PARADOXAS
REVISTA
VIRTUAL DEL SURREALISMO NEOBARROCO
Año
XIII - N° 228
INDICE
NOCHES CUBIERTAS DE OBSTACULOS - Ivonne
Concha Alarcón
EL BALCÓN DE MIS SUEÑOS - María Eugenia Gulfo
Berrocal
LAS SIRENAS - Maria Itza
"TRUEQUES CON EL ESPEJO" - André
Cruchaga
La Cajita de Música. - Francisco Antonio Ruiz
Caballero
PROSAS EN NOVENTA Y UNA PALABRAS, A LA MANERA
DE “LA CÁLIDA ENTRAÑA” DE JUAN DAVID PORRAS SANTANA
Poco escribo - Beatriz Graciela Moyano
Sueños y presagios - Ivonne Concha Alarcón
Los renglones coincidentes - Severo Sarduy
El viento arrastra… - Agustín Fernández Mallo
La presencia persistida - F.S.R.Banda
EDITORIAL
Caracterización de la nueva
narrativa
- El quiebre de la cronología
narrativa: los hechos narrados no siguen el orden temporal exterior sino que
son presentados por el narrador con total libertad, según el efecto que desee producir
en la obra.
- La multiplicidad de espacios: el
espacio no es único sino que se multiplica. Esta multiplicación muchas veces se
corresponde con una diversidad de tiempos, pero también con tiempos coincidentes.
- El narrador protagonista: más frecuente que el
omnisciente; ese cambio del punto de vista de los acontecimientos narrados
provoca una nueva y particular visión de los hechos, relatados desde la persona
que los está viviendo y no desde afuera. Muchas veces se emplean, también,
varios narradores en un texto; de ese modo, un mismo suceso es relatado desde distintos
puntos de vista.
- La incorporación de lo
fantástico, de elementos inexplicables y absurdos que proyectan el
texto más allá de la comprensión
racional. La razón no es la única vía de acceso a la verdad
absoluta (que se cuestiona dentro
del relato). Se plantea la inexistencia de una única verdad
y se provoca incertidumbre en el
lector.
El mito en la narrativa
hispanoamericana
La narrativa contemporánea se
preocupa por la experimentación y busca un nuevo lenguaje
narrativo para recuperar la
temporalidad y la dimensión propia del mito: su universalidad.
El mito, en la literatura
contemporánea, no está tomado en un sentido estricto, es decir, desde la recuperación
textual de las leyendas sagradas de otras civilizaciones sino que se constituye
como un espacio posible para conciliar el tiempo pasado, el presente y el
futuro para otorgarles simultaneidad.
De este modo, como el mito no
implica una sucesión ordenada de acontecimientos, y como estos acontecimientos
provienen de distintos orígenes –la memoria, el sueño, el deseo, las pasiones– permite
dar a conocer la cara oculta de la vida: la que en apariencia no se percibe.
El narrador contemporáneo crea un
universo propio, una realidad independiente y paralela, que también revela el
lado oculto del mundo, e incluye elementos maravillosos.
La narrativa hispanoamericana del
siglo XX posee características que la ubican dentro del
Neobarroco que toma su nombre del
movimiento Barroco del siglo XVII y se distingue por:
- La desmesura. La literatura
neobarroca repara hasta en los detalles más insignificantes,
tanto que dejan de ser detalles
para convertirse en elementos fundamentales, centrales de la
obra. La desmesura abarca tanto el
lenguaje como el contenido.
- La artificiosidad. Se produce
cuando la expresión es despojada de naturalidad. Se logra por medio de tres
mecanismos:
Sustitución: Permite reemplazar el
nombre real de un objeto o una situación por otro que,
alejado semánticamente, se puede
deducir del contexto. La metáfora resultante es exagerada.
Proliferación: consiste en la
enumeración disparatada, la acumulación de diversos elementos de significados
heterogéneos, al modo de un collage.
Condensación: es la fusión de dos
términos para formar un tercero que resume los dos primeros.
- La parodia. Los textos se basan
sobre textos ya existentes y los recrean. Los textos usados y el resultante
dialogan entre sí, y esta combinación implica confusión, enfrentamiento y fusión
de opuestos.
