viernes, 4 de octubre de 2013

PARADOXAS N° 189

PARADOXAS

REVISTA VIRTUAL DEL SURREALISMO NEOBARROCO

Año IX - N° 189

INDICE

NUNCA MORIRÁ - Beatriz Graciela Moyano
CUERPOS ABRAZADOS - Ivonne Concha Alarcón
PRIMAVERAL - Lady Soul
NIÑO DE LUZ - M. Lorena Lucas Moreno
La Tienda de Lámparas. - Francisco Antonio Ruiz Caballero
PARFOIS JE TE RÊVE - F.S.R.Banda


EDITORIAL

En primer lugar —y a diferencia de otros movimientos poéticos de marcado acento nacional— el neobarroco fue un movimiento que abarcó buena parte de América Latina y que incluyó a muchos poetas radicados fuera de su ámbito nacional e incluso lingüístico. A partir sobre todo de la figura de José Lezama Lima —uno de sus teóricos más entusiastas—, fue Severo Sarduy —sin duda— quien desde París definió los antecedentes, los precursores y las características principales del movimiento. Pero habría que mencionar también —entre muchos otros— a Roberto Echavarren —poeta uruguayo que vivía en Nueva York—; a Eduardo Milán —también uruguayo y residente en México—; a Néstor Perlongher —poeta argentino que escribió su obra entre la Argentina y el Brasil—; y al mismo Kozer —cubano residente en Nueva York por esos tiempos—.
Resulta oportuno señalar aquí que también Roberto Echavarren establece filiaciones entre el movimiento neobarroco y los poetas del modernismo en su prólogo a la muestra de poetas rioplatenses Transplatinos (1990) —prólogo que se repetirá luego en la muestra Medusario (1996)— cuando anota: “Pero cierta poesía de hoy recupera el humor fetichista, la batalla entre el estilo y la moda, que abordaron los poetas del modernismo, traductores de la poesía decimonónica escrita en francés (del uruguayo Jules Laforgue entre otros). La nueva poesía, además, a través de José Lezama Lima, se asoma a la poesía escrita en español. No apuesta, como era el caso de las vanguardias, a un método único o coherente de experimentación. Ni se reduce a los referentes macropolíticos de la toma del poder o del combate contra la agresión imperialista. Es impura: ora coloquial, ora opaca, ora metapoética. Trabaja tanto la sintaxis como el sustrato fónico, las nociones como los localismos. Y pasa del humor al gozo”.
Como hemos señalado anteriormente, resulta inexacto hablar de una única manera barroca. En general, la crítica ha tomado las apreciaciones del escritor cubano Severo Sarduy sobre el barroco para pensar muchos textos de los neobarrocos latinoamericanos. Lo indecible, lo desmesurado, el oro, el despilfarro, los juegos de espejos, lo monstruoso y lo gesticulante: son todas figuras del exceso que Sarduy reconoce en el barroco español, y que piensa luego para el arte latinoamericano. A propósito de la cuestión, anota: “Discípulo de Roland Barthes, y por lo mismo de tradición saussuriana, para la que la lengua no es motivada sino arbitraria, he intentado ver el barroco como otro artífice”. El lenguaje barroco adquiere así una calidad de superficie metálica en la que los significantes —a tal punto ha sido reprimida su economía semántica— parecen reflejarse a sí mismos y degradarse en signos vacíos; los escritores barrocos trabajarían entonces —para el escritor cubano— con esta superficie espejeante como algo opuesto a la profundidad que busca la poesía realista.

Fragmento de “El hilo de platino: Neobarroco y más allá”, de Denise León (Orbis Tertius Nº 17, 2011). Vale.
El Editor



