástil que soporta las velas de mi barca perdida en altamar. Ansío compartir mi lecho contigo, levantarme con la aurora, hincarme en el piso frente a ti, contemplar tu sueño y poco a poco ir despertándote con mis besos y caricias, servirte un café y adornar la bandeja con flores todavía húmedas del sereno de la noche, reír como niños y ver el día de mil colores, con lirios engalanando el espacio aromatizado por los naranjales. Pero llegará el día en que el mar abrirá un trecho y uniremos  nuestros corazones en el amor. Ven te espero con un capullo de rosa en mis manos.


TERNURA DE LINTERNA
Antonio Escobar Mendivez

Me mojo en tu mirada, en ti navego mar de olas amadas  donde interna la espuma su ternura  de linterna, se hace su luz amada dulce fuego. A tus llamas me adentro, a ti me apego, a tu amor de paloma. Me gobierna, me introduce encantado  a la caverna en la serenidad de mi sosiego. Y me olvido mi amor que hay una herida como un río que inunda mis adentros de tu caricia  palpitante, henchida. En tu pasión bendita siempre encuentro un remolino  de alma conocida que me conduce violento hacia tu centro. Encuentro allí tus ojos, fatigado el tiempo me va abriendo  tus ventanas, no sabes, corazón, que tengo ganas de llegar  hacia ti, alucinado. Mis ojos que te miran afanados, alboradas en todas las mañanas dejan en tu alma pura, las campanas sonando arpegios de luz enamorados. Cada mañana tienen las auroras, la brisa cantarina en tu sonrisa, ola o gaviota de mi mar amado. Acurrucada en ti mi alma te adora y mi amor, ángel mío, siempre atiza el deseo de estar siempre a tu lado. Cantando, estoy atento a tu mirada, anudo tu sentir  con el pabilo de la ternura  y te llevo en vilo a los suspiros  de las madrugadas. Y de inmediato estoy a tus llamadas como agua de arroyuelo muy tranquilo dibujo tu sonrisa. Sigo el hilo en el incendio  de tus llamaradas. Somos, seremos el jardín de trinos, el canto ornamental a cada instante o la belleza  de inmortal cascada. Y juntitos por todos los caminos beberemos los dos  la luz fragante en la fuente de amor iluminada.


Amores
Ivonne Concha Alarcón

Amante nocturno, búho sin ojos, disonantes destinos absurdos, mariposas volando, golpeándose a ciegas en murallas ajadas hechas de tierra y paja, muros caídos en noches terribles, noches borrascosas, viento violento, intenso, llevándose hasta los cimientos de la moral, hojas y botones de rosas amarillas y violetas, espinas. Frutas verdes perdiéndose en el suelo culpa del viento, ramas y ojos pardos verdosos, cardenales rojos y blancos, violetas pequeñas, gusanillos robando savia en el alma de los cangrejos de ríos. Silencios y gritos de los sabios roedores comiendo las nueces del canasto de mimbre de la abuela, la oveja que dará lana en el invierno negro, cicatrices en las pieles ajadas, vientos huracanados, aplausos y oscuridad en los balcones, gritos del alma de un solitario aferrado al Cristo de madera de casa ajena, gemidos en los cerros, en las alturas de la gélida nieve. Sí, mis labios podrían morir sin el calor de los tuyos, trasmiten deseos rosas, rosas fuertes y rojo furioso, sí, el deseo intenso que se sube desde el suelo a la cumbre de la pasión enrojecida. Canarios dormidos, luciérnagas sin dormitorios, no duermen, deambulan a tientas. Donde estés, entre risas y sonrisas y cuentos inventados esperaré que se acerque tu mar a mi piel morada de frío, contrariedad de vida pobre y brotes de hortalizas verdes. En el bajo plano esperan en el hogar junto a la leña y el humo palabras y silencios gritando absurdos llamados a pesar de todos los elementos, la tarde amarilla, la leña café y un tazón de leche hirviendo, pobreza dura, rudos dolores en los huesos y en la historia larga del tiempo escrito en letras que no poseen recuerdos...


