sábado, 7 de enero de 2017

PARADOXAS N° 228

PARADOXAS

REVISTA VIRTUAL DEL SURREALISMO NEOBARROCO


Año XIII - N° 228


INDICE

NOCHES CUBIERTAS DE OBSTACULOS - Ivonne Concha Alarcón
EL BALCÓN DE MIS SUEÑOS - María Eugenia Gulfo Berrocal
LAS SIRENAS - Maria Itza
"TRUEQUES CON EL ESPEJO" - André Cruchaga
La Cajita de Música. - Francisco Antonio Ruiz Caballero
PROSAS EN NOVENTA Y UNA PALABRAS, A LA MANERA DE “LA CÁLIDA ENTRAÑA” DE JUAN DAVID PORRAS SANTANA
Poco escribo - Beatriz Graciela Moyano
Sueños y presagios - Ivonne Concha Alarcón
Los renglones coincidentes - Severo Sarduy
El viento arrastra… - Agustín Fernández Mallo
La presencia persistida - F.S.R.Banda


EDITORIAL

Caracterización de la nueva narrativa
- El quiebre de la cronología narrativa: los hechos narrados no siguen el orden temporal exterior sino que son presentados por el narrador con total libertad, según el efecto que desee producir en la obra.
- La multiplicidad de espacios: el espacio no es único sino que se multiplica. Esta multiplicación muchas veces se corresponde con una diversidad de tiempos, pero también con tiempos coincidentes.
-  El narrador protagonista: más frecuente que el omnisciente; ese cambio del punto de vista de los acontecimientos narrados provoca una nueva y particular visión de los hechos, relatados desde la persona que los está viviendo y no desde afuera. Muchas veces se emplean, también, varios narradores en un texto; de ese modo, un mismo suceso es relatado desde distintos puntos de vista.
- La incorporación de lo fantástico, de elementos inexplicables y absurdos que proyectan el
texto más allá de la comprensión racional. La razón no es la única vía de acceso a la verdad
absoluta (que se cuestiona dentro del relato). Se plantea la inexistencia de una única verdad
y se provoca incertidumbre en el lector.
El mito en la narrativa hispanoamericana
La narrativa contemporánea se preocupa por la experimentación y busca un nuevo lenguaje
narrativo para recuperar la temporalidad y la dimensión propia del mito: su universalidad.
El mito, en la literatura contemporánea, no está tomado en un sentido estricto, es decir, desde la recuperación textual de las leyendas sagradas de otras civilizaciones sino que se constituye como un espacio posible para conciliar el tiempo pasado, el presente y el futuro para otorgarles simultaneidad.
De este modo, como el mito no implica una sucesión ordenada de acontecimientos, y como estos acontecimientos provienen de distintos orígenes –la memoria, el sueño, el deseo, las pasiones– permite dar a conocer la cara oculta de la vida: la que en apariencia no se percibe.
El narrador contemporáneo crea un universo propio, una realidad independiente y paralela, que también revela el lado oculto del mundo, e incluye elementos maravillosos.
La narrativa hispanoamericana del siglo XX posee características que la ubican dentro del
Neobarroco que toma su nombre del movimiento Barroco del siglo XVII y se distingue por:
- La desmesura. La literatura neobarroca repara hasta en los detalles más insignificantes,
tanto que dejan de ser detalles para convertirse en elementos fundamentales, centrales de la
obra. La desmesura abarca tanto el lenguaje como el contenido.
- La artificiosidad. Se produce cuando la expresión es despojada de naturalidad. Se logra por medio de tres mecanismos:
Sustitución: Permite reemplazar el nombre real de un objeto o una situación por otro que,
alejado semánticamente, se puede deducir del contexto. La metáfora resultante es exagerada.
Proliferación: consiste en la enumeración disparatada, la acumulación de diversos elementos de significados heterogéneos, al modo de un collage.
Condensación: es la fusión de dos términos para formar un tercero que resume los dos primeros.
- La parodia. Los textos se basan sobre textos ya existentes y los recrean. Los textos usados y el resultante dialogan entre sí, y esta combinación implica confusión, enfrentamiento y fusión de opuestos.
La parodia se refleja en dos niveles:
Nivel intertextual: cuando un texto se refiere a otro anterior del mismo autor o de otro.
Nivel intratextual: cuando un texto contiene diferentes juegos de palabras en el nivel de la escritura, a partir del otro texto evocado.

