sábado, 24 de octubre de 2015

PARADOXAS N° 213

PARADOXAS

REVISTA VIRTUAL DEL SURREALISMO NEOBARROCO

Año XI - N° 213


INDICE

Cuidado con el huracán! - Luz Ramírez
EL ESPEJO - Maria de los Angeles Roccato
Las cosas se están derritiendo. - Francisco Townsend
SOLER PUIG, NOVELISTA  NEOBARROCO (Segunda parte) - Luis Álvarez (i)
ELLA EN EL DESTIEMPO - F.S.R.Banda


EDITORIAL

Instrucciones para jóvenes escritores (1)
Rafael Gumucio

Escribir no es natural. Eso lo debes saber ante todo y sobre todo. Escribir es contra natura, todo el placer y el dolor que sacas de ahí proviene de ese hecho. Por eso cuando te sientas y sale todo de una vez, te resulta como un milagro, por eso te sientes entonces como dios sacando de la nada la vía láctea y todos sus estrellas y agujeros negros. Por eso también no hallas la hora de dejar de hacerlo cuando no sale nada, por eso tú, que odias que te manden a comprar el pan, serías capaz de ir a comprar el pan a la panadería más lejana del barrio, viajar a Nueva Zelandia a pie, tatuarte la Mona Lisa en la nuca y tomarte todo el alcohol del botiquín con tal de no escribir lo que ya no te acuerdas quién te manda a escribir. Por eso cuando lo haces, cuando logras sentarte, o cuando algo más fuerte que tú te sienta, te parece que el mundo entero debería detenerse a leerte, por eso te resulta imposible que no lloren con lágrimas vivas con lo que sacaste de algo que es tu cuerpo, tu vida, todo tú en pocos párrafos, páginas, capítulos.
Los niños golpean tarros y hacen ruidos que tarde o temprano se convierten en música. Hasta los gallos, los pavos reales y las anguilas bailan. En las cavernas prehistóricas hay huellas de manos y toros y cazadores. Los pueblos que apenas se visten esculpen con facilidad ídolos de madera, tierra cocida o piedras. No hay letras en esas cavernas. Cuando las empezó a haber empezó eso que se llama historia, o sea decadencia. Mirar dibujos que no significan nada, trazar garabatos sin sentido que juntos significan algo que solo el que aprendió los signos puede descifrar es algo que como el Twitter, la televisión digital o la bolsa de Shanghái, es imposible de explicar a un no iniciado. Y, sin embargo, millones de personas todos los días leen lluvias de letras, y muchos más se agachan sobre teclados y papeles que ennegrecen de manchas que pueden significar todo, ocupando horas que podrían usar en pescar, cazar, cosechar o reproducirse.
Escribir no es ni difícil ni fácil, es imposible. Imposible y necesario como las ciudades o las cartas del tarot. Es decir, nada se parece más a leer el tarot que escribir, o sea lanzar signos sobre la mesa e interpretar un sentido. La literatura consiste en gran parte en convertir en natural, en físico, en inevitable, ese juego que solo juegan los niños cuando han agotado todos los demás juegos. Ser escritor consiste a grandes rasgos en convertir eso que no se parece en nada a golpear tambores o moldear Venus de arcilla, en algo que se parezca a comer y dormir y defecar. Correr sin correr, caminar sin moverse de ahí, volver sin haberse ido a ninguna parte, gritar sin subir la voz. Escribir es hacer todos los gestos y todos los actos posibles, sin acometer casi ninguno, porque no puede haber algo menos aeróbico que teclear o dibujar letras en el papel.

Continuará en el próximo número. Vale.

El Editor


Dueños de si mismos.
Ivonne Concha Alarcón

Tranquilidad en los pasos cansados cubiertos de sueños rasgados en el alto sosiego del pensamiento, vida sin culpas previamente estipuladas sin despedidas ni emociones en tardes de ilusiones tardías, cantos de aves amarillas mientras entre verdades y arrullos de palomas soñadoras contoneándose vuelan hacia los precipicios del acantilado del pensamiento hostil cansado de los temores. Se cimbran las palmeras del viejo camino, un perro ládrase asimismo, come pasto verde para sanarse, lo cipreses acarician el viento rugiéndose unos a otros, se oyen desde muy lejos, los lugareños se esconden sorprendidos. Sin ataduras vuelan las ideas, solo materia guardan en las alforjas pesadas de recuerdo vividos, libres de espíritus se eleva el canto de los niños camino a la luna, hoy han puesto ruedas a sus sueños los amigos imaginarios, prisioneros alados van buscando terreno conocido, así se adentran en el bosque de las tinieblas nocturnas, navegando por el cielo celeste diamantado en cristales, pastos verdes, gotas húmedas brillantes en la colina de la desventura inexplicable, una lápida ausente sin letras dibujadas es testigo de lo imperecedero, ya, es verdad, no somos los mismos, no podemos destejernos, no podemos hacernos, somos la consecuencia de lo ya vivido, experimento sorpresivo del último tren saliendo a destino. Allí baila ríe llora lo simple lo cotidiano, desvestidos de antiguos pesares, cargados de nostalgias, ya no desean andrajosos recuerdos desgastados inútiles, se oye un extenso suspiro en la noche y un disparo del último suicida atraviesa la alta y ancha montaña, sin grandes ceremonias ni protocolos nos vamos atando a los antiguos caminos, sin extensos discursos, sin nostalgias, ni pesares, dueños del tiempo, dueños de si mismos...


Cuidado con el huracán!
Luz Ramírez

La honda cayó lanzada por algún rencor. Tenía patas de araña y su mordida fue sentida en los lares del hemisferio. De los rosas salieron lágrimas que destilaban rojo carmesí. Color amor paradójico en su fin. Tan fuerte su furor que arrojó de sus latidos el ardor… Se bañaron los campos de su brebaje entre pastos. Resurgieron de sus suelos pequeñas florecillas en tonos de todos los rojos posibles y era un paraíso de pronto la maldad. Los lúpulos se enredaban en los árboles como queriendo ser recordados en cada despedida por la alameda del destierro. ¡OH! enmarañada maldad de los humanos, despreciada por el reino animal. Para cada bofetada que te dan, viene la lamida de un perro a sanar. Eres creación frágil violeta sujeta a las arideces de las almas que no te saben apreciar. Fiesta de buitres entre flores hermosas, la naturaleza. ¡Cuidado! Sostente fuerte, viene un huracán, acabará con tu mirada de cristal. Por ello mantela fija en el diamante del mundo que brilla para todos, como resplandor entre nubes. Pensé que yo podría apostar todo sin límites, pero no hice bien las cuentas y me toca restar. El saldo con las piedras sobrepasó la espuma de la corriente pura y ahora me toca pagar.

