lunes, 13 de mayo de 2013

PARADOXAS Nº 166 Vol. II


PARADOXAS

REVISTA VIRTUAL DEL SURREALISMO NEOBARROCO


Año VII - N° 166 – Volumen II


INDICE

EL MISTERIO DE MARIA - F.S.R.Banda
SATIRO HABITANTE (Versión con escasa puntuación) - F.S.R.Banda
SATIRO HABITANTE (Versión en Poesía Sentencial) - F.S.R.Banda
SATIRO HABITANTE (Versión con puntuación) - F.S.R.Banda
ELLA ESPERA - F.S.R.Banda


EDITORIAL

“No creo que haya más de cinco poetas de un lenguaje neobarroco autentico, es más… no los voy a mencionar, pero los libros están circulando de dos poetas rioplatenses que en un momento fueron neobarrocos y ahora están escribiendo boberías, hablando de asuntos familiares que deberían de guardar para hablar con la esposa y con los hijos, yo admiraba su obra, ahora esto es como una desilusión amorosa, creo que en muchos poetas el neobarroco fue como el acné: un asunto de juventud y que lo hicieron casi por moda y no como ejercicio de disciplina y de rigor formal y espiritual, entonces como no tenían mucho para decir en lenguaje neobarroco, en el momento en el que el relámpago se convirtió en oscuridad, cambiaron y volvieron a lo que puede hacer todo el mundo: contar historias dentro de la poesía, historias de su propia vida. Se ha generado una mimesis del neobarroco de la época dorada que fueron los 80s y ahora hay como un eco, hay muy pocas cosas interesantes, siempre he sido un escéptico y un gran intransigente con la estética, no creo que un poema sea malo porque es entendible, como tampoco creo que un poema por ser inentendible tenga que ser bueno y ahora se ha asociado lo inentendible como lo que se debe hacer y no hay música, no hay ritmo los poetas  no tienen oído, recordemos la famosa historia cuando Pizarro le da una Biblia a Atahualpa y le dice esta es la palabra de Dios, Atahualpa se la pone al oído, la mueve y dice: no suena.”. Así respondió el poeta y critico uruguayo Eduardo Espina a Armando Alanís Pulido sobre su filiación y fidelidad al neobarroco. Vale.

El Editor



NOSTALGIAS DEL ERODIUM CICUTARIUM
F.S.R.Banda

Volverás a un sitio eriazo de grandes y amarillas flores de zapallo y de los pálidos amarillos de los yuyos, abandonado a los juegos de otros niños y los volantines que anunciaban primavera. Desde ese lugar entrarás en los felices tiempos atesorados en esa única fotografía de blancos, negros y grises, con la jaula de los conejos y un irreconocible horizonte sin esquinas ni casas ni gentes. Entonces volverás a una plaza en ese ayer solitaria, silvestre, con su imponente encina y sus bellotas pequeñas de brillante color madera. Y abajo a ras de tierra agazapados los rosados alfilerillos (i). Debieron haber dientes de león, senecios y corrihuela, y bolsita del pastor (ii) con sus corazoncitos aplastados surgiendo tímidos de las florcitas blancas con pequeñas líneas rojizas, pero lo que aun persiste en la visión atemporal de aquellas maravillas son esos misteriosos relojitos vegetales. Y en la plaza verás a la abuela cortando esos rosetones terrestres y verdes para los conejos que tu memoria no guardó encandilada por las infinitas exploraciones de un niño ante el Universo del jardín y las calles polvorientas de una patria antigua, y el asombro de los remotos recovecos de los viajes a la Virgen del Pilar, alta dama enquistada en la evocación de una infancia eterna y consagrada. Todo era verde entonces, Dios tenía Cielo y el ciruelo florecía. Volverás después a esa plaza adolescente de verde grama, pasto tierno, a la sombra y agua mansa, a jugar partidas de axedrez y ver pasar las vírgenes intocables. Cruzaras un día esa misma plaza sin glorieta ni flores de la mano de la maga en el esplendor de sus buenos años. Todo era azul entonces, oscuro en el terciopelo de la noche y brillante en el mar pétreo de Isla Negra. Se te cerró una puerta, se alzó un muro, solo quedan la encina, la alta dama coronada y para siempre la dulce cercanía de la maga. No volviste nunca a cortar hierba para los conejos, a ver las flores amarillas de zapallo o a oler la fresca noche bajo el ciruelo. Aun de vez en cuando ves senecios y corrihuela con la nostalgia declarada, y las bolsitas de pastor con que juega tu nieta son hoy por hoy venerables recurrencias del pasado. A esa plaza de la abuela y las bellotas ya no volverás más que de paso, rodeándola vertiginoso en estos tus años de desamparo, en un ahora destinado a la soledad, a la torpe negación y a una ensimismada renunciación que desgasta o degrada. Todo es gris ahora, la pena que emborrona los recuerdos y la turbiedad borrosa del olvido. Vale.

