jueves, 7 de agosto de 2014

PARADOXAS Nº 199

PARADΘXAS

REVISTA VIRTUAL DEL SURREALISMO NEOBARROCO

Año X - N° 199


INDICE

QUIETUD - Nieves María Merino Guerra
Mignonette - Kike Gómez Saavedra
LA MASCARA - Javier Huamán
Línea divisoria - Roberto Federico Novoa Olvera
E LA NAVE VA - F.S.R.Banda
DIOS MÍO. QUÉ BUEN ESCRITOR SOY. Y NO ME CONOCE NI MI PADRE. - Francisco Antonio Ruiz caballero


EDITORIAL

Sobre el barroco, dijeron:

El farragoso léxico, la sintaxis a veces inextricable y el abuso de los pronombres demostrativos, que con frecuencia obligan al lector a retroceder, entorpecen la lectura seguida...
J. L. Borges

El término comparativo no sólo se va independizando del comparado sino que se multiplica vertiginosamente; una imagen da paso a otra y ésta a otra: así la trama verbal va devorando al objeto que la suscita.
G. Sucre

Modalidades aderezadas con efectismos, promiscuidad de vocablos de rimbombancia churrigueresca, que saltan a la mente como muñecos elásticos, fraseología fatua, que como un aeróstato, más se hincha cuanto más sube de tono; hipérboles gigantes que pasan volando... epítetos que parecen remilgos, frases que son gestos de hipocondríaco.
J. Herrera y Reissig

Espacio del dialoguismo, de la polifonía, de la carnavalización, de la parodia y la intertextualidad, lo barroco se representaría, pues, como una red de conexiones, de sucesivas filigranas, cuya expresión gráfica no sería lineal, bidimensional, plana, sino en volumen, espacial y dinámica. Textos que en la obra establecen un diálogo, un espectáculo teatral cuyos portadores de textos son otros textos; de aquí el carácter polifónico de la obra barroca, de todo código barroco, literario o no
S. Sarduy

Pirateos de varios sitios. Vale.

El Editor


La melodía
Julia Rubiera

La melodía iba poco a poco invadiendo la instancia
intentado desatarla de los nudos que construyen el silencio y la añoranza
Y sin embargo ella seguía en la misma postura
respirando despacio, sintiendo latir su corazón con su reiterado trepidar
por su mente el mismo proverbio peregrinando
retándola a subir las escaleras que dirigen al desván
y allí entre las piezas que mantienen un desorden estudiado
que parecen nunca dormir, de puntillas volver a revivir los momentos
el memorial, las miradas penetrantes, melancólicas y deshabitadas que en ellas moraban
imperecederos amores como estrellas recubren por la noche el firmamento
haciendo a cada recoveco de su alma comprender
que a veces al ayer es preciso volver para poder dar explicación al hoy
hallar una razón para seguir soñando mañana
Hacer concordar el tiempo real con la sapidez envejecida del antes
Brujulear el motivo por el cual los encuentros solo valieron para intensificar los desencuentros
Reflexionar sobre las partidas de ajedrez quedadas en el aire
por acercar la mano con intención de mover el caballo o el alfil y quedar solo en ademán
en las décimas de segundo que tarda en caer al suelo una gota de agua
Reproducir las voces que la hicieron sentir que de ellas era el edredón que las arropaba
Los chirridos de las puertas que con decisión cerró tras de si
el deslizar de las ventanas que sin miedo al estar solo entreabiertas tuvo que abrir
para que la brisa entrara y oponiendo resistencia al que dirían lograr su designio cumplir.
Las resonancias de las emociones que dejan las despedidas trabadas en la garganta
La melodía iba poco a poco invadiendo la instancia
y ella dudaba si aceptar el reto y subir o seguir con la magia que su imaginación creaba
que la enseñaba a poner nombre a la historia de lo que perdió y ganó
a los besos que otorgo, a los que ella no acepto, a los ambiguos
a los que la hicieron sentirse a salvo del dios del inframundo, Hades
Y al fin decidió dejarlos seguir durmiendo aunque jamás dormían
en aquel desván secreto que nadie, solo ella sabía que existía
con incorpóreas divisorias, donde moraban juguetes, fantasías de infancia
el huracán de la juventud, de la madurez el anagrama que no viene en ningún mapa
los mágicos instantes que vivió, dejando espacio para los que aún le quedan por vivir
la calidez del amor que la recuerda que existió ayer, que respira en el hoy
que seguirá albergando en el mañana.


QUIETUD
Nieves María Merino Guerra

Quietud de medianoche desvelada en besos sutiles ansiados escarbando con la mirada su mirada ausente encauzando tus sentidos divagadores por los puertos, madreselvas e insectos que elevas a la altura de lírica coherente e inherente de quien se siente y sabe poeta aunque se deje enroscar por metáforas preñadas , ingrávidas, parturientas mientras la amada se aleja con ése deje de aburrimiento que sostiene realidades sanchas nada amorfas ni trasparentes cuando el rumor se hace eco de la cotidianidad superviviente florecida entre sus dedos armoniosos donde la magia de la lírica se hace patente con sus presentimientos-sentimientos responsables pisando tierra firme -a veces enlodada hasta sus tobillos-denotando y detonando brumas en tu mente ágil y sabedora -consciente- de cada gesto, sonido, huellas ... Luces -penumbras encofradas- de incertidumbres ante la armónica presencia -vuelo simétrico, preciso, precioso- de aves migratorias que desde ahora buscan y encuentran los vientos propicios en senderos celestes hacia éste norte donde se anuncia -estalla- la primavera acogedora, esperanzada sin más veleta ni estrella norte que los instintos heredados -Nunca son las mismas las que regresan, pero lo saben- Como lo sabe la mujer con comisuras de miel y menta ansiando ósculos ebrios de pasión generadora de placeres vacíos de tabúes obsoletos... Delineas-alineas tus palabras al tiempo que tus instintos básicos y profundos -alma y cuerpo- entrelazados también en ADN plantando los surcos de su piel ajada -como la tuya-semillas encendidas como teas entre los rescoldos duros y frágiles indesterrables de amor construido sobre cimientos vagos fortalecidos por los aceros del tiempo. Tu mano entre sus manos es una orgía de sensaciones instintivas amoldando pieles, texturas somáticas deleitándose sin pensamientos vacuos ni dejar de escuchar la sinfonía del agua o el canto del crepúsculo que invita a amar sin cuadraturas entrecerrando los párpados cuajados, placerosos, donde el tiempo es más relativo que nunca. Vuelve el hombre y amanece el poeta entrelazando sus miembros hasta la más profunda oquedad que le inquiera y aquieta. Vadeas su cuerpo con la yema de tus dedos explosionando gemidos. Rompiendo -rasgando- el momento sublime -natural- de vuestro nuevo encuentro existencial.


Mignonette (*)
Kike Gómez Saavedra

Bésame con ira, mignonette... Con la intención férrea de hacerme daño, busca en mis labios el sabor maderoso de una copa de Bourbón y busca en mi pasividad el placer parafílico de saberte superior... Sígueme, mientras te sigo controla tu el retorcido camino hacia las sombras azules de otro dulce alucinógeno... Ámame con violencia, mignonette, atando mis miembros sumisos con correas de demencia negra. Reirás con tal desapego que un cincel tallará en mi mente los contornos de mi tortura y adoraré cada segundo de ello... Que sea de madrugada, mignonette, aunque nuestra sangre intoxicada nos niegue el paso de las horas y nos desnude en un letargo estúpido e incoherente, donde me amas, y me muerdes, me tocas y me amarras, y tu piel, sedosa como nieve busca calor muy dentro de la mía... Encuéntrame de rodillas y apodérate de mi aliento, que yo seré devoto a tu locura y tú devorarás la mía, aunque mignonette, al morir, en la profundidad del encuentro ámbos seremos blancos, entonces, yo aprisionaré tu cordura, esa que nunca fue tuya...

(*) Transposición a prosa de F.S.R.Banda


LA MASCARA
Javier Huamán

Me he ganado el derecho a usar esta máscara. Me ha costado y es por eso que me aferro a ella, y no estoy dispuesto a dejarla ir tan fácilmente. Le he tomado aprecio. No es una impostura, tampoco una colección de argucias, no, ella es tan natural como la primera creación, tan natural como la condensación de las nubes o el endurecimiento de los diamantes, tan natural como las metamorfosis, tan legítima como el camuflaje de los que son depredados y deben mimetizarse. Sí, amo esta máscara mía, la amo profundamente. Ella es mi solución, ella es mi piedra de toque. Con ella de pronto queda abierto mi redil y se escapan mis rebaños, libre mi colección de especimenes raros: hay un dragón que no es mío y al que temo, no obstante regocíjame el verle bramar y lanzar fuegos, hay un caníbal que debo custodiar pero al que me place dejar libre, están mis corceles doblegados de paso cansino, también la anárquica jauría que me resguarda sin que yo la azuce; están mis murciélagos que del día sólo conocen la noche, que entonan un canto para no tropezar con las paredes; están mis luciérnagas, que destilan y queman su propio magro combustible; tengo también por supuesto mi bandada de palomas, llenas todas de smog, humildes y precavidas, muy dignas metabolizando una mala comida y el techo precario. Amo lo que está en mi redil, amo todo lo que en él pueda entrar y cobijarse.
¡Qué angustia, qué dolor cuando debo alejarme de mi máscara!¡Qué terror me invade cuando la pierdo de vista, cuando debo olvidarme y mezclarme en el mundo para pelear el sustento!¡Qué desvalido, qué poco queda de mí en esos momentos! Al final del día me apresuro a sacarla de su escondite, loco la examino sin verla realmente, feliz, estúpidamente feliz de hallarla a salvo. Ella me alienta dulcemente, sus palabras amables van derritiendo la sordera que el día edifica para mí, la amplitud del horizonte de repente se despliega y todo se apresura a converger en el abismo, con nuevo ímpetu la sangre fuerza sus cauces y se agolpa en la superficie de mis ojos; y de pronto inarticulada mi voz, por primera vez la escucho, y ella habla de mí, y ella le contesta al mundo, etc.
Sí, decididamente amo esta máscara mía; amo su razón, amo indefectiblemente los prejuicios nimios que a mí me han zaherido y a ella la han levantado; amo las pequeñas mezquindades de los que comparten conmigo mi mesa y con las cuales debo condescender; amo el asco equívoco y la ciega aversión que he inspirado y que hoy me dan la oportunidad de una última palabra; amo las burdas sospechas, amo las humanas traiciones que han modelado los pómulos de esta mi máscara querida; amo las mentiras que he creído, los desplantes que he sufrido, las amargas palabras que me socavan, el egoísmo que me adula, la benevolencia que me mata, etc.
¡Sí, los que hemos sido humillados tenemos la última palabra, nosotros somos los que debemos redimir este mundo!¡Sí, nadie más que nosotros tiene libres las manos, nadie más podría evocar los hechos, esgrimir la palabra!
Me he ganado el derecho de usar mi máscara. Ella es mi vínculo con el mundo. De ella no quiero despojarme.


