PARADOXAS
REVISTA VIRTUAL DEL SURREALISMO
NEOBARROCO
Año
IX - N° 190
INDICE
NARCISO - Ivonne
Concha Alarcón
EL ÁRBOL DE LA VIDA -
Beatriz Graciela Moyano
A VECES… - Nieves Mª
Merino Guerra
BAJO LOS ARCOS - Francesca
Garrido
BAILE DE MASCARAS -
Elisa Galván
TE OBSERVO - Marisol
C.
MIS CALLES - Pedro
Pablo Vergara
Una Casa en el Sol. -
Francisco Antonio Ruiz Caballero.
CRONICA SUBTERRANEA -
F.S.R.Banda
EDITORIAL
El neobarroco es un término donde
se definen ciertos principios que aluden a composiciones y operaciones que
responden dentro de un contexto contemporáneo. Se hace uso de referentes ya
instaurados y características propias de imaginarios simbólicos que luego son
integrados con la representación en diversos estados de tiempo, generando
confusiones entre imaginario preexistente y la representación.
En estos imaginarios simbólicos
trabajo principalmente con objetos que aluden a la belleza y que, además,
pueden materializarse desde oficios que implican cierto grado de laboriosidad,
el arte tradicional y el ornamento, entre otros. Todos ellos, gracias a su
posicionamiento a través de los tiempos, se han instaurado como valores de
belleza por defecto, siendo este último punto desde el cual se originan los
primeros cuestionamientos en mi obra, pues es su valor a priori enfrentado a
distintas situaciones antagónicas como la fealdad, que permiten la posterior
construcción de la obra en una incansable pugna limítrofe entre los dos polos,
tornándose, por consecuencia, en terrenos tanto difusos como paradójicos. Dicha
tendencia al límite es, así mismo, otro de los aspectos enlistados dentro de
los sistemas categorizantes del neobarroco y que se relacionan con mi cuerpo de
obra, dando pie, a su vez, al surgimiento de lo mixto y la ambigüedad, lugares
donde encuentran con diversos referentes, originando visualidades reconocibles
pero que en su globalidad cuentan con nuevas estructuras, alejándose de su
procedencia, diversificando estratos en sus asociaciones; perdiendo finalmente
su identidad.
Esta pérdida de identidad también
se constituye como un eje importante en el neobarroco; particularmente, en el
caso de mi trabajo, a través del desplazamiento cuya huella -partícula
fundamental en la acción de desplazar y que ofrece hacer reconocimiento de su
origen- se encuentra manifestada mediante materiales, objetos, ideas y
procesos; ejerciendo una acción que se traduce, en cierta medida, como una
desmantelación de formas y conceptos arraigados popularmente.
A modo de resumen, tanto la forma
como las operaciones en las que se enmarca mi trabajo corresponden a categorías
donde lo ya instaurado en términos estéticos se desplaza hacia un terreno
ambiguo. Dicha ambigüedad como eje sustancial del neobarroco permite entablar
innumerables relaciones no sólo con mi obra, sino también con el entorno
dinámico en que me relaciono, capaz de deformar su origen con el tiempo y donde
todas las relaciones, por paradójicas que resulten, se tornan un hallazgo.
