lunes, 3 de junio de 2013

PARADOXAS Nº 185

PARADOXAS

REVISTA VIRTUAL DEL SURREALISMO NEOBARROCO

Año IX - N° 185


INDICE

DONDE TODO ES POSIBLE - Beatriz Graciela Moyano
SUPRESIÓN - Beatriz Graciela Moyano
El Creador de Reptiles. - Francisco Antonio Ruiz Caballero
El Coleccionista de Cacas de Mosca. - Francisco Antonio Ruiz Caballero.
SAYO – F.S.R.Banda
ELEGIA PERMANENTE EN EL ESPEJO – F.S.R.Banda


EDITORIAL

"El artista es el señor de los objetos; integra en su arte objetos rotos, quemados, desarreglados para devolverlos al régimen de las máquinas deseantes en las que el desarreglo, el romperse, forma parte del propio funcionamiento; presenta máquinas paranoicas, milagrosas, célibes, como otras tantas máquinas técnicas, libre para minar las máquinas técnicas con máquinas deseantes. Además, la propia obra de arte es máquina deseante. El artista amontona su tesoro para una próxima explosión, y es por ello por lo que encuentra que las destrucciones, verdaderamente, no llegan con la suficiente rapidez."

Así lo escribió Gilles Deleuze (París, 18 de enero de 1925 - París, 4 de noviembre de 1995), filósofo francés, considerado entre los más importantes e influyentes del siglo XX, en el volumen “El Antiedipo” del libro “Capitalismo y esquizofrenia”, escrito en conjunto con Félix Guattari, psicoanalista y filósofo francés nacido el 30 de abril de 1930 en Villeneuve-les-Sablons (Oise), fallecido el 29 de agosto de 1992 en Cour-Cheverny, Loir-et-Cher. Vale.

El editor


DONDE TODO ES POSIBLE
Beatriz Graciela Moyano

Calmé la boca trémula con un soplo de besos, su silencio se rompió con las campanas de mi amanecer en sus brazos, que rodean y estrechan. Ese es el vuelo rasante sobre las olas de un océano en aparente calma, fuimos dos algodonadas nubes que se van uniendo animadas por la suave brisa. El viento se quedó dormido, manso, quieto en el sueño que nos arrulla algunas madrugadas, juntos, mirándonos, solamente viéndonos en un silencio de algas que acuna recuerdos del tiempo en caudal de sonoridades y el aire...en esa línea divisoria de realidades diferentes e idénticas en anhelos, pierdo contacto con mi propio mundo sumida en ausencia. Hay estrellas pícaras con un guiño cómplice de dicha en esa conexión cotidiana, ¿las ves? háblame del porqué mengua la luna, en ese cuarto de los silencios donde puedo escuchar tu voz, vibrando en el espacio del tiempo detenido, es que te siento donde mi alma espera la palabra en el duelo que nadie percibe, las encierras para asociarlas a la felicidad de nuestras almas cautivadas y dejar los atormentados lamentos a un lado de la luna plateada por siempre. Despertar a la sonrisa que amanece con el sol de los hombres en los labios, exhalando palabras dulces olvidadas tras la tormenta en movimiento sísmico que originó el derrumbe. Entonces el velo que ocultaba la luz de la amorosa brizna, descubrió la sal en la lengua que se deslizó en la piel de las respuestas y como lluvia de cenizas volcánica, un manto de silencio nos abrazó hasta morirnos a esta vida, para resucitar al resplandor de sueños incandescentes, donde todo es posible.


