PARADOXAS
REVISTA VIRTUAL DEL SURREALISMO
NEOBARROCO
Año IX - N° 185
INDICE
DONDE TODO ES POSIBLE
- Beatriz Graciela Moyano
SUPRESIÓN - Beatriz
Graciela Moyano
El Creador de
Reptiles. - Francisco Antonio Ruiz Caballero
El Coleccionista de
Cacas de Mosca. - Francisco Antonio Ruiz Caballero.
SAYO – F.S.R.Banda
ELEGIA PERMANENTE EN
EL ESPEJO – F.S.R.Banda
EDITORIAL
"El artista es el señor de
los objetos; integra en su arte objetos rotos, quemados, desarreglados para
devolverlos al régimen de las máquinas deseantes en las que el desarreglo, el
romperse, forma parte del propio funcionamiento; presenta máquinas paranoicas,
milagrosas, célibes, como otras tantas máquinas técnicas, libre para minar las
máquinas técnicas con máquinas deseantes. Además, la propia obra de arte es
máquina deseante. El artista amontona su tesoro para una próxima explosión, y
es por ello por lo que encuentra que las destrucciones, verdaderamente, no
llegan con la suficiente rapidez."
Así lo escribió Gilles Deleuze
(París, 18 de enero de 1925 - París, 4 de noviembre de 1995), filósofo francés,
considerado entre los más importantes e influyentes del siglo XX, en el volumen
“El Antiedipo” del libro “Capitalismo y esquizofrenia”, escrito en conjunto con
Félix Guattari, psicoanalista y filósofo francés nacido el 30 de abril de 1930
en Villeneuve-les-Sablons (Oise), fallecido el 29 de agosto de 1992 en
Cour-Cheverny, Loir-et-Cher. Vale.
El editor
DONDE TODO ES POSIBLE
Beatriz Graciela
Moyano
Calmé la boca trémula con un
soplo de besos, su silencio se rompió con las campanas de mi amanecer en sus
brazos, que rodean y estrechan. Ese es el vuelo rasante sobre las olas de un
océano en aparente calma, fuimos dos algodonadas nubes que se van uniendo
animadas por la suave brisa. El viento se quedó dormido, manso, quieto en el
sueño que nos arrulla algunas madrugadas, juntos, mirándonos, solamente
viéndonos en un silencio de algas que acuna recuerdos del tiempo en caudal de
sonoridades y el aire...en esa línea divisoria de realidades diferentes e
idénticas en anhelos, pierdo contacto con mi propio mundo sumida en ausencia.
Hay estrellas pícaras con un guiño cómplice de dicha en esa conexión cotidiana,
¿las ves? háblame del porqué mengua la luna, en ese cuarto de los silencios
donde puedo escuchar tu voz, vibrando en el espacio del tiempo detenido, es que
te siento donde mi alma espera la palabra en el duelo que nadie percibe, las
encierras para asociarlas a la felicidad de nuestras almas cautivadas y dejar
los atormentados lamentos a un lado de la luna plateada por siempre. Despertar
a la sonrisa que amanece con el sol de los hombres en los labios, exhalando
palabras dulces olvidadas tras la tormenta en movimiento sísmico que originó el
derrumbe. Entonces el velo que ocultaba la luz de la amorosa brizna, descubrió
la sal en la lengua que se deslizó en la piel de las respuestas y como lluvia
de cenizas volcánica, un manto de silencio nos abrazó hasta morirnos a esta
vida, para resucitar al resplandor de sueños incandescentes, donde todo es
posible.
