PARADOXAS
REVISTA VIRTUAL DEL SURREALISMO
NEOBARROCO
Año
IX - N° 189
INDICE
NUNCA MORIRÁ -
Beatriz Graciela Moyano
CUERPOS ABRAZADOS -
Ivonne Concha Alarcón
PRIMAVERAL - Lady
Soul
NIÑO DE LUZ - M.
Lorena Lucas Moreno
La Tienda de
Lámparas. - Francisco Antonio Ruiz Caballero
PARFOIS JE TE RÊVE -
F.S.R.Banda
EDITORIAL
En primer lugar —y a diferencia
de otros movimientos poéticos de marcado acento nacional— el neobarroco fue un
movimiento que abarcó buena parte de América Latina y que incluyó a muchos poetas
radicados fuera de su ámbito nacional e incluso lingüístico. A partir sobre
todo de la figura de José Lezama Lima —uno de sus teóricos más entusiastas—,
fue Severo Sarduy —sin duda— quien desde París definió los antecedentes, los
precursores y las características principales del movimiento. Pero habría que
mencionar también —entre muchos otros— a Roberto Echavarren —poeta uruguayo que
vivía en Nueva York—; a Eduardo Milán —también uruguayo y residente en México—;
a Néstor Perlongher —poeta argentino que escribió su obra entre la Argentina y
el Brasil—; y al mismo Kozer —cubano residente en Nueva York por esos tiempos—.
Resulta oportuno señalar aquí que
también Roberto Echavarren establece filiaciones entre el movimiento neobarroco
y los poetas del modernismo en su prólogo a la muestra de poetas rioplatenses
Transplatinos (1990) —prólogo que se repetirá luego en la muestra Medusario
(1996)— cuando anota: “Pero cierta poesía de hoy recupera el humor fetichista,
la batalla entre el estilo y la moda, que abordaron los poetas del modernismo,
traductores de la poesía decimonónica escrita en francés (del uruguayo Jules
Laforgue entre otros). La nueva poesía, además, a través de José Lezama Lima,
se asoma a la poesía escrita en español. No apuesta, como era el caso de las
vanguardias, a un método único o coherente de experimentación. Ni se reduce a
los referentes macropolíticos de la toma del poder o del combate contra la
agresión imperialista. Es impura: ora coloquial, ora opaca, ora metapoética.
Trabaja tanto la sintaxis como el sustrato fónico, las nociones como los
localismos. Y pasa del humor al gozo”.
Como hemos señalado
anteriormente, resulta inexacto hablar de una única manera barroca. En general,
la crítica ha tomado las apreciaciones del escritor cubano Severo Sarduy sobre
el barroco para pensar muchos textos de los neobarrocos latinoamericanos. Lo
indecible, lo desmesurado, el oro, el despilfarro, los juegos de espejos, lo
monstruoso y lo gesticulante: son todas figuras del exceso que Sarduy reconoce
en el barroco español, y que piensa luego para el arte latinoamericano. A
propósito de la cuestión, anota: “Discípulo de Roland Barthes, y por lo mismo
de tradición saussuriana, para la que la lengua no es motivada sino arbitraria,
he intentado ver el barroco como otro artífice”. El lenguaje barroco adquiere
así una calidad de superficie metálica en la que los significantes —a tal punto
ha sido reprimida su economía semántica— parecen reflejarse a sí mismos y
degradarse en signos vacíos; los escritores barrocos trabajarían entonces —para
el escritor cubano— con esta superficie espejeante como algo opuesto a la
profundidad que busca la poesía realista.
Fragmento de “El hilo de platino:
Neobarroco y más allá”, de Denise León (Orbis Tertius Nº 17, 2011). Vale.
El Editor
NUNCA MORIRÁ
Beatriz Graciela
Moyano
Los tesoros del alma nunca han de
morir, son esas vislumbres de brillo insospechado. Ojos de mirar profundo, la
sonrisa trepando planetas inexplorados y el sentir que posees las llaves del
universo que te besa con legítima ternura. Rozan tu pelo con la mirada lejana
en atisbo sutiles palomas blancas, se ven encaramadas a las nubes más altas,
surcando el cielo, flotando libres. Y como todas las manifestaciones sublimes,
crean recelos conflictivos, envidias y prejuicios. Sacralizadas maldiciones
solapadas llovieron desde puntos equidistantes, justicieros cultos y condenas,
pero nunca morirá, no dejan que muera, hay energías contrapuestas en los que
encomiaron su recuerdo sonriendo al indecible nombre y en la hiel que destila
un despecho anómalo que enaltece su mirada. A estas alturas llanas, ha
renunciado, abandonado utopías y quimeras. En el resto de vida, seguro andará
en sonambulismo por algunas noches explorando sin conclusión las habitaciones,
despertará sobresaltada por el maullido de un gato solitario en la azotea y
deambulará desnuda por los sitios cotidianos con la pancarta en arco iris.
