sábado, 11 de mayo de 2013

PARADOXAS Nº 160

PARADOXAS

REVISTA VIRTUAL DEL SURREALISMO NEOBARROCO

Año VII - N° 160


INDICE

ALBA EN CAMPO DE TRIGO - F.S.R.Banda
OSCURAS GOLONDRINAS SOBRE FUKUSHIMA - F.S.R.Banda
ALLA, NO AQUÍ - F.S.R.Banda
POETICA, PERDIDA O LIBERACION - F.S.R.Banda


EDITORIAL

“En su ensayo sobre el neobarroco, Vittoria Borsó (i) observa que el neobarroco produce espacios híbridos y heterotópicos  expresando uniones y rupturas de culturas y épocas. Esto conduce, según Borsó, a la desintegración del orden, a la preferencia por imágenes como las del río o el laberinto, y a confundir el presente con la escritura de la historia. También lleva, entre otras cosas, a una identidad que es diferencia, a una oposición que se vuelve ambigua, a una dependencia y supremacía que acaban invirtiéndose, y a la dialéctica entre el ser y el parecer.”

Fragmento pirateado de “Lo neobarroco como técnica de imagen y comercialización en el siglo XXI.” de Catalina Castillón, Ph. D. Lamar University, Beaumont, Texas, 2010. Vale.

El Editor

(i) “Del barroco colonial al neobarroco.” Vittoria Borsó. Barroco. Ed. P. Aullón de Haro. Madrid: Verbum, 2004.



Selvas de Xión.
Francisco Antonio Ruiz Caballero

Selvas de Xión. Amapolas antropófagas, pétalo cuchillo, cuchillo pétalo, hilo de seda, escalpelos púrpuras, tigres verdes, panteras de fuego, lirios de metal oxidado, luciérnagas radiactivas, arañas iridiscentes, guacamayos de plata, árboles de color naranja, libélulas negrísimas, trompetas grises, cuernos de neutronio, enanos gordinflones, de tez amarilla y translúcida, de ojos azules y cobardes, que cazan mariposas gigantes y guacamayos de oro, con flechas envenenadas con henna, durmientes duendecillos cabezones, de corazón de cristal, largos efebos delgadísimos, císneos, capaces de desollar delfines vivos, turquesas fúlgidas, verdes antocianos, flavonoides rojos, logaritmos de topacio fundido, clepsidras de aceite de ámbar, xilemas y floemas llenos de miel venenosa, leche podrida, magnolias rosas, en las que crecen gusanos amarillos y caracoles horribles, moluscos con tentáculos múltiples, sangre de cisne. Selvas de Xión, impenetrables selvas de cardos contrahechos, deformes, devorados por coleópteros ámbar, selvas en las que habitan panteras de fuego, que tienen garras de cristal azul, que cazan bueyes verdes, y jabalíes con escamas de pez, estanques y lagunas de absenta verdísima, en los que se bañan nereidas de ojos rosas, con mariposas de luz negra, con riberas de hiedras doradas, perfumadas de un incienso magnífico, que penetra en la pituitaria y deja ciego al hombre, yesos y granitos púrpuras sobre los que descansan iguanas violetas, nereidas que cantan como crisoberilos refulgentes, bellísimas nereidas de cabello amarillo y voz de cristal, grillos azules y fucsias, que tintinean en noches calientes aromadas de azaleas de oro. Selvas de Xión, desiertos amarillos con una arena de oro, en los que de trecho en trecho crecen polihedros metálicos, prismas, dodecaedros, cubos, formas geométricas de piritas cupriformes, auríferas, cuárcicas, cuyo roce más leve produce la muerte. Playas azules y negras, a las que llegan algas rosas, vivas, que se agitan nerviosas, medusas de color naranja, gaviotas negras, malignas, con ojos azules en los que hay paraísos llenos de dientes, playas negras, a las que llegan náufragos íncubos, con labio leporino y doble hilera de colmillos, sedientos de sangre, con la epidermis llena de bubas, y ángeles rubios, soberbios, con mirada lasciva y mala, con puñales curvos de mango de oro labrado y perlas, y playas azules, de arena índiga, en las que crecen cactus naranja, de espinas venenosas, zarzas que no temen a los lagartos de piel de acero. Flores extrañas, extravagantes, raras formas de lirios y orquídeas, geranios arborescentes, pelargonios exquisitos, gigantescos, azules y rosas, palpitantes, cargados de polen naranjísimo, muy venenoso y salado. Desiertos boreales con icebergs negros. Ruinas de múltiples Cartagos, edificios desplomados que se mantienen sobre columnas torcidas, cúpulas de malaquita, rotas, hundidas, barrancos en los que crecen orquídeas negras, balaustradas y frontispicios con dragones gigantes, de oro macizo, fuentes de las que brota la sangre negra, pavorosas Troyas incendiadas, arbotantes y contrafuertes que sostienen muros ciclópeos, de mármol rosa o verde, pináculos en los que anidan dinosaurios pteriformes, ruinas en las que hay bacanales de íncubos, con falos macizos, y pezones con galactorrea, que se penetran sin descanso y se chupan, en una eterna y repugnante orgía, ángeles que lanzan flechas de fuego negro sobre Apolos diamantinos, de cabello azul, tatuados con arañas rojas y verdes, súcubos de genitales femeninos y torsos sin pezones, condenados a la horca. Selvas de Xión. Caballos bicéfalos, centauros de oro verde, sirenas de piel naranja, música para un asfodelo rojo, tauromaquia incorrecta, tiburones y escarabajos, columnas de topacio que soportan templos a un Zeus deforme, bellísimos arcángeles asesinos, insoportáblemente hermosos, con el corazón como la brea, fríos como los sepulcros, sepulcros, cactus, banderas, Selvas de Xión.


