martes, 4 de abril de 2017

PARADOXAS N° 231

PARADOXAS

REVISTA VIRTUAL DEL SURREALISMO NEOBARROCO

Año XI - N° 231


INDICE

¡se siente sola, cuando está con usted! - Rosana Bustamante Gamboa
GRACIAS UNIVERSIDAD POR REGALARME LA MESURA - Rosana Bustamante Gamboa
Resucitándome - Ivonne Concha Alarcón
CARCOMA DEL SONAMBULISMO - André Cruchaga
VASTO PARPADEO - André Cruchaga
Cocuyo (fragmento) - Severo Sarduy
Farabeuf (dos fragmentos) - Salvador Elizondo.
Carta a la dulce juventud - Pedro Lemebel
HUYO DE TU VOZ ENTRE LAS DALIAS - F.S.R.Banda


EDITORIAL

“Un escritor, contrariamente a la opinión popular, no escribe libros. Un escritor escribe textos.”

De ‘El Nuevo Arte de Hacer Libros’, Ulises Carrión, publicado en "Second Thoughts", Void Distributors, Amsterdam, 1980. Vale.

El Editor


¡se siente sola, cuando está con usted!
Rosana Bustamante Gamboa

PORQUE SOFÍA LORENS RECUERDA, QUE OLVIDO DURANTE AÑOS AMARSE A SÍ MISMA
y esos besos con sabor a mermelada de quilvo
por las mañanas, cuando usted, despeinado e impreciso
sobre esa eléctrica guitarra, que manosea en “mi, menor”
y cuando hacen el amor sobre el tejado
en su habitación de padre carmelo, mientras
en el comedor suena ese cantante de boleros
recordando “los ardientes amores de una mujer”
y en un destartalado armario sin puertas
(herencia de una madre muerta en la dictadura
de un pueblo ¡donde nadie tuvo tiempo para ser muchachos!)
una maleta recién hecha con esa idea de dejarse ir
y una colorida enagua de la ropa americana
por otro lado, sofía lorens, quiere amarlo y lo logra a veces
cuando usted besa ese jardín de silvestres bayas, que ella posee
abierto exclusivamente para su persona, de martes a domingo
y donde intenta dormir sobre su pecho de maduro varón
hasta que recuerda los cien años que vivieron juntos
bebiendo café y bailando solos, en la vereda
y en una oscuridad que viene de la ventana
¡una oscuridad que se inventó cuando usted, jugaba a la rayuela!
y perdía apuesta por apuesta, porque nunca fue bueno
para los tiros libre, las predicciones, ni contar ovejas
y ella, ahí pensando ¡como ama la idea de poder amarle algún día!
que ha colgado unos escapularios con la virgen de lourdes
en la cabecera de la cama y en su oreja izquierda
para recordar este dilema y esperanzada
sobre la pelvis que se agita
y ese oculto deseo, que se ha desatado esta mañana.

Nota de la autora.- En la poesía moderna o vanguardista, se suele escribir todo el texto en minúscula, a veces sin comas ni puntos. En este caso todos los sustantivos propios se han escrito con minúscula, como una libertad de quien escribe, quien además escribe sólo el título en mayúsculas y lo integra al texto completo... es decir, se parte con un verso y el título viene después. Muy loco... sí... muy loco... pero para eso es la poesía, para soñar los mundos que aún no existen.


GRACIAS UNIVERSIDAD POR REGALARME LA MESURA
Rosana Bustamante Gamboa

que tiene el limonero de este patio
cuando pide el agua que escribo en las piedras
y por darme esta justicia donde vivo los martes y jueves
hablando de lagartijas con Mercedes y Enriqueta que son mis hermanas
porque los lunes y el resto de la semana
vivo en esta libertad que encontré en tus escaleras
donde duermo hasta las cinco de la mañana
para escuchar el abecedario de los pájaros
y cruzo puentes hasta su alma, que me piden sea su novia
gracias porque puedo elegir con quien converso
y leo las casas que ha construido en su alma-pensamiento
puedo caminar por sus habitaciones y susurrar
esas canciones que limpian los escombros
tomar de sus árboles la fruta sabrosa e invitar a comerla
mientras se piensa en los dinteles por construir
y porque estoy en medio de este pueblo
sin decir nada sino leyendo a las que partieron
sonriendo sus sonrisas para este continente, donde los gatos
decidieron quedarse conmigo y cerca de los almácigos donde trabajo
porque aquí es donde cambia el mundo
cuando una madre muerta me deja a cargo del timonel
en esta vida que pide al cielo ser cielo
y a la tierra las palabras que se tejen entre lianas
que albergan esta idea de la persona-humana en mi pecho.


Resucitándome
Ivonne Concha Alarcón

Bésame con la fuerza del imaginario deseo, deséame sin sosiego ni descanso, descansa entre mi piel y mi sueño, suéñame en la distancia ardiente desesperada, desespera mi noche con tu fuego y tus besos, besos rojos ardiendo entre leños secos, secas hojas que se las lleva el viento, viento que mece mi cabello, cabello besando el tuyo mientras tu mano me recorre la vida, vida que despierta mi invierno, invierno que naufraga entre la lluvia de tus besos, besos mordiendo la noche despertando mis sentidos que te anhelan, anhelos resucitándome… resucitándome.


