viernes, 8 de mayo de 2015

PARADOXAS Nº 205

PARADOXAS

REVISTA VIRTUAL DEL SURREALISMO NEOBARROCO

Año XI - N° 205


INDICE

Manifiesto (hablo por mi diferencia) - Pedro Lemebel
DESPEDIDA - Bernardo Díaz
Lemebel y los ángeles del cielo - Alex Vigueras
LA NOCHE Y SUS SIETE CAMBIOS - Ivonne Concha Alarcón
PREPARADA A EXTRAÑARTE - Beatriz Graciela Moyano
CORAZÓN - Guillermina Covarrubias
La Fuente. - Francisco Antonio Ruiz Caballero
SIGNIFICANTES - F.S.R.Banda


EDITORIAL

Adiós mariquita linda
Carlos Peña

Se llamaba Pedro Lemebel. Escribió crónicas, novela, columnas, hizo performances. Acaba de morir antes de ayer. ¿Qué significa Pedro Lemebel para la cultura chilena?
Mucho.
Fue proletario, fue comunista y fue homosexual.
Esas tres cosas sumadas resumían, en el Chile de la dictadura, el de los ochenta, e incluso en el de hoy, casi la exageración de la marginalidad. Pero Pedro Lemebel, en vez de disimularlas, de ocultarlas en la sombra de otras cosas, de camuflarlas con el éxito, las puso a plena luz y las transformó en literatura.
Al revés de lo que suele creerse, la literatura no consiste en distraer la realidad sino en desnudarla. La realidad, el día a día, suele llegar hasta las personas envuelta en un vaho de prejuicios, de clichés y de ideología que impiden verla tal cual es. La literatura, la buena literatura, en vez de hacer más tupido ese vaho, lo disipa con las armas de la imaginación y acaba, de esa forma, mostrando la realidad verdadera. Si Nicanor Parra habla el lenguaje de la calle, el lenguaje de ese sujeto que es todos y es nadie; si José Donoso pronuncia el lenguaje de una clase dominante y decaída, la clase que asiste a su propia delicuescencia; Pedro Lemebel habla el lenguaje de lo excluido, de aquello que la cultura se esmera en negar y en borrar y que cuando no lo logra, y como una forma torcida de venganza, lo dulcifica y lo normaliza. Él empleaba el lenguaje, ese barroco extraordinario de los callejones y de los barrios, para sacar a la luz la sensibilidad homosexual y la marginalidad de las poblaciones, mostrando que en ella hay tanta reflexividad y realización de la condición humana, que eso es la cultura, como en cualquier otra clase.
Hoy día también el Partido Comunista, con toda razón, lamentará su partida y saludará, como gusta decir, su obra. Y todo eso está muy bien, pero no hay que olvidar que para el partido fue también inicialmente un excluido. Lo más parecido en esto a la Iglesia Católica, el Partido Comunista chileno también consideró durante mucho tiempo a la homosexualidad una desviación, un trastorno burgués, una forma de decadencia que acababa dañando los intereses de la clase y que, por eso, debía ser disciplinado, sometido a los cánones de lo que se tenía por normal. Ya es mucho que Pedro Lemebel fuera gay , careciera de padre (borró su apellido paterno para recordarse a sí mismo, con orgullo, que era un huacho), tuviera origen proletario y escribiera. Que además se atreviera a ser comunista y gracias a eso cambiara en el comunismo chileno, y es de esperar que para siempre, su actitud hacia lo gay , es parte de la contribución que él hizo a la cultura chilena.
Alguna vez dijo que hablaba y escribía desde la diferencia. Se equivocaba. Cuando se leen sus cuentos, su novela y sus crónicas, el lector siente que en él hay algo distinto al simple deseo de exaltar la mera diferencia. Lo que hay en él es un esfuerzo por rechazar cualquier intento de normalización, una especie de rebeldía frente a quienes querían transformarlo en simple excentricidad, convertirlo en un rareza que entretenía y no causaba daño. Y es que Pedro Lemebel hizo del resentimiento no un sentimiento maligno o ilegítimo, sino la fuente de una rebelión intelectual que mostraba, mediante la palabra y a fuerza de imaginación, que la realidad que se tiene ante los ojos a veces no merece ser respetada. Y que el Zanjón de la Aguada, las poblaciones de la periferia y la pobreza no deben ser vistas solo al trasluz de la injusticia, al amparo del paternalismo: ellas, en su opinión, también son capaces de reflejar lo mejor de la condición humana.
Gracias a su palabra, el Zanjón de la Aguada dejó de ser un resumen de miseria y se transformó en una fuente de resentimiento productivo, en un espejo del revés de la modernización. Y en ese espejo, Pedro Lemebel fue capaz de mirarse y de ver en su imagen al Chile de hoy.
Michel Foucault, poco antes de morir, dijo que escribía, e incluso hablaba de sí mismo, para ocultar su propio rostro.
Quizá Pedro Lemebel no hacía más que ocultarse tras el barroco enrevesado de sus crónicas. Y tal vez detrás de sus desplantes, de sus performances de los años ochenta y de sus alardes de rebeldía, está un rostro por descubrir. Y es que eso es la literatura: un quehacer que desnuda a la realidad al precio de ocultar al indiscreto que, como Lemebel, tiene el talento, y el valor, para revelarla.

