viernes, 8 de mayo de 2015

PARADOXAS Nº 203

PARADOXAS

REVISTA VIRTUAL DEL SURREALISMO NEOBARROCO

Año X - N° 203


INDICE

Selección de Prosas Breves - Stella Maris Taboro
Pequeño Goliat - Tere Huerta
* - Hernán Tenorio
Para cuando te marches, tienes las llaves que abren mis puertas... - Matías Moreno Aroca
DE LA MEMORIA FUGAZ - Francisco Pinzón Bedoya
TANGO SINIESTRO - F.S.R.Banda
Vertiendo ácido Sulfúrico en el ala de una Mariposa. - Francisco Antonio Ruiz Caballero


EDITORIAL

“Va quedando asentado en todo lo escrito hasta 1954 una auto-ubicación que dice mucho, pues resulta suficiente por ser una auto-confesión: …yo diría que es barroca la etapa final de todo arte, cuando éste exhibe y dilapida sus medios. Suficiente porque el autor que escribe ya está en esa etapa final así concebida y su propio arte –lo sabemos- exhibe y dilapida sus medios. La intención del ciego-periodista y del periodista-escritor es asombrar, persuadir, provocar entretenimiento, nada más. El lector de periódicos lee y pasa la página. En radio cambiamos la estación. Ante el televisor ayer dimos zapping, y hoy quit en la red.
Pasaron varias décadas. Llega el año de 1982 y entonces se nos revela el Borges carcomido por sus remordimientos y sus sentimientos de culpa que traslada, al proyectarlos a Quevedo: Yo diría que (el barroco) corresponde a esa etapa en que el arte propende a ser su parodia y se interesa menos  en la expresión de un sentimiento que en la fabricación de estructuras que buscan el asombro. El defecto esencial del barroco es de carácter ético; denuncia la vanidad del artista. Casi una “memorabilia” quevediana, “la fabricación de estructuras que buscan el asombro” es de hecho la confesión de un defecto borgiano “de carácter ético”. ¿Qué norma ha transgredido? ¿Qué pecado cometió Borges? Un simple escritor de mala fe que traiciona su vocación metafísica mediante la escritura: fabricación de estructuras que buscan el asombro. Esto que lo pone junto con Gorgias y Protágoras, al lado de Elio Aristides, no puede ocultarse a su propio escrutinio. Aunque lo disimule con la requisitoria a Quevedo, el acusado por Borges es Borges. Ha encontrado en su alma su defecto esencial. Y debemos recapitular que en el Prólogo de 1954 a la Historia universal de la infamia ya había aplicado la caracterización de barroco a esta colección de historias que primero salieron al público no como narrativas de un volumen literario sino en las páginas periodísticas, en Crítica: Ya el excesivo título de estas páginas proclama su naturaleza barroca. Su metafísica kitsch parte de la negación del ejercicio del pensamiento que ha simulado. Por eso llega a la belleza literaria y no la trasciende en la filosofía sino que el escritor opera un reduccionismo que traía bien aprendido del periodismo. Como parte de la acción reductiva el pensamiento se le inscribe en un mero simulacro. Entonces surgen palabras y líneas hasta crear un lenguaje de entretenimiento, en la primera cultura de masas. ¿Qué ha escrito? No es otra cosa que apariencia, que una superficie de imágenes; por eso mismo puede acaso agradar, lo ha reconocido en su Prólogo de 1954.”

Pirateado de ‘Borges: La palabra dios en la fabricación de estructuras que buscan el asombro.’,  Oscar Hidalgo. Acta Académica Universidad Autónoma de Centro América, Mayo 2013, Número 52. Vale.

El Editor



A una botella de champán
Esther González Sánchez

A ti, que en bulevares, anaqueles y caminos, provocadora y femenina muestras tu esencia de música y poesía y llevas el paso de tu edad vestido de etiqueta:

Concédeme un instante; desliza por mi cuerpo tu pregón de gotas bailarinas y un guiño de bodegas y burbujas a agotar en la euforia del gusto, igual que se consume en la pasión solar el renglón amoroso del arroyo,

¡Oh deidad de espumas y vapores!

