viernes, 1 de septiembre de 2017

PARADOXAS N° 236

PARADOXAS

REVISTA VIRTUAL DEL SURREALISMO NEOBARROCO

Año XI - N° 236


INDICE

VERSIÓN DE LOS OJOS - André Cruchaga
PÁJARO CIEGO - André Cruchaga
Lemebel y los ángeles del cielo - Alex Vigueras
Me gustaría bañarme en mi propia saliva para evitar - Agustín Fernández Mallo
Soy un Oligofrénico profundo. - Francisco Antonio Ruiz Caballero.
SOOOLITARIO - F.S.R.Banda


EDITORIAL

TRES O CUATRO IDEAS
Roberto Merino

En su famoso tratado sobre la expresión poética, Carlos Bousoño observa que en la poesía el signo no se comporta de modo "arbitrario", como se supone desde Saussure que sucede en el uso no poético de la lengua. No obstante, en la vida diaria son muchas las instancias en que las palabras revierten su eventual arbitrariedad y muestran una relación estructural con los hechos o las cosas. Digo esto considerando que nadie —salvo un narcisista romántico— pensaría en serio en vivir poéticamente en el nivel cotidiano. Un propósito semejante, de realizarse, no tendría nada de belleza ornamental, sino más bien nos llevaría a las proximidades de la locura. Por cierto, el signo es arbitrario en una situación de inmanencia (o sea, nunca), pero pierde su arbitrariedad en cuanto se pone en funcionamiento. Yo pienso en los árboles, pronuncio la palabra árboles, me imagino árboles distintos, contrasto el sonido y el color y la distancia de árboles, de arreboles, de ardores, de pájaros, de cántaros, de alfanjes, de follaje, de luz, lo que sea que caiga en el paradigma, y en todos estos casos la palabra árboles trae una carga psicológica. No puedo separar árboles y experiencia. Por otra parte, el paso de lo arbitrario a lo no arbitrario es el espectáculo mismo de la poesía. Al leer un texto y ponernos en súbito contacto con su dimensión poética (esos momentos inesperados en que quedamos en la inmovilidad), efectuamos varias operaciones mentales-emocionales simultáneas. Si en este trance logramos aislar una palabra cualquiera, comprobaremos que ella está en proyección con las palabras vecinas, con las del verso subsiguiente, con otra especifica del verso final, con la imagen primaria a la cual la tenemos asociada, con el tipo de sonido que genere. Esto indicaría que Pound tenía razón al instar a los lectores a esforzarse por leer poemas en sus idiomas originales. Pound entendía que perderse esta parte de la forma de un poema era como tratar de apreciar la música siendo sordo. Pero, claro, quizás hay poetas que son más dúctiles a la traducción, obras en las cuales una parte significativa de sus procedimientos puede ser reproducida en otros idiomas. Por lo demás, en la música misma hay traducciones, trasposiciones y versiones. Me parece que Bath no conoció el piano, pero no es tan evidente que si uno lo escucha en clavecín, va a obtener una idea más total de su clase de inspiración. Explicar la poesía es muy difícil siempre, en la medida en que para ello debemos utilizar aquello de lo que esta hecha: las palabras. El acceso real a la emoción poética, sin embargo, puede carecer de especulaciones y de explicaciones. Es muy extraño este fenómeno: que uno de los recursos de la poesía sea el de ocultar sus complejidades para presentarse casi como un hecho de la naturaleza, equivalente al curso de un río o al reflejo de las estrellas en su superficie.

Pirateado de la columna del autor: DIARIO DE LECTURA, en Artes y Letras. El Mercurio, 6 de agosto de 2017. Vale.

