martes, 8 de marzo de 2011

PARADOXAS Nº 159 Vol. II


PARADOXAS

REVISTA VIRTUAL DEL SURREALISMO NEOBARROCO


Año VII - N° 159 – Volumen II


INDICE

Imaginación y Autenticidad - Noemí Carrizo
Cartas al vacío 1. - Makeda
Carta primera - Sandra Fontecilla A.
Dios - Pablo Lopéz
Coleópteros marcianos. - Francisco Antonio Ruiz Caballero


EDITORIAL

<Se llama poesía todo aquello que cierra la puerta a los imbéciles>

"La poesía tiene una puerta herméticamente cerrada para los imbéciles, abierta de par en par para los inocentes. No es una puerta cerrada con llave o con cerrojo, pero su estructura es tal que, por más esfuerzos que hagan los imbéciles, no pueden abrirla, mientras cede a la sola presencia de los inocentes. Nada hay más opuesto a la imbecilidad que la inocencia. La característica del imbécil es su aspiración sistemática de cierto orden de poder. El inocente, en cambio, se niega a ejercer el poder porque los tiene todos.
Por supuesto, es el pueblo el poseedor potencial de la suprema actitud poética: la inocencia. Y en el pueblo, aquellos que sienten la coerción del poder como un dolor. El inocente, conscientemente o no, se mueve en un mundo de valores (el amor, en primer término), el imbécil se mueve en un mundo en el cual el único valor está dado por el ejercicio del poder.
Los imbéciles buscan el poder en cualquier forma de autoridad: el dinero en primer término, y toda la estructura del estado, desde el poder de los gobernantes hasta el microscópico, pero corrosivo y siniestro poder de los burócratas, desde el poder de la iglesia hasta el poder del periodismo, desde el poder de los banqueros hasta el poder que dan las leyes. Toda esa suma de poder está organizada contra la poesía.
Como la poesía significa libertad, significa afirmación del hombre auténtico, del hombre que intenta realizarse, indudablemente tiene cierto prestigio ante los imbéciles. Es ese mundo falsificado y artificial que ellos construyen, los imbéciles necesitan artículos de lujo: cortinados, bibelots, joyería, y algo así como la poesía. En esa poesía que ellos usan, la palabra y la imagen se convierten en elementos decorativos, y de ese modo se destruye su poder de incandescencia. Así se crea la llamada "poesía oficial", poesía de lentejuelas, poesía que suena a hueco.
La poesía no es más que esa violenta necesidad de afirmar su ser que impulsa al hombre. Se opone a la voluntad de no ser que guía a las multitudes domesticadas, y se opone a la voluntad de ser en los otros que se manifiesta en quienes ejercen el poder.
Los imbéciles viven en un mundo artificial y falso: basados en el poder que se puede ejercer sobre otros, niegan la rotunda realidad de lo humano, a la que sustituyen por esquemas huecos. El mundo del poder es un mundo vacío de sentido, fuera de la realidad. El poeta busca en la palabra no un modo de expresarse sino un modo de participar en la realidad misma. Recurre a la palabra, pero busca en ella su valor originario, la magia del momento de la creación del verbo, momento en que no era un signo, sino parte de la realidad misma. El poeta mediante el verbo no expresa la realidad sino participa de ella misma.
La puerta de la poesía no tiene llave ni cerrojo: se defiende por su calidad de incandescencia. Sólo los inocentes, que tiene el hábito del fuego purificador, que tienen dedos ardientes, pueden abrir esa puerta y por ella penetran en la realidad.
La poesía pretende cumplir la tarea de que este mundo no sea sólo habitable para los imbéciles."
Aldo Pellegrini


Aldo Pellegrini fue un poeta, ensayista y crítico de arte argentino nacido en Rosario, en 1903. Después de cursar sus primeros estudios se trasladó a Buenos Aires en 1922 para graduarse como médico. Es uno de los iniciadores del vanguardismo de su país junto a Enrique Pichon-Rivere, Francisco Madariaga y Enrique Molina, entre otros. Fundador de la revista Qué, nunca ahorró esfuerzos para fomentar todas las actividades relacionadas con el arte y la literatura.  Falleció en 1973. Vale.

