sábado, 24 de octubre de 2015

PARADOXAS N° 211

PARADOXAS

REVISTA VIRTUAL DEL SURREALISMO NEOBARROCO

Año XI - N° 211


INDICE

TU BOCA - Amelia Arellano
VIAJE HELÍCIDO - Thania Rincón
CANSANCIO - Ivonne Concha Alarcón
SIN ESPACIOS NI TIEMPOS - Guillermina Covarrubias
Viaje por Las Indias - Luis Britto García
Emboscada en el Paseo de las Rosas Negras. - Francisco Antonio Ruiz Caballero.
ENSOÑADOS ARREBOLES - F.S.R.Banda


EDITORIAL

“Carpentier argumenta que José Eustasio Rivera y Rómulo Gallegos escribieron prosas barrocas despertando la novela hispanoamericana. A partir de ese momento los novelistas empezaron a perderle el miedo al idioma barroco y el concepto neobarroco fue ganando cada vez más terreno en la literatura hispanoamericana contemporánea. Conviene decir que la mayoría de los partidarios del neobarroco americano son naturalmente los defensores del privilegio del mundo hispánico sobre el barroco. Así, el barroco constituye, según Carpentier, el legítimo estilo del novelista hispanoamericano actual.
Pero, como afirma Julio Cortázar, es Lezama Lima quien se considera como verdadero hombre barroco hispanoamericano, tanto por medio de la creación literaria como por medio de la teoría. A diferencia del estilo cronista de Carpentier, que hace hincapié en el «contexto» histórico en el que «las palabras no caen en el vacío», lo que busca el estilo lezamesco es el «texto» mismo, espacio poético dominado por el tiempo poético y por la verdad poética. Es el espacio donde se revela la analogía íntima del universo por medio de la metáfora y de la imagen, de tal manera que el barroco constituye señas de identidad siendo el paradigma hispanoamericano.
Por otro lado, Severo Sarduy trata de establecer la estética neobarroca en la base filosófica y cosmológica. El escritor cubano descodifica el mecanismo de la estética barroca y neobarroca que aparece en los escritores latinoamericanos tales como Lezama Lima, Carpentier, Pablo Neruda, Cabrera Infante, García Márquez, Cortázar, Vargas Llosa, Carlos
Fuentes y un largo etc. Sarduy dintingue tres mecanismos de artificialización lingüística para señalar la instancia de lo barroco: sustitución, proliferación y condensación.
Junto a los tres mecanismos de artificialización que ayudan al análisis de la microestructura textual, Sarduy propone la parodia para descodificar el sistema barroco y neobarroco en un nivel macroestructural, que consiste, a su vez, en la intertextualidad y la intratextualidad. Así, Sarduy procura ofrecer un criterio estético para descodificar el barroco y el neobarroco.”

Fragmento de La estética neobarroca de la narrativa hispanoamericana. Para la definición del barroco como expresión hispánica. De Jeong-Hwan Shin. Vale.

El Editor


Cartas del baúl de los recuerdos, mis primeros escritos...
Marisol C.

Carta N° 2
No sé cuando, ni en que momento la tarde me tatuó tu nombre, quizás fisgoneaba entre mis brumas, llenándome la vida de soles que inventaste y no escribo por miedo a lo que siento, si no a este hondo abismo en que me encuentro, quizás el cielo se vuelva mas azul allí en tu vereda y la luna mas blanca en tu ventana, no sé, quizás se difumine el cielo aquí en mi ser, en suaves fantasías y caiga en el balcón de tus ojos.
Te escribo es cierto en esta niebla espesa, en donde el cielo se ha vuelto acuoso, sin ser mojigata me desespero y ansío tu pecho, quisiera dibujarte, seducirte sin miedos, destruir imágenes de ayer, reconstruir nuevas, pero solo me quedan migajas esparcidas en la piel.
La tarde a veces muere lenta, me muerde con su manto despacio y me arrulla en la penumbra donde tus ojos te revelan mi presencia, yo pretendo que el tiempo se detiene y abarca un mundo nuevo, sonrío enajenada, fabrico lunas llenas en mi ser y palpita el tiempo. Allí afuera, suave se difumina el cielo, me fumo la noche de costado, me pierdo en una luna que me dice que vendrás tarde o temprano.
Me extravió en el abismo de tus ojos, disfruto las sonrisas que quedaron, el tiempo detenido y los sueños que comulgan despacio entre los besos robados, a veces vuelvo a la cordura, entonces un hielo glacial me descoloca y vuelve el filo de mi tristeza... la tarde me muerde sin misericordia... extraño tu presencia.