Línea divisoria
Roberto Federico Novoa Olvera

Y cuando todos los muertos me tocan en la ciudad de los espejos, un lugar debatido en los ambos lados del ocaso, aclaran la naturalidad básica que obliga con sus fluidos intravenosos la entrada sosegada, tóxica, pura e imperfecta hacia el inicio de tempranas amarguras.
He perdido el sentido de la direccionalidad de la luz, estimaciones imprecisas de una serie de coordenadas que en roca y polvo en la malformación del poniente, atraen la versión terrible de lo que somos; pero se traducen las equivalencias de la sed cósmica de interrogantes que etiquetan la pesadumbre personológica en una nosológia psiquiátrica y de inicio temprano.
Me convertí en filósofo y poeta en una cápsula de procedimientos de una psicosis disfuncional, velocidad y maniobra de todos los sueños que se caen como una casa de cartas, un imperativo biológico que en el dorado de lo desconocido, en la mente orla los pisos originales de los martirios adyacentes.
Acongojado en el ritual de la disolución que atañe a la especie humana, en los brazos de la razón y en una misma frecuencia, el humo de esa grave fístula postoperatoria, declinan la vieja estirpe subyugada que se ha convertido en el gemido circular de un sistema medular y lleno de contradicciones.
Colección de silencios que pronuncian la depurada mendicidad, el delgado sentimiento que determina el momento de la gran carnicería del desajuste, que en un circuito imperativo definen el infierno de nuestra morfología: patria pútrida, saturación de la complicación de mi propio infortunio.


F.S.R.Banda

«Una fantasía, si es auténtica, lo contiene todo y no necesita explicaciones.». Federico Fellini.

Ya nadie sabe donde se van a esconder los delirios cuando vos Maestro no los desarmes ni los tritures en sus topacios y sus rubíes coronados en sus espantos de medianoche sobre el filo mustio de la luna menguante, cuando no sepamos si enmudeciste porque se te abarrotaron las venas de los sacrificios sangrientos o te abandonaron los pájaros del éxtasis de la contemplación en medio de alguna calle de tu Sevilla cerca de la Plaza del Pumarejo, o simplemente dejaste el espacio donde te inclinabas a contar las huellas de los saurios y ahora andas por ahí especulando sobre las nervaduras de las alas de las mariposas con la vista en alto tan alto que ya no ves las miserias que ibas borrando con tus verbos embarrocados hasta los mismísimos delirios que desarmabas y triturabas para que nadie dijera que mentías cuando relatabas en la voz de tus demonios los viajes a los profundos territorios de la locura. Quizá en esas travesías se te fueron escarchando lo recuerdos y el mañana temprano se te volvió cenizas y cuando despertaste del otro sueño, del verdadero, no encontraste la madrugada y seguiste durmiendo para que no se te volaran los ojos con los que mirabas los objetos en sus reales tornasoles y observabas los microscópicos imaginarios de las geografías extraviadas en los antiguos portulanos, las zoologías de las salamandras inverosímiles y las misteriosas botánicas de los musgos y los helechos sangrientos. O se te entumieron las manos con el frío de las cumbres en las alturas marfileñas de tus desvaríos por rastrear los senderos de la belleza sin saber que: 
Los siglos que en sus hojas cuenta un roble,
árbol los cuenta sordo, tronco ciego;
quien más ve, quien más oye, menos dura (i).
Y ahí se están quedando para los siglos los vestiglos y los endriagos que habitaron tus mundos divididos, escindidos, hendidos o rotos, ahí las sublimes mutaciones de la conciencia de realidad de las que apenas escapabas riendo a carcajadas por la mísera fisura de los antipsicóticos y su mágica bioquímica de circo pobre, sin trapecistas ni payasos porque resulta que los dioses sólo se escuchan a si mismos (ii). Y la nave se fue sin tus huesos derrotados, sin que alcanzaras a ver los escorpiones de amatista ni las larvas de los escarabajos de obsidiana que perforaban sus túneles pestíferos en las pequeñas limaduras de tu mente alborotada por los arduos adjetivos con que describías los mínimos detalles de los asombros y las maravillas, y las innumerables versiones a las que te obligaba el soborno de la inalcanzable perfección. Vale.   

(i) Luis de Góngora y Argote. 1620.   
(ii) Francisco Antonio Ruiz Caballero, Noviembre 30 de 2012.


DIOS MÍO. QUÉ BUEN ESCRITOR SOY. Y NO ME CONOCE NI MI PADRE.
Francisco Antonio Ruiz Caballero

Me acabo de leer a mi mismo y he flipado conmigo mismo, qué bueno soy, cojones. Escaso, pero bueno. Lo único malo es que nada más que me leo yo a mi mismo, que nadie más me lee. Pero carajo, soy la ostia. Escasito, pero tremendo. Ante todo Gracias por leerme. Es cierto. No quiero que todo el mundo responda a mis escritos pero a veces me pregunto, ¿me habrá leído alguien o esto no lo ha leído nadie?, es que si no lo lee nadie, pues es como si me arrancasen el corazón, porque yo hago un esfuerzo bastante grande, (Tengo los ojos guarníos de tanto conectarme al internet, chiquititos chiquititos, se me están quedando los ojos guarníos o como se diga). Y efectivamente, soy muy contradictorio. Con decir que a veces creo que estaba a favor de la Guerra de Iraq para que la perdiesen los yanquis. En fín, corramos un tupido velo. Y si no te respondí a una crítica es porque lo mismo estaba supercansado, es que yo escribo con un solo dedo porque no se manejar los cinco dedos para escribir en el teclado y me cuesta la misma vida, me cortan el índice y me llevaría meses aprendiendo a escribir con el anular. En fín, que un beso. Tienes razón, Yaryna. La verdad es que soy un malage. Decía Nietzsche que la capacidad intelectual de un hombre se podía medir por la cantidad de humor que era capaz de generar. Y mis escritos son muy poco simpáticos. O sea que soy mentalmente un gusano. Pero bueno, a mi me gusta lo que escribo, me pongo a leerlo y digo: qué maravilla, y a las tres semanas lo vuelvo a leer, me doy entonces cuenta de los falllos (sic) y me digo a mi mismo: tierra, trágame, que esto lo ha leído todo el mundo y se deben de estar riendo de ti hasta en Australia. Pero bueno, besitos.


Revista PARADOXAS N° 199
7 Agosto de 2014

http://paradoxas-literatura.blogspot.com/

PARADOXAS Nº 198

PARADΘXAS

REVISTA VIRTUAL DEL SURREALISMO NEOBARROCO

Año X - N° 198

La forma de poema es una desgracia pasajera.
Osvaldo Lamborghini, “Die Verneinug”, 1977.