CARCOMA DEL SONAMBULISMO
André Cruchaga

Hinchado de carcoma se insinúan los sonambulismos y su regocijo de grito.
Una carcajada desanda la piedra pómez de los caminos.

Siempre alrededor las alambradas del miedo y las sogas enrolladas
al cuello y la luna amarilla colgando de los párpados y los relinchos líquidos
del espejismo y los güishtes hurgando en los sentidos.

Trepan las campanas calladas de las telarañas, los pespuntes inválidos
del pellejo: cada cicatriz arrastra ciertas demencias, ese nosotros evasivo
del hollín en pequeños candiles de querosene.

Ante el prójimo envejecen las ropas según las paredes que nos ciegan
de adobes y bahareque, según la argamasa del grafiti que no cesa.

El dintel de la melancolía se nos muestra convulso, casi como una calle
atemporalada de pantalones solos y altares inenarrables.

Con todo y la aridez de los incendios, me vuelvo al precipicio del musgo
invisible quizá porque allí puedo andar descalzo.

—Todo tiene sentido cuando sangra el juelgo de la infancia.
Hay evidencia del amargor de los escotes y de las arrugas retorcidas
del parpadeo: azota el hosco gargajo de los rebaños y el tiempo mísero
entre los dientes. El atrio torcido de los brazos.

Sangran las rendijas de la respiración y la esquina divisada de los afueras.
Jamás la oscuridad deja de golpear como un metal compulsivo.
Empapado de calles no siento los ojos, ni el sarcasmo del cielo prometido.

(A ella siempre le digo que se aleje de mis pestañazos de locura,
o que guarde mi pálpito sin anteojos, en su ombligo)

Barataria, 14.II.2017


VASTO PARPADEO
André Cruchaga

Hacia los agujeros que se forman en la soga, el vasto parpadeo de los féretros,
los postreros pensamientos agregados al crepúsculo,
la sombra monótona e impasible de los cuerpos: el confín aprisiona los ojos
junto al agua de sal que presiden los suspiros.

Me zambullo en la amarilla almohada, rutilante de trenes.

Siempre es terrible divagar en el cuchicheo de algún pétalo extinguido;
alguien, de seguro, conserva todavía algún respiradero para los olvidos.
Alrededor de esos vastos golpes, cabecean los sepultureros del silencio,
mientras la niebla garabatea algún panegírico.

Son vastas las muertes colgadas en el aliento. Uno lleva en cierta forma,
pedacitos de tumbas en el costado,
noches de relámpagos desmoronándose, rasguños de algún infierno húmedo,
o simplemente abolladuras en los espejos.

Crujen las cartas y las tarjetas postales en su remolcada caligrafía.

Descienden, se desclavan los paraguas solemnes del tiempo: una puerta
rechina y agiganta mis laberintos, las solas palabras con llaves.
De vuelta a la página, el litoral remoto de pájaros, las calles abiertas al paladar,
los gritos gigantes de las ventanas.

—Espero aquí, después de todo, el sermón vertical de los pedernales.

Entre el ruido de un hueso y otro, la hojarasca de los fuegos inaudibles.
Allí, cerca del suelo, la piel y su ahuecado paraguas, los baldíos de la noche.
Nunca hay certeza para saber cuánto crece la sed…

Barataria, 2017


Cocuyo (fragmento)
Severo Sarduy

Para mí que sintió la mirada de las tías acribillándolo desde las trincheras de los ojos, el espejeo cegante de las sedas, como fogonazos plateados, el índice anillado como amatistas relumbronas, que lo mostraba: "­Míralo, míralo, cagando en el tinajón!" Fue un diminuto San Sebastián excretante, flechado en plena fechoría, un culicagado hazmerreír, fato indefenso. Fue su primer miedo. Miedo a la mirada: un chiquetazo de alfileres mojados en curare que iban fijándolo, crucificándolo, fosilizándolo en vivo, en lo alto de su doble trono. Pegó los brazos contra el cuerpo, como si fueran a retratarlo. Sintió que no podía moverse. Quería hundirse para siempre en el tinajón, ahogarse entre ranas y gusarapos, llegar hasta el sedimento verde tornasolado del agua y, atravesando el fondo de barro, fundirse en la capa de tierra minera, ferruginosa y fría, y allí quedar acurrucado, feto arenoso, o herrumbrosa momia: a la vez prenatal y póstumo.


