viernes, 9 de diciembre de 2016

PARADOXAS N° 227

PARADOXAS

REVISTA VIRTUAL DEL SURREALISMO NEOBARROCO


Año XII - N° 227


INDICE

LA FRASE - Beatriz Graciela Moyano
Te observo... - Marisol Cavieres
TRAS MI VENTANA, LA HIGUERA, LA LUNA...Y YO - Guillermina Covarrubias.
EL CREPÚSCULO - Maria Eugenia Gulfo Berrocal
BACANAL - Joaquín Bernardo Corrales
Cae la tarde - Ivonne Concha Alarcón
NECESIDAD DE LA NOCHE - André Cruchaga
La rosa debida - F.S.R.Banda


EDITORIAL

El Neobarroco
Roberto Fernández Retamar *

Podemos establecer que el origen del neobarroco subyace en las teorías postcoloniales sobre cultura, hibridez, heterogeneidad, pues desde estas raíces comienza a definirse la categoría, la cual se instaura como una necesidad inaplazable de consolidar una cultura propia latinoamericana que desestabilice la noción y la percepción de Metrópoli o hegemonía.
Concretamente el neobarroco se da como un fenómeno de contracultura o contraconquista.
La permanente tensión social y política de América latina, las crisis sociales, las dictaduras han posicionado al neobarroco como una modificación manierista del barroco, en donde lo afeminado, lo exagerado, lo retorcido –como expresión de lo vacío e inconsistente- toman y marcan unas coordenadas propias y absolutas en las búsquedas y propuestas artísticas de muchos creadores; lo anterior se consolida en la implosión- explosión de nuevas literaturas, en donde emerge la imagen del travestido como elemento estético y como un nuevo imaginario para las nacientes literaturas.
A partir de este fenómeno (¿ruptura?) la figura de un “otro” subalterno, marginado, relegado empieza a configurarse en las creaciones narrativas y estéticas de los últimos tiempos.
Esta nueva percepción del tiempo, del espacio y los personajes permite la puesta en escena de una naciente equidad entre los sexos y los géneros, lo que favorece o crea una conciencia distinta entre lo masculino y lo femenino y le da un status nuevo a lo transexual, lo homosexual, lo travestido (metáfora del neobarroco americano).
En la literatura se da el caso de un José Lezama Lima, un Alejo Carpentier o un Severo Sarduy en donde la ambigüedad expresada a través de sus letras denota un regresar o un evocar la literatura barroca de un Quevedo o un Góngora, pero desde unas perspectivas americanas, en donde la prosa se viste de coloraciones y músicas continentales y se llega a la claridad a través de caminos obscuros: la metafísica y el esoterismo.
De otro lado, la bifurcación (una de las palabras preferidas por Borges) nos lleva a unos tiempos contrarios que se configuran simultáneos y donde las contradicciones, como diría Hermes Trismegisto, no se repelen sino que interactúan. La unidad indivisible de estos escritores denota no sólo una tendencia literaria (barroca o neobarroca) sino la creación de un universo muy personal, un cosmos literario muy americano y por eso mismo cosmopolita. Ya lo dijeron los mismos escritores: "Lo barroco: cifra y signo vital de Latinoamérica”.

* Nació en el barrio de La Víbora de la capital cubana. Comenzó a estudiar pintura y arquitectura, pero terminó Humanidades en la Universidad de La Habana (1948-52), donde más tarde se doctoró en Filosofía y Letras (1954). Gracias a una beca, profundiza sus estudios en las universidades de  La Sorbona y de Londres; en la de Yale ofreció un curso sobre literatura hispanoamericana. Ha sido director de la Nueva Revista Cubana (1959-60) y de la revista Casa de las Amèricas (desde 1965). En 1977 funda –y dirige hasta 1986- el Centro de Estudios Martianos. En 1985 se convierte en miembro de la Academia Cubana de la Lengua. Ha ocupado cargos políticos como lo de diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba (1998) y miembro del Consejo de Estado. Ha sido jurado de premios literarios prestigiosos. Vale.

El Editor


Esta tarde y su lluvia
Roberto Fernández Retamar

El día es claro y firme ahora. Ha llovido.
Hay un vago recuerdo de la lluvia en el aire.
Las grandes hojas guardan sus minúsculas ruinas
—Múltiples ojos claros, gotas limpias y débiles―
Pero ya el cielo está sencillamente azul
(También, es cierto, hay grandes nubes blancas
Que ondean su orgulloso algodón y sonríen),
Y el aire y su recuerdo se recuestan y duermen.
Esta tarde y su lluvia, he pensado en tus ojos.
Esta lluvia he pensado en tu piel, y esta tarde,
Con su cielo y sus nubes, he pensado en tus ojos.

Una tarde, me he dicho, lloverá frescamente,
Lloverá en nuestras flores, lloverá en nuestras hojas,
Nuestra casa será regida por la lluvia.
(Allí sus hilos largos, de cristal delgadísimo,
Se enredarán quizá en nuestros propios pasos.)
Una tarde tan clara como esta misma tarde,
Lloverá en nuestra casa.
Por eso hoy, inexplicablemente,
Mientras su red sin peces descendía la lluvia,
Mientras las grandes flores acercaban sus labios
Hacia ese largo beso, yo pensaba en tus ojos
Tan tristes como míos, y en tus manos, y en ti,
Y en otra tarde casi como ésta.


LA FRASE
Beatriz Graciela Moyano

"Lo repetiste tantas veces, que me convenciste, ya no te amo" L.V.G.

En aquel tiempo, ríos salados circularon sus venas y penetraron en las grietas justo en medio del pecho, quedó una línea, cicatriz nacarada y con el correr de los tiempos capitalizó en su favor. Vana ilusión, nada... Todo olvido. En el hoy, cuentan cuatro décadas de esa nada, todo olvido. El viento zonda vino a soplar las cenizas y puso al descubierto lugares y situaciones, entonces, se recuesta en el sillón de pensar, repasa algunos sitios que salen al recate del cruel olvido. Descubre que todo se encontraba allí, al resguardo del tiempo, apareció un vehículo antiguo, rojo, con momentos lacrados en filigranas de roces amorosos, resecos como los ciclos vencidos. En unos días giraron evocaciones, pensadas soñadas y ese viento en su soplar limpió unas pocas fotos polvorientas, testimonios estáticos del ayer. Todo fue mental, encuentro, desencuentro y montañas de malos entendidos y temores. Los recuerdos dictan que todo queda así, como reliquias del pasado.


Te observo...
Marisol Cavieres

Te observo a través del tiempo aquí guardado en mi alma, mientras respiro hondo se agitan mis latidos, te vuelves ese lirio del camino ligero, suave. Se extienden mis redes, estas prisionero de mis letras donde mi océano te atrapa, entre murmullos vuelve el tiempo los sabores y los instantes ululan. La nostalgia y alegría se vuelven un todo, te quedas quieto entre suspiros, te abraza la luna, te lee los secretos, tu pecho se vuelve primavera. ¡Probemos suerte! recordemos al unísono, esperemos que estos sueños sean horizonte ¡allí en el mar! que la brisa del océano nos una en esta distancia. Estoy aquí, donde mis líneas se extienden, te abrazo ligera en la brisa que te envuelve, te atrapan los pensamientos una y otra vez mientras el océano ruge ¡te observo!