SUPRESIÓN
Beatriz Graciela
Moyano
Si mantenerse en una fría calma,
en un silencio profundo y en estos formulismos fanático adictivos a los sueños
irrealizables le está concediendo el gran paso a la supresión, a las fronteras
sin guardias de un destino capcioso de amparo a proyectos rotos por la tenaz
persistencia y apego a los ciclos desvanecidos como caprichosos fantasmas
deviene un propósito, pensamiento que arrima a una hoguera impiadosa ¿cómo es
que avanza? Sin tan solo lograra aclarar el panorama, si pudiera meterse en la
trama de la película de su propia existencia y protagonizar la escena final en
el papel más intenso, rutilante y mantenerse impávida ante el éxito,
airosamente saldría del vagón de cuarta clase donde van a parar las bicicletas
y sillones de ruedas en desuso, si supiera que la mañana del día anterior
dejaría de ver las pelusas acumuladas en la vidriera de sus cosas, las
telarañas colgando de los focos con luz difusa y los artículos pasados de moda
que ya nadie querrá, eso sería sincerarse con el maniquí que exhibe el último
de los modelos adquiridos para la diosa madre que alguna vez fue, desde ese día
en que casi una fantasía la convierte en la escribiente de sus propias
desventuras y despojos, se asociaría a Dios y cumpliría sus preceptos de Fe en
detalle, le gritaría te amo al perro que ensucia la columna que sostiene su
esquina, haría una travesía larga y arriesgada con los pequeños para que nunca
se olviden, le suplicaría a la rosa traslúcida de sus desvelos que soltara todo
lo que no soporta en un solo grito, pediría perdón al águila que no ha
terminado de llegar a la cima por la pesada herencia de demencial pasión y al
gran amor y fiel amigo de la vida... la petición de indulto por la cobarde supresión.
El Creador de Reptiles.
Francisco Antonio
Ruiz Caballero.
El creador de reptiles hibridaba
serpientes y lagartos. Obtenía serpientes de la naturaleza y creaba nuevas
especies mediante la apasionada hibridación de las mismas. Como un fantástico músico o pintor su
objetivo era crear toda una paleta de colores y diseños. Si tenía una exótica
serpiente esmeralda la hibridaba con una serpiente violeta y obtenía una
serpiente mosaico de delicados colores verdes, violetas, y fucsias. A veces
apresaba una culebra amarillla y la hibridaba con una serpiente roja y los
híbridos anaranjados eran una delicia de caleidoscopía naranja. Mezclaba
diseños y colores, una serpiente anillada era fecundada por una serpiente
mosaico y obtenía híbridos estrellados. Los diseños variaban como una espléndida
taracea arcoirisada. Obtenía serpientes iridisadas partiendo de culebras negras
o azules, creaba nuevos colores, serpientes rosas, serpientes celestes,
lapislázulis, naranjas, violetas, con diseños cúficos y jeroglíficos arábigos
en su piel. Había híbridos que conservaban el aspecto de sus ancestros en su
piel y en la primera muda cambiaban sus diseños por sorprendentes galimatías de
iridiscencias. La música era tornasolada, echaba chispas azules y verdes,
chispas fucsias, chispas rojas, la serpiente arquetípica era un Simurg de
armonía reptiliana, una entelequia de simetrías y disarmonías. La mayoría de
los híbridos eran estériles, pero otros eran fértiles y el creador de reptiles
se divertía mezclando híbridos de segunda generación. Tenía paciencia, la madre
de todas las artes, y curiosidad, la madre de todos los vicios, él contemplaba
amaneceres exquisitos, divinos cristales de fulgor indescriptible, serpientes
negras que al darles la luz del sol se volvían azules o verdes, serpientes
rayadas con fondos rojos, violetas, y amarillos, serpientes profundamente
naranjas, y otras que eran como pavos reales exquisitos. Imaginaba ponientes
