PARADOXAS
REVISTA
VIRTUAL DEL SURREALISMO NEOBARROCO
Año
XII - N° 226
INDICE
Mi hombre de arena - María Itza
TE QUIERO SENTIR - Ivonne Concha Alarcón
LAS ETAPAS REFERIDAS - Beatriz Graciela
Moyano
A golpe de rebeldía... - Nieves Merino Guerra
Cuando en la oscuridad... - Marisol C.
CLAROS ABISMOS - André Cruchaga
La Luna y el Mar. Continuación de la
continuación. - Francisco Antonio Ruiz caballero
LLUEVE POR VOS LEJANA - F.S.R.Banda
EDITORIAL
"Hombres de poca fe, piensen en el cántico".
Ultimo verso del poema ‘No le copien a Pound’, incluido en ‘Oscuro’,
Gonzalo Rojas, 1977. Vale.
El Editor
Mi hombre de arena
María
Itza
Te derramas
sobre los desiertos nevados y estériles donde las palabras enterradas vivas
cumplen su inexorable transmutación en diminutos corderos enhebrados en majadas
azules pastoreadas por un fauno decrépito en pastizales verdes donde mueren las
águilas ahogadas en un vaso escaso de agua, me habitas desde los siglos
ausentes y prolíficos como un alquimista ciego y empecinado en derramar sus
erráticos ungüentos sobre cada uno de los vagabundos rayos del sol, me
comunicas por venas de corales indefensos bajo el lecho de un océano florecido
en miríadas de pimpollos de peces machos
y sirenas escandalosas. Una hilera de fogatas ancestrales te recorre los muslos
de adelfa impura y me preparas un banquete ilógico de ausencias y desesperos en
platos de arcilla disgregada pintadas con enhiestas varas de palabras, muertas
sin poder dilucidar la hora magnificada de la muerte de los cisnes, vistes una
túnica casi fugitiva que se evade en pedazos incompletos sobre un rompecabezas
desarmado mientras los bebedores trasnochados juntan estrellas de lata en
jarros con olores añejos de vino de sus sueños etílicos; vives y te desangras
en una ronda alucinada de lunáticos que devoran tus carnes de cuarzo y
feldespato líquido y tus cristales mentirosos y dislocados me reflejan en el
rostro indescifrable de mendigos de vientres crepitantes y bocas oscuras mientras mi corazón náufrago y
desnudo anida en malezales de ortigas donde mis llagas desolladas se escurren
en tus dedos de fondos de increíbles mares retorcidos y calientes donde mueren
los deseos que han enviudado su juventud de veleidosas ilusiones rotas
TE QUIERO SENTIR
Ivonne
Concha Alarcón
Te quiero sentir
danzando tras el oleaje del silencio, recorriendo en punta de pies los caminos
sin tierra, cabalgando el celeste blanco de las alturas, buscando la luz del
nocturno quejido de las bestias del bosque siniestro. He llovido entera el
campo verde de la duda, he sonreído sobre la madreselva oscura de la muralla
calcinada, enrojecida por el sol de las mañanas blancas. He recorrido
estaciones de mármol, he subido escaleras sin término, he tocado el techo de la
aurora para sentir cada segundo cada momento antes que comience el día y raye
el alba, antes que el sol queme mis palabras con susurros de versos aun no
escritos ni pensados. El reloj trastorna las esperanzas, me quedo aquí
paralizada mientras las mariposas se burlan dibujándose en mi cara. Despedazo
las hojas del cuaderno imaginario que se quedó en mi cama, y elimino las
caricias dibujadas en el edredón blanco negro que habla y miente que no te
extraña... Se viene el frío invierno caminando a través de la montaña a grandes
zancadas entre tu tierra y mi montaña. Me quedé esperando la mirada de aquel
oso quejoso que de espanto y terror no se acerca a la morada del amor,
fingiendo celos y amor que él no siente. Las horas del nocturno silencio de la
noche eterna se dibujan en el calendario y en mis cabellos blancos que hablan
de destiempo, desilusiones perdidas y extraviadas en esperanzas que ya no
existen.
LAS ETAPAS REFERIDAS
Beatriz
Graciela Moyano
LAS ETAPAS
REFERIDAS (Versión inicial)
Alguien le
regaló un techo brillante de estrellas, que fue algo más que plateado cielo
nocturno, pestillos abiertos, base en olvido de los sin cerrojos palpitantes,
inquieta vuela, liberada. Sin reconciliar su esencia, gaviota de poder grupal,
ve los grises rojos. Circula absoluta, desmesurada sonrisa de diosa inconclusa,
elixir inherente, desidia. Y dicho así, solo dibuja una de las referidas
etapas, pues no hubo infinitud en nada, se conjugaron los tiempos compuestos de
ciclos efímeros, se huele la sal y no hay viento marino, es necedad. Hay
soledad y orgullo escénico.