TRAS MI VENTANA, LA HIGUERA, LA LUNA...Y YO
Guillermina Covarrubias

Tejiendo los hilos de mis memorias creando telarañas en los rincones de las añoranzas, mientras la luna me mira entre la higuera y mi ventana, mis pupilas navegan a la deriva y el corazón traidor despierta las huellas dormidas. Le arrancan la envoltura al silencio los sermones del viejo viento, no han enjugado el vendaval de besos, cuando te quise bajar la luna. Aún tengo las gotas en el alma, que armonizan con tu aliento en las brumas de la algarabía, entonces mi soledad ya no es soledad. Me convierto en jadeo efervescente un libro de aventuras, quizás una flor silvestre o tal vez la razón que no vale nada, que se rinde al lírico núcleo de un clímax lisonjero, del ajenjo jubiloso que galopa en ese silencio… que nadie me espera. ¡Que sabe nadie! si el reloj se detiene en el ayer, apretando los quejidos de mi garganta, con tu silueta rebelde, y el oasis de ternura donde volví a nacer sobre geranios blancos como flor nupcial.
Los suspiros que se instalan en mi pluma, ya no soy hojas en blanco ni pensamientos ciegos, tampoco frutos estériles.
Bajo un ovillejo de retamos, has sido la seducción de mi oro viejo, labriego de mi huerto, un cardumen en las lenguas de la noche, que te besan cada minuto, en mis letras sencillas como tu corazón hace latir el mío... hoy otra vez estás detrás de la ventana entre la higuera la luna, y este silencio que paradójicamente... nunca calla; mi eterno amor.


EL CREPÚSCULO
Maria Eugenia Gulfo Berrocal

Decae la estrella luminosa rendida de cansancio deseando reposo en el refugio del silencio, el tiempo es incierto, entre claroscuro de día y de noche, el bullicio se pierde en la bruma, la opacidad pinta el cielo. El horizonte se esconde entre la niebla de incienso orgulloso de haber rendido homenaje a lo vivido entre dichas, tristezas y anhelos, en un instante infinito la luz y lo oscuro se funden en un parpadeo. El crepúsculo saborea los últimos rayos del día
con la incertidumbre de un más allá desconocido, misterio insondable del tiempo y del cielo, milagro natural, hermosura que fascina. Y lo sigue la noche, ausencia de colores, brillando luceros, abrazando la luna, la brisa se contonea arrullando arreboles, durmiendo las flores, esperando el sereno. Los pájaros se guardan, el aire es de seda, cristales de luces encienden la tierra, ocaso bendito, musa de poetas. Al anochecer se eleva el humo con restos de amores, consumidos en brasa, cenizas quedaron, corazones que no amaron a la luz del día, la noche los abrazó y libaron de ella el amor.


BACANAL
Joaquín Bernardo Corrales

A Vianey Sanguino, con cariño y respeto

Es preciso absorber de lo que tengo
Un motivo que me arranque lo que siento,
No es común que en los años tenga miedo
Y que el miedo se me aferre en el intento.
Yo no tengo sobre nubes un lucero
Que me diga de mis días y mis yerros
Y no tengo bajo el mar azules lechos
Ni en el prado esos blancos crisantemos,
Ni me siguen en los sueños los jilgueros
Ni se vuelan en las tardes los vencejos,
Y no tengo ni la casa ni el granero
Ni una charca donde vivan los flamencos,
Y tampoco agua fresca de un riachuelo
Ni montañas que se tiñen con bermejos…
Hoy me queda una cama y un ropero
Cuatro libros, una taza y dos cubiertos.
Hoy me guardo un baúl en negro cedro
Donde escondo amarillos crisoberilos…
Un topacio y un gran ópalo de fuego…
En las blancas madrugadas de un enero
Cuando salgo de la casa donde espero
Yo le arrojo con la diestra al firmamento
Las dos gemas que guardadas se tuvieron,
Y entre el viento que volaba como un cuervo
Y las nubes de algodones, seda y fieltro
Los joyeles que entre brillos se parieron
En el cosmos mil estrellas todas fueron…
Y me dije:
“Noche esta que entre pausas quiere un verso”
“Noche escasa que me arropa con luceros”
“¿Dónde iré cuando se muera Epimeto?”
“¿Cuando muera entre los montes Aristeo?”
“¿Cuándo gima por las musas un Orfeo?
¿Cuándo vengan por amor los cancerberos?
¿Cuándo Ceto me despoje del recuerdo?
¿Cuándo muerto me refugie entre Silenos?
¿Acaso ha de venir raudo Briareo?
¿Acaso me han de dar luz y silencio?
¿O es que caso gemirá por mi Vallejo?
Ya no vienen hasta mí entre embelesos
Los orfebres que han tallado monumentos,
Ni vendrá del amor cualquier deseo
Ni en el sueño la mujer que amé en el sueño,
Ni en el llanto nacerán nuevos provechos
Ni en la risa forjaré fugaz momento…
Solo quedan atrapadas por el cielo
Las dos gemas que una tarde se esparcieron
Un topacio y un gran ópalo de fuego,
Y entre ellas aunque ya brillan de lejos
Han de haber dos brillitos casi presos
De dos lágrimas brillantes que surgieron
En los ojos de la dama de lo eterno,
Y si muerto ya el amor que no me dieron
Es apenas de los años un reflejo
Es mejor que no brillen los joyeros
Y que caigan en la noche tintos negros.


Cae la tarde
Ivonne Concha Alarcón

Al caer la tarde caen los dibujos en papel entre los rayos del sol que ilumina los sentimientos, se elevan los papeles por el aire, el viento se levanta desde el suelo, las hojas secas de un ayer somnoliento y opaco hasta ayer, presente en frías tardes de invierno que se congelan a la entrada de la casona grande. Los geranios a pesar del frío sonríen, sus colores cambian como cambian de color los camaleones, las lagartijas después de gozar los rayos del sol de la mañana duermen en sus escondrijos hasta despertar otra vez con los rayos del sol. Demasiadas primaveras han quedado atrás del portón verde negruzco oxidado, guardan en su memoria aquellas tardes cálidas acompañadas de la madre y los hermanos, mientras el tejido de lana va tomando forma en las manos de la hermana mayor y el padre lee un periódico de ayer en la tarde. En las manos del hermano menor la guitarra gime una canción del recuerdo. Hermoso cuadro dibuja la vida, aun se recuerdan las cálidas tardes de juegos, canto y lectura, mientras un candelabro de bronce con velas encendidas parpadea mostrando el amor familiar del ayer… Hoy es un pasado. Mientras el futuro es un incierto invierno desconocido que se irá apagando lentamente hasta llegar un día a ser nada, nada.


