sábado, 2 de noviembre de 2013

PARADOXAS Nº 190

PARADOXAS

REVISTA VIRTUAL DEL SURREALISMO NEOBARROCO

Año IX - N° 190

INDICE

NARCISO - Ivonne Concha Alarcón
EL ÁRBOL DE LA VIDA - Beatriz Graciela Moyano
A VECES… - Nieves Mª Merino Guerra
BAJO LOS ARCOS - Francesca Garrido
BAILE DE MASCARAS - Elisa Galván
TE OBSERVO - Marisol C.
MIS CALLES - Pedro Pablo Vergara
Una Casa en el Sol. - Francisco Antonio Ruiz Caballero.
CRONICA SUBTERRANEA - F.S.R.Banda



EDITORIAL

El neobarroco es un término donde se definen ciertos principios que aluden a composiciones y operaciones que responden dentro de un contexto contemporáneo. Se hace uso de referentes ya instaurados y características propias de imaginarios simbólicos que luego son integrados con la representación en diversos estados de tiempo, generando confusiones entre imaginario preexistente y la representación.
En estos imaginarios simbólicos trabajo principalmente con objetos que aluden a la belleza y que, además, pueden materializarse desde oficios que implican cierto grado de laboriosidad, el arte tradicional y el ornamento, entre otros. Todos ellos, gracias a su posicionamiento a través de los tiempos, se han instaurado como valores de belleza por defecto, siendo este último punto desde el cual se originan los primeros cuestionamientos en mi obra, pues es su valor a priori enfrentado a distintas situaciones antagónicas como la fealdad, que permiten la posterior construcción de la obra en una incansable pugna limítrofe entre los dos polos, tornándose, por consecuencia, en terrenos tanto difusos como paradójicos. Dicha tendencia al límite es, así mismo, otro de los aspectos enlistados dentro de los sistemas categorizantes del neobarroco y que se relacionan con mi cuerpo de obra, dando pie, a su vez, al surgimiento de lo mixto y la ambigüedad, lugares donde encuentran con diversos referentes, originando visualidades reconocibles pero que en su globalidad cuentan con nuevas estructuras, alejándose de su procedencia, diversificando estratos en sus asociaciones; perdiendo finalmente su identidad.
Esta pérdida de identidad también se constituye como un eje importante en el neobarroco; particularmente, en el caso de mi trabajo, a través del desplazamiento cuya huella -partícula fundamental en la acción de desplazar y que ofrece hacer reconocimiento de su origen- se encuentra manifestada mediante materiales, objetos, ideas y procesos; ejerciendo una acción que se traduce, en cierta medida, como una desmantelación de formas y conceptos arraigados popularmente.
A modo de resumen, tanto la forma como las operaciones en las que se enmarca mi trabajo corresponden a categorías donde lo ya instaurado en términos estéticos se desplaza hacia un terreno ambiguo. Dicha ambigüedad como eje sustancial del neobarroco permite entablar innumerables relaciones no sólo con mi obra, sino también con el entorno dinámico en que me relaciono, capaz de deformar su origen con el tiempo y donde todas las relaciones, por paradójicas que resulten, se tornan un hallazgo.

Un texto de Cecilia Flores, pirateado de Barroco Fronterizo, el sitio oficial del Grupo de Estudios sobre Barroco y Neobarroco en Chile, proyecto ganador del Fondo de Investigación y Creación de la Iniciativa Bicentenario de Revitalización de las Humanidades, Las Artes, Las Ciencias Sociales y Ciencias de la Comunicación, de la Universidad de Chile. http://www.barrocofronterizo.com/

El Editor



NARCISO
Ivonne Concha Alarcón

Se asoma la vida a través del cristal, no hay quien que se interponga, apenas se sienten los latidos haciendo coro con el reloj cucú de la sala. Se siente el frío de la mañana que aún no termina de despertar, hoy tal vez puede ser un gran día, quizá me atreva subir a la montaña, regocijarme con el paisaje de la madrugada para después bajar a la mar por caminos ya mil veces intentados con anterioridad. Todo aquí es quietud, música suave, lenta, más que otras veces, mientras observo de nuevo mi entorno, a través del techo entra un rayito de luz cargadito de fragmentos que bajan del cielo suavemente, vienen de bajada o de subida esa es una incógnita que no he logrado descubrir, se me pasa la vida tratando de conocer tan insignificante misterio, que absurda vida, no quiere dejar que fluyan los sueños, no quiere dar el salto entre el tú y el yo, la carga pesa, el cansancio domina, es mucha vida pendiente, miro de nuevo y descubro que los recuerdos entran por esa hendidura, las pelusas son pensamientos que se aparecen y desaparecen, no son importante o quizá sí lo son, tal vez es cobardía, miedo, timidez, solo sé que no conozco las respuestas, quisiera despertar a la vida, necesito salir a la luz, y, me quedo aquí mirando lánguidamente ese absurdo e insignificante rayo de luz que muestra una verdad absoluta: afuera hay vida, aquí dentro solo existe frío, silencio y nostalgia... Y quizá es tarde, no lo sé, temo a la luz, a la sorpresa, a la ilusión... y así se va la vida, las horas pasan eternas, se multiplican como mis absurdos miedos... te veo, vienes a rescatarme, entras a mi jardín, tomas un narciso y me lo entregas suavemente rozando con sus pétalos mi mano... me invitas de nuevo..., otra vez evado el deseo de aprender a caminar y me quedo estática, esperando nada... nada si es que el nada existe...


EL ÁRBOL DE LA VIDA
Beatriz Graciela Moyano

El árbol que es la vida y la vida como un árbol y en él. Como tubérculo exuberante, la mágica silvicultura de alguien se sana, cura, en oscuro inframundo sus raíces, va trepando días, años con algunas dichas de vida y el tibio aliento de quimeras, con fuerza abrasadora, nudos en cortezas de esperas, resbalando trechos en desespero, trenzando lianas de escape hacia las nubes en la más profunda soledad. El bosque de cipreses absorbió sentimientos, la resina fue alimento de cactus y coníferas debilitadas, sus propias vísceras se han disgregado, desvanecido en misticismos, conectando filigranas de letras vencidas, advierte que han dejado de unir cielo y tierra por infortunio, obstinación y ceguera en la frágil morada de un dios magnetizado, sobre valuado en sus dones de noble predominar. La piel se hizo jirones en el reino de la brisa, devoró las ideas por nada, arde de prisa en la falacia de los jueces, escala buscando amparo en el árbol frondoso de la vida concreta, regalo del cielo sus altas ramas, nido de estrellas al divisar sin soñar, amar en escalas mecida de luna, florece en caricias de seda su primavera, con hojas de brillo verde esperanza de los sin nombre. Savia, sangre fluyendo plena de ilusión, la sonrisa mana mágica, copos de razón y Ser. Detrás de un olvido el ceibo florece rojo pasión insólita, en supuesta primavera que llega con amnesia de lejanos vínculos extraviados entre ramas y hojas crujientes de un monte canjeado a la cordura. Refugio de luz estrecho y compacto como la tierra donde se aferran las raíces en sincronizadas coincidencias, la lealtad de un lazo ciego, nada más, nada menos. Ahora es preciso quedarse quieta, muy quieta, se escucha crujir la rama seca, amenaza, frena el latido su corazón herido de nostalgias, cierne el pecho un desprendimiento y el temor acecha con pérdidas irremediables, es sentir de cerca la muerte en la mitad de un todo.


A VECES…
Nieves Mª Merino Guerra

A veces sé que me sueñas de todas las maneras imaginables, pero yo te sueño siempre dormida y despierta sin tules, ni espejos ni copas reflectantes. Te sueño real como mi piel y en mi palidez tu salud insulta a la mía con descaro mientras te leo. Y te veo leyéndome ahora, escribiendo, pensando… Sin distancias ni tiempos, aquí a mi lado con la mueca de una sonrisa, mirada de sorpresa y ojos livianos, indagando mieles, sencillos, brillantes, hermosos, solitarios, apasionados. Todas las borrascas son danzadas frenéticamente en tu azul verdoso de cielo y campo mientras anochece en ésta isla casi inexistente donde respiro tu aire con el ansia audaz de una sobredosis de oxígeno que me aquieta el alma regenerando los sentidos más insospechados en un alarde de vida deseosa de ser compartida reverenciando al amor en sus más íntimos secretos pulsando la frágil línea de lo etéreo con el tacto fragmentado en latidos acelerados con la desnudez del alma que se acopla en cópula fértil entre el desorden y lo puntualizado con la rigidez militar de lo establecido para desestabilizarlo con la ironía de la amarga tristeza que justifica al desánimo peculiar, trasgresor, infantil, cómodo, relajado en la melancolía que como levadura al pan dejas reposar laminando ideas en nuevos ocasos -madrugadas ciertas emancipadas en el silencio que acunan tus párpados soñolientos, tercos o resignados- desflorando margaritas en síes y noes balbuciendo palabras de amor o rechazo entre el caudal blanco de nieve efímera que se vuelve agua templada entre tus manos –ella, amaneciendo junto a la esperanza de ése toque mágico donde las realidades se licuan en susurros diáfanos que no escuchas… Persiste el hilo invisible que borda diarios momentos entre ambos agotando horas en el tiempo escaso donde se entrelazan las escenas dulces con llantos velados, la carcajada con el enfado. Siempre te espero. A veces en vano. A veces...


