PARADOXAS
REVISTA VIRTUAL DEL SURREALISMO
NEOBARROCO
Año X - N° 193
"Miente la muerte cuando dice que Juan Gelman ya no está"
Eduardo Galeano
INDICE
JUAN - Eduardo
Galeano
SOÑANDO... - Marisol
C.
HAY MENSAJES... -
Marisol .C
ES PRECISO ESA
SINFONÍA - Beatriz Graciela Moyano
Predator y los Pavos
Reales. - Francisco Antonio Ruiz Caballero
Vírgenes Macarenas
Coronadas contra Zombis. - Francisco Antonio Ruiz Caballero
La Jaula Espacial. -
Francisco Antonio Ruiz Caballero
DESCONCIERTO PARA
PIANO Y TUMBADERAS - F.S.R.Banda
DESCONCIERTO PARA
TRES Y TUMBADERAS - F.S.R.Banda
EDITORIAL
“En la literatura, el criterio de
la riqueza del idioma no corre para nada, al menos en sus aspectos
cuantitativos. Que tal autor use muchas palabras podría ser incluso un punto en
contra, un despropósito. La "palabra justa", ese utópico deseo de
perfección realista, implica bloquear cualquier tendencia al engolosinamiento
con los adjetivos y los sinónimos. En otro frente, Borges confiesa en alguna
parte haber dado un paso significativo al abandonar su barroquismo inicial en
beneficio de una prosa más económica o directa.” (Roberto Merino). «El idioma
es un ordenamiento eficaz de esa enigmática abundancia del mundo. Lo que
nombramos sustantivo no es sino abreviatura de adjetivos y su falaz
probabilidad, muchas veces. En lugar de contar frío, filoso, hiriente,
inquebrantable, brillador, puntiagudo, enunciamos puñal; en sustitución de
ausencia del sol y progresión de sombra, decimos que anochece». (Jorge Luis
Borges). “Es curiosa la suerte del escritor. Al principio es barroco,
vanidosamente barroco, y al cabo de los años puede lograr, si son favorables
los astros, no la sencillez, que no es nada, si no la modesta y secreta
complejidad.” (Jorge Luis Borges). “Yo diría que barroco es aquel estilo que
deliberadamente agota (o quiere agotar) sus posibilidades y que linda con su
propia caricatura. … Barroco (Baroco) es el nombre de uno de los modos del
silogismo; el siglo XVIII lo aplicó a determinados abusos de la arquitectura y
de la pintura del XVII; yo diría que es barroca la etapa final de todo arte,
cuando éste exhibe y dilapida sus medios.” (Jorge Luis Borges). “Pude haber
escrito como la gente y tener una letra preciosa, clarita, clarita como el agua
que corre por los ríos del sur. … Digo podría, pero sé bien que no pude, me
faltó rigurosidad y me ganó la farra, el embrujo sórdido del amor mentido. Y
creí como una tonta, como una perra lacia me dejé embaucar por alegorías
barrocas y palabreríos que sonaban tan relindos.” (Pedro Lemebel)
Recortes personales del Editor.
Vale.
El Editor
JUAN
Eduardo Galeano
Hace poquitos días, hablando del
gordo soriano y del negro fontanarrosa, dije, o más bien comprobé:
–A veces, la muerte miente.
Y ahora, lo repito: miente la
muerte cuando dice que juan gelman ya no está.
El sigue vivo en todos los que lo
quisimos, en todos los que lo leímos, en todos los que en su voz hemos
escuchado nuestros más profundos adentros.
Nunca encontraremos palabras que
expresen nuestra gratitud al hombre que fue muchos, al que fue nosotros y
nosotros seguirá siendo en las palabras que nos dejó.
SOÑANDO...
Marisol C.