Derechos reservados


EL ESPEJO
Maria de los Angeles Roccato

Enfrenta el espejo por millonésima vez ¿tantas? Tensa. Agobiada. Espesos cortinados internos se deslizan, dejando al descubierto la urdimbre de sensaciones, mezclándose presente y pasado en una conjunción de sentimientos distantes.
Parpadea ante la avalancha de recuerdos. Nunca creyó almacenar tantos y con tan prolija exactitud.
Asombrada recuerda  un hecho, que en su momento, le pareció extraño, pero intrascendente y que ahora se muestra relevante. "Disfrutaba del jardín emocionada. Ante sí, la sinfonía visual que veía enclavada en gigantesco caleidoscopio... incorporado en danza, hasta los frágiles estambres dorados. Inmersa en el remolino de múltiples insectos-dañó sin querer-una tierna rama del cautivante jazmín paraguayo. Todo se transformó. Un flash de aromas la nariz le inundó".
Éste no se detuvo allí. ¡No!…navegó, trepó, reptó y se ancló al fin en su cerebro, mejor dicho en su alma. ¡Si,  en su alma! Perfume e imagen se configuraron en unidad. Desde el fondo de los tiempos, el recuerdo-almacenado, protegido-se despertó, lúcido, claro, exultante. Era igual, al que ahora rondaba inquieto entre los pasionales rojos, los picaros amarillos o los castos blancos de la floresta.
Intenta reconocerse en el espejo, pero la imagen se desvanece en un abanico de tramados soles. Tiembla, siente  que el aire le falta. Tiene  la vivencia de desandar el tiempo, el espacio. Una voltereta y de bruces cae. Su interior crepita  al compás de las agujas del mensajero del tiempo. Solo el sonido cristalino del agua que cae  en cascadas diamantinas, en el lavabo intenta conectarla a la realidad.
De allí en más, se ve rodeada de plantas…y con sus diminutos cuatro años a cuestas en el jardín de la abuela. Siguiendo el sendero de las hormigas, seleccionando espigas para pegar en el álbum. Haciendo guiños a los perros amigos, festejando el mover de su cola. La escena se nutre, sus primos mayores, más allá, frente al azarero que ya despunta en flores. Violeta, la tía adolescente llamando a la media tarde, con los cabellos tomados con el floreado pañuelo. Sonrisas, algarabía. El olor a tostadas que la verde reja deja escapar, más el rosal en sus capullos atrapa, convirtiendo a la fachada en un murmurante rosa violáceo cabalgando  en ondulantes ramilletes.
Espacio y tiempo polifónico que da una singular belleza al momento y en concordancia con el canon visual, se manifiesta el ronroneo áspero de la pequeña acequia que bordea al jardín. La tarde va dejando paso a la noche. Solo los grillos y los trémulos cuatro años. El cuerpo pide cama de tanto jugar, el corazón respiro de tanto saltar. La brisa besa los danzarines del viento, que amorosos empiezan el dulce tintinear.
Malena perpleja, vuelve a enfocar la mirada en la bruñida superficie por millonésima vez... ¿tantas?. Esta vez el espejo, le devuelve el boceto de un rostro distendido.

Código: 1108079818911.


Las cosas se están derritiendo.
Francisco Townsend

Las cosas se están derritiendo y nadie se da cuenta porque todo lo que se derrite mantiene la apariencia, que la apariencia es la cáscara de las cosas (1).
Se derrite la decencia bajo el calor de los objetivos políticos y nadie se da cuenta por que en apariencia seguimos siendo decentes. Se derrite la educación bajo el calor de la necesidad de cambio porque en apariencia seguimos siendo educados. Se derrite la moral ante el calor de la sobrevivencia porque nadie se preocupa de la inmoralidad del sistema si nos dejan nuestras propias líneas morales. Se derrite la verdad al calor de la indolencia de enseñarla  a decirla  y solo se enseña a engañar para beneficio propio y seguimos aparentando que decimos verdades. Se derrite la democracia al calor de los acuerdos políticos y las necesidades de los partidos reproducidas en cámaras serviles y en apariencia seguimos siendo democracia. Se derrite la igualdad ante las promesas de mejor educación pública obligada y el desaparecimiento de los colegios públicos de excelencia y seguimos aparentando que vamos hacia una sociedad más igualitaria. Se derrite la justicia ante el fuego de las casas y camiones en Arauco que justificamos desde lejos por culpas ancestrales y aparentamos que se hace justicia. Se derrite la iglesia haciéndonos creer que están al servicio de un dios bueno mientras defienden sus intereses y los niños siguen muriendo arrancando de una iglesia. Se derriten las leyes cuando los tribunales absuelven a ladrones y asesinos y nos siguen convenciendo de que todo es de acuerdo a la ley. Se derrite nuestra conciencia cuando dejamos de pensar y nos creemos todo sobre lo que nos informamos para creernos que seguimos conscientes.

(1) Frase reproducida de escrito de Jose Luis Puig, Paradoxas, Septiembre 2015.

Nota del autor.- La primera frase del fragmento de "El pan dormido" me inspiró a escribir algunas líneas que adjunto. Es de un género nuevo que se llama "Neobarroco social".


SOLER PUIG, NOVELISTA  NEOBARROCO (Segunda parte)
Luis Álvarez (i)

Soler Puig construyó un barroco que no pretende esculpir un nuevo lenguaje en cuanto a factura epidérmica —a la vez de cromática intensidad lírica y de solidez narrativa—, ni considera necesario hacer legible su propia realidad insular, cuyo conocimiento por el lector él dio siempre por sentado. El barroco del autor de El pan dormido está obsesionado con captar el laberinto de una vida insular varias veces desgarrada en sus escasos siglos de existencia. De aquí la proliferación de nudos en sus novelas: Bertillón 166 carece de epicentro; es solo un conjunto de enlaces aleatorios, pero convergentes en un punto final que está fuera del texto mismo, que se ubica —de modo opresivo— en la óptica misma del lector —quien debe responder la pregunta infinita ¿Hasta cuándo, Señor?—. Pero esa misma estructuración domina en El pan dormido  y en Un mundo de cosas, donde el novelista se ha regodeado en construir —minucioso y concentrado— un caos como correlato físico, imagen plausible de la realidad histórica cubana que se somete a examen en la novela. Soler se adelantó a su tiempo. No es casual que en la difícil década del setenta, apareciera —único libro de su particular estatura artística— El pan dormido, elaborada como un orden del desorden. Una y otra vez el texto nos advierte de que no hay una realidad compacta y cabalmente organizada. Se trata de una novela de formación, en la que la trayectoria de la familia Perdomo resulta una transubstanciación de la historia insular, pero esa formación se muestra a retazos cortados con burda e incisiva deliberación, con un aferramiento a imágenes que está conducido por el azar concurrente. La doble dimensión de la peripecia nacional y familiar resulta contada, pero no a la manera racional y francesa de Los Thibault, de Roger Martin du Gard; o al modo crítico y de británico humorismo de La saga de los Forsyte, de John Galsworthy; y mucho menos de la densidad atormentada, llena de subterráneos, de Los Buddenbrook, de Thomas Mann. No hay una perspectiva omnisciente, no hay una gradación temporal canónica. El sujeto narrador señala en un momento dado de El pan dormido:
A Reinoso por dentro le está pasando la película de todas las cosas que se dicen de Arturo Perdomo y su familia. Los Perdomo. Gente basura, dueños de tiendecitas de ropa, de peleterías de Mecagoendiez, de ventorrillos centaveros, puestos de pedir limosnas y vendedores ambulantes de carreteles de hilo y agujas de coser y postales de relajo.
El novelista nos presenta un revoltijo de evocaciones mezcladas, fragmentarias y que, apenas captadas a pesar de la flaqueza de la memoria, se dispersan dejando una estela de estremecedor dramatismo, como la soledad insondable del Perdomo narrador, o una sonrisa de criollo choteo, como el túnico de promesa de Tita y las carnes mantecosas de Remedios. Pues Soler Puig, mucho más que Lezama, fue el narrador que supo integrar de modo orgánico y radicalmente eficaz el humorismo criollo con el drama entrañable de la nación. Así, pintó como nadie la idiosincrasia cubana, ese tema del que se suele hablar, pero que jamás se investiga seriamente: las anagnórisis pueden ser devastadoras. Pero el gran novelista nunca temió asomarse a esas contradicciones profundas y las convirtió en sangre y cimiento de sus obras. Véase, si no, el sarcasmo sin recato de la mujer enloquecida en El derrumbe.
Soler parece concordar —a nivel de sensibilidad que capta las vibraciones de su contemporaneidad— en sus tres novelas mayores (El pan dormido, El caserón y Un mundo de cosas) con una tendencia, entonces muy reciente, que estaba invadiendo el pensamiento euroccidental, pero que en la Cuba de los años setenta, por supuesto, no había tenido entrada. En efecto, una década después de su surgimiento, Omar Calabrese comentaba:
En los últimos diez años, a partir de la presión concomitante de algunos descubrimientos científicos y de algunas teorías filosóficas, la serie desorden-azar-caos-irregularidad-indefinido ha sufrido una radical mutación en la ciencia y en la ciencia de la cultura. En la ciencia, sobre todo: cada vez más se ha abierto camino la idea de que los fenómenos no siguen todos y necesariamente un solo orden de la naturaleza; además, se ha concebido el principio de que, a menudo, fenómenos de apariencia sistémica simple pueden ser susceptibles de una dinámica talmente compleja que los transforma completamente, hasta el punto de que la turbulencia de tal dinámica, lejos de ser inexplicable, es ante todo su principio de transformación específico y requiere instrumentos ad hoc para ser descrita, interpretada o explicada. Es la dinámica de ciertos fenómenos tendentes a la máxima complejidad la que hoy ha tomado el nombre de caos y constituye el principio de los estudios sobre el “desorden” (las teorías del caos) que antes de la denominación dada a estos por James Yorke y por Tien Yien Li en 1975 no tenía ni siquiera un nombre.
La organización del mundo narrativo soleriano como caos, es decir, como una complejidad no estructurada de una manera nítida ni sistémica —en consonancia con una realidad contemporánea agónica—, se percibía ya no solo en Bertillón 166, sino también en El derrumbe. Esa característica palpable del barroco peculiarísimo de Soler Puig se percibe de modo particular en El caserón, una novela que demuestra con claridad que la configuración neobarroca no era casual en el gran novelista, sino que, por el contrario, obedecía tanto a una voluntad específica de narrar, como a una percepción particular del mundo. Es por esto que El caserón presenta un espacio físico —el edificio mismo donde tiene lugar la trama— deliberadamente complejizado, asumido como entidad de incertidumbre: no hay certeza del tiempo, ni de quiénes son en verdad los personajes de una trama que alcanza por momentos una estatura trágica ni, a pesar de que todo transcurre en un mismo espacio edificado, se puede estar seguro de cómo es en realidad dicho espacio, que carece de descripción funcional efectiva. Al mismo tiempo —y el cierre de la novela se encarga de confirmarlo— el texto hace evidente que hay una semejanza —quizás morbosa— entre los sujetos narradores, que curiosamente son personajes femeninos, es decir, subalternos en una sociedad contextualizada en un machismo que, en el momento actual de la cultura cubana (2015), sigue siendo un condicionante de violencia y desigualdad social.