BAJO LOS ARCOS
Francesca Garrido

Dorados tornasoles se reflejan a través de los cristales, la tarde apacible trae de la mano calma y sosiego después de un día entre agotadores movimientos. Paz, esa es la palabra justa y exacta para definir ese momento.
Saliendo hasta el porche, la mecedora espera paciente. Un gato deambula sigiloso entre las flores, de vez en cuando el ruido lejano de algún coche que cruza por el camino rompe el silencio. Hace ya tanto tiempo que los sonidos dejaron de habitar en aquel lugar...
Sentada entre sus recuerdos la duermevela se apodera del tiempo por completo. Los rayos cálidos del sol acarician los viejos arcos de la casa, observa como la pintura desconchada de los rincones se aprecian a simple vista, parecen gritar reclamando su atención “Tal vez una capa de pintura” –Piensa.- Vuelve la mirada hacia otro lado. Una oruga trepa con dificultad por el escalón de la puerta de entrada, sabe que si intenta tocarla esta se enroscará sobre sí misma transformándose en una bola diminuta que intenta pasar desapercibida. Las ramas de la encina crujen de forma casi imperceptible cuando una de las pocas ardillas que todavía hoy corretean por el jardín trepa por su tronco en busca de comida.
Sí, se percibe en los sonidos inexistentes toda la calma que hoy viste la tarde de otoño, entre las luces amarillas y naranjas se dibujan tantos instantes leves, efímeros y fugaces de la vida. Entreabriendo los ojos respira profundamente en un vano intento por absorber por completo ese momento. Es tan sólo cuestión de minutos, lo sabe desde hace tantos años... El sol morirá melancólicamente al mismo tiempo que las sombras de los montes irán alargando sus figuras, estas irán filtrándose por todos los rincones anunciando que la noche inicia su ciclo nuevamente; ella entrará en el hogar hoy silencioso, como ayer, como hace ya tantos años y en su retina intentará en vano retener aquella imagen para lograr sobrevivir hasta la próxima tarde.


BAILE DE MASCARAS
Elisa Galván

Catrina termina de ajustarse la máscara carnavalera antes de colocarse el sombrero colofón, barroco en su profusión de flores, plumas, cintas y abalorios.
Catrina, casi joven, resalta su talle con un corpiño formado por ocho ballenas rígidas que alargan hasta las caderas su cuerpo delgado. Cuando sale de su panteón, esbelto pináculo de granito rematado en bronce, con las letras de su nombre grabadas en sentido vertical y una fecha en horizontal, los festejantes no han llegado todavía, aunque más allá de la verja rococó puede ver las antorchas y las bengalas, y escucha las risas, cánticos y gritos traídos por el viento de Noviembre.
Catrina se desliza, efervescente, entre los barrotes, y se diluye entre la multitud, abanicando piernas con los velos de su falda y enredando los talles varoniles con los interminables flecos de su mantón rojo  bordado de hilos dorados, atrayendo miradas y brazos que quieren rodearla y arrimarla. Ella juega, escamotea, seduce con el encaje de sus manos, pronto rodeada de una corte de esqueletos rendidos, entregados, que la siguen revoloteantes, borrachos de tequila y de deseo.
Catrina no siente, ni padece, ni late, pero quiere. Murió tan virgen, tan caliente, tan arrogante esperando al hombre que la mereciera, que tiene un fuego dentro que no la deja morir.
Catrina intenta apagarlo dos veces al año, cuando puede disfrazar su osamenta con rellenos, siliconas, artificios, ropajes suntuosos y aterciopelados, dejándose acariciar por las manos lujuriosas de los hombres, con la esperanza de que su anhelo por fin se satisfaga y pueda descansar fría y en paz en su nicho de alabastro. Pero las manos nunca calientan el tuétano momificado de sus huesos ni llegan al corazón reseco que una vez latió entre sus costillas. Ahora baila entre las tumbas con un mariachi que ha abandonado a su banda para revolcarse con ella. Le canta al oído una ranchera que cuenta la historia de una garbancera como ella, que renegó de amores indígenas esperando a un blanco rubio con levita y reloj de oro.
Catrina quiere enamorarse de ese moreno de bigotes espesos que huele a tintorería y a brillantina, y se pega a su entrepierna, ávida de latidos que la despierten. Amanece, y el mariachi yace helado, estrangulado por los flecos del manto que ha apretado en su cuello la impotencia frustrada de la reina del baile. La más bella, le dijeron siempre. La que tendría todo aquello que quisiera, le decían. La de melena negra, rizada y brillante que despedía una fragancia de nardos a su paso. La de ojos rasgados ribeteados de pestañas imposibles que embrujaban a los jinetes de paso a la frontera.
Catrina esperará hasta Febrero. Está rodeada de amantes insatisfechos, más de trescientos, que forman un lecho, amasijo de huesos y máscaras, ropajes desvaídos, incautos náufragos sorprendidos por su canto huero de sirena pétrea, vacía como sus cuencas y su boca sin aliento.


TE OBSERVO
Marisol C.

Te observo ha escondidas, entre la puerta de mi alma y el vértice de mis anhelos, te ubico en la memoria que despierta mientras te pienso, y te aguardo entre mis abrazos, por si un día te marchas. Nada es definitivo ni determinante, tengo una camisa de fuerza que me recuerda que estoy viva y un par de pensamientos pecaminosos, dando vueltas por el ojo de la cerradura, tengo un par de alas doradas en el exilio de tus abrazos y un ancla allí en el puerto de tus navíos, suelo tomar tus sueños por sorpresa, mientras me deslizo en tus húmedos pensamientos, donde añoras y te espero palpando sin renunciar a cada huella de tus dedos, pero quiero ser te franca... te extraño a rabiar.
Tengo sueños que divagan solos por tu anatomía y caigo en el deseo de pensarte, como la brisa que se desliza sin poder tocarla, te vivo en mí, como la tormenta que estruja todo a su paso me calzo de tus huellas, te quiero tan simple como eso, es mi existencia en tu alma, como no recordarte aunque el resto se olvide del mundo, tú habitas en mi.
Tengo un corazón que sin importar donde te encuentres toca la orilla de tu alma, así tan simple como un verso que se escapa entre mis dedos, y en el teclado es un suspiro que te toca al leerme, amor ¡puedo llamarte así! quizás no me pediste entrar, pero aquí estoy, sin pretender, solo por estar apegada a tu intimidad que huele a nostalgia de un nosotros, solo quiero que nos dejes en el simple aroma de un déjà vu liberarnos y encontrarnos en el tiempo que da un suspiro... porque hoy te lo permito, por que hoy tu quieres, dancemos bajo la luna, así libres bajo el encanto de su manto, amémonos sin reservas…


MIS CALLES
Pedro Pablo Vergara

He recorrido la misma calle miles de veces. He contado los pasos, los minutos que tardo en recorrerla, las baldosas, las vitrinas, los postes y los letreros. A veces, de noche, la camino hacia atrás, dando la espalda al camino sin mirar hacia adelante. La reconozco, como si fuera parte de mí. En cada rincón tengo colgado un recuerdo. Aquí una vez, leí en un diario un artículo sobre la muerte y la última frase, me quedó pegada a los oídos. Se muere sólo una vez y se piensa a la muerte miles de veces. En este lugar, me tomé una foto con mi hija. Ella reía y era invierno. En esta esquina me encontré con Federico que me contó de su divorcio. Allí está el bar, donde tomo un jugo de naranja todos los jueves. Aquí compro siempre el periodo. Por esa puerta, se llega a casa de Francesca que vive en el tercer piso. Es siempre la misma calle y yo cada vez que paso, soy una persona diferente. Ayer reía mirando el cielo, contando estrellas, hoy voy más lento y pienso en las murallas y me pregunto, si ellas me reconocen y me sienten. Mis pasos son siempre los mismos y el ruido que hago al caminar es uniforme. Me detengo a menudo y miro alrededor y a veces hablo conmigo mismo para poder entenderme. Me reconocerán las baldosas y los postes. Sabrán de mi los letreros que he leído tantas veces o seré solamente un ser anónimo, que pasa sumergido en su mundo, sin dejar huellas en el presente.


Una Casa en el Sol.
Francisco Antonio Ruiz Caballero.