Quisiera que entendieras que el
sol sale despacio en mis navíos, que la luna se vuelve blanca, blanca, vestida
de tu ausencia, que el tiempo se detiene a intervalos, que llueve a veces una
sonrisa entre los labios pero siempre, siempre, la locura teje un manto hasta
tu puerto. Yo pretendo que soy cuerda frente al espejo pero no me cree la
figura que me devuelve el reflejo y unos ojos desvarían, me sonríen, alucinan
con tu boca, a veces la noche quiere llorar ausencias, pero la detengo en la
cornisa, se devuelve la tristeza, entonces recuerda y piensa en tus abrazos,
allí en el rincón de las sorpresas, aquellas que danzan me hacen loca, loca
errante de tus pensamientos, quiero poner un sol que irradie besos cálidos en
la brisa de este otoño en que la hojas caen, hay destellos que traen esperanzas
de colores, no busqué el amor, no lo quise cerca y sin entender este se apodera
de mí. Mi pasión no se quiere alejar, mis letras muerden cada rincón de la
memoria, desvarío en el silencio que gime, mientras espero a que la tarde se
vuelva verde esperanza, reciclo los minutos y escribo, escribo para no soñar...
HAY MENSAJES...
Marisol .C
Hay mensajes en huellas que
destilan el sabor del dulce palpitar, marcando el silencio entre suspiros que
me saben a ti y como un lobo que adueñarse quiere de mis deseos, siento tus
ojos y en suaves terciopelos la noche devora mis ansias. Pero me falta el valor
de volverme errante en tu cuerpo y sucumbir entre la delicia del miedo, al
encanto de tus ojos y perderme a tientas en las tinieblas que me ofreces, hay
un fuego intenso que palpita, floreces en mi abrazo nocturno, me quemas... eres
tú quien despeja el secreto de mis ansias, la hierba húmeda se siente en mi
camino, solo tu y yo ansiosa como espiga en el vaivén de tu brisa caigo, en el
crepitar de los sueños me pierdo, en la tempestad que me sofoca me hundo en
libertad, sobre tu esencia tiemblo desnuda, de quimeras me llenas y sobre la
luna con su manto de agua cristalina y blanca espuma me liberas... hay mensajes
que surgen en gemidos y se destila suave la pasión que sabe a mar en tempestad
bravío, a tu puerto llego rendida, naufraga y vencida, por tu sed que quema en
sueños de colores se me va la vida.
ES PRECISO ESA SINFONÍA
Beatriz Graciela
Moyano
Es preciso llegar al fondo de los
ojos, resbalar en la caricia del brillo. Una sinfonía silente llega en eco mudo
desde el costal sutil de los recuerdos. Ver lo dilatado de los dedos y las
huellas. Instrumento sigiloso y taciturno, aún así primordial donde presa de
una imagen, navega cautelosas noches en blanco. Descifrar los fundamentos
mentales, deshacer, desarmar y perderse al escuchar la música en el azul añil
que tapa los oídos, oculta el sonido, oculta siempre, en su languidez de
espirales fantasmagóricos. Allí es música lenta y aliento, los acordes llegan
bañando horas de días y años, sinfonía, voces, acordes. Sobran los motivos,
negar y sacudir, el polvo absurdo en cada afición. Vaivén sonoro, lírico
encantador al que las fibras siguen, vacilantes y perplejas en el inconsciente
sin lograr sintonía evanescente dentro de la embriaguez del sueño. Hay millares
estrellas, constelaciones, queriendo iluminar el cielo. Sumergida sin querer ni
poder eludir el paso del viento deshabitado sin versos rozando el pelo que
vuela sinrazón, como el tiempo callado, silencioso va borrando las huellas y la
voz de los sublevados, nulos de reflejos y consientes de su muerte lenta,
sienten el tibio delirio ineludible que suena a sinfonía. Apagar de un soplo la
depresión, que precede a la ira.
Predator y los Pavos Reales.