¿Quién te descubrió vital y virtuosa, proclamó tu nombre de botella y te puso apellido de fiesta? y, ¿quién mejor que tú, para limar la aspereza de mi tierra si en ti va su corazón de uva después de la vendimia?

Sin yugos y sin nortes, nacida al regocijo de los cuerpos, te declaras inventora de peces para aquel que te examina con ansias de vivir en tus burbujas y sin embargo yo suscribo la insistencia con que el hombre también muere hacia ti en la barrera de los ojos, pues vi miles de veces el temblor y la duda en sus alturas y otras tantas recogí su alma tumbada en las aceras, absorta en la misma indecisión que estrechaba tu camino cuando crecías al umbral de los lagares, tal vez amiga mía, porque te amaron demasiado y nunca pensaron que tu boca era de vidrio.


Selección de Prosas Breves
Stella Maris Taboro

Noche azabache

Volvió la noche azabache, las estrellas se ocultaron dentro de las nubes, mientras el viento juega en mis cabellos. Igual mueve los pétalos y el rocío hace equilibrio. Pero mis lágrimas ruedan, trasparentes por mis mejillas. Escucho a los árboles plateados de luna, buscando consuelo.

Y por el viento

En una callecita curva, una daga de viento llegó hasta los bolsillos de mi viejo abrigo. Mis manos se refugiaron en esos abismos. Descubrí que uno de ellos estaba descosido en su hondo fondo. Usé las pinzas de mis dedos para buscar un pequeño objeto que se deslizó por el agujero. Palpé un frío metal. Al rescatarlo, vi que era la medallita de comunión de mi madre.

Incienso

Era un atardecer de azahares. Su tapiz de aroma voló a mis manos. Se confundió con el incienso que emanaba del libro que estaba leyendo. Era de mi abuela. Antes de irse de este mundo me lo entregó para leerlo a mis hijos. Ella siempre me contaba las leyendas árabes que allí estaban. Sus hojas aún contenían el incienso que mi abuela usaba para no despertar, en mí, sueños terroríficos.

Salvada

Me pareció escuchar un sonido de cascos. Venía de lejos. La tierra retumbaba con esos corceles que al galope se acercaban relinchando. Cerré las puertas y me escondí debajo la cama. Una luz refulgente entró por la ventana, los jinetes estaban incendiando el galpón, pensado que allá estaba. Ni sospecha hubo. Yo escondida estaba temblando, mientras ellos se alejaban.

Silencio

Está en calma el día, hay silencio de árboles. Sus hojas se mueven silenciosamente. Silencio hacen mis manos aunque sus dedos bailan. Silencio mi cuerpo que se contornea. Silencio el libro que estoy leyendo. Silencio hace mi soledad, que te extraña. Pero hay un silencio que es el que más me gusta, es cuando tu alma callada mira por tus ojos mansos. Silenciosamente se mueve tu alma hacia la mía.

Sin dudas...

Esa burbuja está en la piel de la noche hechizada.
Su aroma a jazmín es inconfundible. Ella llega dibujando vibraciones alrededor de un candil que emerge de la hondura del cielo. Un lenguaje de cortinas murmura su nombre.
Ella avanza como una melodía sin destino. Brillan sus ojos claros y camina con osadía sensual.
Fulgores de hoguera debajo de su falda plateada y un viento deseoso aviva su despertar. Y ella se vuelve luz, esplendor canta y danza. Sólo espera que el sol no esté…


