viernes, 8 de mayo de 2015

PARADOXAS Nº 204

PARADOXAS

REVISTA VIRTUAL DEL SURREALISMO NEOBARROCO

Año XI - N° 204


INDICE

La Bastilla 2014 - Nieves Mª Merino Guerra
LA IRA ROJA - Ivonne Concha Alarcón
VOLAR HACIA ADENTRO - Beatriz Graciela Moyano
HE VUELTO... - Marisol C.
RECUERDOS - Hernán Jorquera
En los jardines de Amaranta - Roberto Federico Novoa Olvera
El Espantapájaros verde. Francisco Antonio Ruiz Caballero
ESCRIBA AMIGA, ESCRIBA - F.S.R.Banda


EDITORIAL

“Yo vine a murmurar el neobarroco, con toda esa prepotencia del murmullo. Pero sé que murmurar, en nuestros días, nos alertó Foucault, se ha aproximado infinitamente a su origen. Es decir, a ese sonido inquietante que en el fondo del lenguaje, anuncia tan pronto como se estira un poco la oreja, aquello contra lo que uno se resguarda y, al mismo tiempo, hacia lo que uno se dirige: la muerte. El lenguaje está escuchando ahora, en el fondo de su madriguera, ese rumor inevitable y creciente. Y para defenderse es necesario que siga los movimientos, que se convierta en su fiel enemigo, que no deje entre ellos más que la delgadez contradictoria de un tabique transparente e irrompible. Es preciso hablar sin cesar durante tanto tiempo y tan alto como ese ruido indefinido y ensordecedor —más largo tiempo y más alto para que al mezclar su voz con él se llegue si no a hacerlo callar, si no a dominarlo, al menos a modular su inutilidad en ese murmullo de muchas bocas y sin término que pudo llamarse «ensayo».
Pero tampoco supe «ensayar». Sé hacer, en todo caso, lo que imagino que los neobarrocos hicieron: negarme a ser neobarroco, tal vez porque en esa negación está el origen de su sentido. Niego y resto y desagrego en exceso para no soportar el rastro del vacío que nos horroriza. Porque cabría preguntarse por el origen micropolítico neobarroco latinoamericano, que no fue otra cosa más que la opresión, la censura, la inquisición, la dictadura militar: fuerzas de origen, pasajes entre lo que los brasileños llaman lixo (pobreza) y luxo (lujo); para no señalar tan sólo su proliferación en la sexualidad o en las andanzas marginales como lo hizo y lo logró Néstor Perlongher.
«Pero vos ya no sos neobarroco» o «está envejeciendo el neobarroco», creí oír ayer, y creo que no. Es cierto que en mi trabajo poético me volví hacia una simple extrañeza personal, como alguien que se mira dormir en el espejo y siente piedad de sí y también miedo de sí. Lo cierto es que me transformé en ese escriba que imaginé al comienzo de mi obra: ese vago durmiente arrastrado por una autobiografía irreprochable por desconocida. La poesía es ese proyecto del que nadie habla, como dijo Ashbery, porque nadie lo volvió asequible, nadie lo alcanzó y eso es neobarroco: esa distancia, esa querella tácita, esa guerrilla cifrada contra el otro cuchicheo de las Parcas. Aunque en ese proyecto esté tantas veces incluido uno mismo —a despecho de sus sentimientos si no de lo sentimental, que uno siempre detesta en la realidad pero colma de emoción en cada sílaba, en cada melodía barata.”

Fragmento de “Todo sobre el neobarroco”, Arturo Carrera, 2007. Vale.