Notas botánicas.-
 (i) Erodium cicutarium. Aguja de pastor, aguja de vaquero, aguja española, agujas, agujas de pastor, agujas de vaquero, agujas españolas, agujón, alfelitero, alfiler, alfiler de cigüeña, alfileres, alfileres de cigüeña, alfileres de pastor, alfilericos, alfilerillo, alfilerillo de pastor, alfilerillos, alfileritos, alfilerón, alfilerones, alfileta, alfileteros, alfinelera, cabeza de pájaro, cigüeña, cigüeñuelo, espetones, fileres, hierba de la coralina, mata de alfileres, peine de bruja, peine de brujas, peine de Venus, perejilón, picocigüeña, pico de cigüeña , picos de cigüeña, reloj, relojes, relojicos, relojito, relojitos, tenedores, tintones, yerba de la coralina, zapaticos de la Virgen.
(ii) Capsella bursa-pastoris. Bolsa del pastor, bolsa de pastor, botella, botilla, cucliyo, devanaera, devanaeras, herba dos dentes, hierba del cangrejo, hierba del carbonero, jamargo, jaramago, jaramago blanco, jarilla, mostaza, mostaza salvaje, mostuezo, pajito blanco, pamplinas, pan de pastor, pan de queso, paniquesillo, paniqueso, panquesillo, pan y lechuga, panyquesillo, pan y quesillo, pan y quesito, pan y quesito blanco, pan y queso, pata de gallo, pimpájaros, quesillos, rabanete, rabaniza, sanguinaria, zurrón, zurrón de pastor.


F.S.R.Banda

Es la voz que inicia los embrujos, los ruegos y letanías de lobos solitarios, de emigrantes inmóviles, de exiliados en los laberintos de la Santa Madre, de la gruta de dragones y demonios, es el susurro, el quejido, es la voz con su ebriedad de meretriz y virgen intocada, son los dígitos confundidos, señales, números sin nombres, son los sueños buscando una piel a la distancia, un roce imaginado, la fantasía de un cuerpo rendido e imposible, es la voz que invoca sus hechizos de hija de la reina de la noche, las maravillas y los asombros que convergen en bruscos deseos, torvas ansiedades y lentos instantes donde la humedad se derrama densa y solitaria cuajando un goce egoísta, secreto, avergonzado detrás de otra voz que pide, paga y vuela, desconocida, sin rostro, aquejada de dolores y tristezas, de temores a ver la luz de las mañanas y las penumbras que abren los ocasos, que esparce en un postrero silencio la queja impúdica desde las orillas del infierno, es la voz misteriosa y esquiva como los siete colores del pájaro naranjero, que remonta el río que fluye en el limite del imperio, es la palabra penetrando, hurgando las tardías infancias, las adolescencias iniciales, la ilusión estremecida de una cercanía que no se cumple pero embriaga con sus licores ácidos y dulces, impuros, sospechosos de falacias, de disimulos e invenciones, de un rito sagrado que se diluye en las puerta del templo, es el verbo consentidor, el grito ahogado que no alcanza a florecer en la furia de la carne acariciada, es el sonido susurrante de la serpiente del Jardín del Paraíso, la voz ajena que socava los instintos con la silueta de una hurí perpetuamente virgen, y el ruido adormecedor de pequeños oleajes en una costa de riquezas florales y abundancias voluptuosas, esmeraldas, milagros y lucecitas, es la perfecta voz de la perfecta imagen de la alta Condesa de Yago de León, es el tributo del tiempo a sus anunciaciones, revelaciones y premoniciones, es el murmullo de una cascada rodeada de animalitos sorprendidos, el rumor trepidante de una catarata antigua y lejana, es el canto de la brisa entre el follaje, es la noche que sigue su curso taciturno, son los faunos extraviados por sus yermos senderos, son los habitantes huraños de una ciudad implacable y desquiciada, sin tintineo de copas ni perfumes zalameros ni bocas pizpiretas, es la soledad deambulando por los cuartos vacíos, por los tugurios virtuales, en la otra voz atrapada en sus embrujos de figurita en azul con un sombrero de paja. Vale


SATIRO HABITANTE (Versión con escasa puntuación)
F.S.R.Banda

 “La escritura neobarroca es el intento por recuperar el sentido en la intensidad de una escritura que provoca una dimensión de visualidad imposible.” Sergio Rojas.