Pirateado de:
Vale.

El Editor


NOCHES CUBIERTAS DE OBSTACULOS
Ivonne Concha Alarcón

Las noches cubiertas de obstáculos, las ramas secándose de hastío y rebeldía, árboles casi convertidos en leña  para un hogar sin vida, luna infiltrada en una pieza oscura sin hendijas, solo puertas antiguas sin aldaba, silencios apagados por una música antigua con restos de otros amores grabados en las viejas paredes siniestras del olvido. Sabe la luna de distancias, encantos y desencantos que hieren, cicatrices que duelen pero no matan. Camino de piedras grandes que no lleva a ninguna parte, zapatos inapropiados insoportables tanto como los rosarios que no rezan cantos ni promesas, fantasía que emociona el sentir del cuerpo pleno de deseos y pesares inconclusos, miedos dibujados en el techo que a nadie importan, ni siquiera al perro durmiendo sobre la alfombra mordida por el mismo. Qué sabe el silencio de la noche de torturas y desvelos, qué sabe la aurora de inquietudes y lamentos, nostalgias y críticas que bajan del firmamento observando la porquería de sinsabores del tiempo extraviado. Nada es fácil ni nadie dijo que lo sería, tampoco alguien dijo que el tiempo trae el olvido, solo respuestas el aire contaminado de represiones asustadas. Van las mariposas cesantes volando amontonadas sobre el jardín blanco de la mañana resplandeciente después de una noche de juerga de pensamientos rebeldes sin aceptar las inclemencias de la desesperanza. En vano busca el tiempo fluya, las montañas no vienen orgullosas se quedan airosas entre los buenos y los malos tiempos. ¡Ay caracol deja pasar que me tropiezo…!


EL BALCÓN DE MIS SUEÑOS
María Eugenia Gulfo Berrocal

Me bañé de flores en la primavera y la naturaleza se llenó de amores, la dicha inundó mi sentir y las tristezas quedaron atrás, deshojé jazmines, azucenas, rosas, tulipanes, y como lluvia que baja del cielo, cristales de alegría embargaron mi sentir. Fui al balcón de mis sueños y allí admiré la belleza de su candor, venía envuelto en un halo de luz desprendido del sol, lo tomé en mis manos, la estancia se llenó de resplandor, mi alma se regocijó y las flores comenzaron a sonreír. Plasmé el aire con óleos matizando sus colores, la fuente del patio emanaba sonrisas colmadas de ficciones, la hiedra de la tapia guiñaba sus ojos y acariciaba la mañana, mi corazón se deleitaba ante la ternura que de las flores brotaba. El querer inundaba mis horas, mis días, mis noches de dulzura en el tapiz de los sueños, volé en la estela de los querubines, las luciérnagas alumbraban en el verano de emociones, la brisa acariciaba mi sonrisa y me dejaba en total ensoñación. El olor de los lirios primaverales deleitaban mis sentidos, el nardo suspiraba dejando olores a canela y a romero, el vergel brotaba con la aurora y el sol naciente en un sueño de alegrías y hermosas sensaciones. Me engalané de blanco entre encajes y azahares, los perfumes inhalados dejaron sensaciones, con mis manos toqué el infinito horizonte, égloga de mis cantares, en el balcón de mis ilusiones.