Un texto de Cecilia Flores, pirateado de Barroco Fronterizo, el sitio
oficial del Grupo de Estudios sobre Barroco y Neobarroco en Chile, proyecto
ganador del Fondo de Investigación y Creación de la Iniciativa Bicentenario de
Revitalización de las Humanidades, Las Artes, Las Ciencias Sociales y Ciencias
de la Comunicación, de la Universidad de Chile. http://www.barrocofronterizo.com/
El Editor
NARCISO
Ivonne Concha Alarcón
Se asoma la vida a través del
cristal, no hay quien que se interponga, apenas se sienten los latidos haciendo
coro con el reloj cucú de la sala. Se siente el frío de la mañana que aún no
termina de despertar, hoy tal vez puede ser un gran día, quizá me atreva subir
a la montaña, regocijarme con el paisaje de la madrugada para después bajar a
la mar por caminos ya mil veces intentados con anterioridad. Todo aquí es
quietud, música suave, lenta, más que otras veces, mientras observo de nuevo mi
entorno, a través del techo entra un rayito de luz cargadito de fragmentos que
bajan del cielo suavemente, vienen de bajada o de subida esa es una incógnita
que no he logrado descubrir, se me pasa la vida tratando de conocer tan
insignificante misterio, que absurda vida, no quiere dejar que fluyan los
sueños, no quiere dar el salto entre el tú y el yo, la carga pesa, el cansancio
domina, es mucha vida pendiente, miro de nuevo y descubro que los recuerdos
entran por esa hendidura, las pelusas son pensamientos que se aparecen y
desaparecen, no son importante o quizá sí lo son, tal vez es cobardía, miedo,
timidez, solo sé que no conozco las respuestas, quisiera despertar a la vida,
necesito salir a la luz, y, me quedo aquí mirando lánguidamente ese absurdo e
insignificante rayo de luz que muestra una verdad absoluta: afuera hay vida,
aquí dentro solo existe frío, silencio y nostalgia... Y quizá es tarde, no lo
sé, temo a la luz, a la sorpresa, a la ilusión... y así se va la vida, las
horas pasan eternas, se multiplican como mis absurdos miedos... te veo, vienes
a rescatarme, entras a mi jardín, tomas un narciso y me lo entregas suavemente
rozando con sus pétalos mi mano... me invitas de nuevo..., otra vez evado el
deseo de aprender a caminar y me quedo estática, esperando nada... nada si es
que el nada existe...
EL ÁRBOL DE LA VIDA
Beatriz Graciela
Moyano
El árbol que es la vida y la vida
como un árbol y en él. Como tubérculo exuberante, la mágica silvicultura de
alguien se sana, cura, en oscuro inframundo sus raíces, va trepando días, años
con algunas dichas de vida y el tibio aliento de quimeras, con fuerza
abrasadora, nudos en cortezas de esperas, resbalando trechos en desespero,
trenzando lianas de escape hacia las nubes en la más profunda soledad. El
bosque de cipreses absorbió sentimientos, la resina fue alimento de cactus y
coníferas debilitadas, sus propias vísceras se han disgregado, desvanecido en
misticismos, conectando filigranas de letras vencidas, advierte que han dejado
de unir cielo y tierra por infortunio, obstinación y ceguera en la frágil
morada de un dios magnetizado, sobre valuado en sus dones de noble predominar.
La piel se hizo jirones en el reino de la brisa, devoró las ideas por nada,
arde de prisa en la falacia de los jueces, escala buscando amparo en el árbol
frondoso de la vida concreta, regalo del cielo sus altas ramas, nido de
estrellas al divisar sin soñar, amar en escalas mecida de luna, florece en
caricias de seda su primavera, con hojas de brillo verde esperanza de los sin
nombre. Savia, sangre fluyendo plena de ilusión, la sonrisa mana mágica, copos
de razón y Ser. Detrás de un olvido el ceibo florece rojo pasión insólita, en
supuesta primavera que llega con amnesia de lejanos vínculos extraviados entre
ramas y hojas crujientes de un monte canjeado a la cordura. Refugio de luz
estrecho y compacto como la tierra donde se aferran las raíces en sincronizadas
coincidencias, la lealtad de un lazo ciego, nada más, nada menos. Ahora es
preciso quedarse quieta, muy quieta, se escucha crujir la rama seca, amenaza,
frena el latido su corazón herido de nostalgias, cierne el pecho un
desprendimiento y el temor acecha con pérdidas irremediables, es sentir de
cerca la muerte en la mitad de un todo.