La parodia se refleja en dos
niveles:
Nivel intertextual: cuando un
texto se refiere a otro anterior del mismo autor o de otro.
Nivel intratextual: cuando un
texto contiene diferentes juegos de palabras en el nivel de la escritura, a
partir del otro texto evocado.
Pirateado de:
Vale.
El Editor
NOCHES CUBIERTAS DE OBSTACULOS
Ivonne
Concha Alarcón
Las noches
cubiertas de obstáculos, las ramas secándose de hastío y rebeldía, árboles casi
convertidos en leña para un hogar sin
vida, luna infiltrada en una pieza oscura sin hendijas, solo puertas antiguas
sin aldaba, silencios apagados por una música antigua con restos de otros amores
grabados en las viejas paredes siniestras del olvido. Sabe la luna de
distancias, encantos y desencantos que hieren, cicatrices que duelen pero no
matan. Camino de piedras grandes que no lleva a ninguna parte, zapatos
inapropiados insoportables tanto como los rosarios que no rezan cantos ni
promesas, fantasía que emociona el sentir del cuerpo pleno de deseos y pesares
inconclusos, miedos dibujados en el techo que a nadie importan, ni siquiera al
perro durmiendo sobre la alfombra mordida por el mismo. Qué sabe el silencio de
la noche de torturas y desvelos, qué sabe la aurora de inquietudes y lamentos,
nostalgias y críticas que bajan del firmamento observando la porquería de
sinsabores del tiempo extraviado. Nada es fácil ni nadie dijo que lo sería,
tampoco alguien dijo que el tiempo trae el olvido, solo respuestas el aire
contaminado de represiones asustadas. Van las mariposas cesantes volando
amontonadas sobre el jardín blanco de la mañana resplandeciente después de una
noche de juerga de pensamientos rebeldes sin aceptar las inclemencias de la
desesperanza. En vano busca el tiempo fluya, las montañas no vienen orgullosas
se quedan airosas entre los buenos y los malos tiempos. ¡Ay caracol deja pasar
que me tropiezo…!
EL BALCÓN DE MIS SUEÑOS
María
Eugenia Gulfo Berrocal
Me bañé de
flores en la primavera y la naturaleza se llenó de amores, la dicha inundó mi
sentir y las tristezas quedaron atrás, deshojé jazmines, azucenas, rosas,
tulipanes, y como lluvia que baja del cielo, cristales de alegría embargaron mi
sentir. Fui al balcón de mis sueños y allí admiré la belleza de su candor,
venía envuelto en un halo de luz desprendido del sol, lo tomé en mis manos, la
estancia se llenó de resplandor, mi alma se regocijó y las flores comenzaron a
sonreír. Plasmé el aire con óleos matizando sus colores, la fuente del patio
emanaba sonrisas colmadas de ficciones, la hiedra de la tapia guiñaba sus ojos
y acariciaba la mañana, mi corazón se deleitaba ante la ternura que de las
flores brotaba. El querer inundaba mis horas, mis días, mis noches de dulzura
en el tapiz de los sueños, volé en la estela de los querubines, las luciérnagas
alumbraban en el verano de emociones, la brisa acariciaba mi sonrisa y me
dejaba en total ensoñación. El olor de los lirios primaverales deleitaban mis
sentidos, el nardo suspiraba dejando olores a canela y a romero, el vergel
brotaba con la aurora y el sol naciente en un sueño de alegrías y hermosas
sensaciones. Me engalané de blanco entre encajes y azahares, los perfumes
inhalados dejaron sensaciones, con mis manos toqué el infinito horizonte,
égloga de mis cantares, en el balcón de mis ilusiones.
LAS SIRENAS
Maria
Itza
Sobre los calientes y desolados Arcos de Triunfo
ellas derrochan el polen del tiempo entre sus manos de vidrio arcaico donde han
ido a parar las lágrimas de los amores voraces y apóstatas condecorados con la
orden del silencio junto a un ramo de orquídeas de barro fondeados en cráteras
de ónice donde las doncellas juntan sus deseos impuros y lamen poderosas
fosforescencias sugeridas por los vientres clausurados de pálidas imitaciones
de peces que se juntan para perdición de los hombres desde sus senos borrascosos, ellas, las impuras hijas del mar
afinan sus sedosos arpegios mientras un Rey obsceno se embriaga juntando
inútiles juguetes como pétalos de flores enfermas que mueren su ansiedad de
viejos perfumes sobre los huesos triturados de lagartos de papel de diario.
