PARADOXAS
REVISTA VIRTUAL DEL SURREALISMO
NEOBARROCO
Año X - N° 203
INDICE
Selección de Prosas Breves - Stella Maris Taboro
Pequeño Goliat - Tere Huerta
* - Hernán
Tenorio
Para cuando te marches, tienes las llaves que
abren mis puertas... - Matías Moreno Aroca
DE LA MEMORIA FUGAZ - Francisco Pinzón Bedoya
TANGO SINIESTRO - F.S.R.Banda
Vertiendo ácido Sulfúrico en el ala de una
Mariposa. - Francisco Antonio Ruiz Caballero
EDITORIAL
“Va quedando asentado en todo lo
escrito hasta 1954 una auto-ubicación que dice mucho, pues resulta suficiente
por ser una auto-confesión: …yo diría que
es barroca la etapa final de todo arte, cuando éste exhibe y dilapida sus
medios. Suficiente porque el autor que escribe ya está en esa etapa final
así concebida y su propio arte –lo sabemos- exhibe y dilapida sus medios. La
intención del ciego-periodista y del periodista-escritor es asombrar,
persuadir, provocar entretenimiento, nada más. El lector de periódicos lee y
pasa la página. En radio cambiamos la estación. Ante el televisor ayer dimos zapping, y hoy quit en la red.
Pasaron varias décadas. Llega el
año de 1982 y entonces se nos revela el Borges carcomido por sus remordimientos
y sus sentimientos de culpa que traslada, al proyectarlos a Quevedo: Yo diría que (el barroco) corresponde a esa
etapa en que el arte propende a ser su parodia y se interesa menos en la expresión de un sentimiento que en la
fabricación de estructuras que buscan el asombro. El defecto esencial del
barroco es de carácter ético; denuncia la vanidad del artista. Casi una
“memorabilia” quevediana, “la fabricación de estructuras que buscan el asombro”
es de hecho la confesión de un defecto borgiano “de carácter ético”. ¿Qué norma
ha transgredido? ¿Qué pecado cometió Borges? Un simple escritor de mala fe que
traiciona su vocación metafísica mediante la escritura: fabricación de
estructuras que buscan el asombro. Esto que lo pone junto con Gorgias y
Protágoras, al lado de Elio Aristides, no puede ocultarse a su propio
escrutinio. Aunque lo disimule con la requisitoria a Quevedo, el acusado por
Borges es Borges. Ha encontrado en su alma su defecto esencial. Y debemos
recapitular que en el Prólogo de 1954 a la Historia
universal de la infamia ya había aplicado la caracterización de barroco a
esta colección de historias que primero salieron al público no como narrativas
de un volumen literario sino en las páginas periodísticas, en Crítica: Ya el excesivo título de estas páginas proclama su naturaleza barroca.
Su metafísica kitsch parte de la negación del ejercicio del pensamiento que ha
simulado. Por eso llega a la belleza literaria y no la trasciende en la
filosofía sino que el escritor opera un reduccionismo que traía bien aprendido
del periodismo. Como parte de la acción reductiva el pensamiento se le inscribe
en un mero simulacro. Entonces surgen palabras y líneas hasta crear un lenguaje
de entretenimiento, en la primera cultura de masas. ¿Qué ha escrito? No es otra cosa que apariencia, que una
superficie de imágenes; por eso mismo puede acaso agradar, lo ha reconocido
en su Prólogo de 1954.”
Pirateado de ‘Borges: La palabra
dios en la fabricación de estructuras que buscan el asombro.’, Oscar Hidalgo. Acta Académica Universidad
Autónoma de Centro América, Mayo 2013, Número 52. Vale.
El Editor
A una botella de champán
Esther González
Sánchez
A ti, que en bulevares, anaqueles
y caminos, provocadora y femenina muestras tu esencia de música y poesía y
llevas el paso de tu edad vestido de etiqueta:
Concédeme un instante; desliza
por mi cuerpo tu pregón de gotas bailarinas y un guiño de bodegas y burbujas a
agotar en la euforia del gusto, igual que se consume en la pasión solar el
renglón amoroso del arroyo,
¡Oh deidad de espumas y vapores!
