PARADΘXAS
REVISTA VIRTUAL DEL SURREALISMO
NEOBARROCO
Año X - N° 197
INDICE
Estoy sentada... - Marisol C.
ÉCHATE A DORMIR - Beatriz Graciela Moyano
Mientras te esperaba - Ivonne Concha Alarcón
DICOTOMIA
- Elí O. Carranza
Un Tanque de Cristal. - Francisco Antonio Ruiz
Caballero
OTOÑAL - F.S.R.Banda
EDITORIAL
“El barroco es un hermetismo
descontrolado, proliferante, el primer barroco trabajaba formas métricas como
Góngora, Sor Juana, pero que el lenguaje desborde el contenido imposibilita el
control, porque además, la poesía no puede tener control, el barroco representa
la maquinaria de la mente. ¿De qué está hecha esa maquinaria? ¿Cuáles son los
componentes? No lo sabemos, ni la neurología lo sabe, no nos puede decir cómo
es que soñamos, cómo es que recordamos. El neobarroco intenta hacer un
cientificismo lingüístico del funcionamiento de la mente. Y cuando digo
intento, no me estoy refiriendo a la idea de hacer algo para ver qué pasa, sino
más bien a un meticuloso trabajo de prueba y error. Creo que hay una
consciencia en los poetas neobarrocos con respecto a ello. Los barrocos estaban
muy restringidos por la métrica, los neobarrocos desbordamos las posibilidades
creativas de la mente, de ahí que el poeta neobarroco como si fuera un gran
masturbador, vuelca como referente de su acto lo primero que esté al alcance. Y
eso, en un periodo de tiempo, te puede dar un muestreo de infinidad de cosas al
alcance. Quizás deberíamos ver a la poesía neobarroca, sobre todo a la de los
poetas fieles a ese trabajo de investigación de prueba y error, como un acto de
mapeo de la mente. Y dentro de ese mapeo: el deseo, la memoria, la visión, es
decir, todos los atributos de conocimiento que tiene el ser humano. Por eso que
cuando dicen que el neobarroco es inentendible estamos hablando de personas
cuya imbecilidad es total. Es como si alguien que desconozca el significado de
la palabra “física” diga que la teoría de la relatividad es difícil de
entender. Y me animaría a decir que el neobarroco ha aportado algo que ahora
resulta innegable, incluso para la tradición anglosajona (desde su reciente
edición, el neobarroco aparece en la Enciclopedia de Princeton University).
Dejémonos de boberías si está de moda o no está de moda. ¿Después de esto qué
se puede hacer? ¿Qué viene después? Jardiel Poncela decía: “los barbaros
búlgaros huyendo de la vacuna” pues bien, no se puede huir del neobarroco, está
ahí, no es un accesorio, no es una moda. Es un planteamiento de cómo la poesía
puede seguir haciendo un escrutinio de la mente a partir de todo esto y seguir
adelante. Creo y más que creo, estoy convencido de que con el neobarroco la
poesía ha dado un paso adelante, porque ahora se puede escribir de todo, sobre
todo y con todo.”
En “La naturaleza es el único
neobarroco que no pasa de moda – Conversación con Eduardo Espina”, Juan Luis
Landaeta. Vale.
El Editor
EN LA LEVEDAD DE UN PRENDEDOR DE LÁGRIMAS
Marisa Aragón Willner
Y la memoria del mar se baña en
símbolos, ante extraños se descubre su cabellera
escúchala, está cantando en el
lenguaje del río y de las piedras, del pez azul y la hiedra
solloza, porque olvidó nuestros
nombres cuando un ave la sedujo
y le puso en el vientre un
prendedor de lágrimas
¿cómo fue que la memoria, y el trópico y el viento
y la desolación y la mañana
pudieron bautizarnos con el
néctar virtuoso que los dioses aman?
Y ahora me detengo sobre la tibia
cornisa de la muerte para hablarte
dejar salir mi voz azul de una
garganta raída que antes te leyó en la medianoche
de todos los continentes
arrasados por la albricia de la Vida.