(i) (Camagüey, 1950). Profesor titular de la Universidad de las Artes en Camagüey.


F.S.R.Banda

Hay un nombre establecido en la simiente, un cierto sabor a cenizas y a sal, un eco maternal que se viene por el atardecer como perdido en el silencio, el rumor puro de la lluvia sobre el techo de zinc, la primavera soleada de los diciembres sobre las dalias y los nardos, un olor a tierra quemada. Como si fuera un vicio de mi nostalgia por ella imperecedera amaneció con la misma leve llovizna de ayer y anteayer, esa garúa finita que humedecía los rosales para que lagrimearan por ella. Y me dejo dormir acurrucado allá por lo suyo, adicto vorazmente a su inasistencia. Siempre busco su imagen en la filigrana del bosque, y a veces la encuentro escondida en los verdores atávicos de la primavera que no alcanzó a tocarla, entonces me voy buscando la tersura de su mano sobre la mía y me extravío entre derrumbes u hojarasca, otoño siempre de por medio. Caerán uno a uno los velados tormentos de la aciaga memoria, danzarán las mariposas sin nombre en el mediodía del bosque encantado, y ella resurgirá eterna y transparente por la magia de la palabra y el terrible hechizo de su ausencia. Solo el jardín que cultivaron sus manos puede contener todos los sueños, todos los susurros, todas las voces, todos los sonidos de ese mismo rumor y fragancia que me rompe y me atrapa y me naufraga y me rescata en lejanías que se disuelven en esas distancias que otras voces secretas niegan en la búsqueda ciega de justificar la cercanía imposible, de oír aunque sea el eco de su voz por el patio del horno de pan, o antes, cuando el maíz de las estirpes. Y me sueño niño en ese patio de tierra antigua, recorriendo su jardín, descubriendo los pájaros, los insectos, los colores de las piedras, me veo nocturno en su ámbito sereno aprendiendo a no tener miedo a la oscuridad, a reconocer el simple sabor del agua, a disgregarme en el perfume total de la primavera y a leer los fragmentos de su silencio en las hojas amarillas, rojas, ocres, que me legaron aquellos otoños apacibles antes de las lluvias torrenciales de aquellos inviernos en la casa de esa infancia donde era posible vivir los días de las penas ligeras. En el intento hay un sabor a ciruelas maduradas en el ciruelo, y un olor a anochecer de primavera florecida en madreselvas, pero ella no está.



La forma de poema es una desgracia pasajera.
Osvaldo Lamborghini, “Die Verneinug”, 1977.

Revista PARADOXAS N° 213
3 de Octubre de 2015


PARADOXAS N° 212

PARADOXAS

REVISTA VIRTUAL DEL SURREALISMO NEOBARROCO

Año XI - N° 212


INDICE

Todas ellas… - Tony Cantero Suárez
SOLER PUIG, NOVELISTA  NEOBARROCO (Primera parte) - Luis Álvarez
El pan dormido (fragmento) - José Soler Puig
¿Son las Lágrimas de los Angeles Conejitos Enanos?. - Francisco Antonio Ruiz Caballero
EL MAR Y TUS REFLEJOS - F.S.R.Banda
ABRAXAS, un viaje por la psicodelia – Nota literaria


EDITORIAL

Conversaciones con José Lezama Lima.

¿Cuándo comenzó a escribir? ¿Cuándo decidió dedicarse a la poesía?

En realidad, empecé muy joven, después viendo las dificultades de publicación me dediqué a hacer revistas para ir publicando mis cosas. A mí nunca me ha interesado publicar sino hacer, como aquel noble inglés que escribía sus poemas en papel de cigarrillos y después se los fumaba y exclamaba: lo interesante es crearlos. Uno nunca se dedica a la poesía. La poesía es algo más misterioso que una dedicación, pues yo le puedo decir a ud. que cuando mi padre murió yo tenía 8 años, y esa ausencia me hizo hipersensible a la presencia de una imagen. Ese hecho fue para mí una conmoción tan grande que desde muy niño ya pude percibir que era muy sensible a lo que estaba y no estaba, a lo visible y a lo invisible. Yo siempre esperaba algo, pero si no sucedía nada entonces percibía que mi espera era perfecta y que ese espacio vacío, esa pausa inexorable tenía yo que llenarla con lo que al paso del tiempo fue la imagen. Por eso la poesía ha sido en mí siempre vivencial, alrededor de una pausa, de un murmullo, se iba formando la novela imagen, yo iba reconstruyendo por la imagen los restos de planetas perdidos, de zumbidos indescifrables.

Pirateado de “Artes poéticas, recopilación de artes poéticas en castellano”. Vale.

El Editor


REHABILITACION
Guillermina Covarrubias

Sombría cabizbaja la metamorfosis en las piedras marfiles, colmillos de insomnio que alucina desperdigado por la habitaciones de cueros y metales resonantes sin poder desatar los nudos de la ignorancia tosca reluciente con arrullo de bandadas de pájaros confabulados con el infierno en trance, sigilosa atravesando los espejos con su vocecita de doncella escribiendo una bitácora en la quinta noche, sudando promesas debajo de capa de girasoles desorientados intentando huir de las escorias blancas que aquietaban la inquietud despenada de amapolas soñadoras que te sigue a tu puerta a tu lecho para pellizcarte con las ansias que te siguen a la cama, revoloteando como zancudo con su zzzzzzzzzzzz intolerable, entonces tuerces la mirada ácida que rasguña la piel, las manos son rosas rojas desfloradas esquizofrenias martillando las cerámicas de una pared mutilada de lamentos, flotando a las dos semanas paloma asustada con el vuelo desbocado gira y gira en busca de unos perdigones blancos para dormir en la vorágine del placido descanso con la cuerda en la boca y en el corazón un laberinto falso, surcando impúdicas las esperanzas borrarse de este mundo como flor desnudada con bordados brillantes y la epidermis profanada, hasta que un día despierta vestida de blanco tan blanca como las sabanas blancas vaga errabunda un destierro de Apocalipsis con reflejos difusos, y la lucha continua hasta encontrar el jolgorio de libertad, leve cautelosa como se hunde la tarde ríe canta sueña ama vuela respira libertad, sin el peso de la historia.


