lunes, 13 de mayo de 2013

PARADOXAS Nº 168


PARADOXAS

REVISTA VIRTUAL DEL SURREALISMO NEOBARROCO


Año VII - N° 168


INDICE

Dilusión. - Citlalminatzin
SIN TÍTULO - Carmen Andrea Mantilla
La Isla de las Orquídeas. - Francisco Antonio Ruiz Caballero.
A KELE YOYO - F.S.R.Banda


EDITORIAL


Pensar en las O: hedonismo neobarroco (X)
Luis Diego Fernández

“En continuidad con las reflexiones -en forma de ensayo "tradicional" en este registro + su deriva "ficcional" en clave Cirene- en torno a un desarrollo filosófico y literario -si vale esta diferencia- donde sitúo mi proyecto de hedonismo pop que he dado en llamar hedonismo plebeyo, seguiré con algunas ideas en torno al concepto de "neobarroco" -ver Dorfles, Calabrese, Deleuze, o el propio Foucault- dónde se embarca, y, porqué no, encalla mi estilística de pensamiento. Entendiendo que mi filosofía es una consecuencia o un "efecto" del encuentro de Michel Foucault y Osvaldo Lamborghini, tenemos que dar cuenta que así como Foucault -vía Nietzsche- "escapa" de la "ley" de su tiempo -Hegel/Marx/Husserl-, Lamborghini hace lo propio con la "legislación" argentina: Borges. No hay nada más antiborgiano que OL. También Puig -la otra llave posible. Arlt, a mi juicio, es más representación de una línea madurada en cierto realismo reo que luego fue tomada por el conservadurismo estético, usual en estos tiempos.
1. Neobarroco y hedonismo. El concepto de neobarroco, si bien es amplio, tenemos que circunscribirlo a la esfera latinoamericana -en especial la tradición literaria cubana- con exponentes como José Lezama Lima, Severo Sarduy y Guillermo Cabrera Infante, estos dos últimos contemporáneos de los intelectuales que, de alguna manera, darían cuenta de esta estética en la Argentina: Osvaldo Lamborghini y Néstor Perlongher. ¿Cuáles son los atributos centrales a nivel estilístico por los que reconocemos una estética neobarroca?: 1) exceso, expresado en inestabilidad, repetición, fragmentariedad, 2) disonancia, o disipación, 3) movilidad, de allí el neologismo de Perlongher, en torno al "neobarroso", la figura del barro como epigrama, 4) cambio, o la metamorfosis permanente, el juego con el artificio voluntario opuesto al plano "natural" del realismo. El hedonismo y el neobarroco se conjugan y comparten este ideario en el sentido de colocar el cuerpo en el centro, el plexo de la piel, lo erótico, lo celebrante, lo festivo -y el exceso, lógico. El esteticismo desbordado y también muy argentino -o porteño. Entonces: si hay una filosofía hedonista argentina ésta tiene que ser neobarroca: su modalidad y su estilística se embebe en una tradición que no casualmente va, de forma deliberada, contra la ley borgiana -qué representa el idealismo rioplatense. Frente a la metafísica borgiana, la inmanencia neobarroca.
2. Neobarroco y la mujer. En la tradición neobarroca la mujer tiene un lugar central y clave. Lo femenino como emblema del artificio, el maquillaje, la cosmética -en ello recuerda a Baudelaire y las formas poéticas en que el dandismo tomó a la mujer: femme fatale, diabólica, ninfómana, lady vamp, prostituta: el fetichismo exagerado. En el neobarroco lo femenino es, quizá de manera más clara, travestismo. La mujer es objeto pero también sujeto de deseo, en última instancia, el narcisismo -de Lezama o Lamborghini- es Edipo en todos los casos: la madre como objeto de adoración y emulación. En el neobarroco, la feminidad es hibridez, androginia y "degeneración". Lo "femenino" es, también, una crítica a la estética representativa, mimética, realista y la destrucción del origen -y el boom latinoamericano. El travesti o transexual es símbolo, en clave camp, del artificio, la extravagancia y las características del hedonismo latinoamericano antes mencionadas.
3. Neobarroco y plebeyez. De modo que si queremos dar cuenta de un hedonismo plebeyo su articulación será, necesariamente, neobarroca. ¿Cuáles serían estas caracterísitcas de una filosofía hedonista plebeya? Podemos pensar en cuatro: 1) neobarroca -exceso y disonancia, repetición, quiebre de la escisión buen/mal gusto - alto/bajo, 2) femenina -fetichismo, apariencia, y, sobre todo, travestismo -metamorfosis, mujer como deseo, 3) híbrida -sin género, quiebre de la distinción ficción/teoría, androginia sexual y textual, 4) dandi -esteticismo lumpen y barroso, aristocracia voluntaria y resistencia antinormalizadora. So, una filosofía hedonista plebeya es neobarroca, femenina, híbrida y dandi.”