¿Quién te descubrió vital y
virtuosa, proclamó tu nombre de botella y te puso apellido de fiesta? y, ¿quién
mejor que tú, para limar la aspereza de mi tierra si en ti va su corazón de uva
después de la vendimia?
Sin yugos y sin nortes, nacida al
regocijo de los cuerpos, te declaras inventora de peces para aquel que te
examina con ansias de vivir en tus burbujas y sin embargo yo suscribo la
insistencia con que el hombre también muere hacia ti en la barrera de los ojos,
pues vi miles de veces el temblor y la duda en sus alturas y otras tantas
recogí su alma tumbada en las aceras, absorta en la misma indecisión que
estrechaba tu camino cuando crecías al umbral de los lagares, tal vez amiga
mía, porque te amaron demasiado y nunca pensaron que tu boca era de vidrio.
Selección de Prosas Breves
Stella Maris Taboro
Noche azabache
Volvió la noche azabache, las
estrellas se ocultaron dentro de las nubes, mientras el viento juega en mis
cabellos. Igual mueve los pétalos y el rocío hace equilibrio. Pero mis lágrimas
ruedan, trasparentes por mis mejillas. Escucho a los árboles plateados de luna,
buscando consuelo.
Y por el viento
En una callecita curva, una daga
de viento llegó hasta los bolsillos de mi viejo abrigo. Mis manos se refugiaron
en esos abismos. Descubrí que uno de ellos estaba descosido en su hondo fondo.
Usé las pinzas de mis dedos para buscar un pequeño objeto que se deslizó por el
agujero. Palpé un frío metal. Al rescatarlo, vi que era la medallita de
comunión de mi madre.
Incienso
Era un atardecer de azahares. Su
tapiz de aroma voló a mis manos. Se confundió con el incienso que emanaba del
libro que estaba leyendo. Era de mi abuela. Antes de irse de este mundo me lo
entregó para leerlo a mis hijos. Ella siempre me contaba las leyendas árabes
que allí estaban. Sus hojas aún contenían el incienso que mi abuela usaba para
no despertar, en mí, sueños terroríficos.
Salvada
Me pareció escuchar un sonido de
cascos. Venía de lejos. La tierra retumbaba con esos corceles que al galope se
acercaban relinchando. Cerré las puertas y me escondí debajo la cama. Una luz
refulgente entró por la ventana, los jinetes estaban incendiando el galpón,
pensado que allá estaba. Ni sospecha hubo. Yo escondida estaba temblando,
mientras ellos se alejaban.
Silencio
Está en calma el día, hay
silencio de árboles. Sus hojas se mueven silenciosamente. Silencio hacen mis
manos aunque sus dedos bailan. Silencio mi cuerpo que se contornea. Silencio el
libro que estoy leyendo. Silencio hace mi soledad, que te extraña. Pero hay un
silencio que es el que más me gusta, es cuando tu alma callada mira por tus
ojos mansos. Silenciosamente se mueve tu alma hacia la mía.
Sin dudas...
Esa burbuja está en la piel de la
noche hechizada.
Su aroma a jazmín es
inconfundible. Ella llega dibujando vibraciones alrededor de un candil que
emerge de la hondura del cielo. Un lenguaje de cortinas murmura su nombre.
Ella avanza como una melodía sin
destino. Brillan sus ojos claros y camina con osadía sensual.
Fulgores de hoguera debajo de su
falda plateada y un viento deseoso aviva su despertar. Y ella se vuelve luz,
esplendor canta y danza. Sólo espera que el sol no esté…
Pequeño Goliat
Tere Huerta
Te vas
pensándote mi dueño
creyendo que me guardas
en tu bolsillo
te
vas…
tarareando la conquista
arrebatada a otra siesta.
