PARADOXAS
REVISTA VIRTUAL DEL SURREALISMO
NEOBARROCO
Año IX - N° 186
INDICE
Fantasía en Rojo y
Negro. - Francisco Antonio Ruiz Caballero.
Zombis de Oro contra
Astronautas Violetas en el Planeta Marte. - Francisco Antonio Ruiz Caballero.
Y ES NONADA TODO TODO
- Ivonne Concha Alarcón
VIVIR, ESTAR, EXISTIR
- Beatriz Graciela Moyano
ENCONTRARTE - Beatriz
Graciela Moyano
ONIRICA - F.S.R.Banda
BUSQUEDA CONSTANTE DE
TI - F.S.R.Banda
EDITORIAL
“Rayuela”, medio
siglo jugando con Julio Cortázar
“A su manera este libro es muchos
libros, pero sobre todo es dos libros”. Así empieza el Tablero de Dirección que
abre “Rayuela”, la obra que revolucionó la literatura en habla hispana con su
publicación en Argentina hace medio siglo. Conferencias, debates y lecturas del
texto conmemorarán esta semana en Buenos Aires el aniversario de la obra más
emblemática de Cortázar, que inicialmente pensó en titularla “Mandala”. “Será
una especie de bomba atómica en el escenario de la literatura latinoamericana”,
escribía, a punto de terminar la novela, Julio Cortázar a su representante y
traductor, Paul Blackburn. El 28 de junio de 1963, esta “bomba atómica” llega a
los lectores de la mano del editor Francisco Porrúa (Sudamericana) y sacude la
literatura hispana como prólogo del “boom latinoamericano”, que marcó el
fenómeno editorial del continente entre 1960 y 1970. Julio Cortázar (Bruselas
1914-París 1984) es entonces un escritor vanguardista, traductor de la Unesco,
con dominio del inglés y el francés, instalado en París desde 1951 y admirador
de la revolución de Fidel Castro como años más lo será del sandinismo en
Nicaragua. “Tuvo muy clara su misión desde temprano. Construyó un lenguaje que
hoy hablamos y escribimos los argentinos”, señala a Efe Josefina Delgado,
escritora y directora de la “Colección de Protagonistas de la Cultura
Argentina”. Cortázar empieza a gestar su “antinovela” mucho antes de su
publicación. Ya en 1949, en una reseña de “Adán Buenosayres”, de Leopoldo
Marechal, advierte: “Estamos haciendo un idioma (…). Es un idioma turbio y
caliente, torpe y sutil”. “Me propongo empezar por el final y mandar al lector
a que busque en diferentes partes del libro, como en la guía del teléfono”,
escribe en 1960 a su amigo Jean Bernabé. “Rayuela” es una “novela de vanguardia”
y Cortázar “está convencido de que constituye un giro en la tradición
occidental, como refleja su correspondencia con Porrúa, y goza de que pueda
oponerse a “Sobre héroes y tumbas” porque detesta al escritor triste que ve en
Ernesto Sábato”, explica a Efe la escritora Matilde Sánchez. Consciente del
impacto de su “antinovela”, Cortázar no oculta su inquietud por el destino del
texto en su correspondencia personal, hasta el punto de que duda que
Sudamericana llegue a editarla y baraja enviarla a México. Su publicación se
convierte en un acontecimiento para la elite cultural argentina y, pese unas
primeras críticas decepcionantes, pronto alcanza un éxito de ventas hasta
lograr catorce ediciones en diez años en Buenos Aires. “Las chicas se vestían
todas con poleras negras como la Maga. Todo el mundo leía Rayuela, todos iban
con Rayuela bajo el brazo”, recuerda Matilde Sánchez. “Jóvenes y no tanto de
diferentes generaciones quisieron, quieren y querrán ser La Maga, Oliveira….”,
apunta Delgado, para quien el escritor “nos ayudó a pensar, a entendernos un
poquito más, a querernos un poquito más”. “Su gran triunfo fue revolucionar la
literatura” con una “dimensión casi mágica”, agrega. En 1970, Cortázar escribía
en la revista Nuevos Aires: “Estamos necesitando más que nunca los Che Guevara
del lenguaje, los revolucionarios de la literatura más que los literatos de la
revolución.” Quizá entonces ya sabía que el “Che” había declinado leer el
ejemplar de “Rayuela” que le dejó en uno de sus viajes a Cuba argumentando que “no
tenía tiempo para la ficción”, relata Sánchez. Medio siglo después de la
publicación de Rayuela, “el legado de Cortázar se ha desconsagrado
injustamente” por las “decenas de horribles escritores cortazarianos” que
proliferaron a la sombra del autor de “Los premios”, lamenta Matilde Sánchez.