SUPRESIÓN
Beatriz Graciela Moyano

Si mantenerse en una fría calma, en un silencio profundo y en estos formulismos fanático adictivos a los sueños irrealizables le está concediendo el gran paso a la supresión, a las fronteras sin guardias de un destino capcioso de amparo a proyectos rotos por la tenaz persistencia y apego a los ciclos desvanecidos como caprichosos fantasmas deviene un propósito, pensamiento que arrima a una hoguera impiadosa ¿cómo es que avanza? Sin tan solo lograra aclarar el panorama, si pudiera meterse en la trama de la película de su propia existencia y protagonizar la escena final en el papel más intenso, rutilante y mantenerse impávida ante el éxito, airosamente saldría del vagón de cuarta clase donde van a parar las bicicletas y sillones de ruedas en desuso, si supiera que la mañana del día anterior dejaría de ver las pelusas acumuladas en la vidriera de sus cosas, las telarañas colgando de los focos con luz difusa y los artículos pasados de moda que ya nadie querrá, eso sería sincerarse con el maniquí que exhibe el último de los modelos adquiridos para la diosa madre que alguna vez fue, desde ese día en que casi una fantasía la convierte en la escribiente de sus propias desventuras y despojos, se asociaría a Dios y cumpliría sus preceptos de Fe en detalle, le gritaría te amo al perro que ensucia la columna que sostiene su esquina, haría una travesía larga y arriesgada con los pequeños para que nunca se olviden, le suplicaría a la rosa traslúcida de sus desvelos que soltara todo lo que no soporta en un solo grito, pediría perdón al águila que no ha terminado de llegar a la cima por la pesada herencia de demencial pasión y al gran amor y fiel amigo de la vida... la petición  de indulto por la cobarde supresión.


El Creador de Reptiles.
Francisco Antonio Ruiz Caballero.

El creador de reptiles hibridaba serpientes y lagartos. Obtenía serpientes de la naturaleza y creaba nuevas especies mediante la apasionada hibridación de las mismas.  Como un fantástico músico o pintor su objetivo era crear toda una paleta de colores y diseños. Si tenía una exótica serpiente esmeralda la hibridaba con una serpiente violeta y obtenía una serpiente mosaico de delicados colores verdes, violetas, y fucsias. A veces apresaba una culebra amarillla y la hibridaba con una serpiente roja y los híbridos anaranjados eran una delicia de caleidoscopía naranja. Mezclaba diseños y colores, una serpiente anillada era fecundada por una serpiente mosaico y obtenía híbridos estrellados. Los diseños variaban como una espléndida taracea arcoirisada. Obtenía serpientes iridisadas partiendo de culebras negras o azules, creaba nuevos colores, serpientes rosas, serpientes celestes, lapislázulis, naranjas, violetas, con diseños cúficos y jeroglíficos arábigos en su piel. Había híbridos que conservaban el aspecto de sus ancestros en su piel y en la primera muda cambiaban sus diseños por sorprendentes galimatías de iridiscencias. La música era tornasolada, echaba chispas azules y verdes, chispas fucsias, chispas rojas, la serpiente arquetípica era un Simurg de armonía reptiliana, una entelequia de simetrías y disarmonías. La mayoría de los híbridos eran estériles, pero otros eran fértiles y el creador de reptiles se divertía mezclando híbridos de segunda generación. Tenía paciencia, la madre de todas las artes, y curiosidad, la madre de todos los vicios, él contemplaba amaneceres exquisitos, divinos cristales de fulgor indescriptible, serpientes negras que al darles la luz del sol se volvían azules o verdes, serpientes rayadas con fondos rojos, violetas, y amarillos, serpientes profundamente naranjas, y otras que eran como pavos reales exquisitos. Imaginaba ponientes violáceos y turquesas, serpientes profundamente verdes o manifiestamente púrpuras, enloquecido quería crear una serpiente transparente y mezclaba híbridos albinos de piel cada vez más delicada, húmedas y aceitosas, con las que tenía un santo respeto y una santa adoración, postrado a Luzbel y su manzana roja como la primera Eva y el primer Adán del génesis. Visitaba Ceilán, la India, Las Canarias, el Caribe, la Micronesia, buscando serpientes para su colección y su hibridación, mezclaba partituras angustiosas con partituras de rock, pentagramas amarillos con pentagramas escarlatas, música de flauta, con música de armonio, iridiscencias occidentales con amaneceres de poniente, exóticas composiciones marinas con cuadros del polo norte, vegetaciones de sándalo con aromas de incienso sevillano. Era un artista, clasificaba las serpientes, les elegía nuevos nombres, visitaba recónditos lugares del Amazonas, poniendo su propia vida en peligro a veces, sin miedo, para encontrar el raro Simurg reptante. Los diseños variaban, diseños romboidales, diseños circulares, diseños chinos, visitó Japón y coleccionó una culebra de oro, que luego mezclo con una serpiente azul y obtuvo híbridos brillantísimos. A veces fracasaba, obtenía híbridos apagados, débiles, moribundos desde su nacimiento o infinitamente violentos y lascivos, serpientes nerviosas como rasgueos de guitarras o serpientes lentas e inamovibles como Laoocontes estatuarios. Y lo mismo hacía con los lagartos. Visitaba el mundo recolectando lacértidos y se pasaba los días mezclando lagartos furiosos, quería crear un lagarto negro y un lagarto de oro, quería crear lagartos azules y lagartos de fuego verde. Un día de Agosto que estaba extasiado con una de sus creaciones su casa se incendió y falleció por los humos. Vendieron sus serpientes, las pocas que sobrevivieron al fuego, a un zoológico sus herederos.