NUNCA MORIRÁ
Beatriz Graciela Moyano

Los tesoros del alma nunca han de morir, son esas vislumbres de brillo insospechado. Ojos de mirar profundo, la sonrisa trepando planetas inexplorados y el sentir que posees las llaves del universo que te besa con legítima ternura. Rozan tu pelo con la mirada lejana en atisbo sutiles palomas blancas, se ven encaramadas a las nubes más altas, surcando el cielo, flotando libres. Y como todas las manifestaciones sublimes, crean recelos conflictivos, envidias y prejuicios. Sacralizadas maldiciones solapadas llovieron desde puntos equidistantes, justicieros cultos y condenas, pero nunca morirá, no dejan que muera, hay energías contrapuestas en los que encomiaron su recuerdo sonriendo al indecible nombre y en la hiel que destila un despecho anómalo que enaltece su mirada. A estas alturas llanas, ha renunciado, abandonado utopías y quimeras. En el resto de vida, seguro andará en sonambulismo por algunas noches explorando sin conclusión las habitaciones, despertará sobresaltada por el maullido de un gato solitario en la azotea y deambulará desnuda por los sitios cotidianos con la pancarta en arco iris. Colores iridiscentes y frases en trémula solicitud de indulto a las idiotas actitudes del ayer, del hoy, ha muerto y resucitado mil veces pero se han agotado las vidas por vividas y no sé si sea esta la última en este cuerpo. Nunca morirá por qué no la dejan morir, los renglones gritan su nombre de distintas maneras, algunas caricias lozanas y el arrepentimiento de los muertos vivos. No la dejan morir, escriben y escriben, reviven el título sin bosquejo ni borradores, virginal de ternura, esbozo de escritura elegible y soberana mía, única en la proscripción que se esconde y da zarpazos.


CUERPOS ABRAZADOS
Ivonne Concha Alarcón

Cuerpos abrazados, arrimados, afirmados, ansiosos, deseosos, soñando, observando los plateados nocturnos, plenilunios luminosos, luceros titilando en claras noches de enamorados, corazones silenciosos, espacios del deseo, embrujo de los sentidos, el tic tac acelerado del reloj biológico, tic tac que cae como hojas otoñales, apegados asimismo en simbiosis de cuerpos no desamparando, apartando, abandonando los sueños, deseos, anhelos, pasiones, estragos del tiempo plasmadas como hojas lacias, lánguidas, perdiendo sus verdes coloridos transformados en café tostados otoñales, difuminados, dibujando el pasado, surcos marcados en sus rostros acusando dolores del ayer. Las horas pasan en nocturnos silenciosos callados, mientras duermen los habitantes del diario vivir, como roca impenetrable no rompen esquemas, mariposas nocturnas en noches escondidas, van como amantes sin sol, peregrinas del amor, corazones trizados, luna celosa rondando la paz de dos cuerpos ocultando celosos sus deseos de dos, mudos testigos de ellos mismos, corazones sin voz ocultando a la luz los amores prohibidos, atrapados en sus sentidos. Quieren reír, soñar, cantar, enamorar, la paz del alma curiosas gritan callada su feliz encuentro con el clamor de sus riachuelos bajando montañas nevadas de pesares, laderas aumentando los caudales del amor, dando gracias al destino por haber sido elegidos por cupido para amarse, ahora, mañana y siempre. Huyen de los otros, si, los duros jueces testigos desconfiados, los que no quieren asumir sus verdades, no viven, siguen estáticos, petrificados dentro sus propios parámetros, detenidos en paradigmas ya fuera de era, clamor de vida, deseos nacientes, cuerpos latentes, potencialmente vigentes. La noche da licencia, permite los sueños, encubre, permite, pide, grita, sueña amanecer en día victorioso... ¡solo amantes por siempre es su única verdad!.


PRIMAVERAL (Haibun (i))
Lady Soul

Danza de un beso entre tu boca y la mía, temblor de estrellas en el telón oscuro de la noche, arabescos de la luna entre los nardos del valle, sonriendo cómplice de ese amor que bajo la brisa primaveral enciende nuestras almas con los tenues adagios de una sinfonía de flores. Y resplandece mi piel porque sé que la brisa se ha acercado en puntillas y trajo hasta mí tu aroma envuelto con las glicinas y en mis ojos anidan luceros y una veintena  de grillos arrulla en su serenata este amor oferente de romántico delirio. Murmullo de rojas rosas en la glorieta de los sueños, un enjambre de luciérnagas juega a las escondidas entre los arbustos, el aire se llena de intensos perfumes que se descuelgan por el azabache de tu pelo y en conjunción con los míos se deslizan por mis pestañas para embelesar tu mirada verde mar en sus olas agrestes confundidas en el violín del misterio El rojo carmín de mi boca estalla en relámpagos provocantes que alborotan tus sentidos y una luna prisionera de la noche atisba el frenesí de nuestros cuerpos enredados en la locura destejida por nuestras manos, acariciándonos. Suspendido tu aliento en mi boca embriagada de tus besos, un eclipse de nardos se hamaca en mi talle al contacto de tu abrazo y una mariposa detiene su aleteo... el mundo no existe, en él tú y yo ardemos en una misma llama y en sus chispas unas amapolas tiñen la tarde de pasión carmesí. Sueños de primavera juegan entre tu boca y mi boca, arrullos de palomas con mi manos en tu piel candente dibujando arabescos en la trasnoche de tu cuerpo que vibra su ígnea serenata. Y en esa danza infinita la ambrosia de tus labios rocía besos de fuego desde mi boca impaciente y en una cascada ebria de pasión enloquecida se deslizan impetuosos hasta el vergel de mi valle donde florecen deseos y la luna urde en tu pecho una magnolia de besos y una estrella fugaz se mece con el vaivén de la brisa en el brillo de tus ojos, el faro de mis tiempos. Y hay un eclipse de lunas galopando en nuestro cielo y unas estrellas fugaces vuelan en derredor, mariposas de la noche, danzando junto a nosotros la más bella melodía que nace del corazón y se dispersa en el viento.
Un crisantemo
se suspende en la luna.
El mar se aquieta.