TU BOCA
Amelia Arellano

“El primer beso no se da con la boca sino con la mirada”
Tristan Bernard

Calla, amor. Calla y dame tu boca. Yo te he dar mis ojos, mi mirada, mi pausa. Es noche de conjuros y de lobisones. El séptimo hijo  cae en los abismos. La serpiente se arrastra y el ángel cae. En la cueva de Merlín hay sonidos extraños. El búho se esconde y la cigarra calla. Dame tu boca de jazmín de leche. Tu boca andrógina en mis  pechos de hembra. Se mono. Pez azul. Ballenato. Dame el milagro de tu concavidad de fugas y corcheas. Tan exacta  Tan certera. Tan puntual .Como la milenaria brújula del viento. Tu boca, ansiosamente dolorosa. Tu boca, rumor de tallos y espumas de azucenas. Tu boca, tu boca universal. Tu propia existencia te sostiene. Como el aire tibio, la arena y el deshielo. Me sostiene tu boca. Improvisado poema de mí especie: Huerto fértil. Y tu pulso, mi niño, ah, tu pulso. Latido .Lirio irredento. Espurio. Casi saciado. Duerme mi niño, duerme y calla tu boca. Afuera. Lejos de mis brazos. Deambula un mundo, sin promesas. Sin promesas, un mundo.


VIAJE HELÍCIDO
Thania Rincón

Lo encontré en una de mis caminatas por la playa sola, mientras cabizbaja pensaba en lo fugaz de las bellas horas. Sólo así, mirando bajo, pude verlo, y al hacerlo me sorprendió hallarlo allí, desde hace rato, a mi lado, caminando lento. Jamás conocí alguno de su especie, antes me parecían todos iguales, pero éste era diferente. Llevábamos casi el mismo paso de procesión fúnebre de mortaja ausente. Parecía arrastrar en su caparazón miles de historias, o quizá, como yo, una sola, tan pesada que llenó su corazón sin dejarle espacio para otra, convirtiéndola en su propia historia. Hipnotizada por la complicidad de mi compañero silente, levanté la mirada al horizonte, y con sereno goce divisé la felicidad del mar que se funde en una línea con el cielo, mientras la brisa acariciaba mi rostro impermeable al sol ardiente. Con mi cabello recogido, aún húmedo, sentía el roce de cientos de granos de arena que el viento incrustaba en mis brazos descubiertos, cruzados, separándome de todo siempre. Y a mis pies, él seguía allí, reptando íntimo, ausente, haciendo zigzag en la vía de arena, como luchando con obstáculos transparentes. Aminoré el paso para disfrutar de su compañía en un lugar que se tornó recipiente del rumor de aguas blancas, conciertos sinfónicos tenues, que acallaban el eco de las piedras ofendidas por la caricia de traviesas olas que jugando dichosas contra ellas cantando arremeten. Y pasaron minutos, horas, años, siglos, hasta que primó el suspenso al sentir en mis pies el frío de una ola que se adueñó de la orilla. Algo eléctrico sacudió mis venas, bajé la mirada mientras del alma me brotaba una gruesa lágrima, una pena ardiente: había desaparecido sin luchar, en su indefensión, estático, se dejó llevar, alucinadamente complaciente. Era insólito no haberlo yo pensado antes: ¡no podía luchar contra la corriente! Aquella lágrima reventó impetuosa sin poderla sujetar sobre mis labios apretados contra un reproche desesperado, ecolálico, que aguijoneaba mi mente: con una sola de mis manos pude rescatarlo, con mis dedos, con dos, sólo con uno, con la palma, con mi pecho… pero nunca intenté siquiera tocarlo o levantarlo, porque él estaba a mi lado y era suficiente. Era la sombra lateral de mi cuerpo de sal transparente, óleo inmortal en los resquicios de un pasado sin presente. Nada quedó de aquello apareado que rozó mis sueños celestiales indigentes. Cerré los ojos para despertar y los abrí de nuevo. Todo fue cierto. No lo imaginé, él había estado allí y se había ido para siempre. Ahora tenía que seguir sola en el camino eterno de la nada, sin partida, sin destino, sin retorno, sin salida, sin mañana… Me senté en la arena a contemplar  mis manos vacías antes llenas, y me dormí en una almohada de arena. Fui oruga diminuta que se volvió mariposa poderosa en el viento sobre una pendiente. Y ante mis ojos apareció el caracol con su mirada fija y su sonrisa mordaz, complacida, abatida, triste, fatal, urgente… Y desperté con él, en los caminos de la nada, donde la vida repta, se eleva, se sumerge.