DESNUDEZ DE PALOMA
Amelia Arellano

“Siempre creo estar en otra escena,
 y encuentro mi lugar en la que ya he perdido,
eso significa talvez, que nunca estoy en parte alguna...”
JULIA ULCEDA

Esta desnudez de  paloma no sé de donde viene. No sé donde viene. Ay. Hondo silencio. Inabordable planisferio de angustias. Sed estallada en el espejo. Límites. Inabarcable tiempo. Incertezas. Códigos de células. Abismos sin cancelas. Desnuda desnudez...y un sopor. Un lugar donde estoy, pero que nunca estuvo. Que está, pero sin mi. Un lugar que desoye mi nombre. Que no me toca, que me niega y me ciega. Esta desnudez no se inicia en el páramo. Desde más allá, viene. Desde los cinco continentes de mi mano. De ojos morunos. Lunas encabritadas. Camafeo de angustia. Huellas digitales. Sed de fauno. Aguijón. Lluvia. Certeza. Sobre todo certeza. Desde el linaje verde, bendigo esta certeza. Esta desnudez de paloma. Destino de gotas en la hierba. De pradera. De hormiga, cucaracha. Hechicera, homínido. Cigarra. Mate amargo. Pena dulce. Brote. Pezón. Hojarasca. Me cubre. Me puebla. Me sostiene. Desnudez que me viene desde lejos...y me arraiga.


Todas ellas…
Tony Cantero Suárez (i)

Blusas rotas van remando cabizbajas, el arrullo del Olimpo trae guitarras, el mar desborda los ríos y las penumbras los abrazan tras el paso de una balsa trasnochada, que avanza hasta el mañana esperanzada de ver la claridad tras la vía láctea. Las olas traen rabia entre cortadas, pero en proa ya presagian tierra y plantas; se escuchan vivas y se cantan muchachadas.
Agua dulce y piel salada, solitaria oscuridad en la desgracia. Tierna y ardua gira al sol la madrugada, la distancia emancipada olvida en calma, repentina choca el ancla contra una trampa; y todas ellas se encallan en una playa lejana, pues el sueño que buscaban llegó al alba. Se dan las gracias con ganas, miran atrás, callan; y se refrescan en la orilla sofocadas.
Entronizando el verde azul de la mañana, por algún Edén pleno de magia.
Los sentimientos más lindos se me escapan, los más bonitos deseos y las cuentas tras castigos pernoctadas. La pasión, la inteligencia y la metralla; y la gracia, pues cuando traen sobra tanta. A las malas y las buenas que hay de Damas, van mis letras, estas mismas, dedicadas. Pues en las malas y en las buenas, todas ellas me respaldan la palabra; inclusive si es abstracta.
¡Y todas ellas me encantan, las amigas, enemigas y añoradas cortesanas!
Sabia mujer que eres sabia, no te atrases, adelanta. No hagas del mundo que haces, solo el mejor que te plazca. Tienta siempre calculada la mecánica; y mejórala, apuntalando la razón equivocada. Y duda plagias que te nutran con lágrimas amargas, pues las tuyas valen más que las de plata en prendas raras. Y aúna espadas, cual corazón de una patria.
Dulce mujer temeraria, predicación rebuscada, caderas, torso, manzana, Venus de almíbar y guiñadas; sufrimientos que hace siglos se derraman, e inspiración que hace falta a la nostalgia. ¡No te detengas; reclama! Va por tu estampa y vuelve con ella abrazada entre carne y sabanas. Y dite que al amor ya dada, la muerte despediste errática, dejándola preñada.
¡Pero no te calles, habla; pues el silencio otorga y mata!
Cruenta mujer legendaria, pico en las plumas, garra de águila, pistola armada y voz volcánica y autoritaria. ¡No te confundas; cambia! No formes bulla por las plazas, pues los celos y los juegos cortan caras.  No te digas que eres Bárbara, la Vampiresa de las musas trágicas. Y vuelve al mundo de los suelos, donde a los buenos les regalan una estatua…
Y hasta el anónimo paga, si lo delatan por paria. Pero a la gloria también lo alzan, cuando lucha porque el mundo mejor valla; y nunca engaña.
Sangre de sangre sangrada, florecida rosa roja con la corola excitada, pétalos de cuero color malva y tez de Hada. Pestañas largas, dedos y uñas masticadas por las ansias. Venas del pueblo y diapasón de lo que pasa, dite que sin ti, todo cambiará; y bate alas. Ya que no existirá especie humana, ni animal, ni extraterrestre, ni parásita; si tú no eres respetada.
Y por todas ellas que también son necesarias; exaltada e idolatrada. Y amada como se ama; ¡para que cuando la vida parta queden  trazas!

(i) Poeta y narrador cubano residente en París-Francia, libre y autentico pensador. Humanista, de pensamiento filosófico literario enmarcado en la nueva corriente poética de: “Los Idílicos Existencialistas”.


SOLER PUIG, NOVELISTA  NEOBARROCO (Primera parte)
Luis Álvarez (i)

Es estremecedor, al acercarnos al centenario de ese deslumbrante narrador que es José Soler Puig, comprobar qué mal comprendido fue en su tiempo. Más allá de premios y reconocimientos sobradamente merecidos, su obra recibió una difusión internacional muy pobre y, en términos de su evaluación literaria, la crítica cubana, salvo excepciones muy puntuales, se acercó a él sin calibrar de modo suficiente la singularidad de sus aportes y su antelación, en una serie de aspectos, a las transformaciones que habría de su-frir la novela más adelante en la Isla y fuera de ella.
Lector perspicaz de Lezama Lima, el narrador santiaguero construyó una arquitectura narrativa que, sin la menor duda, hay que considerar como un caso de espléndido barroquismo cubano, parigual al del autor de Paradiso y al de Carpentier. Pero esta es una apreciación que le ha sido sistemáticamente negada por una crítica literaria de proverbial miopía.
Su primera novela, Bertillón 166, ha sido objeto de lecturas unilaterales, y de una sistemática docencia aburridora, de modo que terminó reducida a una especie de testimonio político sin matices: nada podía ser más efectivo para desviar la atención de sus tangibles valores literarios. Esa opera prima del novelista está construida sobre dos categorías barrocas esenciales: el límite y el exceso. La trayectoria de los personajes, constreñida al máximo por la represión, se desborda violentamente en un lapso estrecho, como una explosión feroz que, en este caso, no se produce en una catedral carpenteriana, sino en domicilios y calles diversos de una ciudad aterrorizada y, sobre todo, harta de una tiranía sin sentido ni futuro. Soler Puig, todavía inmaduro como narrador, tuvo, sin embargo, el talento innato de desplegar su texto como una confluencia de dos geometrías: el interior domiciliario, tenso y atormentado, y el espacio abierto letal de una ciudad desgarrada más por el terror, la desesperanza y el odio, que por balas efectivas. Así esta breve novela se desarrolla sobre la base de excesos sistemáticos, en los cuales Soler insertó a sus variados personajes, ajenos a una jerarquía de protagonista y secundarios, cuyas vidas y muertes se entrecruzan de una manera por completo fragmentada, tal y como en las próximas décadas habría de manifestarse el campo de mayor experimentación neobarroca, las series televisivas, esos culebrones de un neobarroco comercial, contraposición del artístico, pero también su correlato.
Las criaturas de Bertillón 166 tienen una trayectoria vital tan desconocida como el termino criminalístico que cataloga formalmente sus muertes. Soler prueba sus armas de narrador con un sentido de la etimología del detalle con que conforma las imágenes fragmentarias de sus personajes: el sastre, por ejemplo, es una figura construida a partir de mínimas claves cuya eficacia no está relacionada con el escaso volumen de su descripción o su historia precedente. Su origen, sus significados primigenios, su étimo existencial, tienen que ser adivinados por un lector muscular y participante.
Si el punto de vista narrativo es vital en toda su obra, hay que añadir que exige continuamente del lector una agilidad inusual para captar esos sujetos que solo se revelan en una mirada, una actitud, un impalpable gesto. La combinación de límite y exceso, represión y pasión, la invitación continua a encontrar el significado original (etimología) de los detalles que construyen a los personajes, son la base (neo)barroca de Bertillón 166 y será en el resto de su obra, y en particular en sus hitos de mayor eficacia artística, un elemento constante. Santiago de Cuba, más allá de su secular núcleo urbanístico colonial, se convierte en la novela en un laberinto desenfrenado, cuyo dinamismo visual es nuevamente un índice de que Soler estaba fundando un nuevo tipo de barroquismo antillano, diferente del barroco lezamiano —asentado en un gustoso estatismo, de fascinante tallado decorativo y simbólico— y también del barroco carpenteriano —deslumbrante en su lenguaje inacabable, sus series escalonadas de vocablos, su obsesiva descripción conquistadora de una realidad que se quiere equiparar en prestigio con los viejos tópicos euroccidentales—.