El Editor



LA CIUDAD
José Antonio Ramos Sucre (i)

Yo vivía en una ciudad infeliz, dividida por un río tardo, encaminado al ocaso. Sus riberas, de árboles inmutables, vedaban la luz de un cielo dificultoso. Esperaba el fenecimiento del día ambiguo, interrumpido por los aguavientos. Salía de mi casa desviada en demanda de la tarde y sus vislumbres. El sol declinante pintaba la ciudad de las ruinas ultrajadas. Las aves pasaban a reposar más adelante. Yo sentía las trabas y los herrojos de una vida impedida. El fantasma de una mujer, imagen de la amargura, me seguía con sus pasos infalibles de sonámbula. El mar sobresaltaba mi recogimiento, socavando la tierra en el secreto de la noche. La brisa desordenaba los médanos, cegando los arbustos de un litoral bajo, terminados en una flor extenuada. La ciudad, agobiada por el tiempo y acogida a un recodo del continente, guardaba costumbres seculares. Contaba aguadores y mendigos, versados en proverbios y consejas. El más avisado de todos instaba mi atención refiriendo la semejanza de un apólogo hindú. Consiguió acelerar el curso de mi pensamiento, volviéndome en mi acuerdo. El aura prematinal refrescaba esforzadamente mi cabeza calenturienta, desterrando las volaterías de un sueño confuso.


(i) Nacido en Cumaná, Venezuela, en 1890, la rareza de la obra de José Antonio Ramos Sucre no se manifiesta en alguna señalada excentricidad sino en un consciente desarraigo. Desarraigo que en definitiva paga con su propia vida en 1930, en Ginebra, cuando se suicida apenas cumplidos los cuarenta años. Descendiente del Mariscal Sucre, fue profesor de Latín y Griego y traductor en la Cancillería de Venezuela en Bruselas, donde residía como Cónsul venezolano. Su obra, prosa poética de singularísima consistencia y gran originalidad, no fue debidamente valorada en la sociedad de su época, habiendo sido luego calificada por más de un crítico como adelantada de la creación poética en Venezuela.


Dilusión.
Citlalminatzin

El armonioso silencio de la postguerra sentencia aquellos cuerpos a mantenerse dormitados, con la esperanza de que al despertar sean nombrados héroes, salvadores, guerreros. Dentro de cada herida se ubica una bala, en ella, numen de los cinco sentidos de aquel licántropo, profundas heridas de alto calibre; en él, eterno fugitivo de la luna llena, plata pura. Lamiendo, con las pocas fuerzas que quedan en su cuerpo, se encuentra la quimera, el hombre lobo, el loco que cree estar muriendo, sollozando la agonía, la diosa, posando con la gracia que debe cada parte de su anatomía. Comienzan los sueños a fluir en la pantalla que más agrada a ese ser extraño, murciélagos, camaleones, espantapájaros, un fondista que a media carrera es atacado por un calambre, burlas, hipocresía, sarcasmo, compasión, miserable compasión, se levanta, pero cae de nuevo, los inmaduros lo apedrean, aún viendo correr su llanto que bajo la lluvia parecieran gotas corriendo por su cara, sólo quien lo conoce diría que verdaderamente está llorando. Obscuridad, silencio, el palpitar de aquella escena, acelerado, el respirar excitado; aunque tengas miedo, tienes que cerrar los ojos. De nuevo, nubes, azul, de un lado la luna, claro y perfectamente visible, en contraparte el sol, astro amarillo que deja ver su alma al despuntar el ocaso. Al fin la noche de luna nueva, estrellas por doquier, estrellas que son como joyas, estirar la mano para hacer un collar y derramarlo entre esos bellos senos que tanto amas. Fuego. Llamas, las estrellas han quemado a tu amada, amada de papel, delirio fugaz de la conciencia dilusoria. Despertar, debes despertar, por favor abre los ojos. Silencio, la respiración calmada de la nieve entre tus brazos, nieve derritiéndose por el calor de tus manos, nieve de leche, leche que sorbes con tus labios sedientos, sed que se calma de repente, cuando dentro de mi pecho hay dos corazones latiendo. Entonces, verdaderamente no quiero dormir, que es como despertar, y al despertar te pierdo.