NECESIDAD DE LA NOCHE
André Cruchaga

En los peñascos del aliento hace posta la noche.
Adentro, el elixir de la oscuridad, las pupilas a ciegas alterando las sombras
y el sentido de las ventanas: siempre es necesaria la noche para desaparecer
de todos los ojos. De todos los vaivenes que vocean lo inerme.
Su altavoz silencioso me empapa de calles irreconocibles.
Camino como lo hacen muchos cuando han perdido para siempre la luz
y no tienen boleto de regreso. Camino como si fuese un desconocido.
Nadie puede espiar la historia que contamos, ni tergiversar el peso
de la costumbre, ni extraviar los titubeos de la falsa austeridad. La noche ocupa
todos los caminos al margen de cualquier pájaro mordiendo su agonía.
Quienquiera puede verse profundo y remoto.
Puede quemar la respiración sin que lo vean, ponerle ojo a los sahumerios;
puede darle picotazos al ciempiés de la saliva, a la complacencia;
puede tronchar, ­­­-si quiere-, la silueta del país, tejer abismos y deshacerlos;
puede envolver toda las palabras silenciosas arrimándoles al pecho,
puede lavar lo inexpugnable mientras arrecian las hondonadas del horizonte.
Quienquiera puede enjaularse a sí mismo.
Puede desnudarse sin tener al alcance los antídotos para curarse
de las mordidas de hormigas;
puede como tantos cambiar de identidad y huir para buscar otros repartos.
La noche se arrastra, extraña, silenciosa y desarmada…

Barataria, 29.IX.2016


EN TIEMPOS DIFÍCILES
Heberto Padilla

A aquel hombre le pidieron su tiempo
para que lo juntara al tiempo de la Historia.
Le pidieron las manos,
porque para una época difícil
nada hay mejor que un par de buenas manos.
Le pidieron los ojos
que alguna vez tuvieron lágrimas
para que no contemplara el lado claro
(especialmente el lado claro de la vida)
porque para el horror basta un ojo de asombro.
Le pidieron sus labios
resecos y cuarteados para afirmar,
para erigir, con cada afirmación, un sueño
(el-alto-sueño);
le pidieron las piernas,
duras y nudosas,
(sus viejas piernas andariegas)
porque en tiempos difíciles
¿algo hay mejor que un par de piernas
para la construcción o la trinchera?
Le pidieron el bosque que lo nutrió de niño,
con su árbol obediente.
Le pidieron el pecho, el corazón, los hombros.
Le dijeron
que eso era estrictamente necesario.
Le explicaron después
que toda esta donación resultaría inútil
sin entregar la lengua,
porque en tiempos difíciles
nada es tan útil para atajar el odio o la mentira.
Y finalmente le rogaron
que, por favor, echase a andar,
porque en tiempos difíciles
ésta es, sin duda, la prueba decisiva.


La rosa debida
F.S.R.Banda

Creeré, porque no tengo más opción en este aquí de este ahora, porque no tengo la certeza de la reencarnación que soñamos, porque  habito por ti en esa incertidumbre. Llueve sobre las rosas innumerables que te nombran sin decir tu nombre. Aunque otras te abunden, no poseerán nunca tu debido perfume. Sobre tus arcillas mis raíces esperan tu deuda impaga, la convergencia del pétalo y tu piel, de la flor impura derramada, del cántaro que se vierte en las arenas donde eres rosa sola persistiendo enmudecida. Ardes en un color imposible.



La forma de poema es una desgracia pasajera.
Osvaldo Lamborghini, “Die Verneinug”, 1977.

Revista PARADOXAS N° 226
4 de diciembre de 2016



martes, 1 de noviembre de 2016

PARADOXAS N° 226

PARADOXAS

REVISTA VIRTUAL DEL SURREALISMO NEOBARROCO


Año XII - N° 226


INDICE

Mi hombre de arena - María Itza
TE QUIERO SENTIR - Ivonne Concha Alarcón
LAS ETAPAS REFERIDAS - Beatriz Graciela Moyano
A golpe de rebeldía... - Nieves Merino Guerra
Cuando en la oscuridad... - Marisol C.
CLAROS ABISMOS - André Cruchaga
La Luna y el Mar. Continuación de la continuación. - Francisco Antonio Ruiz caballero
LLUEVE POR VOS LEJANA - F.S.R.Banda


EDITORIAL

"Hombres de poca fe, piensen en el cántico".

Ultimo verso del poema ‘No le copien a Pound’, incluido en ‘Oscuro’, Gonzalo Rojas, 1977. Vale.

El Editor


Mi hombre de arena
María Itza

Te derramas sobre los desiertos nevados y estériles donde las palabras enterradas vivas cumplen su inexorable transmutación en diminutos corderos enhebrados en majadas azules pastoreadas por un fauno decrépito en pastizales verdes donde mueren las águilas ahogadas en un vaso escaso de agua, me habitas desde los siglos ausentes y prolíficos como un alquimista ciego y empecinado en derramar sus erráticos ungüentos sobre cada uno de los vagabundos rayos del sol, me comunicas por venas de corales indefensos bajo el lecho de un océano florecido en  miríadas de pimpollos de peces machos y sirenas escandalosas. Una hilera de fogatas ancestrales te recorre los muslos de adelfa impura y me preparas un banquete ilógico de ausencias y desesperos en platos de arcilla disgregada pintadas con enhiestas varas de palabras, muertas sin poder dilucidar la hora magnificada de la muerte de los cisnes, vistes una túnica casi fugitiva que se evade en pedazos incompletos sobre un rompecabezas desarmado mientras los bebedores trasnochados juntan estrellas de lata en jarros con olores añejos de vino de sus sueños etílicos; vives y te desangras en una ronda alucinada de lunáticos que devoran tus carnes de cuarzo y feldespato líquido y tus cristales mentirosos y dislocados me reflejan en el rostro indescifrable de mendigos de vientres crepitantes y  bocas oscuras mientras mi corazón náufrago y desnudo anida en malezales de ortigas donde mis llagas desolladas se escurren en tus dedos de fondos de increíbles mares retorcidos y calientes donde mueren los deseos que han enviudado su juventud de veleidosas  ilusiones rotas


TE QUIERO SENTIR
Ivonne Concha Alarcón

Te quiero sentir danzando tras el oleaje del silencio, recorriendo en punta de pies los caminos sin tierra, cabalgando el celeste blanco de las alturas, buscando la luz del nocturno quejido de las bestias del bosque siniestro. He llovido entera el campo verde de la duda, he sonreído sobre la madreselva oscura de la muralla calcinada, enrojecida por el sol de las mañanas blancas. He recorrido estaciones de mármol, he subido escaleras sin término, he tocado el techo de la aurora para sentir cada segundo cada momento antes que comience el día y raye el alba, antes que el sol queme mis palabras con susurros de versos aun no escritos ni pensados. El reloj trastorna las esperanzas, me quedo aquí paralizada mientras las mariposas se burlan dibujándose en mi cara. Despedazo las hojas del cuaderno imaginario que se quedó en mi cama, y elimino las caricias dibujadas en el edredón blanco negro que habla y miente que no te extraña... Se viene el frío invierno caminando a través de la montaña a grandes zancadas entre tu tierra y mi montaña. Me quedé esperando la mirada de aquel oso quejoso que de espanto y terror no se acerca a la morada del amor, fingiendo celos y amor que él no siente. Las horas del nocturno silencio de la noche eterna se dibujan en el calendario y en mis cabellos blancos que hablan de destiempo, desilusiones perdidas y extraviadas en esperanzas que ya no existen.


