sábado, 24 de agosto de 2013

PARADOXAS Nº 186

PARADOXAS

REVISTA VIRTUAL DEL SURREALISMO NEOBARROCO

Año IX - N° 186


INDICE

Fantasía en Rojo y Negro. - Francisco Antonio Ruiz Caballero.
Zombis de Oro contra Astronautas Violetas en el Planeta Marte. - Francisco Antonio Ruiz Caballero.
Y ES NONADA TODO TODO - Ivonne Concha Alarcón
VIVIR, ESTAR, EXISTIR - Beatriz Graciela Moyano
ENCONTRARTE - Beatriz Graciela Moyano
ONIRICA - F.S.R.Banda
BUSQUEDA CONSTANTE DE TI - F.S.R.Banda


EDITORIAL

“Rayuela”, medio siglo jugando con Julio Cortázar

“A su manera este libro es muchos libros, pero sobre todo es dos libros”. Así empieza el Tablero de Dirección que abre “Rayuela”, la obra que revolucionó la literatura en habla hispana con su publicación en Argentina hace medio siglo. Conferencias, debates y lecturas del texto conmemorarán esta semana en Buenos Aires el aniversario de la obra más emblemática de Cortázar, que inicialmente pensó en titularla “Mandala”. “Será una especie de bomba atómica en el escenario de la literatura latinoamericana”, escribía, a punto de terminar la novela, Julio Cortázar a su representante y traductor, Paul Blackburn. El 28 de junio de 1963, esta “bomba atómica” llega a los lectores de la mano del editor Francisco Porrúa (Sudamericana) y sacude la literatura hispana como prólogo del “boom latinoamericano”, que marcó el fenómeno editorial del continente entre 1960 y 1970. Julio Cortázar (Bruselas 1914-París 1984) es entonces un escritor vanguardista, traductor de la Unesco, con dominio del inglés y el francés, instalado en París desde 1951 y admirador de la revolución de Fidel Castro como años más lo será del sandinismo en Nicaragua. “Tuvo muy clara su misión desde temprano. Construyó un lenguaje que hoy hablamos y escribimos los argentinos”, señala a Efe Josefina Delgado, escritora y directora de la “Colección de Protagonistas de la Cultura Argentina”. Cortázar empieza a gestar su “antinovela” mucho antes de su publicación. Ya en 1949, en una reseña de “Adán Buenosayres”, de Leopoldo Marechal, advierte: “Estamos haciendo un idioma (…). Es un idioma turbio y caliente, torpe y sutil”. “Me propongo empezar por el final y mandar al lector a que busque en diferentes partes del libro, como en la guía del teléfono”, escribe en 1960 a su amigo Jean Bernabé. “Rayuela” es una “novela de vanguardia” y Cortázar “está convencido de que constituye un giro en la tradición occidental, como refleja su correspondencia con Porrúa, y goza de que pueda oponerse a “Sobre héroes y tumbas” porque detesta al escritor triste que ve en Ernesto Sábato”, explica a Efe la escritora Matilde Sánchez. Consciente del impacto de su “antinovela”, Cortázar no oculta su inquietud por el destino del texto en su correspondencia personal, hasta el punto de que duda que Sudamericana llegue a editarla y baraja enviarla a México. Su publicación se convierte en un acontecimiento para la elite cultural argentina y, pese unas primeras críticas decepcionantes, pronto alcanza un éxito de ventas hasta lograr catorce ediciones en diez años en Buenos Aires. “Las chicas se vestían todas con poleras negras como la Maga. Todo el mundo leía Rayuela, todos iban con Rayuela bajo el brazo”, recuerda Matilde Sánchez. “Jóvenes y no tanto de diferentes generaciones quisieron, quieren y querrán ser La Maga, Oliveira….”, apunta Delgado, para quien el escritor “nos ayudó a pensar, a entendernos un poquito más, a querernos un poquito más”. “Su gran triunfo fue revolucionar la literatura” con una “dimensión casi mágica”, agrega. En 1970, Cortázar escribía en la revista Nuevos Aires: “Estamos necesitando más que nunca los Che Guevara del lenguaje, los revolucionarios de la literatura más que los literatos de la revolución.” Quizá entonces ya sabía que el “Che” había declinado leer el ejemplar de “Rayuela” que le dejó en uno de sus viajes a Cuba argumentando que “no tenía tiempo para la ficción”, relata Sánchez. Medio siglo después de la publicación de Rayuela, “el legado de Cortázar se ha desconsagrado injustamente” por las “decenas de horribles escritores cortazarianos” que proliferaron a la sombra del autor de “Los premios”, lamenta Matilde Sánchez. No obstante -reconoce- “Rayuela” es hoy lectura obligada en muchas escuelas argentinas, vende unos 30.000 ejemplares al año en América Latina y “Oliveira y La Maga conservan su carácter iniciático para los jóvenes que quieren seguir siendo escritores”. Julio Cortázar “está presente. No importa el género ni la edad. En cualquier bandera contra el prejuicio que hoy queramos levantar. Está con nosotros”, concluye Josefina Delgado.