Francisco Antonio
Ruiz Caballero
En la nave marciana, equidistante
de los dodecaedros, geométricamente imposible, de oro y cristal y níquel, de
vidrio azul y rosa y naranja, con formas contrahechas y deformes, prismas y
cubos y escaleras sin fin hacia el vacío, el guerrero Predator y sus compañeros
de cara de cangrejo, atléticos como gallos de pelea y feos como arañas, se pasean.
Están rodeados de pavos reales de cuello azul y copete irisado, majestuosos y
silentes, aves de diez grados bajo cero, extásicas como ponientes sevillanos,
verdes sus colas que esconden ojos de tigres, altezas imperiales de lo onírico,
que recrean con sus bellas plumas un extraño jardín sin flores, entre los cubos
y los prismas de cristal violeta y rosa, en las escaleras sin fin hacia el
vacío que se despeñan sobre extraños abismos de luz y música de órgano
soberbias. Los guerreros, horrorosos y bellos, con sus asquerosas caras y sus
cuerpos sublimes, parecen estatuas con extrañas lanzas de oro, y los pavos
reales los observan galardonados de electricidad, mientras pasa el minutero del
reloj atómico y la nave, catedral y laberinto de topacios y oros, se pasea
entre raros mundos de hielo y de fuego, Caribdis y Escilas múltiples, donde
llueven los diamantes y las esmeraldas, donde reinan las llamas criminales y
las tormentas de luz y de odio, entre soles verdes, naranjas o rojos, entre
satélites azules llenos de agua purísima o Hidrógeno o Helio, entre estrellas
de neutrones que se tragan la luz y expelen rayos X cancerígenos, entre mundos
de mármol negro o rosa, entre lunas de nieve refulgente, entre asteroides de
granito destrozados, lentamente poseídos por demonios de mirada roja que juegan
a estrellarlos unos contra otros, entre planetas con exóticas vegetaciones y
exóticas faunas. Entre planetas nubosos en los que eternamente llueve, o entre
planetas desérticos y amarillos en los que sólo hay escorpiones rojos. Los
Predatores charlan levemente, musitan leves palabras de amor y de odio,
cargando la cruz a cuestas de ser bellísimos de cuerpo y terroríficos de
rostro, híbridos de cangrejo y arcángel, productos de la mente de un psicópata,
y los pavos reales alzan sus colas y soberbios levantan las orgullosas cabezas
azules, inalterables al horror, fríos como el hielo, dolorosos como astillas en
las uñas, igual a pellizcos en la carne viva, deliciosos, en toda su
sorprendente hermosura, como un premio a la soberbia dionisíaca de sus dueños,
desposeídos para siempre de la belleza en sus rostros, pero bellos y musculosos
como sublimes panteras. Nunca trémulas las soberbias aves resisten al pavor de
la fealdad criminal de sus dueños, hermosos de cuerpo, igual a arcángeles.
Guardianes de los secretos del universo, que hacen girar la nave en el espacio
entre mundos de acero y cristal, duros como corazones sin Amor, eléctricos como
alternadores de Tesla, volcánicos, o desérticos. Suenan las alarmas en la
astronave, se encienden las luces rosas y amarillas, aúllan las sirenas como
lobos y los Espantos de belleza se despiertan de su letargo y los pavos reales
se turban levemente recogiendo sus colas verdes, escondiendo los ojos cíclopes
de los tigres de plumas y dejando de picotear las cristalinas losas del suelo
de la nave. Son exquisitos los dueños de los pavos, mantienen conversaciones en
secreto con la Muerte, hoy tienen que visitar un extraño planeta en el que está
castigada la música, y en el que sus moradores se fustigan y se ametrallan y se
odian y se estragan, eternamente en Guerra desde su Génesis.
Vírgenes Macarenas Coronadas contra Zombis.
Francisco Antonio
Ruiz Caballero
Vírgenes Macarenas contra Zombis.