El Editor


VERSIÓN DE LOS OJOS
(MONÓLOGO)
André Cruchaga

Recordado tapiz, enjoyado por los donceles madrugadores,
saltando entre banderas con la cara quemada de los bandoleros,
con los guitarreros que les llevan agua a los caballos
y con las dormidas anémonas falsas de la mujer despreciada.
En las endurecidas endechas de las azoteas
que borraban las noches notariales
que si se abrían sobre la muerte, pestañas y peinecillos
grises del estanque recurvaban como un barco amarillo.
José Lezama Lima

¿Cuántos ojos ciegos están o han quedado atrapados en su propia memoria? ¿Cuántos sin no ver miran? ¿Cuántos sentidos mitigan la noche del mundo? Uno vive esa acumulación de experiencias, el peregrinaje continuo hacia la vivencia. Cada tiempo se va haciendo una atalaya histórica y aún hay mucho por recorrer aunque sólo sea a través de las ventanas. Nadie que yo sepa está exento de todos estos resfriados, de la gangrena, de la genuflexión. Nadie con la boca abierta frente a los ruidos, nadie ante el pálpito de cabeza micro cefálica. Sé de seres que viven atrapados en una lágrima, en la piladera insomne de la historia, o en la horqueta de sus ansias, o en la dentadura postiza de la incredulidad. “A veces no hay otra salida más que la del olvido, ciertas inocencias/  como las tormentas inesperadas, ciertas imágenes con flecos, parecidas / a la castración. Huelo los perfumes proferidos del anís./ El espejo atrapa, sin duda, cualquier resplandor, —usted que padece / de histeria lo sabe, incluso conoce el lenguaje frío de la sed o los letargos./ Sospecho que nada es nuevo y que vivo atrapado en la posibilidad hiriente/ de una lágrima, o añorando aquella vagina amarrada a mi boca.”  Sólo que el olvido puede ser una trampa. Aquí nos golpea, pintarrajeada la política de todos los días, es una viuda negra y usted lo sabe. Aquí hay agujeros por todas partes como las cloacas cuya misión es el ahogo. Galopan con su frenesí peculiar las alcantarillas, las cotizaciones y el desuso ideológico que llega hasta los calcañales. Vivimos atrapados en esta suerte de  Sodoma, hasta dónde merecemos esta almohada de la medianoche histórica, sin que la estupidez cambie y siga aquí como un vulgar prostíbulo. A uno lo cubre esta realidad de ignominias como una enorme máscara de botas y jaulas, de ciénaga y búhos.  Existe un flagelo de codos apuñados y una bóveda país con momias, y noticias distintas a las pesadillas que vivimos diariamente. Ahora no siquiera el humor negro tiene sentido, no lo tienen los analgésicos, ni de los dedos de la oscuridad que te señalan en un santiamén. Otros seguramente viven atrapados en los desmayos de su propia identidad, pero eso no está en el poema, pertenece a otro ámbito y a otras personas y a otro lenguaje. Hay abandonos superiores a la voluntad de quien los padece. Quién puede apelar con golpecitos de pecho ante el cieno enraizado en algunas conciencias, quién a fin de cuentas rematará nuestras vidas, al tiempo que nos queda y que se nos haga vivir con trampas. Desde el pórtico del alba, uno ya está atrapado en esos desgarradores espejos del país y en sus clubes de fanáticos que por cierto no son pocos. También se decapita haciendo de los disturbios un hermoso panorama. Debo suponer que hay días que nacen para que uno los salte, o los asalte, aquí no hay mayor diferencia semántica. En el baile de la oscuridad, laten los pedacitos de historia, es decir del mundo arremolinado a golpes. Alguna vez, en algún atril silban las palabras de los niños, o se siente ese nudo de ellas en la garganta. Uno está a merced también de las aceras húmedas, del bajo mundo de la ofrenda y el madero, de ciertas ceremonias que carecen de estupor. Uno sabe que el dolor gotea desde las pestañas, desde los silencios empujados por el galope. Uno sabe de toda la plusvalía que tiene el sollozo, la aflicción. Sabe de los asideros del pillaje y sus amaneceres de mosca en vuelo. Duele vivir atrapado en las osamentas y heces de la historia. Sé de quienes bailan cualquier son y los disfrazan de actitud plural no beligerante. No me pueden dar un abrazo y, simultáneamente una bofetada. Hay bocas y zapatos que sólo nacieron para ocupar un cuerpo, por desgracia. En adelante será mejor ser estatua, sería el mayor disimulo dentro del espectáculo. Lo más novedoso de toda la novedad posible. 

