PARADOXAS
REVISTA VIRTUAL DEL SURREALISMO
NEOBARROCO
Año XI - N° 204
INDICE
La Bastilla 2014 -
Nieves Mª Merino Guerra
LA IRA ROJA - Ivonne
Concha Alarcón
VOLAR HACIA ADENTRO -
Beatriz Graciela Moyano
HE VUELTO... -
Marisol C.
RECUERDOS - Hernán
Jorquera
En los jardines de
Amaranta - Roberto Federico Novoa Olvera
El Espantapájaros
verde. Francisco Antonio Ruiz Caballero
ESCRIBA AMIGA,
ESCRIBA - F.S.R.Banda
EDITORIAL
“Yo vine a murmurar el neobarroco, con toda esa prepotencia del murmullo. Pero
sé que murmurar, en nuestros días, nos alertó Foucault, se ha aproximado
infinitamente a su origen. Es decir, a ese sonido inquietante que en el fondo
del lenguaje, anuncia tan pronto como se estira un poco la oreja, aquello
contra lo que uno se resguarda y, al mismo tiempo, hacia lo que uno se dirige:
la muerte. El lenguaje está escuchando ahora, en el fondo de su madriguera, ese
rumor inevitable y creciente. Y para defenderse es necesario que siga los
movimientos, que se convierta en su fiel enemigo, que no deje entre ellos más
que la delgadez contradictoria de un tabique transparente e irrompible. Es
preciso hablar sin cesar durante tanto tiempo y tan alto como ese ruido
indefinido y ensordecedor —más largo tiempo y más alto para que al mezclar su
voz con él se llegue si no a hacerlo callar, si no a dominarlo, al menos a
modular su inutilidad en ese murmullo de muchas bocas y sin término que pudo
llamarse «ensayo».
Pero tampoco supe «ensayar». Sé
hacer, en todo caso, lo que imagino que los neobarrocos hicieron: negarme a ser
neobarroco, tal vez porque en esa negación está el origen de su sentido. Niego
y resto y desagrego en exceso para no soportar el rastro del vacío que nos
horroriza. Porque cabría preguntarse por el origen micropolítico neobarroco
latinoamericano, que no fue otra cosa más que la opresión, la censura, la
inquisición, la dictadura militar: fuerzas de origen, pasajes entre lo que los
brasileños llaman lixo (pobreza) y luxo (lujo); para no señalar tan sólo su
proliferación en la sexualidad o en las andanzas marginales como lo hizo y lo
logró Néstor Perlongher.
«Pero vos ya no sos neobarroco» o
«está envejeciendo el neobarroco», creí oír ayer, y creo que no. Es cierto que
en mi trabajo poético me volví hacia una simple extrañeza personal, como alguien
que se mira dormir en el espejo y siente piedad de sí y también miedo de sí. Lo
cierto es que me transformé en ese escriba que imaginé al comienzo de mi obra:
ese vago durmiente arrastrado por una autobiografía irreprochable por
desconocida. La poesía es ese proyecto del que nadie habla, como dijo Ashbery,
porque nadie lo volvió asequible, nadie lo alcanzó y eso es neobarroco: esa
distancia, esa querella tácita, esa guerrilla cifrada contra el otro cuchicheo
de las Parcas. Aunque en ese proyecto esté tantas veces incluido uno mismo —a
despecho de sus sentimientos si no de lo sentimental, que uno siempre detesta
en la realidad pero colma de emoción en cada sílaba, en cada melodía barata.”
Fragmento de “Todo sobre el
neobarroco”, Arturo Carrera, 2007. Vale.
El Editor
LA BASTILLA 2014
Les explota la Revolución entre
las manos asarmentadas ante el altar de los milagros olvidados. Fuente santa y
poderosa que ahora mana sangre descarnada entre nuevos -ridículos, abusivos- nobles gotosos y
plebeyos que en sudarios hastiados de hambre extorsionada ante la
injusticia derivan sus gritos encendidos
con la ira y el miedo sin doblegarse ante la muerte acechante, sedienta,
palpitante, presente e impiedosa siempre. Airosa corre por la callejuela la inocencia dulce excrementada entre la
locura imperante donde los colores se turban en el sepia agriamargo y
destructivo con demencial tufo a dolor innecesario, advertido, recurrente
durante años de impiedad insensible. Deleznable tumefacción extendida en
metástasis sociales mixturadas entre sueños y realidades que se convocan bajo
la luz de ésta luna creciente mientras aumenta la marea humana supurando
hartazgos. Infantes ahocinados, endulzando calambres con amores y juegos
fantasiosos evadiéndose -incautos-
susurrando o cantando mundos sableados
que acabarán por guillotinarles la vida apuntalada en sus cuerpos y
almas platónicamente dualizados entre el sinsentido brutal alquímico
visualizado incluso por el más inepto e ignorante de los espectadores pasivos
augurando un final nada envidiable. ¿O quizá...?
