PARADΘXAS
REVISTA VIRTUAL DEL SURREALISMO
NEOBARROCO
Año X - N° 199
INDICE
QUIETUD - Nieves María Merino Guerra
Mignonette - Kike Gómez Saavedra
LA MASCARA - Javier Huamán
Línea divisoria - Roberto Federico Novoa Olvera
E LA NAVE VA - F.S.R.Banda
DIOS MÍO. QUÉ BUEN ESCRITOR SOY. Y NO ME CONOCE
NI MI PADRE. - Francisco Antonio Ruiz caballero
EDITORIAL
Sobre el barroco, dijeron:
El farragoso léxico, la sintaxis
a veces inextricable y el abuso de los pronombres demostrativos, que con
frecuencia obligan al lector a retroceder, entorpecen la lectura seguida...
J. L. Borges
El término comparativo no sólo se
va independizando del comparado sino que se multiplica vertiginosamente; una
imagen da paso a otra y ésta a otra: así la trama verbal va devorando al objeto
que la suscita.
G. Sucre
Modalidades aderezadas con
efectismos, promiscuidad de vocablos de rimbombancia churrigueresca, que saltan
a la mente como muñecos elásticos, fraseología fatua, que como un aeróstato,
más se hincha cuanto más sube de tono; hipérboles gigantes que pasan volando...
epítetos que parecen remilgos, frases que son gestos de hipocondríaco.
J. Herrera y Reissig
Espacio del dialoguismo, de la
polifonía, de la carnavalización, de la parodia y la intertextualidad, lo
barroco se representaría, pues, como una red de conexiones, de sucesivas
filigranas, cuya expresión gráfica no sería lineal, bidimensional, plana, sino
en volumen, espacial y dinámica. Textos que en la obra establecen un diálogo,
un espectáculo teatral cuyos portadores de textos son otros textos; de aquí el
carácter polifónico de la obra barroca, de todo código barroco, literario o no
S. Sarduy
Pirateos de varios sitios. Vale.
El Editor
La melodía
Julia Rubiera
La melodía iba poco a poco invadiendo
la instancia
intentado desatarla de los nudos
que construyen el silencio y la añoranza
Y sin embargo ella seguía en la
misma postura
respirando despacio, sintiendo
latir su corazón con su reiterado trepidar
por su mente el mismo proverbio
peregrinando
retándola a subir las escaleras
que dirigen al desván
y allí entre las piezas que
mantienen un desorden estudiado
que parecen nunca dormir, de
puntillas volver a revivir los momentos
el memorial, las miradas
penetrantes, melancólicas y deshabitadas que en ellas moraban
imperecederos amores como
estrellas recubren por la noche el firmamento
haciendo a cada recoveco de su
alma comprender
que a veces al ayer es preciso
volver para poder dar explicación al hoy
hallar una razón para seguir
soñando mañana
Hacer concordar el tiempo real
con la sapidez envejecida del antes
Brujulear el motivo por el cual
los encuentros solo valieron para intensificar los desencuentros
Reflexionar sobre las partidas de
ajedrez quedadas en el aire
por acercar la mano con intención
de mover el caballo o el alfil y quedar solo en ademán
en las décimas de segundo que
tarda en caer al suelo una gota de agua
Reproducir las voces que la
hicieron sentir que de ellas era el edredón que las arropaba
Los chirridos de las puertas que
con decisión cerró tras de si
el deslizar de las ventanas que
sin miedo al estar solo entreabiertas tuvo que abrir
para que la brisa entrara y
oponiendo resistencia al que dirían lograr su designio cumplir.
Las resonancias de las emociones
que dejan las despedidas trabadas en la garganta
La melodía iba poco a poco
invadiendo la instancia
y ella dudaba si aceptar el reto
y subir o seguir con la magia que su imaginación creaba
que la enseñaba a poner nombre a
la historia de lo que perdió y ganó
a los besos que otorgo, a los que
ella no acepto, a los ambiguos
a los que la hicieron sentirse a
salvo del dios del inframundo, Hades
Y al fin decidió dejarlos seguir
durmiendo aunque jamás dormían
en aquel desván secreto que
nadie, solo ella sabía que existía
con incorpóreas divisorias, donde
moraban juguetes, fantasías de infancia
el huracán de la juventud, de la
madurez el anagrama que no viene en ningún mapa
los mágicos instantes que vivió,
dejando espacio para los que aún le quedan por vivir
la calidez del amor que la recuerda
que existió ayer, que respira en el hoy
que seguirá albergando en el
mañana.