Colores iridiscentes y frases en trémula solicitud de indulto a las idiotas
actitudes del ayer, del hoy, ha muerto y resucitado mil veces pero se han
agotado las vidas por vividas y no sé si sea esta la última en este cuerpo.
Nunca morirá por qué no la dejan morir, los renglones gritan su nombre de
distintas maneras, algunas caricias lozanas y el arrepentimiento de los muertos
vivos. No la dejan morir, escriben y escriben, reviven el título sin bosquejo
ni borradores, virginal de ternura, esbozo de escritura elegible y soberana
mía, única en la proscripción que se esconde y da zarpazos.
CUERPOS ABRAZADOS
Ivonne Concha Alarcón
Cuerpos abrazados, arrimados,
afirmados, ansiosos, deseosos, soñando, observando los plateados nocturnos,
plenilunios luminosos, luceros titilando en claras noches de enamorados,
corazones silenciosos, espacios del deseo, embrujo de los sentidos, el tic tac
acelerado del reloj biológico, tic tac que cae como hojas otoñales, apegados
asimismo en simbiosis de cuerpos no desamparando, apartando, abandonando los
sueños, deseos, anhelos, pasiones, estragos del tiempo plasmadas como hojas
lacias, lánguidas, perdiendo sus verdes coloridos transformados en café
tostados otoñales, difuminados, dibujando el pasado, surcos marcados en sus
rostros acusando dolores del ayer. Las horas pasan en nocturnos silenciosos
callados, mientras duermen los habitantes del diario vivir, como roca
impenetrable no rompen esquemas, mariposas nocturnas en noches escondidas, van
como amantes sin sol, peregrinas del amor, corazones trizados, luna celosa
rondando la paz de dos cuerpos ocultando celosos sus deseos de dos, mudos
testigos de ellos mismos, corazones sin voz ocultando a la luz los amores
prohibidos, atrapados en sus sentidos. Quieren reír, soñar, cantar, enamorar,
la paz del alma curiosas gritan callada su feliz encuentro con el clamor de sus
riachuelos bajando montañas nevadas de pesares, laderas aumentando los caudales
del amor, dando gracias al destino por haber sido elegidos por cupido para
amarse, ahora, mañana y siempre. Huyen de los otros, si, los duros jueces
testigos desconfiados, los que no quieren asumir sus verdades, no viven, siguen
estáticos, petrificados dentro sus propios parámetros, detenidos en paradigmas
ya fuera de era, clamor de vida, deseos nacientes, cuerpos latentes,
potencialmente vigentes. La noche da licencia, permite los sueños, encubre,
permite, pide, grita, sueña amanecer en día victorioso... ¡solo amantes por
siempre es su única verdad!.
PRIMAVERAL (Haibun (i))
Lady Soul
Danza de un beso entre tu boca y la mía,
temblor de estrellas en el telón oscuro de la noche, arabescos de la luna entre
los nardos del valle, sonriendo cómplice de ese amor que bajo la brisa
primaveral enciende nuestras almas con los tenues adagios de una sinfonía de
flores. Y resplandece mi piel porque sé que la brisa se ha acercado en
puntillas y trajo hasta mí tu aroma envuelto con las glicinas y en mis ojos
anidan luceros y una veintena de grillos
arrulla en su serenata este amor oferente de romántico delirio. Murmullo de
rojas rosas en la glorieta de los sueños, un enjambre de luciérnagas juega a
las escondidas entre los arbustos, el aire se llena de intensos perfumes que se
descuelgan por el azabache de tu pelo y en conjunción con los míos se deslizan
por mis pestañas para embelesar tu mirada verde mar en sus olas agrestes
confundidas en el violín del misterio El rojo carmín de mi boca estalla en
relámpagos provocantes que alborotan tus sentidos y una luna prisionera de la
noche atisba el frenesí de nuestros cuerpos enredados en la locura destejida
por nuestras manos, acariciándonos. Suspendido tu aliento en mi boca embriagada
de tus besos, un eclipse de nardos se hamaca en mi talle al contacto de tu
abrazo y una mariposa detiene su aleteo... el mundo no existe, en él tú y yo
ardemos en una misma llama y en sus chispas unas amapolas tiñen la tarde de
pasión carmesí. Sueños de primavera juegan entre tu boca y mi boca, arrullos de
palomas con mi manos en tu piel candente dibujando arabescos en la trasnoche de
tu cuerpo que vibra su ígnea serenata. Y en esa danza infinita la ambrosia de
tus labios rocía besos de fuego desde mi boca impaciente y en una cascada ebria
de pasión enloquecida se deslizan impetuosos hasta el vergel de mi valle donde
florecen deseos y la luna urde en tu pecho una magnolia de besos y una estrella
fugaz se mece con el vaivén de la brisa en el brillo de tus ojos, el faro de
mis tiempos. Y hay un eclipse de lunas galopando en nuestro cielo y unas
estrellas fugaces vuelan en derredor, mariposas de la noche, danzando junto a
nosotros la más bella melodía que nace del corazón y se dispersa en el viento.