Mi casa es una casa de centellas, de llamaradas vivas, de fuego y llamas y carbones encendidos. Porque mi casa está en el sol. Cuando abro las llameantes ventanas veo el espacio negro e insondable y las moreras de fuego que hay en mi jardín. Cuando salgo a recorrerlo me acompaña mi perro antorcha, observo las rosas de fuego y los zigomorfos lirios de fuego violeta, rojos y brutales y encendidos, y mis pavos reales de fuego verde, con sus llameantes cuellos de llamaradas azules. Hay una fuente de llamas eternas en mi jardín, en ella no me refresco las manos, y en ella, en el fondo, hay cientos de monedas de fuego infinito. Chorrea fuego la dantesca e inimaginable fuente, hermosa en todo su antifrescor lascivo, voraz, iracunda. También tengo un estanque de aguas de fuego negro, llena de peces de fuego de oro, suelo mojarme los pies desnudos en él y dejo que los peces de fuego me quemen a pequeños besos los pies. Las estatuas en el Jardín son estatuas de ira, y llameantes imploran pedradas bárbaras de manos criminales, pero yo no lo permito. Todo fulge y hiere y devora y quema. El alto muro de llamas que rodea la finca impide la mirada al curioso. Las moreras de fuego me dan sus moras como carbones rojísimos. Y mi perro antorcha juega a traerme ramitas ardiendo. Que arrojo una y otra vez a su boca llameante. Me han visitado mis amigos y se han quemado de luz en el salón de las llamas inmarcesibles. Duermo en una cama de fuego lascivo, como un extraño fakir, me deleito con sueños de infernales quemaduras, con camaradas de oro y de fuego rabioso que hacen el amor para mi desnudos y envueltos en ira, extraños arcángeles de pavor y crueldad, rabiosos y resplandecientes. Tengo sueños oscuros de llamas negras, y sueños fulgurantes de llamas vivísimas, fuegos verdes y fuegos rojos, y fuegos azules, incandescentes, y fuegos fucsias, criminales y bellísimos. Cuando me despierto en la noche caliente mi boca arde y mi corazón arde y mi alma arde. Y por la mañana los gallos de fuego que crío me despiertan con sus cacareos de ira y crimen perfectos. Lejos suenan las campanas de la Iglesia del sol. Campanadas de lujuria roja y de ira relampagueante, que siempre tocan a arrebato. Mis ojos echan fuego cuando veo la belleza tan hiriente que me rodea. El embrujo infernal de mis moradas. También mis amigos son de fuego y también son de fuego mis enemigos. No sé cómo puedo vivir con tanta quemadura. Será que mi corazón está muy frío acaso. Será que mi corazón es de hielo. Cuando me viene la tristeza sin embargo lloro lágrimas de fuego, como un dragón, todo yo estoy envuelto en llamas, mis sudarios, mis ropas, sus tejidos, son de fuego, mis heridas y mis quemaduras son de fuego, mis zapatos y mis calcetines son de fuego, enteramente yo soy de oro y fuego, no sé cómo podéis decirme que tengo el corazón de hielo. Cuando descanso sobre mi dantesco sofá de llamas observo los cuadros del salón con las escenas solares, lobos de fuego que cazan dragones de fuego, Vírgenes Macarenas de fuego, resplandecientes, y paisajes de fuego y de volcanes. No sé cómo podéis decirme que mi corazón es de hielo, hasta la sangre de mis venas está ardiendo de fuego. O lo mismo todo es mentira y tan solo son fuegos fatuos.


CRONICA SUBTERRANEA
F.S.R.Banda

“nadie pensó que libro y laberinto eran un solo objeto”
El jardín de senderos que se bifurcan. Jorge Luis Borges, en Ficciones (1944)

Detento el prodigio de la breve sombra que invade tus laberintos, tu secreto destino de enclaustrada penitente, en los albores de una epifanía que romperá tu alma vaciada de emociones entre los destellos de sus vidrios y sus frías porcelanas. Poseo la llave de la única cerradura que yace en la herrumbre de tus sueños nonatos, del vértigo de los acantilados nocturnos donde no te atreves al suicidio, de las marismas invadidas por los cangrejos de la soledad, de las llanuras donde duermen las grandes serpientes de tu cotidiano. Abro los cofres de tus joyas diminutas, esos tímidos besos adolescentes allá enfrente de la casa donde aún vive tu infancia de muñecas y de lirios, los baúles de tus peregrinaciones insensatas a los templos vacíos, a las tumbas sin nombre, a los lugares que un día se te hicieron primavera, los arcones de las mentiras que guardas como piedras pulidas por el insistente recuerdo, como los pétalos olvidados entre las páginas de un libro, como brillantes y hermosas monedas que ya no tiene valor. Sé que escribes en el polvo de los rincones los salmos de tus tristezas en un idioma vernáculo y confuso en el que nada es lo que nombras y que nadie puede descifrar sino acaso los que algún otoño te amaron, y aquel que detenta la magia de la breve sombra. Una tarde de violetas oculta el sagrario que custodia los pocos nombres que perfuman tus fugaces encantamientos de atardeceres marinos, de un río lento que arrastra los verdes fragmentos de una selva lejana y las arcillas de sus colinas en continua disolución, allí me instauro en las oquedades que han dejado tus nostalgias y ahí, musgo o liquen, invado ese lado sombrío de tu vida cerrada a las tupidas enredaderas del amor. Como un minotauro asustado recorro las galerías anegadas por el agua muerta que irrumpe desde las vertientes de todas las premoniciones con una alegría de flores amarillas, cogollos de toronjil, sahumerios de romero y una densa persistencia de gladiolos funerarios. Sombra breve me voy derribando los muros de arena, desaguando los pozos de las aguas atrapadas, derrumbando las arcadas que soportan el entero laberinto, accediendo paso a paso a todo lo que has sido o eres. No obstante, hay un antiguo tabernáculo de duro y tosco granito cuyo contenido nadie más que tú conoce y que, así está escrito en su sello, permanecerá cerrado incluso más allá del fin de tus tiempos. Sin que lo sepas voy trazando el mapa de esa trama subterránea de túneles silenciosos que dan una y otra vez a tu misma noche. Vale.



Revista PARADOXAS N° 190
2 de Noviembre de 2013




viernes, 4 de octubre de 2013

PARADOXAS N° 189

PARADOXAS

REVISTA VIRTUAL DEL SURREALISMO NEOBARROCO

Año IX - N° 189

INDICE

NUNCA MORIRÁ - Beatriz Graciela Moyano
CUERPOS ABRAZADOS - Ivonne Concha Alarcón
PRIMAVERAL - Lady Soul
NIÑO DE LUZ - M. Lorena Lucas Moreno
La Tienda de Lámparas. - Francisco Antonio Ruiz Caballero
PARFOIS JE TE RÊVE - F.S.R.Banda


EDITORIAL

En primer lugar —y a diferencia de otros movimientos poéticos de marcado acento nacional— el neobarroco fue un movimiento que abarcó buena parte de América Latina y que incluyó a muchos poetas radicados fuera de su ámbito nacional e incluso lingüístico. A partir sobre todo de la figura de José Lezama Lima —uno de sus teóricos más entusiastas—, fue Severo Sarduy —sin duda— quien desde París definió los antecedentes, los precursores y las características principales del movimiento. Pero habría que mencionar también —entre muchos otros— a Roberto Echavarren —poeta uruguayo que vivía en Nueva York—; a Eduardo Milán —también uruguayo y residente en México—; a Néstor Perlongher —poeta argentino que escribió su obra entre la Argentina y el Brasil—; y al mismo Kozer —cubano residente en Nueva York por esos tiempos—.
Resulta oportuno señalar aquí que también Roberto Echavarren establece filiaciones entre el movimiento neobarroco y los poetas del modernismo en su prólogo a la muestra de poetas rioplatenses Transplatinos (1990) —prólogo que se repetirá luego en la muestra Medusario (1996)— cuando anota: “Pero cierta poesía de hoy recupera el humor fetichista, la batalla entre el estilo y la moda, que abordaron los poetas del modernismo, traductores de la poesía decimonónica escrita en francés (del uruguayo Jules Laforgue entre otros). La nueva poesía, además, a través de José Lezama Lima, se asoma a la poesía escrita en español. No apuesta, como era el caso de las vanguardias, a un método único o coherente de experimentación. Ni se reduce a los referentes macropolíticos de la toma del poder o del combate contra la agresión imperialista. Es impura: ora coloquial, ora opaca, ora metapoética. Trabaja tanto la sintaxis como el sustrato fónico, las nociones como los localismos. Y pasa del humor al gozo”.
Como hemos señalado anteriormente, resulta inexacto hablar de una única manera barroca. En general, la crítica ha tomado las apreciaciones del escritor cubano Severo Sarduy sobre el barroco para pensar muchos textos de los neobarrocos latinoamericanos. Lo indecible, lo desmesurado, el oro, el despilfarro, los juegos de espejos, lo monstruoso y lo gesticulante: son todas figuras del exceso que Sarduy reconoce en el barroco español, y que piensa luego para el arte latinoamericano. A propósito de la cuestión, anota: “Discípulo de Roland Barthes, y por lo mismo de tradición saussuriana, para la que la lengua no es motivada sino arbitraria, he intentado ver el barroco como otro artífice”. El lenguaje barroco adquiere así una calidad de superficie metálica en la que los significantes —a tal punto ha sido reprimida su economía semántica— parecen reflejarse a sí mismos y degradarse en signos vacíos; los escritores barrocos trabajarían entonces —para el escritor cubano— con esta superficie espejeante como algo opuesto a la profundidad que busca la poesía realista.