(i) (Camagüey, 1950). Profesor titular de la Universidad de las Artes en Camagüey.


El pan dormido (fragmento)
José Soler Puig

Las cosas se están derritiendo y nadie se da cuenta porque todo lo que se derrite mantiene la apariencia, que la apariencia es la cáscara de las cosas y las cosas son los hombres y los animales y los muebles y los aparatos y todo lo que hay en el cielo y en la tierra y en el mar. Vivir es derretirse y nada está muerto, ni siquiera lo que parece muerto. Y cada cosa que se derrite, cada hombre, cada animal, cada mata y el agua y el viento y la tierra y el cielo, todo, se derrite sin perder la forma, por dentro, consumiéndose para vivir, pero no como se derrite la vela, que a la vela la llama la derrite para alumbrar y no es eso, sino el derretirse para vivir, sin que se vea, que también pasa con la vela y con la llama, que se van derritiendo además del otro derretirse, porque la vela y la llama también viven. Y el día también se derrite, y la noche. En esta noche de ahora están las cosas derritiéndose alrededor de la gente de Macías y esta noche la gente de Macías no es solamente el turno del pan dormido y Manuel y los carreros de caballo y los dos repartidores de los carritos de La Barca, que ahora también son gente de Macías estos hombres que vinieron a meterse en la casa vacía, uno a uno o en pareja, subiendo por la escalera del zaguán y pasando por la otra cosa, sin hacer sonar la madera de los escalones, que estos hombres vienen escondidos.
 -Miren eso -dijo Tita.
 Salieron por la puerta de la saleta y entraron en la casa vacía también por la puerta de la saleta. Las dos casas tienen dos puertas cada una, una puerta en la sala y otra puerta en la saleta. Hay un cuadrado al final de cada escalera y son dos las escaleras, la escalera del zaguán es de la otra casa y la escalera de la calle es de las dos casas. En la escalera del zaguán, el cuadrado lo forma una reja de hierro con dos lados de barrotes y dos de madera. Y los lados de madera son la pared que divide las dos casas, y la pared del corredor al techo y el cuadrado es como un cajón. En el lado del frente de reja está la puerta. El cuadrado de la escalera de la calle está forrado por cuatro paredes de tablas amachimbradas, que por dos cuartas partes no llegan al techo. Las puertas de la casa están en un solo lado, separadas por el comienzo de la escalera. Las puertas de la casa vacía están en dos lados, una frente a la otra, y hay un lado que no tiene puerta, que tres de los lados del cuadrado de la escalera de la calle pertenecen a la casa vacía y la casa solamente tiene uno.


¿Son las Lágrimas de los Angeles Conejitos Enanos?.
Francisco Antonio Ruiz Caballero

¿Son las lágrimas de los ángeles conejitos enanos?. El serafinito Gabriel tenía los ojos verdes y amarillos como un playa en verano, y los cabellos azules, polvillo para teñir la colada, añiles, lapizlazulis, y sus dos alitas eran rosas y lilas, como una extraña flor selvática. Iba de nube en nube saltando como un caballito. Y a los pies de la Virgen tocaba la armónica de cristal, irisaciones de vidrio para lirios de platino. Un día bajó a la tierra del unicornio, porque quería probar zarzaparrilla auténtica, estaba cansado de la ambrosía que preparaba Ganimedes, con zumo de estrellas violetas. Ganimedes, ¡¡¡¡qué personaje¡¡¡, un atleta total, pasaba las horas de los ponientes preparándose para la maratón, corriendo por las estepas siderales con un taparrabo y excitando con su musculatura panterina a las hadas de alas de diamante. Así que Serafinito, decidió bajar a la tierra del unicornio. El unicornio corría libre por la selva de las amapolas. Era un unicornio azul, como el de la canción, galopaba encima de una partitura de níquel, grabada con tinta de rodocrositas, en cada nota daba un saltito el caballo, y por eso parecía que bailaba un rondó de Charpentier, su cuerno azul brillaba a veces como un relampaguito, y cinco mariposas verdes le seguían dejando el dorado polvillo de sus escamas en el aire. Bebía de una fuente de oro, no la fuente, la fuente era de mármol, el agua es lo que era de oro, y los belfos rosas se le ponían amarillos o naranjas, y luchaba contra un ciclope de quinientos ojos. Tenía de amiga una araña gigante, que guardaba la entrada de una cueva secreta. La araña daba mucho miedo y era venenosa, de un solo picotazo mató trece gigantes cuando la batalla de las doce columnas de basalto. En la cueva se guardaba el cisne de los ojos de rubí y la sirena de la voz amarilla. El Serafinito Gabriel quiso escuchar a la sirena de la voz amarilla. Se subió encima del unicornio y galopó sobre un pentagrama de pétalos de orquideas, el cuerno del caballo brillaba endemoniadamente azul, y deslumbraba la vista, y el ciclope de los quinientos ojos, asustado, los cerró de golpe, y se vieron entonces las estrellas de la Nebulosa del Toro, todas de color naranja, y que chirriaban furiosillas como el gozne de una puerta. Cabalgando sobre el jamelguito llegaron a la cueva de la araña. La nebulosa del Toro embistió a un capote celestial de estrellas rojas y se quebraron diez mil diapasones de plata en un minuto. La araña no quería descubrir su secreto. Para pasar Serafinito debía de darle algo, un cabello. El arcangelito se arrancó una nota de ázucar, la araña se la quedó y con ella tejió una telaraña de seda turquesa llena de pajarillos, que trinaban y trinaban gotitas de miel de azaleas. Entraron en la cueva. Era obscura como la noche y se respiraba a sangre de pozo licuado, y el angel sintió miedo pero escucharon la voz rubia de la sirena y se alegraron, poco a poco fueron entrando, la obscuridad era menos porque el cuerno equino relampagueba grillos de cristal. El cisne de los ojos de rubí, carbones encendidos, standby de electrodomestico, los encendió, parecían la punta de dos cigarrillos, y daban calor de lejos, como los laseres de las guerras galácticas. Tenía el cisne un blancor tan inmaculado que no salía de la cueva para que las nubes no se muriesen de vergúenza y la nieve protestara airada. Flotaba sobre un lago rosa, de vino, que surgía de la boca de un dragón imponente. El dragón tenía en cada uña una pantera y en cada pantera otro dragón, y así hasta nueve veces. Y se oía la voz amarilla de la sirena como un trigal en estío, estridente y armonioso de relámpagos dorados. En cada nota amarilla flotaba una pompa de jabón negra, y cuando estallaba la pompa surgía de ella una mariposa escarlata. Cuando Serafín vió a la Sirena le preguntó la hora, y la nereida cantó la hora y todos los relojes de París se detuvieron de golpe. Era un Sirena bellísima, tenía en el seno izquierdo el tatuaje de un escorpión de fuego, que ardía sobre su pecho verdaderamente, echando chispas de latón y chapa oxidada, y sus dos ojos verdes parecían esmeraldas desaprensivas, envidiosas de la luna, tenía un cuerpecito de mulata de Nicaragua, y llevaba un acordeón. Cuando se puso a tocar el acordeón el dragón se despertó, dejó de verter vino en el laguito y soltó una bocanada de fuego chamuscando un poco al cisne, que se puso gris como una perla vieja. La voz amarilla de la sirenita desequilibraba los puentes de San Francisco, pero San Francisco no lo notaba porque estaba abstraido en una apuesta. Era una voz tan dulce que parecía surgir del fondo de una estrella de oro. Serafín, el unicornio y la Sirenita se invitaron a zarzaparrilla, y se bebieron tres vasos. Pero era ya tarde y Serafín tenía que dejar todo aquello y regresar al cielo, por eso no bebieron más. La zarzaparrilla es un zumo hecho de notas de arpa y acordeón, tiene un sabor ácido de limones sorprendidos en pecado, y un sabor untuoso de madreselvas insatisfechas. Serafín salió de la cueva, tuvo que dejarle a la araña una pluma rosa, porque la araña quería que su seda fuera celestial, y salió volando como un arayo invertido. Pero llegó tarde al cielo. La Virgen Inmaculada estaba realmente enfadada y le castigó a un més sin regaliz. Por eso Serafín se puso a llorar en su cuarto de castigo, que era un nube hueca por dentro. Cada vez que lloraba una lágrima sonaba un acorde de armónica de cristal, y la Virgen, que oía su llanto, se dijo a si misma: he sido demasiado dura, y consideró oportuno hacer un milagro, y por cada lágrima que el niño angel vertía nacía en la tierra un conejito enano. El azulino nenufar dejó de llorar cuando tuvo en su mirada diez conejitos.