LAS ETAPAS
REFERIDAS (Segunda versión)
Un techo
brillante de estrellas, que fue algo más plateado cielo nocturno, casi un
regalo de lejana visión, la venida de un nuevo cielo, y ciertamente hay uno
ahora. Pestillos carcomidos, base en olvido, los sin cerrojos palpitantes,
inquieta alza vuelo. Liberada, cuando el sol muere en todas sus épocas renace.
Otra vez en su eclipse ignorando la faz sin reconcilio con la esencia, mira el
reverso, como cruz clavada, se rinde un entorno lisonjero a la gaviota de poder
grupal, que hace rojos los grises. Absoluta circula, con desmesurada sonrisa.
LAS ETAPAS
REFERIDAS (Tercera versión)
Alguien le
regaló un techo brillante de estrellas, que fue algo más que plateado cielo
nocturno, pestillos abiertos, base en olvido de los sin cerrojos palpitantes,
inquieta vuela, liberada. Sin reconciliar su esencia, gaviota de poder grupal,
ve los grises rojos. Circula absoluta, desmesurada sonrisa de diosa inconclusa,
elixir inherente, desidia. Y dicho así, solo dibuja una de las referidas
etapas, pues no hubo infinitud en nada, se conjugaron los tiempos compuestos de
ciclos efímeros, se huele la sal y no hay viento marino, es necedad. Hay
soledad y orgullo escénico.
REFERIDO A LAS
ETAPAS (Prosa extendida)
Un techo
brillante de estrellas, que fue algo más plateado que cielo nocturno, casi un
regalo de lejana visión, la venida de un nuevo cielo, y ciertamente hay uno
ahora, pestillos carcomidos, base en olvido de los sin cerrojos palpitantes,
inquieta vuela, liberada. Y cuando el sol muere en todas sus épocas y renace
otra vez en su eclipse sensorial, ignora la faz sin reconcilio con la esencia,
mira el reverso, como cruz clavada, para que se rinda un entorno lisonjero a la
gaviota de poder grupal, ve los grises rojos. Circula absoluta, con desmesurada
sonrisa de diosa inconclusa, elixir inherente... la desidia. Y dicho así, solo
dibuja una de las referidas etapas, pues no hubo infinitud en nada, se
conjugaron los tiempos compuestos de ciclos efímeros, se huele la sal y no hay viento
marino, es necedad. Hay soledad y orgullo escénico, eclipsada ella, se
convertiría en un nuevo ser, con la fortuna del aprendizaje.
OTRAS ETAPAS,
REFERIDAS
En el resurgir
de cada sol sus soles resplandecen con destellos de obstinación que rozan la intransigencia,
obstaculizando la presencia de los nacidos en su misma etapa, se distancian.
Los ve alejarse sin advertir ese éxodo de difícil regreso, observa... La
peregrinación es equivalente a una marcha de religiosidad deslucida. Pero
permanece eclipsada, bella y traslúcida bajo la máscara absurda, cada ciclo
disparatado e inadmisible va dejando sedimentos en su delicado rostro, estelas
sin brillo, erosión de vigor electrizante, se deshoja ante su abofeteada
existencia. Esconde el caos, eso la deprime.
A golpe de rebeldía...
Nieves
Merino Guerra
Coge Vulcano el
martillo con fiereza en las entrañas golpeando al alarido de la Tierra que
renace contra el yunque de su magma, y lo explota, ruge, vibra... -Sinuosa lava
expande fundiéndose en mar vital-.
Otro invierno
atroz se cierne en veranos eclipsados. Larga noche, densa, herida sin estrellas
y sin lunas. Azufre entre sus ocasos bajo el humo permanente dilata, esparce, y
conquista dominando esa amenaza.
Destruyendo se
construye la nueva isla que emerge concentrando los misterios de la fuente de
la Vida: Fuego, aire, tierra, agua - equilibrio en el big-bang - grita y fragua
su armonía con auténtica fiereza.
Arde el alma del
planeta en constante movimiento. Un concierto que desploma a la platea
espectadora.
Otro hito en la
memoria del principio de los Tiempos se recrea y se revuelve pariendo con
estertores, mientras rugen sus adentros ocultando otro destino.
Cenizas que
abonan flores cuando una nueva paloma regresa con otro olivo hasta el Arca de
los miedos.
Parió dolor y
esperanza vomitando otra existencia. No descansa... A golpe de rebeldía.
Cuando en la oscuridad...
Marisol
C.