Fragmento de “El hilo de platino: Neobarroco y más allá”, de Denise León (Orbis Tertius Nº 17, 2011). Vale.
El Editor



NUNCA MORIRÁ
Beatriz Graciela Moyano

Los tesoros del alma nunca han de morir, son esas vislumbres de brillo insospechado. Ojos de mirar profundo, la sonrisa trepando planetas inexplorados y el sentir que posees las llaves del universo que te besa con legítima ternura. Rozan tu pelo con la mirada lejana en atisbo sutiles palomas blancas, se ven encaramadas a las nubes más altas, surcando el cielo, flotando libres. Y como todas las manifestaciones sublimes, crean recelos conflictivos, envidias y prejuicios. Sacralizadas maldiciones solapadas llovieron desde puntos equidistantes, justicieros cultos y condenas, pero nunca morirá, no dejan que muera, hay energías contrapuestas en los que encomiaron su recuerdo sonriendo al indecible nombre y en la hiel que destila un despecho anómalo que enaltece su mirada. A estas alturas llanas, ha renunciado, abandonado utopías y quimeras. En el resto de vida, seguro andará en sonambulismo por algunas noches explorando sin conclusión las habitaciones, despertará sobresaltada por el maullido de un gato solitario en la azotea y deambulará desnuda por los sitios cotidianos con la pancarta en arco iris. Colores iridiscentes y frases en trémula solicitud de indulto a las idiotas actitudes del ayer, del hoy, ha muerto y resucitado mil veces pero se han agotado las vidas por vividas y no sé si sea esta la última en este cuerpo. Nunca morirá por qué no la dejan morir, los renglones gritan su nombre de distintas maneras, algunas caricias lozanas y el arrepentimiento de los muertos vivos. No la dejan morir, escriben y escriben, reviven el título sin bosquejo ni borradores, virginal de ternura, esbozo de escritura elegible y soberana mía, única en la proscripción que se esconde y da zarpazos.


CUERPOS ABRAZADOS
Ivonne Concha Alarcón

Cuerpos abrazados, arrimados, afirmados, ansiosos, deseosos, soñando, observando los plateados nocturnos, plenilunios luminosos, luceros titilando en claras noches de enamorados, corazones silenciosos, espacios del deseo, embrujo de los sentidos, el tic tac acelerado del reloj biológico, tic tac que cae como hojas otoñales, apegados asimismo en simbiosis de cuerpos no desamparando, apartando, abandonando los sueños, deseos, anhelos, pasiones, estragos del tiempo plasmadas como hojas lacias, lánguidas, perdiendo sus verdes coloridos transformados en café tostados otoñales, difuminados, dibujando el pasado, surcos marcados en sus rostros acusando dolores del ayer. Las horas pasan en nocturnos silenciosos callados, mientras duermen los habitantes del diario vivir, como roca impenetrable no rompen esquemas, mariposas nocturnas en noches escondidas, van como amantes sin sol, peregrinas del amor, corazones trizados, luna celosa rondando la paz de dos cuerpos ocultando celosos sus deseos de dos, mudos testigos de ellos mismos, corazones sin voz ocultando a la luz los amores prohibidos, atrapados en sus sentidos. Quieren reír, soñar, cantar, enamorar, la paz del alma curiosas gritan callada su feliz encuentro con el clamor de sus riachuelos bajando montañas nevadas de pesares, laderas aumentando los caudales del amor, dando gracias al destino por haber sido elegidos por cupido para amarse, ahora, mañana y siempre. Huyen de los otros, si, los duros jueces testigos desconfiados, los que no quieren asumir sus verdades, no viven, siguen estáticos, petrificados dentro sus propios parámetros, detenidos en paradigmas ya fuera de era, clamor de vida, deseos nacientes, cuerpos latentes, potencialmente vigentes. La noche da licencia, permite los sueños, encubre, permite, pide, grita, sueña amanecer en día victorioso... ¡solo amantes por siempre es su única verdad!.


PRIMAVERAL (Haibun (i))
Lady Soul

Danza de un beso entre tu boca y la mía, temblor de estrellas en el telón oscuro de la noche, arabescos de la luna entre los nardos del valle, sonriendo cómplice de ese amor que bajo la brisa primaveral enciende nuestras almas con los tenues adagios de una sinfonía de flores. Y resplandece mi piel porque sé que la brisa se ha acercado en puntillas y trajo hasta mí tu aroma envuelto con las glicinas y en mis ojos anidan luceros y una veintena  de grillos arrulla en su serenata este amor oferente de romántico delirio. Murmullo de rojas rosas en la glorieta de los sueños, un enjambre de luciérnagas juega a las escondidas entre los arbustos, el aire se llena de intensos perfumes que se descuelgan por el azabache de tu pelo y en conjunción con los míos se deslizan por mis pestañas para embelesar tu mirada verde mar en sus olas agrestes confundidas en el violín del misterio El rojo carmín de mi boca estalla en relámpagos provocantes que alborotan tus sentidos y una luna prisionera de la noche atisba el frenesí de nuestros cuerpos enredados en la locura destejida por nuestras manos, acariciándonos. Suspendido tu aliento en mi boca embriagada de tus besos, un eclipse de nardos se hamaca en mi talle al contacto de tu abrazo y una mariposa detiene su aleteo... el mundo no existe, en él tú y yo ardemos en una misma llama y en sus chispas unas amapolas tiñen la tarde de pasión carmesí. Sueños de primavera juegan entre tu boca y mi boca, arrullos de palomas con mi manos en tu piel candente dibujando arabescos en la trasnoche de tu cuerpo que vibra su ígnea serenata. Y en esa danza infinita la ambrosia de tus labios rocía besos de fuego desde mi boca impaciente y en una cascada ebria de pasión enloquecida se deslizan impetuosos hasta el vergel de mi valle donde florecen deseos y la luna urde en tu pecho una magnolia de besos y una estrella fugaz se mece con el vaivén de la brisa en el brillo de tus ojos, el faro de mis tiempos. Y hay un eclipse de lunas galopando en nuestro cielo y unas estrellas fugaces vuelan en derredor, mariposas de la noche, danzando junto a nosotros la más bella melodía que nace del corazón y se dispersa en el viento.
Un crisantemo
se suspende en la luna.
El mar se aquieta.

(i) Haibun: (en japonés: escrituras haikai) es una composición literaria que combina la prosa y el haiku. Es un estilo muy abierto e incluye, sin limitarse a ello exclusivamente: la autobiografía, la biografía, el diario, el ensayo, la historiografía, la prosa poética, la historia corta y la literatura de viajes.


NIÑO DE LUZ
M. Lorena Lucas Moreno

Sé que existes, y que estás, y con eso me conformo para seguir viviendo en este azul de nube, añil.

Levantarte y levantarme en tu distancia próxima, siempre, a pesar de la vida y del abismo.

En tu gitana gracia me reflejo, y la luna se me asoma en tus palabras de tierno bandido.

Desesperado niño de luz, que el mundo te comes en cada bocado de tu risa.

Una gama de grises y turquesas, y blancos impecables, acompaña el camino, y te dibuja en el aire dando saltos de loco, alegre, adulto.

Y unos profundos ojos, oscuros e infinitos y llenos, me he puesto en el pecho, de collares.

Hoy ya no siento miedo ni prisa ni vergüenza.

Una verdad tranquila te perfila, y la abrigo con cuidado y silencio, con melodía de ópera callada, con hojarasca viva, y transparente agua de río.

Los rayos de un arcoíris perfecto te balancean, y la batuta de todo en lo que te has convertido. Y  en lo que no.

Oleaje de altura hombría, espuma a cada paso. Columpios de admirado resplandor.

Es tu roce.

Y la calle del bien se escenifica, crece. Se expande entre las dunas.