Publicado el 12/24/2016 06:21:00 a. m.


PÁJARO CIEGO
André Cruchaga

La geografía toda arañada por mis dedos: uñas de fuego habitadas de bocas desvergonzadas desvisten al país en mis devaneos perversos hay lejanías en demasía como la que se llora en los calendarios sin tantos hormigueros y malicia sin tantas fatídicas muertes y expedientes de oscuras falsedades por todos lados me reclama el hambre de los muertos y la discordia no necesito revivir la náusea de los cementerios ni el pájaro en fuga de las espigas de la tristeza ni el pétalo deshabitado de luz y el buitre de abismo de mis párpados a veces copulo en las sienes de los próceres o en el cordero de la flama del estupor uno muere en el jengibre subterráneo de lo animado en el alambique cortado de los pezones tiernos en esas estaciones penitentes a las que uno llega de rodillas y sin equipaje a veces sólo desdoblamos el olor del epazote o el cilantro y dislocamos la sonoridad del zumo las arritmias visuales de las ojeras inoperantes en el mundo de la reuma de todo declaro mi amor a lo inocuo y a su equivalente de semen del amanecer tan transitorio como la luz en las trompetas del éter tan públicos como los eucaliptos verdes de los atrios o el silencio sepulcral del cielo (río con voz funeral y transgresora río tras las rendijas arrepentidas del país sobre la larva de los gusanos en mis uñas sobre las heces cercenadas del murmullo río sin disimular las alcantarillas el golpe de alfileres en mi aliento en tu baúl de monólogos en la pocilga de suspiros de mi piel a veces en las cadenas de televisión de los pañuelos o en demasiado folclor de los prostíbulos) —me queda la satisfacción moral de las lavanderías y la minoritaria refutación del papel higiénico la defensa exponencial de las axilas y la incisiva totalidad de los maniquíes y el disimulo maloliente de los sombreros ante la sexualidad primordial de las osamentas luego he de considerarme cuerdo por amor a esta ebriedad de los párpados por amor a la fosa de la desnudez y a la plegaria podrida de lo indemne a ratos los armarios son como los meses negros en una habitación oscura pero claro esto lo digo por mera desesperación ferozmente amorosa a tu vientre a tus ijares encendidos de derramados ángeles soy un feligrés de tus pechos mientras me ahogo en tu ombligo (pese a mi ceguera pinto siemprevivas)…

Barataria, 2017


Lemebel y los ángeles del cielo
Alex Vigueras
(Superior Provincial de la Congregación de los Sagrados Corazones.)