A VECES…
Nieves Mª Merino
Guerra
A veces sé que me sueñas de todas
las maneras imaginables, pero yo te sueño siempre dormida y despierta sin
tules, ni espejos ni copas reflectantes. Te sueño real como mi piel y en mi
palidez tu salud insulta a la mía con descaro mientras te leo. Y te veo
leyéndome ahora, escribiendo, pensando… Sin distancias ni tiempos, aquí a mi
lado con la mueca de una sonrisa, mirada de sorpresa y ojos livianos, indagando
mieles, sencillos, brillantes, hermosos, solitarios, apasionados. Todas las
borrascas son danzadas frenéticamente en tu azul verdoso de cielo y campo
mientras anochece en ésta isla casi inexistente donde respiro tu aire con el
ansia audaz de una sobredosis de oxígeno que me aquieta el alma regenerando los
sentidos más insospechados en un alarde de vida deseosa de ser compartida
reverenciando al amor en sus más íntimos secretos pulsando la frágil línea de
lo etéreo con el tacto fragmentado en latidos acelerados con la desnudez del
alma que se acopla en cópula fértil entre el desorden y lo puntualizado con la
rigidez militar de lo establecido para desestabilizarlo con la ironía de la
amarga tristeza que justifica al desánimo peculiar, trasgresor, infantil,
cómodo, relajado en la melancolía que como levadura al pan dejas reposar
laminando ideas en nuevos ocasos -madrugadas ciertas emancipadas en el silencio
que acunan tus párpados soñolientos, tercos o resignados- desflorando
margaritas en síes y noes balbuciendo palabras de amor o rechazo entre el
caudal blanco de nieve efímera que se vuelve agua templada entre tus manos
–ella, amaneciendo junto a la esperanza de ése toque mágico donde las
realidades se licuan en susurros diáfanos que no escuchas… Persiste el hilo
invisible que borda diarios momentos entre ambos agotando horas en el tiempo
escaso donde se entrelazan las escenas dulces con llantos velados, la carcajada
con el enfado. Siempre te espero. A veces en vano. A veces...
BAJO LOS ARCOS
Francesca Garrido
Dorados tornasoles se reflejan a
través de los cristales, la tarde apacible trae de la mano calma y sosiego
después de un día entre agotadores movimientos. Paz, esa es la palabra justa y
exacta para definir ese momento.
Saliendo hasta el porche, la
mecedora espera paciente. Un gato deambula sigiloso entre las flores, de vez en
cuando el ruido lejano de algún coche que cruza por el camino rompe el
silencio. Hace ya tanto tiempo que los sonidos dejaron de habitar en aquel
lugar...
Sentada entre sus recuerdos la
duermevela se apodera del tiempo por completo. Los rayos cálidos del sol
acarician los viejos arcos de la casa, observa como la pintura desconchada de
los rincones se aprecian a simple vista, parecen gritar reclamando su atención
“Tal vez una capa de pintura” –Piensa.- Vuelve la mirada hacia otro lado. Una
oruga trepa con dificultad por el escalón de la puerta de entrada, sabe que si
intenta tocarla esta se enroscará sobre sí misma transformándose en una bola
diminuta que intenta pasar desapercibida. Las ramas de la encina crujen de
forma casi imperceptible cuando una de las pocas ardillas que todavía hoy
corretean por el jardín trepa por su tronco en busca de comida.
Sí, se percibe en los sonidos
inexistentes toda la calma que hoy viste la tarde de otoño, entre las luces
amarillas y naranjas se dibujan tantos instantes leves, efímeros y fugaces de
la vida. Entreabriendo los ojos respira profundamente en un vano intento por
absorber por completo ese momento. Es tan sólo cuestión de minutos, lo sabe
desde hace tantos años... El sol morirá melancólicamente al mismo tiempo que
las sombras de los montes irán alargando sus figuras, estas irán filtrándose
por todos los rincones anunciando que la noche inicia su ciclo nuevamente; ella
entrará en el hogar hoy silencioso, como ayer, como hace ya tantos años y en su
retina intentará en vano retener aquella imagen para lograr sobrevivir hasta la
próxima tarde.
BAILE DE MASCARAS
Elisa Galván
Catrina termina de ajustarse la
máscara carnavalera antes de colocarse el sombrero colofón, barroco en su
profusión de flores, plumas, cintas y abalorios.
Catrina, casi joven, resalta su
talle con un corpiño formado por ocho ballenas rígidas que alargan hasta las
caderas su cuerpo delgado. Cuando sale de su panteón, esbelto pináculo de
granito rematado en bronce, con las letras de su nombre grabadas en sentido
vertical y una fecha en horizontal, los festejantes no han llegado todavía,
aunque más allá de la verja rococó puede ver las antorchas y las bengalas, y
escucha las risas, cánticos y gritos traídos por el viento de Noviembre.