INDICE

Otoño... - Marisol C.
LA VIGA EN EL PROPIO - Beatriz Graciela Moyano
EL SILENCIO DE LAS DALIAS - Nieves Merino Guerra
PORQUE DOBLAN LAS CAMPANAS - Elí O. Carranza
El Creador de Quimeras. - Francisco Antonio Ruiz Caballero
OSAMENTAS – F.S.R.Banda

EDITORIAL

“Lo mismo este decir todo sobre el neobarroco: entrar en una humi- litas, lo que no sé, lo que nunca supe, lo que no sabré, lo que nunca pude descubrir por haber entrado en el vértigo de esa especie de pulsión epistemofílica (eso que nos conduciría al seno materno según el curioso Freud) y que es una época, no una generación ni su vanagloria, tan solo una época.
Yo vine a murmurar el neobarroco, con toda esa prepotencia del murmullo. Pero sé que murmurar, en nuestros días, nos alertó Foucault, se ha aproximado infinitamente a su origen. Es decir, a ese sonido inquietante que en el fondo del lenguaje, anuncia tan pronto como se estira un poco la oreja, aquello contra lo que uno se resguarda y, al mismo tiempo, hacia lo que uno se dirige: la muerte. El lenguaje está escuchando ahora, en el fondo de su madriguera, ese rumor inevitable y creciente. Y para defenderse es necesario que siga los movimientos, que se convierta en su fiel enemigo, que no deje entre ellos más que la delgadez contradictoria de un tabique transparente e irrompible. Es preciso hablar sin cesar durante tanto tiempo y tan alto como ese ruido indefinido y ensordecedor —más largo tiempo y más alto para que al mezclar su voz con él se llegue si no a hacerlo callar, si no a dominarlo, al menos a modular su inutilidad en ese murmullo de muchas bocas y sin término que pudo llamarse «ensayo».
Pero tampoco supe «ensayar». Sé hacer, en todo caso, lo que imagino que los neobarrocos hicieron: negarme a ser neobarroco, tal vez porque en esa negación está el origen de su sentido. Niego y resto y desagrego en exceso para no soportar el rastro del vacío que nos horroriza. Porque cabría preguntarse por el origen micropolítico neobarroco latinoamericano, que no fue otra cosa más que la opresión, la censura, la inquisición, la dictadura militar: fuerzas de origen, pasajes entre lo que los brasileños llaman lixo (pobreza) y luxo (lujo); para no señalar tan sólo su proliferación en la sexualidad o en las andanzas marginales como lo hizo y lo logró Néstor Perlongher.
«Pero vos ya no sos neobarroco» o «está envejeciendo el neobarroco», creí oír ayer, y creo que no. Es cierto que en mi trabajo poético me volví hacia una simple extrañeza personal, como alguien que se mira dormir en el espejo y siente piedad de sí y también miedo de sí. Lo cierto es que me transformé en ese escriba que imaginé al comienzo de mi obra: ese vago durmiente arrastrado por una autobiografía irreprochable por desconocida. La poesía es ese proyecto del que nadie habla, como dijo Ashbery, porque nadie lo volvió asequible, nadie lo alcanzó y eso es neobarroco: esa distancia, esa querella tácita, esa guerrilla cifrada contra el otro cuchicheo de las Parcas. Aunque en ese proyecto esté tantas veces incluido uno mismo —a despecho de sus sentimientos si no de lo sentimental, que uno siempre detesta en la realidad pero colma de emoción en cada sílaba, en cada melodía barata.”

Fragmento de «Todo sobre el neobarroco», Arturo Carrera, Cahiers de LI.RI.CO, 3-2007, 257-263. Vale.

El Editor


Memento mori
Roberto Federico Novoa Olvera

El día fluye sobre la vigilia de un camino que nunca quise tomar y que se consume en estría de pánicos en el afluente del deshuesadero de mis comportamientos irracionales.
Es una versión que danza en el respeto emparentada a una muerte prematura y me conectan a un solo elemento que alaba los predecibles fenómenos que perpetran la bóveda de los secretos difuntos.
Se vuelca al organismo a la confluencia de lo incompleto.
Una palabra augural  y expuesta a los ojos de Pandora, desciende alucinada al interminable cordón de lágrimas que dan al hecho fibrilaciones lacerantes, un instrumento inerte y una locura química entrelazan al cuerpo a la justificación de los actos que están flotando en el  devenir de grandes plagas.
Este es el viaje de voces que corrompen el sentido de las mejores inversiones de mis sustratos ideológicos, y que en el sustento del órgano del sueño exploran el concepto de la propiedad de un imperativo biologico inhibitoria y establecido en la digestión de mi humanidad embisten como un proyectil colecciones nefastas de 7 años de historia perturbadas.
¡Oh! neblina y vieja capitana, que desde las lejanías de la madre tempestad me perpetran maravillosamente a una muerte solemne y fantasmal.


Otoño...
Marisol C.

Me abandono en el respiro de tu boca, hojas secas en otoño, bajo mis pies, atado a mi cintura, embelesados en el sabor de los latidos, rozando el fuego que se dilata suave entre los dedos, tu y la loca fantasía de saborear la luna bajo el encanto del mar en nuestros sueños, suspiro en tu respiro, apasionado atardecer de golondrinas que vuelan despidiéndose del tiempo que crepita a nuestros pies, la tarde muere lenta, pausada, libando la miel de nuestras ansias.
Me abandono en estas líneas adormiladas, donde tu boca me recuerda la tarde que muere lenta ,mientras un suspiro enajenado se libera suave en mis latidos, tu mi amor que crea un lazo de colores donde me atas los instintos, suaves las hojas caen amarillas, ocres, donde mis pies se posan cansados, recorro la vereda mientras crepitan bajo mis pies en esta avenida que no termina de ser, de regalarme sensaciones, me dejo llevar por la suave brisa que me envuelve, mientras tu mano me detiene suave ,me abandono en tus suspiros, cálidos momentos en que se abandona el alma y te beso en el respiro de este otoño que vuelve a jugar con el tiempo del reloj que nos cuenta los minutos en que nuestros pasos se unen, embelesados nos amamos hasta perdernos ...


LA VIGA EN EL PROPIO
Beatriz Graciela Moyano

Ahora, en este mismo momento, una viga cubre tus pupilas, con sus arenas y no las ves al despertar. Llegan oleajes masivos a la humanidad, andanadas de variadas tonalidades y no quieres ver a tu templo, él se encuentra ahogado de imágenes ajenas, entonces preguntas una y otra vez a que has venido, o quien eres, sin respuesta. No has esperado la señal, se produjo y escuchó desde todas las latitudes, trompetas ensordecedoras que te prepararon para que corras al encuentro de tu propio YO, que seas la protagonista en el vivir la experiencia. Ocupada en buscar la paja en el ojo de las vivencias ajenas, se introdujeron piedras en tus zapatos, caminas fastidiada y con fingida sonrisa secando sudores de otros seres, quizá imaginando aventuras novelescas o pergeñando formas de mariposas a lo que eran apenas larvas. La telaraña de tu propia mente pudo haber cegado tus ojos. No creas que estás sola, no pienses que todas las cosas son malas, no te encapriches con la vida, ni retengas en ti lo que no puedes comprender, avanza para lo que has sido creada, dedica el sol a iluminar tu cielo, comprende cual es el camino para no seguir pagando karma y recibiendo el efecto de tus propias causas.


EL SILENCIO DE LAS DALIAS
Nieves Merino Guerra

En el silencio de las dalias toda mariposa será castigada en su vuelo y en la extrema unción verás cerca del fin casi sin luz estragado el cuerpo y el alma desgastada los días que perdiste buscando nadas afanando torpezas, viviendo errores, hilando sueños imposibles o inútiles con al ateología práctica y ésa nada hasta donde llega la vista derrotada por metálicos soles de estíos pulidas por ventoleras inclementes en la intimidad del paisaje donde la vista lo dejaba a contramano como un santo pendiente envuelto en remolinos de arrebatos -loca mariposa arrastrada desvinculada entre geranios al azar hundida en las oquedades muertas- bajo cierta luna diurna en el azul difuso. En un lugar cualquiera tras todos los horizontes existe un acantilado donde nacen las begonias sin la cercanía de un mar que las justifique. Bruma húmeda con tardes de desolación iluminadas en el exilio donde el silencio diurno sólido y coherente rechina en el muelle desvencijado con la consistencia insoportable de lo perdido.
Iluminado plenilunio de ese ilimitado yermo calcinado donde Dios se hace inconcebible en la materia oscura. Dolorosa ésa tarde en que comprenderás que el aquí y el ahora nunca fueron tuyos. Cercada y vencida te irás buscada por la muerte amaneciendo con colores de crepúsculo salvando del dolor. Se irán de los mariposarios las migraciones sinsentido con el duelo del canto o arrullo perseguido el néctar cristalizado en la primavera de sus fugas equivocadas dejando sus alas muertas sin vuelos ni delirios de misterios y espantos. Volverán arrastradas por su destino para volar-vagar sin luna en noches de plena ausencia y dolorosos silencios. Cuídate de esa hora precisa donde aparezca ese dios que se emborronaba allá arriba y de tus fantasías.
Ésas si volverán.


PORQUE DOBLAN LAS CAMPANAS
Elí O. Carranza

Desde las altas cumbres del vetusto campanario bajan las voces metálicas de las antiguas campanas, desgranando en cascadas sus lágrimas de bronce. Su canto vuela como paloma asustada, jineteando el viento, quien cual brioso corcel incontrolable, desbocado se aleja. El silencio en santo reposo esperaba con las manos taponando los oídos, el ronco rugido de los tañidos aulladores, que intempestivamente se descuelgan por las paredes de la empinada torre y vuelven a subir como araña asustada. El silencio tenebroso con el estrepitoso tan tan se minimiza como murciélago oscuro. El grito triste y sonoro del trío de bronces, residentes vitalicios de las altas torres, es el canto funerario que recuerda al hombre su vocación mortal. Es el canto postrero, carente de palabras que enrostra al hombre con su destino final: cuna y tumba, materia y espíritu. La voz azul de las campanas es signo de misterio entre la vida y la muerte, la luz y las tinieblas, la esperanza y la duda. Cada sonoridad extendida deshoja una a una las absurdas vanidades de la humana condición. Llegado a este punto todos somos iguales. El rictus y la palidez mortuoria igualan en desnudez toda diferencia: ni joven ni viejo, ni alto ni bajo, ni bonito ni feo, ni el color de la piel, ni riqueza ni pobreza; la muerte pregona su victoria por igual. Este trance solo es el paso hacia la redención final. Cada quien ha decidido su propio destino…