QUIETUD
Nieves María Merino
Guerra
Quietud de medianoche desvelada
en besos sutiles ansiados escarbando con la mirada su mirada ausente encauzando
tus sentidos divagadores por los puertos, madreselvas e insectos que elevas a
la altura de lírica coherente e inherente de quien se siente y sabe poeta
aunque se deje enroscar por metáforas preñadas , ingrávidas, parturientas
mientras la amada se aleja con ése deje de aburrimiento que sostiene realidades
sanchas nada amorfas ni trasparentes cuando el rumor se hace eco de la
cotidianidad superviviente florecida entre sus dedos armoniosos donde la magia
de la lírica se hace patente con sus presentimientos-sentimientos responsables pisando
tierra firme -a veces enlodada hasta sus tobillos-denotando y detonando brumas
en tu mente ágil y sabedora -consciente- de cada gesto, sonido, huellas ...
Luces -penumbras encofradas- de incertidumbres ante la armónica presencia
-vuelo simétrico, preciso, precioso- de aves migratorias que desde ahora buscan
y encuentran los vientos propicios en senderos celestes hacia éste norte donde
se anuncia -estalla- la primavera acogedora, esperanzada sin más veleta ni
estrella norte que los instintos heredados -Nunca son las mismas las que
regresan, pero lo saben- Como lo sabe la mujer con comisuras de miel y menta
ansiando ósculos ebrios de pasión generadora de placeres vacíos de tabúes
obsoletos... Delineas-alineas tus palabras al tiempo que tus instintos básicos
y profundos -alma y cuerpo- entrelazados también en ADN plantando los surcos de
su piel ajada -como la tuya-semillas encendidas como teas entre los rescoldos
duros y frágiles indesterrables de amor construido sobre cimientos vagos
fortalecidos por los aceros del tiempo. Tu mano entre sus manos es una orgía de
sensaciones instintivas amoldando pieles, texturas somáticas deleitándose sin
pensamientos vacuos ni dejar de escuchar la sinfonía del agua o el canto del
crepúsculo que invita a amar sin cuadraturas entrecerrando los párpados
cuajados, placerosos, donde el tiempo es más relativo que nunca. Vuelve el
hombre y amanece el poeta entrelazando sus miembros hasta la más profunda
oquedad que le inquiera y aquieta. Vadeas su cuerpo con la yema de tus dedos
explosionando gemidos. Rompiendo -rasgando- el momento sublime -natural- de
vuestro nuevo encuentro existencial.
Mignonette (*)
Kike Gómez Saavedra
Bésame con ira, mignonette... Con
la intención férrea de hacerme daño, busca en mis labios el sabor maderoso de una copa de
Bourbón y busca en mi pasividad el placer parafílico de saberte superior...
Sígueme, mientras te sigo controla tu el retorcido camino hacia las sombras
azules de otro dulce alucinógeno... Ámame con violencia, mignonette, atando mis
miembros sumisos con correas de demencia negra. Reirás con tal desapego que un
cincel tallará en mi mente los contornos de mi tortura y adoraré cada segundo
de ello... Que sea de madrugada, mignonette, aunque nuestra sangre intoxicada
nos niegue el paso de las horas y nos desnude en un letargo estúpido e
incoherente, donde me amas, y me muerdes, me tocas y me amarras, y tu piel,
sedosa como nieve busca calor muy dentro de la mía... Encuéntrame de rodillas y
apodérate de mi aliento, que yo seré devoto a tu locura y tú devorarás la mía,
aunque mignonette, al morir, en la profundidad del encuentro ámbos seremos
blancos, entonces, yo aprisionaré tu cordura, esa que nunca fue tuya...
(*) Transposición a prosa de F.S.R.Banda
LA MASCARA
Javier Huamán
Me he ganado el derecho a usar
esta máscara. Me ha costado y es por eso que me aferro a ella, y no estoy
dispuesto a dejarla ir tan fácilmente. Le he tomado aprecio. No es una
impostura, tampoco una colección de argucias, no, ella es tan natural como la
primera creación, tan natural como la condensación de las nubes o el
endurecimiento de los diamantes, tan natural como las metamorfosis, tan
legítima como el camuflaje de los que son depredados y deben mimetizarse. Sí,
amo esta máscara mía, la amo profundamente. Ella es mi solución, ella es mi
piedra de toque. Con ella de pronto queda abierto mi redil y se escapan mis
rebaños, libre mi colección de especimenes raros: hay un dragón que no es mío y
al que temo, no obstante regocíjame el verle bramar y lanzar fuegos, hay un
caníbal que debo custodiar pero al que me place dejar libre, están mis corceles
doblegados de paso cansino, también la anárquica jauría que me resguarda sin
que yo la azuce; están mis murciélagos que del día sólo conocen la noche, que
entonan un canto para no tropezar con las paredes; están mis luciérnagas, que
destilan y queman su propio magro combustible; tengo también por supuesto mi
bandada de palomas, llenas todas de smog, humildes y precavidas, muy dignas
metabolizando una mala comida y el techo precario. Amo lo que está en mi redil,
amo todo lo que en él pueda entrar y cobijarse.