Te dejo ser feliz…
silbando tus pasos de macho ganador
te
dejo llevar tus inventos y cuentos,
pero al cerrar la puerta, escondo la victoria
sosteniendo en mi mano
la caña del anzuelo,
pues sin llamadas ,volverás de nuevo
con caricias y chocolates
a
buscar mi perfume
decidiendo yo, entre
sonrisas
cuando bajar el telón
y tú solo te vas
…pensándote ganador
ebrio de victorias y trincheras de fantasías
te vas mi Pequeño
Goliat!!!
derrotado
siempre…
por mis sabanas…
*
Hernán Tenorio (i)
La noche vocifera
“quiero estar en todas las fiestas
del futuro
(sin…)
en los paralelismos binarios
subyacentes”
Aquellos abyectos remolinos de
carburo
en los ojos
en las fiestas del futuro
como vocingleros conductores
insolentes
que arrastran con la mano
lo que ocultan con la boca
Ese pesado objeto del deseo
tener el cetro
y los comodines aplastados bajo
el pie
Una ancha cabellera de melanina
desnuda y olvidada
en el frío inmenso de los siglos
grita su estertor de amianto
porque
ahora
las culebras blancas lo han
deshecho
una vez más
con la magia destructora
De La voz diáfana (inédito)
(i) Hernán Tenorio nació en
Lanús, Provincia de Bs. As., en 1978. Es profesor de castellano, literatura y
latín por el I.S.P. “Dr. Joaquín V. González”. Publicó su primer libro de
poemas Guitarra nocturna (El ojo del mármol, Buenos Aires) en 2013. Se ha
desempeñado como coordinador de talleres, y actividades relacionadas con el
quehacer literario y poético en bibliotecas, centros culturales, escuelas, y
otros espacios. Ha publicado cuentos y poemas en revistas y sitios web: revista
Sudestada; revista Lilith; publicación bilingüe en el Portal de Poesía
Iberoamericana del poeta brasileño Antonio Miranda, entre otros. Actualmente es
docente en escuelas de la Ciudad de Buenos Aires y coordina talleres literarios
en la Biblioteca “José Manuel Estrada” (Bomberos) de Lanús y en otros espacios.
Algunos de sus textos se pueden
leer en sus blogs:
Para cuando te marches, tienes las llaves que abren mis puertas...
Matías Moreno Aroca
Cumpliendo con mi deber de
cumplir lo prometido, esta entrada va dedicada a una persona cuyas palabras voy
a echar mucho de menos los próximos dias, a todas horas...
He de confesarte, cielo, que
antes de conocerte ya te echaba de menos. Amiga mía, señorita de ojos
transparentes, cristalinos, y corazón puro y ardiente. He de confesarte que en
ciertas circunstancias, volvería de nuevo a conocerte para ser lo que
quisieses; más callado o extrovertido, pero ante todo, menos caballero. Y en
otras ocasiones, buscaría sencillamente, una nueva y sana forma de poder
perderte, pues a mi corazón le falta poesía y más a mi vida cuando de esta forma
desapareces sin dejar rastro de aquellas tarde en la playa ni de palabras
escritas en tu mente.
Te invento durante horas, y
entretanto escribo lo que derrama mi imaginación. Imagino la alta montaña que
intentamos escalar para emprender el posterior exitoso descenso. Y en la cima
te imagino bailando con la luna a la luz de las estrellas. Acariciándola con
los dedos. Palpando cada sombra oculta en el viento, y en un instante te
conviertes en amor y fracaso de arcángeles nonatos...
Pasea por el parque el tiempo
(perdido) y encuentra a la luna en un rincón, llorando de soledad, y ahora
comparte su llanto de no poder bailar contigo un último vals antes de marchar.
Gracias a ti, niña, he aprendido
a tocar sonatas sin director ni instrumentos. Y el vello de la nuca se te eriza
cuando oyes de fondo esa melodia que, desafinada, suena en mi cabeza mientras
te confieso como me siento ahora que te he conocido, mi niña de ojos
transparentes y corazón puro y ardiente.
No permitas que el sabor de todos
tus recuerdos se vista de verde pues tan sólo resto los días que me quedan para
volver a verte.