El Creador de Quimeras.
Francisco Antonio Ruiz Caballero

El Creador de Quimeras primero fue cazador. De la primera quimera muerta por sus manos obtuvo el alma de la quimera muerta. Era un alma contrahecha, deforme, tísica, brillaba como una débil luz anaranjada al final del sendero del bosque y olía a magnolias blancas, su sonido era un elemental río de campanillas de bronce, si se la colocaba extendida sobre la arena parecía una pequeña ventana hacia otro mundo, un mundo rojo y azul, lleno de diablos enanos, si se la enrollaba tenía el aspecto de una alfombra, si se la aplastaba y encogía emitía lágrimas verdes y se ponía muy azul, extendida sobre el suelo uno podía caer dentro de ella y ser devorado por los diablos enanos, una lenta crucifixión llena de oro y añil, con sabor a mandarinas agridulces y genuflexión violenta, el escorzo era en este caso un escorzo de cisne retorcido, de templo griego dórico, o de catedral gótica en ruinas, columnas salomónicas inclinadas y ladrillos rotos por la mitad. Enrollada como una alfombra y aplastada lloraba lágrimas verdes y su llanto tenía estrellitas negras, muy negras y muy insolentes, que crujían de manera amenazadora y tierna. Se podían recoger las lágrimas en un lacrimarium, y eran un licor exquisito, muy dulce y a la vez salado, que producía ensoñaciones violetas repletas de crímenes adolescentes. En cada crimen había un vencejo de nieve pura y una rama de olivo verde llena de aceitunas negras. El Creador de Quimera encerró el alma en una habitación oscura, para que no le diera el sol durante el verano, y el alma de la quimera se puso tan bella como un jarrón de ámbar con violetas. Ya tenía el alma de la quimera muerta y ahora tenía que construir su primera quimera. Colocó el jarrón de violetas en un recodo del balcón, y esperó a que el primer gorrión de septiembre se posara cerca. En cuanto se posó el pájaro sonó la primera corchea de un diabólico diapasón de plata y el jarrón se quebró. Sacó entonces el ingeniero quimeroartífice un trozo del cristal de ámbar y lo puso al sol. Mirando a través de el se veía el embrión de la quimera deseada, un embrión de ámbar dorado, muy dulce y empalagoso, como el zumo de sandía con azúcar, tenía unos dientecillos de leche muy pequeñitos que mordían su propia nuca, en una torsión imposible de los conceptos de izquierda derecha abajo y arriba, iba a ser una quimera perfecta. Recogió los cristales de ámbar del jarrón y las violetas y, el artista, mientras escuchaba el aria de los buscadores de perlas, machacó el conjunto en un mortero de oro. Todo se hizo una arenilla brillante. Polvo de quimera, con los conceptos alterados y revolucionados. Luego disolvió la arenilla en una infusión de fantasía celeste, y la calentó a cien grados hasta que hirvió. El creador de quimeras se puso a oler los vapores que destilaba el preparado y tuvo un sueño con cisnes rosas y lagartos de metal iridiscente, los lagartos chillaban enfurecidos como diamantes eclipsados y los cisnes rosas nadaban en la pupila de un payaso. Tenían los lagartos los ojos verdes, y eran de metal brillante, verde y azul, semejaban pavos reales, guardando las distancias, y estaban llenos de ira y relámpagos. El payaso no podía dejar de llorar al mismo tiempo que le sacaba los pétalos a una margarita, si no si no si no si no y en el nó final había un paraíso de caballitos de mar translucidos. Al despertar el Creador de quimeras de la magnifica ensoñación la quimera reciénnacida no sabía hablar pero tenía todos los idiomas del mundo en su cerebro, guardados como en una caja de música, y además la recién nacida sabía dividir esfuerzos y multiplicar laberintos. En uno de los laberintos se introdujo el quimeroartífice, las paredes del laberinto eran de color amarillo y había emboscados ángeles bellísimos de mirada oscura y azul, era soberbio el laberinto, brillaba como el oro de los pesos mejicanos antiguos, como los escudos y doblones de la América vieja. Y había un olor a jarabe de coco espeluznante. En un recodo del laberinto el creador de quimera mató su primer ángel, de una puñalada en el corazón, y el ángel se desangró en un chorro de lilas celestiales, pero no probó su corazón. Más adelante el Creador de quimeras, encerrado para siempre en ese laberinto, comería el corazón de todos los ángeles asesinados por su mano. Una luz al final del túnel nos avisó de la salida.


OSAMENTAS
F.S.R.Banda

“Todo apunta al desvarío, todo empuja al abismo y a la zanja.”
Testamento de tus ojos. En ‘Huesos de mi último árbol’, Mireya Zúñiga Noemí, 2012.

Se abren las hiedras en su vigilancia de muro nocturno, en su violencia de diluvio prehistórico sobre las piedras canteadas por la luna. Un rezongo de cañas allá por el bajo cabalga la negrura perfumada de las rosas mustias y los lejanos cardúmenes que cruzan fugaces espadas de plata la bajamar del horizonte insomne. Las siluetas llevan antorchas iluminadas y perros vagos siguiéndolas en su hilera de fuegos por la noche, en su fervor funerario, en su desolación embancada en la eternidad de las arenas. Las siemprevivas estallan sus colores de rojos oscuros y amarillos soleados, sus blancos genuinos y sus rosados imperceptibles, hilando la lana verdiazul de los sahumerios que socavan las honduras de sombra de los altos pastizales. Lo demás va decantando bien avanza el nocturno, la serena consistencia de los árboles, el espejo de agua que ya no refleja las iridiscencias de las libélulas, los crujidos de la sal de roca en sus empegos, el último naufrago asediado por las sirenas. Ilimitadas variantes del espanto intentan fragmentar la opacidad sigilosa de los acantilados, el misterioso deambular de los celacantos, las cárcavas que dejo la lluvia, descifrar los mapas trazados en el rojizo ocre nostálgico de las hojas del otoño vencido, consignar la profundidad esencial de los charcos que no reflejan las lunas. Es inútil, el idioma de los musgos y las dalias se ha perdido para siempre, como la tierra aquella prometida y el florido paraíso de gladiolos y el magnolio. Retumban los tambores del destierro en los púrpuras y los mármoles desvastados por las veleidades de un ayer que no ocurre y la tortuosa vigencia de un mañana inesperado, en esa caótica sucesión un vaho de premoniciones inunda la madrugada que viene en su garúa impenitente. Las quietas anclas corroídas que duermen abandonadas en los muelles abandonados declaran en sus herrumbres los precisos testimonios de lo irrecuperable, la siniestra intangibilidad del todo, la errada devoción por lo perpetuo, la impermanencia que degrada toda palabra, todo pensamiento, toda obra, hasta su disolución en la nada, también la ilusoria existencia de los pájaros y los estambres. Alguien sucede en los congelados abalorios de las consteladas estrellas, abre los brazos abarcando el universo desatado, la mínima incerteza de la tierra humilde en sus pastos y la majestuosa certidumbre de volver a ser polvo hasta el final de los tiempos, cuando su arcilla encuentre las concavidades de la muerte. Amanece.



Revista PARADOXAS N° 198
2 Julio de 2014

http://paradoxas-literatura.blogspot.com/

PARADOXAS Nº 197

PARADΘXAS

REVISTA VIRTUAL DEL SURREALISMO NEOBARROCO

Año X - N° 197


INDICE

Estoy sentada... - Marisol C.
ÉCHATE A DORMIR - Beatriz Graciela Moyano
Mientras te esperaba - Ivonne Concha Alarcón
 DICOTOMIA - Elí O. Carranza
Un Tanque de Cristal. - Francisco Antonio Ruiz Caballero
OTOÑAL - F.S.R.Banda


EDITORIAL

“El barroco es un hermetismo descontrolado, proliferante, el primer barroco trabajaba formas métricas como Góngora, Sor Juana, pero que el lenguaje desborde el contenido imposibilita el control, porque además, la poesía no puede tener control, el barroco representa la maquinaria de la mente. ¿De qué está hecha esa maquinaria? ¿Cuáles son los componentes? No lo sabemos, ni la neurología lo sabe, no nos puede decir cómo es que soñamos, cómo es que recordamos. El neobarroco intenta hacer un cientificismo lingüístico del funcionamiento de la mente. Y cuando digo intento, no me estoy refiriendo a la idea de hacer algo para ver qué pasa, sino más bien a un meticuloso trabajo de prueba y error. Creo que hay una consciencia en los poetas neobarrocos con respecto a ello. Los barrocos estaban muy restringidos por la métrica, los neobarrocos desbordamos las posibilidades creativas de la mente, de ahí que el poeta neobarroco como si fuera un gran masturbador, vuelca como referente de su acto lo primero que esté al alcance. Y eso, en un periodo de tiempo, te puede dar un muestreo de infinidad de cosas al alcance. Quizás deberíamos ver a la poesía neobarroca, sobre todo a la de los poetas fieles a ese trabajo de investigación de prueba y error, como un acto de mapeo de la mente. Y dentro de ese mapeo: el deseo, la memoria, la visión, es decir, todos los atributos de conocimiento que tiene el ser humano. Por eso que cuando dicen que el neobarroco es inentendible estamos hablando de personas cuya imbecilidad es total. Es como si alguien que desconozca el significado de la palabra “física” diga que la teoría de la relatividad es difícil de entender. Y me animaría a decir que el neobarroco ha aportado algo que ahora resulta innegable, incluso para la tradición anglosajona (desde su reciente edición, el neobarroco aparece en la Enciclopedia de Princeton University). Dejémonos de boberías si está de moda o no está de moda. ¿Después de esto qué se puede hacer? ¿Qué viene después? Jardiel Poncela decía: “los barbaros búlgaros huyendo de la vacuna” pues bien, no se puede huir del neobarroco, está ahí, no es un accesorio, no es una moda. Es un planteamiento de cómo la poesía puede seguir haciendo un escrutinio de la mente a partir de todo esto y seguir adelante. Creo y más que creo, estoy convencido de que con el neobarroco la poesía ha dado un paso adelante, porque ahora se puede escribir de todo, sobre todo y con todo.”