Diciembre, 2007


EL MAR Y TUS REFLEJOS
F.S.R.Banda

Te soñé, te soñé en esa playa soleada, acosada por el mar y sus reflejos, tu piel bronceada besada con delicada impudicia por un sol celoso, te soñé soñándonos mientras conversábamos de poemas y barrocos a la espera del atardecer, de sus malvas y sus arreboles, de sus rojos tenues y de sus pálidos amarillos en las alturas quietas que dan hacía el crepúsculo, yo me sumergía en tu mirada nostálgica, tu voz me iba hechizando para que no me atreviera a tocar tus labios con un beso inesperado, el mar era de blancas espumas traviesas, de pequeños oleajes que dejaban en el aire diáfano una música a ras de arena que se esparcía en tu entorno como un halo misterioso, yo miraba tu piel desnuda, los granates de tus uñas, el libro que leías antes de que te soñara, esperándome, tus manos que me negaban la caricia, el roce mínimo, tu tierna suavidad, yo observaba arrobado como en otro sueño tu pie sobre la arena, saboreaba de memoria la sal cristalizada en esos territorios prohibidos, en tus comarcas y tus paisajes, la noche se había quedado atrapada entre las algas para que no te fueras, el sol seguía yéndose cada vez mas lento esperando que te besara, tu seguías pensando en un verso que abarcara el instante con tus labios dispuestos, y yo seguía sin atreverme para no despertar nunca del sueño.


ABRAXAS, un viaje por la psicodelia – Nota literaria
Novela - Pablo Paniagua

La historia de la psicodelia en una novela, con Josef Mengele, Aldous Huxley, Allen Ginsberg, Neal Cassady, María Sabina, Ken Kessey, Timothy Leary, Jim Morrison y Jimi Hendrix entre algunos de sus personajes; un recorrido por los años 60, la Revolución Psicodélica, el Movimiento Hippie y el LSD como sacramento de una nueva religión, con la Guerra de Vietnam de fondo y el reparto del mundo entre capitalismo y comunismo.
Martin Heinz, el joven ayudante del doctor Josef Mengele, en la enfermería del campo de concentración de Auschwitz II Birkenau, Polonia, se ve casualmente beneficiado con la Operación Paperclip, cuando más de setecientos científicos y profesionistas alemanes, con sus respectivas familias, fueron trasladados a los Estados Unidos de América para trabajar en los servicios secretos durante la Guerra Fría. Pasados los años, ya como psiquiatra y con la identidad de Martin Linder, deberá colaborar con el gobierno como agente infiltrado en la Revolución Psicodélica, dentro del marco del Movimiento Hippie y las protestas en contra de la Guerra de Vietnam y por la lucha de los derechos civiles, en los años 60.
En esta novela, mediante la fusión de la ficción y el ensayo, se relatan los hechos más relevantes, con sus protagonistas, de la contracultura y movimientos contestatarios de los años 60, además de realizar un análisis que nos arroja las siguientes preguntas: ¿Pertenecemos los humanos a una especie neurótica? ¿Las religiones y las ideologías son capaces de generar demencias colectivas? ¿Debemos buscar, por medio de la modificación genética, evolucionar hacia una mejor versión más pacífica e inteligente?
Abraxas es la historia de antes de en Un mundo feliz de Aldous Huxley, una apasionante aventura y un homenaje a aquéllos que, a partir de la experiencia del LSD, soñaron un mundo de amor y libertad.
Abraxas se publicó el 18 de abril del 2015, el mismo día en que Albert Hofmann descubrió casualmente los efectos del LSD, pero con una diferencia de 68 años.

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La forma de poema es una desgracia pasajera.
Osvaldo Lamborghini, “Die Verneinug”, 1977.

Revista PARADOXAS N° 211
7 de Septiembre de 2015


PARADOXAS N° 211

PARADOXAS

REVISTA VIRTUAL DEL SURREALISMO NEOBARROCO

Año XI - N° 211


INDICE

TU BOCA - Amelia Arellano
VIAJE HELÍCIDO - Thania Rincón
CANSANCIO - Ivonne Concha Alarcón
SIN ESPACIOS NI TIEMPOS - Guillermina Covarrubias
Viaje por Las Indias - Luis Britto García
Emboscada en el Paseo de las Rosas Negras. - Francisco Antonio Ruiz Caballero.
ENSOÑADOS ARREBOLES - F.S.R.Banda


EDITORIAL

“Carpentier argumenta que José Eustasio Rivera y Rómulo Gallegos escribieron prosas barrocas despertando la novela hispanoamericana. A partir de ese momento los novelistas empezaron a perderle el miedo al idioma barroco y el concepto neobarroco fue ganando cada vez más terreno en la literatura hispanoamericana contemporánea. Conviene decir que la mayoría de los partidarios del neobarroco americano son naturalmente los defensores del privilegio del mundo hispánico sobre el barroco. Así, el barroco constituye, según Carpentier, el legítimo estilo del novelista hispanoamericano actual.
Pero, como afirma Julio Cortázar, es Lezama Lima quien se considera como verdadero hombre barroco hispanoamericano, tanto por medio de la creación literaria como por medio de la teoría. A diferencia del estilo cronista de Carpentier, que hace hincapié en el «contexto» histórico en el que «las palabras no caen en el vacío», lo que busca el estilo lezamesco es el «texto» mismo, espacio poético dominado por el tiempo poético y por la verdad poética. Es el espacio donde se revela la analogía íntima del universo por medio de la metáfora y de la imagen, de tal manera que el barroco constituye señas de identidad siendo el paradigma hispanoamericano.
Por otro lado, Severo Sarduy trata de establecer la estética neobarroca en la base filosófica y cosmológica. El escritor cubano descodifica el mecanismo de la estética barroca y neobarroca que aparece en los escritores latinoamericanos tales como Lezama Lima, Carpentier, Pablo Neruda, Cabrera Infante, García Márquez, Cortázar, Vargas Llosa, Carlos
Fuentes y un largo etc. Sarduy dintingue tres mecanismos de artificialización lingüística para señalar la instancia de lo barroco: sustitución, proliferación y condensación.
Junto a los tres mecanismos de artificialización que ayudan al análisis de la microestructura textual, Sarduy propone la parodia para descodificar el sistema barroco y neobarroco en un nivel macroestructural, que consiste, a su vez, en la intertextualidad y la intratextualidad. Así, Sarduy procura ofrecer un criterio estético para descodificar el barroco y el neobarroco.”