Pirateado de El Mostrador, el primer diario digital de Chile, 23 junio 2013. Vale.
El Editor


Fantasía en Rojo y Negro.
Francisco Antonio Ruiz Caballero.

La armadura del Emperador era roja y negra. Las armaduras de sus subordinados también. En el amplio salón del palacio había una jaula con cuervos y una jaula con cardenalitos. Alimentaban a los cuervos con carne humana. Y un gran acuario con peces rojos y negros se veía al fondo del trono de hierro del emperador. La emperatriz acompañaba a su esposo en los actos importantes. Llevaba siempre un Kimono negro y rojo, y unas adelfas rojas en el cabello recogido con una gran peineta negra en forma de mariposa. Había un biombo con un dragón negro de uñas rojas, devoraba marineros negros de esbeltísimas figuras y tenía los ojos amarillos con las pupilas rojas. Y varias orquídeas negras y amarillas adornaban jarrones rojos. Los músicos del emperador también vestían de rojo y de negro, tocaban flautas, cítaras, arpas y armonios de color rojo, y la música se asomaba a laberintos y a negras profundidades acrisoladas. El campesino llegó hasta la estancia del emperador y expuso su caso, pedía justicia, el emperador lo escuchó mientras sonaba el címbalo negro de un músico, cuando terminó de hablar se hizo un silencio profundamente rojo. Un cardenalito gorjeó una débil musiquilla indiscretamente y un cuervo hambriento graznó con violencia escarlata. El emperador dejó caer un pañuelo negro al suelo y el címbalo arpegió una nota de cuerda punzante, y varios samuráis, de vestidos rojos y negros, se abalanzaron sobre el campesino, el campesino intentó defenderse pero el rojinegro cangrejo lo tenía bien sujeto en el suelo, el emperador dejó caer un pañuelo rojo sobre su trono de hierro negro, una vela se apagó y otro cardenalito rojo pió con insolencia, graznó otro cuervo hambriento, un samurai arrancó un ojo del campesino. El ojo rodó por el suelo en una raya de sangre roja, y otro samurai lo recogió en un vaso de cristal. El címbalo arpegió una nueva nota de azúcar bellísima. Se había hecho justicia. El chambelán del emperador, vestido de negro y rojo, agitó una banderita pequeña y los samuráis arrastraron al campesino herido fuera del salón del palacio. La sangre del ojo arrancado manchaba una loseta negra, una limpiadora que se arrastraba por el suelo para no tener la cabeza más alta que la del Emperador la limpió, el cubo de agua fresca llevaba grabado en el cinc un dragón con los ojos de rubíes. Un samurai dió de comer el ojo del campesino a los grajos, los cuervos lo devoraron rápidamente, revoloteaban los cardenalitos rojos en su jaula de oro, y los cuervos también se agitaban con rencor y hambre, los peces negros y rojos en su acuario se ahogaban dando besos y más besos redondos con sus labios glotones. Los músicos tocaban extasiados, surgían mariposas negras y rojas que volaban sobre profundidades llenas de llamaradas negras. El chambelán agitó su banderita triangular y el embajador de Persia llegó al salón del palacio. Iba con tres soldados árabes negrísimos. Y los músicos dejaron de tocar. Llevaba el persa un gran cofre portado por cuatro esclavos rubios, lo abrió y estaba el cofre lleno de rubíes que brillaban como carbones encendidos, lo vació sobre la estancia. Los cardenalitos se agitaban y los cuervos graznaron con desagrado. El emperador dejó caer un pañuelo rojo al suelo, y los guerreros samuráis se abalanzaron sobre los emisarios, el embajador persa gritó “guerra” y alzó su alfanje curvo, pero los samuráis lo apuñalaron. Llevaba el embajador persa un traje de plata blanco que se tiñó de amapolas irritadas. Cuando caía al suelo un músico espantado arañó una cuerda de su címbalo y otro cuervo graznó. La Emperatriz suspiró y derramó una lagrimilla por la belleza del Persa muerto.