En “La naturaleza es el único neobarroco que no pasa de moda – Conversación con Eduardo Espina”, Juan Luis Landaeta. Vale.

El Editor


EN LA LEVEDAD DE UN PRENDEDOR DE LÁGRIMAS
Marisa Aragón Willner

Y la memoria del mar se baña en símbolos, ante extraños se descubre su cabellera

escúchala, está cantando en el lenguaje del río y de las piedras, del pez azul y la hiedra

solloza, porque olvidó nuestros nombres cuando un ave la sedujo

y le puso en el vientre un prendedor de lágrimas

¿cómo  fue que la memoria, y el trópico y el viento

y la desolación y la mañana

pudieron bautizarnos con el néctar virtuoso que los dioses aman?

Y ahora me detengo sobre la tibia cornisa de la muerte para hablarte

dejar salir mi voz azul de una garganta raída que antes te leyó en la medianoche

de todos los continentes arrasados por la albricia de la Vida.

Me detengo sobre el pálido nácar de tu espalda para besarte

dejar brotar mil besos de mis labios sedientos que sabían que en cada desierto

hay un oasis detenido que aguardaba el alma vegetal que se cernía

toda flor y raíces sobre su seno de agua .

ay qué avalancha de mundos recreados  en nuestros pensamientos

qué tempestades de amor nos llevaban en gloria como hoja seca sobre las aguas verticales

toda cascada briosa de dos almas en brujerias de abril enlazadas

qué despertar de vientos acariciantes sobre la hondura de los pechos tatuados

por metrallas de besos exploradores que quemaban las pieles viejas de la noche

y las envolvían en fragantes pétalos de magnolias irisadas

todo un cruce de fuegos sobre corazones de guitarra.

qué seducción privilegiada a la memoria es la poesía

que hasta la muerte se siente mujer y abandona su saeta

salpica la primavera su aliento de arco iris sobre las ventanas

guardaremos tú y yo  en un cofre la lluvia para repartirla como una plegaria

una temperatura corporal hambrienta de la metamorfosis de pálidas crisálidas

un anuncio de inocencia antes no develada en el triunfo del desnudo

palpitar del mundo sobre el universo entretejido de dos almas

en la levedad de  un prendedor de lágrimas.

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Estoy sentada...
Marisol C.

Estoy sentada bajo el crepúsculo, las olas incesantes viajan a mi orilla, me siento intermitente, diminuta ¿no te sientes como yo?, me pregunto no soy nada o quizás todo en este influjo del alma que se desborda con frenesí, estoy embrujada bajo el deseo de escuchar tus latidos, quiero reclamar el mundo vestida de sales, diluirme en la espuma de las olas, palpitar en tu centro ,florecer despacio con la luz del amanecer, ¡no te dan ganas! de ser una gaviota que besa la cresta de las olas y sentir la libertad en el viento, recorrer la bahía en un vuelo rasante, sentir el ocaso en la espalda, sonreír como un loco, tener el pecho henchido de placer y la cabeza loca, no te gustaría caminar de aquí para allá sin que te pregunten el porque. Estoy sentada aquí bajo el crepúsculo, con la complicidad del reloj que sigue quieto junto a mi, siento las ganas de ser una gota de sudor viajando por tu piel, ser el rayo que entra de puntillas en tu ventana y se burla de la cortina, amor, amor estás lleno de mis impulsos, no se si pretendes que soy todo bajo el anochecer y me sueñas a escondidas, te preguntaras que paso con mis locuras, pues te cuento que te siguen a hurtadillas todo el tiempo y que por más que intento cerrar los ojos y no verte me sigues hasta los silencios, ¿te pasara lo mismo?. Sabes percibo que soy esa prisa que te invita a correr por los segundos de este reloj de la pared, finges que la vida sigue, mientras el témpano se diluye en ti, ligera con la prisa del viento oeste que nos inunda el alma me diluyo en tu suspiro, no hay tristeza que nos embargue aun en la soledad, a veces me pregunto te pasara lo mismo y espero, espero en el crepúsculo que la noche llegue bajo la luz de la luna para encontrarnos, te preguntaras si me pasa lo mismo y aquí bajo el amparo de esta sublime locura solo te digo que sí, que sí te ansió como en el sinsentido de todas las palabras que se fugan desde mi alma para escribir, que no concibo vivir sin esta dulzura de tus ojos.


ÉCHATE A DORMIR
Beatriz Graciela Moyano

Amiga mía, ya está escrito el destino y la suerte marcada, me echaré a dormir. Aquí crujen los cristales sus anegadas nostalgias, las hojas caen lentamente como calendarios evasores, sumando años al contorno esfumado de una silueta. La melancolía es un gemido, mueca desde el interior, como capricho de nubes huyendo gracias al viento. Se escucha la cadencia del tango triste en un solo de bandoneón y uno se pregunta...¿qué será que la deja en estado de vacío? Hay en la atmósfera rara en torno al nombre que me nombra, brisas húmedas, sonrisas que intentan sutilezas al expresar desaciertos, convencidos del atardecer de los amores vencidos. Cuando el prez agiganta la maleza, recubre hojas verdes, y todo carece de brillo, opacidad del amarillo desdén pintado en oleos. Los vientos -erróneos, falaces- corroen las pinturas en las costas salobres, arenadas y así el paisaje se derrumba. Amiga, hay un ventanal cerrado a las emociones vanas, ni acceso ni filtraciones espurias, al otro lado de la luna habitan los recuerdos que solo pretenden retener las espumas de mar, donde los ríos corren urgidos por lluvias repentinas, los errores se han sumergido en toneles de amatistas trasmutadoras y ahí forman piedras vírgenes, intocadas reliquias para los tiempos. Retoñar verde y rosa es frescura matinal, después de echar a dormir los sueños insoñados, trepar disuelta de hielos es alcanzar el horizonte de los versos y llegar a las almas, contra el frío amargo... la sonora voz contenida en cada despertar, el beso sorpresivo y silencioso, ritual eterno. Que los incrédulos no agoten los anhelos e ilusiones, los ausentes apaguen sus luces y sellen los diálogos y enconos, sin principios, ni final. Hay un nuevo amanecer, créeme -amiga mía, querida-El destino de ave migratoria, desgrana el corazón, desgasta el alma. El cansancio gana sitio a la ternura, su derrumbe es lento y seguro y el estallido, inminente. Echar a dormir los sueños, entregárselos al supremo hacedor es la ventura próspera y dicha en el camino, alojando esencia tibia, pernoctando felices como si no hubiera sucedido el suicidio, como después del renacimiento, donde solo una sombra amorosa sigue mi perfume desde siempre. Amiga ya no nombres esa calle, esa esquina, ese bar, asechan recuerdos de paredes azules con lunas y soles pintados y los retratos colgados por años, ya no nombres su nombre ¿se muere también de nostalgias? Muy lejos, muy dentro las lágrimas son perlas melancólicas, ya sabes. Allí nos reuníamos en tertulia a leer, descubríamos el largo de las falanges y los dedos se tocaban, en el andar dando todo por lo que amamos, ya no la nombres amiga. Desde que patearon a la perra creyendo que estaba sarnosa, me fui, resultó injusto, no vuelvas a nombrar nada de ese tiempo retenido que no se quiere borrar, hablemos de los bueyes que se perdieron en el campo desorbitados, el duelo de esa pérdida es lento, era entrar, sonreír y que sonrieran, se fue, pasó, como tantas cosas pasan de prisa, sin saludar muy a nuestro pesar, al menos nosotras nos vemos en este "boliche" con sones y ecos indiscretos, lleno de gente...


Mientras te esperaba
Ivonne Concha Alarcón

Amaneciendo, otra vez, de nuevo mañana fría, negruzca, triste, celeste opaco ancestral de estrellas en descanso y luna perdida, mirar extraviado entre sueños ansiosos, pesadillas sobrecogedoras extendidas en una larga noche, siéntese en el aire una lejanía en el ahora, a lontananza se ve la vida, se acerca cabalgando rápido recordando el después del ayer perdido, ansiedades inconsumadas entre candelabros de plata envejecidos por los cantos del ayer primaveral, el otoño ensañándose en cuerpos hoy añosos, ayer acariciándose, tocándose, uniendo el aliento jadeante de los deseos entre pensamientos aun despiertos en el existir latente, deseos juveniles, primaverales, deseosos, anhelantes, suspirando incongruencia inaudita entre los antes y el ahora. Todo el viento se asoma entre auroras soplando soplando, contando contando, cantando cantando en un juego excitante sonriendo existiendo entre risas y sonrisas curiosas soñando sueños queriendo ser realidades. Desnudando con mirada egoísta la realidad presente, buscando en recuerdos nostálgicos las efímeras miradas de antaños lejanas y ajenas, esas que ya no son ni están ni estarán porque se fueron al fondo del lago esmeralda en un sur anochecido nocturno profundo, sin salida a la observación del rey sol resplandeciente. Mirando el aura de las arboledas a la orilla de los caminos, alamedas moviéndose en mirada virtual, proyectadas en esa misteriosa esencia reflejada en el alma aparecida entre las sombras y la luna curiosa, desconocidas necesidades internas, eternas, complaciéndose en el interior de los espejos impenetrables de esos recuerdos perdidos que no aparecen entre los altares de las basílicas barrocas plenas de encantos y exuberantes imágenes aparecidas en fantasmales fantasías entre varadas irrealidades y grandiosas cercanas ilusiones sin tiempo, verdades y mentiras del ahora extraviado en las secuelas dejadas enmarcadas en la piel de esos rostros fantasmales difusos perdidos entre nubes moviéndose en un cielo húmedo, mojado, se espantan del miedo de perder la cordura entre las sábanas del lecho solitario nocturno eterno sin esperanzas de un presente misterioso solitario ancho y ajeno a los tiempos congelados de una soledad inminente...