Esperanzas de los Hombres, contra Muertos vivientes. Fluctuaciones solares
escandalosas, auras verdes magníficas, pies de Dolorosas sevillanas contra
serpientes satánicas, Vírgenes de la Aurora coronadas contra Zombis asquerosos.
Ellas llevan puñales de plata traspasando sus corazones, esmeraldas preciosísimas
como medallas de generales, lágrimas en los rostros como madres desposeídas,
rosarios en las manos, y Fusiles Kalashnikovs AK47. Brillan sus coronas de oro
como áureos diapasones, como música de órganos soberbios, despiden fúlgidos
resplandores, sus lágrimas de cristal hacen los rostros preciosísimos,
enternecen los corazones duros como las piedras, sus dulcísimas manos de Madres
de Cristo empuñan los Fusiles con esplendor. Los Zombis atacan con sus babas
negras y sus dientes cariados, con bultos en los ojos y en las frentes, con
tumoraciones violentas en la espalda, escupiendo gargajos, con camisas blancas
manchadas de vómitos verdes o negros, en actitud trémula y nerviosa, como
dantescos bailarines sincopados, rabiando por una gota de rocío, pidiendo con
soberbia e ira sangre, perfumados de maldad y crímen, deshonestos de toda forma
de frambuesa pura, puercos y marranos como bichos y lombrices, insepultos y
escleróticos, llenos de vergüenza y lepra, comatosos y anquilosados, o trémulos
y macabros, pletóricos de mierda, purulentos, Las Macarenas disparan sus
Fusiles AK47. Quieren los Zombis morder y perpetuarse en su insolencia
asquerosa, extender su enfermedad como una gota de aceite sobre el agua, como
una mancha de tinta indeleble sobre una camisa blanca, con un hedor próximo al
paroxismo olfativo, pero las hermosas Vírgenes Macarenas coronadas, dulcísimas
como el arrope, disparan sus benditas armas contra la Infección. Los Zombis
buscan niños distraídos a los que desangrar, viejos moribundos sobre los que
depositar sus babosas bocas con lepra, incautos a los que ofender con su
pestilencia, inocentes a los que llevar al patíbulo y sobre los que poner sus
monstruosos huevos podridos. El Buen olor del Incienso de las Vírgenes
Macarenas las precede, las rosas, los claveles, los geranios, los azahares, las
diminutas violetas, los humildes pensamientos, ellos, los zombis, llenos de
ira, no pueden soportar ni un minuto de cielo florecido. Los Zombis huyen por
las callejas sevillanas, y matan y devoran a los que ven, iracundos, prosélitos
de la indecencia y el pecado, perros rabiosos de la lujuria, puercos, con su
inmensa podredumbre a cuestas, bailando con rectas y trapecios, rítmicos de una
poesía salvaje, bellacos y pérfidos, brutales en su deformidad, dionisíacos de
ira y barro, malditos como esputos, lanzando esputos, mordiendo inocentes,
transformando al bueno en malo, ruines y cobardes, pero las Vírgenes Macarenas
coronadas, luminosas y de oro, los persiguen, no les dan tregua, y los
acribillan a balazos. Los Zombis se esconden en las Cloacas de Sevilla, en el
Infernal Metro, en el despreciable suburbano, en las galerías y los
Leprosarios, pero las Luminosas, las Esplendorosas, Macarenas, Trianeras, y
Auroras, bajan al Submundo, con sus Fusiles y sus metralletas, purificando de
maldad Sevilla y Triana, bendiciendo las Cloacas pestilentes, derrotando a la
Infección, alejándola de los inocentes, mandándola al Infierno. Amén. En lo
oscuro de la negra galería, entre ratas enormes grises, como una Flor de oro,
como una Luminaria de oro bendito, la Virgen espera al Zombi, y el Zombi la
ataca, pero ella, espléndida como una orquídea sublime, le ametralla con su
Fusil AK Kalashnikov y le destroza la cabeza de un balazo providencial. Amén. Y
ella es guapa. Guapa, y guapa. Y bonita bonita bonita. Amén.