SIN TÍTULO
Carmen Andrea Mantilla

En las ciudades fugitivas de Santiago, que se arrodillan rogando la distancia, olvidadas y resentidas, confiando aún en los vaticinios de los duraznos florecidos a destiempo, en estas ciudades se esconden las que como yo alguna vez sintieron el puño en la cara, la nariz rota, la quijada adolorida para siempre. ¿Por qué en la tranquilidad de mi tarde todavía mi sexo teme la garrocha fuerte que se clava y salta todas mis resistencias? ¿Por qué la lectura pausada de Pushkin me recuerda su mano alzada latigándome los fonemas y volándome dos dientes? No me sano. Soy una perra vieja, una rubia cincuentona con ausencia de menstruaciones y visitas precarias de hombres, tengo el vientre herido y lamo la ausencia de mí misma en esta vida que llevo con prudencia porque temo tanto aún al hombre que me golpeó hace 32 otoños que en todos los ojos lo veo. También reconozco en la mirada dura de otras mujeres mayores, la mirada de mi madre, de esa puta clara a la que tanto me parezco, de esa imagen degradada de mí misma que hoy estoy comenzando a ver en los espejos y que me aterra. La que se me aparece cuando pierdo otra muela, cuando debo pagar para sonreír de nuevo sin la timidez esencial que me construye. La miro a ella en mi micción floja, en esos orines que se me escapan en la ropa interior, en esa incontinencia de su lengua virulenta. Lo único valioso en mi vida es mi colección de novelas de escritores rusos y mi auto. Alguna vez cifré la esperanza en el gran ficus que compré para la terraza y que a un costado del ventanal hoy es apenas una colección de palitos frágiles y algunas hojas tempranamente amarillas.
Entre valle y costa mi vida va erosionándose recordando lo que alguna vez soñé para mí y no alcancé nunca, cuando pensaba que mis naturales cabellos rubios comprarían mi felicidad en cuotas seguras y no que esta delicada cabellera serviría sólo para esconder las ojeras que me provoca velar los hombres muertos: los suicidas y los que he matado para seguir viviendo. A pesar de que los he silenciado a punta de pistola, a pesar de que les he volado los sesos para olvidar cómo sonríen, y que les he cortado el sexo erecto para dejar de desearlos, todos vuelven a pasar por mis ojos, a destiempo y sin ritmo, amando a otras. Ninguno tiene mi nombre en los labios cuando la muerte golpea la puerta con los nudillos. Yo llego y ellos se van como un juego de niños que se esconden con sus caritas sucias y yo soy sólo la loca muñeca de lana que insiste en su romance suicida con las tijeras.


La Isla de las Orquídeas.
Francisco Antonio Ruiz Caballero.

Empecé a tocar el piano a la fuerza. No se me ocurría partitura alguna sobre la que desplegar una mínima fantasía. Estatuas negras y paredes doradas. Estatuas doradas y paredes negras. En la cúspide de su poder Al Pacino Scarface ve como un banquero le hace chantaje y le da mordiscos a su ganancia. Chupasangres. También a mi me chupan la sangre, poco a poco, los disgustos. Tenía que elevarme. Pero las teclas del piano pesaban como el plomo, no había hibiscos de ámbar dorados, ni guacamayos verdizaules. Me detuve sin teclear nada observando la página en blanco del ordenador. ¿Cómo extraer música de un ánfora ya vacía?. Volqué el ánfora, una gota de miel verde resbaló en el borde, estallaron mariposas de colores durante un milisegundo y después nada. No había más música. De pronto surgió la palabra orco, un animal mefistofélico, devorando una pata de caballo con dientes como agujas, su rictus desagradable era un ruido en el piano, se estremecían las cuerdas del pentagrama amarillo y violeta, le hice salir de la partitura con una antorcha de fuego rosa. Fuego rosa, ¡¡¡¡¡qué bonito¡¡¡¡¡ ¿alguien lo viera?, ahora con el ordenador se pueden hacer maravillas. Fuego rosa llevaba en una tea ardiendo la muchacha. Me detuve de nuevo. ¡¡¡¡¡Qué solemne porquería estaba haciendo¡¡¡¡¡¡¡. Si el Alíen fuera rosa la película sería fantásticamente bonita pero Ridley Scott se niega a fabricar un Alíen rosa. La partitura de mi piano se enfrenta a un muro elevadísimo. Primero hubo un estremecimiento en la tierra, luego otro y después otro, durante semanas la tierra no dejó de temblar. Por fin el volcán se abrió inmaculadamente furioso, vomitando sangre caliente, soberbio en su rabia de tigre herido. Más tarde se formó la isla. Y pronto se cubrió de vegetación. Exuberantes euforbias y cactáceas cubrieron la lava enfriada, las columnas de basalto, el liquen transformó la piedra en suelo, en las torrenteras crecieron los musgos, ávidos de agua, la maleza lo cubrió todo, el primer cangrejo avanzó tierra adentro, se posó la primera gaviota. Me detuve de nuevo a observar y corregir lo que había escrito, la escritura debiera de ser como una eyaculación, salir del pensamiento como una ráfaga de sangre verde, volví a detenerme para corregir las faltas de ortografía, sin embargo Miguel Angel no podía errar en el cincelazo, hubiese partido por la mitad la nariz de su David. Por cierto el David de Miguel Angel tiene un pene ridículo y no circuncidado. Ya no hay escultores, se podrían hacer maravillas con los buenos cuerpos que existen actualmente, el David de Miguel Angel está demasiado bien proporcionado, salvo en el pene, claro, es un pene ridículo, los muchachos actuales son trescientas veces más hermosos que el David. Me detuve de nuevo a observar la partitura. ¡¡¡Qué mediocridad¡¡¡¡¡. Centellas azules. Tuve que poner centellas azules. Y después centellas doradas. Pero nada, no brotaba la armonía. La primera iguana llegó a la isla, era una iguana azul, horrible, muy muy fea, salvajemente fea y repugnante, de un color bellísimo. Las orquídeas crecían con sus labios exóticos, la isla era húmeda, muy húmeda, y los colibríes libaban de los hibiscos con fruición. Necesitaba encontrar la orquídea de la juventud eterna, pero los dioses no querían mostrármela, cuando llegué a un escarpado precipicio, justo en el borde estaba la flor, fui a arrancarla con mi cuchillo y resbalé, me partí las piernas. Anduve arrastrándome por el valle de basalto hasta la playa. Sin la orquídea. Cuando llegué a la playa alguien me recogió, salí de aquella maldita isla, proyecto de belleza inconcluso. Dejé de tocar el piano.