En El Mercurio del Domingo 25 de enero de 2015. Vale.

El Editor


Manifiesto (hablo por mi diferencia)
Pedro Lemebel
(Santiago, 21 de noviembre de 1952 - Providencia, Santiago, 23 de enero de 2015)

No soy Passolini pidiendo explicaciones
No soy Ginsberg expulsado de Cuba
No soy un marica disfrazado de poeta
No necesito disfraz
Aquí está mi cara
Hablo por mi diferencia
Defiendo lo que soy
Y no soy tan raro
Me apesta la injusticia
Y sospecho de esta cueca democrática
Pero no me hable del proletariado
Porque ser pobre y maricón es peor
Hay que ser ácido para soportarlo
Es darle un rodeo a los machitos de la esquina
Es un padre que te odia
Porque al hijo se le dobla la patita
Es tener una madre de manos tajeadas por el cloro
Envejecidas de limpieza
Acunándote de enfermo
Por malas costumbres
Por mala suerte
Como la dictadura
Peor que la dictadura
Porque la dictadura pasa
Y viene la democracia
Y detrasito el socialismo
¿Y entonces?
¿Qué harán con nosotros compañero?
¿Nos amarrarán de las trenzas en fardos
con destino a un sidario cubano?
Nos meterán en algún tren de ninguna parte
Como el barco del General Ibañez
Donde aprendimos a nadar
Pero ninguno llegó a la costa
Por eso Valparaíso apagó sus luces rojas
Por eso las casas de caramba
Le brindaron una lágrima negra
A los colizas comidos por las jaibas
Ese año que la Comisión de Derechos Humanos
no recuerda
Por eso compañero le pregunto
¿Existe aún el tren siberiano
de la propaganda reaccionaria?
Ese tren que pasa por sus pupilas
Cuando mi voz se pone demasiado dulce
¿Y usted?
¿Qué hará con ese recuerdo de niños
Pajeandonos y otras cosas
En las vacaciones de Cartagena?
¿El futuro será en blanco y negro?
¿El tiempo en noche y día laboral
sin ambigüedades?
¿No habrá un maricón en alguna esquina
desequilibrando el futuro de su hombre nuevo?
¿Van a dejarnos bordar de pájaros
las banderas de la patria libre?
El fusil se lo dejo a usted
Que tiene la sangre fría
Y no es miedo
El miedo se me fue pasando
De atajar cuchillos
En los sótanos sexuales donde anduve
Y no se sienta agredido
Si le hablo de estas cosas
Y le miro el bulto
No soy hipócrita
¿Acaso las tetas de una mujer
no lo hacen bajar la vista?
¿No cree usted
que solos en la sierra
algo se nos iba a ocurrir?
Aunque después me odie
Por corromper su moral revolucionaria
¿Tiene miedo que se homosexualice la vida?
Y no hablo de meterlo y sacarlo
Y sacarlo y meterlo solamente
Hablo de ternura compañero
Usted no sabe
Cómo cuesta encontrar el amor
En estas condiciones
Usted no sabe
Qué es cargar con esta lepra
La gente guarda las distancias
La gente comprende y dice :
Es marica pero escribe bien
Es marica pero es buen amigo
Super-buena onda
Yo acepto al mundo
Sin pedirle esa buena onda
Pero igual se ríen
Tengo cicatrices de risas en la espalda
Usted cree que pienso con el poto
Y que al primer parrilazo de la CNI
lo iba a soltar todo
No sabe que la hombría
Nunca la aprendí en los cuarteles
Mi hombría me la enseño la noche
Detrás de un poste
Esa hombría de la que usted se jacta
Se la metieron en el regimiento
Un milico asesino
De esos que aún están en el poder
Mi hombría no la recibí del partido
Porque me rechazaron con risitas
Muchas veces
Mi hombría la aprendí participando
En la dura de esos años
Y se rieron de mi voz amariconada
Gritando: Y va a caer, y va a caer
Y aunque usted grita como hombre
No ha conseguido que se vaya
Mi hombría fue la mordaza
No fue ir al estadio
Y agarrarme a combos por el Colo Colo
El fútbol es otra homosexualidad tapada
Como el box, la política y el vino
Mi hombría fue morderme las burlas
Comer rabia para no matar a todo el mundo
Mi hombría es aceptarme diferente
Ser cobarde es mucho más duro
Yo no pongo la otra mejilla
Pongo el culo compañero
Y esa es mi venganza
Mi hombría espera paciente
Que los machos se hagan viejos
Porque a esta altura del partido
La izquierda tranza su culo lacio
En el parlamento
Mi hombría fue difícil
Por eso a este tren no me subo
Sin saber dónde va
Yo no voy a cambiar por el marxismo
Que me rechazó tantas veces
No necesito cambiar
Soy más subversivo que usted
No voy a cambiar solamente
Porque los pobres y los ricos
A otro perro con ese hueso
Tampoco porque el capitalismo es injusto
En Nueva York los maricas se besan en la calle
Pero esa parte se la dejo a usted
Que tanto le interesa
Que la revolución no se pudra del todo
A usted le doy este mensaje
Y no es por mí
Yo estoy viejo
Y su utopía es para las generaciones futuras
Hay tantos niños que van a nacer
Con una alita rota
Y yo quiero que vuelen compañero
Que su revolución
les dé un pedazo de cielo rojo
Para que puedan volar.