UN TANGO (*)
José Jesús Conde

Desde aquellas tardes de la casa de la plazoleta, en donde mi corazón de niño no sonriente palpitaba por cada placa gastada de Carlitos Gardel, y que yo ponía con esmero casi sacro, una y otra vez, sobre nuestra Philips de caja. Que no había lugar para el descanso. Que todo era un enhebrar melodías: Arrabal amargo, Por una cabeza, Mano a mano, La Cumparsita, Caminito, Adiós muchachos, Silencio, Madreselva, Tomo y obligo, Un tropezón, Mi Buenos Aires querido… Mientras, mi padre ahogaba su llanto por entre las aguas tintas de la pena y el desengaño. Llevo un tango colgado de los labios perennemente. Desde aquellos minúsculos ensueños con los que “el morocho” envolvía a este niño de semblante serio que, puesto manos a la obra, empapaba el alma atormentada de mi padre colocando placa tras placa en las tardes arrobadoras de la casa de la plazoleta. Que era todo un engarzar cadencias: La última copa, Por tus ojos negros, Silbando, Volvió una noche, Yira, yira, Milonga sentimental, Bandoneón arrabalero… Llevo un tango colgado de los labios perpetuamente. Llevo un tango, que enarbolo con orgullo cada veinticuatro de junio de todos los años.

* En el recuerdo de Carlos Gardel, cantor de tangos, fallecido el 24 de junio de 1935, en accidente de aviación ocurrido en Medellín (Colombia)


Soy
María Itza

Soy el asombro de los oráculos que enceguecen ante la impoluta blancura de mis nardos. Me agoto en espejos trizados que repican como campanas las grises soledades de mis tatuajes;  espejos de niebla y de cartón plateado, juguetes de Navidad que hieren mis cuatro costados. Me arrastro para salir de los vacíos  y milenarios abismos que me habitan y contaminan mis luces de libélula en capullo. Una estrella sin puntas muere en la mansedumbre azul de mis golondrinas de papeles pintados mientras intento develar el misterio de antiguos barcos esqueletos sumidos en abismos de sal. También soy un geranio demorado en los cimientos del océano donde amanezco pulverizada por las grietas rumorosas de miles de anémonas que se arrastran como desvelados caracoles de baba para lamer mis pies. Felina y visceral enciendo mi linterna de dudas y salgo como Diógenes en busca del hombre que me ha negado las primaveras de mi juventud y se escapa como reptil siseante a esconderse en las dunas donde soy carcelera de las palabras. Acaso alguna vez descubra el ritual de sonajas que me convierta en reina para habitar tu corazón, nido vacío, en las ocultas nadas de mis sueños. Entonces describiré las auroras, astronautas lúbricas de mis noches y te veré como león de bruma, incandescente y eterno sobre el cielo sin lunas que te pertenece.


FANTASIAS DE UNA HEBRA
Maria de los Ángeles Roccato

Inserta en  esta madeja –mientras espero mi desapego-
sueño…
Juego al tobogán y en jolgorios estallo.
Bordo en  el cielo poemas.
Acerco amores perdidos.
La tristeza  cubro con matizado cordón y al desaliento filigrana  de oro le imprimo.

Espero…
Siento…
Sueño…
Me hamaco en un crisantemo  mientras enamoro al duende  custodio.
En caravana de hilos al viento me entrego.
Con una libélula piloteo sueños de silfos.
Entibio mi sinuosidad  al contacto  de un colibrí.
Bostezo suspiros de alondras.
Penetro el horizonte y  en la brisa huellas dejo.
Sigo las gaviotas y me busco en el barrilete y su cola.
Cautivo rayos de sol para sembrarlos en  lagos de agua violeta.
Suspiro mariposas de lluvia.
Enlazo y desenlazo a las horas marchitas.
Esbozo pentagramas con melodías sagradas.
Escucho mi corazón que acelerado me sigue.

No obstante debo ser fuerte y partir.
Espero señales.
Olfateo la brisa.
Un hada oficia de cómplice,-levanta sus pulgares al cielo-…
Siento que el momento ha llegado.

Me estiro…más y más…crujo…me deshilo…duele…me corto…
Perpleja me miro,- ya no estoy ligada a la madre madeja-.
Tengo alas,-sonrío-.
El  cuerpo largo y serpenteante   gravita, en húmedos laberintos de nubes.
¡Existo!
Fluida me dejo seducir por un ruiseñor poeta y juntos, hacia el cosmos partimos.