CANSANCIO
Ivonne Concha Alarcón

Cansancio, extremo cansancio de volar de punta a cabo anhelando los besos ignorados, las manos en la piel cansada, los ojos fijos en el dintel, sentir la música y las flores dispuestas esperando no sé qué, mirando asustada los balcones, pensando en volar como las aves prisioneras, musitando plegarias pidiendo el regreso de la paz, de las risas, las sonrisas. Mirando el colibrí sosteniéndose como un helicóptero. Busco entre las sombras el ángulo oscuro del aburrimiento que afecta mi cuerpo, una pequeña brisa despierta la sensual caricia, el recuerdo de tus besos, el deseo de arrullarte. No quisiera despertar de este sueño largo primaveral en este invierno frío que me cala los huesos. Mis labios silenciosos recorren tu boca sintiendo el deseo extraño. Mírame, aun soy el papel escrito con manchas escritas en el silencio de la noche extraña. Espero, siempre... espero sobre la humedad del mar. Me miro en la niña de tus ojos, me refugio entre tus pupilas, dibujo a besos tu rostro mientras aquí espero silenciosa y estallo en una sonrisa El viento en su loca correría nocturna se posa sobre la chimenea botando la añosa fotografía con aroma a nostalgia. El miedo paraliza mis manos, el otoño mueve las hojas del silencio dando vuelta las páginas de un calendario hostil. Las nubes pintan el cielo de albos algodones, siento las espinas extranjeras del silencio abrazando las copas de los árboles, pensando ensimismada en aquel último beso frente a un arcoíris de paz y sosiego.


SIN ESPACIOS NI TIEMPOS
Guillermina Covarrubias

Voló mas allá de las cumbres borrascosas donde no hay puntos de vistas acogiendo las chispas de la indiferencia sobre el cuerpo, que no tiene espacios ni tiempos, sin razón ni cordura negándose la existencia en palabras vivas y muertas en metáforas irracionales, en orgías con las letras que danzaban sobre la almohada engendrando procreando, sin huir de las fantasías profundas insondables sin despojarse de sus ángeles y sus fantasmas, con el recuerdo que se equívoca nefasto, se volvió extraña del sincronizar las mariposas que pisan en los pistilos de sus ayeres, renegando del lado oscuro de la realidad indómita, con las lágrimas puestas diluyéndole las pupilas ciegas, con los paradigmas y paradojas, híbridos del otoño rugoso nublado quejumbroso como violines en sinfonía fúnebre, arbitrariamente escribe y escribe la catarsis del nuevo fragmento que le revelan sus nocturnos, aún sigue volando en las utopías dejando atrás las cumbres borrascosas diseminadas de rosas azules, porque es ella y porque es también la otra, una mezcla, un mismo vuelo con la realidad de lo irresoluto y la etérea ignorancia.


Viaje por Las Indias
Luis Britto García

E adentrándonos en Tierra Firme por jardines, fallamos homes que el su natural es volar, como los pájaros. E los hay homes arbóreos, que florecen e frutecen e comen de sus propias semillas. E haylos otros que se tornan en las cosas que quieren, e son árboles e son rocas e son ríos y nubes. E otros los hay que el solo alimento que tienen es sus propias vísceras. E los hay de otra traza que todos los de un pueblo son un mismo home y es como si uno solo viviera en distintos lugares a un tiempo. E viven por allí otros que un solo home es muchedumbre de homes distintos. E haylos que remontan el tiempo e son sus propios padres y sus propias madres. E los hay que son de órganos y miembros dispersos y sueltos, que según su capricho y menester agrúpanse e disuélvense en toda suerte de quimeras. E haylo uno que él es al mismo tiempo el home y el mundo en el que aquél vive. E haylos que, asustados, escóndense dentro de su propio cuerpo y no hay manera de hallarlos. E las hay mugeres que son una selva y toda ella llena de los órganos propios, al modo que los viajeros, donde quieren, copulan. E los hay homes que son estrellas fugaces e en las noches de la canícula facen danza en los cielos. E homes los hay de un pueblo, donde el uno huele, el otro ronca, el otro come, el otro orina, e entre todos por partes facen las funciones completas de un solo home. E los hay como topacios, que en su fulgor se mellan las alabardas. E haylos que su vida entera dura un latido. E haylos que un sospiro suyo dura milenios. E haylos tan grandes que sus miembros figúransenos Tierra Firme. E tan pequeños que no son discernibles. E homes haylos también que son siempre olvidados una vez vistos. E haylos que toman la forma del que los mira. E haylos que son su propia sombra. E haylos que su raza tiene diez géneros de sexos, e ayuntan entre todos. E los hay que son sólo palabras e viven cuando las repetimos. E haylos también que son sólo imágenes e existen cuando las recordamos. E los hay que son idénticos a los que fuimos. E haylos que son los que seremos. E otros que son y han sido siempre cadáveres. E los hay de tal hechura, que no hay palabra para referirlos. E haylos de condiciones tales, que de nadie es creída su existencia. E otros hay, que son sólo un aroma. E haylos, que son manchas de luz. E los hay estotros, que son tachones de sombra. E encontramos homes que eran un gran sexo, e vivían dentro de una muger que era sólo una gran funda. E haylos otros que son sólo órganos de los sentidos. E haylos con sentidos configurados de tal forma, que por ellos sólo conocen el deleite. E haylos que son sólo una melodía. E por horror de la maravilla, matámoslos todos.
Caracas, 1940.