[Texto leído como intervención en un acto político, septiembre de 1986, Santiago de Chile.]


DESPEDIDA
Bernardo Díaz

Tuve el privilegio de asistir a su funeral. Sin jamás haberlo conocido en persona, lo sentía muy cercano. Su pluma, y sus plumas, eran las mas vistosas, irreverentes, ingeniosas, tan verdaderas, tan lacerantes, y tan únicas, como no hay otra en Chile hoy. Varios quisieron tironearse al muerto, como dijo uno de sus amigos en el momento de los discursos, como si su memoria le perteneciera a algunos, a los compañeros, o a las organizaciones colas... Error. Nos pertenece a todos. O por lo menos a quienes queremos que así sea. Aunque sea cola no militante. Aunque no sea compañero. Por ti Pedro me pegué una quemada atroz, parezco pancora, porque en la alharaca del sepelio, se me olvidó llevar un sombrero. Y después del entierro, con mi hermano que te amaba como a un padre, o como a un hermano, o un hijo, a quien acompañaste desde la radio durante algunos de sus más oscuros años, nos fuimos a un restaurante peruano a comer y tomar. 5 piscos sour catedral en tu honor. Te fuiste Pedro, demasiado pronto, o tal vez no, porque un caballero, y una dama, siempre saben cuando es momento de retirarse.