LAS ETAPAS REFERIDAS
Beatriz Graciela Moyano

LAS ETAPAS REFERIDAS (Versión inicial)

Alguien le regaló un techo brillante de estrellas, que fue algo más que plateado cielo nocturno, pestillos abiertos, base en olvido de los sin cerrojos palpitantes, inquieta vuela, liberada. Sin reconciliar su esencia, gaviota de poder grupal, ve los grises rojos. Circula absoluta, desmesurada sonrisa de diosa inconclusa, elixir inherente, desidia. Y dicho así, solo dibuja una de las referidas etapas, pues no hubo infinitud en nada, se conjugaron los tiempos compuestos de ciclos efímeros, se huele la sal y no hay viento marino, es necedad. Hay soledad y orgullo escénico.

LAS ETAPAS REFERIDAS (Segunda versión)

Un techo brillante de estrellas, que fue algo más plateado cielo nocturno, casi un regalo de lejana visión, la venida de un nuevo cielo, y ciertamente hay uno ahora. Pestillos carcomidos, base en olvido, los sin cerrojos palpitantes, inquieta alza vuelo. Liberada, cuando el sol muere en todas sus épocas renace. Otra vez en su eclipse ignorando la faz sin reconcilio con la esencia, mira el reverso, como cruz clavada, se rinde un entorno lisonjero a la gaviota de poder grupal, que hace rojos los grises. Absoluta circula, con desmesurada sonrisa.

LAS ETAPAS REFERIDAS (Tercera versión)

Alguien le regaló un techo brillante de estrellas, que fue algo más que plateado cielo nocturno, pestillos abiertos, base en olvido de los sin cerrojos palpitantes, inquieta vuela, liberada. Sin reconciliar su esencia, gaviota de poder grupal, ve los grises rojos. Circula absoluta, desmesurada sonrisa de diosa inconclusa, elixir inherente, desidia. Y dicho así, solo dibuja una de las referidas etapas, pues no hubo infinitud en nada, se conjugaron los tiempos compuestos de ciclos efímeros, se huele la sal y no hay viento marino, es necedad. Hay soledad y orgullo escénico.

REFERIDO A LAS ETAPAS (Prosa extendida)

Un techo brillante de estrellas, que fue algo más plateado que cielo nocturno, casi un regalo de lejana visión, la venida de un nuevo cielo, y ciertamente hay uno ahora, pestillos carcomidos, base en olvido de los sin cerrojos palpitantes, inquieta vuela, liberada. Y cuando el sol muere en todas sus épocas y renace otra vez en su eclipse sensorial, ignora la faz sin reconcilio con la esencia, mira el reverso, como cruz clavada, para que se rinda un entorno lisonjero a la gaviota de poder grupal, ve los grises rojos. Circula absoluta, con desmesurada sonrisa de diosa inconclusa, elixir inherente... la desidia. Y dicho así, solo dibuja una de las referidas etapas, pues no hubo infinitud en nada, se conjugaron los tiempos compuestos de ciclos efímeros, se huele la sal y no hay viento marino, es necedad. Hay soledad y orgullo escénico, eclipsada ella, se convertiría en un nuevo ser, con la fortuna del aprendizaje.

OTRAS ETAPAS, REFERIDAS

En el resurgir de cada sol sus soles resplandecen con destellos de obstinación que rozan la intransigencia, obstaculizando la presencia de los nacidos en su misma etapa, se distancian. Los ve alejarse sin advertir ese éxodo de difícil regreso, observa... La peregrinación es equivalente a una marcha de religiosidad deslucida. Pero permanece eclipsada, bella y traslúcida bajo la máscara absurda, cada ciclo disparatado e inadmisible va dejando sedimentos en su delicado rostro, estelas sin brillo, erosión de vigor electrizante, se deshoja ante su abofeteada existencia. Esconde el caos, eso la deprime.


A golpe de rebeldía...
Nieves Merino Guerra

Coge Vulcano el martillo con fiereza en las entrañas golpeando al alarido de la Tierra que renace contra el yunque de su magma, y lo explota, ruge, vibra... -Sinuosa lava expande fundiéndose en mar vital-.
Otro invierno atroz se cierne en veranos eclipsados. Larga noche, densa, herida sin estrellas y sin lunas. Azufre entre sus ocasos bajo el humo permanente dilata, esparce, y conquista dominando esa amenaza.
Destruyendo se construye la nueva isla que emerge concentrando los misterios de la fuente de la Vida: Fuego, aire, tierra, agua - equilibrio en el big-bang - grita y fragua su armonía con auténtica fiereza.
Arde el alma del planeta en constante movimiento. Un concierto que desploma a la platea espectadora.
Otro hito en la memoria del principio de los Tiempos se recrea y se revuelve pariendo con estertores, mientras rugen sus adentros ocultando otro destino.
Cenizas que abonan flores cuando una nueva paloma regresa con otro olivo hasta el Arca de los miedos.
Parió dolor y esperanza vomitando otra existencia. No descansa... A golpe de rebeldía.


Cuando en la oscuridad...
Marisol C.

Cuando en la oscuridad enciendo sándalos, tu insomne locura se precipita, descubres sueños guardados en algún lugar de la memoria. Serpenteo entonces entre tus sabanas endulzando los recuerdos, bajo un cielo azul me extiendo y te transformas. Escuchas mis palabras, las haces tuyas, murmuran tus labios mi nombre y como un cisne navego en tus aguas,¡abro mis alas!, te sumerges, te apasionas, dejas nadar mis letras por tus ojos. Mi silueta se disuelve lenta en tus pupilas, susurrante la luna te cobija dejando una senda blanca, mi suspiro aletargado te alcanza fugitivo, mientras un sol radiante nace aquí muy dentro. Quieres correr, sentirte libre y te doy alas, bebes lunas en el tiempo de un reloj que se detiene para ti, puedes soñar amor, amor, enciendo sándalos en tus sueños, bordo caricias. De la extensión de tu piel ¡me adueño! mientras en la oscuridad tu insomne locura crea alas ¡navego!...


CLAROS ABISMOS
André Cruchaga

Frente a la oscuridad, la macolla de abismos y esa oscuridad de tizne.
Sueltas, en las mochetas de las ventanas, las cortinas de indiferencia y ese añico
de vientos en medio del entrecejo. En la distancia, baúles de tempestad.
Almanaques de ahogados puertos, desvalidos relojes en el aliento.
En el margen de cada vacío, cavilan los truenos y la presencia de monólogos:
de pronto todos somos víctimas de tanta espina sobre las escrituras;
asfixian los vahos amarillos de los espejos,
la esperanza a la hora de cruzar el río de la vida real, reiterar las dudas,
naufragar en el braceo de los heridos de sombras y nubes.
Imposible no ver la noche entre todos los comensales de los relojes: próximos
los objetos y los secuaces de morder las luciérnagas
Hacia los escalones de la respiración, lo único viable quizá sea la lejanía,
o esos candelabros donde uno, sin más, refresque el aliento.
Ignoro si se gana o se pierde cuando todo el matorral crece en la boca:
a intervalos esta imagen sin ojos, atravesando alfileres oxidados,
el indemne harapo sobre el galope moribundo del viento.
Desde la superficie acurrucada de la intemperie, las iglesias mortuorias
y las migajas de luto como una pluma indomable.
Allí el rostro mínimo como otra sombra envuelta en el tizne de la noche.
Ninguno de estos abismos se puede explicar desde la metafísica, o la inocencia,
quizá desde el cuervo de los retortijones, del acecho de los güishtes.
Debo suponer que no hay tiempo ya para abrir los brazos, ni sacudir el polvo.
Acudo como es costumbre a las incandescencias. Al juego de los ojos…