Zombis de Oro contra Astronautas Violetas en el Planeta Marte. (dedicado a Sevilla).
Francisco Antonio Ruiz Caballero.

Corrían los zombis de oro por la planicie marciana persiguiendo a los astronautas violetas. Marte era un ascua llameante de carbones encendidos granates que desollaban pies desnudos como cuchillas de acero finísimo. Eran bellos los astronautas como delgadísimas sombras violetas, finísimas figuras de una porcelana maravillosa, suaves formas de goriliana o simiesca cintura y hombro, cadera de un Praxíteles sublime, los trajes estilizaban aún más las figuras, las hacían más bellas si cabe, más fuertes, más poderosas. Eran soberbios guerreros perseguidos por los asquerosos y repugnantes zombis de oro, con sus llagas en la boca y la carne arrancada del hueso, dorados y brillantes bajo un sol de justicia vengativo, criminal en todo su espectro lumínico, sin piedad, que asesinaba las sombras con una voracidad de hidra demente. Tenían camisas de oro los zombis, camisas manchadas de sangre negra y dorada que refulgía cegadóramente asesinando la pupila, irritando un ojo deslumbrado que necesitaría diez mil gotas de colirio para recuperarse. Brillaba Marte, rojo, y carmín, y naranja, y parecía el quirófano de un puesto de combate, lo bermellón marcaba el paso con la audacia de los dientes de lobo. No había ni una sola gota de agua y los zombis de oro se movían epilépticos mostrando sus desgarradas carnes doradas, sus llagas siniestras de relámpago y crímen, persiguiendo de lejos a los astronautas violetas, que huían como enloquecidos de un fantasmagórico perro infernal que los zombis de oro representaban a la perfección. Las hormigas rojas de Marte se peleaban entre sí por un fragmento de dedo mutilado, áureos y rojos espejismos confundían a los astronautas violetas que miraban hacia atrás con miedo de vez en cuando sin poderse secar las gotas de sudor sobre la frente, perseguidos por sus propias sombras alargadas, negras y rojas, tintura de un yodo o una mercromina infernal y lasciva. Corrían, corrían, corrían, tropezaban, se caían, y volvían a levantarse, eléctricos, poseídos de un miedo que tenía la cara con bubas doradas, con granos y verrugas demenciales de oro y pus y oro, asquerosa en toda su deslumbrante deformidad y colorido, relampagueante de enfermedad y lepra. Marte era una madre que no quiere a sus hijos y los estrangula en la cuna, y apretaba el calor hiriente como un escorpión muy rojo y muy venenoso, arsenicado, cianúrico, mujer histérica que grita violador violador violador a un inocente sorprendido en medio de la calle mientras otros viandantes confusos no saben lo que hacer, tigre rojo en celo que acabara de despellejar un viejo buey esquelético. Quemaba el naranja desierto igual que un brasero lleno de carbones encendidos, los astronautas necesitaban descansar para tomar aire, pero los zombis de oro no descansaban, los muertos vivientes no descansaban , sus camisas doradas fulgían como llamas carísimas, deslumbraban la vista, eran bellísimos en toda su gloria de mierda y porquería, y querían morder a los astronautas violetas, que huían sobre las rojas dunas, sudando hasta sangre a veces, en sus trajes de caucho y neopreno lila, con la bandera de la ONU cosida en el antebrazo. Las perfectas botas de los guerreros tropezaban con rubíes sagrados y con escorpiones marcianos, frenéticos de veneno, y los zombis seguían las huellas vomitando sobre ellas con el ferviente deseo de llevarse a la boca la carne y la piel de un hermoso muchacho. No había lugar sino las rocas en donde esconderse, pero los zombis olían de lejos el caucho violeta. A mitad de camino de la muerte estaba la ciudad marciana, último refugio posible donde pelear o esconderse de la implacable deformidad de oro que los perseguía con saña. Y la Ciudad, negra y brillante les decía: VENID, aquí estaréis a salvo, mis héroes, mis niños, mi bien amados. He hecho para vosotros un tálamo de dulzura en el que podréis libar un nepente extraordinario.
Francisco Antonio Ruiz Caballero.