F.S.R.Banda

El alba acontecía con su transparencia húmeda y brumosa sobre y a través de los dormidos campos espigados. Transparencia perseguida por los diminutos soles reflejados en la miríada de gotitas de rocío. Porque todos los soles se venían persiguiendo en un celeste opaco y entre unas franjas bufonescas de pálidos amarillos, suaves anaranjados, carcomidas de algodones y briznas de lino. Las verdes espadas del trigo amanecían carcomidas por voraces orugas trajeadas de rojo y negro, innumerables, mimetizadas en sus colores con el terror a la ponzoña de los pájaros hambrientos que huían de la noche. Destrozadas mariposas cubrían los surcos arrastradas por el agua parda de los innumerables ríos paralelos que ya plateaban por el reflejo del alba acontecida. El trigal con su denso amarillo blanqueado repetía la brisa en el sinuoso oleaje que lo estremecía, todo turbulencia u hosca sensualidad vegetal atrapada en el marasmo de los surcos y el agua café por las densidad de sus arcillas. Tábanos, como los cuervos del trigal de aquel loco iluminado, vagaban en tontos vuelos inútiles, esperando los imposibles bueyes del arado entre el tumulto de espigas de oro maduro. Aves escondidas en el rumor de las malezas piaban un canto bullanguero iluminado por un sol soberbio y ya establecido sobre la brillante corona del día. Y bajo ese sol todo irá sucediendo, espigas, granos, harina y pan, antes, la siega, las yeguadas de la trilla mas allá del borde arisco del otoño, en medio del invierno, los campesinos, hoz y gavilla, el campo reluciente por el oro acicular y caótico de la paja tendida y secándose para ir a ser fardo paralelepípedo o dormir oculta en la parva, el pajar, almiar, cija o henil, pervirtiendo el invierno sin la hambruna del ganado. El alba aconteció en los campos espigados, perseguida por los soles reflejados en las gotas de rocío bajo un celeste opaco atravesado por pálidos amarillos y tenues anaranjados entre albos algodones y briznas de lino, mientras el verde del trigo era devorado por orugas rojinegras, terror de los pájaros hambrientos que se vinieron fugados de la noche, abajo, flotaron mariposas quebradas en los surcos inundados del agua parda de los ríos paralelos plateados por el alba acontecida. El trigal en su color de oros muertos repitió la brisa en las ondas sinuosas que lo ultrajaron, turbulencia y vegetal sensualidad contenida en los surcos y el agua y sus arcillas. Tábanos vagaron en vuelos infructuosos, esperando los bueyes de un arado imposible. Aves entre las malezas cantaron iluminadas por un sol que coronó el día, y bajo el cual todo fue sucediendo, espigas, siega, trilla, granos, harina y pan, campesinos, hoz y gavilla, y la paja tendida, secándose para ser fardo o habitar en la parva, pajar, almiar, cija o henil, evitando la hambruna invernal del ganado. Alba en los campos espigados, soles reflejados en el rocío, arriba un celeste, amarillos y anaranjados penetrados por algodones y lino, el trigo devorado por orugas, pájaros escabullidos de la noche, mariposas rotas en el agua plateada de los surcos, el trigal repitiendo la brisa en sus sinuosidades turbulentas y sensuales inclusa en los surcos y el agua arcillosa, tábanos en vuelo esperando los bueyes del arado, aves cantando bajo el sol de aquel día, y todo sucediendo, espigas, siega, trilla, granos, harina y pan, campesinos, hoz y gavilla, y la paja secándose, a la espera de ser fardo o mero forraje en la parva, pajar, almiar, cija o henil, sin la hambruna del ganado. El grano fecundo ya duerme en el granero. Alba, campos espigados, soles en el rocío, celeste, amarillos y anaranjados, algodones y lino, trigo, orugas, pájaros, mariposas rotas, agua parda plateada en los surcos, el trigal y la brisa ondeándolo, turbulencias y sensualidades, arcillas, tábanos esperando bueyes, aves bajo el sol del día, todo sucediendo en espigas, siega, trilla, granos, harina y pan, campesinos, hoz y gavilla, heno secándose, fardos, forraje, parva o pajar o henil, ganado. El grano durmiendo el alba en el granero. Alba, campos, soles y rocío, colores amanecidos, nubes, trigo, orugas, pájaros, mariposas, agua parda y plateada, surcos, trigal y brisa, turbulencia y sensualidad, arcillas, tábanos, bueyes y aves, el sol del día, todo sucediendo entre las espigas y el pan, campesinos, heno, fardos, forraje, parva, ganado. El grano en el granero. Alba, campos, sol, rocío, colores, trigo, orugas, pájaros, mariposas, agua y surcos, brisa, tábanos y aves, todo sucede, espigas y pan, campesinos, fardos,  parva, granero. Alba, campos, colores, trigo, pájaros, agua, surcos, tábanos, suceden espigas y pan, fardos y granero. Alba, surcos, pan, fardos. Alba acontecida. El alba.