Un crisantemo
se suspende en la luna.
El mar se aquieta.
(i) Haibun:
(en japonés: escrituras haikai) es una composición literaria que combina la
prosa y el haiku. Es un estilo muy abierto e incluye, sin limitarse a ello
exclusivamente: la autobiografía, la biografía, el diario, el ensayo, la
historiografía, la prosa poética, la historia corta y la literatura de viajes.
NIÑO DE LUZ
M. Lorena Lucas
Moreno
Sé que existes, y que estás, y
con eso me conformo para seguir viviendo en este azul de nube, añil.
Levantarte y levantarme en tu
distancia próxima, siempre, a pesar de la vida y del abismo.
En tu gitana gracia me reflejo, y
la luna se me asoma en tus palabras de tierno bandido.
Desesperado niño de luz, que el
mundo te comes en cada bocado de tu risa.
Una gama de grises y turquesas, y
blancos impecables, acompaña el camino, y te dibuja en el aire dando saltos de
loco, alegre, adulto.
Y unos profundos ojos, oscuros e
infinitos y llenos, me he puesto en el pecho, de collares.
Hoy ya no siento miedo ni prisa ni
vergüenza.
Una verdad tranquila te perfila,
y la abrigo con cuidado y silencio, con melodía de ópera callada, con hojarasca
viva, y transparente agua de río.
Los rayos de un arcoíris perfecto
te balancean, y la batuta de todo en lo que te has convertido. Y en lo que no.
Oleaje de altura hombría, espuma
a cada paso. Columpios de admirado resplandor.
Es tu roce.
Y la calle del bien se
escenifica, crece. Se expande entre las dunas.
La Tienda de Lámparas.
Francisco Antonio
Ruiz Caballero
Brillan, perlas de luz que se
deslizan sobre la curvatura de las lámparas de araña, gota a gota, como
lagrimones de vidrio exquisito, descoyuntando el iris, retorciendo el prisma de
lo cristalino, espejismos sublimes, fulguraciones y transparencias,
translúcidas o no translúcidas, acuáticas o no acuáticas, fosforescentes y
fluorescentes, sangre de luna o savia deslumbrante del sol, licor áureo, humor
argénteo, nácar derretido, carey morboso, topacio fundido, ámbar, esmeralda,
rón de caña, o azules fúlgidos, o amarillos iridiscentes. La tienda de lámparas
estaba allí, como una rosa de rosas lumínicas, como una rosa de pétalos de
rosas de pétalos de rosas de pétalos de rosas de oro. Cada lámpara era una
construcción sublime, la tienda era un diamante indómito, un rayo en la
profunda noche, un brillante resplandeciente, una caja de luz en la que la luz
apresada engendraba a su vez más y más luz, hasta lo onírico. La tienda era un
palacio barroco, un templo rococó, una mezquita deliciosa, y las lámparas eran
arabescos soberbios de fúlgidos resplandores, rabiaban las pupilas deslumbradas
por las fulguraciones indescriptibles, los ojos lloraban deslumbrados, las
transparencias eran acuáticas, como reflejos de agua y sol de verano en una
pared, o eran los ámbares tan deliciosos como la miel, o relumbraban como
arañas fantasmagóricas de un cielo de tarántulas de luz insepulta. Aquello era
un rabioso amanecer fecundo, un atardecer criminal lleno de oro, una noche en
el palacio del rey de Siam, la corona del zar de Rusia, el sol en el oriente,
en el mediodía o en el atardecer, la luna de nieve fulgurante, la montaña
nevada al mediodía, el rayo, una gardenia de cristales de infinitos
resplandores. Cada lámpara era de una exquisitez morbosa, unas tenían cinco
brazos de oro, otras una esfera de luz irremediable, otras una elipse de santo
fulgor, otras un punzante puñal en los ojos, los neones eran soberbios, los
rosas y los azules escocían como arañazos de uñas de gato, daban bofetones los
verdes rabiosos, los rojos irritaban, los amarillos hervían, asesinaban los
azules. Las lámparas circulares tenían varias esferas de cuchillos de oro, eran
diamantes sin eclipse posible, espejismos en el desierto, con la sed haciendo
daño en la garganta, las lámparas cuadradas hacían la delicia del amante al
arte abstracto, las de art decó eran soberbias obras de algún Gaudí