Ese día, el encargado de protocolo del Departamento de Bienvenidas del Cielo estaba escandalizado. Un grupo de Querubines había quedado de decorar el lugar de la fiesta de bienvenida y, según su criterio, había quedado horrible: tantas flores de colores fuertes, los manteles fucsias y anaranjados, guirnaldas por todas partes y ¡hasta globos habían puesto! Su argumento era que los colores utilizados en la decoración no estaban entre los aceptados por el departamento de protocolos del Cielo. “¡Cuando el Padre se entere!, gritaba como desaforado por los pasillos. “Lo que pasa es que averiguamos lo que le gustaba al celebrado de hoy -se defendía uno de los encargados de la decoración”.
La fiesta de ese día era tan especial que el mismo Espíritu Santo se ofreció para preparar la música. Le habían propuesto algo discreto: tal vez unos violines, un piano para dar elegancia. El Espíritu puso cara de descontento y mandó recado a todo músico que se encontrase cerca. Tenían que ir a la fiesta, cada uno con su instrumento, pues la bienvenida de ese día era importante, de categoría “Premium” (reservada solo para aquellos que en vida han sufrido mucho). Llegaron acordeonistas, guitarreros, flautistas y zampoñeros; llegaron arpas y charangos, bateristas y organilleros. El Espíritu Santo no contenía su alegría al ver tanto instrumento. Para esa noche había que preparar de todo: comenzarían con un gregoriano solemne (para no escandalizar a algunos), pero luego seguirían con tangos, cuecas bravas y boleros, valses peruanos y unos cuantos corridos, para rematar con un repertorio con las mejores 1500 cumbias de la historia.
Cuando la fiesta terminó, el lugar era un desastre: todo desordenado, botellas por el suelo y plumas desperdigadas por todo lugar. ¡Dicen que bailaron como tres días seguidos! Se comenta que algunos ángeles se copetearon e hicieron escándalo. Alguien se dio cuenta de que, en un momento Pedro Lemebel se puso melancólico, tal vez por los que había dejado atrás, o por los recuerdos de todo lo que había sufrido, y que el Hijo con una servilleta le había secado las lágrimas y le habría dicho: “Éstas son las últimas”.
No faltó el que hizo escándalo de cómo estaban vestidos los ángeles: se habían teñido las plumas de colores chillones, pintado los labios rojos y se habían puesto unas coronas de flores en sus cabezas. “Que esa facha era indecente, que no estaba a la altura de su dignidad, que dónde se ha visto a serafines con plumas de colores”. “¡Qué va a decir el Padre!”, era la frase que, como letanía, se escuchó en toda la preparación de la fiesta.
Cuando ya estaba todo preparado, alguien grita: “¡Ya viene!¡Avísenle al Hijo que es quien tiene que recibirlo!”. Cuando apareció Jesús todos se sorprendieron: venía vestido con una túnica naranja, con adornos rojos y amarillos. Nunca lo habían visto vestido de otro color que no fuera el blanco. Obviamente nadie se atrevió a criticarlo. En ese momento el jefe de protocolos anunció solemne: “Damos la bienvenida a nuestro recién llegado: Pedro Segundo Mardones Lemebel”. Cuando apareció bajo los pliegues de las cortinas rosadas, Jesús se acercó, le besó la mano y le dijo con cariño: “Bienvenida”.
Cuando la fiesta terminó, el lugar era un desastre: todo desordenado, botellas por el suelo y plumas desperdigadas por todo lugar. ¡Dicen que bailaron como tres días seguidos! Se comenta que algunos ángeles se copetearon e hicieron escándalo. Alguien se dio cuenta de que, en un momento Pedro Lemebel se puso melancólico, tal vez por los que había dejado atrás, o por los recuerdos de todo lo que había sufrido, y que el Hijo con una servilleta le había secado las lágrimas y le habría dicho: “Éstas son las últimas”.
¡Cuando el Padre supo!… cuando el Padre supo… dicen que se reía a carcajadas y pedía que le contaran una y otra vez los detalles de esa fiesta Premium que sería recordada por los siglos de los siglos y otros siglos.

31 de enero de 2015


Me gustaría bañarme en mi propia saliva para evitar
Agustín Fernández Mallo

Me gustaría bañarme en mi propia saliva para evitar
todo contacto con aquello que no soy, sin embargo
oigo dos ruidos. Que levante la mano quien no haya pasado
horas mirando cómo por un hilo un charco
desagua en otro charco. Sobre una guía telefónica,
que llena de números muertos da mucha pena,
descansan pocillos de café, platos mal apilados, pareciera
que en cualquier momento quisiera convertirse en un fregadero.
O el trigo y el arroz: nunca han sido del bosque los alimentos
que han salvado a los humanos.
Pelo una manzana
hasta unas lágrimas sólidas que hay en su corazón. Las como.
Los ejes chirrían.
Cada vez que oyes un ruido, hay un eje. Cada vez
que oyes dos ruidos, una conversación.
Nadie habla solo.
El tic-tac de la lluvia está pensado para numerar el mundo,
mejor dicho, es el vivo retrato del mundo pero en abstracto.
El agua de la bañera está desnuda
-el mar es otra cosa, no consigo
responder esta pregunta: ¿beben agua los peces?, ¿tienen sed?,
¿son sus agallas el aro roto
de un recién circuncidado?-
Oigo dos ruidos.
Sale el sol, imprime el mundo en papel continuo,
por eso no te enteras. El hombre del tiempo estará
agujereando las nubes, te pido que aceleres, me gustaría
llegar a la desembocadura del valle antes de que la noche
nos agujeree a nosotros. Hablamos
de la arbitrariedad de las constelaciones, de trazar otras líneas
entre esos sedimentos del big bang y los neumáticos del coche.
Con las yemas de los dedos amplío y reduzco el tamaño
de tu rostro en la pantalla, también una vez vi a un panadero amasar una mezcla de cereal y agua.
Manifiéstate.
Siempre estaba viajando, siempre solo. En un maletín,
como un dique desprendido, acosado por las olas
aguardaba nuestro futuro.
Nos traía chucherías de los aeropuertos. Es ahora -oigo dos ruidos,
oigo tantos ruidos-
cuando por primera vez viajamos juntos.
Eres utópico porque no tienes
un lugar asignado.