LAS SIRENAS
Maria Itza

Sobre  los calientes y desolados Arcos de Triunfo ellas derrochan el polen del tiempo entre sus manos de vidrio arcaico donde han ido a parar las lágrimas de los amores voraces y apóstatas condecorados con la orden del silencio junto a un ramo de orquídeas de barro fondeados en cráteras de ónice donde las doncellas juntan sus deseos impuros y lamen poderosas fosforescencias sugeridas por los vientres clausurados de pálidas imitaciones de peces que se juntan para perdición de los hombres desde sus senos  borrascosos, ellas, las impuras hijas del mar afinan sus sedosos arpegios mientras un Rey obsceno se embriaga juntando inútiles juguetes como pétalos de flores enfermas que mueren su ansiedad de viejos perfumes sobre los huesos triturados de lagartos de papel de diario. Allá van a juntarse en un ramo escuálido y desquiciado muñecas sin ojos ni pies, acróbatas sin brazos que se empecinan en caminar por cuerdas de relojes, mientras un faraón de oropel se lanza desde una pirámide oxidada hacia el abismo de candelabros quebrados buscando los brazos lúbricos de espantosos engendros mezcla de peces y mujeres livianas que se mueven al compás de los cantos de un fauno ciego para ofrecerse como monedas de juguete que mutan en hojas secas y en descolocadas risas de noticieros. Es lo que queda de las aguerridas mujeres pez después de lanzar sus acuosas e impúdicas invitaciones que los buitres despojados llevan aún en sus hediondos picos al país de los borrachos impenitentes que se amontonan para robarse unas caricias empapadas de  seniles arrebatos de mujeres que cosen sus escamas para fingir que la juventud no se va pues ellas la aseguran con prolijas puntadas a sus cuerpos mientras escuadrones de deformes sapos les lustran coronas de cartón y peinan sus escasos cabellos sobre sus calvas relucientes a medida que lloran las glorias del pasado convertidas en suciedad y moho por los pensamientos pesados y  dispersos de vates que han perdido la fe o la ahogaron en vasos de arena y ginebra donde el tiempo enreda sus jirones y tapa a sus monstruos con espuma y flores de insoportables hedores


"TRUEQUES CON EL ESPEJO"
André Cruchaga

Gracias amigo mío, por tu amor a la palabra.

Desde mi ignorancia, —que no es poca—, escribir siempre supone un viaje del que no siempre se tiene un cierre por adelantado, amiga poeta Amelia Arellano. A muchos nos desasosiega la luz y sus movimientos, la noche y ese juego de cazadores al capricho del tiempo. Mis divagaciones carecen de toda pretensión. Como una mecha suelta de candil suelto las palabras; luego, que ellas gesticulen lo difícil que es la realidad, o desvirtúen los despeñaderos disformes, el estrabismo del caos, o los vacíos amarrados con mecates. A menudo estos movimientos inversos o contrarios, parecieran el pájaro de fuego que se escapa del aliento, o el moho que hace visible el jengibre de la oscuridad. “Bajo la penumbra amenazante de las piedras, las hojas calcinadas, nudos / de hogueras muerden las sombras del arco iris, todas esas formas/ del movimiento del ocaso, toda la intensidad avivada de medianoche./ A menudo los imposibles cambian para convertirse en escarcha, caldean / sus embates climáticos, beben la sed del lecho hasta escarpar el suburbio./ En los anillos arbóreos de los maniquíes, los sótanos profundos del búho,/ y el gris sobrio de las paredes. Y lo vulgar que tienen los entonces.” En este largo recorrido, he aprendido a lidiar con mis andrajos, a instar al viento a que me arremoline contra las paredes, a probar todo el volumen de la noche descendiendo al cordón umbilical de las sombras. Como sólo tengo tiempo para ver la viga en mis ojos, carezco de mayores preocupaciones: siempre estoy desfalleciendo en el fondo del tiempo; hay enfermedades incurables tratándose del sinfín. Ante la velocidad del ojo, éste se pierde en las esquinas de los rincones; no existe, ahora que lo pienso, ese tal pañuelo del cielo, esa botella de mar donde quepa la alegría, sino una sed oscura y arlequines en el umbral de la puerta. A veces sin quererlo, creo, el poema sale muerto. Y no es broma. Yo siempre estoy como tratando de entender el nudo ciego del grito, o de la voz subida de tono. Es como si cada una de las palabras me estrangulara cuando trascurren las cosas vividas en el poema. Claro que no entiendo de revelaciones, ni el límite que tiene la puerilidad, ni qué ilusión es la que después de sucedida me causa nostalgia. Tampoco sé de las automatizaciones del universo, a qué profeta debo quitarle su velo, de qué subjetividades está hecho el cosmos. Siempre existe un punto crucial, a menudo sórdido, aullante, desacordado, carente de sentido. Motivos hay para el usufructo de la confusión: no siempre lo profético es utilitario, tampoco lo es la desazón que provoca lo desconocido. No hay nada luminoso en saber que un siempre es pretérito, pero tiene su propia conmoción esa visión de fugacidad, ese sentido de pérdida inmediata, la fuerza eterna de esa verdad, porque hay otras verdades que de pronto se hacen antojadizamente. Confieso que vivo con suprema tensión el acto de escribir mi poema diario. He aprendido, de igual manera, a no explicar lo que escribo, eso que quede como tarea íntima, a quien tiene la bondad de leerme. En torno a esto, a menudo se habla muy resueltamente, pero no me detendré a explicar esa oscura alquimia de la cópula. Un viaje de este tipo carece de misterio, pero no de asombro. No conozco la lumbre que aísle las sombras, tampoco los límites que desdibujen estas diversas formas de andar descalzo. No creo en los frutos extáticos del alfabeto, sino en aquel fluir definitivo de lo real en la realidad. Mi mundo es el poema, aunque siempre ande perdido. Este tutelar, entonces, mi propio sentimiento de tránsito, es lo que le da sentido a mi vida, es decir, a perderme en el ardor fresco de lo esquivo. Un abrazo, poeta, desde estos trueques con el espejo…