Y ES NONADA TODO TODO
Ivonne Concha Alarcón

Y, encontrándome así casi de frente no tuve casi oportunidad  aparecí en fuerte jaula dorada quedé prisionera, las letras, las robé todas; todas mías. Quedé entrepalabras enredada. Me asusta tutodo todo. Tuya. Me quedo en nonada sola contigo. Prisionera, tu morada, enamorada. La nochedíanoche me desvela, los rincones todos claman por verte. Mi silencio grita callado... quiero blanconegro todo o nada. Todo. Tus horas se apoderan de mi todo, se adentran en mis coherencias, desenredándome de lazos otra vez digo nonada digotodo digonada. Llamo, señalo, grito nada, me enredo, te busco, estás, eres todo y no te siento. Entre los barrotes de mi  jaula, prisionera, atrapóme el amor de tu  amor. ¡Tu amada!.


VIVIR, ESTAR, EXISTIR
Beatriz Graciela Moyano

Existir, estar, vivir con la evidencia colorida y dulce de no transitar como sombra inadvertida, estremecida cuando dijo…presencia, con la voz justipreciada, seria sonrisa de estrellas que sintió emocionante luz de luna, suave deslumbre con empalizada filosófica de roca consistente o Lonsdaleíta de brillo diamantino. El fragante e insinuante amanecer se hizo gorjeo y el dolor de ver al instante la hilera de pájaros muertos, envenenados de plaguicidas, después fue réplica a la aparente intrepidez que amanece en los jarrones llenos de flores, al vivir con algo de la noche y algo del día detenido. Estar, existir y simplemente ver la mirada en esos ojos que suelen idolatrar las lluvias, encadenada a los plenilunios de estelares sueños. Una sonrisa espontanea y nueva recitó en versos, un cúmulo de colores con pinceladas de estilo en la sonoridad de la tela, balada que no propició su luz, delirio vano inconcluso, absurdo existencial…ni se atrevió interpretar los versos. Quebró el poema que ya se había truncado, dormido en extenuado sigilo. Y hubo otras dulces voces y letras, evocando el mar profundo que llamamos universo, esbozando lírica incondicionales poetas con la voz del maestro y sus recuerdos, en un templo que deseó para pedir el regreso, la presencia de las metáforas construidas a la espera que devino en fuga hacia la muerte. Constante brisa de vértigo, sentidos en vehemencia más los persistentes acordes, trinos, perfumes y arrullos con la palabra viva, la vida en palabras y brillo creativo. Hoy ni la ilusión en caricias de ave rozando las mejillas trémulas. Amanecida con pereza en los ojos y latidos temblorosos discontinuos de besos oníricos en delirante evocación. Sombras perdidas en la bruma de esa playa, un amanecer cualquiera con ecos audibles de nuestras risas transparentes, sanas… y nada. En contrapartida, danza alegre y mágica que acercó la mañana inolvidable de misterio en el arroyo rojizo de los reflejos, secando las lágrimas que veía a pesar del universo en espacio y sucesos, se venía la ausencia y él la hizo catálisis, superviviente recortada en versos.