La Tienda de Lámparas.
Francisco Antonio Ruiz Caballero

Brillan, perlas de luz que se deslizan sobre la curvatura de las lámparas de araña, gota a gota, como lagrimones de vidrio exquisito, descoyuntando el iris, retorciendo el prisma de lo cristalino, espejismos sublimes, fulguraciones y transparencias, translúcidas o no translúcidas, acuáticas o no acuáticas, fosforescentes y fluorescentes, sangre de luna o savia deslumbrante del sol, licor áureo, humor argénteo, nácar derretido, carey morboso, topacio fundido, ámbar, esmeralda, rón de caña, o azules fúlgidos, o amarillos iridiscentes. La tienda de lámparas estaba allí, como una rosa de rosas lumínicas, como una rosa de pétalos de rosas de pétalos de rosas de pétalos de rosas de oro. Cada lámpara era una construcción sublime, la tienda era un diamante indómito, un rayo en la profunda noche, un brillante resplandeciente, una caja de luz en la que la luz apresada engendraba a su vez más y más luz, hasta lo onírico. La tienda era un palacio barroco, un templo rococó, una mezquita deliciosa, y las lámparas eran arabescos soberbios de fúlgidos resplandores, rabiaban las pupilas deslumbradas por las fulguraciones indescriptibles, los ojos lloraban deslumbrados, las transparencias eran acuáticas, como reflejos de agua y sol de verano en una pared, o eran los ámbares tan deliciosos como la miel, o relumbraban como arañas fantasmagóricas de un cielo de tarántulas de luz insepulta. Aquello era un rabioso amanecer fecundo, un atardecer criminal lleno de oro, una noche en el palacio del rey de Siam, la corona del zar de Rusia, el sol en el oriente, en el mediodía o en el atardecer, la luna de nieve fulgurante, la montaña nevada al mediodía, el rayo, una gardenia de cristales de infinitos resplandores. Cada lámpara era de una exquisitez morbosa, unas tenían cinco brazos de oro, otras una esfera de luz irremediable, otras una elipse de santo fulgor, otras un punzante puñal en los ojos, los neones eran soberbios, los rosas y los azules escocían como arañazos de uñas de gato, daban bofetones los verdes rabiosos, los rojos irritaban, los amarillos hervían, asesinaban los azules. Las lámparas circulares tenían varias esferas de cuchillos de oro, eran diamantes sin eclipse posible, espejismos en el desierto, con la sed haciendo daño en la garganta, las lámparas cuadradas hacían la delicia del amante al arte abstracto, las de art decó eran soberbias obras de algún Gaudí esquizofrénico. Las Lámparas contemporáneas se preparaban para su función en la restauración, algunas se preparaban para dar magnificiencia a la mansión de un rico, otras se preparaban para el cuarto de estudio de los niños de un obrero, y otras se preparaban para el laboratorio de un científico, con un millón de candelas de potencia por centímetro, dejaba ciego tanta luz. Pero la tienda tenía también un cuarto oscuro, un cuarto donde no entraba ninguna luz, y allí brillaban las pulseras fluorescentes rosas y verdes, los collares de fosforescencias rojas y azules, como en una fantasmagoría, porque el dueño quería que se viera el contraste entre la luz y la sombra, la enormidad delincuente del claroscuro, lo hermoso de la luz en la oscuridad más empalagosa. Cuando se entraba en el cuarto oscuro, tras un segundo de luz aparecían las formas circulares de las pulseras de los neones fluorescentes rosas y verdes y azules en la oscuridad, y al salir del cuarto oscuro y volver a la luz uno se quedaba deslumbrado y ciego nuevamente por tanta Apocalipsis de iridiscencias tántricas. El dueño de aquel cielo era extremadamente cuidadoso y no dejaba que ninguna bombilla se fundiera. Pero el negocio, con la crisis inmobiliaria, no levantaba vuelo. Un día vino al local un rico y compró una lámpara carísima. Otro día visitó el local la muerte y se quedó estremecida. En la alambrada, presos, cantaban los ruiseñores ciegos.


F.S.R.Banda

A veces te sueño desdibujada y sin rostro para no importunar a alguien o deshacer tus remilgos de esfinge lapidaria, te veo en matices de verdes tenues y azules muy pálidos, siempre estás sentada fumando o leyendo, escondida en un rincón donde no te vean los ojos inquisidores de tu alguien celoso de lo que piensas o sueñas. Allá él, yo acá te sueño a propósito para besarte furtivo detrás de las orejas, acariciar tus piernas disfrazado de gatito ronroneador, mirar con desparpajo de macho invisible tu impúdico escote o tocar tu pelo desde un lejos cauteloso. Otras veces, para que no te asustes, no te sueño directamente sino reflejada en un espejo o en una copa de vino que hay sobre una mesa de mantel del mismo color burdeos, nunca en porcelanas o bronces porque sé que ahí no te dejas reflejar para que no se te aquieten los deseos. Te sueño semioculta entre velos o burbujas, yo detrás de un cristal o una ventana que da a la calle, vislumbro la palidez de tus muslos porque la falda la dejas al descuido sabiéndome sintiéndome que desde algún lugar imposible yo te observo como soñándote emboscado. Rara vez te hablo porque sé que no me oyes, ensimismada como estás en tus pequeñas rutinas de escarmiento, ordenando la casa o pintando tus labios con ese mismo burdeos del mantel y la copa. A veces te sueño disgregada, sin nombre ni fecha de nacimiento, anónima pero no misteriosa, para que no te me disuelvas en las soberbias de la bienamada. Suceden ciertos insomnios en que hay algo que me hace verte translucida y dividida en claros fragmentos de ti, quizá como castigo o suplicio, entonces solo me queda ir uniendo esas fracciones para contemplarte como quiero, entera y mía, y se me va la noche en ese juego de rearmar tu cuerpo de acuerdo con la poca memoria que poseo de ti. Alguna vez me equivoqué de puerta, era un sueño con poca luz, y entré en el sueño de una dama muerta que andaba buscando sus joyas para presentarse elegante y sofisticada en la puerta del infierno, conversé largo rato con ella sin saber que no eras tú, hasta que me miró con sus ojos tenues, sin vida, y le miré las manos. A veces te sueño de una densidad intangible, etérea o desvaída, entre azulina y verdosa, apenas delineada por trazos grises u ocres, y temo palparte porque, en el sueño, sé que te romperás en pedazos como papel quemado y te perderé para siempre de mis tenebrosas vigilias.


  
Revista PARADOXAS N° 189
4 de Octubre de 2013




miércoles, 4 de septiembre de 2013

PARADOXAS Nº 188

PARADOXAS

REVISTA VIRTUAL DEL SURREALISMO NEOBARROCO

Año IX - N° 188

INDICE

RUHE - Hilda Beer
PIEDRA CALIZA - Beatriz Graciela Moyano
NARANJA MADURA - Araminta Solizabet Gálvez García
A JORGE Q.E.P.D. - Ivonne Concha Alarcón
SEÑALES MÍAS - Marosa di Giorgio  


EDITORIAL

“Fue Sarduy uno de los primeros, sino el iniciador, en intentar una teoría del neobarroco. Más, en nombre de impedir la dispersión del concepto, no nos entregó una reflexión teórica sino lo que denominó un esquema operatorio preciso. Dicho esquema propone un conjunto de técnicas para caracterizar al (neo)barroco. El cuadro es sucinto y cabal. Sustitución, proliferación y condensación entre las marcas del artificio; inter e intratextualidad entre las de la parodia. En contra de Eugenio D’Ors y de Alejo Carpentier, Sarduy recusa la tesis que identifica barroco con naturaleza, estado de inocencia adánica, ingenuidad, pulsiones primordiales. Por el contrario, Sarduy insiste en que el barroco es “la apoteosis del artificio, la ironía e irrisión de la naturaleza, la mejor expresión de ese proceso que J. Rousset ha reconocido en la literatura de toda una “edad”: su artificialización. En La simulación (1982), Sarduy va mas allá en su ácida e implacable tesis del barroco natural y panteísta. Revela que la propia naturaleza tiende al artificio. Así, descubre, con argumentos científicos, que el mimetismo animal no es una necesidad biológica sino un “deseo irrefrenable de gasto, de lujo peligroso, de fastuosidad cromática”. Las técnicas del artificio se concretan en las figuras de la retórica – metáfora y metonimia entre las clásicas, palíndromo, anagrama, bustrófedon..., entre los juegos de palabras- y funcionan al modo de los mecanismos del inconsciente definido por Lacán como lenguaje. Mecanismos del (neo)barroco, no son si embargo exclusivos del mismo y pertenecen a diversas corrientes literarias que han hecho y hacen de la experimentación en el lenguaje un principio cardinal. El lenguaje neobarroco empero las privilegia y las convierte en el estrato de ineligibilidad y del flujo verbal: se trata de reiterar los múltiples métodos de creación de metáforas, a la manera de Góngora y Lezama: obliteración, ausencia, abolición, elipsis, expulsión del significante propio y primero del referente. La parodia, y sus dispositivos de inter -cita y collage- e intratextualidad –cifraje y tatuaje- parecen mucho más próximos a la singularidad (neo)barroca. Las citas vienen a veces enunciadas expresamente y en otras integradas sin marcas al flujo verbal. García Márquez es maestro en dichas artes, lo dicen Sarduy y Calabrese. Sarduy recuerda en Cien años de Soledad, una frase tomada directamente de Juan Rulfo, un personaje de Carpentier –El Victor Hugues- de El siglo de las luces, el Rocamadour de Rayuela de Cortázar, Artemio Cruz de la novela homónima de Carlos Fuentes, otro de Vargas Llosa e innumerables citas –personajes, frases contextos- de las propias obras de García Márquez.”

Fragmento algo editado de “El discurso del (neo)barroco latinoamericano: ensayo de interpretación”, de Alejandro Moreano. Vale.
El Editor



RUHE
Hilda Beer

Doblando ropa. Tarea sin problemas filosóficos. Silenciosa. Tranquila. Pero  cada prenda, cada mantel, cada servilleta o cada sábana traen intensos recuerdos. Sábanas rojas, azules, con pequeñas flores al estilo de jardines ingleses. También aparecen como mariposas revoloteando entre las rosas del jardín inalcanzable… tu jardín, tu bosque, amado mío... La virginidad siempre se pierde  sobre sabanas blancas para confirmar la inocencia de la prometida, evitando así el que sea apedreada. La absurda bata blanca para meterse en la bañera  estando en el colegio de monjas. Las hostias  hechas  en la sacristía eran blancas muy blancas. Se colocaban en un cáliz cubierto con servilletas blancas con encajes como filigrana bordados a mano por monjas en el claustro que tenían grandes cuellos almidonados muy blancos. Y el vestido de la primera comunión es blanco, muy blanco. Recuerdo el mío lleno de encajes, largo, casi hubiera bailado de felicidad. No por la comunión, yo no era conciente todavía, sino por lo amplio de la falda, tan ligera, tan liviana, tan superficial, tan inocente yo. Los fantasmas en el cementerio siempre son blancos. Mi hermano mucho antes de que yo naciera se iba a media noche junto con otros amigos  al campo santo y encaramándose en los anchos muros, agitaban  sábanas ululando a todo pulmón, alegres como murciélagos desteñidos para asustar a los vecinos que vivían en las cercanías del cementerio, blanco todo blanco. Los pañales son blancos, blanco es el interior de los sarcófagos, blanca la sabana  para cubrir a un muerto. De blanco nacemos, de blanco morimos Pero descubrí que también hay sábanas rojas, azules, con pequeñas flores al estilo de jardines ingleses. Y se repiten como mariposas revoloteando entre las rosas del jardín inalcanzable, tu jardín, tu bosque, amado mío... donde mi alma se va acercando a ti cubierta con una sabana de sueños, para que tú y yo retocemos en la tierra donde me hiciste florecer.