esquizofrénico. Las Lámparas contemporáneas se preparaban para su función en la
restauración, algunas se preparaban para dar magnificiencia a la mansión de un
rico, otras se preparaban para el cuarto de estudio de los niños de un obrero,
y otras se preparaban para el laboratorio de un científico, con un millón de
candelas de potencia por centímetro, dejaba ciego tanta luz. Pero la tienda
tenía también un cuarto oscuro, un cuarto donde no entraba ninguna luz, y allí
brillaban las pulseras fluorescentes rosas y verdes, los collares de
fosforescencias rojas y azules, como en una fantasmagoría, porque el dueño
quería que se viera el contraste entre la luz y la sombra, la enormidad delincuente
del claroscuro, lo hermoso de la luz en la oscuridad más empalagosa. Cuando se
entraba en el cuarto oscuro, tras un segundo de luz aparecían las formas
circulares de las pulseras de los neones fluorescentes rosas y verdes y azules
en la oscuridad, y al salir del cuarto oscuro y volver a la luz uno se quedaba
deslumbrado y ciego nuevamente por tanta Apocalipsis de iridiscencias
tántricas. El dueño de aquel cielo era extremadamente cuidadoso y no dejaba que
ninguna bombilla se fundiera. Pero el negocio, con la crisis inmobiliaria, no
levantaba vuelo. Un día vino al local un rico y compró una lámpara carísima.
Otro día visitó el local la muerte y se quedó estremecida. En la alambrada,
presos, cantaban los ruiseñores ciegos.
F.S.R.Banda
A veces te sueño desdibujada y sin rostro
para no importunar a alguien o deshacer tus remilgos de esfinge lapidaria, te
veo en matices de verdes tenues y azules muy pálidos, siempre estás sentada
fumando o leyendo, escondida en un rincón donde no te vean los ojos
inquisidores de tu alguien celoso de lo que piensas o sueñas. Allá él, yo acá
te sueño a propósito para besarte furtivo detrás de las orejas, acariciar tus
piernas disfrazado de gatito ronroneador, mirar con desparpajo de macho
invisible tu impúdico escote o tocar tu pelo desde un lejos cauteloso. Otras
veces, para que no te asustes, no te sueño directamente sino reflejada en un
espejo o en una copa de vino que hay sobre una mesa de mantel del mismo color
burdeos, nunca en porcelanas o bronces porque sé que ahí no te dejas reflejar
para que no se te aquieten los deseos. Te sueño semioculta entre velos o
burbujas, yo detrás de un cristal o una ventana que da a la calle, vislumbro la
palidez de tus muslos porque la falda la dejas al descuido sabiéndome
sintiéndome que desde algún lugar imposible yo te observo como soñándote
emboscado. Rara vez te hablo porque sé que no me oyes, ensimismada como estás
en tus pequeñas rutinas de escarmiento, ordenando la casa o pintando tus labios
con ese mismo burdeos del mantel y la copa. A veces te sueño disgregada, sin
nombre ni fecha de nacimiento, anónima pero no misteriosa, para que no te me
disuelvas en las soberbias de la bienamada. Suceden ciertos insomnios en que
hay algo que me hace verte translucida y dividida en claros fragmentos de ti,
quizá como castigo o suplicio, entonces solo me queda ir uniendo esas
fracciones para contemplarte como quiero, entera y mía, y se me va la noche en
ese juego de rearmar tu cuerpo de acuerdo con la poca memoria que poseo de ti.
Alguna vez me equivoqué de puerta, era un sueño con poca luz, y entré en el
sueño de una dama muerta que andaba buscando sus joyas para presentarse
elegante y sofisticada en la puerta del infierno, conversé largo rato con ella
sin saber que no eras tú, hasta que me miró con sus ojos tenues, sin vida, y le
miré las manos. A veces te sueño de una densidad intangible, etérea o desvaída,
entre azulina y verdosa, apenas delineada por trazos grises u ocres, y temo
palparte porque, en el sueño, sé que te romperás en pedazos como papel quemado
y te perderé para siempre de mis tenebrosas vigilias.
Revista PARADOXAS N° 189
4 de Octubre de 2013