¡Qué angustia, qué dolor cuando
debo alejarme de mi máscara!¡Qué terror me invade cuando la pierdo de vista,
cuando debo olvidarme y mezclarme en el mundo para pelear el sustento!¡Qué
desvalido, qué poco queda de mí en esos momentos! Al final del día me apresuro
a sacarla de su escondite, loco la examino sin verla realmente, feliz,
estúpidamente feliz de hallarla a salvo. Ella me alienta dulcemente, sus
palabras amables van derritiendo la sordera que el día edifica para mí, la
amplitud del horizonte de repente se despliega y todo se apresura a converger
en el abismo, con nuevo ímpetu la sangre fuerza sus cauces y se agolpa en la
superficie de mis ojos; y de pronto inarticulada mi voz, por primera vez la
escucho, y ella habla de mí, y ella le contesta al mundo, etc.
Sí, decididamente amo esta
máscara mía; amo su razón, amo indefectiblemente los prejuicios nimios que a mí
me han zaherido y a ella la han levantado; amo las pequeñas mezquindades de los
que comparten conmigo mi mesa y con las cuales debo condescender; amo el asco
equívoco y la ciega aversión que he inspirado y que hoy me dan la oportunidad
de una última palabra; amo las burdas sospechas, amo las humanas traiciones que
han modelado los pómulos de esta mi máscara querida; amo las mentiras que he
creído, los desplantes que he sufrido, las amargas palabras que me socavan, el
egoísmo que me adula, la benevolencia que me mata, etc.
¡Sí, los que hemos sido
humillados tenemos la última palabra, nosotros somos los que debemos redimir
este mundo!¡Sí, nadie más que nosotros tiene libres las manos, nadie más podría
evocar los hechos, esgrimir la palabra!
Me he ganado el derecho de usar
mi máscara. Ella es mi vínculo con el mundo. De ella no quiero despojarme.
Línea divisoria
Roberto Federico
Novoa Olvera
Y cuando todos los muertos me
tocan en la ciudad de los espejos, un lugar debatido en los ambos lados del
ocaso, aclaran la naturalidad básica que obliga con sus fluidos intravenosos la
entrada sosegada, tóxica, pura e imperfecta hacia el inicio de tempranas
amarguras.
He perdido el sentido de la
direccionalidad de la luz, estimaciones imprecisas de una serie de coordenadas
que en roca y polvo en la malformación del poniente, atraen la versión terrible
de lo que somos; pero se traducen las equivalencias de la sed cósmica de
interrogantes que etiquetan la pesadumbre personológica en una nosológia
psiquiátrica y de inicio temprano.
Me convertí en filósofo y poeta
en una cápsula de procedimientos de una psicosis disfuncional, velocidad y
maniobra de todos los sueños que se caen como una casa de cartas, un imperativo
biológico que en el dorado de lo desconocido, en la mente orla los pisos
originales de los martirios adyacentes.
Acongojado en el ritual de la
disolución que atañe a la especie humana, en los brazos de la razón y en una
misma frecuencia, el humo de esa grave fístula postoperatoria, declinan la
vieja estirpe subyugada que se ha convertido en el gemido circular de un sistema
medular y lleno de contradicciones.
Colección de silencios que
pronuncian la depurada mendicidad, el delgado sentimiento que determina el
momento de la gran carnicería del desajuste, que en un circuito imperativo
definen el infierno de nuestra morfología: patria pútrida, saturación de la
complicación de mi propio infortunio.
F.S.R.Banda
«Una fantasía, si
es auténtica, lo contiene todo y no necesita explicaciones.». Federico Fellini.