PIEDRA CALIZA
Beatriz Graciela Moyano

Esculpida en impotencia de avatares y piedra caliza, trotando sin rumbo ni corceles va empapada de lluvia y dura poesía, filtra por la porosidad de su textura arrebatos de renglones caóticos, que sin perdón la señalan en rebeldía. Vara espinosa, cruel, sin memoria la que mide la grieta del sangrado, la misma que bebió del cántaro a su sed, y en un instante, punto inaudible del tiempo, profundizó las fisuras de los años rasgando el fondo con los dientes afilados de recuerdos. Densa materia sobre sus hombros, postales enredadas color olvido en la espesura, plomizo epígrafe de tormenta y diluvio. Un soplo inesperado cada día esfuma la imagen del temor sin credo, los dioses van calmando la frenética alucinación de manos inexistentes. Piedras del camino, escollos de su suerte malgastada, las misma del lecho de los arroyos, las mismas de los acantilados y los ríos transparentes que bajan de las sierras trayendo en su murmullo, un desliz de cantos rodados y el beso perdido de otros tiempos. Un viaje de anhelos, aliento tibio y acordes melodiosos, se vuelven hoy, la disuelven como azúcar de piedra triturada, suspiro mágico de luna llena, tierno pensamiento, solo ilusiones en sortilegio, justo en el vórtice donde confluyen sus bosques y playas amadas, para cumplir el sueño de flor silvestre resistente al fuego arrogante de enero, o soberbia serpiente deslizando colorido tornasol de amarillos rojizos, desplegados a las arenas de amor suspendido entre las ramas de sus ansias.


NARANJA MADURA
Araminta Solizabet Gálvez García

Su redondez amarilla, con abundancia de jugos ocultos en su interior,
pende de la rama que mece el viento.

El sol se le desparrama por su corteza madura en brillos juguetones que incitan mis ganas de morderla, de sacarle los jugos y sabores con dientes y lengua

             de la misma forma que hace unas horas apenas,

                                        con el sol extendido sobre tu cuerpo desnudo

                              y vestido solo con mis ojos,

abrazándote entero con rayos de lujuria en color miel; te deseé y mi boca extrajo jugos de la tuya, mientras las gotas de sudor perlaban tu piel plácida y receptora a mi gula.

                                  El sol competía conmigo en acariciarte.

Él, amante seguro y cálido a inicios de la mañana. Yo serena y elocuente con mis manos artificiosas colmadas de sabiduría, le ganaba territorio conforme pasaban los segundos y me embarraba con su calor mañanero para recorrerte entero y cubrirte de sombras y estremecimientos con mi cuerpo. Entonces nos inyectó una vitalidad nueva y erecta que introdujiste por las grutas gestoras de la vida y el deleite.

Cerré los ojos, y su luz y su calor seguían abrazando mi piel inmersa en el placer, explayada sobre tu cuerpo de dunas firmes y propositivas que apuraban a mi lengua  a recorrerlas para salarse con tu sudor.

                           La naranja se entrega de lleno al medio día del astro coronado en el centro del cielo. Su madurez es tan plena como el bronceado de tu piel que descansa bajo la sombrilla.

Alzo la mano y decido saciar mis ansias y exprimirme el jugo en la boca. Con las uñas desprendo su cáscara y desgajo su redondez cubierta de blancuras. El estrépito de amarillos se me entrega a los ojos, a las manos, a la boca. Uno a uno me introduzco los gajos dejando que los jugos me chorreen de sabrosura.

Mientras duermes a resguardo en la sombra, el poderoso astro y yo te lanzamos sobre el cuerpo discretos y resignados reflejos de luz. 


A JORGE Q.E.P.D.
Ivonne Concha Alarcón

Calla silencio, calla, permite que los ecos de su voz en viaje eterno me penetren el alma, sé que ya él no es, fue, ahora ya solo es una imagen que empieza a ocultarse solapadamente, cada día se escapa más de mi mente y se aferra más a mi memoria, como si quisiera estar y no estar. No se deja tocar, no lo puedo asir, el tiempo de Dios es lineal, él está allá en esa distancia que aunque distante no es cierta. Yo y la realidad acá donde hace un año partió sin visa de regreso. Ahora pertenece donde el reloj no tiene razón de existir, donde los números no giran, no ruedan, no circulan, no avanzan, no son, no es. Vive donde el agua no es necesaria, donde es sin razón de ser, su sed no se apaga, ella no existe. El oxígeno, que importa ya el oxígeno, cuando era necesario no estuvo, ahora que maldito importa, da lo mismo que exista, sea o no sea, él ya no necesita aire-tierra-fuego, ni siquiera le sirve el recuerdo de los que ayer existíamos en su vida. Ahora es feliz, perdió el miedo al silencio, a la partida inminente, a no estar, a no ser, ya pertenece a otra esencia, ni sé cómo se llamará el lugar. Da  lo mismo si ahora  es feliz, no importa si lo puedo tocar, él es todo y nada a la vez... es el amor... la vida... la no vida... naday todo. Calla silencio, calla... mira que triste está otra vez mi día... aún existo aunque no esté y sigo viviendo, buscando la vida... sigo existiendo en mi nonada y en mi todo.


SEÑALES MÍAS (*)
Marosa di Giorgio

Vine a la luz en este florido y espejeante Salto del Uruguay, hace un siglo, o ayer mismo, o mismo ahora, porque a cada instante estoy naciendo. Era por junio y por domingo y a mitad del día. Imagino el rostro pálido de mi madre, y más allá a los campos con la escarcha crecida –como mármol levísimo, lúcido, adecuado sólo para construir estatuas de ángeles– y con las telarañas cargadas de perlas, y las naranjas como bombas de oro, olvidado ya el azaharero origen. Y del campo hablo, porque a él partí, apenas vividos ocho días. La casa de mis abuelos era larga, oscura y baja, y su edad, de cien años, y apropiada sólo para que la morasen fantasmas, o algunas gentes extrañas y hermosísimas, o un animal blanco y poderosamente milagroso. En su torno todas las flores se ceñían y todas las bestias y las sombras todas y los destellos. Yo partí de ella sólo para ir a la escuela; pero, la escuela quedaba apenas más allá y también bajo las flores; borroneó mi caligrafía primera el polvo amarillo de la garganta de las amapolas.
Los seres que vivieron conmigo aquellos años –digo abuelos, padres, tía, prima, hermana, algunos ya muertos, pero, no muertos– se me mostraron siempre silenciosos e irisados. Me amaban entrañablemente y les amé –o les amo– con locura. Y recuerdo también a los animales que colaboraron con nuestras vidas, que abrían cerca de nosotros, sus caras santas, sus ojos bonísimos, y aunque de ellos no resten ni los huesos, segura soy de reencontrarlos alguna vez.
Por aquel entonces, Dios ya me quería, me amó siempre con voracidad. Como yo era una niña, el venía a mí alegremente; jamás se me mostró austero. A veces, hasta se disfrazaba de amapola, se ponía una bonita máscara rosada, o de venado y usaba dominó velludo y color oro. Por entonces, Él me dijo que mi único destino era escribir poemas. Y yo le escuché sencillamente, sintiendo que iba a obedecerle.
En las noches de aquellos días, el rocío paseaba de este a oeste, de sur a norte, sus manadas titilantes, y levantábase el manzano coronado de rosas, y un caballo claro como la nieve, volaba amenazándonos y sólo deslumbrándonos, desde un extremo a otro, de la heredad.
En las noches de aquellos días yo ya concebí la loca idea de que tenía que salir a la aventura, realizar alguna expedición nocturna, a espaldas de mis padres, ir hacia el pueblo, sigilosa, y porque sí; me parecía que debía vestir ropas extrañas y golpear a la puerta de los vecinos, macabramente. Ya había hallado la zona erizada y deliciosa en la que desde entonces habito.
Apenas rozado el umbral de la adolescencia, Dios me quitó el bosque. Y me trajo a la ciudad, que, con todos sus espejos y sus flores, no es el bosque. Mucha gente empezó a deslizarse en mi torno, a indagar en mi rostro; pero inútilmente.
Cumplí los estudios de bachillerato como casi todas las niñas del mundo. Sólo que, muchas veces, una luciérnaga, venida de antes, me calcinó los deberes.
Y después, el teatro; pero, el teatro es otra forma de la Poesía. En 1953, Dios me dijo que echase a volar Poemas; lo que en ellos cuento, y que, a tantos pareció tan raro, es verídico. En 1954, la gracia angélica de Conie-Jean reprodujo aquellos Poemas en esta selecta Lírica; en 1955, logré el más fiel retrato de mi médula, de mi sangre, de mi alma: Humo; cinco de cuyos poemas fueran generosamente reeditados al año siguiente por el poeta Ortiz Saralegui en sus Cuadernos Julio Herrera y Reissing. En 1959, Druida. Druida, porque una de mis raíces es celta.
A todos aquellos seres –de mis huesos y de mi alma– que vivieron conmigo la edad del bosque, recuerdo en este instante, intensamente. No he de nombrarlos a todos; pero, digo a Rosa –mi abuela muerta–, a mis padres Pedro y Clemen y a mi hermana Nidia: Gracias, el umbral de este libro y de todos los libros… Gracias… por todas las cosas.