El Editor



LA BASTILLA 2014

Les explota la Revolución entre las manos asarmentadas ante el altar de los milagros olvidados. Fuente santa y poderosa que ahora mana sangre descarnada entre nuevos  -ridículos, abusivos- nobles gotosos y plebeyos que en sudarios hastiados de hambre extorsionada ante la injusticia  derivan sus gritos encendidos con la ira y el miedo sin doblegarse ante la muerte acechante, sedienta, palpitante, presente e impiedosa siempre. Airosa corre por la callejuela  la inocencia dulce excrementada entre la locura imperante donde los colores se turban en el sepia agriamargo y destructivo con demencial tufo a dolor innecesario, advertido, recurrente durante años de impiedad insensible. Deleznable tumefacción extendida en metástasis sociales mixturadas entre sueños y realidades que se convocan bajo la luz de ésta luna creciente mientras aumenta la marea humana supurando hartazgos. Infantes ahocinados, endulzando calambres con amores y juegos fantasiosos evadiéndose -incautos-  susurrando o cantando mundos sableados  que acabarán por guillotinarles la vida apuntalada en sus cuerpos y almas platónicamente dualizados entre el sinsentido brutal alquímico visualizado incluso por el más inepto e ignorante de los espectadores pasivos augurando un final nada envidiable. ¿O quizá...?


LA IRA ROJA
Ivonne Concha Alarcón

Ira roja granate va pasando rauda de un extremo a otro, quedándose en rosado estático. Extraviada en la tarde verde silenciosa en calma se pierde la memoria entre los reflejos del despiste y la ansiedad que provocan las inseguridades, los celos y las cigarras noctámbulas junto al búho mirón empedernido. Se acomodan los pajaritos en sus jaulas, esperan les traigan sus hojas de lechugas frescas exquisitas y desde ya se deleitan con los gustos de sus papilas gustativas. ¿Tendrán papilas gustativas los pajaritos?, lo dudo pero si las tuvieran sentirían el placer de degustar las hojas de las lechugas frescas y tiernas. Despiste e inseguridad provocan los celos de las palomas que cogen la comida que no es suya, despliegan los lamentos a lo largo y ancho de la calle principal de una ciudad inventada imaginando el resultado cruel de la falsa esperanza. Aparecen a lo lejos los espantos del fuego que salpica chispas y chispas que queman las piernas de las brujas que danzan sus bailes sacros para curar a los enfermos. Los jóvenes ríen y bailan sin parar la música sin sentido. Las noches son largas, provocan la lujuria de los cuerpos que deambulan por las calles de los exaltados jóvenes que buscan diversión, la corriente va y viene de un lugar a otro, las piedras se entremezclan con los peces, y los musgos de las orillas enredados en los berros siempre mojados y la piel fresca donde se quedan los sueños ansiosos que hablan y dicen de pecados de la carne. Vuelan las mariposas, caminan las lagartijas, a lo lejos mira el gato observador siempre al acecho de cualquier descuido. La herida de la muerte clavó sus puntiagudas uñas sobre el candelero de la bruja larga y seca que camina a través del bosque tras la montaña. Se sienten las sirenas al paso de los gigantes gordos que se ven entre los ojos semi cerrados de los niños que se lavan el pelo en la tarde al lado del charco donde hay zancudos y mariposas que huelen a cosas feas y horribles y las azucenas blancas que adornan la gruta de la Virgen de Lourdes.


VOLAR HACIA ADENTRO

El colibrí brinda un recurso al desespero de la inexistencia. Es su vuelo pequeño y grácil, las distintas direcciones y ese batir de alas con iridiscentes tornasoles llena de misterio la tarde florecida. Va hacia adentro, atrás, se desplaza a los lados siendo único y mágico hilo conductor de su búsqueda. Adentro, la paz, el eje, la virtud, allí domina el silencio en gratitud para el alma. Midió el abismo y no sintió temor, sintió un toque demencial, chispa derivada de los girasoles amarillos, locos girasoles de feroces amarillos cubriendo las paredes de Saint Rémy. El mismo los cortó en profundo secreto y reserva los mantuvo y pintó cada día, hasta que se volvieron mustios totalmente. Despiadados girasoles... no le revelaron la presencia barrotes delineados transparentes y Vincent se quedó dormido sobre los pinceles empapados de amarillos ocres. También en sus sueños estaba el diminuto pájaro amarillo tornasol. Un nudo se instaló en el centro donde el aire todavía era tibio, apretó su cuello un cerrojo de asfixia, era como una premonición, algo sucede, o quizá será, dijo. El colibrí brinda un recurso para imitar, es el volar hacia adentro, eso, es lo que inquieta y seduce.


HE VUELTO...
Marisol C.