Dejó de sonar la música abruptamente.


El Coleccionista de Cacas de Mosca.
Francisco Antonio Ruiz Caballero.
El coleccionista de cacas de mosca llegó a tener 1500 cagajos de mosca en su habitación. Asqueroso y depravado obtenía su placer observando las deyecciones que las moscas dejaban en pequeños frasquitos de cristal transparente. Las moscas eran moscas vulgares, acostumbradas a la mierda, bien alimentadas de estiércol, inmundicia o basura. Astronautas colonizadoras de planetas miserables, apestosos, creados por el culo de los dioses, en putrefacción salvaje, en fermentación desaprensiva, enormes cagajos humanos, enormes mierdas de señoras grotescamente obesas,  Montserrats Caballés de porquería, vómitos de muchachos alcoholizados en su primera quedada universitaria, restos de tripas de los quirófanos, vulgares despropósitos de ciudades humanas, escombreras, ratas podridas, en las que las larvas crecían felices horadando el pellejo muerto como un cáncer, montañas de verduras caducadas, estiércol perfumado e irascible de caballo en Sevilla, largas y abundantes boñigas de vacas espantosas, nidarios de morbilidad iracunda. Crecían las moscas felices y puercas en las pocilgas de los perros, en los ojos de los niños africanos, en las deposiciones de los poetas malditos, en la habitación del coleccionista, en su cuarto de baño, en el inodoro de un retrete en Samarcanda, en un frasco en la estratosfera en un cohete de la NASA, en el Gólgota nazareno de los condenados a muerte, apresadas en los cristales de las mamparas de los autobuses. Felices y puercas, puercas, miserables, y felices. Estaba el gordo moscón de caballo, y el díptero de color verde iridiscente, y la mosca traviesa que no deja dormir la siesta, todas ellas al servicio de su majestad asqueroso, el coleccionista de las cacas. Las apresaba con las manos. Las encerraba en pequeños frasquitos de cristal que las amplificaban. En su interior de vidrio la mosca aturdida empezaba a dar vueltas, contemplaba el horror la mosca de su presidio circular, se quedaba quieta y se atusaba con las patitas, limpiándose de tanta porquería, las adoradoras de los apestosos excrementos, olorosos para un infierno, para una Saló Pasoliniana terrible, paradójicamente limpias. Veía la mosca a través del cristal la terrible cara de su Dios lascivo, una cara gorda, hinchada por todos los vicios, fea, monstruosa, abominable. Y el coleccionista veía a su vez a la mosca, en su frasco de cristal dando vueltas y más vueltas sin parar, hasta que finalmente la mosca defecaba. Resuelto el asunto el coleccionista de cacas abría el frasquito y liberaba a la puta, perfecta como una exhalación de lepra. El Insecto se alejaba ráudo hacia un paraíso de estiércol, salía por la ventana y el coleccionista ya tenía el cagajo transparente, la deyección del díptero en su frasquito. Luego le ponía número, fecha, mientras escuchaba música clásica y Johan Sebastián Bach salía desde el tocadiscos de su habitación para complacer a tan místico asceta de la podredumbre. Una vez una mosca no cagó transparente, sino una gotita densa de rojos cagajones, y el coleccionista tuvo un orgasmo de placer, todo su ser se vio envuelto de llamaradas azules, y el sudor en su frente delató la corrupta apoteosis que acababa de presenciar. Llegó a tener mil quinientas asquerosidades, todas numeradas con pequeños y delicados papelitos de seda marcados y pegados a los tarritos. Su habitación por lo demás era sencillamente un prodigio de repugnancia.