(*) Prólogo de “Los poemas salvajes”, de Marosa di Giorgio (1932-2004). “Señales mías”, es un texto autobiográfico que Marosa escribió en 1959 para la primera edición de Druida.



Revista PARADOXAS N° 188
1º de Septiembre de 2013




sábado, 24 de agosto de 2013

PARADOXAS Nº 187

PARADOXAS

REVISTA VIRTUAL DEL SURREALISMO NEOBARROCO

Año IX - N° 187


INDICE

Ultimo acto de “CORAJE CORAZÓN Y RITA” - Diego F. Ramírez Gajardo
Bichos. - Francisco Antonio Ruiz Caballero.
EL CUADRO DE LOS REFLEJOS - Beatriz Graciela Moyano
LOS FINES DE SEMANA EN SOLEDAD - Ivonne Concha Alarcón
ENFASIS Y DELIRIOS - F.S.R.Banda


EDITORIAL

“Ser alternativo es, simplemente, hacer lo que uno quiere. Creo que el tema alternativo no solo es una cuestión de que te escuche más o menos gente. Simplemente hacer lo que uno quiere hacer sin tener un perfil de industria.”
Julieta Venegas (Cantante mexicana)
Pirateado de EFE. Vale.

El editor



Ultimo acto de “CORAJE CORAZÓN Y RITA”
Diego F. Ramírez Gajardo

Como se mueren las mujeres como nosotras?, como se mueren nuestras madres, nuestras hijas, nuestras madres de las madres, hermosas y aferradas a sus collares de nadie, sin miedo, sin esquirlas en los ojos, sin decirle al mundo que se sienten solas cuando se sienten solas, sin decirle a sus hijos que las besen cuando  se agotan, cuando se cansan, como se mueren las mujeres como nosotras, se mueren encadenadas a las ventanas, a las puertas de las puertas de sus piezas, se mueren en sus habitaciones solas y grandes, se mueren en sus cuartos propios encerradas, muertas de hambre, muertas de rabia, se mueren enloquecidas y tienen pena cuando se mueren y tienen miedo cuando se mueren, que sienten las mujeres como nosotras antes de morir ¿de quién se acuerdan las mujeres como nosotras? A quien le dedican la muerte las mujeres suicidas? Cuando dejan cartas de amor o de odio, cartas de muerte con tinta negra, derramando lagrimas, cuando lloran las mujeres?, como lloramos las mujeres como nosotras antes de morir? Como lloran las mujeres cuando se acuerdan de su muerte? Cuando se ven ahorcadas a la vida de la casa familiar, cuando se ven con los hijos en los brazos, en el acantilado más hermoso de la costa de Chile, como se mueren las mujeres como nosotras? Como les corre la sangre por las calles, como las matan los hombres que ellas aman, como la matan los sistemas seductores que las hace defender la casa, como defender la vida, colgadas del alumbrado público, se mueren traficando perlas blancas en su cuerpo, se mueren en la frontera, en el territorio, en la ciudad de nadie, se mueren con quemaduras y marcas de hombres, se mueren esclavas y felices o se mueren felices siendo esclavas de hermosas fortunas o de cuerpos de bebes sin cabeza, se mueren decapitadas, y salen en la televisión, se mueren como héroes, ¿alguna vez se mueren como héroes? O solo se quedan escondidas en los techos de la familia chilena, se mueren las mujeres en la industria quirúrgica de sus cuerpos perfectos, se mueren afilando en el norte la belleza de su desgracia, se mueren en otros países, en otros continentes, se mueren las mujeres solas, siempre vamos a morir solas, aunque la herencia, la familia, los hijos chicos, los hijos grandes, las mujeres viejas, nosotros llorando a la bajada del tren, nosotras como las películas haciendo de la muerte un poema, nosotras como mujeres interrumpidas cuando son niñas y se miran al espejo y no se ven nunca, las mujeres como nosotros no existimos en los espejos, en los libros de historia, en la biblioteca, en la mente de los poetas, en la extinción, en el museo, en todas las partes donde hemos gestado y alimentado y vuelto a gestar a los obreros, las mujeres como nosotras somos la fabrica abierta del obrero, somos las madres del trabajador, pero ahí, justo en ese momento, las mujeres como nosotras volvemos a enfrentar la muerte como acto de perdida, las mujeres como nosotras mueren en el traslado al hospital, mueren  sometidas a la vida que una no elige, las mujeres mueren con lavados de estomago, mueren en el  intento del suicidio, y vuelven a morir cuando abren los ojos como volver a nacer en la misma historia donde te dejaron, hay tanta gente egoísta con nuestras muertes, las mujeres como nosotras, mueren en el accidente o por mala fortuna, mueren al beber sulfato de cobre o auto medicándose cariño, mueren tragándoselo todo antes de dormir, las mujeres como nosotras mueren con heridas físicas, mueren en el espectáculo de la muerte y lo ven tan de cerca que se sienten actrices protagonistas de su propio triste acontecer, les falta coraje les falta corazón irrita, irrita cuando una mujer muere al dispararse un tiro de revolver en la boca, mientras los niños duermen, mientras los niños miran, irrita ver una mujer que  muere por tatuarse una mariposa en el Hombro, irrita ver  una mujer que Muere Defendiendo a su hija en Estación Central, irrita ver una Mujer que muere atropellada Por Un tren en Talcahuano, irrita ver a una Mujer que muere después de dar a luz , o Una mujer que muere apuñalada en Una pensión, irrita ver a una Mujer que  muere al caer siete pisos de un edificio en Providencia.
Como mueren las mujeres como nosotras, mueren como prostitutas, como costureras, como sirvientas, como lavanderas, como empleadas de tienda, mueren como una bailarina o como una matrona.
Detienen a mujer que guardaba cadáveres de niños en un congelador / La mujer perfecta según los hombres / Así era la "mujer perfecta" un siglo atrás.
Coraje: (desde la puerta)
Como será la ciudad allá afuera sin nosotras?
Después de tantos años de encierro,
Después de tantos años esperando cartas de afuera,
Después de tantos años esperando una mínima carta de ti
Después de tantos años sin saber si estas muerta en la orilla de un  río o en una casa vacía a las afueras de la ciudad
Después de tantos años imaginando como es el mundo allá afuera sin mí,
Después de tantos años cortándose los brazos haciendo globitos con el filo de la sangre
Después de tantos años de pintarme los ojos para verme linda
Como será la ciudad allá afuera sin nosotras?
Después de tantos años con los hermanos muertos
Después de tantos años de ficciones y realismo mágico
Después de tantos años de miedo
Después de tantos años sin reírse en publico
Como será la ciudad allá afuera sin nosotras?
Como será la historia de Chile, sin nosotras
Como serán las historias no oficiales sin nosotras
Donde nos dejaran escribir nuestros nombres
Donde nos escondieron que hay tanto tanto que no nos damos cuenta
Como será la vida de las mujeres solas sin nosotras
Como será la risa y la muerte sin nosotras
Como será la cruz y el fuego sin nosotras
Somos tan felices, que me río de ti,
Somos tan felices que no puedo vivir sin ti
Como será la historia de Chile sin nosotras
Como será la ciudad allá afuera sin nosotras?

Nota.-
Compañía de Teatro La Carnicera estrena "Coraje Corazón y Rita" en FETEX 2013
Desde el 1 de agosto al 7 de septiembre se desarrollará la primera edición de FETEX, festival de teatro que se realizará en La Casa Rodante de Providencia y que comenzará con "Coraje Corazón y Rita", obra que marca el debut en la dirección de la actriz Priscilla Guerra. Como "una creación satírica frente a la conformación de nuestra idiosincrasia nacional, a partir de la influencia que ha tenido lo católico en nuestros círculos de poder y su accionar", define la directora al montaje que promete, según sus palabras, hacer "reflexionar al espectador a partir de la risa". Marcela Salinas, Paula Jiménez y Mónica Ríos son las actrices que dan vida a la comedia negra que cuenta la historia de tres monjas de claustro olvidadas en las ruinas de un oscuro convento que buscan, tras innumerables intentos fallidos, reencantar a la comunidad religiosa. En el marco de Teatro experimental la compañía de Teatro La Carnicera se atreve a mezclar un antiguo género teatral, auto sacramental, con la improvisación y la poesía del joven poeta chileno Diego Ramírez, contingente con las problemáticas sociales actuales. Coraje, Corazón y Rita se presentará desde el jueves 1 al domingo 4 de agosto a las 20:30 horas en La Casa Rodante (Avenida Rancagua 0395, Barrio Italia, Providencia). La entrada general tendrá un valor de $5.000, y de $ 3.000 para estudiantes y tercera edad.
La Tercera - 29/07/2013


Bichos.
Francisco Antonio Ruiz Caballero.