La Jaula Espacial.
Francisco Antonio
Ruiz Caballero
Dedicado a mi Madre y a Sevilla.
La Jaula espacial se desliza sobre un rayo de
cristal irisado entre Escilas y Caribdis de hielo y fuego y lepra y flores,
entre mundos de cristal verde o rosa, o entre centelleantes estrellas de plata
y soles llenos de demonios rojos que arden como carbones encendidos y cuya
mirada quema la piel como hierros candentes. Extraños animales de dos y tres
cabezas, mutantes y heteromorfos hay en esos planetas, extravagantes flores y
lirios zigomorfos llenos de espinas o mariposas, escarabajos de elítros de oro
fúlgido, o monstruosos caballitos de mar con colmillos de agujas, que podrían
entrar en la Jaula si su dueño quisiera, pero la Jaula espacial sólo tiene tres
moradores, Alienes, Pavos Reales, y Canarios. Una gran bóveda de cristal
recubre toda la abadía central de la barroquísima astronave, ella descubre el
infinito y negro espacio exterior con sus soles azules y sus satélites de agua
cristalina en la que se zambullen sirenas de doble cerebro, monstruosas y
telépatas, que adivinan el provenir y saben el día exacto de su propia muerte y
por eso están locas y hacen daño y cuando cantan vuelven al oído esquizoide y
lo rellenan de una música satánica bellísima y cruel como sus propios ojos
verdes. En la Jaula, de oro refulgente y topacios y ámbares dorados, se ven las
estrellas y los rayos eléctricos que como raíces se deslizan sobre la cúpula
sublime. Pasillos elevados dan a pasillos elevados y a pasillos elevados que
terminan en el vacío o en escaleras para extraños fantasmas que dan a otras
plataformas elevadas. Y los Pavos Reales están allí, sobre ese laberinto
soberbio de vidrio y cerámica, orgullosos y majestuosos, sublimes de sus
penachos azules y sus copetes irisados, posesos del misterio tigresco de sus
colas verdes, exóticos como extravagantes, archiducales y exquisitos. Bebiendo
a veces en extrañas fuentes cúbicas, entre extraños jarrones de cristal
repletos de resina que arden, volando entre las plataformas levemente, saltando
entre ellas. Gallináceas de turquesas e iris. Sobre los espaciosos y peligrosos
abismos. A veces hay ramas de colores donde reposan Canarios dorados, verdes y
rosas, Timbrados españoles y Malinois franceses como flautas, que silban y
trinan y gorjean y se pelean entre ellos con escorzos bellísimos, con escherzos
de fantasía bachiana, en un caleidoscopio de pluma y armonía obsequiando
belleza a la belleza de los Pavos Reales Orgullosos, que despliegan sus colas y
llenan la Jaula de ojos de absenta perpleja, impenetrables al examen médico de
sus pupilas. Cientos de Grillos azules hay en los trinos y cientos de
clarinetes en los gorjeos. Y también están los Alienes. El Alien. Como una
estatua de pavor. Quieto, acaso dormido, pero rígido, en tensión, como un
muelle o una Mantis Religiosa. El horrible polihíbrido de cocodrilo, lagarto, y
pantera, está allí, quieto, esperando una señal, esperando la hora en que un
Dios diga AHORA, como un rabioso tiburón que nada y nada y nada hasta el
momento en el que enloquece. El ser de doble mandíbulas parece que sueña con
infernales submundos de colmillos y más colmillos, que sueña con infiernos
donde se desollan ángeles y arcángeles, es un tirador que espera a su
presidente Kennedy. Y el Alien se mueve, se desplaza lentamente por las
plataformas y los pavos reales alzan sus colas pavorosas con pavor haciendo
frente ante la fiera de ácidos neutrónicos coagulados en su linfa, clepsidras
de ira y chancro y veneno y muerte, y el Alien se mueve y parece que no respira
porque tiene que recibir la orden que le diga DISPARA, y en ese mismo momento