No obstante -reconoce- “Rayuela” es hoy lectura obligada en muchas escuelas
argentinas, vende unos 30.000 ejemplares al año en América Latina y “Oliveira y
La Maga conservan su carácter iniciático para los jóvenes que quieren seguir
siendo escritores”. Julio Cortázar “está presente. No importa el género ni la
edad. En cualquier bandera contra el prejuicio que hoy queramos levantar. Está
con nosotros”, concluye Josefina Delgado.
Pirateado de El Mostrador, el
primer diario digital de Chile, 23 junio 2013. Vale.
El Editor
Fantasía en Rojo y Negro.
Francisco Antonio
Ruiz Caballero.
La armadura del Emperador era
roja y negra. Las armaduras de sus subordinados también. En el amplio salón del
palacio había una jaula con cuervos y una jaula con cardenalitos. Alimentaban a
los cuervos con carne humana. Y un gran acuario con peces rojos y negros se
veía al fondo del trono de hierro del emperador. La emperatriz acompañaba a su
esposo en los actos importantes. Llevaba siempre un Kimono negro y rojo, y unas
adelfas rojas en el cabello recogido con una gran peineta negra en forma de
mariposa. Había un biombo con un dragón negro de uñas rojas, devoraba marineros
negros de esbeltísimas figuras y tenía los ojos amarillos con las pupilas
rojas. Y varias orquídeas negras y amarillas adornaban jarrones rojos. Los
músicos del emperador también vestían de rojo y de negro, tocaban flautas,
cítaras, arpas y armonios de color rojo, y la música se asomaba a laberintos y
a negras profundidades acrisoladas. El campesino llegó hasta la estancia del
emperador y expuso su caso, pedía justicia, el emperador lo escuchó mientras
sonaba el címbalo negro de un músico, cuando terminó de hablar se hizo un
silencio profundamente rojo. Un cardenalito gorjeó una débil musiquilla
indiscretamente y un cuervo hambriento graznó con violencia escarlata. El
emperador dejó caer un pañuelo negro al suelo y el címbalo arpegió una nota de
cuerda punzante, y varios samuráis, de vestidos rojos y negros, se abalanzaron
sobre el campesino, el campesino intentó defenderse pero el rojinegro cangrejo
lo tenía bien sujeto en el suelo, el emperador dejó caer un pañuelo rojo sobre
su trono de hierro negro, una vela se apagó y otro cardenalito rojo pió con
insolencia, graznó otro cuervo hambriento, un samurai arrancó un ojo del
campesino. El ojo rodó por el suelo en una raya de sangre roja, y otro samurai
lo recogió en un vaso de cristal. El címbalo arpegió una nueva nota de azúcar
bellísima. Se había hecho justicia. El chambelán del emperador, vestido de
negro y rojo, agitó una banderita pequeña y los samuráis arrastraron al
campesino herido fuera del salón del palacio. La sangre del ojo arrancado
manchaba una loseta negra, una limpiadora que se arrastraba por el suelo para
no tener la cabeza más alta que la del Emperador la limpió, el cubo de agua
fresca llevaba grabado en el cinc un dragón con los ojos de rubíes. Un samurai
dió de comer el ojo del campesino a los grajos, los cuervos lo devoraron
rápidamente, revoloteaban los cardenalitos rojos en su jaula de oro, y los
cuervos también se agitaban con rencor y hambre, los peces negros y rojos en su
acuario se ahogaban dando besos y más besos redondos con sus labios glotones.