Catrina se desliza, efervescente,
entre los barrotes, y se diluye entre la multitud, abanicando piernas con los
velos de su falda y enredando los talles varoniles con los interminables flecos
de su mantón rojo bordado de hilos
dorados, atrayendo miradas y brazos que quieren rodearla y arrimarla. Ella
juega, escamotea, seduce con el encaje de sus manos, pronto rodeada de una
corte de esqueletos rendidos, entregados, que la siguen revoloteantes,
borrachos de tequila y de deseo.
Catrina no siente, ni padece, ni
late, pero quiere. Murió tan virgen, tan caliente, tan arrogante esperando al
hombre que la mereciera, que tiene un fuego dentro que no la deja morir.
Catrina intenta apagarlo dos
veces al año, cuando puede disfrazar su osamenta con rellenos, siliconas,
artificios, ropajes suntuosos y aterciopelados, dejándose acariciar por las
manos lujuriosas de los hombres, con la esperanza de que su anhelo por fin se
satisfaga y pueda descansar fría y en paz en su nicho de alabastro. Pero las
manos nunca calientan el tuétano momificado de sus huesos ni llegan al corazón
reseco que una vez latió entre sus costillas. Ahora baila entre las tumbas con
un mariachi que ha abandonado a su banda para revolcarse con ella. Le canta al
oído una ranchera que cuenta la historia de una garbancera como ella, que
renegó de amores indígenas esperando a un blanco rubio con levita y reloj de
oro.
Catrina quiere enamorarse de ese
moreno de bigotes espesos que huele a tintorería y a brillantina, y se pega a
su entrepierna, ávida de latidos que la despierten. Amanece, y el mariachi yace
helado, estrangulado por los flecos del manto que ha apretado en su cuello la
impotencia frustrada de la reina del baile. La más bella, le dijeron siempre.
La que tendría todo aquello que quisiera, le decían. La de melena negra, rizada
y brillante que despedía una fragancia de nardos a su paso. La de ojos rasgados
ribeteados de pestañas imposibles que embrujaban a los jinetes de paso a la
frontera.
Catrina esperará hasta Febrero.
Está rodeada de amantes insatisfechos, más de trescientos, que forman un lecho,
amasijo de huesos y máscaras, ropajes desvaídos, incautos náufragos
sorprendidos por su canto huero de sirena pétrea, vacía como sus cuencas y su
boca sin aliento.
TE OBSERVO
Marisol C.
Te observo ha escondidas, entre
la puerta de mi alma y el vértice de mis anhelos, te ubico en la memoria que
despierta mientras te pienso, y te aguardo entre mis abrazos, por si un día te
marchas. Nada es definitivo ni determinante, tengo una camisa de fuerza que me
recuerda que estoy viva y un par de pensamientos pecaminosos, dando vueltas por
el ojo de la cerradura, tengo un par de alas doradas en el exilio de tus
abrazos y un ancla allí en el puerto de tus navíos, suelo tomar tus sueños por
sorpresa, mientras me deslizo en tus húmedos pensamientos, donde añoras y te
espero palpando sin renunciar a cada huella de tus dedos, pero quiero ser te
franca... te extraño a rabiar.
Tengo sueños que divagan solos
por tu anatomía y caigo en el deseo de pensarte, como la brisa que se desliza
sin poder tocarla, te vivo en mí, como la tormenta que estruja todo a su paso
me calzo de tus huellas, te quiero tan simple como eso, es mi existencia en tu
alma, como no recordarte aunque el resto se olvide del mundo, tú habitas en mi.