Me detengo sobre el pálido nácar
de tu espalda para besarte
dejar brotar mil besos de mis
labios sedientos que sabían que en cada desierto
hay un oasis detenido que
aguardaba el alma vegetal que se cernía
toda flor y raíces sobre su seno
de agua .
ay qué avalancha de mundos
recreados en nuestros pensamientos
qué tempestades de amor nos
llevaban en gloria como hoja seca sobre las aguas verticales
toda cascada briosa de dos almas
en brujerias de abril enlazadas
qué despertar de vientos
acariciantes sobre la hondura de los pechos tatuados
por metrallas de besos
exploradores que quemaban las pieles viejas de la noche
y las envolvían en fragantes
pétalos de magnolias irisadas
todo un cruce de fuegos sobre
corazones de guitarra.
qué seducción privilegiada a la
memoria es la poesía
que hasta la muerte se siente
mujer y abandona su saeta
salpica la primavera su aliento
de arco iris sobre las ventanas
guardaremos tú y yo en un cofre la lluvia para repartirla como
una plegaria
una temperatura corporal
hambrienta de la metamorfosis de pálidas crisálidas
un anuncio de inocencia antes no
develada en el triunfo del desnudo
palpitar del mundo sobre el
universo entretejido de dos almas
en la levedad de un prendedor de lágrimas.
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Estoy sentada...
Marisol C.
Estoy sentada bajo el crepúsculo,
las olas incesantes viajan a mi orilla, me siento intermitente, diminuta ¿no te
sientes como yo?, me pregunto no soy nada o quizás todo en este influjo del
alma que se desborda con frenesí, estoy embrujada bajo el deseo de escuchar tus
latidos, quiero reclamar el mundo vestida de sales, diluirme en la espuma de
las olas, palpitar en tu centro ,florecer despacio con la luz del amanecer, ¡no
te dan ganas! de ser una gaviota que besa la cresta de las olas y sentir la
libertad en el viento, recorrer la bahía en un vuelo rasante, sentir el ocaso
en la espalda, sonreír como un loco, tener el pecho henchido de placer y la
cabeza loca, no te gustaría caminar de aquí para allá sin que te pregunten el
porque. Estoy sentada aquí bajo el crepúsculo, con la complicidad del reloj que
sigue quieto junto a mi, siento las ganas de ser una gota de sudor viajando por
tu piel, ser el rayo que entra de puntillas en tu ventana y se burla de la
cortina, amor, amor estás lleno de mis impulsos, no se si pretendes que soy
todo bajo el anochecer y me sueñas a escondidas, te preguntaras que paso con
mis locuras, pues te cuento que te siguen a hurtadillas todo el tiempo y que
por más que intento cerrar los ojos y no verte me sigues hasta los silencios,
¿te pasara lo mismo?. Sabes percibo que soy esa prisa que te invita a correr
por los segundos de este reloj de la pared, finges que la vida sigue, mientras
el témpano se diluye en ti, ligera con la prisa del viento oeste que nos inunda
el alma me diluyo en tu suspiro, no hay tristeza que nos embargue aun en la
soledad, a veces me pregunto te pasara lo mismo y espero, espero en el
crepúsculo que la noche llegue bajo la luz de la luna para encontrarnos, te
preguntaras si me pasa lo mismo y aquí bajo el amparo de esta sublime locura
solo te digo que sí, que sí te ansió como en el sinsentido de todas las
palabras que se fugan desde mi alma para escribir, que no concibo vivir sin
esta dulzura de tus ojos.
ÉCHATE A DORMIR
Beatriz Graciela
Moyano
Amiga mía, ya está escrito el
destino y la suerte marcada, me echaré a dormir. Aquí crujen los cristales sus
anegadas nostalgias, las hojas caen lentamente como calendarios evasores,
sumando años al contorno esfumado de una silueta. La melancolía es un gemido,
mueca desde el interior, como capricho de nubes huyendo gracias al viento. Se
escucha la cadencia del tango triste en un solo de bandoneón y uno se
pregunta...¿qué será que la deja en estado de vacío? Hay en la atmósfera rara
en torno al nombre que me nombra, brisas húmedas, sonrisas que intentan
sutilezas al expresar desaciertos, convencidos del atardecer de los amores
vencidos. Cuando el prez agiganta la maleza, recubre hojas verdes, y todo
carece de brillo, opacidad del amarillo desdén pintado en oleos. Los vientos
-erróneos, falaces- corroen las pinturas en las costas salobres, arenadas y así
el paisaje se derrumba. Amiga, hay un ventanal cerrado a las emociones vanas,
ni acceso ni filtraciones espurias, al otro lado de la luna habitan los
recuerdos que solo pretenden retener las espumas de mar, donde los ríos corren
urgidos por lluvias repentinas, los errores se han sumergido en toneles de
amatistas trasmutadoras y ahí forman piedras vírgenes, intocadas reliquias para
los tiempos. Retoñar verde y rosa es frescura matinal, después de echar a
dormir los sueños insoñados, trepar disuelta de hielos es alcanzar el horizonte
de los versos y llegar a las almas, contra el frío amargo... la sonora voz
contenida en cada despertar, el beso sorpresivo y silencioso, ritual eterno.