Código: 1012298159758
Fecha 29-dic-2010 16:03 UTC-TEXTO


CICLOS
Beatriz Graciela Moyano
      
El desparpajo de unas sombras la asombra, pero nada la perturba, inviables como las nieves eternas, invisibles como la fragancia que sabes que está porque una parte de los sentidos la absorbe sin ver, las imágenes de vidas actuales o pasadas conviven en esta mente haciendo murmullo constante, los cuerpos sutiles perciben y guardan cuidadosos el requerimiento de la dueña del cobre donde se depositaron las joyas, no ha de haber conjuro ni pócima, ni eventual contingencia que atente contra el sagrado registro gravado, ni amanecer de dos soles, ni anocheceres de amnesia, nada. Fijo y resistente como las ágatas volcánicas, que evolucionan y embellecen pero jamás mueren, allí está en la memoria y retina, el tiempo sin relojes números o péndulos. Son las vivencias, hay un cúmulo de miradas, gestos y acciones que permanecen como en un escenario de cuadros teatrales o museo de cera. Ciclos que se desvanecieron en las manos cansadas, ellas han acariciado leguas de piel, estremeciendo con su amor vibrante entre los dedos, no es arena que se escurre y desliza contando tiempo, es el pelo plateado resplandor de luna brillante, raíz impalpable por hechos causales o fortuitos como aquel quince de agosto frente a la estatua de la virgen donde conoció el amor adolescente, aquel lugar, ese beso apasionado bordado en las palabras de seda y a partir de esa emoción, todas las sensibles emociones, las risas y las lágrimas que guardan los vigías intangibles con todas las sublimes transparencias de vida, canciones de amor y los poemas que a través de los tiempos y hasta el final de ellos habrá gozado, bebido, tropel de recuerdos silenciosos, callados testigos de brisas que conmovieron a las células y filamentos de ese cuerpo donde las intensidades han dado paso a la nostalgia. Si capta que el ciclo ha vencido antes de un despertar, solo se llevará las joyas, esas que nadie puede vender.


Tocando por Aburrimiento Corcheas Siniestras.
Francisco Antonio Ruiz Caballero

Tocando por aburrimiento corcheas siniestras. De cada nota pende una lágrima, en cada lágrima hay un palacio de cristal, en cada palacio, un lirio mortecino, secándose en un jarrón. Del lirio se exhala un aroma a cadáver vegetal inconcluso, el último esfuerzo por volar de la mariposa clavada en el alfiler. En el último aleteo hay una nota de irisación turquesa, en dicha nota una lágrima falsa, hecha en vez de agua de anís. Quien bebe de ese anís siente la garganta llena de alacranes y caramelitos. Los alacranes pican con un aguijón curvo de pena y diamante, o de diamante y pena. Los caramelitos son todos de menta o de limón. Dejan en el paladar un sello de atardeceres corrompidos por su propia voluptuosidad, verdes esmeraldas, añiles o lilas, chirriantes o melosos o melosos y chirriantes, cargados con olor a reseda y jazmín. Madreselvas incestuosas sufren en los jardines por la fuente de agua prisionera y el cisne de mármol de la que brota el agua, está tan frío como un pedazo de nieve. El veneno del escorpión corre por las venas, fabrica temblores de hojalata dorada, o provoca un sudor espeso, que chorrea en las sábanas de seda con la untuosidad de la crema de cacahuete. El enfermo siente la melodía de la copa de aguardiente, estridencias de cristal y níquel someten al diapasón al esfuerzo de los muelles de bronce. Eléctricas raicillas hay en el sueño del enfermo, sometido a un régimen de perla derretida, por su piel corren tortuguitas de carey azul, muy lentas y muy bonitas. El enfermo es como una playa al sol. El virtuoso toca una nota en el instrumento. Jade e isósceles, lirio y polinomio, rosa y circunferencia. Se abren a los ojos cuevas misteriosas en las que habitan los cíclopes, su solo visión convierte en cíclope al que los observa. Ya es uno más de ellos, ya jamás podrá regresar de la caverna en la que se introdujo, ahora tiene que seguir avanzando en la maravilla. El terror sacude las corcheas, bisectriz y caballito de mar, tangente y gorgonia, medusa y semántica, electrificación y equinodermo. Alzados los muros del castillo. Por la puertecita entra el orangután y la libélula, gimen los goznes lentas clepsidras de aceite protónico. El aceite de oliva está teñido con mercromina al uno por mil. Neptuno gira sobre su eje eternamente. Si quiero la nota del clavicordio será tan dulce que las flores de los hibiscos se pondrán todas naranjas, pero si continuo pulsando el clavicordio las flores de los hibiscos se pondrán tan transparentes como un escarnio. Si quiero incluso haré que todos los hibiscos se conviertan en libélulas negras. Ya están aquí las libélulas negras, tan frágiles como una lágrima de muerto, tan diminutas como el duende de una seta. No quiero que las roce ni la pluma de un colibrí. Mundos que chocan, sistemas solares que colapsan enteros, por su propia peso, Gorgonas que se muerden sus propios cabellos, libélulas negras sobre notas de limón y pomelo, aguamarinas frías, amatistas tan grandes como puños, puñales con mango de caoba. Dagas en las que el nombre prohibido del amor está grabado con ácido, melladas por el uso continuo en partir trozos de madera. Exhalantes sándalos cortados por el leñador esquizofrénico. Tocando por aburrimiento corcheas siniestras, gladiolos como lenguas, espadas como rayos de luna. Habitantes de Selene atemorizados de inundaciones de mazapán. Sidra y cabello de ángel rellenando buñuelos. Macarrones con tomate. Queso mozarella para ludópatas ambidiextros. Raíz de jengibre para melómanos y cretinos. Hombres lobo disfrazados de gatos, gatos disfrazados de figuritas de Belén. Arañas. Perros. Gotas de vino. Uvas gordas, dulcísimas. Racimos tan grandes que parecen corimbos de palmera.