(i) Haibun: (en japonés: escrituras haikai) es una composición literaria que combina la prosa y el haiku. Es un estilo muy abierto e incluye, sin limitarse a ello exclusivamente: la autobiografía, la biografía, el diario, el ensayo, la historiografía, la prosa poética, la historia corta y la literatura de viajes.


NIÑO DE LUZ
M. Lorena Lucas Moreno

Sé que existes, y que estás, y con eso me conformo para seguir viviendo en este azul de nube, añil.

Levantarte y levantarme en tu distancia próxima, siempre, a pesar de la vida y del abismo.

En tu gitana gracia me reflejo, y la luna se me asoma en tus palabras de tierno bandido.

Desesperado niño de luz, que el mundo te comes en cada bocado de tu risa.

Una gama de grises y turquesas, y blancos impecables, acompaña el camino, y te dibuja en el aire dando saltos de loco, alegre, adulto.

Y unos profundos ojos, oscuros e infinitos y llenos, me he puesto en el pecho, de collares.

Hoy ya no siento miedo ni prisa ni vergüenza.

Una verdad tranquila te perfila, y la abrigo con cuidado y silencio, con melodía de ópera callada, con hojarasca viva, y transparente agua de río.

Los rayos de un arcoíris perfecto te balancean, y la batuta de todo en lo que te has convertido. Y  en lo que no.

Oleaje de altura hombría, espuma a cada paso. Columpios de admirado resplandor.

Es tu roce.

Y la calle del bien se escenifica, crece. Se expande entre las dunas.


La Tienda de Lámparas.
Francisco Antonio Ruiz Caballero

Brillan, perlas de luz que se deslizan sobre la curvatura de las lámparas de araña, gota a gota, como lagrimones de vidrio exquisito, descoyuntando el iris, retorciendo el prisma de lo cristalino, espejismos sublimes, fulguraciones y transparencias, translúcidas o no translúcidas, acuáticas o no acuáticas, fosforescentes y fluorescentes, sangre de luna o savia deslumbrante del sol, licor áureo, humor argénteo, nácar derretido, carey morboso, topacio fundido, ámbar, esmeralda, rón de caña, o azules fúlgidos, o amarillos iridiscentes. La tienda de lámparas estaba allí, como una rosa de rosas lumínicas, como una rosa de pétalos de rosas de pétalos de rosas de pétalos de rosas de oro. Cada lámpara era una construcción sublime, la tienda era un diamante indómito, un rayo en la profunda noche, un brillante resplandeciente, una caja de luz en la que la luz apresada engendraba a su vez más y más luz, hasta lo onírico. La tienda era un palacio barroco, un templo rococó, una mezquita deliciosa, y las lámparas eran arabescos soberbios de fúlgidos resplandores, rabiaban las pupilas deslumbradas por las fulguraciones indescriptibles, los ojos lloraban deslumbrados, las transparencias eran acuáticas, como reflejos de agua y sol de verano en una pared, o eran los ámbares tan deliciosos como la miel, o relumbraban como arañas fantasmagóricas de un cielo de tarántulas de luz insepulta. Aquello era un rabioso amanecer fecundo, un atardecer criminal lleno de oro, una noche en el palacio del rey de Siam, la corona del zar de Rusia, el sol en el oriente, en el mediodía o en el atardecer, la luna de nieve fulgurante, la montaña nevada al mediodía, el rayo, una gardenia de cristales de infinitos resplandores. Cada lámpara era de una exquisitez morbosa, unas tenían cinco brazos de oro, otras una esfera de luz irremediable, otras una elipse de santo fulgor, otras un punzante puñal en los ojos, los neones eran soberbios, los rosas y los azules escocían como arañazos de uñas de gato, daban bofetones los verdes rabiosos, los rojos irritaban, los amarillos hervían, asesinaban los azules. Las lámparas circulares tenían varias esferas de cuchillos de oro, eran diamantes sin eclipse posible, espejismos en el desierto, con la sed haciendo daño en la garganta, las lámparas cuadradas hacían la delicia del amante al arte abstracto, las de art decó eran soberbias obras de algún Gaudí esquizofrénico. Las Lámparas contemporáneas se preparaban para su función en la restauración, algunas se preparaban para dar magnificiencia a la mansión de un rico, otras se preparaban para el cuarto de estudio de los niños de un obrero, y otras se preparaban para el laboratorio de un científico, con un millón de candelas de potencia por centímetro, dejaba ciego tanta luz. Pero la tienda tenía también un cuarto oscuro, un cuarto donde no entraba ninguna luz, y allí brillaban las pulseras fluorescentes rosas y verdes, los collares de fosforescencias rojas y azules, como en una fantasmagoría, porque el dueño quería que se viera el contraste entre la luz y la sombra, la enormidad delincuente del claroscuro, lo hermoso de la luz en la oscuridad más empalagosa. Cuando se entraba en el cuarto oscuro, tras un segundo de luz aparecían las formas circulares de las pulseras de los neones fluorescentes rosas y verdes y azules en la oscuridad, y al salir del cuarto oscuro y volver a la luz uno se quedaba deslumbrado y ciego nuevamente por tanta Apocalipsis de iridiscencias tántricas. El dueño de aquel cielo era extremadamente cuidadoso y no dejaba que ninguna bombilla se fundiera. Pero el negocio, con la crisis inmobiliaria, no levantaba vuelo. Un día vino al local un rico y compró una lámpara carísima. Otro día visitó el local la muerte y se quedó estremecida. En la alambrada, presos, cantaban los ruiseñores ciegos.