Emboscada en el Paseo de las Rosas Negras.
Francisco Antonio Ruiz Caballero.

La escena de la película es la siguiente: Es un jardín de rosas negras, exuberantes pétalos de una fantasía oscura que exhalan afrodisíacamente su untuoso perfume hacia la atmósfera. Es la umbría, bajo una bóveda vegetal acuchillada por pequeños diamantes de luz solar. Hay algunas fuentes, que manan un agua fresquísima, nívea, transparente, a chorros y borbotones sincopados, y en las que beben los gorriones sedientos. La luz del sol, que se cuela entre las ramas de los árboles, pone su brillo dorado a las transparencias del agua de las fuentes. Las rosas exhalan su aroma. Hay diminutas abejas. La víctima pasea. Se detiene junto a una fuente y bebe. Luego se sienta en un banco del corredor vegetal. El asesino aparece. Es una sombra de fuego oscuro, bellísima y estilizada, delgadísima, como un alambre negro, le acompañan las rosas negras exhalantes y preciosas. La imagen pavorosa de la belleza es un arcángel de delgada cintura y hombros perfectos. El asesino camina. La víctima se levanta del banco de mármol en la que estaba sentada y sigue al asesino. El asesino se aleja por el corredor vegetal. La víctima le sigue. Le pierde de vista en un recodo del paseo. Apresura el paso, el asesino está de espaldas, la víctima le mira, el asesino se da la vuelta, ¡¡¡tiene un pincho de hierro en la mano¡¡¡, la víctima sorprendida no sabe lo que hacer, ¡¡¡es tarde para huir¡¡¡¡, el asesino le clava el pincho en la barriga. La víctima cae herida, el asesino se retira entre las rosas.


ENSOÑADOS ARREBOLES
F.S.R.Banda

Yo dejaba que tu boca me naciera como aquella rosa en su rojo contenida, que la madrugada amaneciera en tu piel de luna llena, desdoblaba la mañana para ir a encontrarte en los pájaros entumecidos, en las piedras sin ruido sobre las tierras quemadas, veía llegar la noche con sus arreboles impuros, con las intenciones perfumadas desde el borde de tu cuello besado hasta el silencio, con las estrellitas esparcidas en el terciopelo triste que no acababa en tu ausencia sino seguía parpadeando como un león cansado en los aleros de tus pestañas. Cristalizaban entonces nuestros serenos imposibles, el destiempo, la distancia, los otros, el no haber coincidido en el mismo barrio o la misma calle cuando aun era el tiempo, la lluvias inútiles y los parques vacíos, las garúas en horas equivocadas, ese destino que no supo tejernos la trama del encuentro con los besos y los anhelos de una posesión que atravesara los instintos y los convirtiera en una sola caricia. Había voces instaladas en los bordes del otoño, musgos esperando y hiedras hibernando, y yuyos dormidos en sus latencias de semillas amarillas bajo los escombros y los naufragios. Yo te veía venir desde el otro lado del espejo, entre las dalias de un jardín ya imposible donde tu primavera florecía esperando la vendimia de los años por venir, y un mar de veleros atrapados que se desvanecían en los imprevisibles oleajes de todas las tormentas. Las tardes eran extensas planicies sin horizonte donde yo esperaba tus furias y tus celos, tus pasiones y tus extravíos, tus fugas y sus retornos, pensándote en un extremo de los años que faltaban para que se cumplieran los designios de la borra de tu café y las premoniciones que escribían los caracoles en los muros de mi invierno. Yo me quedaba extraviado en los jardines de las madreselvas como si ese poco tiempo fuera nuestro mientras tú desaparecías en esos lugares extraños, patios, jardines, cuartos y corredores con altos ventanales, todos sitios de la memoria más profunda, aquellos donde se guardan los años felices. Ya chapoteando en los último arreboles del crepúsculo me despedía con un abrazo tierno y un impúdico beso en tu boquita esquiva en cualquier esquina donde nos encontrara la noche que nos separaba, y me iba sintiéndome culpable de tus desencantos y tus desengaños, aun sabiendo que ambos caminábamos siempre juntos de la mano por esos rumbos de perdición y sueños inconclusos.



La forma de poema es una desgracia pasajera.
Osvaldo Lamborghini, “Die Verneinug”, 1977.

Revista PARADOXAS N° 211
1º de Agosto de 2015


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