TODO LO QUE QUIERES
F.S.R.Banda

Quieres todo mujer encelada, quieres el día y hora en que mi santa madre me echó al mundo frío y ajeno a buscarte por los recovecos y las grietas donde no estabas, mi niñez en el jardín de las dalias y mi adolescencia acumulada en el cruce de dos calles por donde el atardecer se hacía noche en un poniente allá abajo lejos imposible, quieres mis pesadillas con sus miedos y desesperaciones, mis sueños tranquilos y borrados de la memoria por gracia de mis sicóticas inhibiciones, mi desolaciones de náufrago inconcluso y de viajero extraviado, mis soledades buscadas o sufridas según ha sido el rumor de un azar indescifrable, quieres las alegrías que me fueron floreciendo entre los musgos del tiempo detenido, las miserias de alabastro u obsidiana, las pequeñas perversiones que fui ocultando en los intersticios de las brumosas madrugadas, las pocas penas que guardo para las frescas tardes de los últimos estíos, el ruido de las lluvias sobre el techo de zinc en los inviernos de mi infancia y el perfume de los nardos y el sabor de las ciruelas, quieres la cuenta de los latidos que llevo vividos y el saldo de los poco que me quedan, la esquina donde te esperé equivocado y el mar de noctilucas fosforesciendo en aquel oleaje nocturno, los ocres y los púrpuras de un desierto que tenía tu nombre oculto en sus piedras lustrosas por los vientos incesantes, quieres mis ternuras aconchadas en las oquedades del largo destierro de minerales y arenas yermas, de rocas de verdes cobres y brillantes piritas, el óxidos de los barcos anclados en la rada con sus luces lejos donde yo me soñaba embarcado y tan lejos que no había horizontes ni altas gaviotas, quieres lo que ven mis ojos cuando los cierro cansados de buscarte, las palabras y las sombras que me definen como silueta difusa a contraluz de todo o me borran la máscara que asumo para soportar los años y las gentes, las mentiras perfectamente construidas y los versos quizá plagiados en la confusión de una sobrevivencia imposible entre fieras y acantilados, quieres la cartografía secreta de los tortuosos senderos de mi bosque, con su estanque de peces silenciosos y los números codificados con que identifico los geranios, los nombres de los pájaros, de los insectos y de los caracoles, y también el sitio exacto en que las hormigas dejarán mis huesos blanqueados en su triste cal originaria, quieres mis herencias marcadas en la piel y las voces que no olvidaré nunca porque poseen la vigencias de los seres queridos, quieres el todo y lo poco, lo que recuerdo y lo que olvido, quieres tantas cosas que me faltarían crepúsculos para dártelas todas.


La forma de poema es una desgracia pasajera.
Osvaldo Lamborghini, “Die Verneinug”, 1977.

Revista PARADOXAS N° 222
1° de julio de 2016