Fragmento de La estética neobarroca de la narrativa hispanoamericana. Para la definición del barroco como expresión hispánica. De Jeong-Hwan Shin. Vale.

El Editor


Cartas del baúl de los recuerdos, mis primeros escritos...
Marisol C.

Carta N° 2
No sé cuando, ni en que momento la tarde me tatuó tu nombre, quizás fisgoneaba entre mis brumas, llenándome la vida de soles que inventaste y no escribo por miedo a lo que siento, si no a este hondo abismo en que me encuentro, quizás el cielo se vuelva mas azul allí en tu vereda y la luna mas blanca en tu ventana, no sé, quizás se difumine el cielo aquí en mi ser, en suaves fantasías y caiga en el balcón de tus ojos.
Te escribo es cierto en esta niebla espesa, en donde el cielo se ha vuelto acuoso, sin ser mojigata me desespero y ansío tu pecho, quisiera dibujarte, seducirte sin miedos, destruir imágenes de ayer, reconstruir nuevas, pero solo me quedan migajas esparcidas en la piel.
La tarde a veces muere lenta, me muerde con su manto despacio y me arrulla en la penumbra donde tus ojos te revelan mi presencia, yo pretendo que el tiempo se detiene y abarca un mundo nuevo, sonrío enajenada, fabrico lunas llenas en mi ser y palpita el tiempo. Allí afuera, suave se difumina el cielo, me fumo la noche de costado, me pierdo en una luna que me dice que vendrás tarde o temprano.
Me extravió en el abismo de tus ojos, disfruto las sonrisas que quedaron, el tiempo detenido y los sueños que comulgan despacio entre los besos robados, a veces vuelvo a la cordura, entonces un hielo glacial me descoloca y vuelve el filo de mi tristeza... la tarde me muerde sin misericordia... extraño tu presencia.


TU BOCA
Amelia Arellano

“El primer beso no se da con la boca sino con la mirada”
Tristan Bernard

Calla, amor. Calla y dame tu boca. Yo te he dar mis ojos, mi mirada, mi pausa. Es noche de conjuros y de lobisones. El séptimo hijo  cae en los abismos. La serpiente se arrastra y el ángel cae. En la cueva de Merlín hay sonidos extraños. El búho se esconde y la cigarra calla. Dame tu boca de jazmín de leche. Tu boca andrógina en mis  pechos de hembra. Se mono. Pez azul. Ballenato. Dame el milagro de tu concavidad de fugas y corcheas. Tan exacta  Tan certera. Tan puntual .Como la milenaria brújula del viento. Tu boca, ansiosamente dolorosa. Tu boca, rumor de tallos y espumas de azucenas. Tu boca, tu boca universal. Tu propia existencia te sostiene. Como el aire tibio, la arena y el deshielo. Me sostiene tu boca. Improvisado poema de mí especie: Huerto fértil. Y tu pulso, mi niño, ah, tu pulso. Latido .Lirio irredento. Espurio. Casi saciado. Duerme mi niño, duerme y calla tu boca. Afuera. Lejos de mis brazos. Deambula un mundo, sin promesas. Sin promesas, un mundo.


VIAJE HELÍCIDO
Thania Rincón

Lo encontré en una de mis caminatas por la playa sola, mientras cabizbaja pensaba en lo fugaz de las bellas horas. Sólo así, mirando bajo, pude verlo, y al hacerlo me sorprendió hallarlo allí, desde hace rato, a mi lado, caminando lento. Jamás conocí alguno de su especie, antes me parecían todos iguales, pero éste era diferente. Llevábamos casi el mismo paso de procesión fúnebre de mortaja ausente. Parecía arrastrar en su caparazón miles de historias, o quizá, como yo, una sola, tan pesada que llenó su corazón sin dejarle espacio para otra, convirtiéndola en su propia historia. Hipnotizada por la complicidad de mi compañero silente, levanté la mirada al horizonte, y con sereno goce divisé la felicidad del mar que se funde en una línea con el cielo, mientras la brisa acariciaba mi rostro impermeable al sol ardiente. Con mi cabello recogido, aún húmedo, sentía el roce de cientos de granos de arena que el viento incrustaba en mis brazos descubiertos, cruzados, separándome de todo siempre. Y a mis pies, él seguía allí, reptando íntimo, ausente, haciendo zigzag en la vía de arena, como luchando con obstáculos transparentes. Aminoré el paso para disfrutar de su compañía en un lugar que se tornó recipiente del rumor de aguas blancas, conciertos sinfónicos tenues, que acallaban el eco de las piedras ofendidas por la caricia de traviesas olas que jugando dichosas contra ellas cantando arremeten. Y pasaron minutos, horas, años, siglos, hasta que primó el suspenso al sentir en mis pies el frío de una ola que se adueñó de la orilla. Algo eléctrico sacudió mis venas, bajé la mirada mientras del alma me brotaba una gruesa lágrima, una pena ardiente: había desaparecido sin luchar, en su indefensión, estático, se dejó llevar, alucinadamente complaciente. Era insólito no haberlo yo pensado antes: ¡no podía luchar contra la corriente! Aquella lágrima reventó impetuosa sin poderla sujetar sobre mis labios apretados contra un reproche desesperado, ecolálico, que aguijoneaba mi mente: con una sola de mis manos pude rescatarlo, con mis dedos, con dos, sólo con uno, con la palma, con mi pecho… pero nunca intenté siquiera tocarlo o levantarlo, porque él estaba a mi lado y era suficiente. Era la sombra lateral de mi cuerpo de sal transparente, óleo inmortal en los resquicios de un pasado sin presente. Nada quedó de aquello apareado que rozó mis sueños celestiales indigentes. Cerré los ojos para despertar y los abrí de nuevo. Todo fue cierto. No lo imaginé, él había estado allí y se había ido para siempre. Ahora tenía que seguir sola en el camino eterno de la nada, sin partida, sin destino, sin retorno, sin salida, sin mañana… Me senté en la arena a contemplar  mis manos vacías antes llenas, y me dormí en una almohada de arena. Fui oruga diminuta que se volvió mariposa poderosa en el viento sobre una pendiente. Y ante mis ojos apareció el caracol con su mirada fija y su sonrisa mordaz, complacida, abatida, triste, fatal, urgente… Y desperté con él, en los caminos de la nada, donde la vida repta, se eleva, se sumerge.


CANSANCIO
Ivonne Concha Alarcón

Cansancio, extremo cansancio de volar de punta a cabo anhelando los besos ignorados, las manos en la piel cansada, los ojos fijos en el dintel, sentir la música y las flores dispuestas esperando no sé qué, mirando asustada los balcones, pensando en volar como las aves prisioneras, musitando plegarias pidiendo el regreso de la paz, de las risas, las sonrisas. Mirando el colibrí sosteniéndose como un helicóptero. Busco entre las sombras el ángulo oscuro del aburrimiento que afecta mi cuerpo, una pequeña brisa despierta la sensual caricia, el recuerdo de tus besos, el deseo de arrullarte. No quisiera despertar de este sueño largo primaveral en este invierno frío que me cala los huesos. Mis labios silenciosos recorren tu boca sintiendo el deseo extraño. Mírame, aun soy el papel escrito con manchas escritas en el silencio de la noche extraña. Espero, siempre... espero sobre la humedad del mar. Me miro en la niña de tus ojos, me refugio entre tus pupilas, dibujo a besos tu rostro mientras aquí espero silenciosa y estallo en una sonrisa El viento en su loca correría nocturna se posa sobre la chimenea botando la añosa fotografía con aroma a nostalgia. El miedo paraliza mis manos, el otoño mueve las hojas del silencio dando vuelta las páginas de un calendario hostil. Las nubes pintan el cielo de albos algodones, siento las espinas extranjeras del silencio abrazando las copas de los árboles, pensando ensimismada en aquel último beso frente a un arcoíris de paz y sosiego.