Ya nadie sabe donde se van a esconder los
delirios cuando vos Maestro no los desarmes ni los tritures en sus topacios y
sus rubíes coronados en sus espantos de medianoche sobre el filo mustio de la
luna menguante, cuando no sepamos si enmudeciste porque se te abarrotaron las
venas de los sacrificios sangrientos o te abandonaron los pájaros del éxtasis
de la contemplación en medio de alguna calle de tu Sevilla cerca de la Plaza del Pumarejo, o simplemente dejaste el espacio donde te
inclinabas a contar las huellas de los saurios y ahora andas por ahí
especulando sobre las nervaduras de las alas de las mariposas con la vista en
alto tan alto que ya no ves las miserias que ibas borrando con tus verbos
embarrocados hasta los mismísimos delirios que desarmabas y triturabas para que
nadie dijera que mentías cuando relatabas en la voz de tus demonios los viajes
a los profundos territorios de la locura. Quizá en esas travesías se te fueron
escarchando lo recuerdos y el mañana temprano se te volvió cenizas y cuando
despertaste del otro sueño, del verdadero, no encontraste la madrugada y
seguiste durmiendo para que no se te volaran los ojos con los que mirabas los
objetos en sus reales tornasoles y observabas los microscópicos imaginarios de
las geografías extraviadas en los antiguos portulanos, las zoologías de las
salamandras inverosímiles y las misteriosas botánicas de los musgos y los
helechos sangrientos. O se te entumieron las manos con el frío de las cumbres
en las alturas marfileñas de tus desvaríos por rastrear los senderos de la
belleza sin saber que:
Los siglos que en
sus hojas cuenta un roble,
árbol los cuenta
sordo, tronco ciego;
quien más ve,
quien más oye, menos dura (i).
Y ahí se están quedando para los siglos los
vestiglos y los endriagos que habitaron tus mundos divididos, escindidos, hendidos
o rotos, ahí las sublimes mutaciones de la conciencia de realidad de las que
apenas escapabas riendo a carcajadas por la mísera fisura de los antipsicóticos
y su mágica bioquímica de circo pobre, sin trapecistas ni payasos porque resulta que los dioses sólo se escuchan a si
mismos (ii). Y la nave se fue sin
tus huesos derrotados, sin que alcanzaras a ver los escorpiones de amatista ni
las larvas de los escarabajos de obsidiana que perforaban sus túneles
pestíferos en las pequeñas limaduras de tu mente alborotada por los arduos
adjetivos con que describías los mínimos detalles de los asombros y las
maravillas, y las innumerables versiones a las que te obligaba el soborno de la
inalcanzable perfección. Vale.
(i) Luis de Góngora y Argote. 1620.
(ii) Francisco Antonio Ruiz Caballero,
Noviembre 30 de 2012.
DIOS MÍO. QUÉ BUEN ESCRITOR SOY. Y NO ME CONOCE NI MI PADRE.
Francisco Antonio
Ruiz Caballero
Me acabo de leer a mi mismo y he
flipado conmigo mismo, qué bueno soy, cojones. Escaso, pero bueno. Lo único
malo es que nada más que me leo yo a mi mismo, que nadie más me lee. Pero
carajo, soy la ostia. Escasito, pero tremendo. Ante todo Gracias por leerme. Es
cierto. No quiero que todo el mundo responda a mis escritos pero a veces me
pregunto, ¿me habrá leído alguien o esto no lo ha leído nadie?, es que si no lo
lee nadie, pues es como si me arrancasen el corazón, porque yo hago un esfuerzo
bastante grande, (Tengo los ojos guarníos de tanto conectarme al internet,
chiquititos chiquititos, se me están quedando los ojos guarníos o como se
diga). Y efectivamente, soy muy contradictorio. Con decir que a veces creo que
estaba a favor de la Guerra de Iraq para que la perdiesen los yanquis. En fín,
corramos un tupido velo. Y si no te respondí a una crítica es porque lo mismo estaba
supercansado, es que yo escribo con un solo dedo porque no se manejar los cinco
dedos para escribir en el teclado y me cuesta la misma vida, me cortan el
índice y me llevaría meses aprendiendo a escribir con el anular. En fín, que un
beso. Tienes razón, Yaryna. La verdad es que soy un malage. Decía Nietzsche que
la capacidad intelectual de un hombre se podía medir por la cantidad de humor
que era capaz de generar. Y mis escritos son muy poco simpáticos. O sea que soy
mentalmente un gusano. Pero bueno, a mi me gusta lo que escribo, me pongo a
leerlo y digo: qué maravilla, y a las tres semanas lo vuelvo a leer, me doy
entonces cuenta de los falllos (sic) y me digo a mi mismo: tierra, trágame, que
esto lo ha leído todo el mundo y se deben de estar riendo de ti hasta en
Australia. Pero bueno, besitos.
Revista PARADOXAS N° 199
7 Agosto de 2014