Que un cerdo escuche a Bach con complacencia es una de las mayores paradojas de la especie humana. Pero lo más usual es que a los cerdos no les guste Bach.


SAYO
F.S.R.Banda

“Cántame una canción/al oído y te pongo un cubata
Con una condición:/que me dejes abierto el balcón de tus ojos de gata”
Y nos dieron las diez. Joaquín Sabina, 1992.

Desde el espinal hacia la hondura sur de los verdes y ocres desde la llovizna de queltehues y tiuques. Se aparece tu rostro como en un sueño funerario, dormido o muerto, reseco aun bajo la lluvia, en el vano de una puerta, en el crujido de unas piedras en la oquedad de su bosque. Te me desapareces de las trizaduras de los espejos, de la callecitas, esas, del mismo prodigio de tu voz alucinante. Hacia adentro en la hondura, en la bruma que sube por el río buscando la trama de los bosques entristecidos de pájaros escondidos en sus silencios entumecidos. El agua baja con sus hileras de blancos pétalos de los arrayanes que aun permanecen en su otoño florido. Y el tiempo se ramifica entre el follaje denso y verde, en el río de aguas lánguidas, en el estero amparado en los cañales, en la quietud de las casitas dormidas en los claros del bosque, en el mismo observador impaciente. El chucao grita oculto siempre quien sabe donde. La mañana aun estila la lluvia de anoche. El día amanece con la parsimonia vegetal de los ulmos hasta que se triza con la algarabía elemental de los queltehues, otros. Allá arriba a pleno cielo se inician los tiernos rubores de un sol ingenuo con un claro de azul por delante y hoscos nubarrones cercándolos. Todos los verdes en todos sus posibles matices se entremezclan en un paisaje instituido en su propio silencio. Sobre el frío, el silencio y la lluvia se derraman las nostalgias azucaradas de lo que fue. Sobre el río, la quietud y los bosques se vierten los recuerdos intocados de lo que pudo haber sido. Todo es como un ayer no vivido, con la consistencia de un recuerdo vago, inhóspito, con sabor a pena y perfumado de lenta tristeza. Allá mañana, de vuelta, el otoño entra a bocanadas con sus amarillos estentóreos. El sol en su deslave va enrojeciendo el muro implacable de tu boca. Será mañana. El paisaje duda entre solearse alegre entre los cantos de los pájaros venideros o enlluviarse convencido del fervor de los queltehues. El chucao se despide allá abajo emboscado en el boscaje cerca del estero, una fina neblina arremete la urdimbre cerrada del bosque, tímida, porque el sol ya amanece sonriente. Se vienen burbujeando los amores por el río pero ya es la hora de los peces en la concavidad de tus ojos instaurados. Madre! que me dueles tanto que no logro entrar en la rutina de tu olvido. Te me desvaneces aun sin aparecer. Vale.

Viaje al Río Llico, Mayo 2013.