violáceos y turquesas, serpientes profundamente verdes o manifiestamente
púrpuras, enloquecido quería crear una serpiente transparente y mezclaba
híbridos albinos de piel cada vez más delicada, húmedas y aceitosas, con las
que tenía un santo respeto y una santa adoración, postrado a Luzbel y su
manzana roja como la primera Eva y el primer Adán del génesis. Visitaba Ceilán,
la India, Las Canarias, el Caribe, la Micronesia, buscando serpientes para su
colección y su hibridación, mezclaba partituras angustiosas con partituras de
rock, pentagramas amarillos con pentagramas escarlatas, música de flauta, con
música de armonio, iridiscencias occidentales con amaneceres de poniente,
exóticas composiciones marinas con cuadros del polo norte, vegetaciones de
sándalo con aromas de incienso sevillano. Era un artista, clasificaba las
serpientes, les elegía nuevos nombres, visitaba recónditos lugares del
Amazonas, poniendo su propia vida en peligro a veces, sin miedo, para encontrar
el raro Simurg reptante. Los diseños variaban, diseños romboidales, diseños
circulares, diseños chinos, visitó Japón y coleccionó una culebra de oro, que
luego mezclo con una serpiente azul y obtuvo híbridos brillantísimos. A veces
fracasaba, obtenía híbridos apagados, débiles, moribundos desde su nacimiento o
infinitamente violentos y lascivos, serpientes nerviosas como rasgueos de
guitarras o serpientes lentas e inamovibles como Laoocontes estatuarios. Y lo
mismo hacía con los lagartos. Visitaba el mundo recolectando lacértidos y se
pasaba los días mezclando lagartos furiosos, quería crear un lagarto negro y un
lagarto de oro, quería crear lagartos azules y lagartos de fuego verde. Un día
de Agosto que estaba extasiado con una de sus creaciones su casa se incendió y
falleció por los humos. Vendieron sus serpientes, las pocas que sobrevivieron
al fuego, a un zoológico sus herederos.
Dejó de sonar la música abruptamente.
El Coleccionista de Cacas de Mosca.
Francisco Antonio
Ruiz Caballero.
El coleccionista de cacas de
mosca llegó a tener 1500 cagajos de mosca en su habitación. Asqueroso y
depravado obtenía su placer observando las deyecciones que las moscas dejaban
en pequeños frasquitos de cristal transparente. Las moscas eran moscas
vulgares, acostumbradas a la mierda, bien alimentadas de estiércol, inmundicia
o basura. Astronautas colonizadoras de planetas miserables, apestosos, creados
por el culo de los dioses, en putrefacción salvaje, en fermentación
desaprensiva, enormes cagajos humanos, enormes mierdas de señoras grotescamente
obesas, Montserrats Caballés de
porquería, vómitos de muchachos alcoholizados en su primera quedada
universitaria, restos de tripas de los quirófanos, vulgares despropósitos de
ciudades humanas, escombreras, ratas podridas, en las que las larvas crecían
felices horadando el pellejo muerto como un cáncer, montañas de verduras
caducadas, estiércol perfumado e irascible de caballo en Sevilla, largas y
abundantes boñigas de vacas espantosas, nidarios de morbilidad iracunda.
Crecían las moscas felices y puercas en las pocilgas de los perros, en los ojos
de los niños africanos, en las deposiciones de los poetas malditos, en la
habitación del coleccionista, en su cuarto de baño, en el inodoro de un retrete
en Samarcanda, en un frasco en la estratosfera en un cohete de la NASA, en el
Gólgota nazareno de los condenados a muerte, apresadas en los cristales de las
mamparas de los autobuses. Felices y puercas, puercas, miserables, y felices.
Estaba el gordo moscón de caballo, y el díptero de color verde iridiscente, y
la mosca traviesa que no deja dormir la siesta, todas ellas al servicio de su
majestad asqueroso, el coleccionista de las cacas. Las apresaba con las manos.