Barataria, 2016


La Luna y el Mar. Continuación de la continuación.
Francisco Antonio Ruiz Caballero

Llevaba media hora buscando almejitas en la orilla del mar cuando me encontré por casualidad con un caracolito marino bastante grande. La orilla del mar brillaba bajo el sol y las algas verdes parecían la cabellera de una extraña mujer tendida e inexplorada. Arrimé aquel caracol a mi oreja porque siempre se dice que se escucha el mar, lo cual es una tontería si uno ya estaba en el mar, pero lo hice, y al hacerlo oí doblemente el eco de aquella orilla que parecía un infinito desierto y al mismo tiempo un inmarcesible oasis de frescura. El mar, voluptuoso desde su caracol violeta y ocre me dijo que era hora de hacer un castillo de arena. Le hice caso y empecé a hacer el castillo, con sus fosos de iracundos cocodrilos y sus almenas y sus ojos de aguja. Un extraño castillo, mitad molusco, estaba hecho con la arena semilíquida que caía de mis dedos, mitad laberinto. Cuando lo terminé vi que tenía muchos defectos de construcción y los habitantes de la fortaleza estaban enfadados conmigo por haber hecho una aldea tan inapropiada. Les dije que o se conformaban con aquello o que volvieran regresando al mar. Refunfuñaron y me volvieron la espalda. Aburrido regresé a mi casa y me puse a jugar con el bote de mermelada de melocotón en el que tenía encerrada a las estrellas. La curiosidad me pudo y quise sentir lo que se siente cuando uno tiene una estrella en la mano. Abrí el bote y dejé caer las estrellas sobre la mesa de mármol. Las estrellas al principio se pusieron muy rojas muy rojas, rojísimas, salvo una que siguió siendo azul y que parecía indiferente a la libertad. Pronto las que se habían puesto sanguinolentas se transformaron en escorpiones de fuego, negros y ardientes, espectrales y amenazantes. Era tanto su ardor que se clavaron a si mismos sus aguijones y ardieron dando una luz amarilla muy violenta y echando chispas furibundas y evanescentes. Dejaron un cadáver de cenizas cada uno de un color distinto, verde, violeta, fucsia. Soplé sobre aquel polvo y mancharon la hermosa alfombra iraní y uno de los arabescos protestó cambiándose y transformándose en un carácter chino disparatado y agresivo. Pedí disculpas al arabesco y se enfureció aún más, es más, todos los demás arabescos empezaron a cambiar, a metamorfosearse en caracteres chinos y lo arabigoandaluz dejó paso a lo extremoriental entre leves sonidos de un gong lejano. Mi alfombra persa ya no era persa, ahora era China, Indostaní, japonesa, y aquello me puso nervioso, le di una fuerte patada a la alfombra y desapareció. Me quedé mirando la mesa de mármol con la única estrella que quedaba, azul y totalmente pasiva. Era una estrella melancólica, la cogí entre los dedos, sentí un leve chisporroteo y poniéndola entre el índice y el pulgar me puse a dibujar con su espíritu sobre el mármol. El mármol quedaba grabado y es curioso, sólo me salían formulas logarítmicas y extrañas ecuaciones matemáticas y algebraicas, con signos de la física cuántica, diferenciales e integrales, derivadas parciales y polinómicas. Culminé una extraña fórmula, dificilísima y de cuasi imposible resolución y volvió a aparecer la alfombra iraní llena de rosas. Satisfecho de mi estudio guardé la estrella otra vez en el bote de mermelada.

Septiembre 5, 2006


LLUEVE POR VOS LEJANA
F.S.R.Banda

Llueve sobre las rosas de la extraviada primavera y vuelvo a tu boca por el beso imposible de cada mañana, a los frágiles vestigios de lo que no fue o naufragó siempre entre las primeras las rosas y las últimas lluvias. Desde ahí esquiva mariposa, desaparecida esfinge, retorno al ya eterno mito de rozar tu pelo ensortijado, al ceremonial de perderte entre la noche y su lluvia, al silencio que me deja cristalizado en tu sal crepuscular. Llueve sobre las anegadas callecitas de las nostalgias, detrás de los vidrios del café de los habituales fantasmas, llueve en el vacío que dejas cuando llueve sobre las rosas cansadas de florecer entre imaginarios reflejos e inútiles lontananzas. Y mientras afuera llovía sobre antiguos tejados, sobre los desolados árboles del desamparo, sobre campanarios derruidos por el olvido, yo dejé en tu boca sabores de besos y susurros que permanecerán reverberando en tus labios aun después que me borres de tus secretos, porque fijé en tu perfume los imperceptibles vestigios que te irán definiendo los rumbos atravesados por mi voz convertida. Bajo esa lluviosa mañana que tú no veías yo fui escribiendo en tu cuerpo como un sigiloso escarabajo tus desconocidas melancolías, las penas que llevabas incrustadas en el desasosiego de tu piel cuando te allegas al nocturno y te evades en la tenue consistencia de tus ensoñaciones. Y la ventolera urgió los rosales y los pájaros, se vino anocheciendo con oscuros nubarrones que negaron el crepúsculo, las rosas ateridas se oscurecieron en una pequeña somnolencia de silencios y una quietud de yermo cementerio. Llovía sobre las rosas de la desorientada primavera  y yo volvía una y otra vez a tu boca por el beso que de ti nunca beberá mi boca, a los subterráneos despojos de lo que iba quedando entre las primeras las rosas y las últimas lluvias. Y mientras afuera llovía sobre los parques y las calles de tu laberinto yo escribía con tinta transparente sobre impalpables pergaminos una teogonía de oscuras traiciones en el origen equivocado y del falso linaje de las diosas falibles para mi propio escarnio en los charcos humillantes de los celos y en las ciénagas pantanosas de las furias. Pero acaso el verdadero texto de esta lluvia sea estos apuntes en donde trato de anotar la imagen de la mujer de las rosas en las distintas horas del día, tal como la voy observando al cambiar la luz (i).

(i) Paráfrasis de un párrafo de “Si una noche de invierno un viajero”, de Italo Calvino, en la traducción de Esther Benítez



La forma de poema es una desgracia pasajera.
Osvaldo Lamborghini, “Die Verneinug”, 1977.