Nota del autor.- Este texto es esencialmente un ejercicio de literatura, surrealista y neobarroca, experimental. Comencé a escribirlo bajo en concepto de fractalidad textual, buscando un texto fractal (i). Pero a mitad de la escritura convergí con el conocido “Campo de trigo con cuervos” (ii), y a partir de ahí se me fue confundiendo lo fractal con la divina locura de Van Gogh, con la turbulencia visual de aquel cuadro, y terminé escribiendo en medio de un torbellino de imágenes que se deformaban simplificándose y de oscuras repeticiones sicóticos, buscando escapar del texto por un vórtice donde convergieran lo fractal, lo barroco, el caos, y las intensidades de la epilepsia, el alcoholismo y la esquizofrenia de Vincent, es decir, la soledad y la melancolía de aquel genio.

Notas.-
(i) Un fractal es un objeto semigeométrico cuya estructura básica, fragmentada o irregular, se repite a diferentes escalas.
(ii) Campo de trigo con cuervos, Vincent Van Gogh (Julio de 1890). Pintura al óleo, 50 x 100 cm. Museo Van Gogh, Ámsterdam.


OSCURAS GOLONDRINAS SOBRE FUKUSHIMA
F.S.R.Banda

Dragones de obsidiana de babas corrosivas y garras niqueladas, refulgentes en su cristalina negrura, duermen encerrados en patéticas cúpulas de hormigón. Tiembla el fondo marino encabritado por sus odios inmemoriales y sus venganzas inconsumadas, la tierra se triza, se quiebra, se fragmenta. Vuelven oscuras golondrinas a romper cristales, a colgar nidos en los balcones invadidos de tupidas madreselvas malditas sobre las tapias resquebrajadas de un jardín de flores de magnolio cubiertas de un rocío lechoso y tóxico como las lágrimas de la euphorbia. Un alto oleaje bíblico, sucio de escombros y cadáveres invade campos feraces, aldeas somnolientas, urbes afanadas, el denso terror líquido humedece míseros hormigueros e indignos panales multitudinarios. Antiguas serpientes marinas verde jaspeadas deslizándose entre los nidos de saurios congelados en el tiempo, fosilizados en turbios carbonatos, testigos quietos, horrorosos, de la cíclica batalla prehistórica en el valle de otro Armagedón. La Muerte campea por sobre un sol naciente infectado, violado, radiactivo. Esparto de linos, sangrientos regueros y fragmentos de pequeños dioses vencidos. Insectos gigantescos cercando el atardecer de cerezos. Un Aqueronte con sus aguas infectadas de rosadas pirañas y barbos grises escurre silencioso entre las oscuras piedras meteóricas, muertas tras el esplendor hecatombico que iluminó las honduras de hierbas y matorrales. El día es invadido por dragones fétidos, serpientes despellejadas, ponzoña y heridas putrefactas. Se esparce un mortal polvo estrellado de plutonio por un mar corrompido, por territorios inocentes. Dragones volcánicos arrojan fuegos transparentes de sus hocicos vengadores, temerosos enanos envueltos en plásticos albos como mortajas, se inmolan ente sus garras pestíferas. Uranio, yodo, cesio, avivan la basta quemazón de los vientos del fin, la pira del último sacrificio, la cicatriz purulenta de una ciencia desatada e inhumana. Un ídolo de oro inútil persigue a amos y a esclavos en un desierto de flores secas, pájaros muertos y esqueletos enterrados en escombros contaminados. Un lenguaje de haikus e ideogramas, una primavera de cerezos en flor y nostálgicos bonsáis, un emperador etéreo y ausente, desaparecen en medio de un único destello púrpura. La memoria tatuada de dos inmensos hongos de fuego y fulgor rompen las herméticas claves