Nota.- Del poemario “Ya nadie se llamará como yo”


Soy un Oligofrénico profundo.
Francisco Antonio Ruiz Caballero.

Mi idiocia mental llega a extremos inenarrables. Como un manso cordero voy hacia el matadero. Yo mismo he fabricado el mecanismo del potro de castigo que desmembrará mis miembros y como un cordero, que no como un lobo, me conduzco hacia esa maquinaria igual que un masoquista que apeteciera su violencia. Poniendo el alma al fuego y apeteciendo su martirio, borrego entre los borregos, en un acto de futilidad y subnormalidad profunda, en defensa de unos camaradas inexistentes o en defensa de una vida de pordiosero infeliz y sin futuro, con la misma voluptuosidad que la de un San Lorenzo que buscara una parrilla para ser inmolado en ella igual que un necio, precipitándome en un infierno que se apetece sagrado y que es solo una bellaquería prometida por unos vendedores desaprensivos. Arruinando en el empeño a parientes, conocidos, y amigos, perdiendo una batalla estúpida en la que me metieron por imbécil, totalmente enajenado y payaso. Yo soy el más gilipollas de los que han nacido, y acaso no haya nacido siquiera porque mi grado de idiocia y debilidad mental es superior a la de cualquier oligofrénico profundo. Yo no soy un ser humano, yo soy un primate sin capacidad de raciocinio y voy directo al matadero con la complacencia de los ciegos y los imbéciles.
............................................................
29 mayo 2006


SOOOLITARIO
F.S.R.Banda, mismo

Para F.A.R.C., aquel cuyo dios lo enmudeció para negar la insoportable belleza de su verbo.

Esta lila se deshoja,
Desde sí misma cae
y oculta su antigua sombra.
He de morir de cosas así. (i)

Negada es tu voz amigo desde los luminosos laberintos de tu sublime locura con sus iridiscencias y sus monstruos medievales, negada a tientas, porque los ecos de tu barroco sevillano perdurarán en las memorias de los que se atrevieron a perforar tu mágica demencia y miraron desde acá abajo el abismo insoportable donde te zarandeabas sobre la cuerda de tus delirios como un equilibrista que cree que puede volar, y posee el imaginario, el verbo y los asombros necesarios para negar la imposibilidad de los verdes saurios del infierno, las mariposas sangrientas y los gatos escaldados, así, sin más, como si tu palabra fuera creando a tu alrededor lo que tu desaforada imaginación iba extrayendo con intensidad de demiurgo de tus oscuros desvaríos, andarás combatiendo contra tus demonios persistentes en algún tugurio de mala muerte allá por los arrabales de un cielo desvencijado donde un dios te mira con los ojos tristes de mal padre, seguirás (d)escribiendo los mundos de tus sueños fantasmagóricos, las visiones inverosímiles de tus alucinaciones enfermizas, los textos de fábula del desterrado voluntario en los que cada objeto, vestiglo, color, insecto o flor que describías volvía a esta mísera realidad más brillante, pulida por tus geniales arreboles y a la vez carcomida por la dolorosa extracción de la piedra de la locura.

(i) “Vértigos o contemplación de algo que termina”, poema incluido en 'Extracción de la piedra de locura', Alejandra Pizarnik, 1968.

Nota del autor.- Escrito también con doscientas dieciséis palabras.



La forma de poema es una desgracia pasajera.
Osvaldo Lamborghini, “Die Verneinug”, 1977.

Revista PARADOXAS N° 236
1° de Septiembre de 2017



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