Lemebel y los ángeles del cielo
Alex Vigueras *

Ese día, el encargado de protocolo del Departamento de Bienvenidas del Cielo estaba escandalizado. Un grupo de Querubines había quedado de decorar el lugar de la fiesta de bienvenida y, según su criterio, había quedado horrible: tantas flores de colores fuertes, los manteles fucsias y anaranjados, guirnaldas por todas partes y ¡hasta globos habían puesto! Su argumento era que los colores utilizados en la decoración no estaban entre los aceptados por el departamento de protocolos del Cielo. “¡Cuando el Padre se entere!, gritaba como desaforado por los pasillos. “Lo que pasa es que averiguamos lo que le gustaba al celebrado de hoy -se defendía uno de los encargados de la decoración”.
La fiesta de ese día era tan especial que el mismo Espíritu Santo se ofreció para preparar la música. Le habían propuesto algo discreto: tal vez unos violines, un piano para dar elegancia. El Espíritu puso cara de descontento y mandó recado a todo músico que se encontrase cerca. Tenían que ir a la fiesta, cada uno con su instrumento, pues la bienvenida de ese día era importante, de categoría “Premium” (reservada solo para aquellos que en vida han sufrido mucho). Llegaron acordeonistas, guitarreros, flautistas y zampoñeros; llegaron arpas y charangos, bateristas y organilleros. El Espíritu Santo no contenía su alegría al ver tanto instrumento. Para esa noche había que preparar de todo: comenzarían con un gregoriano solemne (para no escandalizar a algunos), pero luego seguirían con tangos, cuecas bravas y boleros, valses peruanos y unos cuantos corridos, para rematar con un repertorio con las mejores 1500 cumbias de la historia.
Cuando la fiesta terminó, el lugar era un desastre: todo desordenado, botellas por el suelo y plumas desperdigadas por todo lugar. ¡Dicen que bailaron como tres días seguidos! Se comenta que algunos ángeles se copetearon e hicieron escándalo. Alguien se dio cuenta de que, en un momento Pedro Lemebel se puso melancólico, tal vez por los que había dejado atrás, o por los recuerdos de todo lo que había sufrido, y que el Hijo con una servilleta le había secado las lágrimas y le habría dicho: “Éstas son las últimas”.
No faltó el que hizo escándalo de cómo estaban vestidos los ángeles: se habían teñido las plumas de colores chillones, pintado los labios rojos y se habían puesto unas coronas de flores en sus cabezas. “Que esa facha era indecente, que no estaba a la altura de su dignidad, que dónde se ha visto a serafines con plumas de colores”. “¡Qué va a decir el Padre!”, era la frase que, como letanía, se escuchó en toda la preparación de la fiesta.
Cuando ya estaba todo preparado, alguien grita: “¡Ya viene!¡Avísenle al Hijo que es quien tiene que recibirlo!”. Cuando apareció Jesús todos se sorprendieron: venía vestido con una túnica naranja, con adornos rojos y amarillos. Nunca lo habían visto vestido de otro color que no fuera el blanco. Obviamente nadie se atrevió a criticarlo. En ese momento el jefe de protocolos anunció solemne: “Damos la bienvenida a nuestro recién llegado: Pedro Segundo Mardones Lemebel”. Cuando apareció bajo los pliegues de las cortinas rosadas, Jesús se acercó, le besó la mano y le dijo con cariño: “Bienvenida”.
Cuando la fiesta terminó, el lugar era un desastre: todo desordenado, botellas por el suelo y plumas desperdigadas por todo lugar. ¡Dicen que bailaron como tres días seguidos! Se comenta que algunos ángeles se copetearon e hicieron escándalo. Alguien se dio cuenta de que, en un momento Pedro Lemebel se puso melancólico, tal vez por los que había dejado atrás, o por los recuerdos de todo lo que había sufrido, y que el Hijo con una servilleta le había secado las lágrimas y le habría dicho: “Éstas son las últimas”.
¡Cuando el Padre supo!… cuando el Padre supo… dicen que se reía a carcajadas y pedía que le contaran una y otra vez los detalles de esa fiesta Premium que sería recordada por los siglos de los siglos y otros siglos.

31 de enero de 2015
* Superior Provincial de la Congregación de los Sagrados Corazones.