Allá van a juntarse en un ramo escuálido y desquiciado muñecas sin ojos ni
pies, acróbatas sin brazos que se empecinan en caminar por cuerdas de relojes,
mientras un faraón de oropel se lanza desde una pirámide oxidada hacia el
abismo de candelabros quebrados buscando los brazos lúbricos de espantosos
engendros mezcla de peces y mujeres livianas que se mueven al compás de los
cantos de un fauno ciego para ofrecerse como monedas de juguete que mutan en
hojas secas y en descolocadas risas de noticieros. Es lo que queda de las
aguerridas mujeres pez después de lanzar sus acuosas e impúdicas invitaciones
que los buitres despojados llevan aún en sus hediondos picos al país de los
borrachos impenitentes que se amontonan para robarse unas caricias empapadas
de seniles arrebatos de mujeres que
cosen sus escamas para fingir que la juventud no se va pues ellas la aseguran
con prolijas puntadas a sus cuerpos mientras escuadrones de deformes sapos les
lustran coronas de cartón y peinan sus escasos cabellos sobre sus calvas
relucientes a medida que lloran las glorias del pasado convertidas en suciedad
y moho por los pensamientos pesados y
dispersos de vates que han perdido la fe o la ahogaron en vasos de arena
y ginebra donde el tiempo enreda sus jirones y tapa a sus monstruos con espuma
y flores de insoportables hedores
"TRUEQUES CON EL ESPEJO"
André
Cruchaga
Gracias amigo mío, por tu amor a la palabra.
Desde mi
ignorancia, —que no es poca—, escribir siempre supone un viaje del que no
siempre se tiene un cierre por adelantado, amiga poeta Amelia Arellano. A
muchos nos desasosiega la luz y sus movimientos, la noche y ese juego de
cazadores al capricho del tiempo. Mis divagaciones carecen de toda pretensión.
Como una mecha suelta de candil suelto las palabras; luego, que ellas
gesticulen lo difícil que es la realidad, o desvirtúen los despeñaderos
disformes, el estrabismo del caos, o los vacíos amarrados con mecates. A menudo
estos movimientos inversos o contrarios, parecieran el pájaro de fuego que se
escapa del aliento, o el moho que hace visible el jengibre de la oscuridad.
“Bajo la penumbra amenazante de las piedras, las hojas calcinadas, nudos / de
hogueras muerden las sombras del arco iris, todas esas formas/ del movimiento
del ocaso, toda la intensidad avivada de medianoche./ A menudo los imposibles
cambian para convertirse en escarcha, caldean / sus embates climáticos, beben
la sed del lecho hasta escarpar el suburbio./ En los anillos arbóreos de los
maniquíes, los sótanos profundos del búho,/ y el gris sobrio de las paredes. Y
lo vulgar que tienen los entonces.” En este largo recorrido, he aprendido a
lidiar con mis andrajos, a instar al viento a que me arremoline contra las
paredes, a probar todo el volumen de la noche descendiendo al cordón umbilical
de las sombras. Como sólo tengo tiempo para ver la viga en mis ojos, carezco de
mayores preocupaciones: siempre estoy desfalleciendo en el fondo del tiempo;
hay enfermedades incurables tratándose del sinfín. Ante la velocidad del ojo,
éste se pierde en las esquinas de los rincones; no existe, ahora que lo pienso,
ese tal pañuelo del cielo, esa botella de mar donde quepa la alegría, sino una
sed oscura y arlequines en el umbral de la puerta. A veces sin quererlo, creo,
el poema sale muerto. Y no es broma. Yo siempre estoy como tratando de entender
el nudo ciego del grito, o de la voz subida de tono. Es como si cada una de las
palabras me estrangulara cuando trascurren las cosas vividas en el poema. Claro
que no entiendo de revelaciones, ni el límite que tiene la puerilidad, ni qué
ilusión es la que después de sucedida me causa nostalgia. Tampoco sé de las
automatizaciones del universo, a qué profeta debo quitarle su velo, de qué
subjetividades está hecho el cosmos. Siempre existe un punto crucial, a menudo