Surgidero de palomas sobre lo alto de sus escondidos cautiverios de sus comarcas de tejados balcones entretechos La Bethânia, serpiente su voz mordiendo piel músculo y deseo, todas las desolaciones abiertas, las heridas encendidas por la mordedura y la salazón invocaciones Hasta el borde de lo que no sé, orilla cauce azul zafiro granates incrustados en la profusión de grises, palomas ‘Busqué tus ojos adormilados de sirena encandilada por las costas borrascosas de los acantilados y los despeñaderos’ Siniestros celacantos deambulaban por tu saliva provocando dulces turbulencias estropicios de eriales y parajes sobre un códice manuscrito con la tinta negra de las tristezas y los desengaños Campanarios de bronces inertes alturas vértigos el yermo de la tarde desvencijada entre las calles murmuraciones de hibiscos y hiedras Espantos de grandezas de soslayos de misericordias, de violines y cantaros de abruptos designios Surgidero de pájaros en luna llena, desaguadero de los escarmientos de blasfemias, de secretos sacrilegios Martirios carencias y decoraciones arrebatos marcas cicatrices e iluminaciones las esencias del espliego azahares y juncos Objetos, cerámicas lozas cristales greda roja sangrienta joyeros desaparecidos perlas trepanaciones ‘Anduve en tus orillas confundido con los juncales sediento bebiendo de tus aguas detenidas’ Desagües cárcavas acequias fluyendo convergiendo derramando miel vino aceite vertientes pedregales de amapolas anaranjadas cuencos tejidos con amarillos cabellos del diablo vitrales de alas de libélulas Surubíes bajo los camalotes espineles mallas las redes de tres dedos avios de pesca la ranchada en una de las islas y los caprichos de las aguas boteros de otro sueño más antiguo palimpsesto Faro atalaya torre megalitos lontananzas de alta cetrería de incendiados horizontes vesperales de ocasos estallado en cirros ensangrentados Sonajera tamboril soñoliento de la danza de las madrugadas los perfiles las siluetas los escorzos Vestiglos y endriagos túmulos pedrería el crisma del verde pasto verde naranjo verdes rosales verde profundo materno doliente Por el filo de aciagas escarpaduras de bruces ante desgarrados precipicios absorto en desesperos en urgencias en un nocturno sagrado en la oquedad de tus brazos Lo perdido, Bahia, una ventana al mar tibio del amanecer equivocado Los incrementos del día un pez de cuerno unas aves de mimbre el cabello cobrizo detentado por las esquinas El código ya indescifrable escrito en las caparazones rígidas segmentadas calcáreas de los oniscídeos Una secuencia de bocas voces y besos un altar un féretro una pena el amigo que no escribe porque no existe o viceversa cierta prescripción y tal. Vale.


SATIRO HABITANTE (Versión en Poesía Sentencial)
F.S.R.Banda

Busqué tus grandes ojos adormecidos de sirena encandilada por las costas borrascosas de los acantilados y los despeñaderos.

Siniestros celacantos deambulaban por tu saliva provocando dulces turbulencias en los eriales donde comenzaban a florecer las magnolias de las tristezas.

Anduve por tus orillas confundido entre los juncales sediento bebiendo de tus aguas detenidas.

La bruma contenía toda la humedad de tu cuerpo de esfinge enterrada para que tu voz de sal y ceniza enmudeciera de hechizos.

Reconocí tus labios de piedra lejana en el estruendo de la rompiente susurrándome con la misma pena que poseían esa noche abajo sobre el mar de la amarilla luna llena.

Destruidos frontispicios encalados reverberaron sobre las arenas en las que tus manos se hundieron buscando el veneno de las medusas.

Negué tres veces en silencio la persistencia de tu aroma desatado en mi piel de sátiro habitante de ti en los espejos rotos de tu sombrío plenilunio.

La honda oscuridad marina fue disolviendo entre algas y espumas tus encantos de fría madreperla hasta el ultimo de los naufragios.


SATIRO HABITANTE (Versión con puntuación)
F.S.R.Banda

 “La escritura neobarroca es el intento por recuperar el sentido en la intensidad de una escritura que provoca una dimensión de visualidad imposible.” Sergio Rojas.