El Editor



SUEÑO II: LAS MAREAS DE LOS SUEÑOS
Marisa Vegas

Mi cuerpo y mi mente pasean tibias por la arena de una playa, la más blanca y cegadora que mis ojos hayan podido ver y mirar. Es temprano, el sol está muy alto e invita a sumergirse en un largo deambular por esa costa aparentemente benévola. Mis pies y mis huellas en la arena se detienen: delante de mí un tranquilo mar azul cubierto por la soledad sin olas, dormido en un velo de raso añil, terso de arrugas, cegador como un espejo celeste. La claridad es tan deslumbrante que me giro y observo como detrás de mí toda la playa es un extenso y alto acantilado de escarpadas y macizas paredes de rocas amarillentas. Mi ser se haya entre la suavidad del mar y la rigidez de las rocas. No recuerdo el camino de entrada a la playa acantilada como tampoco conozco su salida, pero la sensación tan placentera de las caricias del sol en mi piel hace que me tumbe en la arena, cierre los ojos y considere que más tarde encontraré el camino de regreso hacia ese olvidado lugar desde el que debo haber venido. El silencio embalsama mis ojos cerrados, engañándolos para que no vean pasar al tiempo que, calladamente, va arriando las velas del sol. Y es que la luz es un momento fugaz de la oscuridad.
Mis ojos son despertados por el estruendo de unas olas que con furia descargan en la playa. Al abrirlos observo que la cegadora luz se ha convertido en una luminiscencia grisácea. No sé el tiempo que ha transcurrido pero el cielo se ha transformado en un crespón negro de amenazantes nubes sombrías. El raso añil del mar ha dado lugar a un bravío terciopelo negro. Me incorporo con nerviosismo cuando noto que la lengua de una ola ha lamido mis pies, escupiéndome la rabia de su espuma blanca. Compruebo que la marea ha subido y lo sigue haciendo a una velocidad desconocida por el reloj del tiempo. Miro a mi derecha y a mi izquierda con el propósito de escapar del paradisíaco lugar ahora convertido en la antesala del averno, pero a ambos lados no hay salida posible ya que el semicírculo que hace la playa ha hecho que la marea ya haya llegado a riscos bajos que se asentaban a uno y otro lado, y que ahora están siendo azotados con violencia por las gigantescas olas. Una de ellas me hace retroceder varios pasos, y otra, varios más, hasta que mi espalda choca con la pared del acantilado. El ruido encrespado del mar es una titánica carcajada que atormenta mis oídos mientras las olas gigantescas amenazan con caerme encima en cualquier momento. Mis pupilas se convierten en el espejo del miedo.
Trato de subirme desesperadamente a la pared rocosa intentando evitar las negras garras de las olas pero solo consigo izarme unos centímetros. Alzo la vista y compruebo que en la parte más alta del acantilado hay una abadía que no consigo ver con claridad, pero la aguja de su torre es nítida, es como un dedo apuntando al mismo cielo. La abadía está rodeada por una ciudadela de piedras medievales que llevan talladas el rumor del mar, los siglos del tiempo, el canto de druidas celtas, el silencio de los condenados a prisión. Intento trepar desesperada por las rocas escarpadas sin mejorar mi éxito en el intento. Es cuando giro la cabeza y observo que tengo a escasos centímetros una gigantesca ola de varios metros que va a caer sobre mí y a engullirme con sus fauces. De mi alma sale un agudo grito que apaga la voz del mar, de la noche y del sueño, mientras el sonido de las campanas de la abadía me devuelven a la otra playa inexplorada de la vida.