Que los incrédulos no agoten los anhelos e ilusiones, los ausentes apaguen sus
luces y sellen los diálogos y enconos, sin principios, ni final. Hay un nuevo
amanecer, créeme -amiga mía, querida-El destino de ave migratoria, desgrana el
corazón, desgasta el alma. El cansancio gana sitio a la ternura, su derrumbe es
lento y seguro y el estallido, inminente. Echar a dormir los sueños,
entregárselos al supremo hacedor es la ventura próspera y dicha en el camino,
alojando esencia tibia, pernoctando felices como si no hubiera sucedido el
suicidio, como después del renacimiento, donde solo una sombra amorosa sigue mi
perfume desde siempre. Amiga ya no nombres esa calle, esa esquina, ese bar,
asechan recuerdos de paredes azules con lunas y soles pintados y los retratos
colgados por años, ya no nombres su nombre ¿se muere también de nostalgias? Muy
lejos, muy dentro las lágrimas son perlas melancólicas, ya sabes. Allí nos
reuníamos en tertulia a leer, descubríamos el largo de las falanges y los dedos
se tocaban, en el andar dando todo por lo que amamos, ya no la nombres amiga.
Desde que patearon a la perra creyendo que estaba sarnosa, me fui, resultó
injusto, no vuelvas a nombrar nada de ese tiempo retenido que no se quiere
borrar, hablemos de los bueyes que se perdieron en el campo desorbitados, el
duelo de esa pérdida es lento, era entrar, sonreír y que sonrieran, se fue,
pasó, como tantas cosas pasan de prisa, sin saludar muy a nuestro pesar, al
menos nosotras nos vemos en este "boliche" con sones y ecos
indiscretos, lleno de gente...
Mientras te esperaba
Ivonne Concha Alarcón
Amaneciendo, otra vez, de nuevo
mañana fría, negruzca, triste, celeste opaco ancestral de estrellas en descanso
y luna perdida, mirar extraviado entre sueños ansiosos, pesadillas
sobrecogedoras extendidas en una larga noche, siéntese en el aire una lejanía
en el ahora, a lontananza se ve la vida, se acerca cabalgando rápido recordando
el después del ayer perdido, ansiedades inconsumadas entre candelabros de plata
envejecidos por los cantos del ayer primaveral, el otoño ensañándose en cuerpos
hoy añosos, ayer acariciándose, tocándose, uniendo el aliento jadeante de los
deseos entre pensamientos aun despiertos en el existir latente, deseos
juveniles, primaverales, deseosos, anhelantes, suspirando incongruencia
inaudita entre los antes y el ahora. Todo el viento se asoma entre auroras
soplando soplando, contando contando, cantando cantando en un juego excitante
sonriendo existiendo entre risas y sonrisas curiosas soñando sueños queriendo
ser realidades. Desnudando con mirada egoísta la realidad presente, buscando en
recuerdos nostálgicos las efímeras miradas de antaños lejanas y ajenas, esas
que ya no son ni están ni estarán porque se fueron al fondo del lago esmeralda
en un sur anochecido nocturno profundo, sin salida a la observación del rey sol
resplandeciente. Mirando el aura de las arboledas a la orilla de los caminos,
alamedas moviéndose en mirada virtual, proyectadas en esa misteriosa esencia
reflejada en el alma aparecida entre las sombras y la luna curiosa,
desconocidas necesidades internas, eternas, complaciéndose en el interior de
los espejos impenetrables de esos recuerdos perdidos que no aparecen entre los
altares de las basílicas barrocas plenas de encantos y exuberantes imágenes
aparecidas en fantasmales fantasías entre varadas irrealidades y grandiosas
cercanas ilusiones sin tiempo, verdades y mentiras del ahora extraviado en las
secuelas dejadas enmarcadas en la piel de esos rostros fantasmales difusos
perdidos entre nubes moviéndose en un cielo húmedo, mojado, se espantan del
miedo de perder la cordura entre las sábanas del lecho solitario nocturno
eterno sin esperanzas de un presente misterioso solitario ancho y ajeno a los
tiempos congelados de una soledad inminente...
DICOTOMIA
Elí O. Carranza
Busco y rebusco, subo y bajo, del
este al oeste, hacia los mil puntos cardinales de la rosa alocada de
mi corazón; sin rumbo ni fin. De la piel a los huesos. En arrebatos desaforados
persigo el martirizante recuerdo de tu sombra distante y silente.