Las encerraba en pequeños frasquitos de cristal que las amplificaban. En su
interior de vidrio la mosca aturdida empezaba a dar vueltas, contemplaba el
horror la mosca de su presidio circular, se quedaba quieta y se atusaba con las
patitas, limpiándose de tanta porquería, las adoradoras de los apestosos
excrementos, olorosos para un infierno, para una Saló Pasoliniana terrible,
paradójicamente limpias. Veía la mosca a través del cristal la terrible cara de
su Dios lascivo, una cara gorda, hinchada por todos los vicios, fea,
monstruosa, abominable. Y el coleccionista veía a su vez a la mosca, en su
frasco de cristal dando vueltas y más vueltas sin parar, hasta que finalmente
la mosca defecaba. Resuelto el asunto el coleccionista de cacas abría el
frasquito y liberaba a la puta, perfecta como una exhalación de lepra. El
Insecto se alejaba ráudo hacia un paraíso de estiércol, salía por la ventana y
el coleccionista ya tenía el cagajo transparente, la deyección del díptero en
su frasquito. Luego le ponía número, fecha, mientras escuchaba música clásica y
Johan Sebastián Bach salía desde el tocadiscos de su habitación para complacer
a tan místico asceta de la podredumbre. Una vez una mosca no cagó transparente,
sino una gotita densa de rojos cagajones, y el coleccionista tuvo un orgasmo de
placer, todo su ser se vio envuelto de llamaradas azules, y el sudor en su
frente delató la corrupta apoteosis que acababa de presenciar. Llegó a tener
mil quinientas asquerosidades, todas numeradas con pequeños y delicados
papelitos de seda marcados y pegados a los tarritos. Su habitación por lo demás
era sencillamente un prodigio de repugnancia.
Que un cerdo escuche a Bach con
complacencia es una de las mayores paradojas de la especie humana. Pero lo más
usual es que a los cerdos no les guste Bach.
SAYO
F.S.R.Banda
“Cántame una
canción/al oído y te pongo un cubata
Con una
condición:/que me dejes abierto el balcón de tus ojos de gata”
Y nos dieron las
diez. Joaquín Sabina, 1992.
Desde el espinal hacia la hondura sur de los
verdes y ocres desde la llovizna de queltehues y tiuques. Se aparece tu rostro
como en un sueño funerario, dormido o muerto, reseco aun bajo la lluvia, en el
vano de una puerta, en el crujido de unas piedras en la oquedad de su bosque. Te
me desapareces de las trizaduras de los espejos, de la callecitas, esas, del
mismo prodigio de tu voz alucinante. Hacia adentro en la hondura, en la bruma
que sube por el río buscando la trama de los bosques entristecidos de pájaros
escondidos en sus silencios entumecidos. El agua baja con sus hileras de
blancos pétalos de los arrayanes que aun permanecen en su otoño florido. Y el
tiempo se ramifica entre el follaje denso y verde, en el río de aguas
lánguidas, en el estero amparado en los cañales, en la quietud de las casitas
dormidas en los claros del bosque, en el mismo observador impaciente. El chucao
grita oculto siempre quien sabe donde. La mañana aun estila la lluvia de
anoche. El día amanece con la parsimonia vegetal de los ulmos hasta que se
triza con la algarabía elemental de los queltehues, otros. Allá arriba a pleno
cielo se inician los tiernos rubores de un sol ingenuo con un claro de azul por
delante y hoscos nubarrones cercándolos. Todos los verdes en todos sus posibles
matices se entremezclan en un paisaje instituido en su propio silencio. Sobre
el frío, el silencio y la lluvia se derraman las nostalgias azucaradas de lo
que fue. Sobre el río, la quietud y los bosques se vierten los recuerdos
intocados de lo que pudo haber sido. Todo es como un ayer no vivido, con la
consistencia de un recuerdo vago, inhóspito, con sabor a pena y perfumado de
lenta tristeza. Allá mañana, de vuelta, el otoño entra a bocanadas con sus
amarillos estentóreos. El sol en su deslave va enrojeciendo el muro implacable
de tu boca. Será mañana. El paisaje duda entre solearse alegre entre los cantos
de los pájaros venideros o enlluviarse convencido del fervor de los queltehues.
El chucao se despide allá abajo emboscado en el boscaje cerca del estero, una
fina neblina arremete la urdimbre cerrada del bosque, tímida, porque el sol ya
amanece sonriente. Se vienen burbujeando los amores por el río pero ya es la
hora de los peces en la concavidad de tus ojos instaurados. Madre! que me
dueles tanto que no logro entrar en la rutina de tu olvido. Te me desvaneces
aun sin aparecer. Vale.
Viaje al Río
Llico, Mayo 2013.