He vuelto en tu silencio a despertar el latido inconfundible del amor, bajo el alero de la luna, con el aroma de este otoño que despierta suaves gotas de lluvias en tu piel, me desarma tu boca, la mirada que anhela, insensata geografía de colores en mi mente, asumo tu ser en mi alma, se dibuja la sombra del amor, suave terciopelo que ulula en el anochecer que descansa en la luna, me despierta la caricia de tu mirada que se vuelve agua marina en mi, sonríe la noche bajo el manto que brilla sobre la piel, estas en el latido inconfundible del amor danzando en el  alma. He vuelto en tu silencio a danzar en tu retina como la brisa tenue que te envuelve, aroma de otoño que se diluye en el respiro de las ansias, estas aquí en mi y yo en ti acunando el amor que nos desboca recorriendo tu ser, filosofía tenue de la brisa que se asume en la piel, gotas de rocíos nacen silenciosas, la ansiedad posee de mi la locura que anhelas, inconfundible tesoro que posee el alma, déjame volar mas allá del tiempo y recostarme a tu lado, mientras me piensas, he vuelto en tus silencios a despertar el latido que anhelas en mi ausencia.


RECUERDOS
Hernán Jorquera

Nos gustaba disfrutar del fuego de una caminata fantástica entre callejones estrechos y carentes de sol, trabar amistad rápida con criaturas pálidas de olor a perro mojado y a silencio, con los gatos que nos observaban desconfiados, con las viejas flores que nunca se vendieron, con la cuna de piedra y la cuneta, consumirnos sin remedio en el abrazo clandestino de una ventana abierta de un tercer piso, en el recoveco más hediondo a meado y pintado de suspiros, con las librerías muertas, con el canto metálico de un ascensor, con un anticucho de sabor a calle y a neblina, con una cerveza irreductiblemente tibia en alguno de los tantos bares irreductiblemente mágicos. Ella terminó su intercambio y hoy probablemente no me recuerda, yo en cambio cada noche le canto canciones con mi guitarra en plaza Aníbal Pinto, o bien pinto su recuerdo en alguna muralla de cerro Bellavista.


En los jardines de Amaranta
Roberto Federico Novoa Olvera

Este cuerpo es arrojado a la inquietud de los vestigios de caracolas, en un lamento que se extiende en la división fatigada del pensamiento, se emprende turbado el rumbo loco y bullidora a las fracciones de mis calladas tardes merecidas en la pena.

Viciado en sus capullos y en fotografías de antiguos amores que se desvanecen en descoloridos episodios, ese amargo natural de la solidez del argumento, sentencia el alma a tocar con los dedos desnudos a el gran desenlace de todos los encierros, y sobre el cementerio de todas sus despedidas.

Porque esta lluvia de muerte en la sed de mis ejes alineados ejecutan sueños de ceniza y reinician el levantamiento de aturdidas extravagancias que en mis propias insuficiencias  describen la superficie del agudo ordenamiento del traspié idiomático.

Cruzar el peldaño del trémulo hemisferio azul de las graves emergencias, es la desfalleciente factoría de cobre que en fluvial llanto suspenden el hematoma subdural en las habitaciones de mis patologías; la mancha crece y crece, y patrones de contusiones evaporan los fragmentos infinitesimales de su último legado cósmico.

Mis alucinaciones poblados de hierbas y líneas en cuerpo de papel tocan el amable pero inútil levantamiento de todos los documentos de pisoteados detalles, que tarde o temprano serán aquellos objetos que se convertirán en el epilogo de mi vida.