ELEGIA PERMANENTE EN EL ESPEJO
F.S.R.Banda

 “I offer you the memory of a yellow rose seen at sunset, years before you were born”. J. L. B.

Sí, somos buenos en el olvido, creámoslo así para seguir viviendo con nuestras torpes soberbias aun sin cicatrizar, aunque como sabés, siempre te estoy mirando espiando a través del espejo por donde cruzas atareada o lánguida según los vientos de tus rutinas, a veces alcanzo a ver la puntita de una toalla amarilla, otras tu silueta desnuda pero siempre difusa a través del vaho en el espejo, y cuando el vaho desaparece ya estas debidamente vestida y peinándote. Leo las notas que me escribes en el cristal azogado, pero con las letras invertidas así que no sé si las traduzco bien o a mi modo de enamorado soñador que todo lo deforma o adapta a sus penosas esperanzas, vos sabes. En otras ocasiones, en los lentos atardeceres de los parques otoñales, vislumbro desde lejos tu silueta en los altos ventanales de tu imperio, pero siempre desde allí, donde soy solo eso; tu linyera morocho, extraño amor que te quebró la vida en dos pedazos y te enseño cositas deliciosas, pervirtiéndome hasta donde pude o tú me dejaste. Y te sigo por ahí agazapado detrás de tu maldito espejo con los ojos empañados, como en una delicada pesadilla en la que te veo tan cerca que sé que puedo tocarte pero al extender mi mano en caricia hacia ti no puedo cruzar una superficie invisible y te me vas alejando y bueno, vos sabés, cosas de los sueños, y todo porque no quiero alcanzarte para que siempre seas mi sueño, y seas como eres en mi sueño, y te ame y posea y viole y violente y abuse y espíe como solo puedo hacerlo en mi sueño. Siento que si te alcanzara no podría soportar tus furias y nos perderíamos en discordias inútiles, en desengaños inventados, en rupturas infantiles, cuando yo debería ser (me gustaría ser) un recuerdo grato, bonito, intenso, en tu alma de guerrera invencible, ese shileno de ojos achinados que te partió la vida en dos, nada más, porque las arenas del tiempo cubren mas temprano que tarde las furias, desencuentros, celos e incomprensiones, y lo que queda al sol es el amor, puro y simple, las pasiones, lo compartido en complicidad, lo escrito, soñado y sentido, los estremecimientos, las tentaciones, los pecados cometidos bajo hechizo, y los malos pensamientos. Eso. Nadie es de nadie, solo soñamos posesiones, construimos castillos ilusorios rodeados de bosques ilusorios, plazas con lluvias ilusorias, besos, amores y cariños también ilusorios, pero todo lo sentido lo podemos dar por vivido aunque no queden marcas en la piel, cada sueño es memoria viva, con sus emociones e intensidades, cada caricia imaginada persiste como un roce ya instaurado junto con el recuerdo de un rostro, una voz, furias y celos, y es posesión como un anillo o un lápiz, una cucharita del té o el vidrio de la ventana que da a los rosales. Si ávidos mis ojos poseyeron tu cuerpo mío, con detalle y fruición, con deseos inquietantes y dulzuras secretas, y vos lo sentiste y yo también, ya que importa si fue sueño o delirio, en ti soy tuyo, vos lo sábes, mi imagen y mis barrocos, la textura de mi ser podés tocarla cuando desees si así lo querés anocheciendo, pero ahí, cuando naufragamos en la noche separada, cuando nos soñamos y nos habitamos libres de las realidades que nos separan por el día, cuando puedo humedecer tu piel deseada con mi besos escurriendo por a lo largo y ancho de ti, de tu geografía nocturna, de tus territorios ensombrecidos que solo la luna ilumina, siempre que no llueva en ti o en mi, cuando tu puedes alcanzarme, palparme y soñarme según tus poderosos designios, tus misteriosas inquietudes y tus sagrados deseos. Vale.



Revista PARADOXAS N° 185
3 de Junio de 2013




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