Cuando en la
oscuridad enciendo sándalos, tu insomne locura se precipita, descubres sueños
guardados en algún lugar de la memoria. Serpenteo entonces entre tus sabanas
endulzando los recuerdos, bajo un cielo azul me extiendo y te transformas.
Escuchas mis palabras, las haces tuyas, murmuran tus labios mi nombre y como un
cisne navego en tus aguas,¡abro mis alas!, te sumerges, te apasionas, dejas
nadar mis letras por tus ojos. Mi silueta se disuelve lenta en tus pupilas,
susurrante la luna te cobija dejando una senda blanca, mi suspiro aletargado te
alcanza fugitivo, mientras un sol radiante nace aquí muy dentro. Quieres correr,
sentirte libre y te doy alas, bebes lunas en el tiempo de un reloj que se
detiene para ti, puedes soñar amor, amor, enciendo sándalos en tus sueños,
bordo caricias. De la extensión de tu piel ¡me adueño! mientras en la oscuridad
tu insomne locura crea alas ¡navego!...
CLAROS ABISMOS
André
Cruchaga
Frente a la
oscuridad, la macolla de abismos y esa oscuridad de tizne.
Sueltas, en las
mochetas de las ventanas, las cortinas de indiferencia y ese añico
de vientos en
medio del entrecejo. En la distancia, baúles de tempestad.
Almanaques de
ahogados puertos, desvalidos relojes en el aliento.
En el margen de
cada vacío, cavilan los truenos y la presencia de monólogos:
de pronto todos
somos víctimas de tanta espina sobre las escrituras;
asfixian los
vahos amarillos de los espejos,
la esperanza a
la hora de cruzar el río de la vida real, reiterar las dudas,
naufragar en el
braceo de los heridos de sombras y nubes.
Imposible no ver
la noche entre todos los comensales de los relojes: próximos
los objetos y
los secuaces de morder las luciérnagas
Hacia los
escalones de la respiración, lo único viable quizá sea la lejanía,
o esos
candelabros donde uno, sin más, refresque el aliento.
Ignoro si se
gana o se pierde cuando todo el matorral crece en la boca:
a intervalos esta
imagen sin ojos, atravesando alfileres oxidados,
el indemne
harapo sobre el galope moribundo del viento.
Desde la
superficie acurrucada de la intemperie, las iglesias mortuorias
y las migajas de
luto como una pluma indomable.
Allí el rostro
mínimo como otra sombra envuelta en el tizne de la noche.
Ninguno de estos
abismos se puede explicar desde la metafísica, o la inocencia,
quizá desde el
cuervo de los retortijones, del acecho de los güishtes.
Debo suponer que
no hay tiempo ya para abrir los brazos, ni sacudir el polvo.
Acudo como es
costumbre a las incandescencias. Al juego de los ojos…
Barataria, 2016
La Luna y el Mar. Continuación de la continuación.
Francisco
Antonio Ruiz Caballero
Llevaba media
hora buscando almejitas en la orilla del mar cuando me encontré por casualidad
con un caracolito marino bastante grande. La orilla del mar brillaba bajo el
sol y las algas verdes parecían la cabellera de una extraña mujer tendida e
inexplorada. Arrimé aquel caracol a mi oreja porque siempre se dice que se
escucha el mar, lo cual es una tontería si uno ya estaba en el mar, pero lo
hice, y al hacerlo oí doblemente el eco de aquella orilla que parecía un
infinito desierto y al mismo tiempo un inmarcesible oasis de frescura. El mar,
voluptuoso desde su caracol violeta y ocre me dijo que era hora de hacer un
castillo de arena. Le hice caso y empecé a hacer el castillo, con sus fosos de
iracundos cocodrilos y sus almenas y sus ojos de aguja. Un extraño castillo,
mitad molusco, estaba hecho con la arena semilíquida que caía de mis dedos,
mitad laberinto. Cuando lo terminé vi que tenía muchos defectos de construcción
y los habitantes de la fortaleza estaban enfadados conmigo por haber hecho una
aldea tan inapropiada. Les dije que o se conformaban con aquello o que
volvieran regresando al mar. Refunfuñaron y me volvieron la espalda. Aburrido
regresé a mi casa y me puse a jugar con el bote de mermelada de melocotón en el
que tenía encerrada a las estrellas. La curiosidad me pudo y quise sentir lo
que se siente cuando uno tiene una estrella en la mano. Abrí el bote y dejé
caer las estrellas sobre la mesa de mármol. Las estrellas al principio se
pusieron muy rojas muy rojas, rojísimas, salvo una que siguió siendo azul y que
parecía indiferente a la libertad. Pronto las que se habían puesto
sanguinolentas se transformaron en escorpiones de fuego, negros y ardientes,
espectrales y amenazantes. Era tanto su ardor que se clavaron a si mismos sus
aguijones y ardieron dando una luz amarilla muy violenta y echando chispas furibundas
y evanescentes. Dejaron un cadáver de cenizas cada uno de un color distinto,
verde, violeta, fucsia. Soplé sobre aquel polvo y mancharon la hermosa alfombra
iraní y uno de los arabescos protestó cambiándose y transformándose en un
carácter chino disparatado y agresivo. Pedí disculpas al arabesco y se
enfureció aún más, es más, todos los demás arabescos empezaron a cambiar, a
metamorfosearse en caracteres chinos y lo arabigoandaluz dejó paso a lo
extremoriental entre leves sonidos de un gong lejano. Mi alfombra persa ya no
era persa, ahora era China, Indostaní, japonesa, y aquello me puso nervioso, le
di una fuerte patada a la alfombra y desapareció. Me quedé mirando la mesa de
mármol con la única estrella que quedaba, azul y totalmente pasiva. Era una estrella
melancólica, la cogí entre los dedos, sentí un leve chisporroteo y poniéndola
entre el índice y el pulgar me puse a dibujar con su espíritu sobre el mármol.