ENCONTRARTE
Beatriz Graciela Moyano

Encontrarte siempre, saber que estás cerca mirándome, con esos tus ojos de todos mis sueños en los que habitas como una dulce condena, estás, te siento, tras los vidrios nublados de vaho donde apenas soy un reflejo de locas ansiedades, afuera llueve y hay un viento helado sacudiendo los ficus contra las ventanas y el balcón de los malvones quebrados en ausencias, pero sabiéndote en mí, la soledad es solo una palabra entre de las piedras obsidianas brillando en sus matices sanadores para el alma, hay una búsqueda constante de todo y desde siempre, mucho antes de la época prehispánica, cuando el universo nos convocaba a las caricias y no me sabías nacida, solo me presentías en las orillas de un río, amanecida. Siempre, como agua de lluvia sobre los rosales, como las hojas amarillas de mi otoño y el tuyo que se combinan en clamor de pájaros azules o salamandras de fuego amarillas y negras liberando sustancias irritantes cuando los días se inundaron de celos y despojos, sin saber qué piensas mientras me buscas cuando la ausencia llena el silencio y traes un canto inolvidable de nostalgias asomadas a mi nombre, poblador ancestral de sueños, en un constante abrazo de luna eclipsada. Haberte encontrado tiene esa magia de leyenda impredecible, emociones y algunas complicidades poéticas con el ensueño de apaciguar los amarillos furiosos de esos girasoles que siguen curiosos a los soles vigías. Tiempos de conjuros, de luz difusa que volviste brillo de cuarzos y micas al saberte cerca, quebrando los espejos del silencio en la noche sin luna, indiferente. Te encontré mientras exploraba minuciosa la poética solitaria de la melancolía y los caminos, los mares y prados, las rosas desvanecidas y los escombros que no vi, complejidades que surcan las mañanas escarchadas en las que no me encuentras, escuchar las palabras detrás del silencio de tumbas vacías y las caricias de cielo en tus manos inquietas. Hallé un mensaje cifrado en el laberinto de tus emociones, pero te gusta jugar al olvido a veces o buscarme en la espesura rebelde de mi pelo, siempre… y en ese siempre, siempre me encontrarás.  