el Presidente Kennedy se trepanará los sesos. Y allí están todos los Pavos
Reales asustados, pavorecidos, pero acostumbrados al Alien. Es el Demonio que
no hace nada, no hay que temerle. Quince alienes tiene la Astronave, quince
alienes tiene la Jaula, híbridos de arcángel deforme y rata, híbridos de lepra
y crimen, híbridos de cáncer y Sida. Y entonces un Pavo Real alza su cola
esplendorosa. Es un Pavo Real Blanco teñido de Fucsia, y un Pavo Real Azul
eleva su cola verde, y un Canario Timbrado español despliega su siringa de
cristal y grillos azules y un Malinois responde con un silbo perfecto de oro y
aguamarinas. Y entonces Dios dice AHORA, mientras deja caer una de sus
esmeraldas sobre la tierra, y los Alienes abren sus espantosas dobles
dentaduras y se tragan de un bocado las cabezas de los pavos reales, que
sangran como surtidores azules de manantiales rojos. Y los canarios echan a
volar y se callan y la matanza apoteósica transcurre con pluma y más pluma, Y
muchos Pavos reales se agitan sin cabezas en una espléndida armonía que ni un
Lorca podría describir completa y otros alzan sus colas y otros saltan de
plataforma y de pasillo en pasillo intentando no caerse en el vacío, y los
Alienes los persiguen criminales y salvajes con un odio desmesuradamente
proporcional a la belleza. Hasta que casi todos los pavos reales están muertos
y sus plumas son ya la carcasa de un cadáver sin sangre. Y entonces Dios dice
BASTA, y los Alienes se quedan quietos mascando las pechugas y las plumas y las
alas pero sin atacar a ningún Kennedy más. Y entonces los Supervivientes ven
como regresan los canarios y empiezan a cantar de nuevo. Y es una melodía tan
fresca, tan bonita, y tan transparente que es como si aquí no hubiese sucedido
nunca nada Y esto fuera un hermosísimo Paraíso para los Pavos Reales. Y
efectivamente el Kennedy más valiente alza su cola sorprendente orgulloso y sin
temor a la muerte. Y la Música prosigue ante el silencio de DIOS. Entre
Planetas en los que llueven diamantes y zirconios rojos purísimos.
Suite “Sonidos desde la Habana Vieja”
F.S.R.Banda
“No es en vuestro
cordaje de morados violines / donde la noche golpea.” Noche insular: jardines
invisibles. José Lezama Lima
Yo venía por el borde cóncavo de tu voz
atravesando sigiloso las comisuras, dejando de lado tus labios a pesar de su
íntimo sabor a hierbabuena, vi desmoronarse el cauce de los caracoles y la magnolia
que albergaba las salvajes mariposas, un oleaje furtivo coincidía en el
relámpago, en la furia somnolienta de los otoños, en la desolación del viento
que cuajaba en las arcillas congeladas, oí el crujido del agua en su vertiente
como el susurro de una tierna divinidad enmascarada, el rugido intermitente de
los minerales habitando en su cristalizaciones el caliche endurecido, los pasos
errando los senderos de las piedras, un eco reflejado en la cuadricula
horizontal de las pircas inmemoriales, tenté la textura de todas las cortezas,
de las ágatas entre espumas, del espacio pequeñito que deja tu boca cuando
sueñas. Cautelosa mi mano quiso tu mano como un insecto la luz desatada, gema,
bronce o caobas me fui devorando por el laberinto de tus dedos, tus uñas en
jardín de bruñidas pedrerías carmesí, rojos intentos de la fugaz caricia en su
huida de salamandra u orquídea, uvas de vino dulce que buscan en la ebriedad
ciega o dormida el verbo que se despliega en ronca perfidia por los atardeceres
que van coloreando las casitas allá abajo hasta que van encendiendo sus luces
de mentira los barcos a la gira en el fondeadero del terciopelo nocturno. Una
turbiedad de pájaros ausentes se va escurriendo desde tu voz por el abismo de