DICOTOMIA
Elí O. Carranza

Busco y rebusco, subo y bajo, del este al oeste,  hacia los  mil puntos cardinales de la rosa alocada de mi corazón; sin rumbo ni fin. De la piel a los huesos. En arrebatos desaforados persigo el martirizante recuerdo de tu sombra distante y silente.

Intoxicado de esperanzas amaso el deseo de arribar a tus costas, encallar mi barca y vivir después. Preciso una leve señal, un mínimo resplandor, como de luciérnaga disminuida por la distancia, que no por pequeña deje de significar para mi el punto de mira por donde traspasar la barrera de olvido que desde la lejanía has construido frente al campo abierto de mi amor.

Rebusco en el cosmos de tus ojos ahora vacíos una señal,  cualquiera, un breve signo, porque leo en el mapa de ruta de mi corazón, que al  final  del túnel de tu olvido  hay una breve luz. En mis noches de tristeza y soledad alimento mi esperanza mutante con bocanadas  de estrellas para fortalecer mi creencia que no hay infinitud en el universo, más sí en la onda expansiva de mi permanente espera, que crece conforme te adentras en la profundidad inmisericorde de tanta lejanía.  En el firmamento  de mi vida fuiste luz del radiante cometa que pasó. Bebí esa luz y tu abrazo mordió mi cuerpo y mi cuerpo se tiñó de tu tinta como un tatuaje de filigrana. En ese tiempo  fui feliz. Fuimos felices.

Sin que yo lo notara,  como el cometa que pasa flotando evaporadamente  te desvaneciste,  y no hubo más resplandor. Te llevaste la luz, me dejaste la duda.

El tiempo gota a gota ha vaciado mi estanque y en el último remanso sedimentado te guardo  y te espero. En ese trance de esperanza y desesperanza practico el noble ejercicio de  avivar mi fe; aunque el perro de tu amor se tornó desleal, contrario a su carácter noble y fiel y mordió mi mano cuando más lo acariciaba. Irracionalmente sigo dibujando con suspiros las mariposas que simbolizan esta  asidua esperanza mía.

En esta bipolaridad ser y no ser cara de la misma moneda,  amar  u olvidar,  crece la dicotomía esperanza y realidad. Dos amigas, dos rivales que se disputan la entereza de mi fe o los despojos de mi desamor. La esperanza me abriga hasta el borde de toda ilusión; me habla de reconstruir puentes  que unieron nuestro amor. La realidad me sumerge en el  lago de aguas turbias de la duda. Me habla de no esperar más, de labrar otras sementeras donde ya no seas más el labrador, de caminar acompañado solo de mi sombra.

Tu partida sin retorno, ese “mudo mutismo”, la cobardía que transpiras, mi anhelo del reencuentro son el limbo de mi vida, son purgatorio, son infierno, pero nunca gloria. Al final de cuentas me percato que mi aturdida esperanza solo es una máscara que uso para ocultarle a mi corazón de cera la realidad: no estás, no vuelves. Solo yo te amo. Pero el amor es cosa de dos…


Un Tanque de Cristal.
Francisco Antonio Ruiz Caballero

Un Tanque Alemán de la Segunda Guerra tuneado por un sabio artífice marchaba por la avenida de la Resolana de Sevilla. Le habían quitado las planchas de metal y le habían puesto planchas de cristal, de tal forma que parecía una especie de gigantesco cangrejo transparente. Dejaba sonar desde no se sabe qué apoteósicos altavoces música moderna repetitiva y vibrante. Era un oxímoron de grandeza y fragilidad. Parecía un enorme y grandioso reloj Swatch, pero al mismo tiempo la apariencia de fragilidad era tan exquisita como la de un cisne. Era una maquinaria bellísima y soberbia. De una exquisitez indescriptible. Marchaba sobre la Avenida como una extraña medusa marina que surgiendo del agua se hubiese puesto a caminar sobre la arena, y brillaba con acuáticos reflejos transparentes al sol del mediodía mientras se acercaba reposada y marcialmente hacia la Muralla de la Macarena.
Sevilla contemplaba el enorme y musical artefacto con estupefacción. A su paso se acercaban los viandantes curiosos que veían una especie de híbrido sobredimensionado de unicornio y cucaracha transparente, grandioso como él solo, insecto de no se sabe qué indescriptibles infiernos marinos.
La Medusa se paró justo un poco más allá del Arco de la Macarena, que con su color amarillo ocre lo contempló con indiferencia y majestuosidad. Los vencejos, negros y ágiles, gritaban cazando moscas en las estribaciones de la hermosa y antigua muralla Almohade. El césped verde parecía seco y húmedo, según el lugar a la que una amable manguera de jardinero se hubiese dignado regar, y brillaba a la luz del sol con gotas de diminutos diamantes afiladísimos. El tanque giró y se puso delante, enfrente justo del Parlamento de Andalucía. El Edificio de piedra, que fuera un antiguo Hospital renacentista en su época observó a la máquina y la máquina observó al edificio de piedra. Multitud de personas rodeaban al gigantesco insecto transparente, con su enorme cañón de acero, falo enorme, poderoso, totalmente erecto, capaz de hacer las delicias de un millón de sodomitas enloquecidos.
Hubo unos momentos de silencio pues la música tecno que salía de aquella crisálida diamantina de acero y vidrio dejó de sonar. El cañón se alzó. En el Interior del Tanque un muchacho estaba especialmente enfervorecido. El silencio no se podía cortar de cuajo pues los vencejos gritaban amanerados y la gente hablaba y reía. De pronto el enorme cañón de la no menos enorme medusa cristalina se alzó unos centímetros. Cayó una hoja amarilla de un árbol al suelo y el monstruo vomitó un proyectil hacia el Parlamento.
El ruido fue brutal, como un chocar de grandes y paleolíticas locomotoras, y el proyectil fue a estrellarse sobre la Fachada del Parlamento mientras al mismo tiempo las grandes planchas de cristal del tanque se hacían trizas quedando el bellísimo monstruo totalmente en ruinas. Sin embargo la Fachada del Parlamento resistió el embate del desproporcionado obús, mostrando tan solo una singular irritación. Los cristales estallados del monstruo no hirieron a la gente, que observaba el hecho, de auténtico milagro. Pero los vencejos huyeron despavoridos.
El muchacho que conducía el ya exbellísimo Leviatán, salió del mismo, y arrojó su casco de soldado al suelo. Con rabia. Otra vez sería.


OTOÑAL
F.S.R.Banda

Entro en el otoño cabizbajo, como siempre melancólico, entro en sus laberintos de nostalgias humedecidas por la fina garúa a recuperar involuntario como cada año las hojas secas que inundan la memoria con sus variaciones sobre los amarillos, sus verdes desolados, sus ocres matizados y sus rojos exultantes. Recupero aquí y allá restos de olvidos impensados, pedazos de mustios recuerdos enterrados como semillas durmientes en mala tierra, breves detalles de un rostro que quizá no fueron, un giro distinto en el verbo de esa boca besada tantas veces o el cercano reflejo de mi cara en unos ojos que la memoria inunda de nombres o lugares o fechas. Es la tarde apacible de un abril en quietud diversa la que me disgrega como arena en el pasado, en sus turbulencias y sus estragos, en el amor extendido, bruma, humo, sobre la perfecta intimidad de los parques, en el vértice marino del rompeolas y en un silencio de pájaros ateridos. Entra el otoño con su marea de nubes y ventoleras, se llega arrastrando los restos de todos los naufragios, malamores, desengaños, fugas cobardes y miedos a rendirse a la obviedad del cariño que me entregaban equivocadas aquellas que hoy son lejanas cenizas. De oscuros crepúsculos se va haciendo la noche, gira sin estrellas un cielo anegado, las negras siluetas de los árboles deshojados asolan las calles buscándome en un brevísimo arrebol descolorido que define allá por el poniente un resplandor apagado por donde irá a verterse el tardío nocturno del sombrío ermitaño. Hay una espera larga de lluvia que no llega, el crujido de los pasos que no di sobre las hojas quebradizas dejan un eco reverberando entre las penas y los preludios de la tristeza. Acometen tarderas las evocaciones de pasados posibles, y me dejan pensando que sí lo fueron y ahora suceden en realidades paralelas generando otras resonancias que ya irán a ser recuerdos en esta vaguedad taciturna que va del estío al invierno. Un olor a sosiego escurre por las calles solitarias dejando encendidos los faroles y cerrados los ventanales, las piedras se van apagando en la sinuosidad cotidiana del otra vez otoño; la gloria de su hojarasca y sus lloviznas, las uvas doradas de los pámpanos en el parrón de la infancia, los rastrojos del manzanar al otro lado de los canales y las zarzamoras con sus moras indecisas aún entre el negro dulce y el ácido rojo, el ciruelo jugando a ser todo el otoño del patio. Vale.