ONIRICA
F.S.R.Banda

Te me pierdes en el silencio de las garzas o de los granitos erodados, te me desapareces en las fisuras del día que no deja de suceder como si nada, no urges el atardecer en sus rojos pálidos, en sus amarillos suspendidos en los cirrus tristes, en las piedras negras de los pájaros que huyen hacía la noche. Te me pierdes como si suspendieras tu existencia solo para que yo te busque en el vuelo asustado de las garzas, bajo los cantos rodados, en la primera esquina de la noche. Andarás por el atardecer ya vencido, un poco lenta, un poco sola, mirarás como si no te importara los rincones donde siempre me escondo y te acecho, buscándome, revisarás los cajones donde guardas tus cigarrillos o bajo el último libro que leíste para ver si anduve hurgando entre tus cosas rutinarias, tirarás al piso algún objeto para que al recogerlo puedas ver si hay alguna huella de pisada que no reconoces, escucharás con atención si está lloviendo acá en esta lejanía para saber si te estoy pensando, deslizaras tu dedo sobre el vidrio del ventanal anochecido y sentirás que aun rondo por tu casa, solo entonces sonreirás. Moriré de insomnio si no me sueñas, si no me enredas en la urdimbre de tus noches dormida, vagaré deshecho en pequeñas piedras rodando por los abismos de tu almohada, muerto de desoñación, de fiebres litúrgicas, de delirios oníricos, me equivocaré de sueño si no me sueñas, sin saber quien me sueña, no donde ni como, naufragaré entre otras sabanas sin el faro de tu lecho allí en la bruma y la tempestad de un mar nocturno en vigilia, o arrastrado contra los roqueríos del desvelo, me hundiré silencioso entre los sargazos de una somnolencia donde tú no me sueñas. Me quebraré en esos saltos de tus sueños y quedaré fragmentado, repartido en los trozos filosos del espejo roto, un poco en la seda lila y otro poco en las espigas, de tu sueño, porque cuando te me vas así a contrapelo del deslumbre la noche se me dobla, se me aja, se me reduce como un grano de uva que se va resecando y asumiendo sus dulzores otoñales, vertiendo en si mismo sus azucares soleados. Me pregunto si te pasará lo mismo cuando dejas de pensarme y te vas a soñar escondida en los cañaverales del río o a dibujar corazones en las arenas de sus orillas. Eso.


BUSQUEDA CONSTANTE DE TI
F.S.R.Banda

Te estoy buscando sin encontrarte estés donde estés, en los pedregosos y desolados desiertos del sin ti, en las junglas que rodean las ciénagas de tu ausencia, en las zarzas ardientes de las últimas revelaciones, en las verdes gramas de tus antiguas primaveras, en el cristal de la ventana donde amanecía tu sonrisa, en los mensajes encriptados que quebraban tus silencios, en las rutinas donde podía vivir las mismas horas de tus días, en los espejos por los que cruzabas sintiendo que mis miradas te perseguían en los ojos del azogue, en esta soledad de ti que se enreda en los atardeceres del otoño y no deja que el nocturno cabalgue por tus siniestras oscuridades. Te estoy buscando en los portulanos de mis olvidados descubrimientos, en las mareas que traen los cangrejos de las amarguras de no ver tus labios decretando las tenues armonías de los rosales que se resisten en sus rosas desvanecidas, en los amarillos enloquecidos de los girasoles que cultivo para no olvidarme de tu piel envuelta en esas tibiezas, en el extraño azul de las crisocolas de mis geologías vencidas y de las achicorias de la infancia de potreros y el tranque de los valeros. Te estoy buscando en el frío que cala los huesos y en el calor de los cuarzos y las micas de los granitos caolinizados por las aguas de las lluvias milenarias, en el rescoldo del brasero y también en sus cenizas, en sus brasas encendidas desde los años felices en que aun llovía en el jardín de mi madre, en los misterios de la metamorfosis de las mariposas y en la cauta persecución de las arañas, en la cadencia musical del primer movimiento del primer Concierto Brandenburgués de Johann Sebastián Bach, en la bruma de la camanchaca que atravesaba por la mañana allá en un norte donde todavía no existías pero ya te adivinaba caminando solitaria por la orilla de tu río de camalotes. Te estoy buscando cabizbajo para que no se note mi temor de no encontrarte y parezca que busco las huellas de los escarabajos o los senderos de las hormigas, y con los ojos bien cerrados porque te reconoceré sin verte de tanto buscarte. Te estoy buscando y esperando sabiendo que tú lo intuyes, lo sientes y lo sabes, y te seguiré buscando y esperando siempre como siempre por siempre porque sé que en ese siempre tu también me estarás buscando. Vale.



Revista PARADOXAS N° 186
5 de Julio de 2013



No hay comentarios:

Publicar un comentario