Los músicos tocaban extasiados, surgían mariposas negras y rojas que volaban
sobre profundidades llenas de llamaradas negras. El chambelán agitó su
banderita triangular y el embajador de Persia llegó al salón del palacio. Iba
con tres soldados árabes negrísimos. Y los músicos dejaron de tocar. Llevaba el
persa un gran cofre portado por cuatro esclavos rubios, lo abrió y estaba el
cofre lleno de rubíes que brillaban como carbones encendidos, lo vació sobre la
estancia. Los cardenalitos se agitaban y los cuervos graznaron con desagrado.
El emperador dejó caer un pañuelo rojo al suelo, y los guerreros samuráis se
abalanzaron sobre los emisarios, el embajador persa gritó “guerra” y alzó su
alfanje curvo, pero los samuráis lo apuñalaron. Llevaba el embajador persa un
traje de plata blanco que se tiñó de amapolas irritadas. Cuando caía al suelo
un músico espantado arañó una cuerda de su címbalo y otro cuervo graznó. La
Emperatriz suspiró y derramó una lagrimilla por la belleza del Persa muerto.
Zombis de Oro contra Astronautas Violetas en el Planeta Marte.
(dedicado a Sevilla).
Francisco Antonio
Ruiz Caballero.
Corrían los zombis de oro por la
planicie marciana persiguiendo a los astronautas violetas. Marte era un ascua
llameante de carbones encendidos granates que desollaban pies desnudos como
cuchillas de acero finísimo. Eran bellos los astronautas como delgadísimas
sombras violetas, finísimas figuras de una porcelana maravillosa, suaves formas
de goriliana o simiesca cintura y hombro, cadera de un Praxíteles sublime, los
trajes estilizaban aún más las figuras, las hacían más bellas si cabe, más
fuertes, más poderosas. Eran soberbios guerreros perseguidos por los asquerosos
y repugnantes zombis de oro, con sus llagas en la boca y la carne arrancada del
hueso, dorados y brillantes bajo un sol de justicia vengativo, criminal en todo
su espectro lumínico, sin piedad, que asesinaba las sombras con una voracidad
de hidra demente. Tenían camisas de oro los zombis, camisas manchadas de sangre
negra y dorada que refulgía cegadóramente asesinando la pupila, irritando un
ojo deslumbrado que necesitaría diez mil gotas de colirio para recuperarse.
Brillaba Marte, rojo, y carmín, y naranja, y parecía el quirófano de un puesto
de combate, lo bermellón marcaba el paso con la audacia de los dientes de lobo.
No había ni una sola gota de agua y los zombis de oro se movían epilépticos
mostrando sus desgarradas carnes doradas, sus llagas siniestras de relámpago y
crímen, persiguiendo de lejos a los astronautas violetas, que huían como
enloquecidos de un fantasmagórico perro infernal que los zombis de oro
representaban a la perfección. Las hormigas rojas de Marte se peleaban entre sí
por un fragmento de dedo mutilado, áureos y rojos espejismos confundían a los
astronautas violetas que miraban hacia atrás con miedo de vez en cuando sin
poderse secar las gotas de sudor sobre la frente, perseguidos por sus propias
sombras alargadas, negras y rojas, tintura de un yodo o una mercromina infernal
y lasciva. Corrían, corrían, corrían, tropezaban, se caían, y volvían a
levantarse, eléctricos, poseídos de un miedo que tenía la cara con bubas
doradas, con granos y verrugas demenciales de oro y pus y oro, asquerosa en
toda su deslumbrante deformidad y colorido, relampagueante de enfermedad y
lepra. Marte era una madre que no quiere a sus hijos y los estrangula en la
cuna, y apretaba el calor hiriente como un escorpión muy rojo y muy venenoso,
arsenicado, cianúrico, mujer histérica que grita violador violador violador a
un inocente sorprendido en medio de la calle mientras otros viandantes confusos
no saben lo que hacer, tigre rojo en celo que acabara de despellejar un viejo
buey esquelético. Quemaba el naranja desierto igual que un brasero lleno de
carbones encendidos, los astronautas necesitaban descansar para tomar aire,
pero los zombis de oro no descansaban, los muertos vivientes no descansaban ,