La Cajita de Música.
Francisco Antonio Ruiz Caballero

Todo comenzó el día en que el gran compositor Shirikovski arpegió aquella macabra sinfonía. Abrió en aquella fantasía para flores granates el palacio de los geniecillos azules, y estaba seguro que había pulsado el fá en el piano en el tercer movimiento, estaba seguro que había pulsado la palabra musical quemazón, aunque todo el mundo aseveraba que sólo se había oído el sonido qemazón, sin el fá de la u. No se preocupó entonces porque el concierto había sido excepcional, soberbio, pleno de turquesas y sonidos de agua vibrante, caleidoscopías sublimes y acordes de cinabrio se habían deslizado por sus dedos aquella vez, la partitura era rosa, el pentagrama, violeta, los acordes, amarillos, y las gorgonias de cristal de su fondo marino, añiles o naranjas. Acabada la recepción que siguió al concierto, un ágape que se adentraba o metamorfoseaba descaradamente en cena, marchó a su casa y olvidó la jornada en un sueño voluptuoso lleno de náyades desnudas y ángeles rubios, de mazapán y sidra.
Pero en el segundo concierto volvió a aparecer el problema, estaba seguro de que había pulsado las teclas y pronunciado con su piano las palabras armonía y contrapunto, pero todo el mundo coincidía en señalar que las palabras habían sonado aonía y contaunto, en su magistral piano de su magistral arreglo para la quinta de Selenokovski, el pájaro de las Alas de Cristal.
Y un día tras otro la calidad del concierto declinaba y declinaba, aunque el viejo maestro no era consciente de la falta de musicalidad que le iba aquejando.
Y llegó el día que se sentó frente al piano y tocó y tocó melodiosamente arpegio tras arpegio, volcanes de fuego lascivo, mariposas tornasoladas con reflejos verdes, ángeles de cabello pelirrojo, Nínives fastuosas habitadas por espectros, pero nadie oyó sino notas y notas sin sentido, aberrantes, contrahechas, la partitura de un loco.
El abucheo fue generalizado, el concierto un desastre, y además la víspera de un huelga general, con el Zar en uno de los palcos rodeado de Zarina y favorito, con el monóculo de vidrio arañado por la esquirla de una bomba.
Tuvo que retirarse del panorama musical ruso, mientras las calles eran tomadas por los bolcheviques y la metralla hacía estragos en los gallos imperiales.
Shirikovski paseaba por su palacio, expropiado y realquilado por el gobierno revolucionario a otras dos familias, cuando tocaba el piano, cuando él creía tocar el piano, sólo arpegiaba ruído o silencio, el viejo melómano estaba acabado como la archiduquesa de los Urales.
Un día subió al desván y encontró una vieja caja de música cerrada. Era una cajita de nácar con inscripciones en malaquita y oro, una obra de arte de orfebrería religiosa o civil, tallada y labrada con la perfección de un psicópata, brillante y fría, con una sirena de cristal rosa en su centro y un diminuto espejo. Le pudo la curiosidad y la abrió, no oyó nada, pero todos los inquilinos de su dacha aristocrática oyeron el más maravilloso concierto de campanitas de cristal ejecutado por Shirikovski nunca.