de una herencia milenaria. Desesperaciones, llantos y quejidos, la trama de una telaraña invencible, quemaduras, venenos invisibles. La lluvia y las cenizas de una alquimia mortal. El cielo posee ahora un tinte magenta triste y peligroso, el mar estremecido un amaranto mortífero, el suelo estéril un áspero carmín incandescente. Despierta el profeta de su profundo sueño, observa silencioso la infinita desolación, y mudo y absorto y de rodillas inicia los ritos de adoración a un dios desengañado ante su altar de viejos troncos carbonizados.


ALLA, NO AQUÍ
F.S.R.Banda

“Bajo las matas
En los pajonales
Sobre los puentes
En los canales
Hay Cadáveres”
Cadáveres. Néstor Perlongher, 1981, publicado en 1984.

Es allá donde suceden las cosas, no aquí, es en los callejones, en los tugurios, en las oscuras piezas de los hoteles parejeros, en las boticas y las mercerías, en siniestros humilladeros, en las grandes avenidas, en las sastrerías como las del subterráneo del cine Metro hace tantos años, en las galerías antropófagas de boutiques luminosas y librerías de ciegos, no aquí, en este bosque de diez por cuarenta con un palto y un acacio secos de viejos, una palmera tan antigua como las piedras, y todos esos pájaros itinerantes, chercanes, gorriones, zorzales, y un estanque muerto sin peces anaranjados ni gambusias plateadas, y un cañaveral circunscrito a un paso por lado, tórtolas, picaflor, palomas arriba, lejanas y serias, y una rana de bronce y dos leones de yeso. Es allá, en los venusterios improvisados, en los prostíbulos clandestinos, en las terrazas caribeñas frente a un mar tibio donde fondeaban los galeones de filibusteros y los altos veleros con sus cargamentos de esclavos, allá, no aquí donde las abejas en remolino beben agua fresca en los criaderos de caracoles dulceacuícolas, y vuelan cotorras argentinas; verde pálido, brillante y azulado, azul, gris claro, tiuques; café canela, café claro, café oscuro, y palomas; gris claro, gris oscuro, negro, blanco, verde y púrpura iridiscentes, y hay comederos de aves y pasionarias en los muros de ladrillo y nueve variedades de geranios en maceteros ordenados por color e intensidad. Es allá, en la noche de bullanga, en las sombras de los parques con matorrales, faroles quebrados y estatuas voyeristas, en los burdeles con soles de neón y delgadas meretrices de ojos grandes y manos largas, en los arrabales, en los barrios marginales, en las esquinas donde la espuma se tiñe de cielo estrellado y se escriben besos con el carmín barato embebido de perfumes dulzones, densos e instantáneos que se quedan reverberando hasta la madrugada de allá, no de aquí donde hay esencias de violetas a ras de suelo y de jazmín volando entre las ramas, y hay semillas dormidas y flores escanciadas, y una tregua de arañas en una batalla de insectos. Allá, que no aquí, donde las caravanas sedientas abrevan en las copas con licores azules o verdes con sombrillas multicolores, donde las tinieblas son volutas de humo de tabaco rubio, y hay maromas de proxenetas y mimos con largas uñas pintadas de granate intenso, en ese allá, no en este aquí con los jirones de los eucaliptos esperando el viento sur para navegar de mentira en el océano de verdes vegetales y cantitos de chincol. Allá es donde confluyen y se enturbian todas las aguas, no aquí donde solo el tiempo sucede y escurre lento como un arroyito que se infiltra y se seca cuando la tarde se va destrozando contra el furioso arrebol. Vale.