Pequeño Goliat
Tere Huerta

Te vas
                     pensándote mi dueño
creyendo que me guardas
en tu bolsillo
                  te vas…
tarareando la conquista
                 arrebatada a otra siesta.
Te dejo ser feliz…
silbando tus pasos de macho ganador
                 te dejo llevar tus inventos y cuentos,
pero al cerrar la puerta, escondo la victoria
                   sosteniendo en mi mano
la caña del anzuelo,
                     pues sin llamadas ,volverás de nuevo
con caricias y chocolates
                     a buscar mi perfume
decidiendo yo,  entre sonrisas
cuando bajar el telón
                      y tú solo te vas
   …pensándote ganador
                          ebrio de victorias y trincheras de fantasías
  te vas mi Pequeño Goliat!!!
          derrotado siempre…
                           por mis sabanas…


*
Hernán Tenorio (i)

La noche vocifera
“quiero estar en todas las fiestas del futuro
(sin…)
en los paralelismos binarios
subyacentes”

Aquellos abyectos remolinos de carburo
en los ojos
en las fiestas del futuro

como vocingleros conductores insolentes
que arrastran con la mano
lo que ocultan con la boca

Ese pesado objeto del deseo
tener el cetro
y los comodines aplastados bajo el pie

Una ancha cabellera de melanina
desnuda y olvidada
en el frío inmenso de los siglos
grita su estertor de amianto
porque
ahora
las culebras blancas lo han deshecho
una vez más
con la magia destructora   

De La voz diáfana (inédito)

(i) Hernán Tenorio nació en Lanús, Provincia de Bs. As., en 1978. Es profesor de castellano, literatura y latín por el I.S.P. “Dr. Joaquín V. González”. Publicó su primer libro de poemas Guitarra nocturna (El ojo del mármol, Buenos Aires) en 2013. Se ha desempeñado como coordinador de talleres, y actividades relacionadas con el quehacer literario y poético en bibliotecas, centros culturales, escuelas, y otros espacios. Ha publicado cuentos y poemas en revistas y sitios web: revista Sudestada; revista Lilith; publicación bilingüe en el Portal de Poesía Iberoamericana del poeta brasileño Antonio Miranda, entre otros. Actualmente es docente en escuelas de la Ciudad de Buenos Aires y coordina talleres literarios en la Biblioteca “José Manuel Estrada” (Bomberos) de Lanús y en otros espacios.
Algunos de sus textos se pueden leer en sus blogs:


Para cuando te marches, tienes las llaves que abren mis puertas...
Matías Moreno Aroca

Cumpliendo con mi deber de cumplir lo prometido, esta entrada va dedicada a una persona cuyas palabras voy a echar mucho de menos los próximos dias, a todas horas...

He de confesarte, cielo, que antes de conocerte ya te echaba de menos. Amiga mía, señorita de ojos transparentes, cristalinos, y corazón puro y ardiente. He de confesarte que en ciertas circunstancias, volvería de nuevo a conocerte para ser lo que quisieses; más callado o extrovertido, pero ante todo, menos caballero. Y en otras ocasiones, buscaría sencillamente, una nueva y sana forma de poder perderte, pues a mi corazón le falta poesía y más a mi vida cuando de esta forma desapareces sin dejar rastro de aquellas tarde en la playa ni de palabras escritas en tu mente.
Te invento durante horas, y entretanto escribo lo que derrama mi imaginación. Imagino la alta montaña que intentamos escalar para emprender el posterior exitoso descenso. Y en la cima te imagino bailando con la luna a la luz de las estrellas. Acariciándola con los dedos. Palpando cada sombra oculta en el viento, y en un instante te conviertes en amor y fracaso de arcángeles nonatos...
Pasea por el parque el tiempo (perdido) y encuentra a la luna en un rincón, llorando de soledad, y ahora comparte su llanto de no poder bailar contigo un último vals antes de marchar.
Gracias a ti, niña, he aprendido a tocar sonatas sin director ni instrumentos. Y el vello de la nuca se te eriza cuando oyes de fondo esa melodia que, desafinada, suena en mi cabeza mientras te confieso como me siento ahora que te he conocido, mi niña de ojos transparentes y corazón puro y ardiente.
No permitas que el sabor de todos tus recuerdos se vista de verde pues tan sólo resto los días que me quedan para volver a verte.