Imaginación y Autenticidad
Noemí Carrizo

Dejo volar a la imaginación y aparece ante mí una planicie de pastos verdes frescos, apenas tiznados por el sol, en un panorama abierto, sin arbustos, un espacio donde vuela la madre imaginación y dice: ¡Corre, revuélcate en él!, y allí voy con mis pies disfrutando de la ternura de lo florecido y  quiere más hilo para seguir volando cual barrilete cósmico al que no le alcanzará el hemisferio por que “lo nada es imposible”, revertirá el no en si armonizando los sentidos en retentores de olores, voces y tactos para sentirse vibrante. Penetro en un mundo de alerces y eucaliptus nutridos, cálidos, misteriosos y acogedores, encuentro el sitio ideal para bajar la mochila de aquello que nunca me animé a decir, solo está la inmensidad del alma y de auditorio tengo a la confianza por primera vez y comienzo a contar, a desamarrar lo absurdo, la falsa moral, la envidia con aureola mascarada, crítica…Comienzo a ser auténtica, a ser persona, a ser yo y no quien los otros quieren que sea…
Se ha hecho tarde y aún sigo en el bosque donde reina un absolutismo teñido en verde petróleo y la noche se presenta como una campanita a la conciencia y descorro el velo comprobando el otro lado, allí está lo absurdo, lo increíble, lo malvado, lo hereje del desinterés, del desamor, de la falta de compromiso, de la diferencia de no haber amado libremente y me siento un tulipán travestido de orquídea… por primera vez aflora mi varón oculto, el que hubiera dado trompadas a diestra y siniestra en aquellas oportunidades vacías e hirientes de vida y comprendo que el hombre tiene a veces el peor enemigo entre sus piernas y la mujer la llave a la cúspide o a la frustración.  Quiero ser cúspide!.
Llegó el amanecer y todo es claridad me pongo en pie comenzando el andar y nuevamente aparecen los pantanos y me pregunto: ¿los cruzaré?,  ¿de que podré asirme?, ¿lo lograré?, entonces decido si desmayo sin siquiera haber vivido o atravieso sin miedo, por que no existe lo ideal, existe lo real y  se abre  un claro en el paisaje con un sol radiante donde vuelan los pétalos del porvenir sobre lo fértil del camino y pongo pintitas de erotismo al ánimo y comienzo a sonreír, por que se que debo caminar hacia la matriz del amor, de un amor a partir de mi misma que pueda proyectar a otros  con libertad.
He aprendido del paraje que aún cuando haya inconvenientes se puede alcanzar la orilla del placer y la autenticidad si tan solo nos despojamos de la pesada mochila que a veces llevamos.


Cartas al vacío 1.
Makeda

Tengo que terminar todos los días enredada en la misma palabra que no me atrevo a pronunciar, tengo que terminar todos los días intentando escribir todo eso que tengo que callarme, los pensamiento que agolpan mi día, desde que despierto, es abrir los ojos y saber que sigues ahí en algún lugar donde yo no puedo llegar jamás y que sigues ahí enfrente de mis ojos con tantas páginas esperándome, como una agonía que se tarda años en llegar, sé que estoy condenada, me he hecho a la idea, sé que estaré condenada de por vida, sé que sigues ahí, eres como una excusa, y todo el día vas detrás de mí, cuando le sonrío al primero, cuando me despido del último, siempre, siempre ahí, en el vacío de mis pensamientos y tengo que renunciar a ser valiente, para volver a ser cobarde y terminar escribiendo todo lo que tengo que callarme pero eres uno con tantos nombres siempre, siempre el mismo, con otros rostros, en otros tiempos, en otros lugares, cerca, lejos, cerca, pero siempre el mismo, vivo, muerto, agonizante, recuerdo, olvido, pero siempre el mismo, eres el mismo de siempre estés donde estés, este donde este, eres el mismo vacío, el que jamás se llena, por más ansias que tengo de correr y arrojarme a la furia del mar, a ese mar, ese que también fuiste un día seguro, ese salado como siempre, ese infinito, perdido, cansado, arrebatado, cobarde, eres el mismo, el mismo conmigo, en mí, como quiera que te llames, de donde quiera que vengas, en la cama que te quedes, en la cama que me olvides, siempre eres el mismo vacío insostenible que no consigo atrapar, como si pudiera atraparte viento, como si el viento tuviera manos y me atrapara a mí, a mí que a veces soy tan callada que ni el silencio me iguala, cuando me quedo sin palabras y te castigo mirándote, como si mis ojos algún día fueran a perforar tu piel, pero mis ojos siguen siendo inofensivos, donde sea, como sea, con quien sea, mis ojos son los mismos, sin brillo, marchitos, así como tú, como el recuerdo que se revuelca en sus últimos instantes y no termina de morir jamás, hoy escuché a tanta gente hablando de olvido que creí que hablaban de ti, que siempre se olvidaban de mí, será que hablaban del olvido, de ese que es como tú, sí como el vacío, como el que nunca se menciona, como el que me callo todos los días hasta que termino irremediablemente escribiéndolo, ojalá un día ya no seas uno solo y seas muchos para que tenga tantos recuerdos con tantos nombres y no seas uno disfrazado siempre, sí tú vacío que no terminas de llegar y ya es media tarde, un último instante infranqueable, uno donde siempre estas sujetado de mis dedos, de mi pensamiento, de mi voz, de mis oídos, del terror de terminar el día por que es volver a ti, a revolcarme en la cama metida en el mismo silencio, en el vacío infinito que me da dormir, es dormir el único refugio lejano de ti, a ti vacío que siempre estas detrás de mí, a donde vaya, a donde llegué, somos inseparables, será que por eso apenas me atrevo a mencionarte...
Me quedo callada, no quiero que me escuches.