Revista PARADOXAS N° 226
1 de noviembre de 2016



sábado, 1 de octubre de 2016

PARADOXAS N° 225

PARADOXAS

REVISTA VIRTUAL DEL SURREALISMO NEOBARROCO


Año XII - N° 225


INDICE

I (De “El habitante y su esperanza”) - Pablo Neruda
La invención  de la soledad, el pecado de las sociedades modernas. - Raúl Zurita
LA NOCHE DE LAS ESTATUAS - Alejo Carpentier
El reino de Alipio (Fragmento) - Reinaldo Arenas
DONDE EL VERSO SE SIENTE - Agustín Hervás
AFIRMACIÓN DE LA ORFANDAD - André Cruchaga
La Luna y el Mar. (Continuación). - Francisco Antonio Ruiz Caballero
A LO MENOS ALGUIEN DONDE - F.S.R.Banda

HOMENAJES AL POETA JUAN DAVID PORRAS SANTANA (1955-2016)
La cálida entraña - Juan David Porras Santana
Te asomas primavera - Ivonne Concha Alarcón
Mi rostro - Ivonne Concha Alarcón
La esfinge seducida - F.S.R.Banda
La lenta lluvia - F.S.R.Banda


EDITORIAL

Frente al temible sentido único ideológico transmitido por un estilo [el moderno] que pretendía ser universal, el barroco ha devenido un valor refugio, plural, de la singularidad. Desde luego, en su tiempo, el barroco era la emanación de las monarquías centralizadas y de la Contrarreforma. Era irracional y «reaccionario» cuando la Razón era subversiva. Pero la Razón, institucionalizada y disfrazada de Despotismo ilustrado, de Positivismo, de tecnocracia o Ciencia de Estado, deviene a su vez totalitaria y reaccionaria. Exige entonces la inversión de perspectiva; barroco es entonces lo irracional, lo insensato, la disidencia, que devienen subversivos.

Pirateado de «Introduction à Baltasar Gracián.» Art et figures de l’esprit [Agudeza y arte de ingenio, 1647], Benito Pelegrín. París, Seuil, 1983. (Págs. 76-77). Vale.

El Editor


I (De “El habitante y su esperanza”)
Pablo Neruda

Ahora bien, mi casa es la última de Cantalao, y está frente al mar estrepitoso, encajonado contra los cerros.
El verano es dulce, aletargado, pero el invierno surge de repente del mar como una red de siniestros pescados, que se pegan al cielo, amontonándose, saltando, goteando, lamentándose. El viento produce sus estériles ruidos, desiguales según corran silbando en los alambrados o den vueltas su oscura boleadora encima de los caseríos o vengan del mar océano arrollando su infinito cordel.
He estado muchas veces solo en mi vivienda mientras el temporal azota la costa. Estoy tranquilo porque no tengo temor de la muerte, ni pasiones, pero me gusta ver la mañana que casi siempre surge limpia y reluciendo. No es raro que me sienta entonces en un tronco mirando hasta lejos el agua inmensa, oliendo la atmósfera libre, mirando cada carreta que cruza hacia el pueblo con comerciantes, indios y trabajadores y viajeros. Una especie de fuerza de esperanza se pone en mi manera de vivir aquel día, una manera superior a la indolencia, exactamente superior a la indolencia.
No es raro que esas veces vaya a casa de Irene. Atravieso ese recinto baldío que me separa del pueblo, cosa de una legua, sigo por las calles deshabitadas y me detengo frente al portón de su casa, donde la espero aparecer.
Si está lavando me gusta ver sus manos que se azulan con el agua fría, si está entre la huerta, me gusta ver su cabeza entre las pesadas flores del girasol, si no está, me gusta ver vacío el patio y la huerta y la espero sin desear que llegue.


La invención  de la soledad, el pecado de las sociedades modernas.
Raúl Zurita

Shakespeare es la creación más alta que ha producido un mundo sin Dios. Los protagonistas de sus tragedias no están heridos por la mano de ninguna divinidad, sino por el horror de si mismos. A diferencia de Dante, cuyos condenados son barridos por la culpa, pero carecen de remordimientos, los personajes shakesperianos se han liberado de sus culpas, pero no de sus remordimientos. Insomnes en un mundo gemelo al nuestro, sus personajes nos pertenecen no porque Shakespeare inventara lo humano, como afirmó Harold Bloom, sino porque inventó el pecado de las sociedades modernas: inventó nuestra soledad. Nada hay más abismante que la soledad de un ser solo, esa soledad donde se decide el amor o la guerra, la destrucción o la sobrevivencia, porque es la única eternidad a la que tenemos acceso. La escena de la muerte de Ifigenia en "Hamlet" y esta confrontación de la soledad con lo eterno es lo que más me conmociona en Shakespeare. Es el "Soneto 55". El poema es infinito y sobrevivirá a mi versión: "Ni el mármol ni los dorados monumentos / de los príncipes durarán más que esta rima / poderosa y tu brillarás en ella con más fulgor/que la piedra manchada por la suciedad del tiempo. // Cuando la destructora guerra bote las estatuas /y arranque de raíz las obras de la arquitectura, /ni Marte ni el incendio violento de la batalla / destruirán el registro viviente de tu memoria. // Siempre avanzando, a pesar de la muerte / y de los amnésicos odios, tu elogio perdurará /ante los ojos de toda posteridad que habite / en este mundo, hasta el día del postrer juicio. / Sí; hasta que se te erija el Juicio Final vivirás /en este poema y en los ojos de los amantes".


LA NOCHE DE LAS ESTATUAS
Alejo Carpentier

(Fragmento de “El reino de este mundo”)

En el fondo de aquel pequeño gabinete había una sola estatua. La de una mujer totalmente desnuda, recostada en un lecho, que parecía ofrecer una manzana. Tratando de encontrarse en el desorden del vino, Solimán se acercó a la estatua con pasos inseguros. La sorpresa había asentado un poco su ebriedad. El conocía aquel semblante; y también el cuerpo, el cuerpo todo, le recordaba algo. Palpó el mármol ansiosamente, con el olfato y la vista metidos en el tacto. Sopesó los senos. Paseó una de sus palmas, en redondo sobre el vientre, deteniendo el meñique en la marca del ombligo. Acarició el suave hundimiento del espinazo, como para volcar la figura. Sus dedos buscaron la redondez de las caderas, la blandura de la corva, la tersura del pecho. Aquel viaje de las manos le refrescó la memoria trayendo imágenes de muy lejos. El había conocido en otros tiempos aquel contacto. Con el mismo movimiento circular había aliviado este tobillo, inmovilizado un día por el dolor de una torcedura. La materia era distinta, pero las formas eran las mismas. Recordaba, ahora, las noches de miedo, en la Isla de La Tortuga, cuando un general francés agonizaba detrás de una puerta cerrada. Recordaba a la que se hacía rascar la cabeza para dormirse. Y, de pronto, movido por una imperiosa rememoración física, Solimán comenzó a hacer los gestos del masajista, siguiendo camino de los músculos, el relieve de los tendones, frotando la espalda de adentro a afuera, tentando los pectorales con el pulgar, percutiendo aquí y allá. Pero, súbitamente, la frialdad del mármol, subida a sus muñecas como tenazas de muerte, lo inmovilizó en un grito. El vino giró sobre sí mismo. Esa estatua teñida de amarillo por la luz del farol, era el cadáver de Paulina Bonaparte. Un cadáver recién endurecido, recién despojado pálpito y de mirada, al que tal vez era tiempo todavía de hacer regresar a la vida. Con voz terrible, como si su pecho se desgarrara el negro comenzó a dar llamadas grandes llamadas, en la vastedad del Palacio Boghese. Y tan primitiva se hizo su estampa, tanto golpearon sus talones en el piso, haciendo de la capilla de abajo cuerpo de tambor, que la piamontesa, horrorizada, huyó escaleras abajo, dejando a Solimán de cara a cara con la Venus de Cánova.