sórdido, aullante, desacordado, carente de sentido. Motivos hay para el
usufructo de la confusión: no siempre lo profético es utilitario, tampoco lo es
la desazón que provoca lo desconocido. No hay nada luminoso en saber que un
siempre es pretérito, pero tiene su propia conmoción esa visión de fugacidad,
ese sentido de pérdida inmediata, la fuerza eterna de esa verdad, porque hay otras
verdades que de pronto se hacen antojadizamente. Confieso que vivo con suprema
tensión el acto de escribir mi poema diario. He aprendido, de igual manera, a
no explicar lo que escribo, eso que quede como tarea íntima, a quien tiene la
bondad de leerme. En torno a esto, a menudo se habla muy resueltamente, pero no
me detendré a explicar esa oscura alquimia de la cópula. Un viaje de este tipo
carece de misterio, pero no de asombro. No conozco la lumbre que aísle las
sombras, tampoco los límites que desdibujen estas diversas formas de andar
descalzo. No creo en los frutos extáticos del alfabeto, sino en aquel fluir
definitivo de lo real en la realidad. Mi mundo es el poema, aunque siempre ande
perdido. Este tutelar, entonces, mi propio sentimiento de tránsito, es lo que
le da sentido a mi vida, es decir, a perderme en el ardor fresco de lo esquivo.
Un abrazo, poeta, desde estos trueques con el espejo…
La Cajita de Música.
Francisco
Antonio Ruiz Caballero
Todo comenzó el
día en que el gran compositor Shirikovski arpegió aquella macabra sinfonía.
Abrió en aquella fantasía para flores granates el palacio de los geniecillos
azules, y estaba seguro que había pulsado el fá en el piano en el tercer
movimiento, estaba seguro que había pulsado la palabra musical quemazón, aunque
todo el mundo aseveraba que sólo se había oído el sonido qemazón, sin el fá de
la u. No se preocupó entonces porque el concierto había sido excepcional,
soberbio, pleno de turquesas y sonidos de agua vibrante, caleidoscopías
sublimes y acordes de cinabrio se habían deslizado por sus dedos aquella vez,
la partitura era rosa, el pentagrama, violeta, los acordes, amarillos, y las
gorgonias de cristal de su fondo marino, añiles o naranjas. Acabada la
recepción que siguió al concierto, un ágape que se adentraba o metamorfoseaba
descaradamente en cena, marchó a su casa y olvidó la jornada en un sueño
voluptuoso lleno de náyades desnudas y ángeles rubios, de mazapán y sidra.
Pero en el
segundo concierto volvió a aparecer el problema, estaba seguro de que había
pulsado las teclas y pronunciado con su piano las palabras armonía y
contrapunto, pero todo el mundo coincidía en señalar que las palabras habían
sonado aonía y contaunto, en su magistral piano de su magistral arreglo para la
quinta de Selenokovski, el pájaro de las Alas de Cristal.
Y un día tras
otro la calidad del concierto declinaba y declinaba, aunque el viejo maestro no
era consciente de la falta de musicalidad que le iba aquejando.
Y llegó el día
que se sentó frente al piano y tocó y tocó melodiosamente arpegio tras arpegio,
volcanes de fuego lascivo, mariposas tornasoladas con reflejos verdes, ángeles
de cabello pelirrojo, Nínives fastuosas habitadas por espectros, pero nadie oyó
sino notas y notas sin sentido, aberrantes, contrahechas, la partitura de un
loco.
El abucheo fue
generalizado, el concierto un desastre, y además la víspera de un huelga
general, con el Zar en uno de los palcos rodeado de Zarina y favorito, con el
monóculo de vidrio arañado por la esquirla de una bomba.
Tuvo que
retirarse del panorama musical ruso, mientras las calles eran tomadas por los
bolcheviques y la metralla hacía estragos en los gallos imperiales.
Shirikovski
paseaba por su palacio, expropiado y realquilado por el gobierno revolucionario
a otras dos familias, cuando tocaba el piano, cuando él creía tocar el piano,
sólo arpegiaba ruído o silencio, el viejo melómano estaba acabado como la
archiduquesa de los Urales.