sus camisas doradas fulgían como llamas carísimas, deslumbraban la vista, eran
bellísimos en toda su gloria de mierda y porquería, y querían morder a los
astronautas violetas, que huían sobre las rojas dunas, sudando hasta sangre a
veces, en sus trajes de caucho y neopreno lila, con la bandera de la ONU cosida
en el antebrazo. Las perfectas botas de los guerreros tropezaban con rubíes
sagrados y con escorpiones marcianos, frenéticos de veneno, y los zombis
seguían las huellas vomitando sobre ellas con el ferviente deseo de llevarse a
la boca la carne y la piel de un hermoso muchacho. No había lugar sino las
rocas en donde esconderse, pero los zombis olían de lejos el caucho violeta. A
mitad de camino de la muerte estaba la ciudad marciana, último refugio posible
donde pelear o esconderse de la implacable deformidad de oro que los perseguía
con saña. Y la Ciudad, negra y brillante les decía: VENID, aquí estaréis a
salvo, mis héroes, mis niños, mi bien amados. He hecho para vosotros un tálamo
de dulzura en el que podréis libar un nepente extraordinario.
Francisco Antonio Ruiz Caballero.
Y ES NONADA TODO TODO
Ivonne Concha Alarcón
Y, encontrándome así casi de
frente no tuve casi oportunidad aparecí
en fuerte jaula dorada quedé prisionera, las letras, las robé todas; todas
mías. Quedé entrepalabras enredada. Me asusta tutodo todo. Tuya. Me quedo en
nonada sola contigo. Prisionera, tu morada, enamorada. La nochedíanoche me
desvela, los rincones todos claman por verte. Mi silencio grita callado...
quiero blanconegro todo o nada. Todo. Tus horas se apoderan de mi todo, se
adentran en mis coherencias, desenredándome de lazos otra vez digo nonada
digotodo digonada. Llamo, señalo, grito nada, me enredo, te busco, estás, eres
todo y no te siento. Entre los barrotes de mi
jaula, prisionera, atrapóme el amor de tu amor. ¡Tu amada!.
VIVIR, ESTAR, EXISTIR
Beatriz Graciela
Moyano
Existir, estar, vivir con la
evidencia colorida y dulce de no transitar como sombra inadvertida, estremecida
cuando dijo…presencia, con la voz justipreciada, seria sonrisa de estrellas que
sintió emocionante luz de luna, suave deslumbre con empalizada filosófica de
roca consistente o Lonsdaleíta de brillo diamantino. El fragante e insinuante
amanecer se hizo gorjeo y el dolor de ver al instante la hilera de pájaros
muertos, envenenados de plaguicidas, después fue réplica a la aparente
intrepidez que amanece en los jarrones llenos de flores, al vivir con algo de
la noche y algo del día detenido. Estar, existir y simplemente ver la mirada en
esos ojos que suelen idolatrar las lluvias, encadenada a los plenilunios de
estelares sueños. Una sonrisa espontanea y nueva recitó en versos, un cúmulo de
colores con pinceladas de estilo en la sonoridad de la tela, balada que no
propició su luz, delirio vano inconcluso, absurdo existencial…ni se atrevió
interpretar los versos. Quebró el poema que ya se había truncado, dormido en
extenuado sigilo. Y hubo otras dulces voces y letras, evocando el mar profundo
que llamamos universo, esbozando lírica incondicionales poetas con la voz del
maestro y sus recuerdos, en un templo que deseó para pedir el regreso, la
presencia de las metáforas construidas a la espera que devino en fuga hacia la
muerte. Constante brisa de vértigo, sentidos en vehemencia más los persistentes
acordes, trinos, perfumes y arrullos con la palabra viva, la vida en palabras y
brillo creativo. Hoy ni la ilusión en caricias de ave rozando las mejillas
trémulas. Amanecida con pereza en los ojos y latidos temblorosos discontinuos
de besos oníricos en delirante evocación. Sombras perdidas en la bruma de esa
playa, un amanecer cualquiera con ecos audibles de nuestras risas
transparentes, sanas… y nada. En contrapartida, danza alegre y mágica que
acercó la mañana inolvidable de misterio en el arroyo rojizo de los reflejos,
secando las lágrimas que veía a pesar del universo en espacio y sucesos, se
venía la ausencia y él la hizo catálisis, superviviente recortada en versos.