LA IRA ROJA
Ivonne Concha Alarcón
Ira roja granate va pasando rauda
de un extremo a otro, quedándose en rosado estático. Extraviada en la tarde
verde silenciosa en calma se pierde la memoria entre los reflejos del despiste
y la ansiedad que provocan las inseguridades, los celos y las cigarras
noctámbulas junto al búho mirón empedernido. Se acomodan los pajaritos en sus
jaulas, esperan les traigan sus hojas de lechugas frescas exquisitas y desde ya
se deleitan con los gustos de sus papilas gustativas. ¿Tendrán papilas
gustativas los pajaritos?, lo dudo pero si las tuvieran sentirían el placer de
degustar las hojas de las lechugas frescas y tiernas. Despiste e inseguridad
provocan los celos de las palomas que cogen la comida que no es suya,
despliegan los lamentos a lo largo y ancho de la calle principal de una ciudad
inventada imaginando el resultado cruel de la falsa esperanza. Aparecen a lo
lejos los espantos del fuego que salpica chispas y chispas que queman las
piernas de las brujas que danzan sus bailes sacros para curar a los enfermos.
Los jóvenes ríen y bailan sin parar la música sin sentido. Las noches son
largas, provocan la lujuria de los cuerpos que deambulan por las calles de los
exaltados jóvenes que buscan diversión, la corriente va y viene de un lugar a
otro, las piedras se entremezclan con los peces, y los musgos de las orillas
enredados en los berros siempre mojados y la piel fresca donde se quedan los
sueños ansiosos que hablan y dicen de pecados de la carne. Vuelan las
mariposas, caminan las lagartijas, a lo lejos mira el gato observador siempre
al acecho de cualquier descuido. La herida de la muerte clavó sus puntiagudas
uñas sobre el candelero de la bruja larga y seca que camina a través del bosque
tras la montaña. Se sienten las sirenas al paso de los gigantes gordos que se
ven entre los ojos semi cerrados de los niños que se lavan el pelo en la tarde
al lado del charco donde hay zancudos y mariposas que huelen a cosas feas y horribles
y las azucenas blancas que adornan la gruta de la Virgen de Lourdes.
VOLAR HACIA ADENTRO
El colibrí brinda un recurso al
desespero de la inexistencia. Es su vuelo pequeño y grácil, las distintas
direcciones y ese batir de alas con iridiscentes tornasoles llena de misterio
la tarde florecida. Va hacia adentro, atrás, se desplaza a los lados siendo
único y mágico hilo conductor de su búsqueda. Adentro, la paz, el eje, la
virtud, allí domina el silencio en gratitud para el alma. Midió el abismo y no
sintió temor, sintió un toque demencial, chispa derivada de los girasoles
amarillos, locos girasoles de feroces amarillos cubriendo las paredes de Saint
Rémy. El mismo los cortó en profundo secreto y reserva los mantuvo y pintó cada
día, hasta que se volvieron mustios totalmente. Despiadados girasoles... no le
revelaron la presencia barrotes delineados transparentes y Vincent se quedó
dormido sobre los pinceles empapados de amarillos ocres. También en sus sueños
estaba el diminuto pájaro amarillo tornasol. Un nudo se instaló en el centro
donde el aire todavía era tibio, apretó su cuello un cerrojo de asfixia, era
como una premonición, algo sucede, o quizá será, dijo. El colibrí brinda un
recurso para imitar, es el volar hacia adentro, eso, es lo que inquieta y
seduce.
HE VUELTO...
Marisol C.