Un día subió al
desván y encontró una vieja caja de música cerrada. Era una cajita de nácar con
inscripciones en malaquita y oro, una obra de arte de orfebrería religiosa o
civil, tallada y labrada con la perfección de un psicópata, brillante y fría,
con una sirena de cristal rosa en su centro y un diminuto espejo. Le pudo la
curiosidad y la abrió, no oyó nada, pero todos los inquilinos de su dacha
aristocrática oyeron el más maravilloso concierto de campanitas de cristal
ejecutado por Shirikovski nunca.
PROSAS EN NOVENTA Y UNA PALABRAS, A LA MANERA DE “LA
CÁLIDA ENTRAÑA” DE JUAN DAVID PORRAS SANTANA (1955-2016).
(PARADOXAS N° 225, Octubre de 2016)
Poco escribo
Beatriz
Graciela Moyano
Poco escribo,
cuando permito, cuando otorgo un incompresible permiso a que mojen mis hojas.
Cuando el óxido frío y el viento confluyen en el punto justo de las grietas y
no atino a frotar las manos para un alivio. Dejo de escribir, o poco escribo
como en parálisis de vocablos, huérfana criterio válido, clamor ahogado, nudo
sin consonancia con la propia esencia. Cúmulo rebelde que yace frío, negado, en
medio del timo, se cobija y aloja con fatiga. Pregón en aullido al desacuerdo
con lo fraudulento, grito demencial que me debo.
Sueños y presagios
Ivonne
Concha Alarcón
Agua gasificada
subiendo hacia los sueños y presagios secaron los ríos que bajaron a destiempo
de la montaña comiendo crisantemos de las riberas. Los bosques observan el tren
con su ruido rudo entorpeciendo el trinar de los pájaros. Lluviosos ojos
desvalidos desclavados de los paisajes que el río cerró mientras los ruiseñores
oteaban a lontananza. Vientos rugiendo asombrados ante el descaro de lagartos
rojos mordiendo las esquinas de los lamentos, ahora la risa gana la partida
sobre las aves que vuelan circundando los reflejos de las cruces de los
recuerdo extinguidos…
Los renglones coincidentes
Severo
Sarduy
Los negros de La
Habana nunca cesan. Es aquí mismo, en esta esquina, donde todos se reúnen
cuando vienen de la playa. Cantan siempre. No cesan porque no tienen trabajo,
por eso no cesan de cantar. Van y vienen a todas horas, van y vienen siempre cantando,
y a veces se detienen para tomar un poco de café, para apuntar a veces algunos
números, y luego, siempre cantando, pasar de un lado a otro, de un lado a otro
de la calle. Siempre cantando, entre tirada y tirada. Nunca cesan, nunca.
(Fragmento final del primer capítulo de
“Gestos”, primera novela de Severo Sarduy, 1963.)
El viento arrastra…
Agustín
Fernández Mallo
El viento
arrastra hojas, polvo de octubre, papeles a la panza de los coches, agita la
flota y ya no queda nadie salvo yo en la ventana del Hotel Port Maó. Llegará un
día en el que la luz vuelva a ser la piel del mundo, me digo, bajo pretexto de
primavera. Entretanto, no me asustan ni el viento ni tu éxodo, ni esa caída
fantasmática y grotesca que se apodera de los trajes cuando se quedan para
siempre en el armario. Únicamente me asusta pasar el otoño sin una mujer.
(Fragmento de “Yo siempre regreso a los
pezones y al punto 7 del Tractatus”, 2012)
La presencia persistida
F.S.R.Banda
En el fresco
atardecer, tu sonrisa leve y tu voz tranquila caen suavemente sobre mi alma
como los pétalos de los cerezos sobre las aguas de un río turbulento. Entonces
puedo sobrevivir al desamparo en las calles atestadas de rostros desconocidos.
Allí, tristezas, alegrías, asombros, esperanzas, deseos, temores, todo es
compartido. Contra los vidrios congelados en lo que pudo haber sido y ya no
fue, golpean insistentes los zumbantes moscardones de las memorias de ciertas
tardes, en cierto lugar a cierta hora, siempre en gratas penumbras. Así
sustentas tu persistida presencia.
La
forma de poema es una desgracia pasajera.
Osvaldo
Lamborghini, “Die Verneinug”, 1977.
Revista PARADOXAS N° 228
7 de enero de 2017
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