ENCONTRARTE
Beatriz Graciela
Moyano
Encontrarte siempre, saber que
estás cerca mirándome, con esos tus ojos de todos mis sueños en los que habitas
como una dulce condena, estás, te siento, tras los vidrios nublados de vaho
donde apenas soy un reflejo de locas ansiedades, afuera llueve y hay un viento
helado sacudiendo los ficus contra las ventanas y el balcón de los malvones
quebrados en ausencias, pero sabiéndote en mí, la soledad es solo una palabra
entre de las piedras obsidianas brillando en sus matices sanadores para el
alma, hay una búsqueda constante de todo y desde siempre, mucho antes de la
época prehispánica, cuando el universo nos convocaba a las caricias y no me
sabías nacida, solo me presentías en las orillas de un río, amanecida. Siempre,
como agua de lluvia sobre los rosales, como las hojas amarillas de mi otoño y
el tuyo que se combinan en clamor de pájaros azules o salamandras de fuego
amarillas y negras liberando sustancias irritantes cuando los días se inundaron
de celos y despojos, sin saber qué piensas mientras me buscas cuando la
ausencia llena el silencio y traes un canto inolvidable de nostalgias asomadas
a mi nombre, poblador ancestral de sueños, en un constante abrazo de luna
eclipsada. Haberte encontrado tiene esa magia de leyenda impredecible,
emociones y algunas complicidades poéticas con el ensueño de apaciguar los
amarillos furiosos de esos girasoles que siguen curiosos a los soles vigías.
Tiempos de conjuros, de luz difusa que volviste brillo de cuarzos y micas al
saberte cerca, quebrando los espejos del silencio en la noche sin luna,
indiferente. Te encontré mientras exploraba minuciosa la poética solitaria de
la melancolía y los caminos, los mares y prados, las rosas desvanecidas y los
escombros que no vi, complejidades que surcan las mañanas escarchadas en las
que no me encuentras, escuchar las palabras detrás del silencio de tumbas
vacías y las caricias de cielo en tus manos inquietas. Hallé un mensaje cifrado
en el laberinto de tus emociones, pero te gusta jugar al olvido a veces o
buscarme en la espesura rebelde de mi pelo, siempre… y en ese siempre, siempre
me encontrarás.