Carta primera
Sandra Fontecilla A.

“Llegará un día en que nos pondrán muchos nombres y nosotras mismas nos vestiremos de ellos para despistarlos. Pero habrá veces, hija, en que lo hagamos para consolarlos. Eso ocurre cuando el vacío, que cada tanto, inevitablemente los perfora y los permea por dentro, los impele desde su centro a vagar, creyendo que salieron a cazar por los bosques sagrados que no tienen camino de regreso y que sólo nosotras conocemos pues en ellos habitamos. Somos tejedoras de sueños hija, no lo olvides, en esta Niebla que ya nos va cubriendo para irnos desapareciendo. Alimentamos lo que se va yendo en estos tiempos y en todos los tiempos postreros, que muchos serán, tenlo por cierto. Pero tú sabes, además que somos hojas que barre el viento. Estamos destinadas a vagar entremundos, entre sonidos naturales y colores coloreados por nosotras mismas. Posaremos nuestras manos para dar calor y sanar las heridas del varón viajero. Podrás, si lo deseas, darte a él en ofrenda cuando llegue a tu choza, pues si ha logrado llegar hasta allí es que lo merece y busca. Pero no te apegues. Guíalo, si él te lo pide, hacia el camino de regreso que tanto habrá buscado sin éxito. No lo retengas para ti, lo tuyo es donación y en la donación el disfrute y el gozo pleno, recuérdalo. Sabe tú eso sí, debes estar preparada, que has de sufrir. Tu corazón es blando y terso y está hecho de miel….él beberá de ti lo que necesite y luego debes ayudarlo a partir. Sabes ya que llevamos tatuados en el pecho el Dos y el Nueve: Sacerdotisas consagradas a iniciar y a develar misterios ocultos para el cerebro izquierdo. Y somos también el Ermitaño Solitario que viaja eternamente hacia su morada en el desierto, sólo con un farol para alumbrar, en la búsqueda de la sabiduría del otro lado de nuestro entendimiento. Estamos destinadas hija, como ves, a la tierra no habitada, a la tonada andaluza de tres por ocho, a la danza que se baila con esa melodía. No esperes por lo tanto un compañero. Baila desde ti misma. Pero si llegase a ocurrir el milagro – ocurre de tanto en tanto – milenios, que un Varón Alado desciende desde su Carro hasta tu lecho, acéptalo y conságrate a él desde todos tus cuerpos. Llevarás siempre el Dos y el Nueve tatuados pero él también lleva sus propias historias marcadas en ese mismo centro. El será tan sabio como tú y con sus labios emplumados lamerá tus pechos recorriéndolos. Sorberá de ti el elixir de tus lunas rosadas, redondeadas y turgentes, especialmente perfumadas para él. Será asimismo, tan ancestral como lo eres, no sólo tú serás su guía, él sabrá guiarte en nuevos conocimientos y no sólo buscará en ti consuelo. Deseará despertar a la Diosa que llevas dentro y buscará que del mismo modo lo inicies desde tus manos y tu silencio. Sabrás que es él por las plumas que irán cayendo y cada vez que parta, ellas serán tu sendero y su sendero. El vendrá desde allí pero tú podrás seguirlo también si las vas recogiendo. Pero no esperes hija que te diga esta noche el resto. Será más adelante, a medida que vas creciendo. Sé que has encontrado a un Varón atrapado por el viento… perdido en estos bosques nuestros. Sé que te busca tanto como lo has buscado, desde el comienzo de estos tiempos. El ansía respuestas a su propia historia y que tú las tejas, recuérdale siempre para que no se confunda que somos labradoras, creadoras y constructoras de Grandes Sueños. Tú ansías la Entrega. Vívelo desde lo que ambos vayan dibujando en la arena, no antes, no después. A veces es muy pronto para los inicios pero a veces es también demasiado tarde para pensares, sentires y haceres. Espérame allí, yo te escribo luego.”