Intoxicado de esperanzas amaso el
deseo de arribar a tus costas, encallar mi barca y vivir después. Preciso una
leve señal, un mínimo resplandor, como de luciérnaga disminuida por la
distancia, que no por pequeña deje de significar para mi el punto de mira por
donde traspasar la barrera de olvido que desde la lejanía has construido frente
al campo abierto de mi amor.
Rebusco en el cosmos de tus ojos
ahora vacíos una señal, cualquiera, un
breve signo, porque leo en el mapa de ruta de mi corazón, que al final
del túnel de tu olvido hay una
breve luz. En mis noches de tristeza y soledad alimento mi esperanza mutante
con bocanadas de estrellas para
fortalecer mi creencia que no hay infinitud en el universo, más sí en la onda
expansiva de mi permanente espera, que crece conforme te adentras en la
profundidad inmisericorde de tanta lejanía.
En el firmamento de mi vida
fuiste luz del radiante cometa que pasó. Bebí esa luz y tu abrazo mordió mi
cuerpo y mi cuerpo se tiñó de tu tinta como un tatuaje de filigrana. En ese
tiempo fui feliz. Fuimos felices.
Sin que yo lo notara, como el cometa que pasa flotando
evaporadamente te desvaneciste, y no hubo más resplandor. Te llevaste la luz,
me dejaste la duda.
El tiempo gota a gota ha vaciado
mi estanque y en el último remanso sedimentado te guardo y te espero. En ese trance de esperanza y
desesperanza practico el noble ejercicio de
avivar mi fe; aunque el perro de tu amor se tornó desleal, contrario a
su carácter noble y fiel y mordió mi mano cuando más lo acariciaba.
Irracionalmente sigo dibujando con suspiros las mariposas que simbolizan
esta asidua esperanza mía.
En esta bipolaridad ser y no ser
cara de la misma moneda, amar u olvidar,
crece la dicotomía esperanza y realidad. Dos amigas, dos rivales que se
disputan la entereza de mi fe o los despojos de mi desamor. La esperanza me
abriga hasta el borde de toda ilusión; me habla de reconstruir puentes que unieron nuestro amor. La realidad me
sumerge en el lago de aguas turbias de
la duda. Me habla de no esperar más, de labrar otras sementeras donde ya no
seas más el labrador, de caminar acompañado solo de mi sombra.
Tu partida sin retorno, ese “mudo
mutismo”, la cobardía que transpiras, mi anhelo del reencuentro son el limbo de
mi vida, son purgatorio, son infierno, pero nunca gloria. Al final de cuentas
me percato que mi aturdida esperanza solo es una máscara que uso para ocultarle
a mi corazón de cera la realidad: no estás, no vuelves. Solo yo te amo. Pero el
amor es cosa de dos…
Un Tanque de Cristal.
Francisco Antonio
Ruiz Caballero
Un Tanque Alemán de la Segunda
Guerra tuneado por un sabio artífice marchaba por la avenida de la Resolana de
Sevilla. Le habían quitado las planchas de metal y le habían puesto planchas de
cristal, de tal forma que parecía una especie de gigantesco cangrejo
transparente. Dejaba sonar desde no se sabe qué apoteósicos altavoces música
moderna repetitiva y vibrante. Era un oxímoron de grandeza y fragilidad.
Parecía un enorme y grandioso reloj Swatch, pero al mismo tiempo la apariencia
de fragilidad era tan exquisita como la de un cisne. Era una maquinaria bellísima
y soberbia. De una exquisitez indescriptible. Marchaba sobre la Avenida como
una extraña medusa marina que surgiendo del agua se hubiese puesto a caminar
sobre la arena, y brillaba con acuáticos reflejos transparentes al sol del
mediodía mientras se acercaba reposada y marcialmente hacia la Muralla de la
Macarena.
Sevilla contemplaba el enorme y
musical artefacto con estupefacción. A su paso se acercaban los viandantes
curiosos que veían una especie de híbrido sobredimensionado de unicornio y
cucaracha transparente, grandioso como él solo, insecto de no se sabe qué
indescriptibles infiernos marinos.
La Medusa se paró justo un poco
más allá del Arco de la Macarena, que con su color amarillo ocre lo contempló
con indiferencia y majestuosidad. Los vencejos, negros y ágiles, gritaban
cazando moscas en las estribaciones de la hermosa y antigua muralla Almohade.