Revista PARADOXAS N° 197
1º Junio de 2014

http://paradoxas-literatura.blogspot.com/

sábado, 3 de mayo de 2014

PARADOXAS Nº 196

PARADΘXAS

REVISTA VIRTUAL DEL SURREALISMO NEOBARROCO

Año X - N° 196


INDICE

Ya quisieras... - Marisol C.
Yo siempre regreso a los pezones y al punto 7 del Tractatus - Agustín Fernández Mallo
CUALIDAD DE PALOMA - Beatriz Graciela Moyano
ORGULLO MALHERIDO - Eli O. Carranza
OTOÑO - Ivonne Concha Alarcón
Composición de adelfas negras crecidas en el jardín de la luna. - Francisco Antonio Ruiz Caballero
LUTO EN LAS MAGIAS DE LAS PALABRAS - F.S.R.Banda


EDITORIAL

“Frente a una primera caracterización formal del Barroco con los rasgos de la proliferación del artificio y oscuridad del sentido, de exceso formal y teatralidad arbitraria, es ya un lugar común intentar articular sus elementos contradictorios en algún tipo de dialéctica. Da la paradójica impresión de que el mismo concepto de barroco es especialmente “barroco”, valga la redundancia, sobre todo, dada la cantidad de perplejidades que se suman al sopesar sus implicaciones estéticas, sociales y subjetivas. ¿Es el barroco un estilo o una época (Maravall)? ¿Se distingue del manierismo en Europa (Hauser) y cómo se realiza el “trasplante” del Barroco a América (Paz)? ¿Es represivo (Maravall) o contestatario (Sarduy)? ¿Distingue o confunde la apariencia de la realidad, la representación de la verdad (Egginton)? ¿Es intelectual o sensual? ¿Elevado o vulgar?”

Copiado de: ESTRATEGIAS CANÓNICASDEL NEOBARROCO POÉTICO LATINOAMERICANO, Matías Ayala, Universidad de Talca, Chile. En REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA Año XXXVIII, Nº 76. Lima-Boston, 2do semestre de 2012, pp. 33-50. Vale.

El Editor


Ya quisieras...
Marisol C.

Un punto inexacto de rebeldía, un poco de libertad y otro tanto de porqué, una dulce agonía sin reflexiones, un país donde la primavera no acabara, un poco de sueños para gozar a destiempos y una luz encendida en los ojos en este otoño gris, hay palabras que vuelan en el viento y una melodía que imaginas no termina. Ya quisieras que se escondieran los latidos en este circulo de agua que ahoga ansias, mientras esta noche esplendida reina en mis adentros se acuna en mi regazo, hay lluvias de deseos y azahares, se prolonga mi voz en tus oídos agotando los suspiros de tu boca, la noche es como un barco que fluye sin estrellas, oscura agonía que se mece en este otoño. Ya quisieras que se desgranara el café sin ese aroma que atrae recuerdos, con su piel de soles en el alma, me siento pequeña en este silencio que habita, no quiero estar ausente en tu memoria, me siento avara entre tus brumas robándote el latido que crece, mientras me piensas, me escondo suave en el vaivén de este reloj que se duerme, mientras tus ojos se cierran al deleite de pensarnos, me siento viajera en este otoño de acuarelas, tu ya quisieras un si de mi boca y te digo que mi amor se desliza suave en el infinito claro de tus ojos.


Yo siempre regreso a los pezones y al punto 7 del Tractatus
Agustín Fernández Mallo

(Fragmentos pirateados al azar)

Nadie nos enseña a besar, y es lo único que hasta el final buscamos. Salgo a que mi soledad complete la ciudad desierta, ni recuerdo el bullicio, su intención era esto, abrirme un hueco [la rosa no recuerda que ayer fue rosa, por eso se abre cada amanecer con mudada belleza]. Los muertos no mueren en ellos, me digo, sino en nosotros, ellos ya flotan para siempre en la orilla, ciegos de todo, con el traje reventado cabecean contra las rocas, contra la suma de lo perdido; y no hay más. También nosotros besamos siempre la piel invisible de lo que vemos; y tampoco hay más.

Darse cuenta de que esos números a lápiz dejados por los carpinteros en los marcos de las puertas, en el reverso de las mesas, o en el interior de los cajones [supongo que también Dios olvidó signos por ahí tras crear el mundo], obedecen a un plan. Darse cuenta tras mucho indagar de que son fragmentos de música cósmica, quiero decir, de tu rostro, pues en él están las partituras [también las futuras]. Darse cuenta de que esto es mentira y aun así invertir toda la vida en demostrarlo; ésa es la tarea. Soy el camino más corto entre tu alma [que se queda], y tu cuerpo [que se va].

Voy amontonando, para cuando regreses, tarros vacíos, tu especie de flor blanca, cortinas transparentes, la cubitera, dos sillas [sólo dos], tus cuadros, tu perfume, sábanas, pañuelos, relojes automáticos, cartas escritas estos años, la máquina de escribir, la maniquí que siento a mi mesa, maletas abiertas [de ida o vuelta, no se sabe], un espejo que amplifica la belleza, collares de perlas, vestidos de noche, la loción, la espuma, la cuchilla, la palangana, puñados de arena [uno por día], fotografías que nos haremos, algunas piedras del muelle, el silbato de la tetera, las ráfagas del faro, el haz de gaviotas que anunciarán tu llegada. Voy amontonando objetos para que cuando regreses halles aquí tu doble; para que no quepas; para que no regreses. Que seas feliz. Donde quieras que estés.

Hay que estar confundida para barrer de un solo golpe el sueño y heridas mal cerradas; estrellas que esperaban entre el polvo [como el último rayo del día nos espera casi siempre entre las baldosas] [más de paciencia]. Aspirar el tallo de la rosa y escupirlo, vomitar de una sola arcada cuanto se ha vivido [y no vivido]. Hoy he ido a comprar el pan y el horno estaba cerrado, no regresé con las manos vacías, cogí arena en la playa, vi de nuevo a aquella loca que nos decía "desconfía de las toallas". Hay que estar confundida para caminar como si nada hacia el muro que sola levantaste en la terminal del aeropuerto, o al final de la calle, o en el principio de los sueños [ahí ya estaba todo], y al roce de su helada materia conocer el paraíso dejado atrás, y persistir. Y sin embargo así es.

Hay quien cree que en cada cuerpo duermen todos los cuerpos, lo que vinieron para dejarnos y los que vendrán, y que la noche es doble en cada cuerpo de los amantes, y que doble es esa pasión que concentra ahora en cada uno de sus cuerpos todas las vidas [muerte incluida]. Después se alejan. Pero la pasión es musa perezosa, prosa, desecho de inspiración, violencia contra uno mismo en beneficio de uno mismo. Al separarse, los cuerpos no saben que rompen el tallo del tiempo: uno se lleva a los que vinieron y otro a los que vendrán. Cierta especie de reloj los condena a buscarse para siempre.

Nota del Editor.- El punto siete (y último) del Tractatus Lógico-Filosófico de Wittgenstein dice: “What we cannot speak about we must pass over in silence”. (Sobre lo que no se puede hablar, debemos pasar por alto en silencio).


CUALIDAD DE PALOMA
Beatriz Graciela Moyano

Intérprete vulnerable, empeñada en recrear la sonoridad de los grillos que no entendieron el final de la noche. Amanecida heredad de paloma, se filtra debajo de la barrera cruzada, aprisionada dulcemente mira con ojos sorprendidos y gozosos. Plexo de ternura a centímetros de las aristas en duelo de ausencia. Dulce presidio espontáneo de la luna, con alas proyectadas al universo de los sueños. Es rosa al amanecer del rocío, es tarde de sol y noche infinita bajo un manto de estrellas, apenas se ve y no se escucha entrar al paisaje, descalza y sin batir las alas para no despertar a las luciérnagas que comiencen a parpadear su luz, mientras retira el mensaje, viajará sin descanso por todo el tiempo quieto, expectante. La misiva dice que no hay olvido, que la huella se hizo surco y simiente, germinada en atardeceres anaranjados de brazos abiertos, solo estirar los dedos bastaba para tocar los silencios y beberlos de un sorbo, o escribir poesía poblando la boca de mariposas, aleteando colores vivos. Verifica, cuelga las evidencias en las hojas de los árboles, para que la lean los pájaros, "no existió mayo, no escarchó el invierno ningún te quiero en el aire, ni olvidó la flor que es primavera" Sigue navegando una ilusión, como la niñez se mece bajo el puente, pero no puedes olvidar amor, la cualidad de paloma que se escurre bajo la barrera del poema, a un instante de la orilla, del aliento, de los versos, de tu boca.

¿Donde irán a morir las sensaciones, cuando dejan de ser hermosas?