He vuelto en tu silencio a
despertar el latido inconfundible del amor, bajo el alero de la luna, con el
aroma de este otoño que despierta suaves gotas de lluvias en tu piel, me
desarma tu boca, la mirada que anhela, insensata geografía de colores en mi
mente, asumo tu ser en mi alma, se dibuja la sombra del amor, suave terciopelo
que ulula en el anochecer que descansa en la luna, me despierta la caricia de
tu mirada que se vuelve agua marina en mi, sonríe la noche bajo el manto que
brilla sobre la piel, estas en el latido inconfundible del amor danzando en
el alma. He vuelto en tu silencio a
danzar en tu retina como la brisa tenue que te envuelve, aroma de otoño que se
diluye en el respiro de las ansias, estas aquí en mi y yo en ti acunando el
amor que nos desboca recorriendo tu ser, filosofía tenue de la brisa que se
asume en la piel, gotas de rocíos nacen silenciosas, la ansiedad posee de mi la
locura que anhelas, inconfundible tesoro que posee el alma, déjame volar mas
allá del tiempo y recostarme a tu lado, mientras me piensas, he vuelto en tus
silencios a despertar el latido que anhelas en mi ausencia.
RECUERDOS
Hernán Jorquera
Nos gustaba disfrutar del fuego
de una caminata fantástica entre callejones estrechos y carentes de sol, trabar
amistad rápida con criaturas pálidas de olor a perro mojado y a silencio, con
los gatos que nos observaban desconfiados, con las viejas flores que nunca se
vendieron, con la cuna de piedra y la cuneta, consumirnos sin remedio en el
abrazo clandestino de una ventana abierta de un tercer piso, en el recoveco más
hediondo a meado y pintado de suspiros, con las librerías muertas, con el canto
metálico de un ascensor, con un anticucho de sabor a calle y a neblina, con una
cerveza irreductiblemente tibia en alguno de los tantos bares irreductiblemente
mágicos. Ella terminó su intercambio y hoy probablemente no me recuerda, yo en
cambio cada noche le canto canciones con mi guitarra en plaza Aníbal Pinto, o
bien pinto su recuerdo en alguna muralla de cerro Bellavista.
En los jardines de Amaranta
Roberto Federico
Novoa Olvera
Este cuerpo es arrojado a la
inquietud de los vestigios de caracolas, en un lamento que se extiende en la
división fatigada del pensamiento, se emprende turbado el rumbo loco y
bullidora a las fracciones de mis calladas tardes merecidas en la pena.
Viciado en sus capullos y en
fotografías de antiguos amores que se desvanecen en descoloridos episodios, ese
amargo natural de la solidez del argumento, sentencia el alma a tocar con los
dedos desnudos a el gran desenlace de todos los encierros, y sobre el
cementerio de todas sus despedidas.
Porque esta lluvia de muerte en
la sed de mis ejes alineados ejecutan sueños de ceniza y reinician el levantamiento
de aturdidas extravagancias que en mis propias insuficiencias describen la superficie del agudo
ordenamiento del traspié idiomático.
Cruzar el peldaño del trémulo
hemisferio azul de las graves emergencias, es la desfalleciente factoría de
cobre que en fluvial llanto suspenden el hematoma subdural en las habitaciones
de mis patologías; la mancha crece y crece, y patrones de contusiones evaporan
los fragmentos infinitesimales de su último legado cósmico.
Mis alucinaciones poblados de
hierbas y líneas en cuerpo de papel tocan el amable pero inútil levantamiento
de todos los documentos de pisoteados detalles, que tarde o temprano serán
aquellos objetos que se convertirán en el epilogo de mi vida.
El Espantapájaros verde.
Francisco Antonio
Ruiz Caballero
El espantapájaros verde llegó a
la colonia de los espantapájaros azules. Desde el primer momento que lo vio el
jefe de los espantapájaros azules se dijo a si mismo: este chico nuevo tiene
que jugar conmigo a las cartas aunque tenga que matarlo. Empezó a dar órdenes a
los demás espantapájaros azules. Se movían todos bailando y jugando entre sí, y
los pájaros de colores, violetas, amarillos, rojos, revoloteaban sobre sus
sombreros en bandadas frenéticas llenas de armonía y sincronicidad. Los pájaros
lanzaban trinos de lilas, trinos de cristal, diminutas campanitas que
encerraban campanitas aún más diminutas, diapasoncitos que titilaban como
pequeñísimas estrellas, minúsculos grillos cabezones y muy negros que salían de
las gargantas como gotitas de agua, silbos de plata y de oro, dorados y
fulgentes como la absenta esmeralda, o fucsias y morados como los anocheceres.