ONIRICA
F.S.R.Banda
Te me pierdes en el silencio de
las garzas o de los granitos erodados, te me desapareces en las fisuras del día
que no deja de suceder como si nada, no urges el atardecer en sus rojos
pálidos, en sus amarillos suspendidos en los cirrus tristes, en las piedras
negras de los pájaros que huyen hacía la noche. Te me pierdes como si
suspendieras tu existencia solo para que yo te busque en el vuelo asustado de
las garzas, bajo los cantos rodados, en la primera esquina de la noche. Andarás
por el atardecer ya vencido, un poco lenta, un poco sola, mirarás como si no te
importara los rincones donde siempre me escondo y te acecho, buscándome,
revisarás los cajones donde guardas tus cigarrillos o bajo el último libro que
leíste para ver si anduve hurgando entre tus cosas rutinarias, tirarás al piso
algún objeto para que al recogerlo puedas ver si hay alguna huella de pisada
que no reconoces, escucharás con atención si está lloviendo acá en esta lejanía
para saber si te estoy pensando, deslizaras tu dedo sobre el vidrio del
ventanal anochecido y sentirás que aun rondo por tu casa, solo entonces
sonreirás. Moriré de insomnio si no me sueñas, si no me enredas en la urdimbre
de tus noches dormida, vagaré deshecho en pequeñas piedras rodando por los
abismos de tu almohada, muerto de desoñación, de fiebres litúrgicas, de
delirios oníricos, me equivocaré de sueño si no me sueñas, sin saber quien me
sueña, no donde ni como, naufragaré entre otras sabanas sin el faro de tu lecho
allí en la bruma y la tempestad de un mar nocturno en vigilia, o arrastrado
contra los roqueríos del desvelo, me hundiré silencioso entre los sargazos de
una somnolencia donde tú no me sueñas. Me quebraré en esos saltos de tus sueños
y quedaré fragmentado, repartido en los trozos filosos del espejo roto, un poco
en la seda lila y otro poco en las espigas, de tu sueño, porque cuando te me
vas así a contrapelo del deslumbre la noche se me dobla, se me aja, se me
reduce como un grano de uva que se va resecando y asumiendo sus dulzores
otoñales, vertiendo en si mismo sus azucares soleados. Me pregunto si te pasará
lo mismo cuando dejas de pensarme y te vas a soñar escondida en los cañaverales
del río o a dibujar corazones en las arenas de sus orillas. Eso.
BUSQUEDA CONSTANTE DE TI
F.S.R.Banda
Te estoy buscando sin encontrarte
estés donde estés, en los pedregosos y desolados desiertos del sin ti, en las
junglas que rodean las ciénagas de tu ausencia, en las zarzas ardientes de las
últimas revelaciones, en las verdes gramas de tus antiguas primaveras, en el
cristal de la ventana donde amanecía tu sonrisa, en los mensajes encriptados
que quebraban tus silencios, en las rutinas donde podía vivir las mismas horas
de tus días, en los espejos por los que cruzabas sintiendo que mis miradas te
perseguían en los ojos del azogue, en esta soledad de ti que se enreda en los
atardeceres del otoño y no deja que el nocturno cabalgue por tus siniestras
oscuridades. Te estoy buscando en los portulanos de mis olvidados
descubrimientos, en las mareas que traen los cangrejos de las amarguras de no
ver tus labios decretando las tenues armonías de los rosales que se resisten en
sus rosas desvanecidas, en los amarillos enloquecidos de los girasoles que cultivo
para no olvidarme de tu piel envuelta en esas tibiezas, en el extraño azul de
las crisocolas de mis geologías vencidas y de las achicorias de la infancia de
potreros y el tranque de los valeros. Te estoy buscando en el frío que cala los
huesos y en el calor de los cuarzos y las micas de los granitos caolinizados
por las aguas de las lluvias milenarias, en el rescoldo del brasero y también
en sus cenizas, en sus brasas encendidas desde los años felices en que aun
llovía en el jardín de mi madre, en los misterios de la metamorfosis de las
mariposas y en la cauta persecución de las arañas, en la cadencia musical del
primer movimiento del primer Concierto Brandenburgués de Johann Sebastián Bach,
en la bruma de la camanchaca que atravesaba por la mañana allá en un norte
donde todavía no existías pero ya te adivinaba caminando solitaria por la
orilla de tu río de camalotes. Te estoy buscando cabizbajo para que no se note
mi temor de no encontrarte y parezca que busco las huellas de los escarabajos o
los senderos de las hormigas, y con los ojos bien cerrados porque te reconoceré
sin verte de tanto buscarte. Te estoy buscando y esperando sabiendo que tú lo
intuyes, lo sientes y lo sabes, y te seguiré buscando y esperando siempre como
siempre por siempre porque sé que en ese siempre tu también me estarás
buscando. Vale.
Revista PARADOXAS N° 186
5 de Julio de 2013
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