El Espantapájaros verde.
Francisco Antonio Ruiz Caballero

El espantapájaros verde llegó a la colonia de los espantapájaros azules. Desde el primer momento que lo vio el jefe de los espantapájaros azules se dijo a si mismo: este chico nuevo tiene que jugar conmigo a las cartas aunque tenga que matarlo. Empezó a dar órdenes a los demás espantapájaros azules. Se movían todos bailando y jugando entre sí, y los pájaros de colores, violetas, amarillos, rojos, revoloteaban sobre sus sombreros en bandadas frenéticas llenas de armonía y sincronicidad. Los pájaros lanzaban trinos de lilas, trinos de cristal, diminutas campanitas que encerraban campanitas aún más diminutas, diapasoncitos que titilaban como pequeñísimas estrellas, minúsculos grillos cabezones y muy negros que salían de las gargantas como gotitas de agua, silbos de plata y de oro, dorados y fulgentes como la absenta esmeralda, o fucsias y morados como los anocheceres. Los espantapájaros los hacían volar una y otra vez para que todo el mar de espigas amarillas se deslumbrara de su propia belleza. El viento ondulaba la explotación rabiosamente amarilla y hacía a los espantapájaros bailar un concierto de magia. El espantapájaros verde entabló conversación con el jefe de los espantapájaros azules. Pero no se quisieron, se enfrentaron desde el primer momento. Lástima. Los espantapájaros azules decidieron a una orden de su jefe bailar la danza de los cuervos negros. Danza macabra llena de esqueletos y monstruos bubosos que surgía de la tierra voraz  como terribles serpientes, gusanos y vermes repulsivos. El espantapájaros verde se llenó de arañas, grandes arañas de plumas negras y entonces acudió en su defensa el jefe de los espantapájaros azules. El miedo cesó y el muchacho se alegró profundamente y decidió jugar a las cartas con el jefe de los espantapájaros azules. Ni que decir tiene que la madre del espantapájaros verde lo perdió todo y se quedó en la ruina. No quedan ya espantapájaros verdes, porque la hermana de la madre del espantapájaro verde se ha dado cuenta de que todo se lo come un espantapájaro azul que es feo y malvado y tiene un corazón negro como la muerte.


ESCRIBA AMIGA, ESCRIBA
F.S.R.Banda

Escriba querida amiga, escriba sus desesperos, sus desasosiegos y sus desapegos, también sus desahogos, escriba para quemar las naves o para encender la última hoguera, embriáguese con las palabras que ha mordido furiosa en la almohada pero aun no ha dicho en voz alta ni siquiera frente al espejo, deje que las letras una a una sucedan, que construyan las palabras del espanto y del jolgorio, porque entre tanta palabra alucinada dirá la frase que busca sin saberlo, entre esos asombros y suicidios sabrá lo que nunca pudo o quiso decir, y no será tarde. Envíciese en largas frases incoherentes, en párrafos caóticos e ininteligibles, abrume a los burgueses asustadizos y a las damas reprimidas, pierda el sentido, la lógica, la razón que acuna monstruos en los insomnios, imparta los barrocos que tremolan en su alma, pontifique, desate aquellos poemitas escondidos en los libros de su adolescencia y déjelos volar detrás de los desatados perros de las furias, aniquile los infames monumentos, las huellas en las arenas inútiles y los falsos corazones tallados por mala mano en las antiguas cortezas de árboles muertos, manuscriba los jeroglíficos que codifican sus secretos y sus mentiras, los errores que desviaron su camino, el hambre y la sed, los muchos desengaños y los pocos misterios que le rompieron el amor. Renuncie a la lógica, a la sintaxis, a la cordura que se lee para quebrar la víspera de la espera, fluya turbulenta por un despeñadero, no por un lento cauce de ciénaga dormida, muérase espantando los fantasmas de todos sus pasados, día por día, convierta en cenizas los desengaños y los amores, hilvane las pasiones, cualesquiera sea la vertiente de donde ellas provengan, desarme sus olvidos voluntarios y póngale máscaras o antifaces, descríbalos, destrípelos, fragméntelos y vuelva a pegarlos con el mismo caos de su odio, su furia o su rabia, inserte subrepticiamente la maraña de sus desprecios en los textos del amor perdido, perfile sus venganzas como rosas espurias, use daga o puñal, saje o cercene, socave los plintos de sus míticas estatuas congeladas y deje sangrar los resabios de los besos traicionados y las manos infieles. Mientras otras mujeres de su edad tejen con la tranquilidad final de una vida ya vivida amorosas prendas para sus nietos, usted teja y desteja con las lanas de colores de su imaginación ansiosa el pecador tejido de sus deseos inconsumados. Hay fuegos en usted que nunca se apagarán, pero ya es tiempo de que deje de ser una mujer inconclusa. Escriba.



La forma de poema es una desgracia pasajera.
Osvaldo Lamborghini, “Die Verneinug”, 1977.

Revista PARADOXAS N° 204
1º de Enero de 2015


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