LA NOCHE Y SUS SIETE CAMBIOS
Ivonne Concha Alarcón

Aunque la noche haga sus siete cambios nocturnos, se siente gris, opaca, durmiente, el cuerpo se agita buscando su verbo interno, la flor sigue viva resplandeciente aunque se siente borrascoso el calor humano enamorando la vida. La tempestad siempre brinca sobre el rosal sacudiendo las hojas clavando sus filosas espinas, se acerca removiendo la calma desprotegiendo el alma provocando a la vida. Las hojas en invierno en suave murmullo agitado se mecen aireando el paso a los caminantes, caen al suelo entre tempestades feneciendo silenciosas sin duda sin gloria, su enemigo el viento fiero injusto mezquino liviandad efímera sin consistencia sin sentido. Viento susurrante, murmurante, arrullador, rumoroso, apacible, soplando gimiendo incansable gritando silencioso el dolor que a su pecho hiere. Cabello ondeándose al viento meciendo – meciendo se agita apresurado e inquietante e insultante cayendo a la tierra húmeda, barrosa, mojada. Hojas envolventes en caricias ansiosas asomadas gritan los muros deshojados sin ramas sin flores la brisa suave se acerca al oído curioso expectante, gimen los rosales, gimen los niños, gime el silencio. La tarde se clava hastiada en el dintel de la puerta añosa, quebrajada, ruidosa, solitaria, celosa, aldabas resonando se agitan curiosas, celosas, egoístas, los perros ladran alejando las ilusiones de vida, los pensamientos inquietantes se alojan en rencores, despiertan las nostalgias, se agitan los sueños, se asoman los deseos, se incita al riesgo se provoca a la calma dejando un reguero de sentimientos heridos. Se revisan los hechos, se lee el pasado, se aventura el futuro. Es tiempo de juicio, evaluación de lo hecho, el momento de metas. Las hojas siguen huyendo, renacerán los brotes, rebrotará la vida, son las expectativas, alejando lo viejo volverán los sueños, volverán lo anhelos, la vida revivirá como cada mañana abriéndose al amanecer los portones bloqueados, se abrirán los caminos, renacerán las flores, volverá la vida como en cada primavera.


PREPARADA A EXTRAÑARTE
Beatriz Graciela Moyano

Dices que te vas y me preparo a extrañarte, voy a ver qué hago con estas sensaciones, aún no te has ido y  tengo frío, no cae nieve y se escarcha el aire sin el cruce constante en el territorio de las miradas, unidas van nuestras almas siempre y se hacen una en la tarde crepuscular, eso siempre será hasta el fin de los días, pero dices me voy esta noche y los azahares del naranjo se desmenuzan.  Los ojos encierran un dejo de tristeza en el sin brillo de misterio, imagino tu mano que se agita y se columpia el silencio en mi todo, tu mirada también emite rayos de pesadumbre. Escribo o me hundo en la noche entre nubes lejanas y sombrías, ni el canto de los gallos me despiertan, ni los benteveos en lo alto de los árboles consiguen que se rompan los minutos y agonicen las horas hasta llegar la mañana de otro día en un sueño profundo donde apenas siento el delineado de tus caricias, no te has ido todavía y me preparo a extrañar tu aliento que no respiro hasta cruzar las rutas de las palabras que no escucharé, solo horas o días eternos estaré en sueños con la luna amarilla de junio y el solsticio de invierno recién llegado, en misticismo total que me arrebata de las formas reales, aferrado a mi pecho, sereno, dormido te siento. Y yo como en los trances infantiles de ayer, levito por la sala, salgo de la casa al jardín, mi balcón de geranios y malvones, corto una flor, para rosear de pétalos el lecho y seguir soñando juntos, para no extrañarte, amor.