DE LA MEMORIA FUGAZ
Francisco Pinzón
Bedoya ©
Todo caduca y termina de una
forma fugaz que apenas descubrimos. El
reloj se empecina aunque se vuelva paisaje.
Las franjas de anaranjados y salpicaduras de nubes de azul vienen a
confundirse con los recientes colapsos de la vida y con el olor pútrido que se
quedó enquistado en el último entierro o en el paso por la ciénaga.
El entorno marca con su huella un
presente que de repente no nos pertenece.
Hay como una ley no escrita que pretende uniformizar la experiencia
única del paso por esta parte infinitésima del orbe. No nos queda ya ni el rastro de lo leído e
imaginado, sólo a ratos las evidencias del dolor reciente, y una sarta de
retales que cargamos.
El olvido nos va dejando
aislados, los hechos se colorean o se borran.
Repetimos películas y les disfrutamos aunque algo por allí nos esté
diciendo que ya las habíamos visto. Se
deshacen, como primer síntoma, nombres, fechas, palabras con significados
precisos de los cuales sí nos acordamos, sucesos, resultados de algún partido,
fiestas y... luego, y más terrible, caras, condiciones, historias y otros
desafectos, que nos dicen del giro del tiempo –ése inapelable juez- por los huesos,
los músculos, los sentidos y hasta el cerebro.
Como en estrellas lejanas de luz
parpadeante se nos van convirtiendo los recuerdos: selectivos, lacerantes,
amistosos, desdibujados, borrosos, contradictorios, confundidos, espantosos
algunos, y tal vez lejanos los dolorosos, y hasta “patéticos” los
románticos. Las citas de los libros se
van volviendo como los amigos: arrugados, contrahechos, malolientes a ratos, y
hasta llenos de polvo y soledad.
Quizá somos lo que recordamos y
seamos para otros la manera en que nos recuerdan. No hay una esencia única en la imagen que
creemos ser. Nos presentamos uno
distinto para cada ser que nos recuerda.
Para la sociedad somos esos pedazos de evidencia de lo que de nosotros
hay en cada uno de los cercanos. Sólo para
nosotros, en la intimidad, negamos lo que nos dice el espejo y, más que eso, lo
que nos grita la conciencia y la caterva de lo que llevamos allí de un
equipaje, uno que podría ser amargo o limpio y dulce, o una inmensa mezcla de
cada uno de esos sabores. Es en todo
caso, una escogencia, una decisión que hacemos, entre ser felices en el paso
aleve por este tiempo que en suerte nos tocó o no. Tarde descubrimos que eso que rememoramos es
la vida, es la parte minúscula que tenemos, y de lo cual: no hay más.
Es una lección dispendiosa ese
aprender, muchas veces tarde, de que eso que nos sucede es lo que nos ha sido
dado con la palabra vida. No hay más que
esta sucesión de pequeños detalles, hasta indistinguibles uno del otro, y que
al juntarlos es lo que somos y hemos sido.
Nos falta decidir lo que construiremos con cada uno de los que están por
venir: de eso depende el poder llamarnos seres felices.
Si uno se abstrae de las
necesidades primarias y las da por satisfechas, ese ser feliz tal vez no pasa
por donde queríamos y de eso que atesoramos, sino por otros lugares más
plagados de pequeños delirios y suspensos; pero sí se está en la vecindad de
los conceptos de confort y satisfacción, independientemente de lo que para cada
uno ellos sean.
El olvido es un instrumento que
los individuos usamos y las sociedades replican. Desterramos de nuestro círculo a quien
creemos que no nos conviene, y así lo “borramos” de nuestras vidas, y la
sociedad define otro tanto, aunque el efecto sobre el sujeto sea tajante y sin
atenuantes. Ese entramado social es el
sustento del individualismo en cada condición que el sujeto tenga. Algunos se ganan un sitial en la memoria
colectiva, no tanto por lo que dicen sino por lo que hacen, aunque en el caso
del escritor, el decir y el hacer son uno solo.