El césped verde parecía seco y húmedo, según el lugar a la que una amable
manguera de jardinero se hubiese dignado regar, y brillaba a la luz del sol con
gotas de diminutos diamantes afiladísimos. El tanque giró y se puso delante,
enfrente justo del Parlamento de Andalucía. El Edificio de piedra, que fuera un
antiguo Hospital renacentista en su época observó a la máquina y la máquina
observó al edificio de piedra. Multitud de personas rodeaban al gigantesco
insecto transparente, con su enorme cañón de acero, falo enorme, poderoso,
totalmente erecto, capaz de hacer las delicias de un millón de sodomitas
enloquecidos.
Hubo unos momentos de silencio
pues la música tecno que salía de aquella crisálida diamantina de acero y
vidrio dejó de sonar. El cañón se alzó. En el Interior del Tanque un muchacho
estaba especialmente enfervorecido. El silencio no se podía cortar de cuajo
pues los vencejos gritaban amanerados y la gente hablaba y reía. De pronto el
enorme cañón de la no menos enorme medusa cristalina se alzó unos centímetros.
Cayó una hoja amarilla de un árbol al suelo y el monstruo vomitó un proyectil
hacia el Parlamento.
El ruido fue brutal, como un
chocar de grandes y paleolíticas locomotoras, y el proyectil fue a estrellarse
sobre la Fachada del Parlamento mientras al mismo tiempo las grandes planchas
de cristal del tanque se hacían trizas quedando el bellísimo monstruo
totalmente en ruinas. Sin embargo la Fachada del Parlamento resistió el embate
del desproporcionado obús, mostrando tan solo una singular irritación. Los
cristales estallados del monstruo no hirieron a la gente, que observaba el
hecho, de auténtico milagro. Pero los vencejos huyeron despavoridos.
El muchacho que conducía el ya
exbellísimo Leviatán, salió del mismo, y arrojó su casco de soldado al suelo.
Con rabia. Otra vez sería.
OTOÑAL
F.S.R.Banda
Entro en el otoño cabizbajo, como
siempre melancólico, entro en sus laberintos de nostalgias humedecidas por la
fina garúa a recuperar involuntario como cada año las hojas secas que inundan
la memoria con sus variaciones sobre los amarillos, sus verdes desolados, sus
ocres matizados y sus rojos exultantes. Recupero aquí y allá restos de olvidos
impensados, pedazos de mustios recuerdos enterrados como semillas durmientes en
mala tierra, breves detalles de un rostro que quizá no fueron, un giro distinto
en el verbo de esa boca besada tantas veces o el cercano reflejo de mi cara en
unos ojos que la memoria inunda de nombres o lugares o fechas. Es la tarde
apacible de un abril en quietud diversa la que me disgrega como arena en el
pasado, en sus turbulencias y sus estragos, en el amor extendido, bruma, humo,
sobre la perfecta intimidad de los parques, en el vértice marino del rompeolas
y en un silencio de pájaros ateridos. Entra el otoño con su marea de nubes y
ventoleras, se llega arrastrando los restos de todos los naufragios, malamores,
desengaños, fugas cobardes y miedos a rendirse a la obviedad del cariño que me
entregaban equivocadas aquellas que hoy son lejanas cenizas. De oscuros
crepúsculos se va haciendo la noche, gira sin estrellas un cielo anegado, las
negras siluetas de los árboles deshojados asolan las calles buscándome en un
brevísimo arrebol descolorido que define allá por el poniente un resplandor
apagado por donde irá a verterse el tardío nocturno del sombrío ermitaño. Hay
una espera larga de lluvia que no llega, el crujido de los pasos que no di
sobre las hojas quebradizas dejan un eco reverberando entre las penas y los
preludios de la tristeza. Acometen tarderas las evocaciones de pasados
posibles, y me dejan pensando que sí lo fueron y ahora suceden en realidades
paralelas generando otras resonancias que ya irán a ser recuerdos en esta
vaguedad taciturna que va del estío al invierno. Un olor a sosiego escurre por
las calles solitarias dejando encendidos los faroles y cerrados los ventanales,
las piedras se van apagando en la sinuosidad cotidiana del otra vez otoño; la
gloria de su hojarasca y sus lloviznas, las uvas doradas de los pámpanos en el
parrón de la infancia, los rastrojos del manzanar al otro lado de los canales y
las zarzamoras con sus moras indecisas aún entre el negro dulce y el ácido
rojo, el ciruelo jugando a ser todo el otoño del patio. Vale.
Revista PARADOXAS N° 197
1º Junio de 2014
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