Dios
Pablo Lopéz

Dios ha muerto en pedazos. Dios está troceado en mi nevera.
El no debería haberme alejado de ella, él no debería haberme creado tan lejos de ella. Le recé tantas veces que se acercó a mí y de un certero tajo abrí su sacratísimo cuello.
Me como a Dios cuando tengo hambre, poco a poco lo voy devorando, no lo he dicho a nadie. Porque quien mata a Dios se convierte en Dios. Y yo no quiero sentir las oraciones de nadie. Soy Dios para llegar a ella. Para alzarla al cielo con mis brazos que son un manojo de fibras contraídas por el amor que siento.
Si escucho una oración la ignoro, mi poder es para mí; para tenerla, para llegar a ella. He dejado desangrar a un hijo en los brazos de su madre porque soy Dios sólo para ella.
Lo demás no me importa. Incluso lo destruiría todo para que nada ni nadie nos moleste.
Mi vida ha muerto. Mi vida está troceada en mi nevera, voy devorando a mi amor para que se funda en mí. La sangre que manaba de uno de los tajos, en su frente, se escurría por sus ojos como lágrima roja. No quería morir, no creía que pudiera morir por la mano de Dios.
Mientras la apuñalaba se quejaba lánguidamente, exhausta. El dolor que provoca un Dios es tan intenso que anula la voluntad de expresarlo con un grito profundo. La voluntad se doblega ante la divinidad.
Era necesario unirla a mí. A Dios… Ego me absolvo.
Y mi pene sagrado la santificó en la hora de su agonía; fue su extremaunción con una polla divina. Mi amor sudaba sangre con su último orgasmo.
Un jaco de caballo y en vez de agua, su sangre. Su sangre hermosa y tan espesa que necesito mi fuerza diosa para poder empujar el émbolo, la vena se rasga por el temblor de mi presión. Pero soy Dios y mi caballo sagrado acaba galopando por mi riego sanguíneo.
Directo a mi pene. Directo a mi divino cerebro, mientras saboreo un delicioso trozo de su pecho.
Ahora soy dos veces Dios.
Un Dios de risa afable, ensangrentada.
Revolcándome entre los placeres de la sanguínea heroína y los lamentos de los que sufren, sin que nadie les escuche ya.
Sin que nadie pueda hacer nada por ellos.
Ignorando todo el humano dolor.
Un Dios distraído y satisfecho.