La mesa está llena de manjares
servida, cada uno la aprovecha según lo que aún queda. Ojalá que la poesía logre salvarse, como una
tajada de esas que no se borran por lo gustosas. Tal vez la huella del verso
vuelva a ser ese vestigio y sirva como la guía del camino o como regocijo en
él, pero no para anclarse y quedarse allí.
Hay que avanzar al ritmo del orbe.
Es voluntario, lo sé, pero me insto a vibrar con el canto del mundo que
lleva en sus alas la propia vida.
TANGO SINIESTRO
F.S.R.Banda
“Yo besaré la memoria de tus ojos taciturnos, para seguirte el poema
que a medio hacer me quedó”. Preludio para el año 3001, Horacio Ferrer.
La simulación del tiempo que se
desploma y se tiñe y rueda y se rompe derrumbado sobre los mustios abalorios de
la comparsa de los años podridos, allá por el bajo, arrimado a los juncales
entre garzas y camalotes, vos sabés. Rumbeando sin rumbo divago amargo por los
caminitos repasados hasta el cansancio, al revés, con las flores enterradas y
las raíces al sol, me farreó lo oscuro del nocturno sin alcanzar nunca la
madrugada que me deje arrimado a tu boca como a tiro de beso pero sin tocarte
para no deshacer el embrujo de tenerte cerca desarmada. Y te venís de asombro
envuelta en un tango de penumbras, esquineando por los yuyos, la baguada y el
zanjón, te venís por dentro calladita, contenida y mortal, te venís como en un
rectángulo, plaza, parque o callejón, que se achica cuando vas pisando la garúa
sobre el pasto herido de los hielos y las hojas que agonizan en sus ocres
otoñales te dejan pasar sin un suspiro para que te sientas reina de sus
comarcas desvencijadas. Del destartalado cajón de los recuerdos voy recuperando
las alegres lanas de colores de tu niñez, alas de mariposas que rozaron tu
pelo, pétalos de rosas con el perfume equivocado, un cenicero que habitó tu
dormitorio y tus insomnios, y un filoso trozo de cristal, lo demás son los
papeles viejos donde te iba escribiendo las obviedades y extrañezas de mis
barrocos ilusorios, y las piedrecitas azules que vos escondida guardabas en mi
honor. El tiempo, ese enemigo, dejó abierta la puerta para que de rebelde no te
fueras tangueando por los surcos del olvido y yo me quedara detrás del alto
ventanal que da a los finales de tu vida mirando ahogado de nostalgias la
delicada resolana de tus bravos desvaríos desvelado restaurando las misteriosas
esencias de la herejía de tu voz. Destripo la memoria de tu nombre hurgando por
tus vocales o tus tristes monosílabos, desato el aparejo pa’costear tu río de sueñera y de barro (i) yendo
siempre a contraviento de ventolera en ventolera, desafinando los cánticos
nupciales de los jolgorios de la última noche sin vos. Y mientras llega esa
hora, que llegará, leo y releo extraviado en las letras negras, pequeñitas y
secretas de la tarjeta diminuta donde
están tu nombre, tu calle y tu desvelo (ii), buscando, qué importa si no
estás, un rincón parejo donde dormir la larga noche del destierro como el
linyera borrado de los conchos y de las borras, reseco, insoportable, despreciado
y feliz.
(i) Fundación mítica de Buenos
Aires. Jorge Luis Borges
(ii) Objetos perdidos. Julio
Cortázar
Vertiendo ácido Sulfúrico en el ala de una Mariposa.
Francisco Antonio
Ruiz Caballero
¡¡¡Vamos a martirizar a una
mariposa¡¡¡. Tenemos un fondo azul y verde y amarillo, dorado y ámbar, y vamos
a retorcerle el cuello a un cisne o a cortar el pescuezo a un gallo rubí.