Los espantapájaros los hacían volar una y otra vez para que todo el mar de
espigas amarillas se deslumbrara de su propia belleza. El viento ondulaba la
explotación rabiosamente amarilla y hacía a los espantapájaros bailar un
concierto de magia. El espantapájaros verde entabló conversación con el jefe de
los espantapájaros azules. Pero no se quisieron, se enfrentaron desde el primer
momento. Lástima. Los espantapájaros azules decidieron a una orden de su jefe
bailar la danza de los cuervos negros. Danza macabra llena de esqueletos y
monstruos bubosos que surgía de la tierra voraz
como terribles serpientes, gusanos y vermes repulsivos. El espantapájaros
verde se llenó de arañas, grandes arañas de plumas negras y entonces acudió en
su defensa el jefe de los espantapájaros azules. El miedo cesó y el muchacho se
alegró profundamente y decidió jugar a las cartas con el jefe de los
espantapájaros azules. Ni que decir tiene que la madre del espantapájaros verde
lo perdió todo y se quedó en la ruina. No quedan ya espantapájaros verdes,
porque la hermana de la madre del espantapájaro verde se ha dado cuenta de que
todo se lo come un espantapájaro azul que es feo y malvado y tiene un corazón
negro como la muerte.
ESCRIBA AMIGA, ESCRIBA
F.S.R.Banda
Escriba querida amiga, escriba
sus desesperos, sus desasosiegos y sus desapegos, también sus desahogos,
escriba para quemar las naves o para encender la última hoguera, embriáguese
con las palabras que ha mordido furiosa en la almohada pero aun no ha dicho en
voz alta ni siquiera frente al espejo, deje que las letras una a una sucedan,
que construyan las palabras del espanto y del jolgorio, porque entre tanta palabra
alucinada dirá la frase que busca sin saberlo, entre esos asombros y suicidios
sabrá lo que nunca pudo o quiso decir, y no será tarde. Envíciese en largas
frases incoherentes, en párrafos caóticos e ininteligibles, abrume a los
burgueses asustadizos y a las damas reprimidas, pierda el sentido, la lógica,
la razón que acuna monstruos en los insomnios, imparta los barrocos que
tremolan en su alma, pontifique, desate aquellos poemitas escondidos en los
libros de su adolescencia y déjelos volar detrás de los desatados perros de las
furias, aniquile los infames monumentos, las huellas en las arenas inútiles y
los falsos corazones tallados por mala mano en las antiguas cortezas de árboles
muertos, manuscriba los jeroglíficos que codifican sus secretos y sus mentiras,
los errores que desviaron su camino, el hambre y la sed, los muchos desengaños
y los pocos misterios que le rompieron el amor. Renuncie a la lógica, a la
sintaxis, a la cordura que se lee para quebrar la víspera de la espera, fluya
turbulenta por un despeñadero, no por un lento cauce de ciénaga dormida,
muérase espantando los fantasmas de todos sus pasados, día por día, convierta
en cenizas los desengaños y los amores, hilvane las pasiones, cualesquiera sea
la vertiente de donde ellas provengan, desarme sus olvidos voluntarios y
póngale máscaras o antifaces, descríbalos, destrípelos, fragméntelos y vuelva a
pegarlos con el mismo caos de su odio, su furia o su rabia, inserte
subrepticiamente la maraña de sus desprecios en los textos del amor perdido, perfile
sus venganzas como rosas espurias, use daga o puñal, saje o cercene, socave los
plintos de sus míticas estatuas congeladas y deje sangrar los resabios de los
besos traicionados y las manos infieles. Mientras otras mujeres de su edad
tejen con la tranquilidad final de una vida ya vivida amorosas prendas para sus
nietos, usted teja y desteja con las lanas de colores de su imaginación ansiosa
el pecador tejido de sus deseos inconsumados. Hay fuegos en usted que nunca se
apagarán, pero ya es tiempo de que deje de ser una mujer inconclusa. Escriba.
La forma
de poema es una desgracia pasajera.
Osvaldo Lamborghini, “Die
Verneinug”, 1977.
Revista PARADOXAS N° 204
1º de Enero de 2015
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