Surgidero de palomas sobre lo alto de sus escondidos cautiverios, de sus comarcas de tejados, balcones, entretechos. La Bethânia, serpiente su voz mordiendo piel, músculo y deseo, todas las desolaciones abiertas, las heridas encendidas por la mordedura y la salazón, invocaciones. Hasta el borde de lo que no sé, orilla, cauce, azul zafiro, granates incrustados en la profusión de grises, palomas. Busqué tus ojos adormilados de sirena encandilada por las costas borrascosas de los acantilados y los despeñaderos. Siniestros celacantos deambulaban por tu saliva provocando dulces turbulencias, estropicios de eriales y parajes sobre un códice manuscrito con la tinta negra de las tristezas y los desengaños. Campanarios de bronces inertes, alturas, vértigos, el yermo de la tarde desvencijada entre las calles, murmuraciones de hibiscos y hiedras. Espantos de grandezas, de soslayos, de misericordias, de violines y cantaros, de abruptos designios. Surgidero de pájaros en luna llena, desaguadero de los escarmientos, de las blasfemias, de los secretos sacrilegios. Martirios, carencias y decoraciones, arrebatos, marcas, cicatrices e iluminaciones, las esencias del espliego, azahares y juncos. Objetos, cerámicas, lozas, cristales, greda roja sangrienta, joyeros desaparecidos, perlas, trepanaciones. Anduve en tus orillas confundido con los juncales sediento bebiendo de tus aguas detenidas. Desagües, cárcavas, acequias fluyendo, convergiendo, derramando miel, vino, aceite, vertientes, pedregales de amapolas anaranjadas, cuencos tejidos con amarillos cabellos del diablo, vitrales de alas de libélulas. Surubíes bajo los camalotes, espineles, mallas, las redes de tres dedos, avios de pesca, la ranchada en una de las islas y los caprichos de las aguas, boteros de otro sueño más antiguo, palimpsesto. Faro, atalaya, torre, megalitos, lontananzas de alta cetrería, de incendiados horizontes vesperales, de ocasos estallados en cirros ensangrentados. Sonajera, tamboril soñoliento de la danza de las madrugadas, los perfiles, las siluetas, los escorzos. Vestiglos y endriagos, túmulos, pedrería, el crisma del verde pasto, verde naranjo, verdes rosales, verde profundo, materno, doliente. Por el filo de aciagas escarpaduras de bruces ante desgarrados precipicios, absorto en desesperos, en urgencias, en un nocturno sagrado en la oquedad de tus brazos Lo perdido, Bahia, una ventana al mar tibio del amanecer equivocado. Los incrementos del día, un pez de cuerno, unas aves de mimbre, el cabello cobrizo detentado por las esquinas. El código ya indescifrable escrito en las caparazones rígidas, segmentadas, calcáreas, de los oniscídeos. Una secuencia de bocas voces y besos, un altar, un féretro, una pena; el amigo que no escribe porque no existe o viceversa, cierta prescripción y tal. Vale.


F.S.R.Banda

Está sola, todo está tranquilo, quieto, como un pueblo fantasma. Nada existe. Solo ella allí en su choza. Observa con cuidado y sin prisa todo lo que la rodea. Ve el ancho río con sus aguas turbulentas, sus espumas y sus orillas lavadas. Mas allá la selva y el ruido del salto de agua. El castillo en penumbras le trae las voces de los náufragos que la amaron y el despeñadero con su torrente los tardos susurros de los sátrapas que la desearon. El mármol no resiente el pasado porque siempre vive en el aquí y ahora, la incesancia del oleaje de todas sus vidas, con sus tardes anegadas de jazmines, de corolas, de amarillos refulgentes y sus noches de galas de tul y ramos de rosas enmudecidas. Luces y algarabías y jolgorios arrasados por sus pasos de sonámbula escondida entre los troncos secos oliendo la tierra para sentir los pasos de alguien que recién venia naciendo como redentor y cizaña en el jardín lunar de Umbrelicantos violeta y Asteridomus púrpura. Porque todos los puertos se parecen, con sus naves a la gira, sus molos y sus herrumbres, y sus antiguos maderos podridos, ella vive penando la lastima de que no esté a su lado para enseñarle sobre el presente que se repite con ella aunque él no lo recuerde, y sabiendo que de todas maneras se dejará seducir nuevamente, si él lo desea, porque ella nunca sabe más de lo que siente, y se queda ahí dudando si debía morir entonces para volver a comenzar, sin entender, porque siempre ella será antes que él, y él la encontrará esperándolo, horriblemente solitaria, majestuosamente aislada. Y se queda ahí, en el ahoral de este día, de esta tarde, de esta hora de ahora, silueta a contraluz, reflejada en el azogue o en el ventanal que da al parque donde las estaciones pasan rasguñando las estatuas, asustando los pájaros, engañando a las flores de papel y soliviantando a las hormigas. Permanece detenida refractando la luz de las mañanas como un prisma de cristal de plomo, repartiendo los colores del espectro en las verdes incrustaciones de los bronces. Abre la puerta en un rito ya consagrado y deja pasar el tiempo, del que es dueña, y lo esparce sobre los objetos que le guardan sus pequeños recuerdos de unos pocos años, para que no se apelmacen en las grietas y detengan aquel río de aguas turbulentas, con sus espumas y sus orillas lavadas, y no quedarse sola como si viviera en una choza de un imaginario pueblo fantasma.



Revista PARADOXAS N° 166 – Volumen II
7 de Octubre de 2011

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