El reino de Alipio (Fragmento)
Reinaldo Arenas

Incluido en “Termina el desfile”

En medio de la tarde, que ya es de un intolerable violeta, Alipio, de pie junto a la baranda del balcón, casi se confunde con las últimas hojas del almendro. Hace rato, que permanece inmóvil, mirando sin ver la gente que trajina por la acera. En el preciso instante en que el sol desaparece, Alipio, de un salto, entra en el cuarto y se acuesta, cubriéndose todo el cuerpo. Son las siete, Alipio, con los ojos muy abiertos, mira el techo. Son las ocho, Alipio, que suda a chorros, no se decide a abrir la ventana. Son las nueve, Alipio piensa que debe de ser de madrugada. Son las doce de la noche. El cielo luce todos sus estandartes característicos. Las estrellas de primera magnitud giran raudas como las ascuas de un molino gigantesco. La Osa Mayor avanza sobre el cielo boreal y toca el Carro de David; se junta la Cola del Centauro con la Cruz del Sur; las tímidas Pléyades avanzan, temblorosas, hacia la Constelación de Hércules. En estos momentos, Coppellia entra en conjunción con la Cabra de la constelación del Cochero, y las Siete Cabrillas titilan junto a Orión, que se expande. La constelación del Zodiaco invade el cielo se confunde con el Cúmulo de las Pléyades. Las estrellas variables, los cometas insignificantes y el destello de galaxias que ya no existen deslumbran la tierra. La suave constelación del Unicornio aparece por un momento, sus estrellas blanquísimas apenas se distinguen entre la lejanía. Castor y Pólux, los astros inseparables, están muy juntos. Alfa entra en relación con la constelación del Can Menor. La Gran Nebulosa de Andrómeda reluce en esta hermosa noche de noviembre, transparente y sonora. Las lágrimas de Alipio brotan muy tibias, ruedan por los costados de la nariz, mojan la almohada. Millones de soles trajinan solitarios por el espacio sin límites.


DONDE EL VERSO SE SIENTE
Agustín Hervás

Volver a espacios litúrgicos conforta las inquietas almas, ansiosas de emociones. Hoy no es nada si nada es el fútbol en el televisor que martillea las distracciones del pueblo como embaucación absoluta hacia el firmamento. Aún con ese soniquete de chicharra narrativa el espacio que me abraza tiene aromas de versos, de poemas, que como capas cubren los poros de nuestras zozobras. Así nos consuelan y arropan poniendo en nuestros labios la música de la vida. Ahora musito palabras de amor, ahora de cielos, luego de tierras doradas y tristes adornadas con la risa de las flores puras.
Siempre queda tu voz en el universo del llanto, queda tu voz en la planicie de tu sonrisa, y cuando enlazabas asonantes y consonantes todo el pentagrama de tus labios era en mí como el mapa de tu vida. Al filo de los sonetos un borbotón de cuerdas afinaban una guitarra que vistió el aire de lamentos y alegrías, bulerías y tarantos que a la voz añade el arte de un talante postinero que se entrega al verbo que recuerdo como noche de "estrellas" y "victorias" sobre nuestras guerras.


AFIRMACIÓN DE LA ORFANDAD
André Cruchaga

¿En cuántos epitafios cabe una sábana, los vilanos rotos arrastrados
por el viento, este reino solemne de los desfallecimientos?
Nunca olvido esas astillas de la orfandad que aprietan las sienes y juegan a ser fotografías permanentemente: siempre es el ruido primerizo de la tempestad.
Todo es nada en la orfandad: no hay avisos clasificados para la intemperie,
ni abrigos, ni siquiera una piedra de ternura que se estrelle en el pecho.
En el país uno envejece tratando de emigrar todos los días.
¿Quién puede comer así con tantas tribulaciones? Ni siquiera el aire nos respira con buena salud. Ni la inmovilidad de las cárceles, ni la tempestad fría
del suicida. Uno aprende a limpiarse sin pañuelos las tantas carcajadas húmedas del vómito en la cara.
(Por cierto uno se pierde entre los hedores de los periódicos quemados.
Cae la noche y las palabras siguen tan extenuadas como la progresión
de la oscuridad: la memoria no es importante después de todo, por eso sigo
sin disimulo en esta realidad que me consume.
La esperanza es tan vacía como la caja de los muertos en los aserraderos.)
A veces cojea el lenguaje de tantas calles desiertas.
Hay cierta pirotécnica en los quejidos de saliva de la inflorescencia.
Nunca he tenido crepúsculos inesperados: siempre están ahí disecando mis raíces, ese silencio exacto que se escucha en los rincones de lo mórbido.
Y me asfixia con su olfato de perro.
Entre todas las sombras, lo único transitorio es el reloj seco de la muerte.

Barataria, 2016


La Luna y el Mar. (Continuación).
Francisco Antonio Ruiz Caballero

Me eché a dormir con mi pulsera psicodélica y con el deber cumplido de haber asesinado a la luna. Mientras dormía un sueño se acercó al interior de mis ojos y gritó al oído su melodía de cristal. Soñé que era un niño en la playa y que tenía un cometa dorado, de ámbar, y que lo izaba muy alto muy alto. El hilo de seda que atrapaba el cometa se rompía y éste, revoltoso, se negaba a volver a mis manos, gritándole a las nubes: soy libre, soy libre, mirad como vuelo, pero las nubes se enfadaban y se ponían de acuerdo para llover a un tiempo, negras y malhumoradas. Entonces el cometa empapado volvía a mis brazos tiritando de frío y yo lo castigaba de nuevo escribiendo en uno de sus alerones, propiedad de Francisco. Después lo guardaba en una caja de cartón junto con una lámpara vieja y yo detrás de unas cortinas verdes me ponía a escuchar lo que decían sin que supieran ambos que yo estaba presente. Oía la conversación, la lámpara, cubierta de polvo tenía cinco brazos como un extraño pulpo de bronce y contaba las historias que había visto en la casa del Duque de Chispirita, decía que había visto a la muñeca de pelo azul reñir y hacer el amor, hacer el amor y reñir con un cuadro abstracto que el duque tenía en el salón. Que una vez la muñeca de pelo azul se introdujo dentro del cuadro, trece manchas de color naranja y una mancha de color violeta y verde y que cuando salió estaba vestida de amapolas rojas y llevaba un collarito de zafiros provocadores que estaban todo el día gritando y brillando, brillando y gritando, histéricos y deslumbradores; que el cuadro abstracto cuando salió la muñeca se descolgó de su chincheta y se puso del revés, con una mancha más, de color amarillo furioso que trinaba silbidos de piano y violín como un canario. La lámpara también le contó que había visto al Duque de Chispirita echar veneno de clepsidra en un jarrita de color granate y dársela de beber al gato cenizoso porque éste maullaba todas las noches buscando gatitas y no le dejaba conciliar el sueño pero que el felino sobrevivió, se volvió aún más cenizoso y se vengo del conde arañando hasta la muerte el sillón de armiño del aristócrata, que quedó deshecho de tanta uña afilada. Cuando la lámpara iba a contar la historia del cascabel que le pusieron a cenizoso me desperté. El sol bailaba en el cielo y no se le podía mirar de frente pues daba bofetadas pero me di cuenta de que le faltaba un cacho de cielo al cielo. El cacho de cielo que yo había arrancado para asesinar la luna, y resulta que por el trozo ausente se veía el interior del cielo. Metí mi cabeza en el hueco, primero con miedo pero con mucha curiosidad, y luego me metí dentro del mismo cielo. Como soy muy discreto otro día quizás os contaré lo que allí vi pero tengo que tener mucha precaución pues no quiero que nadie más entre y estropee aquello. Después de haber estado en el cielo salí de allí y me puse a buscar almejitas a ver si daba con el cadáver de la luna que había encerrado en una de ellas.