PROSAS EN NOVENTA Y UNA PALABRAS, A LA MANERA DE “LA CÁLIDA ENTRAÑA” DE JUAN DAVID PORRAS SANTANA (1955-2016).
(PARADOXAS N° 225, Octubre de 2016)


Poco escribo
Beatriz Graciela Moyano

Poco escribo, cuando permito, cuando otorgo un incompresible permiso a que mojen mis hojas. Cuando el óxido frío y el viento confluyen en el punto justo de las grietas y no atino a frotar las manos para un alivio. Dejo de escribir, o poco escribo como en parálisis de vocablos, huérfana criterio válido, clamor ahogado, nudo sin consonancia con la propia esencia. Cúmulo rebelde que yace frío, negado, en medio del timo, se cobija y aloja con fatiga. Pregón en aullido al desacuerdo con lo fraudulento, grito demencial que me debo.


Sueños y presagios
Ivonne Concha Alarcón

Agua gasificada subiendo hacia los sueños y presagios secaron los ríos que bajaron a destiempo de la montaña comiendo crisantemos de las riberas. Los bosques observan el tren con su ruido rudo entorpeciendo el trinar de los pájaros. Lluviosos ojos desvalidos desclavados de los paisajes que el río cerró mientras los ruiseñores oteaban a lontananza. Vientos rugiendo asombrados ante el descaro de lagartos rojos mordiendo las esquinas de los lamentos, ahora la risa gana la partida sobre las aves que vuelan circundando los reflejos de las cruces de los recuerdo extinguidos…


Los renglones coincidentes
Severo Sarduy

Los negros de La Habana nunca cesan. Es aquí mismo, en esta esquina, donde todos se reúnen cuando vienen de la playa. Cantan siempre. No cesan porque no tienen trabajo, por eso no cesan de cantar. Van y vienen a todas horas, van y vienen siempre cantando, y a veces se detienen para tomar un poco de café, para apuntar a veces algunos números, y luego, siempre cantando, pasar de un lado a otro, de un lado a otro de la calle. Siempre cantando, entre tirada y tirada. Nunca cesan, nunca.

(Fragmento final del primer capítulo de “Gestos”, primera novela de Severo Sarduy, 1963.)


El viento arrastra…
Agustín Fernández Mallo

El viento arrastra hojas, polvo de octubre, papeles a la panza de los coches, agita la flota y ya no queda nadie salvo yo en la ventana del Hotel Port Maó. Llegará un día en el que la luz vuelva a ser la piel del mundo, me digo, bajo pretexto de primavera. Entretanto, no me asustan ni el viento ni tu éxodo, ni esa caída fantasmática y grotesca que se apodera de los trajes cuando se quedan para siempre en el armario. Únicamente me asusta pasar el otoño sin una mujer.

(Fragmento de “Yo siempre regreso a los pezones y al punto 7 del Tractatus”, 2012)


La presencia persistida
F.S.R.Banda

En el fresco atardecer, tu sonrisa leve y tu voz tranquila caen suavemente sobre mi alma como los pétalos de los cerezos sobre las aguas de un río turbulento. Entonces puedo sobrevivir al desamparo en las calles atestadas de rostros desconocidos. Allí, tristezas, alegrías, asombros, esperanzas, deseos, temores, todo es compartido. Contra los vidrios congelados en lo que pudo haber sido y ya no fue, golpean insistentes los zumbantes moscardones de las memorias de ciertas tardes, en cierto lugar a cierta hora, siempre en gratas penumbras. Así sustentas tu persistida presencia.


La forma de poema es una desgracia pasajera.
Osvaldo Lamborghini, “Die Verneinug”, 1977.

Revista PARADOXAS N° 228
7 de enero de 2017



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