Tengo un corazón que sin importar
donde te encuentres toca la orilla de tu alma, así tan simple como un verso que
se escapa entre mis dedos, y en el teclado es un suspiro que te toca al leerme,
amor ¡puedo llamarte así! quizás no me pediste entrar, pero aquí estoy, sin
pretender, solo por estar apegada a tu intimidad que huele a nostalgia de un
nosotros, solo quiero que nos dejes en el simple aroma de un déjà vu liberarnos
y encontrarnos en el tiempo que da un suspiro... porque hoy te lo permito, por
que hoy tu quieres, dancemos bajo la luna, así libres bajo el encanto de su
manto, amémonos sin reservas…
MIS CALLES
Pedro Pablo Vergara
He recorrido la misma calle miles
de veces. He contado los pasos, los minutos que tardo en recorrerla, las
baldosas, las vitrinas, los postes y los letreros. A veces, de noche, la camino
hacia atrás, dando la espalda al camino sin mirar hacia adelante. La reconozco,
como si fuera parte de mí. En cada rincón tengo colgado un recuerdo. Aquí una
vez, leí en un diario un artículo sobre la muerte y la última frase, me quedó
pegada a los oídos. Se muere sólo una vez y se piensa a la muerte miles de
veces. En este lugar, me tomé una foto con mi hija. Ella reía y era invierno.
En esta esquina me encontré con Federico que me contó de su divorcio. Allí está
el bar, donde tomo un jugo de naranja todos los jueves. Aquí compro siempre el
periodo. Por esa puerta, se llega a casa de Francesca que vive en el tercer
piso. Es siempre la misma calle y yo cada vez que paso, soy una persona
diferente. Ayer reía mirando el cielo, contando estrellas, hoy voy más lento y
pienso en las murallas y me pregunto, si ellas me reconocen y me sienten. Mis
pasos son siempre los mismos y el ruido que hago al caminar es uniforme. Me
detengo a menudo y miro alrededor y a veces hablo conmigo mismo para poder
entenderme. Me reconocerán las baldosas y los postes. Sabrán de mi los letreros
que he leído tantas veces o seré solamente un ser anónimo, que pasa sumergido
en su mundo, sin dejar huellas en el presente.
Una Casa en el Sol.
Francisco Antonio
Ruiz Caballero.
Mi casa es una casa de centellas,
de llamaradas vivas, de fuego y llamas y carbones encendidos. Porque mi casa
está en el sol. Cuando abro las llameantes ventanas veo el espacio negro e
insondable y las moreras de fuego que hay en mi jardín. Cuando salgo a
recorrerlo me acompaña mi perro antorcha, observo las rosas de fuego y los
zigomorfos lirios de fuego violeta, rojos y brutales y encendidos, y mis pavos
reales de fuego verde, con sus llameantes cuellos de llamaradas azules. Hay una
fuente de llamas eternas en mi jardín, en ella no me refresco las manos, y en
ella, en el fondo, hay cientos de monedas de fuego infinito. Chorrea fuego la
dantesca e inimaginable fuente, hermosa en todo su antifrescor lascivo, voraz,
iracunda. También tengo un estanque de aguas de fuego negro, llena de peces de
fuego de oro, suelo mojarme los pies desnudos en él y dejo que los peces de
fuego me quemen a pequeños besos los pies. Las estatuas en el Jardín son
estatuas de ira, y llameantes imploran pedradas bárbaras de manos criminales,
pero yo no lo permito. Todo fulge y hiere y devora y quema. El alto muro de
llamas que rodea la finca impide la mirada al curioso. Las moreras de fuego me
dan sus moras como carbones rojísimos. Y mi perro antorcha juega a traerme
ramitas ardiendo. Que arrojo una y otra vez a su boca llameante. Me han
visitado mis amigos y se han quemado de luz en el salón de las llamas
inmarcesibles. Duermo en una cama de fuego lascivo, como un extraño fakir, me
deleito con sueños de infernales quemaduras, con camaradas de oro y de fuego
rabioso que hacen el amor para mi desnudos y envueltos en ira, extraños
arcángeles de pavor y crueldad, rabiosos y resplandecientes. Tengo sueños
oscuros de llamas negras, y sueños fulgurantes de llamas vivísimas, fuegos
verdes y fuegos rojos, y fuegos azules, incandescentes, y fuegos fucsias,
criminales y bellísimos. Cuando me despierto en la noche caliente mi boca arde
y mi corazón arde y mi alma arde. Y por la mañana los gallos de fuego que crío
me despiertan con sus cacareos de ira y crimen perfectos. Lejos suenan las
campanas de la Iglesia del sol. Campanadas de lujuria roja y de ira
relampagueante, que siempre tocan a arrebato. Mis ojos echan fuego cuando veo
la belleza tan hiriente que me rodea. El embrujo infernal de mis moradas.