DE LA MEMORIA FUGAZ
Francisco Pinzón Bedoya ©

Todo caduca y termina de una forma fugaz que apenas descubrimos.  El reloj se empecina aunque se vuelva paisaje.  Las franjas de anaranjados y salpicaduras de nubes de azul vienen a confundirse con los recientes colapsos de la vida y con el olor pútrido que se quedó enquistado en el último entierro o en el paso por la ciénaga.
El entorno marca con su huella un presente que de repente no nos pertenece.  Hay como una ley no escrita que pretende uniformizar la experiencia única del paso por esta parte infinitésima del orbe.   No nos queda ya ni el rastro de lo leído e imaginado, sólo a ratos las evidencias del dolor reciente, y una sarta de retales que cargamos.
El olvido nos va dejando aislados, los hechos se colorean o se borran.  Repetimos películas y les disfrutamos aunque algo por allí nos esté diciendo que ya las habíamos visto.  Se deshacen, como primer síntoma, nombres, fechas, palabras con significados precisos de los cuales sí nos acordamos, sucesos, resultados de algún partido, fiestas y... luego, y más terrible, caras, condiciones, historias y otros desafectos, que nos dicen del giro del tiempo –ése inapelable juez- por los huesos, los músculos, los sentidos y hasta el cerebro.
Como en estrellas lejanas de luz parpadeante se nos van convirtiendo los recuerdos: selectivos, lacerantes, amistosos, desdibujados, borrosos, contradictorios, confundidos, espantosos algunos, y tal vez lejanos los dolorosos, y hasta “patéticos” los románticos.  Las citas de los libros se van volviendo como los amigos: arrugados, contrahechos, malolientes a ratos, y hasta llenos de polvo y soledad.
Quizá somos lo que recordamos y seamos para otros la manera en que nos recuerdan.  No hay una esencia única en la imagen que creemos ser.  Nos presentamos uno distinto para cada ser que nos recuerda.  Para la sociedad somos esos pedazos de evidencia de lo que de nosotros hay en cada uno de los cercanos.  Sólo para nosotros, en la intimidad, negamos lo que nos dice el espejo y, más que eso, lo que nos grita la conciencia y la caterva de lo que llevamos allí de un equipaje, uno que podría ser amargo o limpio y dulce, o una inmensa mezcla de cada uno de esos sabores.  Es en todo caso, una escogencia, una decisión que hacemos, entre ser felices en el paso aleve por este tiempo que en suerte nos tocó o no.  Tarde descubrimos que eso que rememoramos es la vida, es la parte minúscula que tenemos, y de lo cual: no hay más.
Es una lección dispendiosa ese aprender, muchas veces tarde, de que eso que nos sucede es lo que nos ha sido dado con la palabra vida.  No hay más que esta sucesión de pequeños detalles, hasta indistinguibles uno del otro, y que al juntarlos es lo que somos y hemos sido.  Nos falta decidir lo que construiremos con cada uno de los que están por venir: de eso depende el poder llamarnos seres felices.
Si uno se abstrae de las necesidades primarias y las da por satisfechas, ese ser feliz tal vez no pasa por donde queríamos y de eso que atesoramos, sino por otros lugares más plagados de pequeños delirios y suspensos; pero sí se está en la vecindad de los conceptos de confort y satisfacción, independientemente de lo que para cada uno ellos sean.
El olvido es un instrumento que los individuos usamos y las sociedades replican.   Desterramos de nuestro círculo a quien creemos que no nos conviene, y así lo “borramos” de nuestras vidas, y la sociedad define otro tanto, aunque el efecto sobre el sujeto sea tajante y sin atenuantes.  Ese entramado social es el sustento del individualismo en cada condición que el sujeto tenga.  Algunos se ganan un sitial en la memoria colectiva, no tanto por lo que dicen sino por lo que hacen, aunque en el caso del escritor, el decir y el hacer son uno solo.
La mesa está llena de manjares servida, cada uno la aprovecha según lo que aún queda.  Ojalá que la poesía logre salvarse, como una tajada de esas que no se borran por lo gustosas. Tal vez la huella del verso vuelva a ser ese vestigio y sirva como la guía del camino o como regocijo en él, pero no para anclarse y quedarse allí.  Hay que avanzar al ritmo del orbe.  Es voluntario, lo sé, pero me insto a vibrar con el canto del mundo que lleva en sus alas la propia vida.