F.S.R.Banda

“La guerra es dulce para quienes no la conocen”. Píndaro.

Libérame Señor de la rima, asonante o consonante, y dame el ruido continuo y monótono de la lluvia sobre el techo de zinc de mi infancia. Libérame Señor del avaro conteo de silabas, de esa aritmetica infame que traba y encadena, y regálame el verbo continuo como un hilillo de sangre, un arroyo sonajero y cristalino, o un río turbulento de aguas furiosas. (Abandoné la poesía, hembra esquiva, no por marchita, ni ajada ni por sus muchos amantes, [es inmortal y siempre virgen], la abandoné porque los años me atenuaron las pasiones, los delirios, los afanes, y busqué en la prosa una amante razonable, hembra madura, tranquila, sin apuros, para vivir no el destello o la pasión insaciable, sino el mero vicio o la pequeña perversión insobornable). Indúltame Señor del castigo del verso, de su brevedad lacónica que pontifica en busca del mármol, el laurel, la memoria o el beso, y bendíceme con la libertad absoluta de la humilde prosa, con su palabra desatada, con su oleaje y su embriaguez de tumulto de voces, letanías y murmullos, con su incoherencia, su laberinto subterráneo, con su secuencia palpitante, con sus largas agonías y sus silenciosos demonios. (Me tomó efebo, vivió en mí y me enseñó el amor y el desamor, la nostalgia, tiempo hubo en que cada noche la tocaba con sensualidad de fauno o ansiedad de naufrago, fue confidente y cómplice, me enseñó a seducir y también a olvidar. Pero los tiempos cambiaron y el crepúsculo se hizo carne infiel y la negué tres veces y abrí la puerta a la última fuga). Quitame, Señor, el peso de la estrofa, daga o espada que mutila, corta, saja o detiene, y brindame el don de la frase extensa y sinuosa como lana o serpiente. Rescátame Señor de lo sublime, del éxtasis de la iluminación o la revelación, y abrúmame de lo cotidiano, del detalle y el fragmento, del exceso, del horror al vacío, a la superficie desnuda, a la armonía lineal geométrica, dame el entendimiento para hacer predominar el significantes por sobre el significado, para desenterrar los asombros de los significantes puros, sin significación. (Trasegué de los versos de un capitán al otoño de un patriarca, dejé de ser el que me gustas cuando callas porque estás como ausente, / y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca, para ir a ser aquél que se sintió más triste, más solo que nunca en la soledad eterna de este mundo sin ti, mi reina, perdida para siempre en el enigma del eclipse, fui desde el recuerdo que emerge de la noche en que estaba, al niño que se congeló en el perplejo.) Extírpame Señor la pretensión de un orden divino, sonoro y misterioso, y húndeme en el caos elemental y terrestre, sin solución de continuidad ni místicas leyes secretas. A ti confío, Señor, en esta hora oscura, mi voz entera y mi búsqueda infinita. Vale.

Referencias, (en cursivas), por orden de aparición:
El campo conceptual del (neo)barroco (Recorrido histórico y etimológico). Pierrette Malcuzynski
Barroso y sublime: poética para Perlongher. Marcos Wasem
Poema XV. Pablo Neruda
El Otoño del Patriarca. Gabriel Garcia Marquez
La Cancion Desesperada. Pablo Neruda
Paradiso. José Lezama Lima



Revista PARADOXAS N° 160
8 de Abril de 2011

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