los presentimientos, se deshace en una anilina tenue que diluye las siluetas,
la finura de las garzas y los huesos incrustados, una turbulencia que arrasa
los templos donde se veneran los ojos que te miran mientras te alejas por los
bosques de los castaños siguiendo las iridiscencias de las libélulas o las
joyas encendidas de misteriosos escarabajos. Dejo tu rumor inconcluso, deletreo
el canto visible de las falanges y las yemas, abrevo en la párvula oquedad de
sutiles metacarpos subterráneos, cerco brumas y penumbras, describo el arco que
sostiene una vaguedad de cardumen o bandada, asumo las incoherencias y los
destierros, me defino duro, frágil, amorfo y transparente como los vidrios de
las copas y los ceniceros, escardo los surcos de florecidas malezas y quemo en
tu honor las zarzamoras, vago agobiado de certidumbres por la orilla socavada
de tu voz cruzando cauteloso el delineado sabor a menta de las comisuras,
vadeando el albedo de tus labios para urgir en esta hora indisoluble de quieta
medianoche tus párpados.
Suite 162 “Trocadero”
F.S.R.Banda
Le enseñó a rezar a las calas arrebujadas por
el lado de las sombras húmedas y los códigos del esperanto al ciruelo cuando
con su velamen henchido de sus breves blancos fosforescente cruzaba el azul
oscuro de la nocturnidad oceánica del patio allá lejos en la casa de las dalias
y los nardos. Dejaba la primavera arrumbada en los descargos del estío para
dedicarse con euforias de vagabundo a la verticalidad insoportable de los pinos
con telón de mar tormentoso y coronas de albas espumas en los oleajes, acudía
más por rutina que por curiosidad de espeleólogo a los ceremoniales de los
cangrejos estrellados en las arenas entre las algas y los nácares de las
caracolas vencidas. Derogaba el verano que desciende sobre la noche acotada y
calurosa porque sus preferencias iban por las mañanas donde giran los girasoles
de la Pili diseminando por los rosales sus amarillos estruendosos y su polen
habitual, habitados de abejas zumbonas y de las alegrías de la brisa que destila
el acacio soberano. Solía agradarse en los recovecos tranquilos de la
contemplación de la fuente en su tumulto de gardenias, de antiguos aldabones,
de brillantes cristalerías, relucientes porcelanas y borrosos gobelinos, en las
burbujas de la pleamar por el malecón y el muro mientras un agua seminal
convoca fragancias con el sicoceo del canto desencanto en sus amapolas y
surgencias. En su ambigüedad de tropero incauto y botero fluvial se establecía
en cualquier esquina del arrabal nostalgiando los rastrojos del manzanar, el
callejón ripiado con sus canales y las drupas arracimadas del rojo al negro de
sus zarzamoras. Sabía que la garúa en su imperio invernal se escondía bajo las
piedras, en las raíces de las correhuelas y en el azul-violáceo de las
achicorias y hacía esperar sus soledades de fauno perseguido por los entresijos
de un libro o dejando la mirada fija en lontananza más allá de los horizontes
constelados. Pero lo aquejaba desde niño una melancolía pausada que le iba
arrebatando de la memoria los recuerdos más hermosos y le dejaba los rostros
sin ojos, las palabras trabadas en una algarabía de susurros y voces
irreconocibles, los atardeceres engañados por los soles equivocados, y el amor
confundido con sus propias trampas de bucanero y las sublimes engañifas de
circo de fieras. No obstante, en esa fantasmagoría de olvidos enrevesados aun
poseía dos breves eternidades; el amigo asombrado por el pez de plata en el
pasto y la imagen para siempre de la Maga bajo la luna. Vale.
Revista PARADOXAS N° 193
2 de Febrero de 2014
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