TANGO SINIESTRO
F.S.R.Banda

“Yo besaré la memoria de tus ojos taciturnos, para seguirte el poema que a medio hacer me quedó”. Preludio para el año 3001, Horacio Ferrer.

La simulación del tiempo que se desploma y se tiñe y rueda y se rompe derrumbado sobre los mustios abalorios de la comparsa de los años podridos, allá por el bajo, arrimado a los juncales entre garzas y camalotes, vos sabés. Rumbeando sin rumbo divago amargo por los caminitos repasados hasta el cansancio, al revés, con las flores enterradas y las raíces al sol, me farreó lo oscuro del nocturno sin alcanzar nunca la madrugada que me deje arrimado a tu boca como a tiro de beso pero sin tocarte para no deshacer el embrujo de tenerte cerca desarmada. Y te venís de asombro envuelta en un tango de penumbras, esquineando por los yuyos, la baguada y el zanjón, te venís por dentro calladita, contenida y mortal, te venís como en un rectángulo, plaza, parque o callejón, que se achica cuando vas pisando la garúa sobre el pasto herido de los hielos y las hojas que agonizan en sus ocres otoñales te dejan pasar sin un suspiro para que te sientas reina de sus comarcas desvencijadas. Del destartalado cajón de los recuerdos voy recuperando las alegres lanas de colores de tu niñez, alas de mariposas que rozaron tu pelo, pétalos de rosas con el perfume equivocado, un cenicero que habitó tu dormitorio y tus insomnios, y un filoso trozo de cristal, lo demás son los papeles viejos donde te iba escribiendo las obviedades y extrañezas de mis barrocos ilusorios, y las piedrecitas azules que vos escondida guardabas en mi honor. El tiempo, ese enemigo, dejó abierta la puerta para que de rebelde no te fueras tangueando por los surcos del olvido y yo me quedara detrás del alto ventanal que da a los finales de tu vida mirando ahogado de nostalgias la delicada resolana de tus bravos desvaríos desvelado restaurando las misteriosas esencias de la herejía de tu voz. Destripo la memoria de tu nombre hurgando por tus vocales o tus tristes monosílabos, desato el aparejo pa’costear tu río de sueñera y de barro (i) yendo siempre a contraviento de ventolera en ventolera, desafinando los cánticos nupciales de los jolgorios de la última noche sin vos. Y mientras llega esa hora, que llegará, leo y releo extraviado en las letras negras, pequeñitas y secretas de la tarjeta diminuta donde están tu nombre, tu calle y tu desvelo (ii), buscando, qué importa si no estás, un rincón parejo donde dormir la larga noche del destierro como el linyera borrado de los conchos y de las borras, reseco, insoportable, despreciado y feliz.

(i) Fundación mítica de Buenos Aires. Jorge Luis Borges
(ii) Objetos perdidos. Julio Cortázar


Vertiendo ácido Sulfúrico en el ala de una Mariposa.
Francisco Antonio Ruiz Caballero