SIN ESPACIOS NI TIEMPOS
Guillermina Covarrubias

Voló mas allá de las cumbres borrascosas donde no hay puntos de vistas acogiendo las chispas de la indiferencia sobre el cuerpo, que no tiene espacios ni tiempos, sin razón ni cordura negándose la existencia en palabras vivas y muertas en metáforas irracionales, en orgías con las letras que danzaban sobre la almohada engendrando procreando, sin huir de las fantasías profundas insondables sin despojarse de sus ángeles y sus fantasmas, con el recuerdo que se equívoca nefasto, se volvió extraña del sincronizar las mariposas que pisan en los pistilos de sus ayeres, renegando del lado oscuro de la realidad indómita, con las lágrimas puestas diluyéndole las pupilas ciegas, con los paradigmas y paradojas, híbridos del otoño rugoso nublado quejumbroso como violines en sinfonía fúnebre, arbitrariamente escribe y escribe la catarsis del nuevo fragmento que le revelan sus nocturnos, aún sigue volando en las utopías dejando atrás las cumbres borrascosas diseminadas de rosas azules, porque es ella y porque es también la otra, una mezcla, un mismo vuelo con la realidad de lo irresoluto y la etérea ignorancia.


Viaje por Las Indias
Luis Britto García

E adentrándonos en Tierra Firme por jardines, fallamos homes que el su natural es volar, como los pájaros. E los hay homes arbóreos, que florecen e frutecen e comen de sus propias semillas. E haylos otros que se tornan en las cosas que quieren, e son árboles e son rocas e son ríos y nubes. E otros los hay que el solo alimento que tienen es sus propias vísceras. E los hay de otra traza que todos los de un pueblo son un mismo home y es como si uno solo viviera en distintos lugares a un tiempo. E viven por allí otros que un solo home es muchedumbre de homes distintos. E haylos que remontan el tiempo e son sus propios padres y sus propias madres. E los hay que son de órganos y miembros dispersos y sueltos, que según su capricho y menester agrúpanse e disuélvense en toda suerte de quimeras. E haylo uno que él es al mismo tiempo el home y el mundo en el que aquél vive. E haylos que, asustados, escóndense dentro de su propio cuerpo y no hay manera de hallarlos. E las hay mugeres que son una selva y toda ella llena de los órganos propios, al modo que los viajeros, donde quieren, copulan. E los hay homes que son estrellas fugaces e en las noches de la canícula facen danza en los cielos. E homes los hay de un pueblo, donde el uno huele, el otro ronca, el otro come, el otro orina, e entre todos por partes facen las funciones completas de un solo home. E los hay como topacios, que en su fulgor se mellan las alabardas. E haylos que su vida entera dura un latido. E haylos que un sospiro suyo dura milenios. E haylos tan grandes que sus miembros figúransenos Tierra Firme. E tan pequeños que no son discernibles. E homes haylos también que son siempre olvidados una vez vistos. E haylos que toman la forma del que los mira. E haylos que son su propia sombra. E haylos que su raza tiene diez géneros de sexos, e ayuntan entre todos. E los hay que son sólo palabras e viven cuando las repetimos. E haylos también que son sólo imágenes e existen cuando las recordamos. E los hay que son idénticos a los que fuimos. E haylos que son los que seremos. E otros que son y han sido siempre cadáveres. E los hay de tal hechura, que no hay palabra para referirlos. E haylos de condiciones tales, que de nadie es creída su existencia. E otros hay, que son sólo un aroma. E haylos, que son manchas de luz. E los hay estotros, que son tachones de sombra. E encontramos homes que eran un gran sexo, e vivían dentro de una muger que era sólo una gran funda. E haylos otros que son sólo órganos de los sentidos. E haylos con sentidos configurados de tal forma, que por ellos sólo conocen el deleite. E haylos que son sólo una melodía. E por horror de la maravilla, matámoslos todos.
Caracas, 1940.


Emboscada en el Paseo de las Rosas Negras.
Francisco Antonio Ruiz Caballero.

La escena de la película es la siguiente: Es un jardín de rosas negras, exuberantes pétalos de una fantasía oscura que exhalan afrodisíacamente su untuoso perfume hacia la atmósfera. Es la umbría, bajo una bóveda vegetal acuchillada por pequeños diamantes de luz solar. Hay algunas fuentes, que manan un agua fresquísima, nívea, transparente, a chorros y borbotones sincopados, y en las que beben los gorriones sedientos. La luz del sol, que se cuela entre las ramas de los árboles, pone su brillo dorado a las transparencias del agua de las fuentes. Las rosas exhalan su aroma. Hay diminutas abejas. La víctima pasea. Se detiene junto a una fuente y bebe. Luego se sienta en un banco del corredor vegetal. El asesino aparece. Es una sombra de fuego oscuro, bellísima y estilizada, delgadísima, como un alambre negro, le acompañan las rosas negras exhalantes y preciosas. La imagen pavorosa de la belleza es un arcángel de delgada cintura y hombros perfectos. El asesino camina. La víctima se levanta del banco de mármol en la que estaba sentada y sigue al asesino. El asesino se aleja por el corredor vegetal. La víctima le sigue. Le pierde de vista en un recodo del paseo. Apresura el paso, el asesino está de espaldas, la víctima le mira, el asesino se da la vuelta, ¡¡¡tiene un pincho de hierro en la mano¡¡¡, la víctima sorprendida no sabe lo que hacer, ¡¡¡es tarde para huir¡¡¡¡, el asesino le clava el pincho en la barriga. La víctima cae herida, el asesino se retira entre las rosas.


ENSOÑADOS ARREBOLES
F.S.R.Banda

Yo dejaba que tu boca me naciera como aquella rosa en su rojo contenida, que la madrugada amaneciera en tu piel de luna llena, desdoblaba la mañana para ir a encontrarte en los pájaros entumecidos, en las piedras sin ruido sobre las tierras quemadas, veía llegar la noche con sus arreboles impuros, con las intenciones perfumadas desde el borde de tu cuello besado hasta el silencio, con las estrellitas esparcidas en el terciopelo triste que no acababa en tu ausencia sino seguía parpadeando como un león cansado en los aleros de tus pestañas. Cristalizaban entonces nuestros serenos imposibles, el destiempo, la distancia, los otros, el no haber coincidido en el mismo barrio o la misma calle cuando aun era el tiempo, la lluvias inútiles y los parques vacíos, las garúas en horas equivocadas, ese destino que no supo tejernos la trama del encuentro con los besos y los anhelos de una posesión que atravesara los instintos y los convirtiera en una sola caricia. Había voces instaladas en los bordes del otoño, musgos esperando y hiedras hibernando, y yuyos dormidos en sus latencias de semillas amarillas bajo los escombros y los naufragios. Yo te veía venir desde el otro lado del espejo, entre las dalias de un jardín ya imposible donde tu primavera florecía esperando la vendimia de los años por venir, y un mar de veleros atrapados que se desvanecían en los imprevisibles oleajes de todas las tormentas. Las tardes eran extensas planicies sin horizonte donde yo esperaba tus furias y tus celos, tus pasiones y tus extravíos, tus fugas y sus retornos, pensándote en un extremo de los años que faltaban para que se cumplieran los designios de la borra de tu café y las premoniciones que escribían los caracoles en los muros de mi invierno. Yo me quedaba extraviado en los jardines de las madreselvas como si ese poco tiempo fuera nuestro mientras tú desaparecías en esos lugares extraños, patios, jardines, cuartos y corredores con altos ventanales, todos sitios de la memoria más profunda, aquellos donde se guardan los años felices. Ya chapoteando en los último arreboles del crepúsculo me despedía con un abrazo tierno y un impúdico beso en tu boquita esquiva en cualquier esquina donde nos encontrara la noche que nos separaba, y me iba sintiéndome culpable de tus desencantos y tus desengaños, aun sabiendo que ambos caminábamos siempre juntos de la mano por esos rumbos de perdición y sueños inconclusos.



La forma de poema es una desgracia pasajera.
Osvaldo Lamborghini, “Die Verneinug”, 1977.

Revista PARADOXAS N° 211
1º de Agosto de 2015