CORAZÓN
Guillermina Covarrubias

Hay cuerdas en el corazón humano que seria mejor no  hacerlas vibrar
(Charles Dickens)

Corazón laberinto de mis sueños en el fondo alunado, se agita y que no dice nada aun frente al espejo suicida, incierto dormido entre llamas del espanto, alquimias y herejías que reptan por los rincones.  Un jeroglífico de pastos heridos rozados como mariposas en el cabello de mis nostalgias, con un perfume equivocado destripo la memoria, con monosílabos en el embrujo del amor, que no ha bebido tu rostro demacrado por las noches sin rumbo dejando la mirada tras las zapatillas  rojas  aterciopeladas del pensamiento abrupto, como de una gacela  perforada por un tiro  de cazador maquiavélico. Y avanzo  por la sublimidad de tus cánticos  embelesados,  como el vuelo de los queltehues,  arrinconados por piedras rotas de una honda milenaria, recuerdo a David y Goliat, un trasatlántico,  el faro del fin del mundo, con sus relámpagos de fuego. Ulises y el enigma de las medusas y el recuerdo de tu voz. Me desosiego los fragmentos miserables subterráneos  que cruzan cada cascada de las caóticas paginas con  esos versitos insomnitos donde se atascan las penas de la rosa ruborosa áurea de sueños. Desaparecidos gorriones en el plenilunios los suspiros susurrados de oruga frugal construyendo musgos en la cavidad  de la almohada  por que la luna llegó atrasada a la repartición de magnolias y metáforas, honduras y desengaños, que empuña en una esquina conocida de un invierno gastado, por los átomos del ocaso  y el refugio mustio de azogue en decadencia entre el negro dulce y rojo agrio te encontré , me encontraste vaciando los cimientos de un sueño paradazo  sobre las ruinas de otro sueño fatídico encapsulado en una botella apagada con silencios, ausente en las palabras del olvido en la luz del amor confundido, en una trampa de primavera arrumbada dentro del pecho.


La Fuente.
Francisco Antonio Ruiz Caballero

La fuente tiene un espejo negro. Tan profundo como la noche. Es la pupila de una muchacha rebelde que furiosa, soberbia, y admirable, se niega a entregar sus encantos al Gran Sultán. Encerrada en su palacio de oro, ella, entre los damasquinados de plata y el terciopelo de los cojines dorados, reposa, rodeada de gatos, mientras toca, de un arpa de vidrio, una melodía verde, dulce, y amarga, en la que flotan colibríes azules. Por la ventana se ve el jardín. Es un jardín dorado lleno de Hibiscos naranjas. La presencia de los pavos reales pone su nota barroca y cristalina a un arroyo transparente que lo cruza. Tienen los pavos reales las astillas de cristal verde de las plumas sobre su cabeza, y la majestad de un jardín en el que no se pone nunca el sol, tan dorado como una playa en verano, de ámbar puro, como una gota de miel de romero observada en un rayito de la tarde. El arroyo canta a su vez una canción de lirios imposibles y se dirige a un estanque donde un solitario nenúfar blanco atrae a una libélula roja que se posa y no se posa en uno de sus pétalos de nácar. La muchacha pulsa una cuerda del arpa, que vibrando en verde, eleva hacia el mediodía un perfume de naturaleza indescifrable, que compite con el sutil aroma de los hibiscos, como dos guerreros fantasmas por un tesoro de perlas. A sus pies un gato cenizoso tiene un collarín amarillo en el que un cascabel de plata suena como un diminuto grillo nocturno. Asciende en toda la habitación el aroma del incienso quemado. Un cojín de seda naranja es arañado con furia por un gatito. La muchacha deja de tocar el arpa y todos los relojes de Samarcanda se detienen de pronto, cuando el verdugo iba en ese mismo instante a depositar su alfanje sobre la cabeza de un hereje. Y en el silencio de la melodía suspendida una gran pompa de jabón perfumado estalla.  Se espesa el silencio como una gran mariposa de alas amarillas, y la muchacha deja el arpa en el suelo, se calza unos zapatitos de níquel y se dirige hacia el gatito, sin que el frío de los azulejos del suelo, le den un pellizquito a sus talones de gacela. Recoge el gatito entre sus manos y lo acaricia y el tacto del armiño es tan suave como la cintura de una nube blanca. El sultán entonces hace sonar las diez mil trompetas de su palacio porque marcha a la guerra, y el gatito, asustado, araña a la muchacha en la cara, con una violencia de terremoto salvaje, y es el cuchillo de la uña del gato un frenesí de diamantes y rubíes, o un Dhinjg de naturaleza de fuego. Corcheas de diamantes se suceden en la partitura escarlata y una chispa naranja salta de un crisoberilo. Sangra la muchacha desde el párpado hasta el labio, por una herida de astillas felinas, y es como si a la luna la sorprendieran bañándose en un abismo negro de brea licuada. Se ha depreciado el valor del tesoro, que el sultán apresaba bajo cuatrocientas llaves. Y un ladrón ha robado de un ánfora de alabastro un perfume de algalia de voluptuosidad infinita. La fuente tiene un espejo negro, es un jardín de noche en el que suspira un jazminero, que hacia el cielo eleva su plegaria nocturna, dulce como una transida mano sin guante. Y tres palomas blancas duermen bajo la luna. Cuando llegue a mi casa me recibirá mi Yorksie, con un festival de cosquillas y lirios, mi perrito pequeño saltará de alegría, dando cabriolas y moviendo el rabito, como una culebrilla o una salamanquesa, y será tan bonito como los colibríes. Mi esfuerzo por alargar este cuento de la Arabia, es como una piedra de bordes afilados, con la que tengo que dibujar en una pared de mármol el nombre de Sevilla en todas las lenguas. ¡¡¡¡Cuánto brilla el Guadalquivir ahora mismo¡¡¡¡. Ojalá conmoviera el canto de los ruiseñores el corazón de los asesinos.