Septiembre 5, 2006


F.S.R.Banda

“Creo que la literatura está para cosas más complejas que sólo contar historias. … La literatura está para ampliar las vivencias, que el pensamiento se expanda y la imaginación pueda ser mayor y podamos sentir más. Y, además, para darnos maneras de decir que nos permitan liberarnos de un régimen del decir.” Marcelo Cohen

Alguien, como un pez atrapado en el fango entre las algas y los negros roqueríos, explora el mundo en tanto niega la persistencia de su mísera realidad convencional. Ciego navegante de alta mar adentro surca sus propios oleajes en las tormentosas aguas de los desvelos que erosionan laboriosos la vigilia, el mustio sosiego, la quietud santificada por el desdén. Habita la palabra en sus engarces barrocos, sobreadjetiva, repite, recarga en excesos ilógicos o abrumadores, busca los deslumbres sin asomos de fúnebres raciocinios. Alguien explora más allá del encanto del desencanto de los abismos marinos donde vagan absurdos e imposibles celacantos, descifra en sus nocturnos vacíos palimpsestos y equivocados portulanos, iluso pretende la inalcanzable verdad de todas las verdades, capturar la última noción de indiferencia del frío e imperturbable Universo, el absoluto cristalizado, inmóvil, la inmensidad inasible donde a la larga todo sucede porque el tiempo allí es infinito. Alguien sostiene perfectas falacias para engañar la razón que lo infecta como un virus inmortal, intenta así borrar los rastros de su íntimo calvario y las cicatrices de todas sus inútiles victorias, la travesía del barro a la ceniza, los intervalos de arena disgregada y de polvo disperso, suma cero. Alguien juega a ser un dios indiferente dispersando pompas de jabón y vilanos de diente de león en la brisa de la transcurrida primavera y en el viento desbordado del estío. Donde el cauce previsto dejó las cárcavas como heridas sin sangrar en las pendientes de las resecas lateritas, en los rojizos y en los ocres de su otoño terrestre, aciago, intenso, antiguo como las piedras engarzadas en las sangrientas arcillas. Donde los espejos mienten porque solo reflejan la máscara, el rostro quieto de lo que no somos, la sonrisa mentida, los ojos que no miran porque ya han visto todo, y solo repiten en sus pupilas el cansancio del que ha vagado por los años siempre con rumbo equivocado. Donde las lluvias escriben con sus grietas en el barro sus mensajes cuneiformes donde están los códigos perdidos que permitirían descifrar los misteriosos ruidos del agua que rompen los cántaros del desamparo. Donde alguien dejó la marca, la huella purulenta, el tajo sangrando, los alelíes desesperados en la bruma de lo perdido y el desorden del verano repartido en las lajas de cuarzo y los caracoles enterrados, y se sumergió hecho sombra, digno e inmortal, como un pez atrapado en el fango.


HOMENAJES EN MISMAS NOVENTA Y UNA PALABRAS AL POETA JUAN DAVID PORRAS SANTANA (12 Octubre 1955- 24 Agosto 2016)

La cálida entraña
Juan David Porras Santana

Devino lúcida, siempre transmutada como el alba de los iluminados, de lo recóndito se tejía su poderosa palabra, que retumbaba después de la centella, como ocurre con los relámpagos. Su piel inquieta, atenta pero ajena, sensitiva pero esquiva, marina pero lucia. De espíritu se conforman sus costillas, nunca necesitó de Adán. Libre albedrío andante, hollando las rojas arcillas del planeta, no nació como nosotros, su corazón se fue haciendo a fuego lento con tanto esmero, que lo que emana de ella parece salido del magma incandescente. Así es nuestra cálida entraña.

Te asomas primavera
Ivonne Concha Alarcón

Los pies arriba, palabras rotas, calzados grandes, pestañas gruesas, camino amplio, luces desiertas, corazón rojo, perlas negras, tiempo blanco, tiempo negro, riqueza desierta, camino de sal, puertas grandes, camino verde, oasis frescos, flores chiquitas, amores sin alma, tiempo perfecto, naranjos en flor, el buen tiempo se asoma, miro, observo como caminas, apresurado por una vida con tiempo tardío, rosas rojas, rosas blancas, pétalos de manzanilla, centro amarillo, abejas volando entre hojas verdes, pétalos multicolores. Se avecinan días primaverales, días de jolgorio, algarabía. Las mantis se aprestan a disfrutar su último rito…

Mi rostro
Ivonne Concha Alarcón

Camino por la vereda del frente, no quiero verte de nuevo en el espejo de mi sala. Voy ensimismada en mis pensamientos, te busco entre las piedras, junto a los caracoles rojos que se van arrastrando con su casa a cuesta. Esquivo los perros, esos que ladran sin sentimientos, que van gritando yo a ti ya no te quiero. No me interesa que corras, me preocupa si vas lento, calle arriba tendré que volver de nuevo para mirarte en mi espejo. Camino rápido, riendo, saltando sobre las baldosas negras… Me miro.

La esfinge seducida
F.S.R.Banda

Quiso que sus aguas me bautizaran para sosiego de arcángeles y demonios. Dejó liquida la tarde sin lluvia, la estremeció con su presencia inconmovible, la deshojó como una brusca brisa perturbadora. La fría porcelana de sus largas manos de esfinge tocó mi frente y un crepúsculo de sarmientos consumo en su violeta la lejanía de su respiración perfumada. Un aura desvanecida ocurrió en su milagro profano, sin su voz los pájaros anidaron en su silencio de ciruelo. Poseía esa tonalidad subjetiva de las dalias que las hace imposibles para la memoria.

La lenta lluvia
F.S.R.Banda

Vino con el aguacero, turbia de lluvias y de tardes clausuradas. Sabía domesticar las mariposas nocturnas y a eso se dedicó mientras esperaba que se consumieran las velas. Entumecida penetró en las honduras de la penumbra y se fue convirtiendo con delicada parsimonia en semillas de amapola, luego en piedras de desconsuelos, hasta ser simplemente el aroma de una rosa blindada. No hubo noche más intensa que aquella de su recuerdo. El reloj cristalizó en sus ojos risueños, el tiempo, vencido, afanó sus últimos trucos de mago equivocado y se detuvo.



La forma de poema es una desgracia pasajera.
Osvaldo Lamborghini, “Die Verneinug”, 1977.

Revista PARADOXAS N° 225
1 de octubre de 2016