Después de firmar la partitura quise desplegar un laberinto de guirnaldas de fuego, pero ya estaba puesta la firma. Y no se me ocurría nada para alargar la mediocridad de aquella melodía. ¡¡¡Cuanto ruido había hecho para nada¡¡¡¡¡¡.


A KELE YOYO
F.S.R.Banda

Hay maripositas que vuelen de lao, barcos escorados con sus velámenes rozando las espumas, ojos donde se reflejan solos los azules prístinos, laberintos expuestos en las maderas de la calles mas antiguas donde el comején instaló sus breves ciudades, un candil siempre encendido porque su llama es de mentira y solo alumbra de día, delicadas lagartijas de sonrisas amarillas, arcones con muchos mapas para llegar al mismo tesoro, un tigre caucásico de pestañas muy arqueadas, el silencio de los cementerios atrapado en una pequeña botella de color amatista, hay un collar de alas de cucarachas hilvanadas con un hilillo de telaraña, un cono de luz de un poste de alumbrado de hierro forjado con un farol de gas bajo el cual bailan tango dos compadritos, altas copas de bronce sin escanciar, un macetero con geranios negros, una mariposa nocturna conservada en un cubo de hielo transparente, los primeros treinta y siete números primos escritos en una tablilla de barro, un dado de hueso de perro en un cubilete de cuero de gato, guirnaldas de libélulas atadas a orquídeas atadas a lianas atadas a los troncos de los manglares, hay placidos días con la lluvia a boca de jarro, cocodrilos durmiendo boquiabiertos en las arenas del bajío, sepulturas fosforescentes con coronas de papel de colores, violines aferrados a una misma sonata, eñes ocupadísimas por años en llenar de sueños las palabras de todos los otoños para los niños que juegan en los cañaverales, iridiscentes burbujas de jabón correteadas por la brisa de la primavera por el jardín de rosas de la Maga, cirios iluminando el humo del incienso en el funeral de un Vizconde muerto de amor, un cenicero de lapislázuli en el que su veteado reproduce la primer gran ola del maremoto de Lisboa del día de Todos los Santos de mil setecientos cincuenticinco bajo un sol de pirita, hay amapolas ensoberbecidas en sus rojos atávicos, cristalerías tintineando fanfarrias de carnaval veneciano, un yunque de oro, una daga de ópalo, una chupalla de paja, un capullo color anaranjado de la mariposa de las seda con la crisálida equivocada, puntas de flechas de obsidiana usadas en la defensa de Tecnochtitlán, remolinos de papel plateado girando como espejos estroboscópicos, un parque bordado con la algarabía de las rondas infantiles, una duna de arena vitrificada en la memoria de todos los alcatraces que la sobrevolaron con la esperanza de la mar, y hay muchas  maripositas que vuelan de lao.



Revista PARADOXAS N° 168
15 de Diciembre de 2011

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