ELEGIA PERMANENTE EN EL ESPEJO
F.S.R.Banda
“I offer you the memory of a yellow rose seen at sunset, years before
you were born”. J. L. B.
Sí, somos buenos en el olvido, creámoslo así
para seguir viviendo con nuestras torpes soberbias aun sin cicatrizar, aunque
como sabés, siempre te estoy mirando espiando a través del espejo por donde
cruzas atareada o lánguida según los vientos de tus rutinas, a veces alcanzo a
ver la puntita de una toalla amarilla, otras tu silueta desnuda pero siempre
difusa a través del vaho en el espejo, y cuando el vaho desaparece ya estas
debidamente vestida y peinándote. Leo las notas que me escribes en el cristal azogado,
pero con las letras invertidas así que no sé si las traduzco bien o a mi modo
de enamorado soñador que todo lo deforma o adapta a sus penosas esperanzas, vos
sabes. En otras ocasiones, en los lentos atardeceres de los parques otoñales,
vislumbro desde lejos tu silueta en los altos ventanales de tu imperio, pero
siempre desde allí, donde soy solo eso; tu linyera morocho, extraño amor que te
quebró la vida en dos pedazos y te enseño cositas deliciosas, pervirtiéndome
hasta donde pude o tú me dejaste. Y te sigo por ahí agazapado detrás de tu maldito
espejo con los ojos empañados, como en una delicada pesadilla en la que te veo
tan cerca que sé que puedo tocarte pero al extender mi mano en caricia hacia ti
no puedo cruzar una superficie invisible y te me vas alejando y bueno, vos
sabés, cosas de los sueños, y todo porque no quiero alcanzarte para que siempre
seas mi sueño, y seas como eres en mi sueño, y te ame y posea y viole y
violente y abuse y espíe como solo puedo hacerlo en mi sueño. Siento que si te
alcanzara no podría soportar tus furias y nos perderíamos en discordias
inútiles, en desengaños inventados, en rupturas infantiles, cuando yo debería
ser (me gustaría ser) un recuerdo grato, bonito, intenso, en tu alma de
guerrera invencible, ese shileno de
ojos achinados que te partió la vida en dos, nada más, porque las arenas del
tiempo cubren mas temprano que tarde las furias, desencuentros, celos e
incomprensiones, y lo que queda al sol es el amor, puro y simple, las pasiones,
lo compartido en complicidad, lo escrito, soñado y sentido, los
estremecimientos, las tentaciones, los pecados cometidos bajo hechizo, y los
malos pensamientos. Eso. Nadie es de nadie, solo soñamos posesiones,
construimos castillos ilusorios rodeados de bosques ilusorios, plazas con
lluvias ilusorias, besos, amores y cariños también ilusorios, pero todo lo
sentido lo podemos dar por vivido aunque no queden marcas en la piel, cada
sueño es memoria viva, con sus emociones e intensidades, cada caricia imaginada
persiste como un roce ya instaurado junto con el recuerdo de un rostro, una
voz, furias y celos, y es posesión como un anillo o un lápiz, una cucharita del
té o el vidrio de la ventana que da a los rosales. Si ávidos mis ojos poseyeron
tu cuerpo mío, con detalle y fruición, con deseos inquietantes y dulzuras
secretas, y vos lo sentiste y yo también, ya que importa si fue sueño o
delirio, en ti soy tuyo, vos lo sábes, mi imagen y mis barrocos, la textura de
mi ser podés tocarla cuando desees si así lo querés anocheciendo, pero ahí,
cuando naufragamos en la noche separada, cuando nos soñamos y nos habitamos
libres de las realidades que nos separan por el día, cuando puedo humedecer tu
piel deseada con mi besos escurriendo por a lo largo y ancho de ti, de tu
geografía nocturna, de tus territorios ensombrecidos que solo la luna ilumina,
siempre que no llueva en ti o en mi, cuando tu puedes alcanzarme, palparme y
soñarme según tus poderosos designios, tus misteriosas inquietudes y tus
sagrados deseos. Vale.
Revista PARADOXAS N° 185
3 de Junio de 2013
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