Noviembre 17, 2008


SIGNIFICANTES
F.S.R.Banda

Desato la margen obligada, los renglones de tu voz extraviada en los borrones y la citas a pie de página, dejo los versos inconclusos, la oración sin verbos, el párrafo inacabado, todos mentideros de los ocasos sin ti, borradores donde se aconchan las tintas que te escribirán los últimos palimpsestos, la elegía o el discurso solemne de tu fuga, el responso por tus ojos en vuelo. Codifico la nostalgia en las opacas voces que escapan por sus propios significados en un glorioso caos de sinsentidos y permanencias inútiles, que no soportan el escrutinio de diccionarios o glosarios, que poseen los misterios de tu presencia equivoca y los signos intraducibles de tus pasos. Te incrusto en la realidad ilusoria con manuscritos voraces donde describo con precisos detalles tus labios en los infinitos matices de sus besos, a veces dejo en blanco los lugares donde la gramática me traicionaría o cuando no existe aun el vocablo que describa con luminosa precisión un rasgo, un gesto, un rictus que solo tú posees y te hace única entre todas la antiguas princesas, reinas descoronadas y emperatrices vigentes. Acometo descripciones y écfrasis con tu rostro dibujado en los espejos, la silueta siempre lejana de tu cuerpo, tu sombra en las piedras o en el muro, y el ferviente y nítido recuerdo de aquella vez en que te mire absorto mientras naufragábamos tomados de la mano en el definitivo e irrevocable crepúsculo. Para tu mayor gloria incesante invento en cada frase un lujoso dialecto literario, una complejidad lingüística que solo tú puedas traducir en el estiaje de las tardes del tedio, cuando no encuentras la certidumbre de mi cercanía como un eco reverberando en el silencio. Y mi escritura te narra en sutiles anilinas y te versifica en un rito suntuoso anterior al mismo lenguaje, te rompe en silabas susurradas desde el desasosiego o el insomnio, te fragmenta a veces en metafóricas grafías neobarrocas y te retrata verbalizada por los siglos de los siglos en los furtivos encantos de mis textos inexplicables. Voy dejando tus rastros escritos en todos los antiguos pergaminos que refieren las historias de castas doncellas que encontraron el amor en los primaverales jardines de sus tersas juventudes, que les robaron el primer beso entre los perfumados rosales y que una noche se difuminaron adormecidas antes de la clara luminosidad del alba, para muchos años después volver a evaporarse en un vaho violeta y púrpura un atardecer cualquiera de su dulce madurez inmarcesible.


La forma de poema es una desgracia pasajera.
Osvaldo Lamborghini, “Die Verneinug”, 1977.

Revista PARADOXAS N° 205
1º de Febrero de 2015


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