Farabeuf (dos fragmentos)
Salvador Elizondo

Ese libro… ¿recuerdas?… el libro que alguien dejó olvidado en esa casa y entre cuyas páginas amarillentas encontraste dos cartas; una que describía un incidente totalmente banal ocurrido en la playa de un balneario lujoso y otra, redactada febrilmente, un borrador tal vez, muchas de cuyas líneas eran ilegibles y que hablaba de una curiosa ceremonia oriental y proponía, al destinatario, un plan inquietante para conseguir la canonización de un asesino… ¿recuerdas ese libro?
Hoy es un día especial, una hora especial, un instante, aunque sea sólo eso, en que espero ver colmado mi deseo. Debes prepararte con toda conciencia, no sin cierta humildad, a pasar por esa prueba, por esta ceremonia capital. No turbes ya las cosas que nos rodean. Todo es sólo un instante. Mantén tu mirada fija en ese signo que has ideado. Yo hago lo posible por ayudarte. Es preciso que estés dispuesta, que aceptes este sacrificio con todas sus consecuencias; no debes dudar un solo momento de mis buenas intenciones. Quiero, en cierta forma, revelarte un misterio inaccesible; quiero dilucidar, para que tú lo sientas con toda su inexplicable verdad, el misterio que te mantiene inmóvil ante mí. Comprenderás, cuando llegue el momento de hacer la señal al meneur, cual ha sido la verdadera significación de este instante. No temas. Considera este ejercicio como una disciplina interior, como una meditación que conduce al éxtasis, te darás cuenta, estoy seguro de ello, de que tu cuerpo desfallecerá huyendo de ti misma y solo su significado, su esencia ultima, se concretara en las palabras que tu digas… ¿recuerdas?


Carta a la dulce juventud
Pedro Lemebel

A ti, mi querida polilla de farol, mi carreteada zapatilla cesante. A la verde juventud universitaria, que escribe su testimonio con la llamarada de una molotov que tisa de rabia el cemento. A los encapuchados del Arcis, de la Chile, de tantas aulas tomadas en la justa demanda de querer estudiar sin trabas económicas, sin la monserga odiosa del crédito, del recargo, de la deuda y el pago. Como si no bastara con quemarte las pestañas dándole al estudio los mejores años de tu vida, para después titularte de neurótico vagoneta. Como si no bastara tu dedicación, tu sincera dedicación, cuando te humea el mate toda la noche, hasta la madrugada leyendo, dejando de lado ese carrete bacán que chispearía de pasión tu noche de fiesta. Tu gran noche, pendejo, donde chorrearían las cervezas y un aire mariguano pintaría de azul el vaho de la música. Como si no bastara con todas las negaciones que te dio la vida, cuando postulaste a esa universidad privada y el «tanto tienes, tanto vales» del mercado académico te dijo: «Tú no eres de aquí, Conchalí, —No te alcanza, Barrancas, —A otro carrusel, Pudahuel, — A La U. del Estado, Lo Prado.»


F.S.R.Banda

Huyo de tu voz que me enceguece los caminos por donde me extraviaba para desaparecerme, que me santifica los rumbos y me enternece las estaciones, me fugo hacia un silencio de piedras heridas y altos cañaverales y vuelvo a encontrarla en las vertientes escondidas, en los acantilados donde los musgos crecen escribiendo tu nombre, en los gaviotales atardecidos y en las pajareras del mediodía, y es tu voz en su cadencia pagana la persiste en su salvaje recurrencia de obsesión clandestina como una ventolera sobre los cuarzos de las arenas que dormían esperando el polvo o la ceniza, y se repite eco entre el ramaje del bosque, acude, desborda, exhala un perfume oscuro de yerbas sagradas, de dalias eternas y de misteriosas amapolas, de una noche de evanescentes madreselvas y del aquel ciruelo enarbolando su albo velamen en el negro terciopelo de un nocturno adolescente que buscaba [sic] tu voz en los equivocados territorios de los amores niños o de las pasiones que nunca alcanzaron el otoño. Huyo de tu voz que me inunda y me recorre, que me acaricia la piel más profunda, y que me deja estremecido por la nostalgia crepuscular de esas las dalias perdidas en el tiempo, y me deja ser niño otra vez y recuperar la sensación de la cercanía de mi madre haciendo florecer las primaveras de mi infancia, y tu estabas ahí con tu voz entre el silencio de las dalias, vestida de ese blanco de perfecta musa imposible cantando con tu dulce sensualidad de mariposa intocable. Huyo de tu voz por los laberintos desquiciados de mis memorias que ya la poseían como escondida semilla subterránea entre los herrumbres de otras voces que iban hilando la telaraña de tu voz que me atraparía en este destiempo de invencible distancia, de océano de por medio, de horas desplazadas por una astronomía que semeja el azar furioso del destino que no quiso que fueran las mismas mañana o los mismas noches, porque tus madrugadas aún son noches en mis comarcas adormecidas y los sueños no se reflejan en los mismos espejos. Huyo de tu voz para seguir buscándola en los cristales de las lluvias de la noche y en los colores de los peces sumergidos, pero ahora sabiendo que te escondes en tus mariposas y tus flores, en las piedras foliadas y en las gárgolas, en los vitrales de antiguas catedrales y también en algunas tardes en los asombrosos dibujos de las nubes. Sé que sentirás que alguien te piensa a lo largo del día, de los días, de los años venideros, y sé que sabrás que soy yo embrujado (sin huida posible) aún por tu voz.



La forma de poema es una desgracia pasajera.
Osvaldo Lamborghini, “Die Verneinug”, 1977.

Revista PARADOXAS N° 231
4 de Abril de 2017


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