F.S.R.Banda

A veces te sueño desdibujada y sin rostro para no importunar a alguien o deshacer tus remilgos de esfinge lapidaria, te veo en matices de verdes tenues y azules muy pálidos, siempre estás sentada fumando o leyendo, escondida en un rincón donde no te vean los ojos inquisidores de tu alguien celoso de lo que piensas o sueñas. Allá él, yo acá te sueño a propósito para besarte furtivo detrás de las orejas, acariciar tus piernas disfrazado de gatito ronroneador, mirar con desparpajo de macho invisible tu impúdico escote o tocar tu pelo desde un lejos cauteloso. Otras veces, para que no te asustes, no te sueño directamente sino reflejada en un espejo o en una copa de vino que hay sobre una mesa de mantel del mismo color burdeos, nunca en porcelanas o bronces porque sé que ahí no te dejas reflejar para que no se te aquieten los deseos. Te sueño semioculta entre velos o burbujas, yo detrás de un cristal o una ventana que da a la calle, vislumbro la palidez de tus muslos porque la falda la dejas al descuido sabiéndome sintiéndome que desde algún lugar imposible yo te observo como soñándote emboscado. Rara vez te hablo porque sé que no me oyes, ensimismada como estás en tus pequeñas rutinas de escarmiento, ordenando la casa o pintando tus labios con ese mismo burdeos del mantel y la copa. A veces te sueño disgregada, sin nombre ni fecha de nacimiento, anónima pero no misteriosa, para que no te me disuelvas en las soberbias de la bienamada. Suceden ciertos insomnios en que hay algo que me hace verte translucida y dividida en claros fragmentos de ti, quizá como castigo o suplicio, entonces solo me queda ir uniendo esas fracciones para contemplarte como quiero, entera y mía, y se me va la noche en ese juego de rearmar tu cuerpo de acuerdo con la poca memoria que poseo de ti. Alguna vez me equivoqué de puerta, era un sueño con poca luz, y entré en el sueño de una dama muerta que andaba buscando sus joyas para presentarse elegante y sofisticada en la puerta del infierno, conversé largo rato con ella sin saber que no eras tú, hasta que me miró con sus ojos tenues, sin vida, y le miré las manos. A veces te sueño de una densidad intangible, etérea o desvaída, entre azulina y verdosa, apenas delineada por trazos grises u ocres, y temo palparte porque, en el sueño, sé que te romperás en pedazos como papel quemado y te perderé para siempre de mis tenebrosas vigilias.


  
Revista PARADOXAS N° 189
4 de Octubre de 2013