Ahorcaremos pavos reales con un hilo de seda, y los colgaremos de un limonero
florecido, cuyos frutos, amarillos y verdes, resalten a la luz del atardecer,
dorados por el sol. Los cisnes morirán de una manera monstruosa. Con el cuello
en ese retorcido y quebrado. Y los gallos verterán tanta sangre que el cielo se
pondrá rojo como una rosa negra. Y sobre el ala de una mariposa iremos vertiendo,
lentamente, gotas de ácido sulfúrico, hasta que el ala se ponga negra como la
muerte. Se irá apagando el sol y llegará la noche, llena de panteras feroces y
rabiosas, pero no será suficiente, y para que llegue nuestra apoteosis,
sajaremos con una navaja el ojo de un chiquillo. ¡¡¡¡Vamos a martirizar a una
mariposa¡¡¡¡¡. Será nuestra clepsidra de plata y ámbar, nuestra clepsidra
violeta, lila, que irá destilando, gota a gota, nuestro ponzoñoso veneno. Un
ácido transparente o azul que irá cayendo, como una débil nieve sobre un pétalo
verde. Y lo dorado se pondrá marrón, como quemado, y el humo ascenderá,
pestilente, a los cielos, o incluso más lasciva, arderá la seda roja
produciendo cianuros. Venga, démonos prisa, ¡¡¡¡¡martiricemos una mariposa¡¡¡¡¡.
Ya está clavada sobre el alfiler y muerta, disecada, con las alas extendidas, y
brilla como un reloj de oro, y es dorada y de ámbar, y reluce como la cúpula de
una mezquita, o es de color lila, como esos ponientes de verano con vencejos,
que gritan agridulces, añiles, y traviesos, ¡¡¡vertamos una gota de ácido en el
paisaje¡¡¡ o con un cigarrillo quememos la piel de un niño¡¡¡¡¡. Aunque sólo
sea un milisegundo de dolor instantáneo aparecerá la Iglesia de San Gil al sol
brillando entre los naranjos. Clavemos un alfiler en un corazón humano, o
echemos una gota de arsénico en una vaso de tila, o pongamos un leve tintineo
de campanas negras a una melodía de armonios violetas, nó, de armonios
amarillos. ¡¡¡Venga, démonos prisa¡¡¡. En el ala de la mariposa hay un pueblo
de duendecillos azules, que tocan siringes violetas y rosas, cuando llegue la
noche, y el cuello del cisne, se retuerza en un espasmo violento, la brutal
llamarada pondrá a los duendecillos de un negro tan horrible que parecerán
alacranes. Venga, démonos prisa, que la mariposa está ahí, con las alas
doradas, ¡¡¡¡echémosle una gota de nítrico¡¡¡¡. Y ya veréis como hierve la
pastilla de vitamina C en el vaso. Venga, ¡¡¡¡echemos una gota de ácido
sulfúrico en el pétalo de esa mariposa¡¡¡, ¡¡¡clavemos un aguja en un dedo¡¡¡¡.
Porque si no lo hacemos no seremos como las bestias feroces. Y entonces
habremos dado el día por perdido, lo habremos desperdiciado. ¿cómo es eso de
habernos ido a la cama sin haber hecho daño?. Venga, ¡¡¡¡démonos prisa¡¡¡,
vertamos ácido sulfúrico en el ala de una mariposa. No desperdiciemos el día. Tenemos que romper
esa preciosa muñequilla de cristal que baila sobre un pie. O arrancar un
corazón de cuajo, y luego arrojarlo a los perros. Venga, quebrémosle la patita
a un perro, o rompamos esa vidriera que tanto brilla y nos molesta. Que su
delito es más grande cuanto más bella. ¿cómo es eso de habernos ido a la cama
sin haber hecho daño?. Ahora es mediodía, hasta la hora de la noche podemos
matar sesenta mil mariposas, démonos prisa, no vaya a ser que en nuestros
sueños veamos una cuyo color sea indescriptible ¡¡¡y no podamos asesinarla¡¡¡.
La forma
de poema es una desgracia pasajera.
Osvaldo Lamborghini, “Die
Verneinug”, 1977.
Revista PARADOXAS N° 203
3 de Diciembre de 2014
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