Coleópteros marcianos.
Francisco Antonio Ruiz Caballero

Es espléndida mi colección de coleópteros marcianos. En una pequeña y extraplana caja con marco de carey verde y tapa de cristal finísimo tengo el muestrario más exótico que he podido adquirir de mis visitas a ese planeta. Empezando por la izquierda tengo un coleóptero rojo, con tres mandíbulas superpuestas, es un bellaco comunista, exquisitamente rojo, de un rojo agresivo, dañino a la vista, sus tenazas serían capaz de cortar un dedo, es grande el monstruo, inmensamente grande, como un aplauso, devora pequeños colibríes marcianos como alimento. Cuando el diminuto colibrí se acerca al pistilo de su hibisco extraterrestre, el monstruo lo apresa con sus mandíbulas y le corta la cabeza al pajarillo. En ese momento, en algún lugar del universo, alguien deja de tocar la armónica, suspende su música y exhala un suspiro de terror. Es feo el endemoniado, tan púrpura como un fabuloso goterón de sangre, entre los rojos hibiscos marcianos depreda colibríes de oro, y yo estoy orgulloso de tenerlo en el muestrario muerto, con un alfiler clavado entre los elitros, culpable de múltiples asesinatos y condenado a una inercia eterna. Al lado tengo un escarabajo transparente, ¿no lo ves?, espera, inclinaré un poco la caja, ¿lo ves ahora?, es un prodigio de la naturaleza, es un raro tipo de mimetismo, es tan transparente como el cristal, invisible al ojo humano, como si fuera una medusa hecha de agua, brilla al sol iridiscentemente arcoirisado, con todas las facetas de la luz, entre las piedras rojas, las pizarras granates de Marte, pasa desapercibido, se alimenta de gusanos transparentes y es un furibundo autocanibal, devora sus propias larvas sin sentimiento maternal alguno. Sus larvas son monstruosas, horribles, tienen dobles corolas de ganchos, reptan bajo los troncos de las euforbias marcianas, y vampirizan todo lo que tocan con sus ventosas bucales, como horribles sanguijuelas de Ares. Mira, es tan hermoso como repulsivo, ¿no ves sus dos mandíbulas dobles?, espera, lo iluminaré con esta pequeña lámpara, ¿Lo ves ahora?, qué maravillosa y siniestra hermosura. Olvídalo, detente ahora en la esquina de la caja, mira ese enorme escarabajo verde, es una estridencia de azules y turquesas, una maravilla del diseño, todo artificial, es un coleóptero guerrero, los marcianos los han estado criando desde hace milenios, lo utilizan como nosotros a los gallos de pelea, apuestan grandes sumas de dinero, combaten feroces como soldados criminales, no se dan tregua hasta que uno de ellos cae destrozado por la mitad.. Oh, los marcianos, son seres exquisitos, sibaritas del arte, cuando los emplean en la lucha toman raíces de isgnosia, algo así como nuestro ayahuasca amerindio, y contemplan la batalla semihipnotizados por la droga, dentro de un sueño de ópalos y aguamarinas. Fíjate, en el otro extremo tengo una variedad tan azul que si lo tocaras con el dedo tu dedo se quedaría teñido y sufrirías un escozor terrible por sus alérgenos. Olvídalo de nuevo, ves ese pequeño escarabajo del centro, ¿No te dice nada?, pues de noche brilla como una endemoniada hoguera, resplandece como el más precioso de los diamantes, ahora, muerto, es sencillamente un trozo de corcho negro. Apagaré las luces, espera, no te tropieces, ¿lo ves ahora?, brilla el bellaco eh?. Encenderé de nuevo las luces. En este otro extremo tengo otro leviathan, parece un escarabajo terráqueo ¿verdad?, pues en la gran pirámide con rostro de hombre que los marcianos edificaron para la grandeza de sus dioses este escarabajo desprendía una música celeste, un pequeño trinar tan relampagueante como el de los grillos de la tierra, y lo empleaban para el Ton Honorais, el más terrorífico de los tormentos marcianos, pues despellejaba la piel de sus víctimas lentamente. Dame un beso, mañana te enseñaré mi colección de mariposas.



Revista PARADOXAS N° 159 – Volumen II
5 de Marzo de 2011
revista_paradoxas@yahoo.com

2 comentarios:

  1. Estuve paseando mis ojos por la revista. Me encanto el Editorial
    y todos lo editadoen este número me parece muy interesante y rico literariamente. Felicitaciones a los autores de estas obras.

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  2. leido con la mirada de estos años...voces y personajes de una misma historia...

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