También mis amigos son de fuego y también son de fuego mis enemigos. No sé cómo
puedo vivir con tanta quemadura. Será que mi corazón está muy frío acaso. Será
que mi corazón es de hielo. Cuando me viene la tristeza sin embargo lloro
lágrimas de fuego, como un dragón, todo yo estoy envuelto en llamas, mis
sudarios, mis ropas, sus tejidos, son de fuego, mis heridas y mis quemaduras
son de fuego, mis zapatos y mis calcetines son de fuego, enteramente yo soy de
oro y fuego, no sé cómo podéis decirme que tengo el corazón de hielo. Cuando
descanso sobre mi dantesco sofá de llamas observo los cuadros del salón con las
escenas solares, lobos de fuego que cazan dragones de fuego, Vírgenes Macarenas
de fuego, resplandecientes, y paisajes de fuego y de volcanes. No sé cómo
podéis decirme que mi corazón es de hielo, hasta la sangre de mis venas está
ardiendo de fuego. O lo mismo todo es mentira y tan solo son fuegos fatuos.
CRONICA SUBTERRANEA
F.S.R.Banda
“nadie pensó que libro y laberinto eran un solo objeto”
El jardín de senderos que se bifurcan. Jorge Luis Borges, en Ficciones
(1944)
Detento el prodigio de la breve
sombra que invade tus laberintos, tu secreto destino de enclaustrada penitente,
en los albores de una epifanía que romperá tu alma vaciada de emociones entre
los destellos de sus vidrios y sus frías porcelanas. Poseo la llave de la única
cerradura que yace en la herrumbre de tus sueños nonatos, del vértigo de los
acantilados nocturnos donde no te atreves al suicidio, de las marismas
invadidas por los cangrejos de la soledad, de las llanuras donde duermen las
grandes serpientes de tu cotidiano. Abro los cofres de tus joyas diminutas, esos
tímidos besos adolescentes allá enfrente de la casa donde aún vive tu infancia
de muñecas y de lirios, los baúles de tus peregrinaciones insensatas a los
templos vacíos, a las tumbas sin nombre, a los lugares que un día se te
hicieron primavera, los arcones de las mentiras que guardas como piedras
pulidas por el insistente recuerdo, como los pétalos olvidados entre las
páginas de un libro, como brillantes y hermosas monedas que ya no tiene valor.
Sé que escribes en el polvo de los rincones los salmos de tus tristezas en un
idioma vernáculo y confuso en el que nada es lo que nombras y que nadie puede
descifrar sino acaso los que algún otoño te amaron, y aquel que detenta la
magia de la breve sombra. Una tarde de violetas oculta el sagrario que custodia
los pocos nombres que perfuman tus fugaces encantamientos de atardeceres
marinos, de un río lento que arrastra los verdes fragmentos de una selva lejana
y las arcillas de sus colinas en continua disolución, allí me instauro en las
oquedades que han dejado tus nostalgias y ahí, musgo o liquen, invado ese lado
sombrío de tu vida cerrada a las tupidas enredaderas del amor. Como un
minotauro asustado recorro las galerías anegadas por el agua muerta que irrumpe
desde las vertientes de todas las premoniciones con una alegría de flores
amarillas, cogollos de toronjil, sahumerios de romero y una densa persistencia
de gladiolos funerarios. Sombra breve me voy derribando los muros de arena,
desaguando los pozos de las aguas atrapadas, derrumbando las arcadas que
soportan el entero laberinto, accediendo paso a paso a todo lo que has sido o
eres. No obstante, hay un antiguo tabernáculo de duro y tosco granito cuyo
contenido nadie más que tú conoce y que, así está escrito en su sello,
permanecerá cerrado incluso más allá del fin de tus tiempos. Sin que lo sepas
voy trazando el mapa de esa trama subterránea de túneles silenciosos que dan
una y otra vez a tu misma noche. Vale.
Revista PARADOXAS N° 190
2 de Noviembre de
2013
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