¡¡¡Vamos a martirizar a una mariposa¡¡¡. Tenemos un fondo azul y verde y amarillo, dorado y ámbar, y vamos a retorcerle el cuello a un cisne o a cortar el pescuezo a un gallo rubí. Ahorcaremos pavos reales con un hilo de seda, y los colgaremos de un limonero florecido, cuyos frutos, amarillos y verdes, resalten a la luz del atardecer, dorados por el sol. Los cisnes morirán de una manera monstruosa. Con el cuello en ese retorcido y quebrado. Y los gallos verterán tanta sangre que el cielo se pondrá rojo como una rosa negra. Y sobre el ala de una mariposa iremos vertiendo, lentamente, gotas de ácido sulfúrico, hasta que el ala se ponga negra como la muerte. Se irá apagando el sol y llegará la noche, llena de panteras feroces y rabiosas, pero no será suficiente, y para que llegue nuestra apoteosis, sajaremos con una navaja el ojo de un chiquillo. ¡¡¡¡Vamos a martirizar a una mariposa¡¡¡¡¡. Será nuestra clepsidra de plata y ámbar, nuestra clepsidra violeta, lila, que irá destilando, gota a gota, nuestro ponzoñoso veneno. Un ácido transparente o azul que irá cayendo, como una débil nieve sobre un pétalo verde. Y lo dorado se pondrá marrón, como quemado, y el humo ascenderá, pestilente, a los cielos, o incluso más lasciva, arderá la seda roja produciendo cianuros. Venga, démonos prisa, ¡¡¡¡¡martiricemos una mariposa¡¡¡¡¡. Ya está clavada sobre el alfiler y muerta, disecada, con las alas extendidas, y brilla como un reloj de oro, y es dorada y de ámbar, y reluce como la cúpula de una mezquita, o es de color lila, como esos ponientes de verano con vencejos, que gritan agridulces, añiles, y traviesos, ¡¡¡vertamos una gota de ácido en el paisaje¡¡¡ o con un cigarrillo quememos la piel de un niño¡¡¡¡¡. Aunque sólo sea un milisegundo de dolor instantáneo aparecerá la Iglesia de San Gil al sol brillando entre los naranjos. Clavemos un alfiler en un corazón humano, o echemos una gota de arsénico en una vaso de tila, o pongamos un leve tintineo de campanas negras a una melodía de armonios violetas, nó, de armonios amarillos. ¡¡¡Venga, démonos prisa¡¡¡. En el ala de la mariposa hay un pueblo de duendecillos azules, que tocan siringes violetas y rosas, cuando llegue la noche, y el cuello del cisne, se retuerza en un espasmo violento, la brutal llamarada pondrá a los duendecillos de un negro tan horrible que parecerán alacranes. Venga, démonos prisa, que la mariposa está ahí, con las alas doradas, ¡¡¡¡echémosle una gota de nítrico¡¡¡¡. Y ya veréis como hierve la pastilla de vitamina C en el vaso. Venga, ¡¡¡¡echemos una gota de ácido sulfúrico en el pétalo de esa mariposa¡¡¡, ¡¡¡clavemos un aguja en un dedo¡¡¡¡. Porque si no lo hacemos no seremos como las bestias feroces. Y entonces habremos dado el día por perdido, lo habremos desperdiciado. ¿cómo es eso de habernos ido a la cama sin haber hecho daño?. Venga, ¡¡¡¡démonos prisa¡¡¡, vertamos ácido sulfúrico en el ala de una mariposa.  No desperdiciemos el día. Tenemos que romper esa preciosa muñequilla de cristal que baila sobre un pie. O arrancar un corazón de cuajo, y luego arrojarlo a los perros. Venga, quebrémosle la patita a un perro, o rompamos esa vidriera que tanto brilla y nos molesta. Que su delito es más grande cuanto más bella. ¿cómo es eso de habernos ido a la cama sin haber hecho daño?. Ahora es mediodía, hasta la hora de la noche podemos matar sesenta mil mariposas, démonos prisa, no vaya a ser que en nuestros sueños veamos una cuyo color sea indescriptible ¡¡¡y no podamos asesinarla¡¡¡.



La forma de poema es una desgracia pasajera.
Osvaldo Lamborghini, “Die Verneinug”, 1977.

Revista PARADOXAS N° 203
3 de Diciembre de 2014


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