ORGULLO MALHERIDO
Eli O. Carranza

Apenas con tres besos de nacido, con un desplante no igualado por ningún solemne y embrutecido lidiador de astados, abandonaste a este poco racional e inconveniente deseo palpitante, que desde mis sienes de crespones grises, enmarañados por el sedoso crujido de tu dedos volátiles como palomas montaraces, que dejaban su huella en semi luna, bajan desde mi río interior de incontables cauces, en torrentes de roca fundida, fluyendo bajo la piel erizada como tersa montaña de caracolas quemadas por el mar, los torrentes de un deseo agobiador que me hacía soñar en ser yo el conquistador de la curvatura ovalada de tu níveas montañas simétricas, izadas como banderas de tregua en el cenit de tu pecho. Con ardor desértico, a plenitud de sol y luna mi sangre giraba, borracha de lujuria. Yo juraba por las plumas de las alas del renunciante ex arcángel Lucifer que tu pájaro de fuego también deseaba como yo quemar su ardor cabalgando el unicornio rojo, sobre las altiplanicies de mi cama y de mi cuerpo. Con tu estilo acicalado y mojigato y sobre tus rugientes suspiros, ahogados en hipocresía, evitabas las jadeantes incomodidades del ronroneo de tu cuerpo y de tu ropa humedecida. Permanecías inmóvil como estatua preñada de miedos. Aún así el sabor y el olor almizclado de tus palabras y aliento alimentaban más mi furor pasional. Y no cedías. A cada nuevo intento de mis besos dialogantes por convencer tu no, gruñías con el susto en tu boca para maldecir mi beso. Esas manos violentas lanzaban improperios y tus palabras golpes quemantes. Con frustración mortecina miraba tu deseo hervir prisionero bajo tu piel, esa piel dulce y olorosa a llanto almibarado, sin lograr comprender tu obsesión virginal y mi perverso deseo de horadar tu vientre. Sentí entonces la lejanía convertida en prisión. La estatua de sus miedos se convirtió en mujer, y esa mujer como niebla de alborada que el sol hiere se desvaneció; llevándose en su equipaje el triunfo de su abstinencia virginal y mi orgullo malherido.

OTOÑO
Ivonne Concha Alarcón

Cierto, se nos vienen las hojas cubriéndonos de nostalgias y duda inciertas, se esconden las verdades que duelen entre las hojas amarillentas decoloradas de tanta incertidumbre de tanto dolor esparcido en los viejos y raídos caminos del amor vivido antes de estos años que ya nos parecen cada día más marcados por dolores y pesadillas que avanzan hacia un desierto desolado. Algunos son dolores del cuerpo, otros son pesadillas del alma, tristes tardes que se desmoronan al caer sobre el piso de los logros obtenidos, éxito superfluo que nada deja que nada aporta. Lluvias esperadas que no llegan, no aparecen, no se asoman, lluvia que purifica, lluvia que sana, lluvia que ilumina de nuevo el camino que aún no se vive y que quizá nunca se aparezca de nuevo, todo se ve falso, liviano, efímero, son la desconfianza de los falsos amores que nos aturdieron la juventud con sus aires carnavalescos con risas y sonrisas  apagadas por la tristeza que viene después del amor. Desamores y amores van y vienen como las olas orilladas por la  marea, vaivén hacia dentro hacia afuera, nos insatisfacen los deseos imaginarios, nos aprisionan nos aturden los recuerdos añorados. Hoy ya lejos de los nacimientos, las alboradas, los despertares en esa juventud donde éramos reyes y reinas del mundo, ahora solo máscaras escondidas entre las hojas secas del otoño, camuflaje donde se esconden los sueños ya escasos temerosos de ser olvidados por estos días otoñales que nos hielan los huesos corroídos por los andares y miserias de la vida... a pasos débiles, cansados se nos empiezan a cercar con alambres de púa nuestros caminos hacia un invierno que mas temprano que tarde tendremos que vivir con resignación y respeto para una vida digna y justa... la vejez, certeza innegada.


Composición de adelfas negras crecidas en el jardín de la luna.
Francisco Antonio Ruiz Caballero

En el jardín de la luna hay una fuente de mármol. El mármol es hielo y de la flauta del sátiro que toca en ella surge, fría como la nieve y transparente como el alma de los niños, el agua a chorros. Pareciera que toca el fauno una composición que fluye desde debajo de la tierra hasta el estanque, en el que se asoma la farola de nácar. También hay en la fuente una sirena, que sumerge su cola en el estanque, mordida o besuqueada por las grandes bocas de las truchas naranjas. Está llena de monedas la fuente, cada enamorado, al pasar, tira un trozo de su riqueza a la alcancía, para que la sirena haga un sortilegio de buenas promesas a los novios. Una serpiente amarilla, culebrea entre los hibiscos naranjas y se deja caer en el estanque, tiene anillos de oro y silba con terror, ¿será venenosa?, se pregunta el alma de una veleta oxidada, un viejo gallo con flechas de Norte Sur Este y Oeste, que arrinconada en una esquina del jardín recuerda sus cantos en la alborada y la atardecida, cuando se ponía naranja y roja y cacareaba relumbrante, ¿será venenosa?, se pregunta, pero el óxido no la deja casi hablar, bajo la luz de la luna es tan negra como la tinta china, y recuerda el día del rayo, la noche de la tormenta, cuando recibió los sesenta mil voltios de un verso de Júpiter, el mismo día que el Arzobispo estrenaba su pluma de oro y níquel. Los azulejos adornan al gallo con arabescos verdes y amarillos, que en la noche parecen grises y perlados, son, matemáticamente perfectos, geométricos espantos de un artificiero albañil, y el demente que los ha diseñado seguramente guarda en el interior de su cerebro la taracea y el damasquinado de los locos de atar, lo cúfico de los mocárabes del infierno. Hay en un extremo del patio un banco de hierro retorcido, diezyochesco, que ha contemplado la caída de un pañuelo de seda fucsia y el tañir de un violín. A la luz de las lunas, sus hierros, esmaltados en plata, parecen de plomo derretido, goteantes aún, como recién pintados, como de una perla gris. Un grillo resquebraja el silencio, sino trabaja a su ver el eterno mirlo negro, y pone fuga y corchea de lirio y trino azul a la noche silente. Y, finalmente, en el jardín crece el adelfo, con sus flores negras, como de tinta china, capullos monstruosos, como floraciones o exhalaciones de brea, como borbotones o cabezuelas, como pompas de jabón negro, macizas protuberancias de la locura. Que a la luz de la luna brillan como los aceites, como la fuente, como la misma luna, que se mira en el espejo del estanque, sobre la culebra amarilla, sobre las truchas coloradas. Trina el insecto y desolla su arpa rítmicamente, y el mirlo zigzaguea levantando hojarasca, y se oyen pasos misteriosos tras los hibiscos, pasos de nadie. En la fuente cae el agua a borbotones, como escupiendo la flauta gargajos de agua purísima. La serpiente se desliza, le brillan los anillos de oro tal un extraño fuego o jade, y sus ojos son los de un gato infernal. Trina el insecto y asciende hacia el cielo una melodía de estrellas ignorantes, celosas de sombra y plata, azules y negras. Hay sobre el banco de plomo y acero un libro abierto, en el libro podríamos leer un verso amarillo, o una flecha atraviesa la garganta de un ángel. Y caen las hojas. ¿qué dice el místico autor de los poemas del libro?, tal vez un extraño Rubén Darío disfrazado de astronauta recita, en el polvoriento desierto de la Luna, todo ceniza y blanco, el recital de la fuente del sátiro. Y los selenitas, ellos todos, añiles o rojos, se congregan al borde de un cráter para decir: ¡¡¡basta¡¡¡. O quizás el libro es un cuento de terror, y en la vieja catedral gótica el jorobado enciende un cirio de sándalo que deja en el aire su alma de madera noble, cortada por el brusco leñador. Y la doncella huye, sus ojos son verdes como un verano, por los pasadizos en los que la araña trabaja vestidos para los espectros.


F.S.R.Banda

Se enlutan los castaños que lloran ya la lluvia triste de Macondo, te acordarás Aureliano cuando comenzamos a ver las piedras como huevos prehistóricos y éramos jóvenes allá en la esquina del barrio aprendiendo de nuevo a leer en cien años con la soledad de un mundo que no entendíamos y fuimos inducidos por ese colombiano mágico a los pecados de la literatura de los asombros y las maravillas liberada hasta el final de los tiempos de las arcaicas y siúticas petulancias de los godos, y cada uno era un Aureliano o un José Arcadio y todos nos soñábamos enamorados de Amaranta con su mano vendada o los más románticos de Remedios la Bella y terminábamos muertos de desengaño por Manuela Sánchez de mi perdición para siempre. Se nos fue el Tata Grande, el maestro desaforado que arrasaba con su verbo en esplendor florecido allá en las ciénagas por el otro lado de Riohacha, el reinventor de la América mustia de los guajiros y las damas coloniales, de los ojos de perro azul y del mal amor en los años de la peste. Se nos fueron con Él las putas tristes y la cándida Eréndira, el ángel viejo atrapado en el barrial del gallinero y el patriarca más solitario que el primer muerto, se llevó volando sobre las casa de barro y cañabrava al coronel esperando y se quedó para siempre jamás Isabel viendo llover como siempre llueve en septiembre Gerineldo no seas pendejo. Y fue ayer su partida no anunciada, para que hoy viernes santo los gallinazos se metan por los balcones de la casa y remuevan con sus alas el tiempo estancado en el interior, y en la madrugada de la resurrección despertemos del letargo de la pena con una tibia y tierna brisa de muerto grande de comprobada grandeza. Dejó la vara alta muy alta, pero la puerta cancel abierta al plagio de las casas y los espíritus, y deberemos en su honor y su gloria reescribir una y otra vez con las mismas palabras la hojarasca en mala hora, las crónicas del rastro de tu sangre en la nieve, o las diatribas contra los hombres sentados que se alquilan para soñar sin vivir para contarla, porque no venía a decir un discurso sino a vagar por los diccionarios maternos y las enciclopedias caseras como un náufrago en su laberinto. Recordarás Aureliano con esta misma tristeza que en su verbo babilónico conocimos el hielo, esperamos la muerte frente al pelotón de fusilamiento y desciframos los textos donde todo lo escrito es irrepetible desde siempre y para siempre porque los soñadores condenados a treinta y seis mil quinientos días de soledad no tenemos, lo sabemos por Él, otra oportunidad sobre la tierra. Vale.


Revista PARADOXAS N° 196
3 de Mayo de 2014