El mármol quedaba grabado y es curioso, sólo me salían formulas logarítmicas y
extrañas ecuaciones matemáticas y algebraicas, con signos de la física
cuántica, diferenciales e integrales, derivadas parciales y polinómicas.
Culminé una extraña fórmula, dificilísima y de cuasi imposible resolución y
volvió a aparecer la alfombra iraní llena de rosas. Satisfecho de mi estudio
guardé la estrella otra vez en el bote de mermelada.
Septiembre 5, 2006
LLUEVE
POR VOS LEJANA
F.S.R.Banda
Llueve sobre las
rosas de la extraviada primavera y vuelvo a tu boca por el beso imposible de
cada mañana, a los frágiles vestigios de lo que no fue o naufragó siempre entre
las primeras las rosas y las últimas lluvias. Desde ahí esquiva mariposa,
desaparecida esfinge, retorno al ya eterno mito de rozar tu pelo ensortijado,
al ceremonial de perderte entre la noche y su lluvia, al silencio que me deja
cristalizado en tu sal crepuscular. Llueve sobre las anegadas callecitas de las
nostalgias, detrás de los vidrios del café de los habituales fantasmas, llueve
en el vacío que dejas cuando llueve sobre las rosas cansadas de florecer entre
imaginarios reflejos e inútiles lontananzas. Y mientras afuera llovía sobre
antiguos tejados, sobre los desolados árboles del desamparo, sobre campanarios
derruidos por el olvido, yo dejé en tu boca sabores de besos y susurros que
permanecerán reverberando en tus labios aun después que me borres de tus
secretos, porque fijé en tu perfume los imperceptibles vestigios que te irán
definiendo los rumbos atravesados por mi voz convertida. Bajo esa lluviosa
mañana que tú no veías yo fui escribiendo en tu cuerpo como un sigiloso
escarabajo tus desconocidas melancolías, las penas que llevabas incrustadas en
el desasosiego de tu piel cuando te allegas al nocturno y te evades en la tenue
consistencia de tus ensoñaciones. Y la ventolera urgió los rosales y los
pájaros, se vino anocheciendo con oscuros nubarrones que negaron el crepúsculo,
las rosas ateridas se oscurecieron en una pequeña somnolencia de silencios y
una quietud de yermo cementerio. Llovía sobre las rosas de la desorientada
primavera y yo volvía una y otra vez a
tu boca por el beso que de ti nunca beberá mi boca, a los subterráneos despojos
de lo que iba quedando entre las primeras las rosas y las últimas lluvias. Y
mientras afuera llovía sobre los parques y las calles de tu laberinto yo escribía
con tinta transparente sobre impalpables pergaminos una teogonía de oscuras
traiciones en el origen equivocado y del falso linaje de las diosas falibles para
mi propio escarnio en los charcos humillantes de los celos y en las ciénagas
pantanosas de las furias. Pero acaso el verdadero texto de esta lluvia sea
estos apuntes en donde trato de anotar la imagen de la mujer de las rosas en
las distintas horas del día, tal como la voy observando al cambiar la luz
(i).
(i) Paráfrasis
de un párrafo de “Si una noche de invierno un viajero”, de Italo Calvino, en la
traducción de Esther Benítez
La
forma de poema es una desgracia pasajera.
Osvaldo
Lamborghini, “Die Verneinug”, 1977.
Revista PARADOXAS N° 226
1 de noviembre de 2016
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