Hibiscos naranjas. Hibiscos amarillos. Formas voluptuosas del placer. Amplias y exuberantes corolas. Afrodisíacos pétalos. Incubos de mirada amarilla y dientes perfectos. Vergajos grandes y largos, entre las matas de hibiscos, autopulsándose. Abuso de anacondas de vidrio. Carne de cohombro, ascidias rojas, dobles búcaros y sifones, carne de pulpo. Curvas y rectas para aguaceros y fornicios, mixtura de sándalo y orquídeas. Torsos de lluvia y luna, para Florencias y Atenas y Romas, hechas de nudibranquio y ansia. Lunas escindidas y esfínteres en vacío, succionantes circunferencias de golosina. Dobles y triples penetraciones impuras. Choque de moluscos y babosas lenguas, en arcángeles de vino y pértiga. Bamboleo de curvaturas espectrales, níveas palomas, mirlos de antracita. Visión de voluptuosidad tangible, fiebre en las estribaciones del espasmo. Orgasmos, muerte, sinalefa, cintura, sexo. Lenta floración de rosas negras, rápida ocupación de territorios de culebras, bocas sin cese, lenguas nunca satisfechas, bocas glotonas, regaliz y fruta, Madagascar y Oslo. Abuso de anacondas amarillas, para vergajos tiesos, o blandas opalescencias de pepinos. Pulcritud para un olor a fuego. Cúrcuma. Selva. Arcángeles y murciélago, fruta violada, sandías para pecado, establo de cerdos, cerdos maravillosos, puercas similitudes de gloria, carne y paliza, orgía. Precipicio en el que las profanaciones se suceden. Riesgo leve de muerte y ofuscada sensación de peligro, junto con lianas de nirvana y guateque. Lucha de cuerpos. Musculatura. Espanto. Bichos. Aceite, corrupción, lepra, gengibre, tocadiscos, muchachos, choza. Carne de sepia, suave piel del toro, ansioso de espada y cuerno. Anfioxo. Bichos. Musculatura. Espanto. Bichos. Buaggggg, asco, buagggggg, placer. ¡¡¡Bichos¡¡¡, ¡¡¡bichos¡¡¡, ¡¡¡¡bichos¡¡¡¡.


EL CUADRO DE LOS REFLEJOS
Beatriz Graciela Moyano

Ya no importa si vive mi reflejo y el tuyo en la corriente de este río de silencios, tal vez sí, porque te amo, todavía somos alguien en el paisaje, eres parte de mi propia vida, aferrado entre las ramas crujientes de este cuerpo y hojas amarillentas de mi pelo, así como las del diario de apuntes vividos que nadie leerá hasta después del fin. Ya está todo hecho! dije, al instante, vi el dolor en tu mirada de mar, leyenda que decía: te necesito! tomaste mi cara y la sacudiste como para despertarme del sueño y coqueteo con la oscura postrimería y mundo de formas sutiles. Sucedió el día aquel en que partía humeante el tren desde la estación de nubes áridas, el eje se oxidó y se enfriaron los huesos, carcomiendo parte de la esencia. Cansada de ruedo, con arañas tejiendo, bordando en el bastidor para el cuadro que quedó sin pintar, silueta en espera inhabitada y soledad profunda, interior, ingratitud que no te mereces. Vivir en sueño ya no se me hace vida, viajando reflejos cambiantes, espejos en movimiento constante, acá los verdes amarillentos de frío con algo de cielo se mira con la tarde y más allá… dime mi amor ¿dónde crees que irán? nuestros reflejos sigo… los veo nítidos, como encaramados escarabajos se montan a las hojas amarillas, esas que sucumbieron a las ramas verdes de las electrizantes pasiones vividas, ahora evocadas y embellecidas en los espejos del río. Un instante mágico de ayer se ve flotando sobre los adormecidos reflejos del agua clara, ella sigue su marcha hasta conseguir el duraznero en flor de los ensueños y el sabor de los cerezos en la próxima primavera.


LOS FINES DE SEMANA EN SOLEDAD
Ivonne Concha Alarcón

Días solitarios, lúgubres, opacos, nubosos; tardes de viernes, noches de sábados, mañanas de domingos, aquí fríos y solitarios, allí calurosos y acompañados, gratos. Otros brazos se entrelazan alrededor de tu cuerpo, otra piel se adhiere a la tuya, ella te acompaña. Ambos caminan tomados de la mano por el jardín, ríen observando el árbol que han sacado tan difícilmente. La familia les recibe y acoge, los amigos les acompañan entre risas y bromas. Mis celos te observan con el miedo te esfumes en la eterna noche de mi soledad. Te esperé como todos los días, hermosas flores en la mesa, ahora mustias, algunos pétalos descoloridos caen avergonzados, hartos de la absurda espera, las copas de cristal van perdiendo su brillo pulcro, las masas dulces endurecen ya no será grato degustarlas. El cenicero cubierto de cenizas muestran las horas de tan eterna espera, el vaso vacío, las horas pasan, los antes leños ahora cenizas enfrían el ambiente, el frío se mete en las cavernas angustiantes de esta soledad que herida llora en gritos de silencio y dolor. La cama furiosa recibe un cuerpo dolorido, gélido, helado de angustia y rabia, añora las risas, las miradas furtivas sobre dos cuerpos amantes, ella esperaba el calor de dos seres enamorados, a cambio solo recibe vacío de cuerpo y alma, un ser abandonado, una mujer sin ganas de reír, llorar ni vivir. Mujer varada entre cuatro paredes, solo sábanas vacías. La madrugada esconce la luz de la luna. No están, no regresaron él ni el sueño, ambos se fueron a esos brazos que seguro les acogieron. Ambos, el sueño y tú, traidores me abandonan cada semana y no los encuentro por más que los busque... Los fines de semana son siempre desolados, angustiosos y tristes... la cama helada desespera sin ti... cuento las horas que faltan para tu regreso... y el sueño no llega... y la soledad siempre reinando ríe a carcajadas, hoy a vuelto a ganar, además llevándose mi horas de sueño...


ENFASIS Y DELIRIOS
F.S.R.Banda

“Una oscura pradera me convida”
José Lezama Lima

Me ciego a los trinos superados hablando sobre el perfume que toco en el aliento vaho de los rosales escondidos, supero la penumbra incautada por las oquedades de las piedras evadidas. Sumo y sigo, sobre inciensos de ilustres funerales contenido me ciego a los cantares de elusivas sirenas o vetustas harpías, frescura de helechos, de rincones que guardan las humedades estancadas de las siempre últimas lluvias, drenajes en sus vertientes hacía abajo en despeñadero hasta el vado me ciego. Acogido por las hiedras encantadas a sus muros solemnes derruidos discrepo, ciego, aterido como un cíclope centauro perseguido. Me vasto en derroches y traiciones, en mármoles bronces guijarros, me vasto de indolencias fragmentado por ahí por donde la palabra cuaja enternecida o se avinagra de soberbia en breves desengaños fermentada, me ciego de cierto aroma en esa piel, me distribuyo aciago en los corceles del vino, aparezco deshojado antes del pequeño otoño en desamparo, destilo el aguardiente del áspero rocío que se queda dormido por las parras. Se vacían los aljibes las ánforas los jarros de sus aguas y barros y cangrejos, de oxidan los hierros florecidos en sus herrumbres de puentes cruzando ríos congelados, afloran los verdores de los cobres enterrados, me ciego en una voz que huye por los acantilados del destierro, del moroso exilio sobre todo vestigio grieta que se rompe en vaguedades ilusorias. Se van quebrando los vidrios de un silencio atardecido en sus ojos consternados. Las incesantes mareas de un océano de espumas demarcan con sus solemnes naufragios los dominios lunares donde el nocturno se abre como magnolia encarcelada. Ceremoniosas gaviotas funerarias postulan en sus altos vuelos circulares la ambigua oscuridad del eclipse, un vértigo acaece ensombrecido en los tejados y los mástiles, se desgrana dejando el bosquejo de un templo una pirámide una esfinge, indescifrables, me ciego en esos códigos perversos buscando los signos en las fisuras del muro, en el lenguaje de los cardos, en los guijarros y el heno que sobreviven en el adobe. Un rastrojo de manzanar con su hierba crecida y sus mariposas escondidas posee la única certidumbre de que no es un sueño. Iluminado por un plenilunio sangriento un sarcófago en el alba destella entre los humeantes mentideros del infierno, es agualuz azulmarina que estalla en antigua noche negra blanco florecido ciruelo, estremecido por las vehementes transparencias de aquel lejano sosiego me ciego a las turbiedades de esos resplandecientes esplendores me ciego. Vale.



Revista PARADOXAS N° 187
2 de Agosto de 2013